1/10/2020, 19:34
—La última vez quería hacer con el Bijuu unas cuantas recetas de pulpo, no te extrañe que algun dia lo veas aparecer por el puerto con un tenedor y un cuchillo gigante dispuesto a hacer Takoyaki.
Hanabi rió, de verdad. Y abrazó a Reiji por detrás de los hombros, atrayéndolo hacia él. Estaba feliz, nervioso pero feliz. Su mandato en la aldea había sido un terremoto de emociones, pero la desconfianza inicial se había convertido en el cariño de la gente. Lo notaba, día tras día, cómo confiaban en él. Cómo las sonrisas iban y venían.
Por eso lucharía por esas sonrisas. Y cambiaría la Espiral.
Datsue le sacó del ensimismamiento.
—Joder, mira que me gusta el pulpo, pero… —dijo, sin poder evitar reírse al imaginárselo—. Oye, Eri, ¡tienes que quedar un día de estos! ¿Mañana a la noche? Reiji, Yuuna, pasaos por mi casa si queréis también, joder. Que os hago una cena de puta madre y nos ponemos al día. —Se dio cuenta que estaba dejando a alguien de lado—. Si quiere también puede pasarse, Hanabi —añadió, pese a intuir la respuesta.
—¿Eh? Ah, sí, me vendría genial, tengo algunas lagunas y ni si quiera sé qué pasó tras la final... Es como si mi cabeza fuese un puzle y le faltaran piezas por todos lados —admitió Eri, rascándose la nuca.
Hanabi agachó la cabeza un momento... y luego abrazó a Datsue y a Eri también por los hombros, fundiéndose en un abrazo con todos ellos.
—¡Dale, dale! ¡Mañana a la noche estaré con vosotros! —dijo Hanabi, para sorpresa de todos y cada uno de ellos—. Dime lo que tengo que comprar y me lo llevo. ¿O quizás las bebidas?
«Además, tengo algo importante que pediros, chicos... Algo importante.»
—¡Datsue! —Shukaku se había quedado mirando el remolino de agua que había formado Gyūki al sumergirse. Sus ojos se posaron en el Uchiha con una mirada extraña—. Tenemos un fūinjutsu que perfeccionar. Basta de hacer el vago.
Oh, sí… Aquel fūinjutsu. Datsue miró a Hanabi.
—Bueno, pues si no hay noticias de que ningún bijū más vaya a presentarse de improvisto en el puerto…
Hanabi fijó la vista en Shukaku. Luego en Datsue. Asintió.
—Nos vemos mañana. —Volvió a dirigirse al Ichibi—. Shukaku. Tú también eres un shinobi de esta villa... compañero. —Le daba miedo, pero había demostrado tener buenas intenciones... o no tener malas contra ellos, en todo caso. Le debía ese reconocimiento, al menos.
Hanabi rió, de verdad. Y abrazó a Reiji por detrás de los hombros, atrayéndolo hacia él. Estaba feliz, nervioso pero feliz. Su mandato en la aldea había sido un terremoto de emociones, pero la desconfianza inicial se había convertido en el cariño de la gente. Lo notaba, día tras día, cómo confiaban en él. Cómo las sonrisas iban y venían.
Por eso lucharía por esas sonrisas. Y cambiaría la Espiral.
Datsue le sacó del ensimismamiento.
—Joder, mira que me gusta el pulpo, pero… —dijo, sin poder evitar reírse al imaginárselo—. Oye, Eri, ¡tienes que quedar un día de estos! ¿Mañana a la noche? Reiji, Yuuna, pasaos por mi casa si queréis también, joder. Que os hago una cena de puta madre y nos ponemos al día. —Se dio cuenta que estaba dejando a alguien de lado—. Si quiere también puede pasarse, Hanabi —añadió, pese a intuir la respuesta.
—¿Eh? Ah, sí, me vendría genial, tengo algunas lagunas y ni si quiera sé qué pasó tras la final... Es como si mi cabeza fuese un puzle y le faltaran piezas por todos lados —admitió Eri, rascándose la nuca.
Hanabi agachó la cabeza un momento... y luego abrazó a Datsue y a Eri también por los hombros, fundiéndose en un abrazo con todos ellos.
—¡Dale, dale! ¡Mañana a la noche estaré con vosotros! —dijo Hanabi, para sorpresa de todos y cada uno de ellos—. Dime lo que tengo que comprar y me lo llevo. ¿O quizás las bebidas?
«Además, tengo algo importante que pediros, chicos... Algo importante.»
—¡Datsue! —Shukaku se había quedado mirando el remolino de agua que había formado Gyūki al sumergirse. Sus ojos se posaron en el Uchiha con una mirada extraña—. Tenemos un fūinjutsu que perfeccionar. Basta de hacer el vago.
Oh, sí… Aquel fūinjutsu. Datsue miró a Hanabi.
—Bueno, pues si no hay noticias de que ningún bijū más vaya a presentarse de improvisto en el puerto…
Hanabi fijó la vista en Shukaku. Luego en Datsue. Asintió.
—Nos vemos mañana. —Volvió a dirigirse al Ichibi—. Shukaku. Tú también eres un shinobi de esta villa... compañero. —Le daba miedo, pero había demostrado tener buenas intenciones... o no tener malas contra ellos, en todo caso. Le debía ese reconocimiento, al menos.