Datsue entendía completamente las dudas de Daruu y Ayame. Qué coño, ¡si él mismo tenía alguna que otra! Pero ahora que parecía haberles convencido, no iba ser él quien se pasase de sincero. Además, de lo que sí estaba seguro es que no sería nada demasiado malo.


«Shu… ¡Shukaku no me jodas, ¿eh?! Lo haces para ponerme nervioso, pero no voy a caer. ¡No eh!»

Mejor cambiar de tema.

—Bueno, y a vosotros más os vale —replicó, devolviéndoles la pelota— derrotar a todo kusareño con el que os crucéis en el torneo, ¿eh? Que se enteren bien los Señores Feudales de lo que vale Kintsugi ahora que se largó de la Alianza. Que les quede bien clarito.

Daruu pareció indignarse un poco con el cambio de tema. Esta vez fue demasiado evidente.

—Oye, pero no me compares una cosa con la otra tampoco —protestó—. En una cosa se nos puede ir la vida.

No lo admitió en voz alta, pero Daruu pensó que lo otro tal vez también les valía la vida.

»Sinceramente, a mí me gustaría luchar contra vosotros dos. No en la primera ronda, claro. En una final.

—Bueno, y a vosotros más os vale —replicó Datsue, y Ayame le miró, confundida. ¿Ellos que habían hecho ahora? Aparte de golpearle en la cara y usarle de pelota de volleyball, claro— derrotar a todo kusareño con el que os crucéis en el torneo, ¿eh? Que se enteren bien los Señores Feudales de lo que vale Kintsugi ahora que se largó de la Alianza. Que les quede bien clarito.

«Ah, el torneo...»

—Se intentará... —respondió, con una sonrisa nerviosa.

Si su padre estuviese allí le habría puesto la cara del revés ante aquella respuesta.

—Oye, pero no me compares una cosa con la otra tampoco —protestó Daruu—. En una cosa se nos puede ir la vida. Sinceramente, a mí me gustaría luchar contra vosotros dos. No en la primera ronda, claro. En una final.

Ayame ensanchó aún más su sonrisa. Y en aquella ocasión era sincera.

—¡A mí también me gustaría luchar contra vosotros! Especialmente... —Añadió, mirando directamente a Datsue con cierta timidez—. Contra ti. Me debes un combate. Pero un combate de buenas maneras. Sin láseres atómicos, ni gigantes, ni nada de eso. Sin espectáculos de por medio —añadió, con una risilla nerviosa, mientras se rascaba la nuca.

Oh, pero aunque él tampoco lo admitió en voz alta, en el torneo también se les podía ir la vida. ¿Una competición, entre villas, con Kages, Señores Feudales y un enorme público observando? Hasta el que tenía horchata en las venas no podría evitar que le hirviese la sangre de emoción, y la emoción llevaba a sobrepasarse, a no pensar con claridad. De hecho, consideraba todo un milagro que en los últimos torneos no hubiese sucedido ningún accidente remarcable.

Tocaba madera para que siguiese siendo así.

—¡Ja! Vernos en la final sería la hostia, ya te digo —respondió, a Daruu. No quería encontrárselo ya en segunda ronda, como había sucedido antaño. Menos en el primer combate. Pero quién más ganas tenía de encontrárselo en una final parecía ser Ayame—. Ah, sí, ¿eh? Bueno, tienes razón, nos debemos un buen combate —dijo, cerrando un puño frente a él, con tenacidad. No obstante, hubo algo dicho por Ayame que le hizo componer una mueca, mitad sorpresa, mitad protesta—. Oye, ¿gigantes tampoco? ¡Pero si el mío es una chulada! —protestó.

Nada de espectáculos. Nada de bijūdamas. Lo firmaba. Pero, ¿su querido Susano’o tampoco? ¡Con lo bonito que era!

Daruu se rascó la nuca.

—Bueno, tu gigante da bastante miedo, dejémoslo ahí —rio—. Para ti tiene que ser una chulada. Pero yo no le llamaría gigante. Yo le llamaría... demonio.

Aunque, cabe decir... que a Daruu se le había ocurrido una manera de contrarrestar a dicho demonio. Por respeto a su intimidad, no os la contaré. Quién sabe quién podría estar escuchando, ¿verdad?

»En fin. Creo que va siendo hora que nos retiremos, ¿no? ¿U os apetece hacer alguna cosa más? —A Daruu le dio un pequeño cosquilleo en la nuca—. Hostia, ¿sabéis lo que estaría guapo un día?

»Un combate entre los tres.

—Ah, sí, ¿eh? Bueno, tienes razón, nos debemos un buen combate —concordó el Uchiha, pero entonces se mostró desconcertado ante las palabras de Ayame—. Oye, ¿gigantes tampoco? ¡Pero si el mío es una chulada!

—Sí... chulo es... —murmuró Ayame, torciendo el gesto. Era chulo cuando estaba en tu bando, luchando a tu lado. Cuando te tenías que enfrentar a él no resultaba tan chulo. Y la kunoichi recordaba a la perfección la frustración que había sentido sumada a toda aquella rabia.

—Bueno, tu gigante da bastante miedo, dejémoslo ahí —añadió Daruu, con una carcajada—. Para ti tiene que ser una chulada. Pero yo no le llamaría gigante. Yo le llamaría... demonio. En fin. Creo que va siendo hora que nos retiremos, ¿no? ¿U os apetece hacer alguna cosa más?

—Pues la verdad es que no... No le puedo dar más consejos a Datsue, deberá seguir practicando con el Bijū Bunshin por su cuenta hasta que lo perfeccione, como hice yo. ¡Así un día podrá enseñarme la verd...! —exclamó, pero se interrumpió a mitad de frase, pálida como la luna. Ya no sabía si quería ver a Shukaku en su verdadera forma.

—Hostia, ¿sabéis lo que estaría guapo un día? —añadió Daruu, súbitamente emocionado—. Un combate entre los tres.

Pero Ayame no compartió su entusiasmo. De hecho, se estremeció de puro terror. Si ya le costaba enfrentarse al Byakugan, si jamás había conseguido vencer a un Sharingan, ¿qué podía hacer contra ambos al mismo tiempo? Sólo sería carne de cañón para los dos.

El Demonio de Ojos Blancos llamando demonio a su Susano’o. ¡Lo que había que escuchar!

—En fin. Creo que va siendo hora que nos retiremos, ¿no? ¿U os apetece hacer alguna cosa más?


«¿Planes? ¿Qué planes? ¿Qué me he perdido?», preguntó, confuso. Se obligó a volver a la realidad cuando oyó la palabra consejos saliendo de la boca de Ayame, pero simplemente se trataba de que debía seguir practicando con el Bijū Bunshin.

—¡Ja! Dalo por hecho que practicaré —dijo, levantando el pulgar—. Además, qué remedio. Shukaku no me dejará tranquilo hasta que lo consiga.

A Daruu le brillaron los ojos por la emoción, pero era por otra cosa. Una loca idea que se le había ocurrido de pronto. Si Ayame no compartía su entusiasmo, Datsue directamente tuvo una actitud de rechazo.

—Ah, no. No, no, no, no. ¡No! ¿Sabéis qué pasó la última vez que hice un combate a tres con dos colegas? ¡Que los cabrones vinieron juntos a por mí! ¡Consiguieron inmovilizarme y mientras no podía ni moverme, van y me atacan, los dos, directamente a la cara! ¡A la cara! —Casi le desgracian el rostro—. No sé, eh, Daruu. No sé. Yo guardo muy mal recuerdo.

Daruu, pese a que acababa de enfadarse con ellos dos por exactamente lo mismo, estalló en una carcajada, y le dio una palmada a Datsue en la espalda.

—Me imagino que porque eras el más fuerte de los tres —dijo—. A mi me parece bastante justo. Pero no me jodas, tío, si tiene que estar guay, ¡enróllate!

»En fin, Ayame. ¡Tenemos que descansar un poco! Que dentro de nada son los combates. Me hace ilusión, ¿sabes? Esta vez se viene Chiiro también a verlos. Dice que está deseándolo. No sé qué súbito interés le ha dado por ellos pero mira.

Para sorpresa de Ayame, y quizás también de Daruu, Datsue se negó en rotundo:

—Ah, no. No, no, no, no. ¡No! ¿Sabéis qué pasó la última vez que hice un combate a tres con dos colegas? ¡Que los cabrones vinieron juntos a por mí! ¡Consiguieron inmovilizarme y mientras no podía ni moverme, van y me atacan, los dos, directamente a la cara! ¡A la cara! —gritó, lleno de rabia, y Ayame tuvo que taparse la boca para contener la risa y no ofenderle. ¡Quién le iba a decir que Uchiha Datsue era tan sensible con su cara!—. No sé, eh, Daruu. No sé. Yo guardo muy mal recuerdo.

Pero Daruu no se contuvo, se rio a carcajada limpia y le dio una palmada amistosa en la espalda:

—Me imagino que porque eras el más fuerte de los tres. A mi me parece bastante justo. Pero no me jodas, tío, si tiene que estar guay, ¡enróllate!

»En fin, Ayame. ¡Tenemos que descansar un poco! Que dentro de nada son los combates. Me hace ilusión, ¿sabes? Esta vez se viene Chiiro también a verlos. Dice que está deseándolo. No sé qué súbito interés le ha dado por ellos pero mira.

—¿Vendrá Chiiro? —repitió Ayame, con renovada ilusión—. ¡Genial! ¡Hace mucho que no la veo!

»En ese caso... mucha suerte con los combates. Y que gane el mejor.

«¡Auch…!» Oh, ¿qué pasa? ¿Que porque ahora llenaba las camisetas y se le marcaban los músculos tenía la piel más dura? ¡Pues no! ¡Una palmada fuerte en la espalda solía escociendo igual que siempre!

—Bueno, está bien, está bien —dijo, dejándose convencer—. Pero tiene que ser en un sitio emblemático, a la altura de un combate así. El Valle del Fin es un poco cliché, pero joder, siendo un combate a tres no veo sitio más perfecto.

Lleno de agua, eso sí. Un terreno más favorable a las habilidades de Daruu y Ayame. Pero, ¿y lo que molaba?

—Sí, sí. Que gane el mejor. Oye, pero, ¿quién es Chiiro? —preguntó, antes de despedirse, viendo lo emocionados que estaban los dos al hablar de ella. Que él recordase, jamás se la habían mencionado.

Daruu sonrió, y se rascó la parte de atrás de la cabeza.

—Chiiro es... mi nueva hermana pequeña —contestó Daruu—. Adoptiva. Hace poco trabajamos en una misión en el Bosque de Azur. Unos exiliados habían arrasado todos los poblados que habían por allí. —Adoptó un semblante serio—. Conseguimos salvar a algunos huérfanos... yo los llevé a Amegakure con el Chishio —explicó—. Se los dejé a mi madre para que los cuidara hasta que un orfanato pudiera hacerse cargo de ellos. Chiiro quedó impresionada por nosotros... y se encariñó de mi madre. Dijo que no se quería marchar... y mi madre le dejó quedarse. Así que... ahora tengo una hermana pequeña, sí. Tiene diez años.

—Bueno, está bien, está bien —dijo Datsue—. Pero tiene que ser en un sitio emblemático, a la altura de un combate así. El Valle del Fin es un poco cliché, pero joder, siendo un combate a tres no veo sitio más perfecto.

Ay, si los dos Amejines hubiesen sabido en aquel momento que había sido el mismísimo Uchiha Datsue el que había decapitado a uno de los tres Primeros Kage en su última incursión al Valle del Fin... Quizás se lo habrían pensado dos veces como poco.

Ayame, por su parte, palideció sin poder evitarlo ante el desafío que se le echaba encima, pero no dijo nada al respecto. Después de todo, ese combate estaba muy, muy lejos en el tiempo, ¿no...?

—Oye, pero, ¿quién es Chiiro? —preguntó Datsue, antes de terminar de despedirse.

Daruu sonrió, y se rascó la coronilla con gesto nervioso.

—Chiiro es... mi nueva hermana pequeña —confesó Daruu—. Adoptiva. Hace poco trabajamos en una misión en el Bosque de Azur. Unos exiliados habían arrasado todos los poblados que habían por allí. Conseguimos salvar a algunos huérfanos... yo los llevé a Amegakure con el Chishio. Se los dejé a mi madre para que los cuidara hasta que un orfanato pudiera hacerse cargo de ellos. Chiiro quedó impresionada por nosotros... y se encariñó de mi madre. Dijo que no se quería marchar... y mi madre le dejó quedarse. Así que... ahora tengo una hermana pequeña, sí. Tiene diez años.

—¡Y es absolutamente adorable! —concluyó Ayame, radiante de felicidad, antes de señalar a Datsue con un dedo acusatorio—. ¡Así que mucho cuidado con tus triquiñuelas o te las tendrás que ver directamente conmigo!

—Uou. —Uou. Así de impresionado se quedó al oír la historia de Daruu. Enfrentarse a exiliados, salvar huérfanos, aquel era el pan de cada día de todo ninja. Pero acoger a un niño en casa, adoptarlo como a uno más de la familia… Para eso había que tener muy buen corazón. Y eso no todos los ninjas podían decirlo—. Pff… A veces todavía me sorprendo de lo cruel que puede ser el mundo. Pero me alegro que Chiiro os encontrase a vosotros. De verdad que sí.

Ayame también parecía muy contenta por el nuevo miembro de la familia. Contenta y protectora, ¡incluso le amenazó que nada de triquiñuelas con ella!

Datsue rio.

—Por favor, que es una niña de diez años. ¡Tengo límites rojos que jamás cruzaría! —protestó—. Oye, pues tendréis que presentármela un día, joder, y que conozca al tito Datsue.

Daruu se cruzó de brazos, alzó una ceja e inspeccionó detenidamente a Datsue. Un escalofrío recorrió su cuerpo de los pies a la cabeza. No lo dijo en voz alta, por supuesto, pero eso de tito Datsue sonaba mucho más perturbador que el cruce de cualquier límite rojo. Además, ahora al tito Datsue había que sumarle el tataratito Shukaku. Ya es que no era ni por si sufría algún daño, que era probable, sino por cualquier trastada que se le ocurriese a alguno de los dos.

Suspiró, y tendió una mano al Uchiha.

—Bueno, nos vemos, Datsue. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde nos tienes —dijo.

—Uou —exclamó Datsue, sorprendido ante la historia de Daruu—. Pff… A veces todavía me sorprendo de lo cruel que puede ser el mundo. Pero me alegro que Chiiro os encontrase a vosotros. De verdad que sí.

»Por favor, que es una niña de diez años. ¡Tengo límites rojos que jamás cruzaría! —añadió, ante la amenaza de Ayame, y la kunoichi le devolvió una mirada cargada de duda—. Oye, pues tendréis que presentármela un día, joder, y que conozca al tito Datsue.

«Tito... Datsue...» Ayame se estremeció a la par de Daruu, compartiendo exactamente sus mismos pensamientos y temores. Porque si el Uchiha podía llegar a ser tan peligroso, si sumaban también a Shukaku resultaba en una auténtica bomba explosiva.

—Bueno, nos vemos, Datsue. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde nos tienes —dijo Daruu, tendiéndole la mano.

Ayame inclinó la cabeza.

—Suerte con la técnica, si necesitas cualquier cosa ya sabes cómo encontrarnos. ¡Ah, y muchas gracias por el bloc de dibujo!