Pasó a un pequeño baño, donde se deshizo de la ropa antes de meterse en una bañera similar a un gran cubo hecho de madera, del que emanaba un poco de vapor. Metió primero un poco uno de sus pies para comprobar la temperatura, y al sentir que estaba cálida, pero no ardía. Entró sin darle más vueltas, soltando un gemido de placer al sentir el reconfortante abrazo del agua. Después, hundió la cabeza acariciándose los cabellos un poco. Suspiró de nuevo, aliviada y dando la sensación de que iba a derretirse ahí mismo.

Manoseó un poco sus brazos, y después se hizo un ovillo por un rato, abrazando sus piernas para mirar a la puerta. ¿Estaba molesta con ella? ¿Había dicho algo durante ese poco tiempo que se habían reencontrado? No debía darle más vueltas de las necesarias, por lo que empezó a limpiar su cuerpo y cabello a conciencia. Si Hana iba a jugar con su pelo, debía estar lo más pulcro posible.

Pasado algo más que un cuarto de hora, Ren volvería a aparecer por el marco de la puerta. Llevaba una toalla en la cabeza, la cual estaba húmeda, y portaba una camisa de manga corta negra, así como unos pantalones cortos hasta medio muslo que tenían una línea en los bordes de color blanco. Su cuerpo estaba algo perlado por los restos de la humedad que se condensaba por el calor actual de su cuerpo. Además, todas sus curvas quedaban bastante marcadas por aquella ropa.

— ¿Vas a bañarte tú también?

— ¿Vas a bañarte tú también?

Hana ni siquiera se había percatado del rato que había pasado. Había estado inmersa en su cabeza, repasando mentalmente todo lo que habían hecho desde que se conocieron. No había ninguna forma de mentirse, era la vez que más raras habían estado. ¿Qué podía hacer para cambiarlo?

Entonces Ren apareció de nuevo, y Hana saltó de la cama, poniendose en pie al instante. Volvió a dedicarle esa sonrisa dubitativa, extraña y triste. No sabía cómo sentirse, no sabía qué decir y no sabía qué hacer. Solo podía seguir la corriente y esperar que al final del rio hubiese un oceano y no una cascada.

— No, me he bañado esta mañana antes de ir al lago. Bueno, querías que te secase el pelo, ¿no? Sientate. — señaló a la cama, justo donde se acababa de levantar.

Cogió la silla del escritorio y le dio la vuelta, sentandose en ella y esperando que Ren se sentase de espaldas a ella para secarle el pelo.

Asintió algo en alerta por su extraña expresión, y tomó asiento justo donde le había indicado. Se acicaló un poco más el pelo con la toalla, y dándole mil vueltas a lo que precisamente había querido evitar durante el baño. ¿Había dicho algo que le había sentado mal? ¿O tal vez ya había dejado de actuar? No, seguro que no era eso. Aquellas lagrimas no eran de cocodrilo.

— ¿P-Pasa algo... Imouto-chan? — Preguntó mirando al suelo, con algo de miedo de mirarla a la cara avergonzada por sus propias palabras.

Sus cabellos humedecidos caían por toda su cara de forma desordenada, era lo suficientemente largo como para llegar a poco más allá de sus hombros, por lo que acariciaban con delicadeza su pecho.

Cuando Ren se sentó, empezó a acariciarle el pelo sin más objetivo que el de hacer eso mismo. Tal vez podía decir que estaba viendo si tenía nudos o algo, pero sería mentir. Simplemente estaba acariciandolo sin nada más en mente.

— ¿P-Pasa algo... Imouto-chan?

Ni siquiera registró como la había llamado Ren, solo reaccionó, dejando de acariciarla para coger la toalla y acabar de secarselo.

— No, ¿por qué? Perdona, estaba un poco perdida en mis pensamientos.

No iba a poder convencerla de que no le pasaba nada y tampoco quería mentirle, así que le dio una media verdad.

Ren le sostuvo la mirada durante un par de segundos, sin saber muy bien que es lo que estaba esperando y tras ello volvió a agazapar la mirada.

— Esa trenza te queda muy bien. Ahora que lo tengo tan largo podría hacerme una coleta alta como siempre quise— no sabía muy bien que decir, ni como romper esa tensión que se había generado entre ellas, por lo que simplemente fue ella misma. — ¿H-He hecho algo para molestarte? Si es así lo siento... P-Procuraré tener más cuidado la próxima vez o cambiar eso si te molesta...

Fuera lo que fuera, no entendía que es lo que estaba haciendo mal.

— Esa trenza te queda muy bien. Ahora que lo tengo tan largo podría hacerme una coleta alta como siempre quise

Hana sonrió levemente a espaldas de su hermana.

— Gracias, había pensado en cambiarme el peinado, pero no sabía bien a cual...

— ¿H-He hecho algo para molestarte? Si es así lo siento... P-Procuraré tener más cuidado la próxima vez o cambiar eso si te molesta...

La sonrisa de Hana se quebró. Era evidente que algo andaba mal y no iba a poder evitar que se notase. O lo confesaba ya o se esperaba más y hacía que todo fuese más complicado para ambas.

— No has hecho nada para molestarme. Es solo... no sé, te noto tensa y yo no sé qué decirte para arreglarlo y es culpa mía. Es todo eso. Solo quiero que todo vuelva a ser como antes, pero claro, ¿cómo va a ser como antes? Si la he cagado en todo lo cagable. — siguió acariciando su pelo moreno de forma distraida, más preocupada de lo que decía que de lo que hacía.

«Así que era eso, sigue dándole vueltas como yo» pensó la morena mientras notaba los delicados dedos acariciarle su cabello.

— Supongo que nada volverá a ser como antes... Ya no solo por lo acontecido entre nosotras, sino por todo lo que está pasando a nuestro alrededor — quería tranquilizarla de algún modo, para que volviera a sonreír como hace un buen rato, antes lo hacía en el suelo jugando con aquel perro. — No tienes que culparte, de verdad. Ha sido... Ha sido un momento de debilidad, y eso no es malo, podía haberle pasado a cualquiera — subió una de sus manos hasta la muñeca de Hana, para detenerla y poder mirarla a los ojos. — No tienes que culparte por ello más, no tienes que compensarme de ningún modo, Hana. ¿Qué hubiera deseado estar ahí contigo, apoyándote e intentar consolarte? Si, mil veces sí. Pero lo pasado, pasado está. Y ahora solo puedo alegrarme infinitamente de tenerte aquí conmigo una vez más.

Le sostendría la mirada, sus ojos azulados brillaban con intensidad y no por el hecho de querer volver a romper a llorar, sino por la decisión y firmeza con la que habla inconscientemente desde el corazón. La miraba con seriedad, apretando un poco los labios, y fue pasados unos segundos cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba de ella. Se ruborizó y la soltó, abriendo más los ojos avergonzada.

— P-Perdon... M-Me he dejado llevar...

Aunque todo lo que dijo, lo hizo con total sinceridad.

El discurso de Ren fueron todas cosas que Hana ya pensaba que podía decirle, cosas que esperaba oír de sus labios y cuando finalmente pasó, se tranquilizó mucho. Porque aunque pensase que eso era lo que pensaba Ren, no tenía confirmación hasta que ella no lo dijo en voz alta.

Sabía que la había perdonado, pero también quedaba que siguiese culpandola, porque era culpa suya. Sabía que era una tontería y que Ren no haría algo así, lo sabía. Sin embargo, la forma en la que se distanciaba... Nunca la había sentido tan lejos.

Entonces le soltó aquel discurso y le agarro las muñecas mientras la miraba a los ojos. Como si no hubiese pasado ni una hora desde la última vez, Hana se hundió en el océano que eran los ojos de Ren. Ese azul tan profundo, tan brillante, la hacía investigarlo, detener todo pensamiento y prestar toda su atención en ellos.

Ren se iba acercando, lentamente y el corazón de Hana, ya desbocado por el discurso, se aceleraba con cada milímetro que recorría. No se movió, no dijo nada, embelesada por sus ojos.

— P-Perdon... M-Me he dejado llevar...

Hana parpadeó varias veces, volviendo a la realidad poco a poco. Sonrió a Ren, esta vez de forma sincera aunque débil.

— Gracias, Ren-neechan. Necesitaba oírlo, perdon por ponerme así, yo... No quiero que me odies por ser... Débil.

Entonces, pasada la emocionalidad inicial se dio cuenta de lo que había pasado. De qué Ren se había estado acercando lentamente, de lo que significaba, y se sonrojó levemente. ¿Podía ser? No, seguro que solo era emoción del discurso, por eso se había alejado y disculpado.

— Gracias, Ren-neechan. Necesitaba oírlo, perdón por ponerme así, yo... No quiero que me odies por ser... Débil.

Soltó un pequeño bufido, en forma de risa, para mirarla con la misma sonrisa que ella estaba haciéndole.

— Bueno, yo creo que hay distintos tipos de débiles y fuertes. Puede que ante esto, yo sea un poco más fuerte que tú, no hay un sitio claro donde poner la vara de medir en esto. Ni en casi cualquier cosa. Pero... Creo que darse cuenta del error que has cometido, intentar solventarlo y disculparte; eso si que te hace fuerte

Su mano, la cual estaba observando en todo momento, se deslizó hasta la de Hana haya donde estuviera, entrelazando con amabilidad los finos dedos de ambas. Quedándose embobada mirando su rosada piel.

— Bueno, y conmigo puedes ser todo lo niña chica y quejarte todo lo que quieras. Que tendrás para rato solo conmigo — sonrió, esta vez intentando romper todo ese ambiente grisáceo que las estaba rodeando.

Hana apretó el agarre que había iniciado Ren, algo más aliviada de sentir su mano.

— Lo sé, pero todas las personas a las que he visto me han perdonado, de hecho, ni me habéis perdonado, sencillmaente habéis actuado como si no pasase nada. Eso solo alimenta más mi culpa porque... bueno... he decepcionado a gente que es capaz de perdonarme al instante. Sé que vosotros no lo veis así, pero yo sí.

Hizo una breve pausa, mirando sus manos entrelazadas en silencio.

— ¿Y si... algún día tú también lo ves como yo lo veo ahora? ¿Y si te das cuenta de que lo que he hecho no lo haría una buena persona? ¿Qué pensaras de mí entonces? Cada vez que te alejes de mi pensaré que es porque te has dado cuenta de eso, de que soy una niña tonta y caprichosa.

Dejó la mirada clavada en sus manos, incapaz de encarar a Ren.

— Te puedo entender hasta cierto punto — apretó su mano ella también, manteniendo la sonrisa. — A mí me da miedo que un dia te des cuenta de lo poca cosa que soy, o que realmente sientas que en algún momento era uno de tus caprichos. Me aterra, no quiero separarme de ti. Pero supongo que es el miedo con el que tienes que vivir cuando te importa tanto alguien...

Y eso se podía llegar a acentuar más si procesabas sentimientos tan fuertes por esa persona. Una gota de su húmedo pelo cayó sobre su palma.

— ¿Crees que dos coletas me quedarían bien? Aunque yo creo que eso es más tu estilo

Sabía que Ren siempre pensaba que era poca cosa, sin saber muy bien a qué se refería con eso. Era cierto que ahora estaba un poco desmejorada pero al final del día era mucho más fuerte que ella, mucho más madura que ella, mucho más todo en general.

Puede que ahora mismo no más fuerte en combate o puede que no más inteligente. Pero nada de eso la había salvado de ser una idiota.

Puso una mano encima de la de Ren, aún entrelazada con su otra mano, y le sonrió.

— No puedo decirte con confianza si eres un capricho o no, pero te puedo decir que no se me va a pasar, estaré encaprichada de ser tu hermana por siempre.

Mantuvo la sonrisa calidad e incluso se le ensanchó cuando Ren sugirió peinarse con dos coletas.

— Creo que te quedaría super adorable. Además, puedes usar mi estilo cuando quieras, así podemos ir a juego.

En el momento en que lo había mencionado, Hana ya estaba pensando en que estilo podían llevar juntas y cuál quedaría más adorable.

Aquellas palabras la hizo más feliz de lo que Hana se pudiera llegar a imaginar. Durase lo que durase, aunque fuera un par de años, meses, puede que semanas o días; el solo hecho de haber podido verla y hablar, aunque fuera un poco del tema, le había quitado un gran peso de encima para intentar seguir adelante como fuera posible.

— Nah, no creo que me quede bien algo así. En todo caso el pelo suelto, o una coleta si estaría más que acorde con mi estilo — dijo sin darle más importancia de la necesaria.

Además de un peine, necesitaba una fuente de calor para terminar de secarlo. Su forma natural era liso y sedoso, pero tras tanto tiempo, necesitaba algunos cuidados de más.

— Nah, no creo que me quede bien algo así. En todo caso el pelo suelto, o una coleta si estaría más que acorde con mi estilo

— Bueno, cuando estés en Amegakure llevalo a tu estilo, aquí y ahora, yo soy tu estilista y te voy a hacer dos coletitas. — afirmó vehemente Hana.

Cogió la toalla y empezó a secarle el pelo. No necesitaba estar exageradamente seco para hacerle dos coletas, así que no tardaría en coger el peine que había traido y empezar a peinarselo. En el caso de Ren, no era para tanto, apenas lo tenía un poquito más largo que antes. En cambio Hana podría tirarse horas si lo descuidaba tanto.

— Tienes un montón de nudos y eso que apenas te llega a los hombros, ¿qué has estado haciendo con tu pelo?

La pobre uzujin estaba peleandose con los nudos para no hacerle demasiado daño a Ren para alisarselo.

— Tienes un montón de nudos y eso que apenas te llega a los hombros, ¿qué has estado haciendo con tu pelo?

— P-Pues... Cada vez que me duchaba, no solía acicalármelo, así que supongo que entre la humedad y la dejadez...

Y mentira no era, si se iba a dormir con el pelo húmedo lo hacía, aunque a cambio se tirara luego una semana en cama con un resfriado de tres pares de narices. Antes, al menos le dedicaba un tiempo a secárselo y recogérselo un poco, ya fuera porque entrenaba, ayudaba en la cocina a Nanashi o por comodidad. Al menos la comida de este aceptaba comerla en aquella situación, estaba deprimida, pero un buen caldo siempre le apetecía a todo el mundo en una situación así.