Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
¿Qué demonios pasa? se preguntó Datsue, al detenerse de pronto la música y oír un estruendo en la entrada.
—¡Buenas tardes, damas y caballeros! —Escuchó exclamar, con voz alegre y amable.
Luego, oyó a la camarera, quejándose, y acto seguido le llegó el restallido de una bofetada, que penetró en sus oídos avisándole del peligro: aquel hombre no era alguien cualquiera.
—Solo he venido a encontrarme con unos "amigos"—continuó con voz dulce y calmada—. ¡Oh, parece que ahí están! Oh, chicos, si pudieran acompañarme para dialogar sobre nuestras diferencias como personas civilizadas.
¿Diferencias? ¿Personas civilizadas? No, cabrón, te confundes de persona. Entonces, tras la penumbra de la noche, alcanzó a distinguir una docena de hombres que entraban apelotonados por la estrecha puerta del restaurante. No le costó reconocer al hombre al cual había pegado: tenía el rostro tan cubierto de bultos y moretones que apenas se le distinguía un ojo.
—Claro, podríamos conversar aquí mismo, pero me gustaría que fuera en privado... Pero si insisten, podríamos convertir este sitio en una sala de debates e incluir a todas estas personas en nuestro intercambio de opiniones.
La madre que me… ¿¡Pero qué seguridad de mierda es la que han puesto en los Dojos!? ¡Menuda estafa, joder! Vale, a ver… Lo primero es sacar a toda esta gente para que no sufra daño alguno.
Datsue chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. ¿Es que ni en un momento como aquel iba a dejar de bromear? ¿Salvar a la gente? ¡Que se arreglaran como pudiesen! Él haría lo mismo. Pero una cosa era despreocuparse por un puñado de desconocidos, y otra muy distinta abandonar a un buen compañero de cena. No, a él no podía dejarlo en la estacada.
Por eso mismo se levantó, con toda la tranquilidad y temple que fue capaz de exhibir. Dio tres simples pasos hacia el que parecía ser el jefe, se plantó frente a él, dio media vuelta y…
... Se bajó los pantalones para mostrarle su grandioso y genuino culo, mientras le hacía un corte de manga y le sacaba la lengua. Si lo que quería aquel tipo era dialogar, Datsue le enviaría un mensaje claro y directo.
Acto seguido, levantó una mano y la bajó en picado para darse a sí mismo una cachetada…
¡PLAFF!
No fue el sonido característico de un cachete, sino el de un bushin al desaparecer. Y es que, en efecto, el Datsue con el que Kazuma había estado hablando desde que había salido del baño era eso, una simple imagen sin consistencia ni solidez. Por eso había respondido a todas sus preguntas con simples gestos, y por eso también había llamado a la camarera con un ademán.
El verdadero Datsue no se encontraba muy lejos. De hecho, todavía seguía oculto bajo la misma mesa, tras el mantel que caía alrededor de ésta y mirando a través de un agujero que había hecho a la tela con un kunai.
Por supuesto, el Uchiha no dejaría en la estacada a su compañero. Nada de eso. Le apoyaría con todas sus fuerzas… Con todas las fuerzas de su mente: ¡Ánimo, Kazuma, ya son tuyos!
Aprovechando la oscuridad de local y que todo el mundo prestaba atención a la cantante, Datsue fingió que se le caía algo bajo la mesa para agacharse y ocultarse en ella, realizando un bushin para que le suplantase y así poder escaquearse al pensar que Kazuma iría a hacer lo mismo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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No podía dar crédito a lo que sus ojos acababan de mostrarle. El chico que le había estado acompañando desde hacía unos minutos se levantó y como si nada camino hacia aquel peligroso sujeto de ojos verdes. Sin mediar palabra alguna, le dio la espalda y procedió a bajarse los pantalones en una casi inconcebible muestra de indiferencia por su vida. Aunque resulto ser más una broma infinitamente inadecuada, pues al momento de darse una nalgada desapareció en una nube humo.
«Joder, Datsue ¿Qué has hecho?» Frunció el ceño mientras esperaba alguna reacción por parte del sujeto del abrigo.
—JAJAJA —su carcajada era estrepitosa y perturbadora—. Pero que chicos. La verdad… Me alegra que tengan sentido del humor y que puedan tomarse las cosas con calma, eso no hará las cosas más fáciles pero sí mucho más entretenidas.
Era increíble, pero era claro que cada palabra que salía de la boca de aquel sujeto era una amenaza con doble sentido. El tipo camino hacia una mesa cercana y quienes la estaban ocupando salieron corriendo. Tomó asiento y miró varias veces a su alrededor como si buscara algo, al Ishimura le hubiese gustado aprovechar la situación, pero el enemigo no bajó su guardia en ningún momento. Finalmente dio con algo que le gustaba y estiró su brazo hasta una de las hermosas camareras, que si bien estaba aterrada, el miedo le había impedido moverse de su sitio.
—Ven, querida, hazme un poco de compañía —atrajo a la mujer hasta él y la recostó en su regazo con la amabilidad de un amante—. Quisiera que me ayudaras a convencer a nuestros amigos —le susurro al oído mientras entrecruzaba su mano libre con la de ella—. ¡Vamos! Contemos juntos yo en alto y tú en silencio.
«Demonios ¿Por qué Datsue se habrá ido? ¿Acaso sabía que esto pasaría y huyó sin decirme nada? —Estaba tan atento del peligro que se le presentaba en frente que no había notado que el Uchiha se encontraba justo bajo la mesa.
—UNO. —Fue tan rápido que a nadie le dio tiempo de reaccionar, solo les quedo ver como la bella jovencita que yacía sobre él se retorcía mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y mientras sus gritos eran ahogados por una fuerte mano enguantada.
»DOS. —Y esta vez el Ishimura pudo ver cómo el sujeto aplastaba otro de los dedos de la jovencita, produciendo en la misma fuertes espasmos de silencioso dolor y grandes ríos de lágrimas.
«Parece que estoy solo en esto.» —Se resignó a encarar aquella dificultad en solitario.
—¡Basta! Yo lidiare contigo. —Le dijo en tono desafiante mientras se erguía.
—Perfecto, pero ¿Y tu amigo? —Preguntó con malicia, pero al menos había dejado de torturar a la chica.
—Ni idea, seguramente ya se encuentra a kilómetros de aquí. —Aseguro con calma y confianza absoluta.
—Quién lo diría… Con esa cara tan seria y eres todo un comediante —sonrió macabramente y procedió a aplastar los dedos que le quedaban a su víctima, que luego de quedar inconsciente soltó para que cayera al suelo—, pero será mejor que saques al muchacho de debajo de la mesa antes de que se me vaya a olvidar que vine a conversar.
El peliblanco necesito de toda su fuerza de voluntad para no arrojarse sobre aquel maleante, pues sabía que solo le estaba provocando para que hiciera algún movimiento precipitado. Las palabras finales del sujeto le confundieron en extremo, y él pensaba que su enemigo debía estar de la misma manera.
Para probar que se equivocaba, dio sin siquiera mirar una patada a la mesa para que esta se volteara. Señaló con la mano, como esperando que viera que no había nada. Pero cuando observo la sádica sonrisa de aquel tipo supo que algo andaba mal. Giro su rostro, y ahí en el suelo, escondido como un ratón, estaba Uchiha Datsue.
«Qué vergüenza.» —Dijo Kazuma cuando sus miradas se encontraron, cuando con sus ojos transmitieron su infinito sentimiento de desaprobación, la misma dura expresión que el Uchiha había visto por última vez en sus padres.
27/04/2016, 16:27 (Última modificación: 27/04/2016, 16:29 por Uchiha Datsue.)
Tenía que reconocerlo: estaba cagado. Tanto, que hasta se había olvidado de respirar, temeroso de que le descubriesen. Sin embargo, parecía que su pequeño truco había surgido efecto y ahora todos pensaban que Kazuma era el único que quedaba en el local. Había sido una suerte haber realizado aquel Bushin, una tremenda casualidad que podría salvarle la vida.
—UNO.
¿Pero qué cojones…?
—DOS.
¡Será hijo de puta…! Por el pequeño orificio que había hecho en el mantel, Datsue veía como aquel cabrón se ensañaba con la camarera, partiéndole los dedos. El Uchiha apretó los puños de pura frustración. Alguien debía pararlo. Alguien debía…
—¡Basta! Yo lidiare contigo. —dijo Kazuma, cuál héroe.
¡Eso es, Kazuma! ¡Dale su merecido a ese cabrón! Por supuesto, Datsue pensaba apoyarle en todo momento. Tan sólo estaba esperando el momento adecuado. Sí, eso. El momento adecuado…
—Perfecto, pero ¿Y tu amigo? —preguntó de pronto el bandido.
Un sudor frío recorrió la espalda de Datsue.
—Ni idea, seguramente ya se encuentra a kilómetros de aquí.
—Quién lo diría… Con esa cara tan seria y eres todo un comediante —Oh, mierda… No, por favor, no. No, no,no, no…—, pero será mejor que saques al muchacho de debajo de la mesa antes de que se me vaya a olvidar que vine a conversar.
¡NO, JODER, NO! ¡ME CAGO EN TODOS TUS…! ¡Este no era el momento adecuado, joder...! A ver, espera, piensa rápido. Y ahora qué… Vale, es la única opción. Vale. Vale, vale, lo tengo.
Apenas segundos más tarde, una tremenda patada de su compañero tiró la mesa que le cubría. Sus miradas se entrecruzaron durante un breve instante, y Datsue creyó captar la misma desaprobación que había visto en sus padres la última vez que habían discutido.
Datsue chasqueó la lengua. Que te den.
Luego, se irguió con la poca dignidad que le quedaba, analizando la situación. La desventaja era clara, y las posibilidades de vencer nulas. La única opción es crear una apertura y huir… Eso, o que alguien avise a los guardias. Joder, con la TAN prometida seguridad máxima no deberían tardar mucho en darse cuenta de todo este jaleo, ¿no? Pero dígase una cosa de Uchiha Datsue: no confía en los demás.
Por tanto, no iba a esperar a que apareciese la ayuda de forma mágica.
Tragó saliva, dio un paso hacia el que parecía ser el jefe y habló. Al fin y al cabo, la palabra era su mejor arma.
—Me gustaría hacer un trato —pidió, llevándose con lentitud una mano al bolsillo interior de su yukata—. No sé si lo sabéis, pero soy uno de los participantes del Torneo. Aquel que aceptó un diamante como soborno… —añadió, convencido de que habrían oído la historia—. Era un diamante de los gordos. De esos que valen una fortuna… ¿Qué os parece si os doy ese diamante y olvidamos todo esto, ¿eh? —dijo, sacando el diamante de su bolsillo para que todos lo pudiesen ver.
La codicia era la mayor debilidad de hombres como aquellos. Bien lo sabía él.
AO: 1
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27/04/2016, 21:02 (Última modificación: 28/04/2016, 00:11 por Hanamura Kazuma.)
Ante la mirada impiadosa del Ishimura, el joven Uchiha decidió abandonar su escondite y aquellas pretensiones de mantenerse al margen del conflicto. En aquel momento, Kazuma espero a que el muchacho se pusiera de su lado y se entregará al inevitable combate que debía de suceder, pero lo que Datsue hizo luego estaba muy alejado de la muestra de fuerza y valor que estaba esperando.
Se acercó caminando hacia el que parecía ser el jefe de los bandidos.
—Me gustaría hacer un trato —pidió, llevándose con lentitud una mano al bolsillo interior de su yukata—. No sé si lo sabéis, pero soy uno de los participantes del Torneo. Aquel que aceptó un diamante como soborno… —añadió, convencido de que habrían oído la historia—. Era un diamante de los gordos. De esos que valen una fortuna… ¿Qué os parece si os doy ese diamante y olvidamos todo esto, ¿eh? —dijo, sacando el diamante de su bolsillo para que todos lo pudiesen ver.
Todos los presentes abrieron por completo los ojos cuando la luz mortecina de la tarde lluviosa dio de lleno en aquella gema. Los matones que se habían quedado a raya hasta ahora se acercaron con bocas babeantes y ojos chispeantes, era imposible no impresionarse ante tal cristal… Bueno, imposible para quien no fuera Kazuma o aquel maltratador de camareras. El sujeto vio el diamante al igual que alguien que ha comido a reventar ve un plato de comida insípida, sin el menor interés o emoción alguna.
«¡Datsue, cabezota ¿Qué crees que haces?! —sabía muy bien cómo podría terminar aquel insulso intento de compra—. ¡Este no es un rufián cualquiera!»
Por más que deteste admitirlo, aquel sujeto se parecía a él y por tanto podía comprender cómo reaccionaría ante distintos estímulos. Había estudiado, como si de especies animales se tratara, cada tipo de bandido y rufián que existía. Primero estaban los idiotas; quienes hacían las cosas porque sí y porque era fácil someter a los más débiles utilizando su poder, cobardes al final, los que habían enfrentado en la mañana. Luego estaban los codiciosos; los que le pegarían a su propia madre si le pagaban lo suficiente por ello, difíciles de disuadir, aquellos que él pelinegro vio en los que entraron al local. Finalmente estaban lo verdaderos villanos; eran aquellos a los que no les interesaba el dinero y que solo causaban dolor por una mera satisfacción personal, seres que ni se molestaban en dilucidar conceptos como el bien y el mal.
Aquel que ahora se levantaba frente al Uchiha era uno de estos últimos, un ser igual y opuesto al Ishimura. Un ser que solo quería ver arder al mundo.
—Lo siento, pero no puedo aceptarlo —se disculpó con una sonrisa mientras se levantaba—. Yo soy un hombre de principios… Uno de ellos reza que “Las mejores cosas de la vida no se pueden comprar”. Como el sufrimiento humano... Como el tuyo, por ejemplo.
El sujeto abrió sus ojos y fijó su mirada gélida en el chico que tenía delante de él. Por un instante concentró su atención solo en el joven, que era más bajito, y comenzó a mover de forma extraña su mano. Estuvo a punto de ponersela encima, cuando el filo de una espada amenazando su ojo hizo que retrocediera.
—Eso estuvo cerca… Para ambos —dijo mientras se acomodaba el sombrero—. Pero como ya les he dicho; Solo he venido a hablar, no tienen por qué ponerse tan locos.
Datsue sentiría el frío filo de la espada de Kazuma rozando su abdomen. De cierta manera la escena se convirtió en algo bastante fuerte. Daba la impresión de que el de ojos grises había apuñalado a su compañero para poder alcanzar a su enemigo, pero la verdad era otra.
—Yo también tengo principios que se aplican a la gente como tú. —Aseguro con una frialdad notable.
Bohimei había atravesado de lleno el yukata y de haber tenido filo le hubiera sacado las vísceras al muchacho. Por supuesto, el espadachín activo la capa de chakra que despojó de filo a su arma, para evitar que eso pasara. Pero el chico no sabía esto, él supondría que se encontraba a salvo gracias ,únicamente, a su milagrosa piel y no a las intenciones asesinas del peliblanco, pues para él aquella era un arma mortal en toda la definición de la palabra.
Nada más sacar el diamante a relucir, Datsue captó su efecto: los bandidos habían avanzado un paso de puro instinto, y sus ojos, anhelantes, parecían devorar el pedrusco con la mirada. Todos habían caído bajo el efecto de la codicia, como si de un Genjutsu se tratase.
Todos salvo él.
—Lo siento, pero no puedo aceptarlo —se disculpó, borrando la sonrisa que Datsue acababa de esbozar—.Yo soy un hombre de principios… Uno de ellos reza que “Las mejores cosas de la vida no se pueden comprar”. Como el sufrimiento humano... Como el tuyo, por ejemplo.
¿Principios? ¿Pero qué demonios le pasa a este tío? Datsue no comprendía a aquel hombre. Y como no le comprendía, le daba aún más miedo. Volvió a guardar el diamante en el bolsillo interior de su yukata, retrocediendo un paso para luego…
... El frío acero de una katana besó su abdomen. Era la katana de Kazuma, que rajó parte de su prenda para poder alcanzar al hombre. Datsue se echó a un lado por puro instinto, con el corazón en un puño por el susto, pese a saber que para su piel aquello no era peor que la caricia de una pluma. Luego, miró a su supuesto compañero con la mirada encendida. Encendida por el Sharingan.
Ésta te la guardo, Kazuma. Aquel malnacido había estado dispuesto a matarle con tal de segar la vida de aquel hombre. No iba a olvidar algo así.
—Eso estuvo cerca… Para ambos —interrumpió el bandido, mientras se acomodaba el sombrero—. Pero como ya les he dicho; Solo he venido a hablar, no tienen por qué ponerse tan locos.
—Yo también tengo principio que se aplican a la gente como tú. —Aseguro con una frialdad notable.
Datsue cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, incómodo. Lo que pensaba que era una simple venganza por los cabezazos que le había dado a su compañero, se había convertido en una simple… conversación. ¿Hablar? ¿Pero de qué cojones quiere hablar?
—Te escucho —dijo finalmente Datsue, sin poder disimular del todo su nerviosismo—. Pero yo de ti hablaría rápido… Porque los guardias deben estar a punto de llegar.
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—Te escucho —dijo finalmente Datsue, sin poder disimular del todo su nerviosismo—. Pero yo de ti hablaría rápido… Porque los guardias deben estar a punto de llegar.
—Guardias… —se quedó pensativo al escuchar aquello—. No creo que eso sea un problema, se ha pagado lo suficiente como para que podamos resolver nuestros asuntos sin que nadie se inmiscuya. —Se le veía plácido y confiado como quien sabe exactamente lo que hace.
Si ambos muchachos tenían la esperanza de que la guardia de la ciudad viniera en su ayuda, con aquellas palabras la perdieron. Resultaba obvio lo que pasaba; Recientemente hubo un aumento drástico en la seguridad, sobre todo en cuanto al control de quién entraba y salía de los dojos. Aquello significaba que el grueso de las fuerzas se encontraba cuidando los límites de la ciudad. Con los conflictos recientes, la seguridad en calles y la zonas bajas resultaba ser la menor de las prioridades. Lo cual le daba una oportunidad perfecta a los grupos criminales para que camparan a sus anchas. Un poco de dinero a los corruptos adecuados, y los barrios serían suyos por lo que quedara de torneo.
—Déjame adivinar —dijo cortante cual cuchillo—. Crees que es una ventaja para ti el que no haya guardias. Crees que con eso nos intimidaras… Me parece que estas muy equivocado.
Retiró su espada de las ropas del Uchiha mientras este le clavaba una mirada de ojos carmesí como la sangre. Se colocó a un lado, de manera que ninguno tuviera una apertura que pudiera ser atacada. Aún se le veía calmado, pero se trataba de una serenidad distinta, agresiva y amenazante. En otra situación, basándose solo en las miradas y aspectos, sería difícil decir quién era el bueno y quién era malo entre el Ishimura y el sujeto de ojos verdes.
—Puedes pensar lo que quieras —dijo alzando los hombros en señal de total indiferencia—. El hecho es que aunque se ve que te gustaría, yo no tengo intenciones de ensuciarme las manos con ustedes.
»Verán, causaron un pequeño alboroto y se me envió para asegurarme de que no fuera alguna banda la que estaba buscando problemas. También se me dijo que los eliminara si los consideraba una amenaza para nuestro dominio… Pero parecen ser un par de chicos agradables, así que me gustaría darles una oportunidad.
El sujeto, aún sonriente, se giró y comenzó a contar a los matones que le habían acompañado. Algo tramaba, pero era imposible dilucidar lo que era. La gente del restaurante seguía en silencio y lo único audible era el sonido de la lluvia en la entrada. Kazuma se encontraba en alerta máxima ante cualquier movimiento extraño, pero lo único que percibió fue una leve risilla de satisfacción cuando el del abrigo negro se giró hacia ellos.
—Ya se —aseguro juntando sus manos—. Me encantan los combates… Lamentablemente he tenido tanto trabajo que no he podido ver ningún encuentro del torneo. Así que les planteo lo siguiente: Haré de observador mientras ustedes se enfrentan a todos los que me están acompañando. Si ganan, se acabó el asunto y si pierden, jejeje, bueno… Les conviene ganar.
»¿Qué dicen? —Preguntó, a pesar de que la situación no les dejaba muchas opciones.
Las palabras del bandido resonaron en su cabeza como un eco lejano. ¿Qué podía decir? Eran dos contra doce, una desventaja demasiado amplia como para creer que tenía alguna oportunidad. Eso sin contar que Kazuma es de Uzu, claro. Y todo el mundo sabe que un Uzureño en comb... Datsue sacudió la cabeza, furioso consigo mismo. No era momento para bromas.
Tenía que huir, encontrar algún modo de escapar o… Espera, ¿y si pongo a sus hombres en su contra? No era tarea fácil, pero, ¿qué opción tenía? La diestra del Uchiha volvió a sacar a relucir el precioso diamante guardado en el bolsillo de la yukata, esperando percibir nuevamente la codicia brillando en los ojos de aquellas ratas.
Pese a que el jefe no parecía tener aquella debilidad, no podía decirse lo mismo de sus súbditos. Tenía que aprovecharse de ello. Era su única oportunidad.
—¿Queréis este diamante? —preguntó Datsue a la docena de bandidos—. ¿Queréis tener la oportunidad de salir de estos barrios de mierda y no tener que preocuparos nunca más por el dinero? —el Uchiha alargó la mano, ofreciéndoles el pedrusco—. Es fácil. Vuestro sueño se puede hacer realidad aquí y ahora. Solo tenéis que…
Datsue hizo una breve pausa, señalando con lentitud al que parecía ser el jefe.
—Poneros en su contra.
¿Qué me decís, cabrones? No ha sido mi mejor discurso, pero joder, sois bandidos, ¿no? Si sois listos, le cortaríais el cuello a este cabrón y os quedaríais con la pasta… Datsue chasqueó la lengua. Si son listos. El problema era que ninguno de ellos parecía muy avispado.
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—¿Queréis este diamante? —preguntó Datsue a la docena de bandidos—. ¿Queréis tener la oportunidad de salir de estos barrios de mierda y no tener que preocuparos nunca más por el dinero? —el Uchiha alargó la mano, ofreciéndoles el pedrusco—. Es fácil. Vuestro sueño se puede hacer realidad aquí y ahora. Solo tenéis que…
»Poneros en su contra.
Por un instante, en los ojos de todos los bandidos, se pudo apreciar una codicia desmesurada, la suficiente como para que apuñalaran a todos sus compañeros si aquello les garantizaba semejante botín. Algunos incluso se atrevieron a dar un paso para observar mejor aquella piedra preciosa. Sin duda, todos ellos contemplaban la posibilidad de iniciar un combate y aprovechar la confusión para escapar con los bolsillos llenos.
—Jajaja —su tenebrosa risa sacó a todos de sus pensamientos—. Subestimas a mis hombres, pues ellos sienten un enorme respeto por mis principios —que era una forma de decir que su miedo por él superaba la codicia que les impulsaba—. Tanta es su lealtad que les recompensare ahora mismo.
»Muchachos… Si acaban con ambos pueden quedarse con el diamante. Claro, hay reglas a las cuales atenerse. A cada uno lo pueden atacar un máximo de seis de ustedes, pueden pelear adentro o afuera del local y mientras tanto yo haré de réferi… Tenemos mucho público, que también es utilería, así que den un buen espectáculo... Y diviertanse tanto como yo, jejeje.
Como si hubiesen arrojado carne a un cardumen de pirañas, los matones comenzaron a acercarse y a rodear a los jóvenes. El ambiente de pronto se encontró cargado de intenciones asesinas. El primero en moverse fue Kazuma quien corrió hacia la entrada del negocio.
—Prefiero que sea afuera, síganme —Y procedió a pararse bajo la lluvia con seis de los bandidos siguiéndoles.
Se sentía un poco mal por dejar a Datsue solo, pero se supone que era un ninja y tendría las habilidades suficientes como para defenderse. Además, pelear dentro del local casi garantizaba que algún inocente comensal terminara perjudicado o que le tomaran como rehén. Por otro lado, el sujeto de ojos verde se quedó de pie a un lado de la puerta mientras sus esbirros restantes rodeaban a Datsue. Algunos sacaron cuchillos y otros tomaban silla y otros objetos contundentes, pero todos tenían sus intenciones puestas en aquel diamante.
Por supuesto, no todo podía ser tan fácil. La sonrisa que Datsue acababa de esbozar al ver la codicia reflejada en los ojos de los bandidos pronto se vio borrada por las palabras del jefe, que les instó a dividirse en dos grupos y les prometió la joya como botín.
El Uchiha tenía que haberse esperado aquella salida y, pese a que en cierto modo se lo temía, apretó los puños de pura frustración. No le estaba saliendo nada. Vamos, no me jodas. No he luchado ni en el Torneo, ¿y voy a tener que hacerlo ahora?
Kazuma, al contrario que él, decidió actuar con prontitud y se llevó consigo a media docena de hombres. Así que esto es lo que hay, ¿eh? Instintivamente, retrocedió un par de pasos mientras veía como sus oponentes empezaban a rodearle, como si él fuese la presa y ellos los depredadores. Hijos de puta… Pues sí que voy a tener que luchar. Aunque… Me pregunto como reaccionarán a esto.
Viéndose atrapado, Datsue lanzó al aire la joya, que trazó una parábola hasta caer en medio de dos bandidos. ¿De verdad tendrían tanta devoción hacia su jefe como para no tratar de cogerla?
Fuese cual fuese la respuesta, el Uchiha tenía que aprovecharse de la distracción…
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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El joven de tez morena se encaminó hacia el frente del restaurante. Desde la puerta, aquel de ojos verdes lo observaba de manera fría pero curiosa. Kazuma no se preocupó por darle la espalda, pues entendía que no haría nada que pudiera perjudicar su deseo de ver una pelea y divertirse. Era sin duda una situación preocupante, desde un punto de vista normal, pero él comenzaba a sentir una extraña amalgama de tranquilidad y emoción.
«Henos aquí de nuevo, haciendo lo que mejor hacemos, juntos…»
La lluvia caía suavemente y escurría por su blanca cabellera mientras caminaba en silencio. Cuando se hubo alejado unos diez metros se detuvo y levantó la vista para apreciar aquel cielo gris como sus ojos. El chapotear de los sujetos que ya se encontraban rodeándolo le trajo de vuelta a la realidad.
«Hacía tiempo que no estaba rodeado de matones —inquirió mientras se ajustaba los guantes y el cuello de la chaqueta—. Curiosamente, hacía tiempo que no me sentía tan cómodo y en ambiente.»
Hizo un leve movimiento y los rufianes dieron un paso para atrás. De su bolsillo sacó un frasquito plástico, lo abrió y depósito en su mano un par de aspirinas que luego apuro. No estaba en sus mejores condiciones, por lo que hubiese sido arrogante creer que terminaría aquel altercado sin rasguño alguno. Lo mejor es que fuera tomándose algo para el dolor.
A sus pies se formaba un charco ,que por la lluvia, reflejaba una imagen distorsionada de sí mismo. Comenzó a ventear un poco y las corrientes de aire iniciaron un canto lúgubre en las estructuras de los edificios cercanos. Los esbirros de aquel sujeto parecían no saber cómo reaccionar ante una actitud tan antinatural y perturbadora. Kazuma quería que las cosas iniciaran y terminaran rápido, así que decidió incentivarlos un poco.
—¿Qué esperan? ¿Es que acaso los matones de esta ciudad le temen a un simple muchacho? —Preguntó con tono burlón que también cargaba abundante desprecio.
Como una madre haría al ver a su bebé lanzado por los aires, los dos bandidos se lanzaron hacia el diamante sin pensárselo dos veces. Uno de ellos logró alcanzarlo antes de que cayese al suelo, mientras que el otro trataba de apartarle las manos para verlo mejor.
El problema era… que no era un diamante.
¡BOOM!
Un estallido. Un sonoro estruendo que echó a Datsue hacia atrás por el súbito impacto de aire, como si un muro invisible le acabase de golpear. Unas gotas de sangre salpicaron su rostro, sorprendido, pese a que había sido él quien había activado aquella bomba. Aquel sello explosivo, más bien, transformado en diamante gracias a su Henge no Jutsu Invertido.
Los dos bandidos se miraron el uno al otro, confundidos, como si no entendiesen lo que acababa de suceder. Bajaron sus ojos a donde antes estaba el diamante, y vieron que ya no estaba. Tampoco la mano que antes lo sujetaba. En su lugar, se veía un hueso, chamuscado y oscuro, cubierto de sangre y un amasijo de carne hasta llegar al codo.
El otro bandido tampoco estaba en una buena situación. Varios dedos colgaban inertes de su mano, quemada, y un reguero de sangre caía del dedo gordo. O, más bien, donde antes estaba su dedo gordo.
—Ho-hostia —balbuceó Datsue, mientras retrocedía un paso—. No quería haceros tanto daño… Lo juro.
Por primera vez en mucho tiempo, Datsue decía la verdad. Uno de los bandidos le miró con la boca entreabierta, todavía conmocionado. Era el que se había quedado sin mano. Avanzó hacia él, extendiendo su brazo bueno. Como si quisiese alcanzarle. Como si quisiese estrangularle. Dio un paso, luego dos…
¡Plaf!
Se dio de bruces contra el suelo, inconsciente. O quizá muerto.
Alguien chilló. Luego, se oyó un grito desgarrador. Provenía del bandido sin dedos, que había caído al suelo, mientras se revolvía y sujetaba la mano mala con la otra. El sonido de un cristal al romperse llegó a sus oídos, y luego…
Luego todo se convirtió en caos.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El grupo de rufianes se encontró motivado por la burla del Ishimura. Mas sin embargo, ninguno se atrevía a dar el primer paso hacia dentro y comenzar la pelea. Siguieron en su formación de rodeo, buscando alguna vulnerabilidad en la postura de su víctima. En cuanto consiguieron una posición favorable, procedieron a desenfundar sus armas. Los filos que sostenían no eran nada comparados a la amenaza de Bohimei, pero las posturas que mantenían indicaron que tenían conocimientos de cómo usarlos.
«Tal como lo esperaba.» —Pensó con satisfacción, mientras que el oponente a sus espaldas comenzaba a moverse.
Tanto el sujeto como sus pasos eran pesados y el sonido que hizo al pisar la charca le delató por completo. No solo resultaba una táctica predecible, por el hecho de rodearlo y posicionar al más grande detrás de él, si no que los gestos y posturas acechantes de los otros cinco eran claros indicadores de lo que venía.
Al joven apenas le dio tiempo de ver de reojo lo que se acercaba hacia él, pero fue suficiente para comprender que aquel enorme machete tenía como objetivo su delgado cuello. El arma alcanzó su objetivo y provocó un gesto de arrogante satisfacción en quien la blandía.
—Bushido: Kikai —el atacante abrió los ojos de par en par al ver que la cabeza de su víctima aún seguía en su sitio—. Ninpō: Bunkai...
En un movimiento demasiado veloz para el voluminoso cuerpo de aquel con el machete, Kazuma permitió que el brazo enemigo pasará por encima y procedió a retorcer con fuerza su muñeca para hacerse con el control del arma oponente. Dio una patada trasera y el sujeto retrocedió para encogerse sobre su estómago. Otro de los matones trato de aprovechar la aparente brecha para atacar, pero el joven espadachín fue consciente de sus intenciones en todo momento.
Aquel cuchillo alcanzó a rozar lo blanco de su patilla, pero de todas formas jamás tuvo oportunidad de alcanzarlo. En un impiadoso movimiento ascendente, impulsó el machete hasta dar con la parte externa del antebrazo oponente. Le hubiese gustado que fuera un corte limpio, pero a aquella arma le hacía falta una buena afilada, pues solo consiguió la mitad de su deber, dejando un brazo medio cercenado.
Para su sorpresa el sujeto, ahora manco, se desmayó en temible silencio. Por su parte, el gordo había logrado recuperarse lo suficiente como para atenazarle la pierna. El peliblanco le miro desde arriba con frialdad extrema, y lo siguiente que vería su agresor sería su propio machete descendiendo en picada para clavar su brazo en el suelo.
«Parece que Datsue también se está divirtiendo.» —Podía escuchar claramente los gritos desde el interior del local.
Los otros cuatro intuyeron el peligro que se les cernía encima y retrocedieron un paso, pero no hozaron alejarse más que eso. Se le hacía obvio que sus oponentes le temían más a su jefe que a él y que era por eso que no se atrevían a escapar. No sabría decir porqué, pero el que provocara tanto miedo, más que él, le causaba una repugnante mezcla de celos e indignación.
Hubo un momento en el que Datsue creyó que ya estaba hecho. Hubo un momento en que verdaderamente pensó que el cruento espectáculo que acababa de montar le serviría para amedrentar a los bandidos.
Pero ese momento pasó, y los rugidos de los bandidos inundaron el restaurante como una jauría de lobos hambrientos. Por el rabillo del ojo derecho percibió un destello y echó la cabeza hacia atrás justo a tiempo para que el filo de una daga pasase a milímetros de sus ojos. Casi en una sincronización perfecta, otro de los rufianes trataba de golpearle por detrás de las rodillas con un palo. Las dos aspas que coronaban su pupila captaron el movimiento antes incluso de que éste se produjese y, aprovechando la inercia de haber echado el cuerpo hacia atrás, saltó en una majestuosa y brillante pirueta que le permitió esquivar el golpe y aterrizar de forma suave con la… cabeza. Dígase una cosa de Uchiha Datsue: se cree más hábil de lo que es.
Pese a la aparatosa caída, evadió a los dos hombres y giró sobre el suelo para luego ponerse en pie. En medio del proceso alguien trató de darle una patada ascendente en pleno rostro. El Uchiha recibió el golpe con los brazos en cruz, y chocando con la espalda contra una pared de la fuerza de la patada.
—Tsk...
No tuvo tiempo a coger aire. Un hombretón, un gorila de dos metros de altura y una piel tan curtida en cicatrices que parecía de cuero, le agarró por el cuello y le elevó hasta el techo con una facilidad insultante.
Las manos de Datsue golpearon el brazo del gigante como un niño haría al tener una pataleta. Luego, trataron de arañarlo con creciente ansiedad. La garra que tenía por mano presionó todavía más su garganta, y las patadas desesperadas del Uchiha, más parecidas a las que daría un pollo sin cabeza que un shinobi, no causaban en el hombre el menor indicio de malestar, ya no de dolor.
Los orbes enrojecidos de Datsue parecían querer escapársele de las órbitas mientras contemplaba con horror al que sería su verdugo. Un hombre duro, aquel tío.
Cuando se oyó el chasquido de un resorte al activarse, los ojos del hombretón parecieron emitir un destello de duda. El kunai escondido en el antebrazo de Datsue salió a la luz, y su acero negro pronto se vio bañado por la sangre del gigante, que aflojó su presa y huyó, chillando como una niña asustada que alguien le aplicase un torniquete. Era una voz tan aguda que parecía surrealista que un hombre como él la estuviese emitiendo.
Un hombre duro, sí. Pero si algo era Datsue, eso era ser el tío más duro de todo el jodido Onindo.
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Dos de los sujetos habían quedado fuera de combate por causa de su propia arrogancia. Los cuatro restantes no cometerían el mismo error, pues ya tenían una idea de contra quien se estaban enfrentando. Kazuma por su parte no tenía intención de permitir que ninguno de ellos se retirara caminando de aquel sitio.
«Parece que ahora se andarán con cuidado.» —Fue lo que juzgo al ver el cambio en los movimientos de sus enemigos.
De un momento a otro los matones se arrojaron contra él, conscientes de que su única ventaja estaba en sus números. Al Ishimura le dio tiempo de desenvainar su espada y acertar un buen golpe en la pierna del que iba de primero, pero quienes le seguían no se quedarían como si nada. Mientras se movía para evitar al que iba cayendo, un buen puñetazo logró acertarle en la mejilla, provocando que trastabillara y cayera al suelo.
El joven levantó la vista justo a tiempo para ver como dos pies se acercaban velozmente hacia su cuerpo caído. Le dio prioridad al que amenazaba a su estómago, pues no solo estaba lleno por el banquete reciente, sino que también estaba en etapa de recuperación. El segundo puntapié no encontró resistencia y dio de lleno contra su hombro.
«Calma… —se dijo a sí mismo luego de retroceder unos pasos y arrodillarse—. Si utilizas el filo de Bohimei terminaras matándolos.»
El de cabellos blancos se levantó lenta y calmadamente. Por un instante los sujetos mostraron la intención de atacar durante su aparente vulnerabilidad, pero algo les detuvo. Una mirada gris y fría les paró en seco, unos ojos que les observaban como si ya estuvieran muertos y no pudieran hacer nada para evitarlo. Ciertamente, al genin le hubiese gustado quitar la cobertura de chakra de su espada, pero sabía que no era el lugar ni el momento para jugar al carnicero.
El miedo hizo que ellos cometieran el primer error. Un sujeto delgado se abalanzó sobre él, aprovechando que se quitaba los mechones mojados del rostro. Más rápido de lo que pudiera percibir, un mandoble le dio en el hombro. El matón no recibió ningún corte, pero sintió como si acabasen rajarlo por completo.
Otro más se acercó por un lateral, pero fue sorprendido por un tajo que lo alcanzó por debajo de la quijada. Ahora cuatro de los rufianes yacían en el suelo, retorciéndose de dolor. Solo había dos que tenía heridas visibles, pero aquello no impedía que todos compartieran la misma sensación del acero cortando sus carnes.
—Solo quedan ustedes dos… —Ante estas palabras, los sujetos mandaron al diablo sus órdenes y salieron corriendo.
El de tez morena envaino su espada y comenzó perseguirlos. Los sujetos corrían de manera torpe y descuidada, así que no pasó mucho hasta que les dio alcance. Parecía que sus presas habían tenido la idea de separarse y que al menos uno se salvará, pero en cuanto tomaron un poco de distancia el uno del otro, todo termino. El Ishimura salto entre ambos, esgrimiendo un kunai en cada mano. Con gran velocidad y destreza, realizó un profundo corte en el costado de cada uno. Los rufianes se quedaron atónitos al ver al joven saltando entre ambos con una pequeña estela de sangre tras sus manos.
—El juego ha terminado. —Dijo refiriéndose al sujeto que se mantenía en la puerta del restaurante. Aquel esbozo una sonrisa y observó hacia dentro, donde aún quedaba algo por ver.
Tres. Ese era el número que le separaba de la victoria. De la supervivencia. Uno de ellos era el hombre que había reventado a cabezazos hacía unas horas. Se mantenía en un segundo plano, a la espera de su oportunidad. Los otros dos eran los que le habían atacado al mismo tiempo hacía tan sólo unos instantes. Y parecía que querían volver a repetir táctica.
Los dos se separaron, daga y garrote en mano respectivamente, tratando seguramente de atacarle por los flancos: no tenía falta de ningún Sharingan para imaginárselo. Están demasiado cerca… No me dará tiempo a terminar los sellos del Goukakyuu. ¿Pero entonces qué?
Entonces sólo le quedaba atacar. Tomar la iniciativa.
El kunai salió disparado contra el enemigo que representaba una mayor amenaza: el del garrote. Para la mayoría de gente, una daga supondría una mayor amenaza que un garrote. No para él. No para su piel impenetrable.
Aprovechando el impacto del kunai, que acertó en pleno hombro, saltó hacia su oponente entre un grito de rabia y le asestó un tremendo testerazo en la nariz. El hombre trastabilló y cayó de culo al suelo, cosa que Datsue aprovechó para brindarle un contundente rodillazo en plena sien.
Acto seguido, sintió el frío acero de un puñal acariciando su piel, pero lo que pretendía ser una puñalada en plena espalda se quedó en un simple rasguño.
—¿¡Pero qué…!?
Datsue aprovechó el breve momento de confusión para darle un codazo en la quijada mientras se giraba, combinando el movimiento con una patada en la boca del estómago.
—Eso es, ya os tengo maldi…
No pudo terminar la frase. Alguien acababa de hacerle una llave por la espalda y apretaba con fuerza su garganta. La asfixia que había sentido hacía unos minutos se repitió, y ahora ya no le quedaba ningún kunai con el que zafarse del enganche.
Los pulmones empezaron a arderle, exigiendo un oxígeno que no parecía llegar. Pataleó, arañó, gimió… Empezó a ver puntitos de luz aquí y allá y la angustia que sentía se fue acentuando hasta hacerse insoportable. Pero entonces…
¡Plaf!
Alguien acababa de estrellar una botella en la nuca de su agresor. Ni siquiera tuvo que seguir forcejeando. El hombre al que horas antes había machacado a cabezazos cayó inerte en el suelo.
Las rodillas de Datsue, flojas, fueron incapaces de mantenerle en pie. El Uchiha cayó, con un ataque de tos sacudiéndole el cuerpo. ¿Su salvador? Una camarera. Una endeble muchacha que se había armado de valor y puesto punto y final a aquella locura.
Le dio las gracias. Le debía la vida.
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