Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ayame echó a correr tan pronto puso un pie fuera de la Pastelería de Kiroe-chan. Había ido a buscar a Daruu, pero su madre, después de atosigarle a preguntas, le indicó que debía estar entrenando en la Academia. Así que allí se dirigió a todo correr. Tal era su emoción que ni siquiera recordaba que llevaba el vientre vendado, pese a que la herida de bala ya estaba, afortunadamente, más que cicatrizada. Una de las pocas ventajas de ser jinchūriki, que todas las heridas se curaban el doble de rápido. Afuera llovía, como era habitual en Amegakure, y hacía frío. Mucho frío. Pero, a juzgar por la resplandeciente sonrisa que adornaba sus mejillas, a ella no parecía importarle.
Sólo había pasado un día desde todo lo que había pasado en Coladragón y Kaido, como también había pasado sólo un día desde que se atreviera a confesarse a Yui y terminara ascendida a jōnin, pero para Ayame era como si hubiese pasado una eternidad. ¿Cómo se podían haber acumulado tantos acontecimientos en sólo una jornada? Y eso sin contar la acalorada discusión que mantuvo con su padre nada más regresar a casa y tener que repetirle todo. Era evidente que no se iba a tomar nada bien el hecho de que su hija, la jinchūriki de Amegakure, la Guardiana de Amegakure; hubiese decidido, por su cuenta y riesgo, liberar a la bestia que guardaba en su interior. Un capricho, una temeridad que les podría haber costado a todos la vida, una irresponsabilidad... La conversación fue de todo menos agradable, y Ayame aún sentía pinchazos de ansiedad en el pecho cuando lo recordaba. Al final, y con todo aquello, su padre ni siquiera la había felicitado por su ascenso. Al enterarse de que Amekoro Yui estaba de acuerdo con todo aquello, se había limitado a aceptar lo evidente entre gruñidos de inconformidad y lo había dejado estar.
Llegó hasta la Academia en cuestión de minutos, y preguntó en la recepción por la ubicación de Amedama Daruu. Una amable señorita le indicó que se encontraba en una de las salas climatizadas, reservadas para el entrenamiento de jōnin, y la muchacha no pudo contener una sonrisa maléfica. Tras darle las gracias, siguió las instrucciones y al fin se encaró ante aquella puerta con la señal de "Sólo Jōnin". Llena de orgullo, infló el pecho, con su reluciente placa dorada brillando en su brazo derecho y entró con decisión.
Daruu se encontraba en una sala que emulaba el clima típico de los países del Fuego o de la Espiral. Era un habitáculo amplio, al estilo invernadero, en el que había simulado un prado con unos cuántos árboles y un lago artificial. El muchacho se encontraba de espaldas a la puerta. Había tomado prestados unos cuantos shuriken, y ahora las armas metálicas flotaban a su alrededor, girando lentamente. El Hyūga, con una gota de sudor resbalando por su sien, trató de dar un paso lentamente. Los shuriken se tambalearon y estuvo a punto de caer. Sonrió. Casi lo tenía. Dio otro paso más y...
—¡Hola, Daruu!
¡Cricliclankclangclonk! los shuriken cayeron al suelo, chocando los unos contra los otros, Daruu se llevó la mano al pecho, jadeando, y se dio la vuelta.
—¡Ayame! ¡Qué susto! —Sonrió y corrió a su encuentro—. ¿¡Qué te ha pasado!? —se alarmó, observando la venda que la muchacha llevaba atada alrededor del abdomen—. ¿Pero por qué te ríes, qué...?
Sus ojos se detuvieron en el brillo dorado bajo su hombro derecho.
»No... ¿cuándo? ¿cómo? ¿por qué? —El Hyūga sonrió y la abrazó con cuidado—. ¡Felicidades! Pero, ¿qué ha pasado?
Ah, el lujo. Qué confortante era. Qué relajante. Qué peligroso, al mismo tiempo. Lo más peligroso en este mundo para un ninja. ¿Cómo se podía esperar que un shinobi se metiese en el fango cuando estaba habituado a vestir ropas de seda? ¿Cómo creer que un ninja podría realizar largas jornadas entre la lluvia, el frío y el duro suelo como único sitio donde pernoctar cuando se pasaba el día a día durmiendo en colchones de pluma?
Seguramente muchas de estas preguntas surgiesen al ver a Datsue en un jacuzzi en la azotea de su casa. El vaho salía de su boca cada vez que respiraba, y allí, entre burbujas púrpuras por los sales de baño, cualquiera podía intuir que el Uchiha había perdido tono físico. Sus músculos ya no parecían mármol esculpido. Sus pectorales ya no sobresalían como la coraza de un samurái. Sus brazos ya no eran jodidos troncos móviles. Seguía estando fuerte, sí. Pero ya no tanto.
No obstante, como decía el dicho: las apariencias engañan. El Uchiha había perdido algo de fuerza muscular, sí, pero porque había estado puliendo otras cosas. Y estaba tomándose un baño en el jacuzzi, sí, pero porque se había pegado una paliza de seis horas entrenando sin parar. Estaba exhausto, y aquel, más que un lujo, era el descanso del guerrero.
«El descanso del guerrero… ¡Me gusta! Tengo que añadirlo en una de mis enseñanzas para el diario».
«Podrías ponerte también: no dejes las cosas importantes para más tarde, o se te acabarán olvidando»
Datsue tragó saliva. A ver, cómo se lo decía…
«Shukaku… Agradezco tus buenas intenciones. Lo que pasa es que esa enseñanza… No sé, como que no tiene mucho sentido, ¿no? Quiero decir, si verdaderamente es importante no te vas a olvidar, por mucho que lo dejes para otro día.»
«Ah, ¿no?»
Hubo un incómodo silencio, solo interrumpido por sus propios pensamientos. «¿Me estás queriendo decir algo?»
«Sí. Que me parece que cuando te dije que las reuniones con mis hermanos eran de verano en verano te lo tomaste… MUY al pie de la letra.»
«¿Las reuniones con tus hermanos?» Pero, ¿a qué venía eso? ¿Por qué…?
—¡¡¡¡¡OOOOOOOOOOOHHHHHHH!!!!! ¡¡¡¡NO PUEDE SEEEEEEERR!!!!!
«¡¡¡JAAAAAAAAAAAAAAJIAJIAJIAJIA!!!»
¡Se había olvidado de avisar a Ayame sobre Kurama! Resbaló del susto, cayó sobre el fondo del jacuzzi y tragó agua. Salió entre toses, rojo como un tomate.
—Llu… Llue… —Más tos—. Llueve Nueve —dijo en un quejido lastimoso.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Los shuriken que Daruu había estado haciendo levitar a su alrededor cayeron de golpe al suelo entre tintineos metálicos.
—¡Ayame! ¡Qué susto! —Daruu se había girado hacia ella, con una sonrisa y la mano en el pecho por el sobresalto sufrido.
Pero la muchacha se había quedado con la boca abierta y los ojos brillantes, maravillada ante lo que acababa de presenciar.
—¿Cómo... Cómo has hecho eso? —preguntó, pero el rostro de Daruu se había ensombrecido al reparar en las vendas que envolvían su vientre.
—¿¡Qué te ha pasado!? ¿Pero por qué te ríes, qué...?
—Oh, esto... —comenzó a hablar Ayame, pero los ojos de Daruu se habían detenido en la brillante placa dorada que exhibía con todo el orgullo en su hombro derecho, y no pudo sino sonreír aún más.
—No... ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? —El Hyūga sonrió y la abrazó con cuidado, a lo que ella respondió con una risilla pasando los brazos por su espalda—. ¡Felicidades! Pero, ¿qué ha pasado?
Con pequeño bufido, Ayame se separó de él y le miró largamente a los ojos.
—Tengo mucho que contarte, ¡ayer fue un día de locos! —le explicó, agitando las manos en el aire con nerviosismo—. Pero no te lo vas a creer, Daruu. ¡No te lo vas a creer! ¿Recuerdas que te dije que tenía que ir a hacer unas cosas a Coladragón? Pues verás, resulta qu...
—Llu… Llue… Llueve Nueve —la voz lastimera de Datsue, intercalada entre fuertes toses, invadió su oído.
Ayame, alarmada, se separó del todo de Daruu (casi empujándole en el proceso) y activó el Sello de la Hermandad.
Ayame le dijo a Daruu que el día anterior había sido de locos, y que no se lo iba a creer. Su chica había partido hacia Coladragón para, según ella, "encargarse de unas cosas". No había dado más detalles, y él pensaba que se trataba de algún recado, pero ahora volvía con el vientre vendado y siendo jōnin. ¿Se trató entonces de una misión secreta encargada por la mismísima Yui?
Nunca llegó a saberlo, porque el inoportuno de Uchiha Datsue interrumpió la conversación.
—¡¡Resulta qué, Ayame, resulta quéeeeee!! —Daruu se llevó ambas manos a la cabeza y se frotó ambos laterales con desesperación—. ¡Datsue, más vale que te estés pegando contra otro General, porque entras en el peor momento, tío!
La voz de Ayame llegó alta y clara a sus oídos. Luego la de Daruu, visiblemente enfadado. Bueno, quizá visible no era la palabra. Pero sí palpable. Si evidente. Datsue sumó dos y dos.
—¡Hostia! ¿Estabais…? ¿Os he interrumpido…? ¿Justo en pleno…? —Oh, qué dulce ironía—. Hostia, perdonad, chicos. ¡De verdad que no era por devolvérosla! Aunque ya os digo que en mi caso no es por unas cebollas, ¡sino una noticia bomba! ¡De máxima urgencia! ¡Pero si queréis vuelvo en cinco o diez minutitos, ¿eh?! —O diez. O veinte. Dependía de si iban por los preliminares o les había pillado en medio del meollo.
«¡JAAAAAAJIAJIAJIAJIA! Sabía que al final acabarías devolviéndosela. Bien hecho, Hijo.»
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—¡¡Resulta qué, Ayame, resulta quéeeeee!! —aulló frotándose los laterales de la cabeza con desesperación—. ¡Datsue, más vale que te estés pegando contra otro General, porque entras en el peor momento, tío!
—¡Hostia! ¿Estabais…? ¿Os he interrumpido…? ¿Justo en pleno…? —Musitó, y el rostro de Ayame pasó al rojó carmesí en cuestión de milésimas de segundo al darse cuenta de lo que estaba suponiendo el Uchiha—. Hostia, perdonad, chicos. ¡De verdad que no era por devolvérosla! Aunque ya os digo que en mi caso no es por unas cebollas, ¡sino una noticia bomba! ¡De máxima urgencia! ¡Pero si queréis vuelvo en cinco o diez minutitos, ¿eh?!
—¡¡¡NO ESTÁBAMOS HACIENDO NADA DE ESO!!! —chilló Ayame, mucho más alto de lo que hubiese debido. La kunoichi no tardó en darse cuenta de que quizás acababa de reventar los tímpanos de sus compañeros, porque se tapó la boca con una mano—. P... ¡Perdón, perdón! ¡Sólo estaba a punto de contarle una cosa muy importante! —De hecho, no le venía nada mal que Datsue los hubiese interceptado de aquella manera—. ¿Y bien? ¿Qué pasa? ¿Te ha tocado un barco en la lotería o algo?
Daruu y Ayame chillaron a la vez cuando Datsue sugirió que les había pillado en medio de un polvo, aunque a decir verdad el grito de la kunoichi fue tan fuerte que acalló el de Daruu e incluso le hizo taparse los oídos.
—¡A mí me da igual lo que le haya tocado! —protestó el Hyūga de inmediato, ante el interrogante de Ayame, quien había preguntado a Datsue si le había tocado un barco en la lotería—. ¡Ayame se presenta con una placa de jōnin y tú me dejas de enterarme de qué ha hecho para que la asciendan!
—¡La madre que te parió! —exclamó, si bien su chillido fue eclipsado por el tremendo vozarrón de la kunoichi, que casi le revienta el tímpano. Iba a tener que limitar el volumen que se podía aplicar a aquel sello, al menos para el que compartía con Ayame. ¿Sabía cómo hacerlo? No. Pero sabían los dioses que merecía la pena el esfuerzo—. No, no, no me ha tocado ningún barco. ¡Ojalá! A un buen amigo mío le pasó.
El cabrón de Reiji. Rico, y le tocaba el gordo. ¿Se podía ser más odioso?
—¡Hostia puta! ¡¿Una placa jōnin?! ¡Joder, felicidades! —exclamó con júbilo—. Me cago en la puta, ¡esto hay que celebrarlo! —Ambos escucharon un sonido de agua, como el de alguien levantándose de una bañera llena de sopetón—. ¡Voy a por el champán!
»Y oye Daruu, cabrón, que yo no os habría interrumpido por una nimiedad como esa. Lo que pasa es que he tenido nuevas noticias de Kurama. Sabéis que los bijū se reúnen de tanto en tanto, ¿no? Y que Kurama nunca va a las reuniones, ¿verdad? Bueno, el caso es que sí que va. No lo ven, pero lo escucha todo. Ahí lo tenéis.
Sin preámbulos ni tonterías. Cuanto antes se quitase la noticia de encima, antes podrían celebrar con Ayame su ascenso.
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1/02/2020, 00:59 (Última modificación: 1/02/2020, 01:02 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Daruu chilló y se tapó los oídos, Datsue gritó una maldición. No era para menos, después de todo, por lo que Ayame no les culpó a ninguno de los dos.
—No, no, no me ha tocado ningún barco. ¡Ojalá! A un buen amigo mío le pasó —contestó Datsue.
—¡Hala, qué suerte! —exclamó Ayame.
Pero Daruu no era de la misma opinión.
—¡A mí me da igual lo que le haya tocado! —protestó—. ¡Ayame se presenta con una placa de jōnin y tú me dejas de enterarme de qué ha hecho para que la asciendan!
—Me cago en la puta, ¡esto hay que celebrarlo! —añadió, y Ayame escuchó un súbito chapoteo—. ¡Voy a por el champán!
—¿Champán...? —gruñó Ayame, apretando un puño hasta que se le marcaron blancos los nudillos.
—Y oye Daruu, cabrón, que yo no os habría interrumpido por una nimiedad como esa. Lo que pasa es que he tenido nuevas noticias de Kurama.
—¡¿QUÉ?! —exclamó Ayame, sobresaltada.
—Sabéis que los bijū se reúnen de tanto en tanto, ¿no? —continuó el Uchiha—. Y que Kurama nunca va a las reuniones, ¿verdad? Bueno, el caso es que sí que va. No lo ven, pero lo escucha todo. Ahí lo tenéis.
Un tenso silencio invadió el ambiente. Fue como si a Ayame le echaran un jarro de agua helada por encima. La muchacha, que se había quedado paralizada en el sitio, necesitó de varios segundos para terminar de asimilar lo que estaba diciendo el Uchiha.
—C... ¿¡CÓMO!?Explíquese, Uchiha —la voz de Kokuō también surgió a través de los labios de Ayame. Uno de sus ojos brillaba, turquesa.
—¿Cómo que champán? —inquirió Daruu extrañado. Datsue había dicho que el ascenso de Ayame se merecía una celebración. Una que iba a hacer él solo, claro—. ¡Hijo de puta! ¿Eso es un jacuzzi? —Había escuchado las burbujas, pero con el chapoteo de Datsue saliendo del agua había quedado bastante claro.
El Uchiha les reveló que tenía nuevas noticias sobre Kurama, y Daruu quedó mudo y pálido. Habló sobre unas reuniones de las que honestamente el Hyūga no tenía ni idea. ¿Dónde se reunían? ¿Serían los bijū sin jinchūriki en realidad los que lo hacían? El caso es que Kurama espiaba esas reuniones... De modo que...
—C... ¿¡CÓMO!?Explíquese, Uchiha. —Ayame y Kokuō saltaron a la vez, evidentemente, preocupadas.
—¿Dijo Shukaku en una reunión que ibas a pelearte con Hanabi fuera de la aldea? —intervino Daruu—. Eso explicaría la emboscada que os hicieron. Y a vosotras... —Miró a Ayame—. Aquél día, Kokuō, ¿comentaste algo sobre que Ayame se dirigía a Tanzaku Gai, sobre que íbais a pasar por el Valle del Fin, quizás?
Era el valle donde los tres primeros Kage lucharon contra los nueve bijū y los derrotaron. Seguramente fuera algo reseñable entre los bijū, aunque fuese para recordar una masacre a su especie.
Y con todo, Daruu no se había dado cuenta de que nuevamente habían callado a Ayame y no se iba a enterar de cómo había ascendido a jōnin.
¡Plok! Un corcho al salir disparado, seguido del sonido del líquido al caer sobre una copa. Datsue tomó un pequeño trago y emitió un suspiro de puro gozo.
—Ah, qué bueno, joder. Y sí, Daruu, ¡es un jacuzzi! —¡De tanto en tanto una copita sentaba bien! Además, la ocasión lo merecía—. Hola a ti también, Kokuō. Oye, puedes llamarme Datsue, ¿sabes? No hay porque ir con tantos formalismos. Ya sé que tú y yo no nos caemos demasiado bien, pero ya hay algo de confianza, ¿no? ¡Tutéame al menos!
Completamente desnudo como un amejin bajo la lluvia, el Uchiha regresó escaleras arriba con su botella y su copa y se sumergió de nuevo en el jacuzzi.
—A ver, sí. El tema Kurama. —¿Por dónde empezar? Hacía tantos meses ya que Reiji se lo había contado que no tenía los recuerdos frescos—. Efectivamente, Daruu, Shukaku comentó dónde estábamos la noche anterior a mi combate contra Hanabi. Y es que, veréis, resulta que hace poco —La palabra poco siempre era muy relativa. ¿Seis meses eran poco para un bijū? Desde luego que sí—, un compañero mío, llamado Sasaki Reiji, se cruzó con Gyūki en plena mar. El amigo que te comentaba, Ayame. El que se ganó un barco.
»Total, que el Gyūki quiso avisar a sus Hermanos a través de Reiji. Quería que supiesen que había estado en el interior de Hagane, el antiguo líder de los samuráis en el Hierro. Antiguo, porque Kurama lo mató. Pero Gyūki revivió muy poco después, con la certeza de que Kurama era capaz de escuchar las reuniones a escondidas por algo que le comentó cuando se enfrentaron. Un pequeño desliz que solo podría saber si atendía a las reuniones, supongo.
Era increíble lo mucho que había condensado la pedazo historia de Reiji. ¿Se le estaría pegando la manía de Uchiha Raito? Siempre recibía sus broncas cuando era pillado escribiendo un testamento hasta para los reportes más mundanos. «Si viste un criminal del Libro Bingo en el Puente Tenchi, no hace falta que pongas que antes de eso estabas entrenando ninjutsu, que habías hecho no sé cuántos Sunshins seguidos y que no te quedaba chakra ni para un Bunshin. Ni tampoco que intentaste seguirle el rastro por horas contando cada puto paso sin éxito. Pon que te cruzaste a un jodido criminal, que no pudiste seguirlo, y punto». Eso solía decirle. Y claro, Datsue entendía su punto de vista, pero, ¿dónde estaba la gracia en aquello?
La última vez, Raito, cabreado, había asegurado a Datsue que este tenía suerte de que él no fuese un encargado de leer dichos reportes. Porque, de serlo, hacía tiempo que le hubiese partido los dedos de una mano y obligado a escribir de nuevo los reportes solo para que entendiese lo que era ser conciso. «Si evitas escribir una frase por culpa del dolor, es que definitivamente no era tan importante», le había dicho.
Sí, Uchiha Raito era un poco drástico a veces. Pero Datsue tenía que admitir que sus métodos del pleistoceno llegaban al alma.
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2/02/2020, 21:32 (Última modificación: 2/02/2020, 22:11 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Ah, qué bueno, joder —respondió Datsue, después del inconfundible sonido de un corcho superando la presión de la botella, del líquido cayendo sobre una copa de vidrio, de un trago y de un suspiro de satisfacción. Ayame frunció aún más los labios—. Y sí, Daruu, ¡es un jacuzzi! Hola a ti también, Kokuō. Oye, puedes llamarme Datsue, ¿sabes? No hay porque ir con tantos formalismos. Ya sé que tú y yo no nos caemos demasiado bien, pero ya hay algo de confianza, ¿no? ¡Tutéame al menos!
«Eso va a ser difícil... Nunca tutea a nadie...» Le habría gustado decir a Ayame, pero terminó por guardárselo a sí misma pese a que el bijū escuchaba todos y cada uno de sus pensamientos.
—¿Dijo Shukaku en una reunión que ibas a pelearte con Hanabi fuera de la aldea? —intervino Daruu—. Eso explicaría la emboscada que os hicieron. Y a vosotras... —Añadió, mirando a Ayame—. Aquél día, Kokuō, ¿comentaste algo sobre que Ayame se dirigía a Tanzaku Gai, sobre que íbais a pasar por el Valle del Fin, quizás?
—No. Por aquel entonces no estaba demasiado interesada en lo que hiciera la Señorita o dejase de hacer. Mi único propósito era buscar un hueco por el que escapar —respondió Kokuō, con tal naturalidad que hizo que Ayame se estremeciera al recordar aquellos funestos tiempos.
—A ver, sí. El tema Kurama —Volvieron a escuchar la voz de Datsue—. Efectivamente, Daruu, Shukaku comentó dónde estábamos la noche anterior a mi combate contra Hanabi.
—Shukaku siempre ha sido un vanidoso... —comentó Kokuō, con un sonado suspiro—. No paraba de repetir que iban a patearle el trasero al Uzukage. Su boca siempre nos ha traído problemas, Hermano.
—Y es que, veréis, resulta que hace poco —continuó el Uchiha—, un compañero mío, llamado Sasaki Reiji, se cruzó con Gyūki en plena mar. El amigo que te comentaba, Ayame. El que se ganó un barco.
—¿Sasaki Reiji? —repitió Ayame, sujetándose el mentón con gesto pensativo—. Me suena ese nombre, pero... no termino de ubicarlo...
—Total, que el Gyūki quiso avisar a sus Hermanos a través de Reiji. Quería que supiesen que había estado en el interior de Hagane, el antiguo líder de los samuráis en el Hierro. Antiguo, porque Kurama lo mató. Pero Gyūki revivió muy poco después, con la certeza de que Kurama era capaz de escuchar las reuniones a escondidas por algo que le comentó cuando se enfrentaron. Un pequeño desliz que solo podría saber si atendía a las reuniones, supongo.
—¡Espera, espera! ¿Gyūki es un bijū?
—Lo conocéis por el Ocho Colas —respondió Kokuō.
—¡¿Y dices que ese tal Reiji se lo encontró en mitad del mar?! ¡¿Así como si nada?! —No es como si estuviesen hablando de encontrarse ballenas o incluso un calamar gigante en el océano, ¡estaban hablando de una criatura legendaria!
—Mucha suerte ha tenido de no encontrarse con unos humanos que quisieran erradicarlo del mapa... o sellarlo. Pero todo eso explica por qué Gyūki no acudía a las reuniones últimamente... Tendremos que andarnos con cuidado, Shukaku. Sobre todo usted y su bocaza.
Kokuō respondió que no había dicho nada a los otros bijū sobre el viaje de Ayame con total sinceridad. A gusto de Daruu, con demasiada sinceridad. Sin embargo, Shukaku sí que había comentado a los demás lo de la pelea de Datsue con Hanabi. Kokuō destacó que había sido así, sin duda, porque Shukaku siempre había pecado de orgullo.
Datsue siguió con su historia. Fue demasiada información, demasiada para procesarla adecuadamente. Daruu se quedó totalmente perplejo: Reiji, el muchacho con el que se había enfrentado en el Valle de los Dojos y al que había derrotado con facilidad, se había encontrado con un tal Gyūki. Al principio, estuvo a punto de preguntar que quién era Gyūki, pero quedó implícito poco después, cuando le declaró como hermano de los otros dos bijū. El Hachibi, como así lo nombró Kokuō, quería avisar a sus hermanos a través de Reiji de que Hagane, líder de los samuráis del Hierro, había sido su jinchūriki, y que Kurama les había encontrado gracias a poder colarse en las reuniones.
Ayame estaba tan perpleja como él, no cabía duda. Kokuō destacó la buena suerte de su hermano, quien podría haberse topado con otros humanos que quisiesen capturarlo, y advirtió a Shukaku que no se fuese de la lengua.
—Pero hay una cosa que no entiendo —dijo Daruu, acariciándose el mentón—. Bueno, a ver, en realidad hay muchas cosas que no entiendo, pero... ¿no se supone que si los bijū se reunían Kokuō ya sabría que su hermano estaba en el interior de Hagane? Entonces, ¿para qué necesitaba a Reiji? Tiene más sentido que fuese para decirles que no volvieran a reunirse o que no comunicasen datos de interés, ¿no es así? —Miró a Ayame. Y a Kokuō—. Intentad no hacerle sospechar. Si se da cuenta de que sabéis esto, tal vez Kurama sospeche que Gyūki ha reaparecido ya.
Ah, ese era el problema de tardar tanto en dar una noticia. Que uno no lo tenía fresco y, por tanto, soltaba datos no totalmente exactos. O no con el matiz correcto, más bien.
—Bueno, sí, sí, Daruu. Cuando dije que Gyūki quería que supieseis de su aventura con Hagane, más bien me refería a que yo quería que lo supieseis. —Un pequeño lío que se había hecho—. Él lo que quería es eso que comentas, que sus hermanos supiesen que Kurama espía las conversaciones.
»Y, Kokuō, la bocaza igual la tienes tú. Shukaku no trajo ningún problema, nos regaló la oportunidad de matar un General. ¡Uno menos que tachar de la lista! —exclamó con júbilo, chapoteando el agua del jacuzzi—. Y, chicos, ¿no os dais cuenta? Kurama nos la ha estado jugando desde hace mucho, ¡pero ahora podemos aprovechar eso en su contra! Ahora podemos ser nosotros los que le tendamos una trampa a través de dichas reuniones. —En el momento adecuado, en el lugar preciso, con refuerzos de sobra—. Y hablando de trampas, Reiji tiene que contarte otra cosa, Ayame. Pero ha de ser él, y en persona. Es importante —aseguró—. Avísame cuando sepas de algún día por el que pasarás cerca de la Espiral y así poder comentarle a mi amigo y amañaros una cita.
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