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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Despedida llevo al país del bosque los vientos del invierno, disimulados por el clima cálido de la región. Kazuma lo percibía al salir a pasear durante las mañanas, el sol disipaba de las calles el aire gélido que restaba de la madrugada. De cuando en cuando el viento soplaba, frio, contra su yukata de grueso algodón y los cálidos rayos solares calentaban su piel. La contraposición de aquella frescura y de la calidez del cielo se le antojaban imperdibles.

Que pacifico, que agradable —se dijo, mientras caminaba por una calle solitaria, poco después de la salida del sol.

Algunas personas, como era usual, le miraban con extrañeza. Les parecía anormal el que un muchacho se dedicase a pasear durante la mañana, como si fuese un anciano. Además, resultaba inquietante su forma monótona y parca de vestir; e incluso sospechosa su forma serena y curiosa de mirar.

Aquello le llamaba la atención, pero no resultaba ser motivo de preocupación. Solo buscaba algo que hacer, algo que le animase a salir de la rutina, pese a que estaba bastante satisfecho con la misma.

Los vientos del cambio llevaron hasta él la respuesta, en forma de un desgastado cartel que el viento había arrastrado durante noches enteras. Lo levanto del suelo con curiosidad, y sacudió el polvo para leer lo que tenía impreso:

El circulo de poetas ocultos entre la hierba te invita a participar del gran certamen de “Poesía Marcial”.

Estando siempre en la búsqueda de llevar la poesía y la cultura en general a las gentes de la aldea y más allá, se ha dispuesto el primer certamen de poesía marcial. En dicha competición, se realizará la lectura de poemas de selección personal al tiempo que se realizan sucesiones de posturas marciales que acompañen la locución.

Los poemas pueden ser de cualquier tipo y tema, sin necesidad de autoría propia, siendo que se fomenta la expresión de los gustos liricos de cada declamador y la selección de autores y obras que les representen. También, el arte marcial y demás acompañamientos serán de libre elección, siempre que no provoquen daños a las instalaciones o a los presentes.

El resto le contaba sobre algunas bases, premios y jurados.

Jamás había escrito o recitado poesía, pero había leído versos tan magníficos y verídicos que los creía dignos de ser escuchados por todos, pese al parcial anonimato de sus creadores, perdidos, olvidados, execrados... Ya dispuesto a ir, leyó la dirección del local. Reconoció el sitio, y por sus dimensiones supo que habría muchas personas, ya fuesen público o participantes.

Parece que será interesante —le dijo al invierno, mientras sonreía tenuemente.

Doblo con sumo cuidado el cartel y lo guardo en su túnica, pensando en cuantos de sus similares estarían a merced del viento mientras recorrían la aldea, esperando para que el destino les llevase hasta alguien a quien pudiese interesarle su contenido.
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#2
Poesía marcial… —suspiró Ranko.

Estaba de pie frente al lugar donde aquel certamen poético tomaría lugar. Parecía la mezcla entre un dojo y un teatro. Era un espacio amplio con varias entradas, perfecto para el acceso tras bambalinas. La kunoichi estaba, sin embargo, fuera del lugar, admirando el cartel en el poste de luz. Alguien le había arrancado alguna esquina, pero el mensaje y la convocatoria estaban intactos. Ranko se moría por entrar, mas creía que se moriría de la pena si entraba.

“Puedo entrar solo para ver y escuchar. ¡Debe de haber muy buenos poetas en Kusagakure! Me encantaría admirar sus obras. Además, no me obligarán a paticipar y leer algo, ¿verdad? ¿¿verdad??”

Pasó varios minutos respirando profundamente, reuniendo motas de valor a cada que su pecho se alzaba. Vestía un largo y grueso kimono negro con coloridos motivos florales, así como una bufanda rosa. Apretó sus manos.

“Bien… ¡Bien! Entraré a las tres. A la una… A las dos… A las dos y media… A las dos y tres cuartos… A las dos punto ochenta y tres…”

Sin darse cuenta, había cerrado los ojos y se tambaleaba hacia adelante y atrás, como si fuese a saltar un espeluznante abismo. Cualquier persona que la viese podría pensar que estaba teniendo un ataque de nervios. Aunque esto bien podría ser verdad...
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#3
La gente comenzaba a adentrarse en el edificio, pues el evento estaba próximo a comenzar. Algunos aún estaban afuera, conversando, esperando a alguien. Aunque había varios que más que a las puertas del edificio, estaba a las puertas de la duda. Pero como era algo habitual en esa clase de eventos, había algunos apasionados que salían a la caza de almas descarriadas a las cuales infundir ánimo y serenidad.

Es tu primera vez en un evento de estos, ¿cierto? —pregunto a Ranko una mujer que se había acercado a ella—. ¿Estas aquí como espectadora o como participante?

Aquella dama estaba vestida de manera elegante y llevaba un prendedor que indicaba que era parte de los organizadores del evento. Miro a la chica de forma amistosa y expectante, tratando de descifrar su proposito.
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#4
¡AAAH!

Un escalofrío había recorrido el cuerpo de Ranko a toda velocidad al escuchar a una mujer, salida de las sobras con el objetivo de matarla de un susto. Dio un saltito y se llevó las manos a la boca para apagar el grito que salía de ella. Tragó saliva y apretó los labios.

"AH ¿QUÉ LE PASA? ¿No sabe que es de mala educación acercársele a las personas tan repentinamente? Aunque... Ése es el trabajo de un ninja, ¿no? Como sea ¡No debe de hablarle a alguien de sorpresa!"

Aaah... Ahm... —soltó la chica por lo bajo, jugueteando nerviosamente con sus dedos, enrojeciendo e intentando alzar la mirada hacia la mujer —N-no, yo so-solo ven... vengo a... escuchar...

El volumen de su voz fue disminuyendo a la vez que sus ojos bajaban de vuelta al suelo.

"¡No! ¡Ahora yo soy la maleducada por no poderle responder adecuadamente! ¡Vamos, Ranko, reacciona y responde! ¡Ánimos, tú puedes!"

Ese "tú puedes" resonó mil veces en su cabeza, intentando reunir el suficiente valor para decirle "Soy una espectadora" a la mujer. El hecho de que no pudiese hacerlo de inmediato la hacía ponerse más nerviosa y apenada, lo que a su vez le hacía tardar más en responder.
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#5
Lo siento querida, no quise sorprendente —se disculpó la mujer, dando un paso hacia atrás y haciendo una leve reverencia.

En los alrededores había otros que, como promotores, abordaban a la gente y le invitaban a participar o a contemplar los eventos del certamen. La mujer se inclinó para escuchar los susurros de Ranko, sin poder evitar sonreír.

Es difícil de creer que alguien que solo viene a mirar tenga esa expresión de nervios —señalo, de forma amable—. Pero al igual que mirar lo cerezos, la poesía es algo que también se disfruta a través de la mera percepción.

»Debo retirarme para el acto de apertura, pero te dejo la recomendación de que al menos observes el inicio. Quienes pertenecemos al círculo creemos en la máxima de que la poesía es capaz de cambiar el mundo a través de los corazones de la gente… Y si le das una oportunidad, quien sabe, quizás te anime a alzar tu propia voz en una forma de expresión única de ti misma.

Y con aquello se retiró, mostrando un aplomo y una empatía cuya obtención solo se podría deber a la experiencia.

Se dieron algunas llamadas y la gente comenzó a entrar, atenta a los actos que darían inicio a tan prometedor evento. Ranko aún estaba a tiempo de entrar y conseguir una buena silla; solo necesitaba romper las ataduras de la timidez, blandir el filo de su determinación y caminar hacia donde su espiritu le guiase.
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#6
La mujer se disculpó, le hizo saber que sospechaba que Ranko era una participante, y le animó a entrar pronto. La joven kunoichi supuso que la mujer era una participante. O tal vez una de las organizadoras. Tal vez ambas. Como fuese, la mujer se despidió y alejó para prepararse para el evento.

"Tal vez algún día llegue a ser como ella... Confiada de hablarle a una chica afuera de un teatro... Una poeta de la vida cotidiana... Tal vez..." Pensó, suspirando mientras veía la nuca de la mujer.

¡SOY UNA ESPECTADORA! —gritó su boca apenas la abrió, como un reflejo, como si fuese una parte independiente de su cuerpo. Ranko se cubrió la cara con las manos apenas pasó esto, intentando desaparecer en el acto.

¡No! ¿Qué haces? Calmada, Ranko" se regañó. "Quita las manos de tu rostro. Un poco más. También de tus ojos. Eso. Ahora, la señorita te acaba de invitar muy cordialmente a entrar a este hermoso evento de poesía, y tú adorarías entrar. Así que haremos eso, entrar. Ahora... mueve tu pie para caminar. Mueve tu pie. Muévelo. Muévelo un poquitín más. HACIA ADELANTE, RANKO. Eso, de a poquito. Oh, ¿qué dirán dentro de muchos años? Y ésta fue Ranko, la Princesa Conejo, quien murió de vergüenza antes de entrar a un teatro... Unos pasos más y estarás dentro. ¡Listo! ¡Bravo, bravo! Ahora busca un asiento..."

No había muchas personas dentro. Por unos minutos. La estancia se veía enorme desde la mente nerviosa de la kunoichi, quien no le prestó especial atención a la ornamentación sublime, melancólica a la vez que emotiva, pues la presencia de tanta gente le distrajo por completo. La chica se desesperó y se sentó en una de las sillas más al fondo que pudo. Había asientos adelante aún, lugares desde los cuales podría apreciar al doscientos por ciento el aire poético del evento. Mas aun si hubiese querido moverse, su cuerpo no se lo habría permitido. Sus manos se habían aferrado ya los bordes del asiento. La enrojecida Ranko sudaba y resollaba, como si el suelo fuese a hundirse y a arrastrar a todos los presentes al infierno de la pena.

"¡No! ¡Deja de hacer eso! Creerán que eres una terrorista o algo así. Respira más lento, más lento. Vamos, más lento. DEJA DE SUDAR. Bueno, no puedes controlar eso... ¿o sí? No sé, ¡inténtalo!"

Ranko pasó el siguiente minuto discutiendo y animándose a sí misma como una entrenadora profesional a un boxeador a punto de tirar la toalla. Si bien ya estaba dentro del evento, lo que evitaba que saliese corriendo era la pena de volver a levantarse, haciéndose ver entre la multitud como alguien que abandona un reto.

"¡Pero no! ¡La futura legendaria Princesa Conejo no se rendirá!" se dijo con música triunfal en su cabecita.

A pesar de ello, sus manos comenzaban a entumirse de lo fuerte que se aferraban a la silla.
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#7
No fue mucho lo que le costó a Kazuma encontrar el edificio, pero le fue un tanto difícil el decidirse a entrar. Le asaltaban interrogantes respecto a si era adecuado que alguien para quien la poesía era un pasatiempo se codeara con gente para la cual representaba la totalidad de sus metas y aspiraciones.

La determinación le llego de forma curiosa: estaba junto a la pared, al otro lado de la calle, cuando escucho gritar a una jovencita que ella era tan solo una espectadora. No pudo evitar reírse un poco, y comprender que el único requisito para participar era el deseo de hacerlo, lo que también implicaba cierto grado de necesaria determinación.

El joven se adentró en el edificio, admirando la decoración y el ambiente en general, que, si bien no eran suntuosos, si daban la impresión de pertenecer a un reducto de alta cultura. No le costó mucho encontrar una silla y fundirse en el bosque de espectadores, ansiosos ante lo que fuera a mostrarse en aquella tarima. En la misma se presentó un señor de coloridas vestiduras y ojos tan grandes como su sonrisa.

Buenos días a todos nuestros queridos participantes y espectadores —dijo, para luego aclarar su garganta y despejar un poco la rigidez de su postura—. Mi nombre es Tsujino Keisaku y me gustaría contarles un poco sobre las circunstancias que me llevaron a organizar este evento.

»Siempre fui alguien sensible al poder de los versos, pero aquello no compaginaba con mi talento y mi deber como ninja. De forma anónima escribía poesía y participaba de las reuniones del círculo de poetas ocultos entre la hierba. Me escondía porque moralmente creía que un ninja no tendría nada que aportar a la labor de los poetas. Pero un dia, una gran amiga y poetisa, me hizo entender que el yo poeta y que el yo ninja eran una y la misma persona, y que, por lo tanto, tenía pleno derecho de hacer lo propio de un humano… También me enseño que todos tenemos algo que deseamos decir, que necesitamos expresar. Y que todos podemos hacerlo de forma hermosa, solo necesitamos la oportunidad adecuada y el valor suficiente.

»Por eso, mi finalidad, aquí y ahora, es darles a otros la oportunidad que yo tuve, y ya queda en sus manos el armarse de valor y arrojarse a su propio camino.

El público aplaudió y alabo aquellas conmovedoras palabras, y Keisaku levanto la mano para que se calmaran un poco.

Pero estas son solo palabras efímeras como el viento —dijo, haciéndose escuchar por todos—. Lo mejor será que aprecien en espíritu propio la manifestación de lo que quiero transmitir: con ustedes, mi querida amiga y colega, Tano Kiyomi.

Y mientras Keisaku se retiraba, bajo las luces doradas aparecia la mujer que había sorprendido a Ranko. Sus elegantes vestimentas eran las mismas, pero ahora su cabello estaba arreglado de forma finísima y su rostro estaba pálido como la nieve y maquillado con la delicadeza de una obra maestra; al mejor estilo de las más altas geishas.

El público en general exclamo de asombro ante la aparición de lo que debía de ser una gran celebridad en el mundo de la poesía.
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#8
Ranko se vio atrapada en una multitud. Sentada, rodeada de gente que parecía estar bastante interesada en el evento. Si bien la chica estaba ansiosa por pasar una poética noche de reflexión, los nervios de ver personas por doquier apagaba lentamente sus ánimos.

No pasó mucho tiempo desde que la estancia se llenó, cuando un señor de aspecto bastante alegre se presentó como Tsujino Keisaku. Habló de sí mismo un rato, de cómo superó sus obstáculos como poeta, alzando tal práctica al mismo nivel que el ser un shinobi. Alentó a todos a participar, comenzando con un rostro recientemente registrado en la mente de Ranko.

”¡Oh, es la mujer de la entrada! ¡Está hermosa!” pensó la kunoichi, llevándose la mano a la boca. La mujer, de nombre Tano Kiyomi, estaba ahora arreglada y maquillada como una artista femenina en todo el sentido de la palabra. Elegante, tradicional e imponente, pero culta y delicada como una noble. La luz dorada del escenario le daba tal aspecto que asemejaba a un hada, o tal vez a un yōkai

La reacción de la audiencia dejó en claro la importancia de Kiyomi. A pesar de no estar inmersa en el mundo de la poesía (ni siquiera la local), Ranko se sintió emocionada de la nada, como si la señora Kiyomi fuese la estrella que siempre había soñado conocer. Ranko apretó las manos sobre su regazo, esperando escuchar las más bellas rimas de la boca de la poetisa.

”Tal vez… tal vez yo pueda… No. Claro que no, hoy no. No frente a todos. ¿O sí? No. Aunque… ¡No! ¡Ranko, deja de pensar eso! No estás lista. Aún.”
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#9
Kiyomi se caminó lentamente hasta ubicarse en el centro del escenario, observando con serenidad el mar de rostros sumidos en la penumbra de la estancia. De la manga de su kimono extrajo un abanico y lo alzo por sobre su cabeza con un movimiento fluido, lo desplego en un haz azulado y lo paseo frente a su rostro, ocultándolo.

Y con aquello, de alguna manera hermosa y extraña, detuvo la respiración de los espectadores. Y sus palabras iniciaron con la sutiliza de la última brisa de otoño:


No te detengas

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.


Sus gestos, su forma de moverse, todo encajaba a la perfección. Su voz transmitía una dulzura y una calidez abrazadoras y su expresión corporal se correspondía perfectamente, pese a que sus movimientos pertenecían al estilo de combate con abanico que antaño se les enseñaba a las kunoichi que se disfrazaban de cortesanas.

Para cuando concluyo, Kazuma, al igual que muchos en la estancia, se sentía embargado por una emoción inspiradora que hacía que la vista se nublara en agua, más allá de la contención de cualquier dureza, miedo u orgullo.

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#10
Ranko quiso por un momento cerrar los ojos y concentrarse en la voz de Kiyomi, pero sus movimientos acompañaban a la poesía tan perfectamente que le fue imposible deslindar uno del otro.

No solo las palabras iluminaron e inspiraron a toda la audiencia, el cuerpo mismo de la poetisa se convirtió en parte de la obra. Era como ver música y escuchar pintura. La fémina había puesto a todos a sus pies, enamorando sus espíritus. Kiyomi no estaba haciendo arte. Kiyomi, por la duración de su acto, se transformó en arte.

Ranko, por su parte, aunque luego pensaría que muchos más se sentían así, se vio profundamente movida por Kiyomi. Hacía mucho que no escuchaba poesía, pues la mayoría del tiempo solo la había leído. En ese momento comprendió que tal noble arte iba más allá de la métrica y la rima, incluso más allá de un hermoso mensaje o una historia conmovedora. La actuación, los movimientos, la voz, el tono, la actitud al declamar. Como un universo teatral en miniatura, que se expande con velocidad infinita al primer movimiento y a la primera palabra, y se contrae devastadoramente con el último verso.

Sabía que debía de aplaudir al finalizar una presentación o evento, pero aun si todos lo hacían, Ranko no podría. Había llevado sus palmas a su rostro, cubriendo sus labios con las yemas de sus dedos. La luz bailaba en sus ojos a como lo hace en el rocío de la mañana. Ya no estaba ruborizada. Su corazón se encontraba tranquilo. La multitud había desaparecido. Solo quedaron, por un inmenso instante, la poesía humana en el escenario, vestida elegantemente, y la tímida kunoichi, quien ya no se imaginaba como la princesa conejo, sino que se veía reducida a un gazapo, diminuto, tierno, en casa.

Hubo silencio después, al menos a los oídos de Ranko, así como en su mente, como si lo recién acabado hubiese sido una vida, y no un poema.
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#11
Pasaron unos instantes de sensación eterna, y luego el público alrededor de Kazuma prorrumpió en un estallido de aplausos y halagos. Los había quienes aplaudían serenamente, quienes aclamaban pidiendo más y quienes no se veían capaces de articular palabras para corresponder lo escuchado.

El de cabellos blancos se limitó a aplaudir de pie, sabedor de que con palabras formales no podría hacer justicia al reconocimiento que se merecía aquella poetisa.

Muchas gracias a todos —dijo Kiyomi, haciendo una profunda reverencia—. Gracias por venir y hacer posible un evento precursor como lo es este.

La poetisa realizo otra reverencia y se retiró tras bastidores, cediéndole la palabra a Keisaku.

Espero que tan maravillosa muestra de poesía les haya infundido ánimos, porque ahora les explicare los pormenores del evento —declaro, luciendo emocionado—. A cada participante se le concederá un tiempo con algunos jueces para exponer su poesía y ser evaluados. Siendo que es un evento dirigido a los aficionados, la evaluación será menos técnica y más anímica. Los textos pueden ser de autoría propia, o pueden dirigirse al salón contiguo, en donde hemos preparado una nada modesta selección de autores y obras famosas.

» Los jueces serán repartidos a través de cinco mesas. Podrán dirigirse a ellos cuando termine la hora de preparación que les hemos dado. Para quienes necesiten invocar a las musas, ademas del ambiene de la biblioteca, hay una habitación oscura, una con algunas obras de arte y un hermoso jardín con fuente.

Luego de eso procedió a explicar el resto del evento, que consistía principalmente en firmas de libros, exposiciones y juegos. Y aunque una hora parecía poco tiempo, tendría que bastar para que posibles participantes se decidiesen a dar el salto.
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#12
La audiencia aplaudió al fin, aunque Ranko no se dio cuenta al inicio, pues estaba demasiado enfocada en el sentimiento transmitido por la actuación de la mujer. Kiyomi agradeció inclinándose ante el público. Ranko suspiró entre sus dedos al verla regresar a detrás del escenario.

El señor Keisaku se apareció de nuevo ante la multitud para animarla, amén de explicar cómo procedería el evento: Tendrían una hora para prepararse e inspirarse, podrían ir a la biblioteca, un cuarto oscuro, una galería, y un jardín con fuente.

”¿Participar? Jajajajaja… Claro que no voy a participar” pensó la kunoichi, respirando profundamente, intentando que la emoción provocada por la poetisa se diluyera y quedara relegada a un hermoso recuerdo. ”Aunque… se expondrán a los jueces individualmente, ¿no? No se declamará ante la audiencia como lo hizo Tano-san. ¿verdad? Entonces… ¡no! No soy tan buena… Ni tan… valiente como para decir mis intentos de poemas. No, imposible.”

Suspiró mientras escuchaba el resto: firmas de libros, exposiciones y juegos.

”Tal vez algún juego… No tengo ningún libro conmigo… Ni sé tanto de autores, así que eso no. Tal vez pueda ver alguna exposición. Ouh, ¿qué puedo hacer?”

Ranko se rascó el mentón mientras las personas se levantaban de sus asientos y se ponían en marcha. Pudo notar que la mayoría estaba animada, algunos podrían respirar sonetos, leguas por encima de la habilidad de la chica. Esperó a que la gente que la rodeaba se pusiera en pie antes de imitarlas. Pensó ir en la dirección en que la menor cantidad de público fuese, mas parecía que todos se repartían equitativamente entre las áreas a las cuales podían entrar.

”Tranquila, tranquila… ¿qué hay en una habitación oscura? ¿Es para esas cosas con las fotografías? ¿Tal vez a la biblioteca…? ¡No, ya sé! ¡El jardín!”

Tal vez estar rodeada de flores y en presencia de agua podría calmarse. Las orquídeas, símbolo de su familia, eran para Ranko sinónimo de hogar, calidez y tranqulidad. Se dispuso, entonces, a abrirse paso entre la multitud con rumbo a los jardines. Y con “abrirse paso” se quiere decir “esperar a que la gente deje de caminar y aprovechar el espacio entre dos personas para moverse rápidamente, cual fantasma, esperando que nadie la notara”. Se vio obligada a pasar entre silla y silla en lugar de entre los pasillos, pues la mayoría de la gente estaba ya de pie.

Sin embargo, alguien que pasaba justo detrás de ella la empujó sin querer. Ranko entonces tropezó hacia adelante, pero no cayó, pues logró aferrarse de los hombros de alguien. Era una persona de cabellos muy blancos y rebeldes, ataviado de forma algo anticuada.

”AAAAAAGH. ¡Acabo de golpear a un anciano! ¡Discúlpate ahora, Ranko!”

La chica apartó sus manos de los hombros de la persona y comenzó a agitarlas torpemente, intentando materializar algún cartel etéreo que explicara que había sido un accidente.

Dididididi… —Enrojeció, juntó las manos en posición de plegaria, y se inclinó un poco, pues el espacio entre la gente le impedía hacerlo más —. ¡Dididididisculpe! ¡N-n-no fue…! ¡No fue…!

No pudo terminar con un “mi intención”. Pronto, la calidez espiritual de un hermoso poema se había transformado en un infierno tanto en su estómago como en sus mejillas. Esperaba no haber lastimado o molestado a la persona peliblanca que tenía enfrente. Parte de ella oraba porque él no se hubiese dado cuenta, que lo tomara como los típicos empujones de multitud, y se alejara sin más, dándole pauta a Ranko para esfumarse rumbo a los jardines.

Pero los dioses no son tan clementes.
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#13
Kazuma caminaba hacia ninguna parte, divagando sobre qué hacer. En un principio se había sentido motivado, pero la declamación de Kiyomi no solo le había conmovido, también le había hecho el plantearse si no estaba a la altura del evento. Y aunque su aspecto no era el de alguien preocupado, su caminar incesante demostraba lo nervioso que en realidad estaba.

Dididididi… —escucho, luego de sentir un golpe que le saco de sus pensamientos—. ¡Dididididisculpe! ¡N-n-no fue…! ¡No fue…!

Estoy bien, solo fue un tropiezo —confirmo, mientras se daba la vuelta para encarar a quien le hablaba—. Oye, ¿te encuentras bien? Te ves tan nerviosa por fuera como lo estoy yo por dentro…, y eso es decir bastante.
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#14
No, los dioses son crueles cuando lo desean.

El hombre se volteó, no para regañar a Ranko, sino para decirle que no había problema, que había sido solo un tropiezo.

”¡Aagh! ¡No es un anciano!” la kunoichi se llevó las manos a la boca, como si le hubiese gritado “viejo” en el más vulgar de los tonos. Era un chico, posiblemente de su edad, de piel morena y cabellos blancos. Y porte algo antiguo.

Según el peliblanco, él también se encontraba bastante nervioso. ”¡Pero cómo! ¡Si se le nota tan tranquilo!” Ranko tragó saliva y tosió un par de veces.

S-s-sí. Estoy… estoy bien. Es solo… Es solo... —La gente seguía pasando alrededor de ellos, y Ranko no tuvo para dónde ir más que enfrentarse al horrible demonio que era la interacción con otros. Comenzó a apuntar hacia el escenario y a los asientos alternativamente con ambos dedos índices, aunque parecía más que nada estar espantando mosquitos —. Di-disculpe, ¿Usted… Usted… Us-usted es… Usted es…? —Ranko pasó varios segundos sin hablar, solo señalando al escenario. ”Vamos, Ran-chan, tú puedes… Ya casi…”. ¿Usted… participa?

La kunoichi suspiró mentalmente. Al menos había logrado sacar una pregunta decente, o al menos así lo consideraba. El que estuviese tan rodeada de gente le bloqueaba mucho más, hasta el punto de parecer una tartamuda. Se imaginaba sudando a mares y con el rostro como un tomate ardiendo. Sus manos parecían haber cobrado vida propia, y sus dedos jugueteaban sin control.
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#15
Kazuma ya había visto aquello antes: una persona consumida por los diablillos del nerviosismo, algo que parecía ser muy común en la gente de las “zonas civilizadas”. Al final, no comprendía nada de lo que la muchacha trataba de decir, pero al menos suponía que necesitaba.

Quizás necesitas un poco de aire fresco —apunto— ¿Quieres que te lleve al jardín?

Lo cierto es que consideraba un poco atrevido su propio ofrecimiento, pero aquella chica daba la impresión de que se desvanecería en cualquier momento, puesto que se encontraba a las puertas de la hiperventilación… Aunque tampoco parecía capaz de responderle.

Sí, creo que eso será lo mejor —dijo, mientras tomaba a la chica por los hombros y la empujaba lentamente en dirección a la puerta que daba hacia el jardín.
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