Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daruu me llamó la atención una vez más, esperando a que la pelirroja diese unos cuantos pasos para decirme algo.
—Está bien. Veremos lo que nos puede ofrecer, aparte de tener aterrorizada a una compañera
Chasquee la lengua. Tenía que tratarse de una broma de mal gusto. Entonces recordé la advertencia de Kintsugi antes de partir.
— Bah —dije, moviendo el brazo para que la mano del amejin que me sujetaba dejase de hacerlo— Muy bien, ¿quieres hacer esto? Estupendo, hagámoslo
Le hice un gesto con la mano a Kumopansa.
— ¿Por qué no te quedas por aquí fuera y vigilas desde la distancia?
El arácnido ni siquiera se dignó a ofrecer una respuesta. Ni una mala mirada. Ni un bufido. Saltó de mi cabeza al suelo y pronto la perderíamos de vista.
«Que toda una jōnin se vea reducida por la mera presencia de una araña... qué vergüenza»
Después de haber solucionado el tema con Kumopansa seguimos avanzando hasta el lugar donde creíamos que estaría el alcalde. Se trataba de uno de los edificios más grandes de la aldea y su entrada la custodiaban dos guardias, un hombre y una mujer que sujetaban una naginata cada uno, las cuales cruzaron delante nuestro cuando nos acercamos.
Ahora, sin araña de por medio, fue Eri quien se adelantó cuando los guardias pidieron explicaciones. Más tarde fue Daruu quién enseño su pergamino he indicaba que veníamos a hablar con el alcalde. Eran mi turno, así que yo también mostré mi pergamino.
—Sasagani Yota, chūnin de Kusagakure y también vengo a charlar con el alcalde
Eri fue la primera en presentarse, mostrando a su vez el pergamino que la autorizaba para aquella misión. Uno de los guardias, ahora más relajado, se adelantó para tomar los pergaminos de la de Uzushiogakure y el de Kusagakure y los inspeccionó cuidadosamente de arriba a abajo.
—Todo en orden... Por parte de ella y de él. ¿Tú no tienes pergamino? —le preguntó directamente al Amejin, alzando una ceja con cierta suspicacia.
Pero, a su lado, su compañera había comenzado a dar saltitos en el sitio.
—¡Natsu, Natsu! ¡Es él, mírale bien! —exclamaba, colgándose del brazo de su compañero con las mejillas encendidas de la emoción—. ¡Es Amedama Daruu! ¡El campeón del torneo del Valle de los Dojos!
—¡Ya sé quién es! —protestó él, sacudiéndose a su compañera de encima de un brusco movimiento—. ¡Pero ya conoces las normas, Mai! ¡Sin la debida acreditación, nadie puede p...!
—¿Qué está ocurriendo aquí? —La voz de una mujer les interrumpió súbitamente. Era algo más bajita que los dos guardias que custodiaban las puertas, pero algo en su presencia hizo que ambos abandonaran su anterior discusión y se cuadraran en sus posiciones. Debía tener entre cuarenta y cincuenta años y tenía el cabello oscuro (aunque algo cano) y liso, con una graciosa horquilla con forma de calabaza sujetando uno de los laterales. Un par de gafas cubría parcialmente sus ojos, de un color casi acaramelado.
—Señora, estos chicos dicen que vienen a hablar con usted. Son shinobi de las tres aldeas —Señaló con la mano a Yota y a Eri—. Ellos dos ya han presentado sus acreditaciones pero él...
—¡Eso no importa ahora! ¿Crees que podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo con ese tipo de frivolidades? ¡Te dije que los hicieras pasar en cuanto se presentaran, Natsu!
—Mis disculpas, señora.
La alcaldesa dejó escapar un ronco gruñido y, después de que sus guardias retiraran las naginata, les invitó a pasar. Daruu aún tenía la mirada de Mai clavada en la nuca cuando los dejaron atrás. El jardín que habían visto desde el exterior se amplió ante sus ojos en cuanto pusieron un pie en su interior. El césped estaba cuidadosamente cortado, y multitud de calabazas iluminadas se espacían aquí y allá, entre los parches de flores. Cerca de uno de los laterales del muro, bajo un arce japonés había un estanque de kois.
—Adelante, por favor, os estaba esperando. Disculpad los modales de mis guardias, a veces se ponen muy pesados con los protocolos y eso —les dijo, sacudiendo una mano en el aire, mientras caminaban por el camino central que les habría de llevar hasta la puerta principal—. Yo soy Nankin Hada, la alcaldesa de este modesto pueblo. ¿Cuáles son vuestros nombres, shinobi?
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19/10/2020, 22:17 (Última modificación: 20/10/2020, 09:37 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Para su suerte, la araña de Yota desapareció, y ella pudo respirar más tranquila. Tanto Yota como Daruu se darían cuenta de aquel detalle al verla más atenta a lo que ocurría a su alrededor.
Escuchó atentamente como Daruu se presentaba y hablaba del incidente por el cual los tres shinobi se habían visto envueltos en los asuntos de Yachi por esas fechas tan especiales. Eri simplemente esperó a que su compañero de Kusagakure terminara de presentarte y acreditarse como chūnin de su villa.
Pero al parecer, algo no le gustó a uno de los dos guardias: Daruu no había presentado el pergamino que seguramente tenía en su posesión. Ella se encogió de hombros. No pensaba que iba a hacer falta, al menos no por las tres partes.
También parecía lógico ahora que lo mencionaban.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
La Uzumaki viró sus ojos a la mujer que acababa de aparecer en escena: medía algo menos que los guardias, de mediana edad y el cabello oscuro, aunque parecía que algunos hilos estaban blancos, probablemente por el paso del tiempo. Eri agachó la cabeza a modo de reverencia para mostrar respeto mientras la mujer procedía a regañar a sus guardias. Éstos, retirando las armas, les dejaron pasar.
—Adelante, por favor, os estaba esperando. Disculpad los modales de mis guardias, a veces se ponen muy pesados con los protocolos y eso —Eri asintió, aunque era normal que se pusieran así, más aun con lo que estaba pasando—. Yo soy Nankin Hada, la alcaldesa de este modesto pueblo. ¿Cuáles son vuestros nombres, shinobi?
—Uzumaki Eri, jōnin de Uzushiogakure, a su servicio —se presentó ella, adelantándose un poco a sus compañeros. No se sentía tan cohibida ahora que la amenaza no se encontraba cerca—. Gracias por recibirnos.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
"Charlar" con el alcalde. Al final, Datsue tenía razón. Los kusareños eran gente incivilizada. Y aún por encima el cabrón del guardia se había levantado con el pie mirando a su compatriota de Amegakure. Daruu estaba a punto de ponerle en su sitio —al fin y al cabo, sólo era un civil, guardia o no, y respondería ante un jōnin de la Tormenta— cuando se topó con una inesperada y no muy bien recibida sorpresa. Al parecer, se había granjeado una fan.
—Eh... esto, sí, ahora, por favor, ¿podríamos...?
Otra vez el guardia. Daruu arqueó una ceja y levantó el dedo índice, indignadísimo, pero antes de que pudiera protestar, la mismísima alcaldesa de Yachi irrumpió en escena. Casi parecía un sketch de humor. Afortunadamente, puso al guardia en su sitio. Cuando les hizo pasar, Daruu se aclaró la garganta sonoramente. Y se dio la vuelta justo a tiempo para guiñarle el ojo con la mejor de sus sonrisas amejin.
—Adelante, por favor, os estaba esperando. Disculpad los modales de mis guardias, a veces se ponen muy pesados con los protocolos y eso —dijo la alcaldesa. «Oh, sí. Un poquito tonto sí que se ha puesto»—. Yo soy Nankin Hada, la alcaldesa de este modesto pueblo. ¿Cuáles son vuestros nombres, shinobi?
Eri se presentó respetuosamente.
—Amedama Daruu, señora alcaldesa —dijo él.
«Ahora el kusareño dirá "yeee, soy el Yotas", o algo así.»
Y entonces la guardia perdió la compostura, sie s que se puede decir así y se convirtió en una especie de fan del jōnin amejin mientras que el otro guardia trataba de imponer la profesionalidad que se les había encargado. Lo cierto es que la escena estaba entre divertida y surrealista.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
Una voz femenina irrumpió en escena y del interior del edificio se desveló como una señora más bien mayor y así lo revelaban sus canas. Obviamente llamó mi atención. No obstante, empezaba a pensar que aquel guardia era demasiado profesional, siguiendo demasiado a raja tabla sus ordenes. Afortunadamente no era nada que no tuviera solución. La mujer nos hizo pasar en cuanto se dio cuenta de que éramos los ninjas enviados a solucionar los últimos problemas en Yachi.
—Adelante, por favor, os estaba esperando. Disculpad los modales de mis guardias, a veces se ponen muy pesados con los protocolos y eso
«Supongo que es más que razonable con los tiempos que corren»
Yo soy Nankin Hada, la alcaldesa de este modesto pueblo. ¿Cuáles son vuestros nombres, shinobi?
Antes de que pudiera hacerlo, fueron Eri y Daruu quienes volvierona presentarse, esta vez ante la ya anunciada alcaldesa y la persona a la que habíamos venido a ver.
—Uzumaki Eri, Amedama Daruu, Sasagani Yota... Es un placer —les sonrió—. Acompañadme, por favor.
Nankin Hada guió a los tres shinobi hasta la puerta principal de su vivienda, dos hojas de madera de roble tan altas como imponentes y que se abrieron con un pesado eco ante su mera presencia. Cualquiera de ellos podría haber pensado que se habían abierto solas, de no ser porque, justo detrás de ellas, dos sirvientes se inclinaron respetuosamente ante el paso de Hada y ella les correspondió con una leve inclinación de cabeza.
—Adelante, por favor. ¿Queréis algo para beber? —les preguntó, cortés—. No os cortéis, podéis pedírselo a mi personal —añadió, señalando a los dos criados—. Nosotros estaremos en mi despacho, Aru.
—Entendido, señora —Aru era un hombre alto y espigado, de cabello repeinado y grisáceo por las canas. Un denso mostacho, muy bien cuidado, cubría su labio superior.
Después de que los tres shinobi hubiesen pedido algo, o no, Hada les condujo en línea recta a través del recibidor: amplio, muy amplio, con una ostentosa lámpara de araña sobre el techo y dos escalinatas al final que ascendían hasta juntarse en su cima y volvían a separarse a sendos extremos. Ellos se dirigían hacia un par de puertas que quedaban justo en medio de las dos escalinatas, y en medio de dos imponentes armaduras de metal con las lanzas en ristre que se erguían en toda su altura. Se adentraron en una sala amplia, con una enorme mesa de madera y forma redonda en su centro con hasta diez sillas a su alrededor. A su alrededor, cubriendo las paredes, varios retratos de hombres y mujeres los observaban con ojos vacíos de vida. Entre ellos, numerosas estanterías con numerosos libros.
—Tomad asiento, por favor —les indicó, antes de sentarse ella en una de las sillas.
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—Uzumaki Eri, Amedama Daruu, Sasagani Yota... Es un placer —les sonrió—. Acompañadme, por favor.
Eri asintió y siguió a la alcaldesa de cerca, quien se encargaba de guiarles hasta la puerta principal: dos pedazos de trozos de madera que se abrieron prácticamente solos a ojos de la Uzumaki quien, por pura curiosidad y una vez hubiera pasado, intentó mirar tras ellas para encontrarse a unos sirvientes del lugar. Pareció desilusionarse por un momento, presa del pensamiento de que se trataba de una técnica de la alcaldesa o algo, pero nada, era solamente el poder del poder, valiera la redundancia.
—Adelante, por favor. ¿Queréis algo para beber? —les preguntó, cortés—. No os cortéis, podéis pedírselo a mi personal —añadió, señalando a los dos criados—. Nosotros estaremos en mi despacho, Aru.
—Gracias, pero por mí estoy bien —respondió ella con amabilidad, inclinando ligeramente la cabeza.
No tardarían mucho en continuar hasta llegar a un gran recibidor demasiado ostentosa para el gusto de la chica de Uzushiogakure, quien solo se dedicó a mirar a su alrededor. Caminaron hacia una de las dos puertas y entraron a una sala también grande, con una mesa, sillas y un montón de retratos que parecían mirarlos sin mirar.
—Tomad asiento, por favor.
Eri asintió, tomó asiento cerca de donde ella se fuese a sentar, y, si no se sentaba por un casual, cerca de sus compañeros.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Uzumaki Eri, Amedama Daruu, Sasagani Yota... Es un placer —les sonrió—. Acompañadme, por favor.
Y eso fue exactamente lo que hicimos, seguir a la alcaldesa hasta el lugar donde quisiera contarnos cosas sobre aquella importante misión. Pero antes había que cruzar una enorme puerta que se abrió como por arte de magia hasta que detrás de ella se desvelaron la figura de más guardias, os cuales hicieron una leve reverencia. Moví la cabeza, saludandoles.
—Adelante, por favor. ¿Queréis algo para beber?
«— La verdad es que no le diria que no a un refresquillo...»
No os cortéis, podéis pedírselo a mi personal
— Pues ahora que lo dice, no le diré yo que no a un zumo de naranja
Tras ello, volvimos a movernos hasta llegar una sala algo más cerrada, había una mesa en el medio y uno podía llegar a sentirse algo abrumado por todo aquello. La mesa, redonda y enorme se vería custodiada por los retrataos colgados de la pared de figuras que... quizás fuesen alguien en el pasado, pude que siguiesen siendo alguien en el presente. Quien sabe. Tomé asiento en una de las sillas que me quedaba más cerca.
— Bueno, sería bueno que nos pudiese contar todo lo que sepan. disculpe que vaya tan directo al grano, pero creo que el tiempo apremia...
Al igual que su compañera de Uzushiogakure y al contrario que su figurante de Kusagakure, Daruu no pidió ninguna bebida. El empleado de la alcaldesa, un hombre espigado con un mostacho gris, se retiró, y Hada les condujo hacia su despacho. Allí, como los demás, tomó asiento. Recostó la espalda, cruzó una pierna sobre la otra y apoyó el codo derecho sobre la rodilla y la barbilla sobre el puño, atento a la manera de hablar, de moverse y de mover los ojos de la mujer. Yota tomó la iniciativa esta vez, y le dijo a Hada que les contase todos los detalles porque el tiempo apremiaba.
—Necesitamos saber en qué zonas han ocurrido los crímenes. Si saben horas concretas, el tipo de víctimas... Relaciones entre ellas. Si hay algún informe de autopsia, y si los resultados han sido relevantes. Todo lo que pueda ayudarnos.
Ni Eri ni Daruu pidieron nada para sí mismos, mientras que Yota pidió un zumo de naranja. Un zumo que no tardó en llegar a la sala de reuniones, acompañado de otros cuatro vasos con un líquido anaranjado.
—Sé que no habéis pedido nada, pero no podemos dejaros marchar sin que probéis nuestro famoso zumo de calabaza. Con los mejores frutos de nuestras huertas —dijo Hada, con una afable sonrisa, mientras tomaba su propio vaso.
Aru, el sirviente, salió del despacho con una nueva reverencia en completo silencio mientras la mujer se llevaba el vaso a los labios y saboreaba su contenido.
—Bueno, sería bueno que nos pudiese contar todo lo que sepan —Sugirió el de Kusagakure—. Disculpe que vaya tan directo al grano, pero creo que el tiempo apremia...
—No. No hay de qué disculparse, tenéis razón: cuanto antes atajemos este asunto, mejor será para todos —respondió Hada, levantándose de su asiento para dirigirse a una de las estanterías cercanas.
—Necesitamos saber en qué zonas han ocurrido los crímenes —Intervino el de Amegakure—. Si saben horas concretas, el tipo de víctimas... Relaciones entre ellas. Si hay algún informe de autopsia, y si los resultados han sido relevantes. Todo lo que pueda ayudarnos.
Dicho y hecho, Hada había sacado de una de las carpetas un sobre del tamaño de un folio y ligeramente engrosado. Regresó a la mesa, tendiéndoselo a los shinobi en el proceso.
—Esto es todo lo que tengo, me temo. Podéis hojearlo libremente y preguntarme cualquier cosa que se os ocurra.
El sobre contenía un total de tres documentos, con fotos de las víctimas. Los nombres de Kuro Waka, Mata Negoba y Taka Shigeru encabezaban cada uno de ellos.
El primero, Kuro Waka, correspondía a un hombre de mediana edad, de cabellos y ojos oscuros y porte muy serio. Desaparecido hace tres meses durante la noche de luna llena. Lo último que se supo de él era que estaba cerrando su negocio de venta de calabazas en la avenida principal de Yachi para después regresar a su hogar.
La segunda, Mata Negoba, era una anciana de rostro afable y cabellos blancos como la nieve con algún que otro mechón tintado de castaño. Desaparecida hace dos meses durante la noche de luna llena. Lo último que se supo de ella fue que había abandonado su hogar, como tantas otras noches, para ir a dar de comer a una familia de gatos callejeros que vivían cerca de su casa.
El tercero, Taka Shigeru, era un chiquillo que no debía pasar de los diez años, rubio como el mismísimo sol y de ojos azules. Desaparecido hace un mes durante la noche de luna llena. Lo último que se supo de él era que había salido por la tarde a jugar con sus amigos a un parque cercano. Nunca regresó a casa.
Ninguna de las tres víctimas había sido dado por muerta. Todavía.
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Daruu observó su vaso de zumo con cierta desconfianza. «Por mucho que sea la alcaldesa, por mucho que sea la solicitante de la misión, no debería arriesgarme a tomarme esto. ¿Quién me asegura que no hay alguien implicado aquí? ¿Qué hay del sirviente? No.»
—Discúlpeme, pero es que no me encuentro muy bien, gracias por el zumo, de verdad, pero no beberé —dijo, quedamente, y tomó el sobre que les tendió con una mano. Lo abrió cuidadosamente. Sus ojos pasearon con tranquilidad por todo su contenido. Dobló el papel con cuidado y se lo prestó a sus compañeros. Al que estuviera más cerca—. Puedo ocuparme de investigar la muerte de Mata Negoba si es usted capaz de decirme dónde está su casa. —Dijo, átono. Bastante seguro de sí mismo.
Tres edades distintas, de géneros distintso. Nada relacionaba a las tres víctimas, excepto que todas habían desaparecido en noche de luna llena. La próxima luna llena estaba al caer. Por eso debían de haber pedido ayuda.
»Tal vez debería usted decretar el toque de queda la próxima noche de luna llena.
Antes de nada, apareció el ayudante de Hada con mi zumo de naranja acompañado de otros 4 zumos de un naranja algo más intenso. Lógicamente me extrañó, pero pronto la alcaldesa matizó el porqué de todo ello. Agradecí aquello asintiendo con la cabeza y tomé, en primera instancia el vaso de zumo de calabaza con mi mano diestra.
—Discúlpeme, pero es que no me encuentro muy bien, gracias por el zumo, de verdad, pero no beberé
Aquello me sorprendió. En primer lugar no creía que aquel shinobi pudiera ser tan desconfiado, pero luego...
— Jurete... — dije, pensando en voz alta.
El cabrón del amejin me hizo recordar como nos la metieron doblada en aquella misión, durante la estancia en el castillo del Daimyō del País del Bosque. Aún dolía sólo de recordarlo. De forma instintiva y completamente automática, mi mano se fue cerrando y se apretó hasta tal punto que el cristal de aquel vaso terminó por explotar, humedeciendo de zumo de calabaza mi mano y posteriormente también la mesa. Entonces me percaté de lo que acababa de hacer.
— Mierda, y-yo... lo siento mucho
»Tal vez debería usted decretar el toque de queda la próxima noche de luna llena.
La misión, ciertoe ra. Tomé el testigo del amejin y revisé la información que contenía aquel dossier. Tres víctimas, todas en noches de luna llena y las tres de un rango de edad opuesto; un chaval, una señora que abría cada día su negocio y una anciana. Nada parecía conectarlos más allá de que su desaparición llegó en una noche de luna llena durante los últimos tres meses. La próxima estaba ya cercana.
— ¿Qué hay de los cuerpos? ¿Alguna información de la autopsia? —dije mientras tendía el dossier hasta la uzujin.
Eri arrugó ligeramente el gesto. «No voy a tomar nada, no creo fiarme del todo...»
—Gracias por el ofrecimiento, pero yo también voy a declinar, el viaje me ha dejado un poco mareada y no me apetece tomar nada —se excusó—. Pero gracias, de verdad.
Y Yota hizo explotar su propio vaso.
—¡Yota! —exclamó—. ¿Estás bien? —le preguntó, mirando su mano.
Cuando todo quedase dicho, tomaría el papel que el mismo kusajin la tendía para comprobar la información de las víctimas que habían recogido. «Todos fuera de sus casas... Luna llena... Poco más, realmente. ¿Qué puede pasar?»
—¿Qué hay de los cuerpos? ¿Alguna información de la autopsia?
—Pero, espera —cortó a su compañero de misión, tendiéndole de nuevo el papel—. Aquí dice que ninguna de las tres víctimas ha sido dada por muerta, es decir, al parecer, no han hallado sus cuerpos... —comentó—. Puedo ir a preguntar a los amigos de Taka Shigeru... Por si vieron algo raro, e investigar el parque. —Sugirió
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Hada sintió una profunda decepción cuando los shinobi de Uzushiogakure y de Amegakure rechazaron su exquisito zumo de calabaza y torció los labios de forma visible. Ambos afirmaban no encontrarse con ganas de llevarse nada al estómago, pero conocía el aspecto reservado de los shinobi. Aunque aquello le parecía excesivo. ¡Por Inari Ōkami, si les había contratado personalmente! ¿Cómo iba a envenenarlos? Sólo Yota se había animado a probarlo, pero antes de que llegara a llevarse siquiera el vaso a los labios, se quedó pensativo un instante y el vidrio estalló en su mano...
0+-0(0) Resistencia de Yota: 60 (+2)
Resultado final: +2 | Dificultad: +1 Éxito
—¡Ay, Sasagani! ¿Estás bien, chico? —exclamó Hada, levántandose de golpe en su asiento y acercándose a toda prisa al muchacho para comprobar su estado. Afortunadamente, los cristales no habían llegado a clavarse en su piel y la anédota sólo se quedó en un pequeño susto. La mujer suspiró, visiblemente aliviada, y entonces se volvió hacia la puerta—. ¡Aru! ¡ARU!
—¿Señora? —El mismo mayordomo de antes no tardó ni un segundo en hacer acto de aparición.
—Por favor, Aru, limpia todo este estropicio. Hemos tenido un pequeño accidente por aquí.
—Por supuesto, señora. —Asintió el hombre, antes de volver a desaparecer.
No tardó en regresar con un cubo lleno de agua y una fregona. Y mientras los shinobi discutían sus siguientes pasos, el mayordomo se dedicó diligentemente a cumplir con su orden.
—Puedo ocuparme de investigar la muerte de Mata Negoba si es usted capaz de decirme dónde está su casa —dijo Amedama.
—Por supuesto —asintió Hada—. Podrás encontrar la casa de Negoba en lo alto de la colina que hay al este. El pueblo es bastante pequeño y no queda lejos de aquí, así que no tiene pérdida.
—Tal vez debería usted decretar el toque de queda la próxima noche de luna llena —sugirió el de Amegakure, pero la mirada de Hada se ensombreció notablemente.
—Chico... De verdad que me encantaría hacerlo. ¡Si otras fuesen las circunstancias lo haría sin pensarlo! —exclamó, visiblemente afligida—. Pero mañana es la Fiesta de la Cosecha, ¡el acontecimiento más importante de Yachi! No quiero ni imaginar lo que pasaría si llegara a anularse...
—¿Qué hay de los cuerpos? ¿Alguna información de la autopsia? —preguntó Sasagani.
Pero fue su compañera la que se encargó de responder por ella:
—Pero, espera —le cortó, tendiéndole de nuevo los informes—. Aquí dice que ninguna de las tres víctimas ha sido dada por muerta, es decir, al parecer, no han hallado sus cuerpos...
—Eso es. No hemos encontrado cuerpos, ni indicios de violencia. Por eso nos hemos negado a darlos por muertos, al menos hasta que encontremos alguna prueba sólida. Y ahí también entráis vosotros
—Puedo ir a preguntar a los amigos de Taka Shigeru... Por si vieron algo raro, e investigar el parque.
—Mis hombres ya interrogaron a los amigos del pequeño Shigeru, pero si quieres hablar con ellos puedo proporcionarte una lista con sus direcciones. El parque donde suelen ir todos los niños está cerca de la plaza central de Yachi.
Hada se volvió hacia Sasagani. ¿Qué haría él?
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—Eso es. No hemos encontrado cuerpos, ni indicios de violencia. Por eso nos hemos negado a darlos por muertos, al menos hasta que encontremos alguna prueba sólida. Y ahí también entráis vosotros.
Ahí entraban ellos. Y tenían que dar con los desaparecidos. Debían hacerlo.
—Mis hombres ya interrogaron a los amigos del pequeño Shigeru, pero si quieres hablar con ellos puedo proporcionarte una lista con sus direcciones. El parque donde suelen ir todos los niños está cerca de la plaza central de Yachi.
«Con que... Ya han sido interrogados... E imagino que habrán inspeccionado ya el parque también... Pero necesito mirar si hay algo más allí, necesito saber dónde están... ¿Qué escondes, Yachi?»
Eri miró a Daruu, quien había preguntado acerca de otro de los casos de la lista. Solo faltaba Yota por hacer las preguntas, hipótesis o lo que fuera que él tuviera en la cabeza sobre ese asunto. Realmente y aunque odiaba admitirlo, seguro que su araña le sería de ayuda.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100