9/07/2018, 18:41
—Le ha hecho un Genjutsu —fue Daruu quien respondió por él, y Ayame chasqueó la lengua, irritada.
—¡Ya sabía que era un Genjutsu! —replicó, sacudiendo la cabeza.
¡Había sido él mismo quien le había revelado tiempo atrás la capacidad del Sharingan para inducir ilusiones en otra persona cuando le miraban a los ojos! Por eso sólo había que sumar dos y dos para darse cuenta de lo que había hecho Datsue. Lo que le extrañaba de verdad era la reacción de Daruu. Datsue acababa de agredir a uno de sus compañeros, ¡y él apenas se inmutaba! Ayame se removió en el sitio, como un gato que deseara saltar sobre su presa. Claro que, con el molesto jonin delante, no tenía demasiado margen de acción.
Un jonin que, por cierto, reposaba tranquilamente sobre su roca con un cigarro entre los labios.
«Parece que los Uchiha tienen algo en común: les encanta ahumar sus pulmones.» Pensó, con los ojos entrecerrados y la nariz arrugada en un gesto de profundo disgusto. Sus niveles de respeto hacia ambos shinobi de Uzushiogakure caían en picado.
—Datsue, estamos dispuestos a perdonar lo que hiciste —habló Daruu, y Ayame se volvió hacia él, incrédula.
—¿"Estamos"? —siseó, como una serpiente de cascabel a punto de atacar.
—Pero deberíamos hablar en profundidad y asumir responsabilidades. Y quizás si das tu brazo a torcer en esta venganza estúpida tuya podamos hablar de temas más importantes, ¿eh? Como lo que le ha pasado a Aiko, y lo que pudiéramos hacer para ayudarla... Al fin y al cabo es nuestra compañera.
—Ey, ¿qué estoy haciendo yo aquí? Las estoy asumiendo, Daruu. He venido aquí, a tu pequeña emboscada, y he perdido mi placa dorada. De jōnin al último eslabón en la cadena alimenticia. He pagado mi precio. He salido perdiendo más que nadie. Ni de coña me he quedado con ganas de más venganzas.
—Has venido a hablar con Daruu-kun, no con nosotros —le corrigió Ayame, cruzándose de brazos. Sin embargo, había habido algo en sus palabras que le había llamado la atención: había hablado de una placa dorada perdida. ¿Él, al igual que Hamaca, también había sido ascendido? ¿Y después había sido degradado? ¿Habría sido debido a todos sus trapicheos o a algún otro motivo?
Y entonces captó los susurros de ambos, unos susurros que no deseaban ser escuchados pero que no podían escapar a sus finos oídos:
—Claro que para hablar, tendría que ser sin el perrito faldero jōnin delante —decía Daruu—. Confío en que podamos gestionar esto de forma discreta.
—No le llames así —replicó Datsue, inusualmente serio—. Le pediré que se vaya, si haces lo mismo con los tuyos.
—No te vas a quedar sólo con ésta rata de carroña, Daruu. Ni de coña —intervino Kaido entonces.
Pero Ayame volvía a entrecerrar los ojos. Sin decir una palabra, se dio media vuelta y comenzó a alejarse.
—¡Ya sabía que era un Genjutsu! —replicó, sacudiendo la cabeza.
¡Había sido él mismo quien le había revelado tiempo atrás la capacidad del Sharingan para inducir ilusiones en otra persona cuando le miraban a los ojos! Por eso sólo había que sumar dos y dos para darse cuenta de lo que había hecho Datsue. Lo que le extrañaba de verdad era la reacción de Daruu. Datsue acababa de agredir a uno de sus compañeros, ¡y él apenas se inmutaba! Ayame se removió en el sitio, como un gato que deseara saltar sobre su presa. Claro que, con el molesto jonin delante, no tenía demasiado margen de acción.
Un jonin que, por cierto, reposaba tranquilamente sobre su roca con un cigarro entre los labios.
«Parece que los Uchiha tienen algo en común: les encanta ahumar sus pulmones.» Pensó, con los ojos entrecerrados y la nariz arrugada en un gesto de profundo disgusto. Sus niveles de respeto hacia ambos shinobi de Uzushiogakure caían en picado.
—Datsue, estamos dispuestos a perdonar lo que hiciste —habló Daruu, y Ayame se volvió hacia él, incrédula.
—¿"Estamos"? —siseó, como una serpiente de cascabel a punto de atacar.
—Pero deberíamos hablar en profundidad y asumir responsabilidades. Y quizás si das tu brazo a torcer en esta venganza estúpida tuya podamos hablar de temas más importantes, ¿eh? Como lo que le ha pasado a Aiko, y lo que pudiéramos hacer para ayudarla... Al fin y al cabo es nuestra compañera.
—Ey, ¿qué estoy haciendo yo aquí? Las estoy asumiendo, Daruu. He venido aquí, a tu pequeña emboscada, y he perdido mi placa dorada. De jōnin al último eslabón en la cadena alimenticia. He pagado mi precio. He salido perdiendo más que nadie. Ni de coña me he quedado con ganas de más venganzas.
—Has venido a hablar con Daruu-kun, no con nosotros —le corrigió Ayame, cruzándose de brazos. Sin embargo, había habido algo en sus palabras que le había llamado la atención: había hablado de una placa dorada perdida. ¿Él, al igual que Hamaca, también había sido ascendido? ¿Y después había sido degradado? ¿Habría sido debido a todos sus trapicheos o a algún otro motivo?
Y entonces captó los susurros de ambos, unos susurros que no deseaban ser escuchados pero que no podían escapar a sus finos oídos:
—Claro que para hablar, tendría que ser sin el perrito faldero jōnin delante —decía Daruu—. Confío en que podamos gestionar esto de forma discreta.
—No le llames así —replicó Datsue, inusualmente serio—. Le pediré que se vaya, si haces lo mismo con los tuyos.
—No te vas a quedar sólo con ésta rata de carroña, Daruu. Ni de coña —intervino Kaido entonces.
Pero Ayame volvía a entrecerrar los ojos. Sin decir una palabra, se dio media vuelta y comenzó a alejarse.