Aquella era una de las escasas ocasiones en que no sentía que hubiese algo que preguntar, pues la nota era clara y contundente. Su adversario yacía frente a él para probarle. Le devolvió una sonrisa serena a la mecánica criatura.

—El objetivo es vencerte con el menor daño colateral posible, ¿no? —le pregunto, sin esperar que le respondiese realmente.

Aquello le emocionaba de sobremanera, puesto que era una buena simulación de una batalla real y una prueba digna de sus aspiraciones. Retiro la mesa hacia una esquina, pensando en las muchas cosas curiosas que podría aprender sobre aquella marioneta; cosas, preguntas, que buscaría responder a plenitud a través del método de la lucha.

Kazuma observo unos leves destellos de un azul etéreo que tremolaban en el aire. No supo que eran, y el que no pudiese verlos con claridad le hacían sospechar que se tratase de alguna táctica preparada para enfrentarle.

—Interesante… —dijo en cuanto su oponente le invito a atacar—. No es mi estilo hacer el primer movimiento, pero es bueno salir de la zona de comodidad de vez en cuando.

Con una respiración suave y unos movimientos colmados de una calma engañosa, retrocedió algunos pasos y extrajo de su portaobjetos un cuarteto de shurikens. Inmediatamente comenzó a arrojarlos hacia el cuerpo de madera; de uno en uno, sosteniéndolos con su izquierda y proyectándolos con su derecha.

Kazuma decidió que la mejor estrategia posible era atacarle por la distancia. Era una decisión lógica: no conocía las habilidades de su oponente, y desde luego no era buena idea el arriesgar su vida.

Sin embargo, pudo notar algo. Mientras lanzaba los shurikens, el muñeco no parecía para nada preocupado. De hecho, parecía estar jugando. Se movió hacia un lado, esquivando los primeros shurikens hacia los lados, con una velocidad bastante considerable. Se movía bien, y los destellos azules se movían con él.

Sin embargo, Kazuma logró darle con los últimos dos. Uno le arañó el costado, y el otro se clavó en su estómago.

La marioneta hizo un gesto, llevandose la mano derecha a la boca. Era claramente un bostezo. Se estaba aburriendo. No solo no le había hecho nada, sino que no parecía contenta con lo que hacía el chico.

¿Qué haría Kazuma ahora?

Su tentativa inicial le había arrojado unos resultados que, en su opinión, resultaban muy interesantes: su enemigo era rápido para esquivar, siendo quizás más veloz que el cuándo se trataba de moverse. Por otra parte, la armas incrustadas en su cuerpo no parecían restarle ímpetu o provocarle dolor.

—Un oponente problemático, ¿eh? —La marioneta le dedicaba una especie de mofa, pero aquel gesto no lograría desconcentrar al peliblanco.

Reconsidero el hacer uso de kenjutsu, pero las dimensiones del dojo y su poca experiencia casi garantizaban causar daños colaterales. Aun sereno decidió optar por una ofensiva más frontal, blandiendo su kunai para buscar una puñalada certera.

Kazuma al final tomó una decisión: no iba a hacerle nada a esa criatura a distancia. Ya fuese porque no contaba con un arma lo suficientemente poderosa, o por las limitaciones del espacio, por lo que decidió arriesgarse más.

Blandiendo un kunai en mano, se lanzó a por la marioneta. Esta no se movió en todo el proceso, y esperó a que el chico se estuviese practicante encima de ella para hacer algo: conforme Kazuma se lanzaba con el arma, la marioneta levantó su mano derecha.

"Clanck"

Kazuma notaría una resistencia. Y es que la mano de la marioneta no estaba vacía, pero tampoco empuñaba un arma. Una fila de pequeñas cuchillas afiladas salían de sus dedos, y bloqueaban el kunai.

Ella misma era el arma.

La marioneta retrocedió un poco, y fue a la delantera: con su mano derecha, se lanzó dispuesta a propinarle un corte en el costado a Kazuma.

Aquella marioneta estaba demostrando ser un duro oponente, de forma tanto literal como metafórica. Habiendo atrapado el arma de Kazuma, y disponiéndose a contraatacar, este abandono su kunai y retrocedió de un salto.

—Hará falta más —dijo, sonriendo con cierta satisfacción.

Recupero el ritmo de su respiración y empuño con fuerza su bokken, colocándose en posición ofensiva. Ahora tenía una idea clara de que tanta era la velocidad de movimiento y de reacción de su oponente, que eran claramente superiores a las suyas. Sentía que aún tenía una oportunidad, pero necesitaría exigirse al máximo para crear una abertura y aprovecharla: necesitaba acercarse y mantener un combate teniendo en cuenta la agilidad de su enemigo, y mantener una calma y confianza sólidas para no equivocarse.

—Interesante —susurro, mientras se abalanzaba para buscar un golpe lateral con su espada de madera, buscando el brazo que no tenía cuchillas.

Kazuma parecía estar encontrando grandes dificultades para pelear contra la marioneta. Esta, sin embargo, no mostraba signos de deterioro o cansancio. Quizá porque era una marioneta. De todas formas, el chico abandonó su arma, el kunai, para blandir otra arma mayor: el bokken.

Kazuma parecía haber entendido que no había momento para las medias tintas. Era todo o nada.

El chico se abalanzó, tratando de realizar un golpe lateral con la espada de madera, hacia su brazo izquierdo, el que no tenía cuchillas. La marioneta levantó dicho brazo y reveló su carta triunfal: otra fila de cuchillas exactamente idénticas, esta vez en su mano izquierda.

La espada de madera chocó contra el metal. Un choque no muy afortunado, a decir verdad.

Mientras tanto, la marioneta levantó su mano derecha (la cuál aún tenia libre, puesto que había bloqueado el golpe con la izquierda) y trató de realizar un corte a Kazuma en la mano con la que empuñaba, buscando desarmarle.

La marioneta revelo que poseía otro juego de cuchillas en el brazo atacado. El golpe fue detenido con facilidad, pero la acometida no había terminado: sin dudar, Kazuma abandono su bokken, retrocediendo un paso para esquivar la cuchilla que le buscaba.

Debido a su posición, al paso que había dado y a la velocidad de su enemigo era consciente de que no podría retroceder a tiempo para un posible contraataque. Pero aquello estaba bien, pues era parte del riesgo que estaba corriendo al acercarse; por lo que indispuesto a retroceder proyecto una patada ascendente al cuerpo de la marioneta.

Kazuma realizó un movimiento rápido: abandonó su arma y la soltó, antes de ser acertado por el potente tajo de la marioneta. Fue un acto bastante inteligente, a decir verdad: mejor perder una espada de madera que un brazo, aunque claramente el tajo iba con cabeza. La marioneta estaba midiendo sus golpes.

El chico entonces, en lugar de retroceder, se lanzó y le asestó una potente patada a la marioneta, en el pecho.

La marioneta fue golpeda y rebotó, dejando de levitar, y cayendo al suelo, a un par de metros. Kazuma podría ver destellos azules al chocar los hilos contra el suelo y caer.

Sin embargo, si creía que se había acabado, estaba equivocado.

Un humo blanco empezó a salir de la marioneta. Si Kazuma miraba bien, vería que un comportamiento se había en su boca, y de ella salía. El humo no tardaría más de quince segundos en inundar la sala, introduciéndole en un nuevo mundo de negrura, sombras y ceguera.

Kazuma ya no podía ver a la marioneta, ni las paredes: esa sala ahora parecía eternamente larga. Un submundo blanco que le dificultaba la vista y la respiración.

Y entonces, de fondo, el sonido de las cuchillas de la marioneta, rebotar contra el tatami de madera.

¿Qué haría ahora?

—Espera… ¿Qué? —fue lo que alcanzo a decir, sorprendido, mientras el humor emergía de la boca de la marioneta.

Aquella blanca y densa polución lo inundaba todo, arropándole como una manta oscura y asfixiante. Como era de esperarse, aquello estaba mucho más allá de lo que se había atrevido a imaginar. Su calma comenzaba a vacilar mientras se veía obligado a cubrirse la boca y a pestañear constantemente.

Su primer instinto fue moverse y colocarse de espaldas a la pared que había quedado detrás de él, desplazándose hasta llegar a la esquina, y el segundo fue tratar de recuperar el ritmo de su respiración; pero aquello se veía dificultado por las condiciones. Sabía que el humo no tardaría mucho en disiparse, pero el sonido de las garras metálicas contra el tatami no le ayudaban a tranquilizarse.

—Que interesante —A sus palabras les acompaño una gota de sudor y frustración que bajo por su sien.

Y allí se quedaría esperando, sabiendo que si aguantaba lo suficiente la victoria estaría a su alcance.

Kazuma no pareció verse intimidado, ni por el humo ni por la situación. Las constantes provocaciones de la marioneta no le hacían ningún efecto. Desde luego, se podía decir de Kazuma que tenía un temple de hierro, al menos, en apariencia. Como se sintiera por dentro ya era otra cosa.

Mientras el humo continuaba, Kazuma podría escuchar el ruido de la criatura: sus garras, rasgando el tatami. Y más que eso. Pronto, escucharía el ruido de las garras de la marioneta dando tajos al aire.

Si, la marioneta parecía no poder ver a través del humo, pero no por ello no parecía que fuese a rendirse. Si tenía mala suerte, Kazuma incluso podría ser encontrado, puesto que el sitio no era muy grande, y la marioneta desde luego no iba a cansarse.

Podría escuchar el ruido de sus tajos. Y poco a poco, se iba acercando.

¿Qué haría el joven genin?

La situación se tornaba apremiante y las opciones eran cada vez más escasas: el humo ya comenzaba a disiparse, pero aun no sabía en donde se encontraba su enemigo, pese a que podía escuchar con claridad el batir de sus garras.

—Vamos, calma, paciencia —se susurró a sí mismo, tratando de aferrarse a su mejor cualidad.

La habitación era pequeña, pero aun así no le convenía correr y arrojarse apresuradamente contra su enemigo. La opción contraria, el esperar, tampoco era muy esperanzadora, puesto que en cuanto le encontrase, y para cuando el viera a la marioneta, ya estaría bastante arrinconado. Pero entre aquel par de opciones igual de temibles, se decantó por aquella en donde sabría manejarse mejor, esperar y respirar.

Kazuma mostró una calma imperturbable: unos nervios de acero. Escuchaba el ruido de las garras, escuchaba a la marioneta (al monstruo de la niebla) acercarse. Y sin embargo, decidió no hacer ningun movimiento estúpido.

En una batalla, esos nervios pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Era una lección valiosa.

La marioneta no dio con Kazuma, y el humo terminó por disiparse. Kazuma podría ver perfectamente a la criatura de madera: le observaba, con ambas garras desenfundadas, a unos escasos dos metros de él.

Entonces, lejos de toda burla o condescendencia, la marioneta se lanzó a por kazuma, con ambas manos, dispuesta a propinarle dos cortes no mortales en el costado.

La cortina de humo se descorrió, permitiendo que ambos enemigos se revelasen a la vista entre sí. La marioneta mostro la mecánica naturaleza de su ser, arrojándose en la dirección del peliblanco, agitando sus garras con fría precisión.

Aquella era la oportunidad que Kazuma estaba esperando, su momento de la verdad. Contuvo el aliento y, en un rápido movimiento, arrojo su portaobjetos contra la efigie flotante de su enemigo. Tomando en cuenta su velocidad de reacción, y si sus precarios cálculos no fallaban, el contenedor de cuero debía de estar dentro del alcance efectivo de su movimiento: Fuda: Kassei-ka, Sello Adhesivo: Activación.

Al haber agotado todos sus recursos, solo le quedaba la utilización de su herramienta más sorpresiva. Lo único que necesitaba era tiempo para prepararlo, distancia suficiente y una línea de tiro clara para evitar que la marioneta escapara del alcance de la explosión.

Kazuma utilizó su último elemento: el sello explosivo. De forma inteligente (y aprovechando que no era muy potente) utilizó el portaobjetos para minimizar los daños de la explosión.

La marioneta la recibió de lleno y se desplomó en el suelo, totalmente herida. Se podía notar como había brechas en ella, indicando que estaba afectada por los daños. Sin embargo, aún no estaba destrozada. Otra vez, un tintineo azul se observó en el ambiente, y la criatura de madera se volvió a levantar.

Empuñó sus brazos, como cuchillas, dispuesta a apuñalar a Kazuma...

... y entonces, las cuchillas desaparecieron, volviendo a su interior. Otra vez, era una marioneta normal.

Junto las palmas e hizo una reverencia. Era el final del combate, y parecía estar haciéndolo como forma de terminarlo, o como decoración.

Su estratagema había funcionado. La fuerza de la pequeña explosión había golpeado de lleno a la marioneta, derribándola. Pero como era de esperarse, esta se reincorporo de nuevo… aunque ahora parecía dispuesta a dar el combate por terminado.

—Claro —dijo lacónicamente, devolviendo una leve reverencia, pero sin apartar la mirada de su oponente.

Coloco sus manos tras la espalda, no estando seguro de que pretendía su sensei, pero aun asi no estaba dispuesto a bajar la guardia hasta que su oponente yaciera inerte.