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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Pese a la tormenta que estaba por avecinarse, aquel era un día espléndido en Uzushiogakure. No había ningún atisbo de nubes en el cielo, el sol resplandecía con toda su energía en lo alto, los pájaros trinaban desde unos árboles que habían comenzado a crecer nuevos brotes de cara a la primavera venidera... Era un día perfecto para despedir una era, y dar la bienvenida a la siguiente. Y el anuncio de que Sarutobi Hanabi iba a dar una noticia de máxima importancia había reunido a buena parte de la aldea, que ahora aguardaba impaciente frente a las puertas del Edificio del Uzukage. Entre los civiles se podían ver de vez en cuando chalecos y placas de shinobi, de forma dispersa los periodistas se preparaban para lo que intuían que podía ser un bombazo informativo. Y no se equivocaban. El murmullo inquieto se interrumpió de golpe cuando una figura envuelta en un haori blanco y con un puntiagudo sombrero rojo sobre la cabeza se asomó al balcón principal.

Sarutobi Hanabi respiró hondo, aspirando el aroma de su querida aldea natal. Sus ojos refulgían, llenos de emoción y nerviosismo. Pero sus manos no buscaban los botes de pastillas en sus bolsillos como otras veces solían hacer. Porque aquellos nervios no se debían a la habitual ansiedad que le atenazaba en los peores momentos. No. Aquellos nervios eran incluso agradables, en comparación.

¡Gente de Uzushiogakure! —Bramó, haciéndose oír. La disposición de la azotea de aquel edificio ayudaba a tal función, pues su estructura estaba estratégicamente diseñada para amplificar la voz de forma fácil y eficaz para dar discursos como aquellos—. Estamos ante tiempos difíciles. Muy difíciles. No voy a mentiros: A la amenaza de Dragón Rojo, ahora se suma la de Kurama y sus Generales. Es probable que la sombra de una guerra pronto se cierna sobre nosotros.

Hanabi hizo una pequeña pausa, dejando que el mensaje calara en sus conciudadanos. Sin embargo, cuando los murmullos inquietos comenzaron a alzarse entre la multitud, alzó una mano para pedir de nuevo silencio entre sus filas.

¡Por eso tenemos que estar preparados para enfrentar lo peor! ¡Y vamos a estarlo! Como ya sabéis, recientemente hemos proclamado la República en el País de la Espiral. Y me gustaría contar con vuestro apoyo como el primer Presidente de la República para poder seguir apoyando a mi País en este tiempo de máxima necesidad. Pero... no es momento de hablar de eso.

Hanabi alzó las manos, quitándose el sombrero de Uzukage de la cabeza y liberando sus cabellos de oro.

Como también sabréis, presentarme candidato a Presidente es incompatible con mi actual puesto como Uzukage. —Más murmullos. Pero Hanabi no dejó que proliferaran y volvió a alzar la voz para hacerse escuchar—. Lo he estado meditando de forma concienzuda, durante mucho tiempo. Pero creo que he llegado a la mejor conclusión. Al destino que esta aldea merece y necesita.

Hanabi respiró hondo, y sus ojos se clavaron en el sombrero que llevaba entre las manos. El kanji "Remolino", inscrito en color carmesí, casi pareció devolverle la mirada como un viejo amigo.

La historia de la aldea de Uzushiogakure comenzó con Uzumaki Shiomaru, nuestro primer Uzukage. A él le sucedieron Akimichi Daigo y nuestra querida Uzumaki Shiona. Después de ella nos sobrevino un tiempo de caos que pocos queremos recordar, y yo tomé el puesto de Godaime después de los fugaces mandatos de Uzumaki Gouna y... Uzumaki Zoku —Algo amargo como la bilis se atascó en su garganta a la hora de pronunciar aquel último nombre. Pero Hanabi sacudió enseguida la cabeza, dejándolo marchar. No valía la pena manchar aquel momento con el recuerdo de aquel tirano—: Ahora es el momento de despedir mi era como Godaime Uzukage, y dar la bienvenida a la nueva era: La era del Rokudaime Uzukage.

Hanabi se giró sobre sus talones, volviendo la espalda a su público para mirar a alguien que aguardaba al fondo de la balaustrada y que no se había dejado ver hasta entonces. Con aquella ardiente chispa de emoción en sus ojos, Sarutobi Hanabi le dedicó una última sonrisa antes de inclinar la cabeza e invitarle a acercarse. Sus manos le ofrecieron el sombrero que habría de llevar de aquí en adelante, hasta que su mandato terminara como lo habían hecho los cinco anteriores.

El título de Rokudaime Uzukage era para...



Todos los personajes de Uzushiogakure pueden contestar en este tema, con completa libertad. Las familias de Uzushiogakure se han reunido fuera del Edificio del Uzukage para escuchar el discurso de Sarutobi Hanabi y saludar al que será su nuevo Uzukage.

Podéis participar con y sin hueco de rol disponible hasta el día 31 de enero, cuando se dará por concluido el tema y se repartirán puntos de experiencia. A continuación debe postear el candidato a nuevo Uzukage, después no habrá orden de turnos.
#2
Unos minutos antes…

«Todo irá bien, todo irá bien, todo irá bien...» Datsue no paraba de dar vueltas en el despacho de Hanabi. No, en su despacho. Joder, había estado allí cientos de veces, pero incluso eso ahora se le hacía extraño. La mesa. El sillón. La estantería con los libros. Todo tenía un matiz distinto, un olor diferente, ahora que le pertenecían.

«¿Qué tenemos aquí? ¿Datsue nervioso por dar un discurso? ¡Eso sí que es nuevo! Oye, si ves que es demasiado para ti tomo el relevo, ¿eh? ¡JIA JIA JIA!»

«¡Ni de coña! ¡Y no me pongas más nervioso todavía! ¡Por favor te lo pido!» Dioses, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho. Con la temperatura agradable que hacía, ¡y estaba sudando como un cerdo! Intentó recordar el día en que Hanabi fue elegido como Uzukage. Había dado un discurso corto, pero directo al corazón. Sin florituras.

Miró la hoja que tenía entre las manos, con su discurso escrito. Joder, le había pasado la tijera por todos lados, pero comparándolo con el de Hanabi se le hacía jodidamente largo. No creía que tuviese tiempo a retocarlo más, no obstante. El barullo de cientos de personas amontonadas en el puente atravesaba las paredes del edificio, y ya llevaban esperando un buen rato.

Tomó aire. Una, dos veces. Y entonces…

… Entonces escuchó un sonido estridente y terrible saliendo de algún lado de la habitación. Pegó tal respingo que cayó al suelo de culo.

¡¿Q-qué demonios es eso?!

«Un teléfono. Suele sonar cuando alguien quiere hablar contigo».

Menos mal que la voz de Shukaku solo resonaba en el interior de su cabeza, o su carcajada se hubiese escuchado en toda la villa. Farfullando por lo bajo, Datsue se acercó a la mesa. En ella reposaba un teléfono rojo, que servía para comunicarse con cualquiera de la villa; un teléfono verde, que tenía conexión directa con la Morikage; y un teléfono azul, conectado únicamente con el edificio de la Arashikage.

Descolgó el azul. Escuchó un mensaje que empezó con tres palabras y se diluyó en una docena más. Colgó. Alguien llamó a la puerta del despacho. No supo quién exactamente. Tampoco supo exactamente qué le dijeron. En algún punto, se dio cuenta que estaba subiendo por las escaleras que daban a la azotea. Apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor, o de sí mismo, como si su cuerpo estuviese siendo manejado por Shukaku.

Unas pocas personas le esperaban allá arriba. Hanabi uno de ellos, que empezó su discurso. Datsue, en la sombra, trató de escucharle. Sabía que se arrepentiría en el futuro de lo contrario, pero le costó. Le costó mucho, después del rayo informativo que le acababa de caer encima. Cuando Hanabi terminó, vio su sonrisa dirigida hacia él y trató de devolvérsela. Caminó hacia el Godaime como un barco en plena noche buscando la luz de un faro. Cuando llegó al borde de la azotea, los vio. A ellos, su pueblo. Los que habían llegado primero se aglomeraban a lo largo del puente. El resto, llenaba la gran planicie que había detrás. Muchos de los ninjas venían con su indumentaria oficial, reluciente. Otros —especialmente los civiles—, parecían vestir sus mejores galas.

Cuando el sombrero se posó en su cabeza, los fuegos artificiales iluminaron el cielo azul de espirales rojas y estrellas fugaces.

Ehm… Yo… Ehm... —Dioses, se había quedado en blanco. ¿Qué cojones iba a…? Ah, sí, ¡los papeles! Se aferró a ellos como si fuesen un fajo de billetes y empezó a leer la primera línea—. Hoy es un día muy feliz para… Ehmm...

Oh, por Susano’o, no tenía sentido. Si es que no tenía sentido con lo que acababa de escuchar. Hacía tan solo unos minutos, lo que más le preocupaba era la reacción inicial de la mayoría al ver su rostro bajo aquel sombrero. ¿Era de asombro? ¿De inquietud? ¿De alegría? ¿De enfado? Después de lo que le habían dicho, en cambio, eso había pasado a un discreto segundo plano. Seguía siendo importante para él, pero no era lo prioritario. Dejó caer su discurso escrito al suelo y, simple y llanamente, repitió las tres primeras palabras del mensaje por teléfono. Las únicas que importaban.

¡Yui ha muerto!

Quizá la noticia no entristeciese a mucha de aquella gente. No la conocían, después de todo. No existía un vínculo. A Datsue, en lo personal, tan solo le apenaba por sus amigos. Pero si algo podían compartir con Datsue era la conmoción. Por lo que significaba. No ya por la persona, sino por lo que representaba. Y su primer acto como Kage sería informarles de la cruda realidad.

Me acaban de informar hace tan solo unos minutos. Enfrentándose a Kurama y sus Generales, Yui, la Primera Tormenta… ha muerto.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
#3
Uchiha Datsue avanzó, presentándose ante el público que le esperaba allí abajo. La gente de Uzushiogakure, la que a partir de ahora depositaría todas sus esperanzas y sus anhelos sobre sus hombros. El puesto de Uzukage era demandante, exigente y Hanabi entendía aquella apabullante sensación de vértigo que debía estar sufriendo el Uchiha en aquellos momentos. Él mismo había pasado por un trance similar; y, por esa misma razón, después de ponerle el sombrero sobre la cabeza posó una mano sobre su hombro y le dio un suave pero firme apretón. Los fuegos artificiales estallaron en el cielo. Espirales rojas de fuego estallaron por encima de sus cabezas.

Y entonces, comenzó a hablar. Titubeaba, y Hanabi frunció ligeramente el ceño, extrañado. ¡Datsue era un charlatán de pura cepa! ¡Jamás había dudado ni un solo instante en dar rienda suelta a su pico de oro a la mínima ocasión! ¿De verdad se veía ahora abrumado por la gente? No. Algo más debía estar rondándole por la cabeza. Y eso sólo le preocupó más. ¿Qué era capaz de robarle las palabras a Uchiha Datsue, El Intrépido?

Fue entonces cuando soltó tres palabras. Tres únicas palabras que cayeron sobre todos los presentes como un pesado aguacero:

¡Yui ha muerto!

La gente enmudeció de golpe. Hanabi abrió los ojos como platos, con una garra helada retorciéndole las entrañas. Seguramente, como al resto, le costó varios largos segundos digerir aquel simple mensaje: Amekoro Yui había muerto. A mano de Kurama y sus Generales. Pero el mensaje fue calando. Y la gente empezó a murmurar. Con el corazón latiéndole con fuerza, Hanabi tomó a Datsue por los hombros y lo arrastró hacia el interior del edificio.

¡Katsudon, calma a la gente! —ordenó, y una enorme sombra pasó junto a él para tomarle el relevo. Hanabi abandonó la balaustrada y se llevó a Datsue detrás de la puerta, donde le cogió por ambos hombros y le zarandeó—. Datsue, qué... ¿Qué significa esto? —le cuestionó, atropelladamente. Sus ojos, encendidos como carbones ardiendo, se clavaban en los del Uchiha, como si intentara ver más allá de ellos—. Joder, no se me ocurre un peor momento para una broma así, ¡pero dime que es una broma de las tuyas!
#4




Arrastrado por Hanabi al interior del edificio, Datsue mantuvo su expresión corporal: sus hombros, hundidos; sus ojos, reflejando la tristeza de quien da una trágica noticia.

Me lo contó Shanise —dijo, como toda respuesta—. Hace un minuto. Por teléfono.

«Espabila, Hijo. No es momento de esconderse. Si no sales ahí afuera ahora mismo a hacer lo que mejor se te da hacer, vas a tener a media villa mañana por la mañana implorando que Hanabi no se marche.»

Le jodió reconocerlo, pero tenía razón. La gente estaba asustada, y lo primero que había hecho su recién escogido Kage era esconderse en el edificio.

Hablaremos. Pero ahora tendrás que disculparme, Hanabi —se dio la vuelta, y la capa con el símbolo de Uzushiogakure ondeó tras su espalda—. Nuestra Villa me espera.

Salió a la azotea con los nervios a flor de piel, pero con la determinación de quién sabe que solo tiene una oportunidad para hacer las cosas bien. Como en un combate real, solo existían dos opciones: acertar en el corazón; o morir… como líder.

Puso una mano en el hombro de Katsudon. Le miró a los ojos; luego a la Villa entera. Dio un paso al frente.

Escuchad. Yo… Tenía unas…

»¡¡¡ESCUCHAD HE DICHO!!!

Eso estaba mejor.

¡Todos sabemos desde hace tiempo del peligro que hay ahí afuera! ¡De a lo que nos enfrentamos! —exclamó, con crudeza—. Tenía escritas unas palabras, antes de enterarme. Iba a deciros cuán orgulloso estoy de haber estado bajo el mandato de Hanabi. De haber servido a la Espiral. Hemos recorrido un largo camino, todos nosotros. Hay heridas que todavía están cicatrizando. Quizá algunas nunca terminen de hacerlo. Y, aún así, nos hemos levantado. Una República, ¿os lo podéis creer? ¡Somos los pioneros de la democracia! ¡La Espiral vuelve a estar en la vanguardia de la civilización, encabezando los pasos por un mundo mejor! ¡Un mundo más justo!

»Iba a deciros esto y tantas otras cosas, pero nada de eso importará. Nuestros sueños y nuestras esperanzas depositadas en los farolillos flotantes del Año Nuevo que se avecina, ¡nada de eso importará si Kurama termina reinando!

¡Mis kunoichis! ¡Mis shinobis! —Su garganta rugió como un león llamando a su manada, y su cuerpo se vio envuelto en una capa de rayos negra que se precipitó al vacío y se disipó en el estruendoso aterrizaje. Un Raiton Kuropansa a medio formar, solo mantenido el tiempo justo—. ¡Dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡Todos vosotros! ¡Los que confiáis en mí! ¡Los que pensáis que no estoy preparado! ¡Lo que pensáis que no me lo merezco! ¡Todos vosotros, dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡No soy yo el que importa, sino la persona que tenéis a vuestro lado! ¡Miradlos a ellos! ¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! ¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos…!

»¡…porque eso es lo que está en juego!

Datsue caminaba ahora entre ellos, incitándoles con aspavientos a mirar a las personas que tenían al lado y no a él. Luego saltó sobre la barandilla del puente y les miró a todos. No tenía activado el Sharingan, y aún así el fuego brillaba en sus ojos.

El fuego de Hanabi.

El fuego de Uzushiogakure no Sato.

¡Mis shinobis! ¡Mis kunoichis! ¡Por primera vez en todo este tiempo, sabemos dónde se esconde Kurama! No creo que hayas más opciones: ¡se avecina la guerra! ¡Y desde ya os prometo una cosa! ¡No habrá bijūdama ni jutsu en la faz de Ōnindo al que permita entrar en estos muros! —Bien sabían que hablaba en serio. No muy lejos de allí, hacía unos años, lo había demostrado frente a todos—. Yo, Uchiha Datsue, Hijo del Desierto y Rokudaime Uzukage, bajo la atenta mirada de Sarutobi Hanabi y de Uzumaki Shiona allá en el cielo, en el día de mi nombramiento, os prometo una sola cosa: ¡SERÉ VUESTRO ESCUDO!

»¡Pero sería un necio si pensase que puedo ganar esta batalla solo! ¡Os necesito! ¡A todos vosotros! A los que creen en mí y a los que no, en el día de mi nombramiento, os pregunto una sola cosa: ¡¿seréis mi espada?!

Quizá no le habían escuchado bien. Iba a repetirlo con más energía. Con más ímpetu. Con más fervor.

¡¿SERÉIS MI ESPADA?!






»¿¡SERÉIS MI ESPADA!?
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

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#5
Uchiha Suzaku se encontraba entre toda aquella multitud, al lado de su hermana Umi. El Uzukage los había convocado a todos, shinobi y civiles, a las puertas de su Edificio. Aunque nadie parecía saber el motivo, estaba claro que debía de ser algo importante para el destino de la aldea. Algo muy importante.

¿Qué crees que va a anunciar? —le había susurrado a su hermana en algún momento, poniéndose de puntillas para ver mejor entre toda aquella multitud.

Afortunadamente, no tuvieron que esperar demasiado para averiguarlo. Y Suzaku, con el presentimiento de que se avecinaba algo muy grande, prestó más atención que nunca al discurso de su líder. Ya sabían que Hanabi había sido elegido como Presidente de la República del País del Remolino, pero lo que nadie podía haberse esperado es que aquel nombramiento conllevara también que se viera obligado a dejar el Sombrero. Susurros inquietos se desataron como la pólvora entre la multitud, y ella frunció el ceño, preocupada. Con todo el lío de Kurama y sus malditos Generales y Dragón Rojo pululando por ahí, ¿de verdad podían permitirse un cambio en el mando? ¿Y quién sería ese nuevo Uzukage?

«Quizás sea ese tal Katsudon, siempre ha estado al lado d...»

Las suposiciones de Suzaku se vieron bruscamente interrumpidas cuando salió a la luz. Y la Uchiha se quedó boquiabierta. Allí, sobre la azotea y con el sombrero de Uzukage sobre la cabeza, se encontraba nada más y nada menos que Uchiha Datsue. Suzaku nunca había intercambiado palabra alguna con él, pero su fama le precedía: liante pero inteligente, bocazas pero carismático como sólo podía serlo un charlatán. ¿De verdad era él quien tenía el futuro de la aldea en sus manos? ¿De verdad era a él a quien ahora le debían obediencia? Uchiha Datsue, ahora Rokudaime Uzukage, avanzó para mostrarse al público. Parecía nervioso, aunque la situación no era para menos. Y cuando parecía que iba a pronunciar su propio discurso, llegó un inesperado cubo de agua fría:

¡Yui ha muerto!

El silencio se expandió como una onda entre todos los presentes. Un silencio tenso, incómodo, molesto. Un silencio terrorífico. Hasta que alguien entre la multitud se atrevió a preguntar lo que todos estaban pensando.

¿Yui? ¿Se refiere a Amekoro Yui...? ¿La Arashikage de Amegakure?

Y aquella pregunta desató de nuevo una oleada de murmullos aterrorizados mientras Hanabi arrastraba a Datsue hacia el interior del edificio. Si la Arashikage había muerto a manos de los sirvientes de Kurama, ¿qué les garantizaba que ellos iban a estar a salvo? Suzaku se había quedado con la mirada perdida en el infinito, sintiendo los latidos de su corazón en las sienes y las palabras de su hermana aún resonando en su mente:

«Más pronto que tarde, estallará una guerra. Contra Kurama y esos dichosos Generales... Suzaku, creo que deberías dejar de ser ninja. Es más, quizás deberíamos dejar de serlo las dos. ¡Hagamos otra cosa!»

La muchacha sacudió la cabeza, irritada. ¡No! ¡No pensaba dejar de ser kunoichi! ¡No iba a dejar que ese sucio zorro arruinara sus sueños! ¡Ella había decidido que quería ser kunoichi para proteger a su hermana y a su aldea, y si para eso debía seguir la espalda de Uchiha Datsue, que así fuera!

De un momento a otro, Datsue volvió a salir al balcón. Y en aquella ocasión sí lo hizo: utilizó todo su carisma y su labia para envolverse entre su gente, para ganárselos a todos.

¡¿SERÉIS MI ESPADA?!

Y Suzaku no fue una excepción. Cuando el Rokudaime Uzukage rugió aquellas palabras, Suzaku desenvainó su propia katana y la alzó en el aire.

¡¡¡SÍ, ROKUDAIME-SAMA!!!
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#6
Aquel día era uno de esos especiales. Un día del que para bien o para mal uno quiere ser participe y del que no quiere que le cuenten nada, sino del que en el futuro cuenta cómo fueron las cosas aquel día. En definitiva, un día para sentir y para vivir emociones nunca antes experimentadas. Algo se había cocido entre bambalinas. Sarutobi Hanabi, Yondaime Uzukage se había proclamado presidente de la República de la Espiral y ahora pedía la ayuda de todos los ciudadanos, shinobis y kunoichis que defendían el símbolo de la Espiral. Lo cual me incluía. Sin embargo, el clamor general de los reunidos bajo aquel puente se preguntaba lo mismo.

«¿Y quién será nuestro Uzukage ahora?»

No entraba en la cabeza de que Hanabi-sama fuese a protagonizar los dos cargos a la vez. No, seguramente una segunda persona fuese a hacer de Uzukage ahora que el rubio era Presidente. Y entonces salió a escena Uchiha Datsue. Había escuchado muchas veces de él y siempre había deseado conocerle y tener alguna que otra charla con él. Era el miembro de nuestro clan más importante de toda la villa y echando un vistazo rápido a los acontecimientos, ahora se disipaban todas las dudas sobre esa cuestión. Le estaban coronando Uzukage allí mismo. Pero el tipo parecía no tener demasiadas palabras. Yo tampoco me veía capaz de reaccionar ante lo que estaba pasando.


¡Yui ha muerto!

«— ¿Yui?»

Me quería sonar un montón aquel nombre. Lo había escuchado sí pero...

— ¡Hostias! — ahí fue cuando lo recordé, pero el grito hizo que los compatriotas cercanos a mi posición se girasen un momento. Puse la diestra sobre mis cabellos blanquecinos — Perdón, perdón, me ha pillado de sopetón esto...

Hanabi se había llevado hacía dentro a Datsue mientras todo Uzushiogakure, si es que quedaba alguien que no estuviese reunido allí, era un murmullo. La arashikage, muerta y asesinada a manos de ese zorro cabrón. Una parte de mí ardía en deseos de hincarle el diente a sus delirios de grandeza y a su dictadura, la otra me recordaba que solo era un gennin y que salvo grandísima sorpresa, mis esfuerzos a día de hoy por detenerle iban a ser en vano. Me dí un golpe en la sien con la palma de la mano, lamentandome. Pero si algo había aprendido en mi corta vida es que se podía progresar, iba a necesitar hacerlo a marchas forzadas para ser útil en aquello pero no iba a cesar en el intento e iba a hacer todo lo que estuviese en mi mano.

Datsue volvió a salir y esta vez para realizar un discurso en el que iba a animar a toda la aldea a seguirle hasta los confines del mundo, hasta donde hiciera falta. Sabían dónde se escondía el maldito zorro y querían darle caza. Inconscientemente mi puño se fue alzando, reivindicativo.


¡Todos sabemos desde hace tiempo del peligro que hay ahí afuera! ¡De a lo que nos enfrentamos! —exclamó, con crudeza—. Tenía escritas unas palabras, antes de enterarme. Iba a deciros cuán orgulloso estoy de haber estado bajo el mandato de Hanabi. De haber servido a la Espiral. Hemos recorrido un largo camino, todos nosotros. Hay heridas que todavía están cicatrizando. Quizá algunas nunca terminen de hacerlo. Y, aún así, nos hemos levantado. Una República, ¿os lo podéis creer? ¡Somos los pioneros de la democracia! ¡La Espiral vuelve a estar en la vanguardia de la civilización, encabezando los pasos por un mundo mejor! ¡Un mundo más justo!

»Iba a deciros esto y tantas otras cosas, pero nada de eso importará. Nuestros sueños y nuestras esperanzas depositadas en los farolillos flotantes del Año Nuevo que se avecina, ¡nada de eso importará si Kurama termina reinando!

¡Mis kunoichis! ¡Mis shinobis! —Su garganta rugió como un león llamando a su manada, y su cuerpo se vio envuelto en una capa de rayos negra que se precipitó al vacío y se disipó en el estruendoso aterrizaje. Un Raiton Kuropansa a medio formar, solo mantenido el tiempo justo—. ¡Dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡Todos vosotros! ¡Los que confiáis en mí! ¡Los que pensáis que no estoy preparado! ¡Lo que pensáis que no me lo merezco! ¡Todos vosotros, dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡No soy yo el que importa, sino la persona que tenéis a vuestro lado! ¡Miradlos a ellos! ¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! ¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos…!

»¡…porque eso es lo que está en juego!


— ¡Sí, joder, podemos hacerlo!

A medida que el Uchiha iba soltando palabras e iba formando palabras y frases algo en mi interior ardía. El pecho ardía y la respiración, así como los latidos de mi corazón iban en aumento. Mi puño ya estaba en un punto más elevado a mi cabeza y puede que centrase alguna que otra mirada, pero eso ya poco importaba.

¡Mis shinobis! ¡Mis kunoichis! ¡Por primera vez en todo este tiempo, sabemos dónde se esconde Kurama! No creo que hayas más opciones: ¡se avecina la guerra! ¡Y desde ya os prometo una cosa! ¡No habrá bijūdama ni jutsu en la faz de Ōnindo al que permita entrar en estos muros! —Bien sabían que hablaba en serio. No muy lejos de allí, hacía unos años, lo había demostrado frente a todos—. Yo, Uchiha Datsue, Hijo del Desierto y Rokudaime Uzukage, bajo la atenta mirada de Sarutobi Hanabi y de Uzumaki Shiona allá en el cielo, en el día de mi nombramiento, os prometo una sola cosa: ¡SERÉ VUESTRO ESCUDO!

»¡Pero sería un necio si pensase que puedo ganar esta batalla solo! ¡Os necesito! ¡A todos vosotros! A los que creen en mí y a los que no, en el día de mi nombramiento, os pregunto una sola cosa: ¡¿seréis mi espada?!

¡¿SERÉIS MI ESPADA?!


— Lo cierto es que no tengo espada, pero qué narices


»¿¡SERÉIS MI ESPADA!?



— ¡¡¡SÍ, ROKUDAIME-SAMA!!!
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#7
A pesar de que Umi no quería ir a la inauguración de Uchiha Datsue como Kage de la aldea, Suzaku había insistido en que debía de estar allí. Umi ya sabía que ese imbécil iba a tomar el cargo. Tan sólo había que observar un poco sus movimientos —y los de Hanabi— para saberlo. Y estar en el momento adecuado en el lugar adecuado. Aquellos dos no hacían más que dar la nota, pero Umi sabía lo que se escondía detrás de sus sonrisas amables y sus bravuconadas de adolescente de patio de colegio. Aquellos dos no eran más que otros dos asesinos hambrientos de poder. Ahora Hanabi iba a ser Presidente de la "República". Qué casualidad, ¿verdad?

Pero la noticia de la muerte de Yui la golpeó en la cara como a todos los demás. En la primera que pensó es en su hermana. En la discusión que habían tenido días antes. Se le hizo una bola en la garganta. Tragó, pero la agonía fue difícil de despejar. Sentía que se mareaba.

Había renunciado a todo sólo por garantizar su seguridad, y ahora ni en una puta villa ninja estarían a salvo. Porque las harían luchar... en una guerra de la que no deberían formar parte.

Datsue volvió a salir minutos después del anuncio para intentar insuflar algo de valor a la gente. Para ENGAÑARLA con esa labia suya.

Iba a deciros cuán orgulloso estoy de haber estado bajo el mandato de Hanabi. De haber servido a la Espiral. Hemos recorrido un largo camino, todos nosotros.

«Algunos más largo que otros...»

Hay heridas que todavía están cicatrizando. Quizá algunas nunca terminen de hacerlo.

«Es fácil para ti decirlo, porque no son las tuyas...»

Y, aún así, nos hemos levantado. Una República, ¿os lo podéis creer? ¡Somos los pioneros de la democracia! ¡La Espiral vuelve a estar en la vanguardia de la civilización, encabezando los pasos por un mundo mejor! ¡Un mundo más justo!

Umi bajó la mirada al suelo y apretó los puños con fuerza. Tuvo que morderse la lengua.

«¡Una República! ¡Después de un Golpe de Estado! ¿¡Hanabi, hijo de puta, has repetido lo mismo que hiciste en Uzushiogakure, verdad!? ¿¡TE CREES EL BUENO DE LA PELÍCULA, VERDAD!? ¡¡Pero no eres más que otro imbécil con ínfulas como Uzumaki Zoku!! ¡¡Creer que tú encarnas a la justicia no te hace justo!! ¡¡Creer que eres el adalid de la rectitud no te hace recto!! ¡¡Sólo estás ahí porque fuiste más listo, nada más!! ¡¡Todos sois iguales!!»

«¡¡MIS PADRES MURIERON POR SEGUIR A UN CONQUISTADOR CON IDEALES DE GRANDEZA Y JUSTICIA COMO TÚ!! ¡¡Y AHORA MI HERMANA VA A MORIR POR ESTE CHARLATÁN SIN CEREBRO!! ¡¡SOIS UNOS HIJOS DE...!!»

¡Miradlos a ellos! ¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! ¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos… porque eso es lo que está en juego!

Umi dio una patada en el suelo. Fue solo un momento. Solo un momento, y las palabras de Uchiha Datsue casi le hicieron deslizarse entre la fina apertura entre la ira y el grito. Miró a Suzaku.

«Precisamente por eso... deberíamos irnos...»

No. Serían traidoras. Como sus padres. Y como a sus padres, los perros de Hanabi las perseguirían y las cazarían. Y los preciosos cerezos de Uzushiogakure volverían a teñirse del blanco al rosa con la sangre de tantos supuestos compatriotas que alguna vez fueron fieles. Hasta que dejaron de ser necesario.

Y Umi no aguantó más.

¡¡NO!! —La plaza era grande, los que habían allí muchos. Quizás los vítores de las zonas más alejadas al epicentro de aquél nuevo terremoto no llegasen a oírla. Quien sabe si aquél papanatas, o el titiritero Hanabi, llegarían a escucharla. Pero Umi se hizo oír, y a su alrededor se formó un murmullo de incredulidad. Luego de indignación—. ¡No seré un peón en el tablero, siendo manejada por la mano de quien dice ser un escudo pero en realidad va a estar con el culo apoyado en un asiento, dándo órdenes como si fuese la gran cosa!

En aquél punto, la incredulidad se había transformado en indignación. Umi miró a su alrededor y juzgó la situación, pero no se atrevió a mirar a los ojos de su hermana. No. No podía hacerlo...

»¡Te diré una cosa, Uchiha Datsue! —Umi señaló a la azotea—. ¡¡Un líder, un kage, un señor, un presidente!! ¡¡Llámalo como quieras!! ¡¡Sólo se protegen a sí mismos anteponiendo por delante a su gente!! ¡¡Enviándolos a morir!! ¡¡Yo no pienso dejar mangonearme!!

»IRÉ A TU PUTA GUERRA. COMO LA ESPADA Y EL ESCUDO DE MI FAMILIA. NO POR TI.

Alguien lanzó una piedra, que golpeó en el rostro de Umi y la arrojó al suelo. Se tapó la cara con una mano, sintiendo el cálido y húmedo tacto de la sangre. Y entendió entonces que acababa de cagarla. Que aquél sería su fin. Que los perros de Hanabi y Datsue la perseguirían y la encerrarían. Al fin y al cabo, la tendrían fichada, ¿verdad? La hija de dos traidores.

Formuló un sello.

«Lo siento, Suzaku. No pude superarlo. Ni siquiera por ti.»

Hubo un remolino de viento. Y las hojas de cerezo en flor se llevaron la figura de Uchiha Umi, que observaba segundos después escondida detrás de una chimenea, con los ojos empapados por las lágrimas y por la sangre.
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#8
Como todo el mundo, Yakiniku, y todas las personas del orfanato, habían sido convocadas para el nombramiento de un tal Uchiha Datsue como nuevo Uzukage. A Yakiniku todo aquello de la política le parecia un verdadero tostón y, ni le interesaba el nuevo Uzukage, ni le interesaba ir a un sitio con mucha gente. Principalmente, por que, cuanta mas gente fuera, menos sitio había para alguien como ella.

Y fue tal y como se lo imaginó. Terminó sola, sentada en su tabla de surf, en el tejado de un edificio. Con su "pequeño problemilla" no podia estar rodeada de gente. Y que no se le ocurriera bajar y acercase. Terminarían echándola, por que claro, aunque era algo que no podía controlar, la culpable era ella.

Desde allí, observó como las primera palabras del nuevo uzukage causaban conmoción en la gente. No se le ocurrió otra cosa que soltar que nosequien tormenta habia muerto luchando contra Kurama. La verdad es que desde allí no se escuchaba muy bien, pero a Yakiniku le daba igual. Solo queria largarse de allí e ir a la playa a subirse a unas olas.

¡Mis kunoichis! ¡Mis shinobis!

Aquello fue lo primero que Yakiniku escucho con claridad. Y no le gustó esa frase. "Mis". A Yakiniku el posesivo le habia recordado a cuando era mas pequeña y vivía con sus padres. A cuando solo la trataban como "algo" a lo que golpear para calmar sus frustraciones.

Yo no soy de nadie...

Por supuesto, Yakiniku no se callaba ni una sola cosa, pero por lo menos, allí, no había nadie para escucharla y reprocharselo.

. ¡Dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡Todos vosotros! ¡Los que confiáis en mí! ¡Los que pensáis que no estoy preparado! ¡Lo que pensáis que no me lo merezco! ¡Todos vosotros, dejad de poner vuestros ojos en mí! ¡No soy yo el que importa, sino la persona que tenéis a vuestro lado! ¡Miradlos a ellos! —Y Yakiniku miró a su alrededor. Nadie a quién a mirar. Nadie a su lado, por que nadie queria estarlo. —¡A vuestra familia! ¡Hermanos, padres, hijos! —Nunca había tenido una, y nunca la tendría. Los chicos del orfanato ni siquiera podian considerarse sus amigos, si no querian ni tenerla cerca. —¡A vuestros amigos! ¡Al amor de vuestra vida! ¡Miradlos a ellos…!

Lo único que habia despertado en ella aquel discurso, que para algunos estaba siendo épico, eran recuerdos amargos y verdades dolorosas que hacía tiempo que pensaba que podia ignorar. Si no se evoporasen nada mas salir de sus ojos, quizas en ese momento, Yakiniku tendria lágrimas recorriendo sus mejillas.

¡…porque eso es lo que está en juego!

Debería haber ido directamente a la playa, por lo visto, este discurso es solo para aquellos que tienen alguien a quien perder.

El discurso continuó, pero Yakiniku ya no estaba prestándole atención, solo quería que terminase para largarse de allí cuanto antes y solo cuando el nuevo uzakage alzó la voz más de lo normal, le dirigió la mirada de nuevo.

¿¡SERÉIS MI ESPADA!?

Yo paso.

Ni siquiera se esforzó en levantar la voz, en lo que si puso empeño, fue en levantar su trasero de la tabla para, de un salto, bajar del edificio y largarse de allí.

Me muero de ganas de pillar una buena ola.
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#9
La multitud se hizo una para corear al nuevo Uzukage. Uchiha Datsue había conseguido caramelárselos a todos con su conocido pico de oro, y su discurso había alzado los ánimos de nuevo en una potente explosión que se expandió rápidamente por todos los allí presentes. O, al menos, por casi todos:

¡¡NO!!

La voz de Uchiha Umi reverberó por toda la plaza, y Suzaku se volvió hacia ella, horrorizada. La gente empezó a murmurar, y esos murmullos pronto se envenenaron con la bilis de la indignación.

¡No seré un peón en el tablero, siendo manejada por la mano de quien dice ser un escudo pero en realidad va a estar con el culo apoyado en un asiento, dando órdenes como si fuese la gran cosa!

U... ¡Umi! —exclamó Suzaku, intentando llamar la atención de su hermana agarrándola por el brazo para traerla de vuelta a la realidad.

¡Te diré una cosa, Uchiha Datsue! —Continuó Umi, señalando directamente al nuevo Uzukage. Ignoraba las súplicas de Suzaku—. ¡¡Un líder, un kage, un señor, un presidente!! ¡¡Llámalo como quieras!! ¡¡Sólo se protegen a sí mismos anteponiendo por delante a su gente!! ¡¡Enviándolos a morir!! ¡¡Yo no pienso dejar mangonearme!! IRÉ A TU PUTA GUERRA. COMO LA ESPADA Y EL ESCUDO DE MI FAMILIA. NO POR TI.

¡¿Umi, qué estás...?!

Algo voló por los aires y golpeó a Umi directamente en la frente. La Uchiha cayó al suelo, sangrante, y Suzaku se inclinó sobre ella para comprobar su estado.

¡Umi! ¡Umi! ¿Estás bien? —Frente a sus ojos apareció entonces la piedra que había sido utilizada como proyectil. Gruñendo de rabia, Suzaku la cogió y la zarandeó en el aire—. ¡¿Quién ha sido?! ¡Da la cara, COBARDE!

Pero entonces, Umi desapareció con apenas un remolino de viento. Suzaku se volvió hacia todas partes, buscándola con la mirada. Asustada.

¿Umi? ¿Umi, dónde estás? ¡¡¡UMIIIIIII!!!

Estaba asustada, aunque intentaba ocultarlo. De repente se sintió como una hormiguita frente a una marabunta de gente. ¿Ahora la apedrearían a ella?
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#10
Si bien el día había comenzado con buenas noticias sobre su negocio por parte de Tres, el Senju no esperaba que el día fuese demasiado espectacular. Al menos no desde el punto de vista de un buen previsor. Todo buen estratega conoce que si te levantas de buenas, te acuestas de malas. Era obvio que en algún momento del día, su surte tendería a bajar, como sucedía en todo.

La noticia, una reunión obligatoria por parte de todo Uzushiogakure. Una reunión a la que debe acudir todo dios, nunca suele traer consigo buenas nuevas: Muerte, misión urgente de gran gravedad, amenazas globales, guerras...

¿Las posibilidades de encontrar un poco de todo en un mismo día? Pues seguramente en torno a una entre cientos de millones. Un buen apostador no habría hecho por mover las ganancias al rojo.

Para cuando Siete llegó al sitio, la muchedumbre ya cubría la gran mayoría de la zona. Hayato caminó sin demasiado ánimo por la periferia de los coros principales, hasta incluso encontrarse con algunas de sus malas junteras. El culebra, el Chato y la Koko entre otros, animaron al de orbes rojos a quedarse con ellos para atender a las palabras del Uzukage. Los malos hábitos son difíciles de evadir, y mucho más cuando tampoco quieres evitarlos. Ya sabían cómo era, y lo señalaban personas que ni conocía... ¿Para qué iba a molestarse por aparentar ser lo que tampoco era?.

«Bueno, veamos lo que nos tienen que decir...»

El dueño y señor de Uzu, comenzó llamando la atención de todos, y el silencio se hizo. Poco tiempo le faltó al hombre para señalar lo que ya era cada día más evidente, las amenazas de Kurama, Dragón rojo, y los Generales estaban cada vez más afianzadas. La guerra era una realidad muy próxima, y la manera en que él pretendía que todos estuviesen preparados era postularse como presidente. Siete arqueó una ceja, incrédulo.

«¿¡PERO QUÉ COÑO DICE ÉSTE!? ¡ESTÁ CHOCHEANDO QUE LO FLIPAS!»

Las palabras del Uzukage hicieron estallar la cabeza del genin. No podía concebir en su cabeza la idea de que la mejor manera de combatir un problema fuese dejando el puesto de kage, y dedicarse a la política en un despacho. Es más, dejaba el puesto a otro, que a saber quién iba a ser. El rubio dio pie al presentado, el futuro Rokudaime Uzukage.

La gente, en su gran mayoría, alabó o rechazó la silueta que poco a poco tomó color apareciendo desde la penumbra. Éste conocido shinobi de Uzu pasó de un plano secundario del escenario a uno primario, mas en su rostro la incertidumbre estaba más que plasmada. Uchiha Datsue, ése era su nombre.

«¿¡ÉL!?»

Posiblemente era de los shinobis más fuertes de Uzushiogakure, pero su experiencia como tal tampoco era tanta como para un puesto que requiere de eso mismo... años de experiencia. Era un prodigio, un Uchiha fuera de serie, el puto amo de los jutsus de sellado. Al menos eso había escuchado Hayato, pero... ¿Eso lo certificaba para un puesto como estratega principal de una villa?

Como si los pensamientos del Senju no estuviesen dando al máximo de esas tres o cuatro neuronas buscando razones a todo, las palabras del Uchiha no fueron de lo mejorcito. Al menos no las primeras, ni las segundas. Las terceras tampoco, la verdad.

«YUI HA MUERTO. Hostiaputajoder. Hostia-puta-joder.»

No, la verdad es que no solo había dejado sin palabras a Siete, el tipo había dejado sin palabras a todo Uzushiogakure. Fue quizás Hanabi el primero en hablar, dando la orden a Katsudon de "calmar" a la gente. Entre tanto, arrastró a Datsue hacia dentro del edificio.

La madre que me parió... —escupió sin pudor, incapaz de comprender la situación.

Datsue no tardó demasiado en salir de nuevo a la azotea, y puso una mano sobre Katsudon en lo que buscó con su mirada a la villa. Llamó la atención de todos, un par de veces de hecho. Y en ésta ocasión, el shinobi sí que pareció un líder. Un líder que parecía querer librar un combate a gran escala, una batalla... bueno, en realidad una guerra. Quería librar una guerra, y le puso muchas y bonitas palabras. Pero no era más que eso, una guerra. Ya sabían todos lo que se cernía sobre ellos, lo podían sentir, lo podían saborear. Pero nunca es de buen gusto, ni para el más diestro de los militantes.

El Rokudaime Uzukage quiso hacer un llamamiento a su milicia, pero incluso tras tan bonitas palabras, no todos coincidían con ese propósito. Una loca incluso se atrevió a gritarlo a los cuatro vientos, para luego irse iracunda. Quizás no era de las mejores ideas, declarar la guerra al nuevo Uzukage y darse a la fuga. Pero si que es cierto que otros muchos ahogaron esa negativa con positivas...

HASTA EL CULEBRA BRAMÓ QUE SERÍA SU ESPADA.

El Culebra, el tipo que hubo de hacer el examen de genin siete veces y repitió otras siete la instrucción.

Hayato se echó la mano al rostro. A él le importaba una mierda todo ésto. Si había de luchar, obviamente lucharía, pero no era su guerra. Su prioridad era mantener a salvo a su madre, y la guerra que tenía contra su padrastro. Hasta su negocio tenía prioridad ahí. Su cabeza no hacía más que maquinar qué o porqué debía actuar. Sinceramente, el día se había vuelto gris. Muy gris.
#11
Aunque los hubo que actuaron como lo hice yo, dando su apoyo incondicional a lo que pedía el nuevo Uzukage; otros tantos se mostraron reacios a los ideales que quería plasmar Uchiha dAtsue. Así lo hicieron saber, entre gritos y vítores. de hecho, aquel punto de reunión se había convertido en un auténtico hervidero de opiniones verbales, pero también físicas. El lugar estaba a punto de estallar y descontrolarse por completo si es que no lo había hecho ya.

¿Umi? ¿Umi, dónde estás? ¡¡¡UMIIIIIII!!!

Aquel chillido de desesperación mne alertó e hizo que toda aquella energía y aquella llama que ardía por dentro con el discuros del Uzukage me empujase a ayudar y buscar el foco de aquel llanto. Así que eso hice, tratando de moverme paso entre el gentío. No estaba lejos así que pronto localicé aquel corro de curiosos. Seguí empujando a la gente para abrirme paso. Lo que me encontré finalmente no fue plato de gusto y, sobre todo, fue una sorpresa muy inesperada.

— Suzaku... — musité.

Aquella era la chica que me encontré en mi viaje a la villa de las aguas termales. Sus cabellos rosados eran inconfundibles. Yacía asustada, buscando algo en las cercanías y no dude en acercarme, posando mi mano en su hombro.

— Suzaku-san, ¿te acuerdas de mí? Soy Natsu, nos vimos hace un tiempo en la villa de las aguas termales, ¿qué ha ocurrido aquí? ¿estás bien?

Lo que tuvo que haber sido un acto para unir al pueblo de Uzushiogakure, al final había logrado un efecto totalmente opuesto, circunstancia que me partía el alma.
#12
De repente, Uchiha Suzaku, y toda la gente que la rodeaban empezaron a sentir mucho calor. No el agradable calorcito de los vientos de primavera, no. Un calor intenso y desagradable, más incluso que el aveces insoportable calor del verano.

¡¿PERO QUE COJONES OS CREEIS QUE ESTÁIS HACIENDO?!

¡¿EH?!

¡PANDA DE SUBNORMALES DESGRACIADOS CHUPALOMBRICES!


El como Yakiniku había llegado hasta allí, importaba poco. El por qué: Desde donde estaba, habia escuchado follón cerca, y no le había importado mucho, pero cuando estaba haciendo por marcharse vio un grupo de gente con mala cara rodeando a una muchacha de pelo rosa que parecia buscar a alguien.

Y no había pasado nada aún. Y quizas no iba a pasar nunca. Pero el deporte favorito de Yakiniku era, despues del surf, meter las narices donde no le llamaban y buscar problemas. De hecho, probablemente nadie fuera a atacar a la chica, pero... A ella le daba igual.

¿Que vais a hacer?¿Pegarle entre todos y luegor ir a contarselo a vuestras mamas. —Yakiniku puso voz de estupida. —Mira que fuerte y valiente soy mama, he pegado a alguien junto a mis amigotes, me he ganado que me hagas mi cena favorita.

Quizas estaba exagerando. No. Seguro que estaba exagerando. Pero ella era así.
#13
Los vítores y los aplausos resonaron en su caja torácica como un instrumento de percusión. Tomó una bocanada de aire, y sus pulmones se llenaron de la emoción que se contagiaba entre el pueblo como el fuego en un incendio. Alzó los puños, y creyó rozar con ellos las nubes, a Shiona.

Por un momento, sintió la gloria.

Por un momento, inocente de él, pensó que aquello iba a ser fácil.

Bastó un poco de agua para que el fuego se contrajese y confundiese. Hubo una especie de murmullo, en un rincón, arrancado por los chillidos de una chica que le decía de todo. Solo fue capaz de captar cosas sueltas, pero rajó de él como si fuese su enemigo público número uno. Y eso que ni siquiera habían cruzado palabra en la vida, que él recordase.

«¡MÁTALA!»

«¿C-cómo?»

«¡Esa perra nos está cuestionando! ¡A nosotros! ¡HAY QUE DAR EJEMPLO!»

Datsue tragó saliva. Había acordado con Shukaku a hacer las cosas juntos, a decidir entre los dos. Y aunque creía que aquello era un calentón pasajero, con el Padre del Desierto nunca se estaba seguro. No del todo.

No obstante, no tuvo tiempo a discutirlo. La zona donde había estado la chica —porque ya no la veía— empezaba a convulsionar. Una niña gritaba por alguien —¿quizá por la chica de pelo azul?—, y otra cría con una tabla de surf parecía haberse vuelto completamente loca y gritaba de todo a la gente que había a su alrededor.

Momentos antes, había sentido opresión en el pecho: la angustia que le generaba ganarse a la gente. La seguía teniendo, claro, pero tras lo que podía decirse ya que era un fiasco, lo que verdaderamente estaba por encima de todo era el cabreo. Cuando llegó a la zona del tumulto, abriéndose paso entre la gente, tuvo que resistir las ganas de marcarse un Hanabi.

Negó con la cabeza, y el enfado fue ahogado por la pena.

¿Tan rápido vamos a pelearnos entre nosotros, ¡hmm!? —Aceptaría las críticas. Aceptaría que le llamasen un calientasillas cobarde. Pero hasta ahí. ¡Hasta ahí!—. ¡Sé que esta Villa está herida! Pero, o dejamos de tirarnos piedras y nos esforzamos más por curarla, entre todos, ¡o Kurama va a tenerlo muy fácil!

Empezaba a darse cuenta que había infravalorado a Hanabi en cuanto a su capacidad de mantener la villa unida. Y eso que ya lo tenía en un pedestal. Sus ojos se desviaron hacia abajo, hacia la niña de pelo rosa. Era tan solo una cría, pero ya contaba con la placa de la aldea. Tan joven, y ya iba a vivir una guerra.

No era justo.

No tengas miedo —le dijo, en voz más baja, intentando calmarla un poco—. Dije que iba a ser tu escudo, ¿recuerdas? También el de… ¿Umi? La única misión de un escudo es proteger, sin importar ser gustado o no por el que tiene tras él.

Esbozó una pequeña sonrisa, queriendo insuflarle algo de ánimo.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
#14
Suzaku miraba a un lado y a otro, buscando cualquier mínimo rastro del brillante pelo azul de su hermana o de la persona que se había atrevido a hacerle daño. Pero a su alrededor sólo veía un auténtico océano de cabezas. Era imposible reconocer a nadie en aquella multitud. Entonces sintió una mano posarse en su hombro. Sobresaltada, Suzaku se giró con los reflejos de la kuncoichi que era y alzó la piedra por encima de su cabeza en actitud absolutamente hostil. Pero se detuvo en seco al reconocer a la persona que había llamado su atención:

Suzaku-san, ¿te acuerdas de mí? Soy Natsu, nos vimos hace un tiempo en la villa de las aguas termales, ¿qué ha ocurrido aquí? ¿Estás bien?

Natsu... —murmuró la Uchiha, bajando el brazo lentamente. De golpe y porrazo, se sintió como si alguien hubiese abierto la puerta de un horno gigante cuando una súbita oleada de calor le cortó la respiración—. ¿No hace mucho calor de repente...?

Iba a añadir algo más cuando un alarido cortó sus palabras:

¡¿PERO QUE COJONES OS CREEIS QUE ESTÁIS HACIENDO?! ¡¿EH?! ¡PANDA DE SUBNORMALES DESGRACIADOS CHUPALOMBRICES!

Se trataba de una kunoichi. Jamás había intercambiado palabra alguna con ella, pero le sonaba haber visto su cara por la academia cuando aún era una estudiante. Era una chica alta, de complexión musculosa y atlética. Su piel bronceada contrastaba con sus cabellos rubios, recogidos coleta alta, y sus brillantes ojos esmeralda.

¿Que vais a hacer?¿Pegarle entre todos y luego ir a contárselo a vuestras mamás. Mira qué fuerte y valiente soy, mamá, he pegado a alguien junto a mis amigotes, me he ganado que me hagas mi cena favorita —añadió, modulando su voz a un tono más estúpido y fingido.

Suzaku parpadeó varias veces, genuinamente sorprendida y confundida. Ella sólo estaba buscando a su hermana, nadie había acudido a agredirla, por qué había entrado de aquella manera.

¿Tan rápido vamos a pelearnos entre nosotros, ¡hmm!? —la atronadora voz de Uchiha Datsue volvió a sobresaltarla—. ¡Sé que esta Villa está herida! Pero, o dejamos de tirarnos piedras y nos esforzamos más por curarla, entre todos, ¡o Kurama va a tenerlo muy fácil!

Suzaku se envaró, con las mejillas arreboladas y muerta de la vergüenza. Lo último que había querido era llamar la atención de aquella manera, ¡o estropear el acto de coronación del nuevo Uzukage! Como si le estuviese leyendo el pensamiento, Datsue concentró su atención en ella.

No tengas miedo —le dijo, con un tono más conciliador—. Dije que iba a ser tu escudo, ¿recuerdas? También el de… ¿Umi? La única misión de un escudo es proteger, sin importar ser gustado o no por el que tiene tras él.

Suzaku se sonrojó con más intensidad.

No... ¡No tengo miedo, Uzukage-sama! —bramó, volviendo a desenvainar su katana. Su filo silbó con la suavidad de un fuego tomando fuerza—. ¡Me hice kunoichi para proteger a mi hermana, y también al resto de la aldea! ¡Confío en usted y por eso no tengo miedo! Pero Umi... Por favor, no la tome en serio. S... seguro que no siente de verdad lo que ha dicho. E... ella... a veces puede ser un poco... difícil...
#15
Umi escuchó gritos, en la plaza. Pero estaba en shock. Había apoyado la espalda sobre la chimenea, y jadeaba mientras pensaba en las consecuencias. Porque las habría, sin duda.

Entonces escuchó una voz alzarse sobre las demás, en volumen, en tono y en efecto.

¿Tan rápido vamos a pelearnos entre nosotros, ¡hmm!? —se oyó a Uchiha Datsue desde la plaza—. ¡Sé que esta Villa está herida! Pero, o dejamos de tirarnos piedras y nos esforzamos más por curarla, entre todos, ¡o Kurama va a tenerlo muy fácil!

Umi tragó saliva y tembló de pies a cabeza. Tenía razón, aquél estúpido imbécil tenía razón, Kurama no se detendría hasta conquistarlo todo y a todos y Suzaku jamás renunciaría a la bandana de Uzushiogakure para marcharse. A menos que supiera la verdad, y aunque lo hiciese...

¿...de verdad le haría algo más que daño?

Umi respiró agitadamente y se tapó el corazón con las palmas de almas manos al sentir una punzada de dolor.

«Un ataque de ansiedad, ¿ahora? Por favor, no...»

«Suzaku, por favor... no te mueras...»

Umi se dejó caer en el tejado, hecha una bola, abrazándose fuerte a sí misma.



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