Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Aunque sus asuntos apremiaban, Datsue, Kaido y Daruu buscaron un sitio realmente apartado. Sin shinobi, sin samuráis del Jūchin haciendo preguntas. Se alejaron hasta las cordilleras y subieron por la ladera cercana a Hokutōmori. Surcaron sinuosas sendas hasta un lugar amplio. Un círculo de tierra de diez metros de diámetro adornado con varios grupos de cañas de bambú cercenadas por la mitad: un remoto lugar de entreno para un espadachín.
No mediaron más palabra de la necesaria para encontrar el camino. Era demasiado incómodo. Habían pasado muchas cosas. Habían visto demasiado.
Hasta entonces, sólo habían jugado a ser ninjas. Todos se habían ocupado de asuntos importantes y traumáticos, pero si había una experiencia que les hubiera acercado a presenciar una batalla campal de guerra, había sido aquella.
—No tengo ni idea de Fūinjutsu —reconoció Daruu—. ¿Va a llevarnos mucho tiempo?
—Con suerte, cinco minutos. Sin suerte… —Sin suerte, unas buenas horas. O quizá ni eso. Quizá ni era capaz de romperlo—. Depende mucho del sello.
Miró de reojo a Kaido. ¿Cuánto hacía que no le veía? Ellos dos habían compartido grandes momentos. Oh, qué aventura había sido la suya, allá en Isla Monotonía. No podía decirse que habían acabado siendo amigos, porque cada uno era muy suyo, y más en aquella época, donde Datsue era un fanfarrón al que solo le importaba ganarse unos billetes y Kaido era… Bueno, muy Kaido. Pero sí que se habían ganado el respeto mutuo, hasta que Datsue pidió cierto favor al Umikiba que este no le dio. Aun así, se alegraba verle de vuelta. Por muy diversas razones.
—Háblame del sello, Kaido. Todo lo que sepas de él.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Kaido se mantuvo un buen tiempo en silencio, tratando de recordar en buena fe lo que creía saber de esa cosa que llevaba en el brazo. Pero lo cierto es que nunca fue capaz de contemplar aquél tatuaje como algo más que un salvaguarda para la integridad de Dragón Rojo y de la información que sus miembros manejaban, además de mantener una fuerte conexión entre todos los Ryūto para hacer prevalecer el sistema de sucesión de líderes y que así siempre haya un reemplazo, siendo la condición, que el nuevo candidato sea el asesino del anterior Dragón.
—El sello tiene muchísimas funciones, y eso que probablemente desconozco otras tantas. Al principio sólo conoces lo más evidente: además de servir como una marca que distingue a los ocho líderes de la organización también funciona como una especie de cortafuegos. Cuando uno de los Ryūto muere, el tatuaje incinera el cuerpo. Más que nada para evitar fugas de información y que alguien fuera capaz de desentrañar el funcionamiento del fūinjutsu post mortem. Además, el fuego no sólo carboniza el cadáver, sino que crea una especie de conexión sensitiva entre todos los poseedores de la Marca, con lo cual nosotros podemos ver los últimos segundos de vida de ese Ryūto. Es muy extraño. Es como si las llamas te llevasen a su cuerpo. Sientes lo que él siente. Ves lo que él ve —Kaido explicaba como mejor podía, pero en su cabeza era una enredadera de información que trataba con todas sus fuerzas de organizar de forma que ellos pudieran entenderlo. Movía los brazos, mientras contaba todo aquello—. esto tiene una función específica, claro; y es la de determinar quién ha sido el asesino de ese Dragón, y por tanto, el nuevo sucesor —un sistema muy curioso, desde luego, pero aparentemente funcional, pues Dragón Rojo llevaba años funcionando de esa forma, desde las épocas de la Anciana—. Sekiryū funciona así. El que mata a un Dragón, se convierte inmediatamente en el candidato a ocupar su lugar. Así fue que gané yo mi puesto, eliminando a uno de sus miembros en una misión previa a mi infiltración. Su nombre era Katame.
Daruu, por otra, mientras Kaido recitaba las particularidades de aquél curioso sello, se desvió un momento hacia uno de los puestos de bambú. Liberó medio filo de la Mukei derecha y cortó con delicadeza un rectángulo de bambú. Se mordió el dedo y dibujó una de sus marcas. Sopló un poco para secar la sangre.
Se acercó a Kaido con el bambú en la mano.
—Te has olvidado la parte en la que te come el puto cerebro —dijo, sonriendo—. Toma, Kaido. Quiero que conserves esto hasta el final del proceso. No puedo decirte para qué sirve, pero si confías en mí, lo guardarás. —Le tendió la plaquita de bambú al Tiburón. Si ese sello hacía tantas cosas, nadie les aseguraba que todo estuviese ganado. Incluso si Datsue era capaz de romperlo (y por lo que contaba Kaido, era un sello bastante complejo), si el sello estaba conectado a los demás Ryūto, como él les llamaba, tal vez podrían también teleportar a Kaido con ellos y volverle a esclavizar.
«De invocaciones inversas y técnicas espacio-tiempo sí que sé bastante. También que no soy el único que las utiliza. Y uno de ellos está con Sekiryū.»
Mientras Daruu hablaba con Kaido y le llevaba un trozo de bambú, Datsue se quedó con una mano en el mentón y la mirada perdida en el suelo. Un sello maldito que incineraba a su usuario si este moría, y que además creaba una especie de conexión mental con el resto de Ryūtos cuando esto sucedía. Lo primero no le parecía muy complejo, pero lo segundo…
«¿Cómo coño lo consiguen?»
«¡JA! Un sello interesante, eso se lo concedo.»
«¿Alguna teoría de cómo funciona?»
«¿Una sola? ¡JIAJIAJIA! Tengo decenas, Hijo. Pero siendo ellos meros humanos, será la más sencilla. Me apuesto una cola a que todos los sellos están conectados por un enlace microscópico de chakra, y de ahí que puedan sentir y ver entre ellos.»
«Hmm… ¿Cómo un Kage Bunshin?» Vale, eso era algo con lo que empezar.
«Exactamente. Pero pregúntale por cómo fue el sellado, podría ser otra cosa más... divertida.»
—La parte en la que te come el puto cerebro —dijo, tomando prestada la expresión de Daruu—. Háblame de eso y de cómo fue el sellado.
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Kaido tomó la placa de bambú, un tanto confuso. Quizás en otra ocasión hubiese podido entender de qué se trataba, pero ahora mismo tenía la mente demasiado ocupada en otros menesteres. Cabeceó, aceptando la pieza, y la introdujo en su portaobjetos.
—La parte en la que me come el cerebro, sí —pero Kaido no sonrió. Todavía le perturbaba la idea de haber caído en ese juego. De no haber tenido los huevos para enfrentar sugestiones ajenas—. Ese es el aspecto más complejo de la Marca. Aún desconozco los detalles; entiendan que ni Yui ni yo sabíamos que el sello también suprimía tu voluntad al tal punto de que fueses capaz de traicionar a los tuyos. De todas formas, para poder completar mi infiltración sin que sospechasen que era un agente doble, debía pasar por el proceso. Le llaman el Bautizo del Dragón.
»Lo primero que se me viene a la mente es que requiere de muchísimo chakra. Otohime, la experta en Fūinjutsu del grupo, siempre debía robarle las reservas a alguien más pues el suyo no era suficiente. También que la técnica tenía no menos de quince sellos manuales. Quince putos sellos —y cuidado si no eran más—. el ritual se dividió en dos partes: lo primero fue la preparación —empezó a ver el suelo, y trazó líneas imaginarias con los brazos. Trataba de ser lo más específico posible a medida de que rememoraba ese momento. Los últimos instantes antes de perderse a sí mismo—. Otohime dibujó patrones y fórmulas extrañas en la roca y en mi cuerpo. Símbolos que no había visto en mi vida, vaya, y ni me preguntes por ellos porque no podría explicarlo aún si quisiera. Lo que sí distinguí bien fue que que el símbolo del suelo era un dragón de ocho cabezas. En fin, que cuando acabó de hacer los sellos, todos estos patrones fueron absorbidos por la mancha que tenía yo en el brazo, y en cuanto absorbió todas las escrituras, ya tenía el Dragón tatuado en el brazo. Allí no pasó nada en especial. No sentí una mierda. Lo curioso de todo, vino luego. La segunda etapa del Bautizo era que te echaras a dormir una puta siesta.
Kaido se sentó en el suelo y cruzó las piernas. Su mirada: perdida en la nada, aunque mentalmente, viajaba al instante en el que despertó.
—Acabé despertando una semana después. Una jodida semana echado en cama —y si eso les parecía demasiado—. de todas formas, el tiempo no es una constante para todos. Varía según la persona que esté atravesando el Bautizo. Intuyo que depende mucho de qué tanto te resistas, no lo sé, apenas recuerdo pequeños retazos de esos sueños que se repetían una y otra vez, en bucle. Pero Ryūnosuke, por ejemplo, estuvo un mes dormido. Otro duró apenas unas cuántas horas. Ya me dirás tú si eso te dice algo, Datsue, porque a mí desde luego que no —tomó un respingo de aire y continuó—. en fin, el resto es historia. Nunca fui consciente de lo que pasó. No fue sino hasta el primer quiebre, cuando Ayame me llevó hasta Amegakure, que recordé algo. Pero para mí nada sucedió. Fue como si el Bautizo me hubiese abierto los ojos a una verdad relativa. A una mentira totalmente creíble, y a la que abracé como si fuera mía. Llegué a creer fervientemente que Yui me iba a traicionar. Que no era más que una herramienta para ella. La odié por eso. O el sello me hizo odiarla, supongo. Por eso no volví. Por eso corté comunicación. Por eso participe en toda esta mierda, porque para mí lo importante era el bienestar de Dragón Rojo. Al principio este arraigo era más fuerte. Pero a medida de que cometía más y más atrocidades, creo que me hacía más consciente de todo. Pero el sello es un hijo de puta y no te deja ir por esos derroteros. Cada vez que me preguntaba el porqué, el Dragón siempre tenía una respuesta satisfactoria para justificar tus actos atroces. Siempre.
Y Kaido siguió relatando el proceso del Bautizo del Dragón. Daruu escuchó atentamente, y procuró grabar cada detalle de aquella conversación en su cabeza. Seguramente alguien interrogaría a Kaido a la vuelta a Amegakure. Como mínimo, le requerirían un informe. Pero si el proceso salía mal, ellos eran los únicos testigos de cómo funcionaba la organización de Dragón Rojo fuera de la propia organización.
«Pero no lo entiendo... ¿todo ese complejo sistema de sucesión, para qué...? ¿Quién fundaría Dragón Rojo, y con qué propósito? ¿Desde el principio siempre fue atacar a los Daimyō? ¿Y entonces, por qué todo el tinglado de la droga?»
Algunos pasaban por la segunda parte del Bautizo en unas horas. Otros, una semana. Un mes. Kaido no intuía por qué, pero Daruu sí.
—Lo que tarde en quebrar tu voluntad —aventuró.
Kaido terminó la explicación. En resumen: era un sello que te sugestionar continuamente. Como una técnica ilusoria.
»¿Y si una parte del sello es un potente Genjutsu que te va comiendo el tarro? Una especie de sugestión por hipnosis. Lenta, pero constante. Que te hace dudar de tu vida anterior.
«¡Pff! ¡Qué decepción! ¿¡Y se creen la gran cosa!? ¡JIAJIAJIA! Por un momento pensé que todos los dragones participaron en el sellado. Esa hubiese sido la forma divertida. Imagínate que cada uno hubiese sellado parte de su esencia en Kaido. Imagínate las posibilidades».
«Sí… Ehmm… Casi que prefiero no saberlas… ahora mismo».
Mejor centrarse en lo que tenían entre manos. Datsue, como Daruu, también opinaba que la variación del tiempo dependía de lo que tardase en quebrarse la voluntad. Luego, asintió ante el Arashikage —joder, qué raro se le hacía llamarle así— por su nueva deducción.
—Tiene toda la pinta, teniendo en cuenta que cada vez que Kaido se salía del camino pronto era redirigido. Quizá ese primer sueño largo era necesario para joderte la cabeza, y luego cada vez que te echabas a dormir solo necesitaba unos pequeños ajustes para mantenerte controlado.
«Qué puta locura».
—¿Y dices que Ryūnosuke tardó un jodido mes? ¿Ese quién es, el bichardo que saltó el último?
Sabía que el Uchiha con el ojo ciego no era porque… Bueno, le conocía. Uchiha Zaide le había secuestrado —a él y a Koko— hacía mucho tiempo. De hecho, recordaba que por aquel entonces huía de una organización llamada Dragón Rojo. Cómo había acabado trabajando para ellos era algo que desconocía, pero esperaba que Kaido pudiese aclararlo.
De todas formas, en aquellos momentos eso era lo que menos le preocupaba.
—¿Estás sugiriendo entonces que ese tío podría ser como tú? ¿Podría estar trabajando para ellos sin siquiera quererlo? Pero, ¿quién es el puto líder? Y… ¿Y cuánto tardó Akame en ese puto sueño? Déjame adivinar: no llegó ni a siesta.
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—Lo que tarde en quebrar tu voluntad —sugirió Daruu, pero Kaido estaba convencido de que era más complejo que simplemente eso.
De la posibilidad de que se tratase de un genjutsu continuado, ya no podía opinar. Lo bueno es que ambos parecían estar pillando los matices más importantes de todo el proceso, con lo cual, podrían entender mejor la técnica. Claro que la mera posibilidad de que algo funcionara de esa manera le comía la cabeza. Ya decían muchos que el Fūinjutsu era la rama de los demonios, por las cosas que se pueden hacer con ello.
—¿Y dices que Ryūnosuke tardó un jodido mes? ¿Ese quién es, el bichardo que saltó el último?
—Sí, el que está mamadísimo —se atrevió a bromear—. Ryūnosuke, el Heraldo del Dragón.
—¿Estás sugiriendo entonces que ese tío podría ser como tú? ¿Podría estar trabajando para ellos sin siquiera quererlo? Pero, ¿quién es el puto líder? Y… ¿Y cuánto tardó Akame en ese puto sueño? Déjame adivinar: no llegó ni a siesta.
—¿Cómo yo? —sonrió—. para nada. Ryū es un caso muy particular, si te soy sincero. Dudo fervientemente que él haya perdido esa batalla durante el Bautizo. Por el contrario, intuyo que él y el sello llegaron a un acuerdo de mutuo beneficio. Se estrecharon las manos. Declararon una tregua, todo en pro de Sekiryū. Creo que esa es la razón por la que Ryūnosuke es la figura más representativa de este puto grupo. Es su máximo representante pero no un líder per se. Porque que en Dragón Rojo no hay un sólo cabecilla, y las decisiones se toman en consenso. Por tanto, todas las acciones de la organización se someten a votación entre los ocho ryūto y se toma el rumbo que elige la gran mayoría —que por lo general suele tirar hacia el lado de lo que opine Ryū, y ahí es donde reside su importancia en la organización—. Claro que ha habido ocasiones en las que la votación resulte en un empate —como en la última reunión que tuvieron, para decidir el futuro de Sekiryū y de sus tratos con Umigarasu—. momento en el que entra en juego una costumbre ancestral del grupo, donde los más fuertes de cada corriente de pensamiento se enfrentan en un combate que se conoce como Kaji Saiban. Así es como Zaide perdió su ojo, y Ryū uno de sus pulmones. Sé que querrán escuchar más acerca de esto, pero será mejor que sea en otra ocasión —y él se moría por contarles lo que vio en ese magnífico combate—. la cuestión es que si hay alguien plenamente consciente de lo que hace y de por qué lo hace, es el Heraldo. Vamos, que mató a su familia porque les consideraba una puta debilidad. Un impedimento. Un jodido obstáculo —y aún así, no le consideraba un mal hombre. Kaido no lo conocía tanto como la Anciana, pero podía decir que entendía su historia. Y así es la vida, no todos podemos siempre hacer y pensar igual. Que lo que hagas te convierta en alguien bueno o malo es enteramente subjetivo a cómo se mueven los engranajes de un mundo tan caótico como ōnindo—. respecto a Akame, creo que duró dos días. Lo esperado, claro, que no hay quien se la cuele con esa mente aguda que tiene el hijo de puta.
A Daruu, sin embargo, no le apetecía escuchar más sobre esa historia con la que Kaido hablaba con tanto entusiasmo. Se cruzó de brazos, torció la cabeza y miró a Kaido entrecerrando los ojos.
—Hablas de ellos como si los admirarlas —supo ver el Hyūga. Y no le gustaba un pelo—. ¿Sugieres que Akame no está siendo afectado por el sello, o me lo parece a mí?
«Osea, que es la rata que siempre supe que fue y que le habría hecho un favor a Hanabi y al mundo entero matándolo.»
Daruu no fue el único que lo notó. Los ojos del Uchiha también lo vieron. Casi pareciese que Kaido le idolatrase. La fe que le tenía llegaba a tal punto que daba por hecho que Ryūnosuke y el sello habían llegado a un acuerdo. Pero no dijo nada. No le correspondía a él.
—Dos días, ¿hmm? —No había mucho que convencer, supuso. Aunque, por la forma en que lo dijo, parecía que daba por hecho que en realidad no le afectaba. Daruu pensó lo mismo, y formuló la pregunta.
Datsue se quedó callado aguardando la respuesta.
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27/07/2020, 02:30 (Última modificación: 27/07/2020, 02:34 por Umikiba Kaido. Editado 2 veces en total.)
Kaido alzó los hombros, con la mirada perdida. Absorto en sus pensamientos. En los suyos y en los de su otro yo. Vivencias. Miles de ellas, que convergían al mismo tiempo. Un remolino de experiencias y sensaciones que no se adecuaban las unas a las otras. Fueron dos años. Dos largos años viviendo en absoluta oscuridad. Era totalmente normal que se sintiera desorientado al ver un poco de esa luz que tanto anhelaba.
—¿Quizás lo hice en algún momento? —dijo, con el corazón en la mano—. la verdad es que no lo sé. Llevo mucho tiempo sin tener el control de lo que siento, Daruu. Ahora mismo no soy más que un manojo de conflictos internos devorándose entre sí. No espero que lo entiendas del todo, sólo estaba tratando de ser sincero, nada más —pero no era una excusa. Nadie más que él tenía la culpa. No iba a ser ni la primera ni la última vez que dudaran de él. Era algo con lo que tendría que aprender a vivir—. asegurarte que el sello no le controla sería conjeturar, pero siempre tuve la sensación que Akame aceptó mi propuesta porque no tenía otro lugar adonde ir. Y que seguirá allí en su nicho hasta que lo considere oportuno. Lo mío era una falsa lealtad.
Daruu chasqueó la lengua y apoyó la mano en el hombro de Kaido.
—Tienes razón, viejo amigo —le dijo—. Ni siquiera sabemos si ese sello sigue intentando manipularte. Pero te ayudaremos. Te ayudaremos, y pronto podrás volver a casa. Oh, Kaido, tenemos tantas cosas que hablar...
Kokuō. Las Náyades. El General al que dieron muerte. El accidente de Mogura. A Kaido le habían robado una vida, unos amigos, una família.
Debían recuperarla.
»Datsue, si necesitas que ayude con algo, me tienes a tu plena disposición. Estaré pendiente. —El Hyūga se apartó y se apoyó en la pared de la ladera, con la espalda ligeramente inclinada, los brazos cruzados y un pie por encima del otro. Se quitó el sombrero de Kage (que de pronto se le hacía incomodísimo) y lo dejó apoyado en una de las cañas de bambú.
Joder, había tantas preguntas que todavía quería hacerle. Tantas cosas que quería saber. ¿Cómo Akame había logrado volver a la vida, por ejemplo? ¿A qué coño venía todo aquel ataque? ¿Qué planeaban hacer ahora? ¿Qué poderes tenía el resto de integrantes? Necesitaban una tarde entera para ponerse al día, y eso era un tiempo que en aquellos momentos no disponían.
Asintió ante Daruu y luego pidió a Kaido que se desvistiese de cintura para arriba.
—Oye… ¿Y dónde están en estos momentos? Akame y el resto. ¿Dónde se encuentran? ¿Hacia dónde van? —quiso saber. Si el contrasellado iba por mal camino…
… necesitaba saberlo. O no volvería a tener la oportunidad de preguntárselo.
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27/07/2020, 22:26 (Última modificación: 27/07/2020, 22:36 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
Tantas cosas de las que hablar, sí. Muchísimas, en realidad. Pero por suerte aún tenían toda una vida por delante para ponerse al día acerca de todo. Y es que, a veces era muy fácil olvidar que estos chicos no pasaban los diecisiete años. Que vivieran a todo ritmo no quitaba el hecho de que aún eran adolescentes.
Kaido señaló a algún punto blanquecino de la cordillera que envolvía el Valle.
—Nos asentamos en una cueva en lo alto de la cordillera. Luego del ataque nos reuniríamos en un piso franco que tiene Sekiryū en los Templos Abandonados de la Hierba, y una vez allí se discutiría hacia dónde tirar luego, porque al País del Agua no podían volver —oh, de eso también tenían que hablar largo y tendido. De todo lo que sucedió con Umigarasu—. habían varios destinos en mente, pero no sé cuál rumbo tomarán. Tanto el País del Rayo como el de la Tierra estaban sobre la mesa.