21/06/2022, 22:06
Las palabras de Kurama habían sido claras. Los que se rindiesen vivirían. Los que se arrodillasen vivirían. Quería prisioneros. Solo había una persona arrodillada en escena y de los tres cuerpos inertes en el barro Marrow no conocía a ninguna que se hubiese rendido. Sin embargo, su Dios quería prisioneros. La mirada de Marrow se paseó del filo de su hoja a la mujer que apuntaba, después a la que se encontraba al lado de ésta, a la inexperta amejin a la que practicamente había dado caza y, finalmente, al pelirrojo arrodillado.
A pesar de su habilidad o de su personalidad peligrosamente parecida a la de Ruhara que tenia el pelirrojo, cualquiera de las kusajin era más fuerte y, por lo tanto, más valiosa. La de la trenza tenía uniforme de chunin. Sabía lo que tenía que hacer, a pesar de las palabras que había usado Kurama, quería prisioneros. Ya habría tiempo para que se arrodillasen o les cortase la yugular y, sin embargo, le quemaba. No podía simplemente dejarlas vivir después de haberse negado repetidamente a rendirse. No era justo. Tampoco iba a matarlas.
Alzó la mirada a Ruhara, que observaba la espalda de Toshio con una expresión confusa. Parecía querer volver a su sadismo habitual, pero aún tenía que coger carrerilla.
— Ruhara, usa tus esposas con el chico, yo me encargo de estas tres.
Ruhara rebuscó en su portaobjetos de inmediato, sacando unas esposas supresoras de chakra. Se acercaría por la espalda de Toshio para esposarlo con una delicadeza que probablemente no volviera a ver en ella, porque justo después de esposarlo posaría la planta de su pie en la espalda del chico y lo tiraría de boca contra un charco. Su orgullo aún estaba demasiado herido para mofarse, pero eso valdría.
— ¡Ruhara! Suficiente. — siempre que Kurama hablaba a través de él, parte de su autoridad se quedaba en el durante unos segundos.
Desactivó la capa de chakra y se agachó, aún espada en mano para comprobar que seguían con vida. Una de ellas estaba fria ya. Por suerte, la chunin seguía con vida. Con la única persona consciente asegurada, procedería a traer el orden al campo de batalla. La justa balanza que él tenía que equilibrar. Cogió la Uchigatana y la usó para amputarle el pulgar de la mano derecha a Ranko, rapido y limpio. En la difusa linea entre la inconciencia y la vigilia, Ranko sentiría un dolor extremo antes de volver a caer hacia el lado de la inconciencia de nuevo. Le hizo un rápido tratamiento para evitar que se desangrase o se infectase la herida y fue a la siguiente.
Muerta, sin ninguna duda. Era de esperar por la reacción de su compañera antes.
Finalmente, quedaba la amejin. Dentro de la pequeña afición de Marrow, no había nada aleatorio. Elegía los dedos que se llevaba cuidadosamente. El chico con el que se encontró en la estación era un corazón, tal vez un anular, un genin a medio cocer. La kusajin que había partido su armadura de huesos con sus piernas desnudas, ella era un pulgar, una chunin algo novata pero con gran fuerza. La amejin era un meñique, una genin novata. Estaba seguro que algún día sería mucho más que un pulgar. Hasta entonces... tras tomarle el pulso y comprobar que estaba viva, repitió el proceso, esta vez con el meñique de la zurda. Jun tendría el mismo fugaz momento de lucidez de Ranko, un dolor terrible que te despierta pero te noquea poco después.
Ruhara se quedaría vigilando a Toshio durante todo el proceso, por si se le ocurrían más ideas de las suyas. Lo que le había dejado claro el pelirrojo es que no era de fiar. Marrow parecía satisfecho consigo mismo, había castigado a los blasfemos y había conseguido lo que quería, todo estaba en orden de nuevo para él.
A pesar de su habilidad o de su personalidad peligrosamente parecida a la de Ruhara que tenia el pelirrojo, cualquiera de las kusajin era más fuerte y, por lo tanto, más valiosa. La de la trenza tenía uniforme de chunin. Sabía lo que tenía que hacer, a pesar de las palabras que había usado Kurama, quería prisioneros. Ya habría tiempo para que se arrodillasen o les cortase la yugular y, sin embargo, le quemaba. No podía simplemente dejarlas vivir después de haberse negado repetidamente a rendirse. No era justo. Tampoco iba a matarlas.
Alzó la mirada a Ruhara, que observaba la espalda de Toshio con una expresión confusa. Parecía querer volver a su sadismo habitual, pero aún tenía que coger carrerilla.
— Ruhara, usa tus esposas con el chico, yo me encargo de estas tres.
Ruhara rebuscó en su portaobjetos de inmediato, sacando unas esposas supresoras de chakra. Se acercaría por la espalda de Toshio para esposarlo con una delicadeza que probablemente no volviera a ver en ella, porque justo después de esposarlo posaría la planta de su pie en la espalda del chico y lo tiraría de boca contra un charco. Su orgullo aún estaba demasiado herido para mofarse, pero eso valdría.
— ¡Ruhara! Suficiente. — siempre que Kurama hablaba a través de él, parte de su autoridad se quedaba en el durante unos segundos.
Desactivó la capa de chakra y se agachó, aún espada en mano para comprobar que seguían con vida. Una de ellas estaba fria ya. Por suerte, la chunin seguía con vida. Con la única persona consciente asegurada, procedería a traer el orden al campo de batalla. La justa balanza que él tenía que equilibrar. Cogió la Uchigatana y la usó para amputarle el pulgar de la mano derecha a Ranko, rapido y limpio. En la difusa linea entre la inconciencia y la vigilia, Ranko sentiría un dolor extremo antes de volver a caer hacia el lado de la inconciencia de nuevo. Le hizo un rápido tratamiento para evitar que se desangrase o se infectase la herida y fue a la siguiente.
Muerta, sin ninguna duda. Era de esperar por la reacción de su compañera antes.
Finalmente, quedaba la amejin. Dentro de la pequeña afición de Marrow, no había nada aleatorio. Elegía los dedos que se llevaba cuidadosamente. El chico con el que se encontró en la estación era un corazón, tal vez un anular, un genin a medio cocer. La kusajin que había partido su armadura de huesos con sus piernas desnudas, ella era un pulgar, una chunin algo novata pero con gran fuerza. La amejin era un meñique, una genin novata. Estaba seguro que algún día sería mucho más que un pulgar. Hasta entonces... tras tomarle el pulso y comprobar que estaba viva, repitió el proceso, esta vez con el meñique de la zurda. Jun tendría el mismo fugaz momento de lucidez de Ranko, un dolor terrible que te despierta pero te noquea poco después.
Ruhara se quedaría vigilando a Toshio durante todo el proceso, por si se le ocurrían más ideas de las suyas. Lo que le había dejado claro el pelirrojo es que no era de fiar. Marrow parecía satisfecho consigo mismo, había castigado a los blasfemos y había conseguido lo que quería, todo estaba en orden de nuevo para él.