Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daigo al habla. No tengo huecos, así que pillo la mitad de exp porque diosito bajó a obligarme a participar aquí.
Apoyando la barbilla sobre sus manos entrelazadas, Hōzuki Shanise se encontraba sentada en su despacho, revisando un mapa que estaba abierto no sobre su escritorio, sino sobre una gran mesa circular que había mandado a poner para la ocasión. En el mapa habían varias notas pegadas detallando información diversa, especialmente en la zona Norte del País de la Tormenta.
Aunque la reunión estaba programada para dentro de un cuarto de hora, la Arashikage llevaba allí alrededor de una hora junto a Amedama Daruu, uno de los ninja en los que más confiaba. Durante ese tiempo, le informó sobre la situación actual de la guerra que se avecinaba y sobre los temas que tratarían durante la reunión. Ahora, y durante los últimos 30 minutos, Shanise se ha dedicado a planear con la ayuda de Daruu los que propondría como sus primeros movimientos para la guerra.
Tomó una pequeña figura de plomo con la forma de una tienda de acampar y la colocó en el mapa, justo en los Campos y Montañas de la Tormenta.
— ...Y deberíamos construirlos aquí para poder atacar y defendernos más velozmente.
Lejos de la debilidad y la fragilidad que había mostrado la última vez que se vieron en su despacho, ahora el Jōnin se encontraba sentado con una Shanise completamente centrada en lo que estaba por venir. Y es que fue ella quien había llamado a la guerra a las hijas y los hijos de puta más fuertes, temibles y orgullosos de Oonindo, pero no iba a permitir que hubiese otro Rōga, ni otro Mogura, ni otra Yui. No iba a llorar la muerte de nadie más.
Por eso esta parte, la que se hace en una reunión alrededor de una mesa con un mapa era tan extremadamente importante, y esa era exactamente su especialidad.
Aquella mañana, mientras se vestía, se había preguntado qué había sucedido para que alguien como él, que no pensaba en hacer misiones ninja nada más que como en un trabajo bien pagado, fuese a acabar sentado con los hombres y mujeres más poderosos de Ōnindo. Había sido una sucesión de acontecimientos interesante cuanto menos, y el Hyūga sostenía una extravagante teoría.
Verán, todo comenzó con una cebolla.
Sí, una cebolla. Aunque entrar en los detalles de por qué esto fue así sería digno de una epopeya.
Sea como fuere, ahora él también era un hombre importante, y aunque todavía era un muchacho, se encontraba observando un mapa muy atento, rascándose la barbilla e intentando dar su punto de vista creyendo en todo momento que no tenía ni la más remota idea de lo que estaba haciendo. A Shanise, la Arashikage, no parecía importarle y tenía en cuenta todas y cada una de sus intervenciones, pese a que no se adhería ni a la mitad de ellas. A Daruu no le importaba. Es más, estaba aprendiendo bastante.
Era admirable verla así, en su especialidad, y no deprimida tras la muerte de Yui. En cierta forma, ella, como la Tormenta, también les había contagiado a todos su espíritu analítico. Y todos estaban más centrados en cómo narices se enfrentarían a aquél formidable enemigo en lugar de en llorar y lamentarse.
Pero en el fondo, en sus corazones ardía una pasión y una ira incontrolable. Porque así eran los Hijos de la Tormenta.
—El enemigo también podrá detectarnos más velozmente —objetaba Daruu—, y si avanza por el sudoeste desde la Ciudad Fantasma, podría acabar con nosotros antes de que terminemos de construirlos. —Daruu señaló a los extraños edificios de hormigón y vidrio, tumbados, quebrados por la mitad, que casi hacían de frontera con el País de la Tierra—. La Ciudad, precisamente, me parece un buen enclave que dominar. Muchos recovecos donde luchar una guerra de guerrillas. Nuestros shinobis y kunoichis la habrán visitado más que ellos, y probablemente conozcan muchas calles y lugares subterráneos desde donde contraatacar si tratan de arrebatárnosla. Deberíamos darle prioridad.
31/01/2022, 20:24 (Última modificación: 31/01/2022, 21:49 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
No tengo hueco, así que cobraré la mitad de exp
—Recuérdame para la próxima que vayamos por las escaleras —dijo Datsue, con los nudillos en blanco por la fuerza a la que se agarraba al pasamanos del ascensor. Al principio, cuando el recepcionista de la entrada le había explicado su funcionamiento, le había hecho gracia. Otro invento más de Amegakure para ahorrarse un esfuerzo físico. Ahora, sin embargo, mientras la batería hidroeléctrica hacía un ruido estruendoso y todo a su alrededor temblaba, comprendía la realidad.
Aquello era una trampa mortal.
Subían pisos y pisos de altura sostenidos por un cable —esperaba que más resistente del que se había colgado Ayame, años atrás—, y aquella jodida caja metálica se sacudía como si se fuese a caer en cualquier momento. Cuando al fin las puertas se abrieron, salió de un salto y se apoyó en un ventanal: no es que apoyar todo su peso en un cristal a cientos de metros de altura le hiciese mucha más gracia, pero al menos el suelo era sólido, macizo.
—Recuerdas lo que te comenté, ¿verdad, Hayato?
Era más por llenar el vacío que por estar preocupado de tener que recordárselo. Después de todo, se lo había contado anoche mismo, cuando llegaron a Amegakure, mientras estaban hospedados en un hotel:
—En la reunión habrá una persona que una vez intentó matarme —le había dicho, exagerando quizá un poco—, y otra que amenazó con hacerlo si pisaba sus tierras. Confío en que no pase nada, pero… Ojos abiertos. Y como veas una maldita mariposa acercársenos, primero la matas, y luego preguntas.
Así que tan solo se limitó a recordarle:
—Ojos abiertos. —Aunque dudaba que Kintsugi hiciese ninguna tontería dentro de una villa ajena, mejor ser precavidos.
Arrancó a caminar por el largo pasillo, mientras se quitaba el sombrero de Uzukage y la capa blanca con el símbolo de Uzushio y los escurría. En aquella maldita villa no paraba de llover y los tenía empapados. Al menos, le habían protegido de mojarse el pelo, y su habitual ropaje informal —su chaqueta oscura, la camisa blanca y el pantalón— estaban más o menos secos.
Pasó la cuerda del sombrero por delante del cuello para que quedase colgando tras su cabeza —y no sobre ella—, y cedió la capa a Hayato para que la sujetase hasta que encontrase algún buen sitio para colgarla. Luego, llamó con los nudillos a la pesada puerta del despacho y abrió. En vista de las circunstancias, tuvo que taparse la boca para susurrar una última cosa a Hayato:
—Añade a la lista otra persona que sí consiguió matarme. —Cuando apartó la mano, esbozaba una sonrisa—. Hola, ¿me han dicho que era aquí donde servían chupitos gratis?
Su sonrisa se ensanchó todavía más, y cruzó la sala en varias zancadas rápidas. Lo que al principio iba a ser un apretón de manos se convirtió a medio camino en un sentido abrazo. Fue en ese momento cuando se dio cuenta lo mucho que había extrañado a aquel cabrón.
—Me alegro de volver a verte, viejo amigo. —Sus ojos vieron por primera vez a Shanise, allí sentada, tras una mesa circular sobre la que reposaba un mapa. Rompió el abrazo con Daruu y le dedicó una ligera inclinación de cabeza, pero sin bajar los ojos de los de ella—. Shanise. Lamento vuestra pérdida. —Se lo dijo a ambos, pero especialmente se lo decía a Daruu.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
31/01/2022, 21:45 (Última modificación: 31/01/2022, 21:48 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ayame al habla. Tampoco tengo hueco, así que obtendré la mitad de experiencia por este tema.
Había sido un viaje bastante largo. Varios días de viaje separaban la Villa Oculta entre la Hierba de la que lo hacía entre la Lluvia. Incluso tomando el ferrocarril. Aburame Kintsugi, junto a su acompañante, habían tomado el tren desde Tane Shigai y habían recorrido las vías hacia el sur. El denso dosel arbóreo poco a poco se vio sustituido por bambú y, al llegar a Yachi, todo se llenó de una llovizna que no parecía querer parar. Pero era la señal inequívoca de que habían entrado en la País de la Tormenta. Durante todo aquel tiempo tuvieron tiempo de sobra para intercambiar conversaciones, triviales y más serias, sobre lo que habría de venir. El viaje terminó en Shinogi-to. Igual que en el País del Bosque, el ferrocarril no llegaba directamente hasta la aldea. Tendrían que hacer el resto del viaje hasta Amegakure caminando.
—No sé qué va a ocurrir —le comentó a su acompañante, mientras desplegaba el paraguas sobre su cabeza. Kintsugi iba ataviada con el uniforme oficial de Morikage, con su haori y el sombrero fijado a la cabeza. Para aquella ocasión tan especial, había escogido el antifaz de una mariposa blanca—. Pero no te dejes llevar por posibles provocaciones, ¿de acuerdo?
Acreditaciones en mano, se internaron en la aldea acompañados por uno de los jōnin. Kintsugi se mantuvo regia todo el tiempo, con la barbilla alzada y paso decidido. Pero la curiosidad le podía, y sus ojos miraban todo casi con ansiedad. Allí donde debía haber árboles sólo encontraba... acero y asfalto. Edificios tan altos como secuoyas, luces de neón tan brillantes como setas venenosas simulaban ser la luz de un sol que nunca llegaban a ver. Había oído rumores de un supuesto dios que bendecía aquellas tierras, pero la lluvia no era lo peor de aquel sitio. No. Ella estaba habituada a la humedad, y no toleraba mal la lluvia. Pero estar rodeada de todos aquellos edificios de luces brillantes... le estaba dando dolor de cabeza.
Llegaron al Edificio de la Arashikage, y tras presentarse en la recepción tomaron lo que ellos llamaban "ascensor". Una caja, también de metal, que se alzaba desafiando toda ley de gravedad sostenido únicamente por unos cables que parecían ser más fuertes que unas lianas. Aquella experiencia fue... sorprendente, cuanto menos. La gente de Amegakure no dejaba de sorprenderla con sus múltiples cachivaches. Cachivaches útiles, además.
—Vamos allá.
Atravesaron el último pasillo que las separaba de su destino: dos enormes puertas con el símbolo de Amegakure grabado en ellas. Aburame Kintsugi llamó con los nudillos tres veces y después de esperar unos instantes, pasó. El despacho de la Arashikage era amplio, con una enorme cristalera que daba vistas al resto de la aldea. En el centro, una enorme mesa con varias sillas parecía esperarlas. Y, al parecer, eran las últimas en llegar.
—Buenos días, Arashikage-dono, Uzukage-dono —saludó con sendas inclinaciones de cabeza dirigidas a ambos—. Lamento la demora, ¿hemos llegado tarde?
Los ojos de Kintsugi se detuvieron momentáneamente en Uchiha Datsue, nuevo Rokudaime Uzukage.
—Creo que no hemos tenido el... placer de hablar en persona —dijo, y aunque intentó disimularlo, la palabra sonó forzada en sus labios—. Enhorabuena por su ascenso, Rokudaime.
Después se volvió hacia Hōzuki Shanise, a la que le dedicó una sentida inclinación de cabeza.
—Lamento profundamente su pérdida —le dijo, con absoluta sinceridad. Ella, probablemente más que nadie en aquella sala, sabía cómo debía sentirse.
De nuevo reincorporada, le indicó a su acompañante que se quedara junto a ella en la mesa. Quizás sería una sorpresa para el resto, pues no se trataba ni de Hana ni Akazukin. Sin embargo, ella era otra kunoichi. Era...
—Sagisō Ranko. Es un honor conocerles, Arashikage-sama, Uzukage-sama.
Ranko les dedicó sendas reverencias pronunciadas a todos los presentes. Luego alzó la mirada. Conocía al Uzukage. Mejor dicho, sabía quién era, pues se había enfrentado a Daigo en el torneo de los dojos. Pero a la Arashikage no la reconocía, ni al ninja de cabellos oscuros y ojos blancos.
Otrora, Ranko habría muerto de la emoción de acompañar a su adorada Morikage, pero había madurado, al menos lo suficiente para mantenerse en compostura ante su presencia. No quería pensar que la incierta vida o muerte de Yota y Daigo le había hecho tomarse todo más en serio. Las conversaciones con su dirigente le habían ayudado a mantenerse enfocada.
—Entendido, mi Señora. Puede contar conmigo. —Le había respondido sobre lo de las provocaciones. Y Ranko confiaba en ello, pues había resistido lanzársele encima a Uchiha Zaide aquella vez.
Portaba una especie de túnica morada sin mangas, con telas violetas que adornaban su cadera a modo de falda y partían de su cinto negro, el cual mostraba su bandana de Kusagakure; blusa y pantaloncillos negros por debajo, y largas medias negras y vendas en los brazos a juego, junto con su gargantilla de seda negra. De su blusa, por debajo de la túnica, sendos pares de listones adornaban el alto de sus brazos, portando firmemente ajustado en los listones derechos su placa de chūnin. Su trenza estaba más larga y esponjada que nunca. Sin embargo, casi todo estaba cubierto por una gran y gruesa capa de viaje verde, con capucha, aunque no llevaba ésta última puesta.
Amegakure se le hacía... extraña. Diferente y laberíntica. Si fuese a ir de un punto a otro sin guía alguna, estaba segura de que acabaría perdiéndose. Era inquietantemente gris. Aunque el sonido constante de la lluvia contra su paraguas podría ser un buen ruido de fondo para dormirse. Se dijo que aquél era el hogar de Ayame, de Roga, de Chika y Kimi. De Jun, la amiga de Meme. Se dijo que debía tenerle respeto.
—Siempre con usted, mi Señora. —respondió a su "Vamos allá".
Una vez dentro, inclinó de nuevo la cabeza cuando Kintsugi le dio el pésame a Yui. Luego recorrió toda la estancia sólo con la mirada, sin voltear la cabeza. No era demasiado perceptiva, así que tenía que esforzarse más si quería hacer de guardia decente. Se quedó junto a Kintsugi, a como había ordenado, y luego posó sus ojos en el mapa que había sobre la gran mesa circular.
Igual, no tengo hueco, así que media experiencia. ¿Por qué pongo esto al final y no al inicio? Para no joder la cinemática e interrumpir el diálogo.
El Senju miró con recelo el metálico suelo, así como las paredes y todo lo que les envolvía. No, el Uchiha no era el único que estaba incómodo viajando en un cubículo de metal agarrado por míseros cables. El invento de Amegakure era muy útil, a la par que peliagudo. ¿Dónde iban a parar si caían desde a saber por qué altura andaban a toda velocidad en una jaula? Se iban a hacer mierda, eso como mínimo.
—Sí, lo mejor será no tomar más ésta cosa... —Contestó presto.
El final del viaje se hizo de rogar, pero por fin sendos shinobis de Uzu lo lograron. Llegaron al final del trayecto, y como almas que lleva el diablo, salieron a toda prisa de la doncella de hierro. Datsue de hecho no salió corriendo, si no que hasta saltó. Hasta el punto que casi salta por un ventanal. Pero aun así, no perdió el hilo de cosas importantes, le preguntó a Siete si recordaba lo que habían hablado anoche. Sí, así era, lo recordaba y bien. El Senju afirmó con un gesto rápido y tosco de cabeza, al parecer el Rokudaime Uzukage era toda una celebridad, una estrella. Curiosamente, no para bien. No sabía aún cuantas personas habría en esa reunión, pero al menos un tercio de la sala habría atentado contra la vida del Uchiha.
Cosas de la vida.
Datsue hizo un último hincapié en que andase atento, y arrancaron a caminar por un extenso pasillo. El Uzukage se quitó el sombrero , y lo dejó caer sobre su espalda agarrado por una cuerda sobre el cuello, y le cedió la capa a Hayato. «Para lo que hemos quedado...» Pensó el Senju, en lo que su compañero de viaje golpeaba en las puertas del que al parecer era el despacho de la Arashikage. Poco después, se dispusieron a entrar en la sala. Pero antes, una última advertencia: Añadir a la lista una persona que sí llegó a matarle.
Hayato quedó bastante desconcertado, no entendía a qué se refería su superior... ¿Cómo que sí llegó a matarle?
Pero bueno, otra persona más que podía o no querer hacer algo contra Datsue, la lista parecía interminable. Para colmo, él tan solo era un genin, y no de los más fuertes o habilidosos de su promoción. Para nada entendía qué se suponía que iba a poder hacer él. Como mucho podía quemar las supuestas mariposas, o quizás la sala a unas malas, pero dudaba que con tales rangos uno de sus jutsus fuese a servir de mucho en ese habitáculo.
Con una sonrisa a modo de espada, el Uchiha soltó una descabellada broma. Hayato intentó no destacar demasiado, se limitó a seguir los pasos del Uzukage a cierta distancia, y en completo silencio. No iba a ser más que una sombra, una sombra con mil ojos en qué pasaba a su alrededor. Y Datsue entonces hizo lo más descabellado hasta el momento, abrazar a un tipo de orbes extraños.
«Maldito cabrón... si no te fías de ésta gente, ¿por qué abrazas a alguien? ¡Podría meterte una bomba en el bolsillo! ¡o algo peor!»
Tanta era la desconfianza del Senju, que ni dejó la capa del Uzukage en algún sitio, se la quedó en el brazo diestro, en pos de que nadie pudiese joderlo dejando algo en la misma. Quería controlar la situación, pero quizás era la situación la que le controlaba.
A todo ésto, el Uchiha le dio las condolencias a Shanise, la que parecía ser la Arashikage. Casi de seguido, entró en la sala una mujer peculiar, una mujer que portaba una máscara de mariposa. Ahora Hayato entendía sobre quién era la persona que posiblemente más debía mantener la vista. Acompañada de otra chica de robusto porte, la Morikage saludó a la Arashikage, y le dedicó unas palabras a Datsue. Tras ello, también le dio las condolencias a la Arashikage.
Los nudillos del primer invitado llamaron a la puerta. Daruu observó con detenimiento la madera sin atreverse a activar el Byakugan para ver quién de los dos sería: Hanabi o Kintsugi. Con ambos compartía problemas, pero en diferentes direcciones. Hanabi tenía problemas con Daruu —quien insistía en aparecerse de una forma u otra, si bien con buenas intenciones, cuando menos lo esperaba—, y Daruu tenía problemas con Kintsugi por su relación directa con Ayame. Respecto a esto último, Daruu había estado reflexionando, y había decidido que debía dar ejemplo, mantener la calma, y sobretodo, mantener la boca cerrada. Esperaba poder hacerlo, dada su excesiva tendencia a meterse en problemas sin querer.
Las puertas chirriaron y quien apareció detrás...
—¿¡Pero qué cojones...!? —Hala. A la mierda la solemnidad, los protocolos y la frialdad de Kōri el Hielo. ¿Pero quién podía juzgarle? ¡El mismísimo Uchiha Datsue!
A Daruu nadie le había informado de que Hanabi había muerto. Y menos que quien asistiría a la reunión y se había convertido en Uzukage sería nada más y nada menos que su viejo amigo, luego enemigo mortal, luego mejor amigo Uchiha Datsue.
La mente y el corazón de Daruu pasaron a toda velocidad por todo lo que implicaba su presencia en aquél despacho. Un pequeño y pasajero arrepentimiento por no haber tomado el sombrero como él, una sincera pena por la muerte de un hombre que respetaba, Sarutobi Hanabi, y un terrible miedo a que Shukaku soltase alguna barbaridad en medio de la reunión que estaba por venir. Antes de que se diera cuenta, Datsue le estaba cogiendo una mano fofa, y luego abrazándole.
—Me alegro de volver a verte, viejo amigo.
—Datsue, ¿qué...? —murmuró Daruu, apenas recuperada el habla y pálido como la leche. Datsue se separó de él y se inclinó ligeramente frente a Shanise.
—Shanise. Lamento vuestra pérdida.
—Es terrible, Datsue... ¿Hanabi también...? ¡Pero entonces...! —«¡Maldito Kurama! ¡Pienso arrancarte el corazón con mis propias...!»
Alguien volvió a llamar a la puerta. «Kintsugi», intuyó Daruu. Fue entonces cuando se fijó en el muchacho que acompañaba a Datsue. No era Reiji, o Eri, sino que se había traído consigo a un muchacho bastante desaliñado y enclenque que parecía recién salido de la academia. [psub=mediumseagreen]No es que Datsue necesite mucha protección, pero al menos algo de consejo, sí, ¿no...? ¿En qué estará pensando?[/color]
La puerta se abrió y Kintsugi se abrió paso junto a una muchacha que Daruu había visto en el torneo. Sagisō Ranko. No había tenido el placer de intercambiar unas palabras con ella, así como con otros kusareños. Se preguntó cómo estarían Yota y Daigo. A uno le debía su vida, y el otro era un buen compañero de aventuras y desventuras. Los echaba de menos.
Daruu trató de no mantener contacto visual con Kintsugi, y tras aclararse la garganta volvió a convertirse en una estatua que se erigía respetuosa al lado de Shanise, pero no con un porte orgulloso, sino con perfil bajo: las manos metidas dentro de los bolsillos de su sudadera verde con capucha, observando detenidamente de nuevo el mapa que la Arashikage tenía desplegado sobre la mesa. Mantuvo los oídos atentos, no obstante, en la conversación que mantenía la Morikage con los demás mandatarios.
Kintsugi hizo dos cosas: felicitar y dar el pésame. La felicitación fue por compromiso, se percató Daruu. Pero al menos el pésame había sido sincero.
Shanise cambió de postura, llevándose la mano al mentón. Era por cosas como aquella por las que había confiado en Daruu para hablar sobre la estrategia que tomarían durante la guerra. Porque aunque el joven jōnin carecía de la experiencia que venía con la edad, de vez en cuando tenía buenas ideas.
Todavía estaba pensando sobre la intervención de Daruu, cuando los nudillos del primer invitado llamaron a la puerta. Se trataba de Uchiha Datsue, quien hacía poco había sido proclamado sexto Uzukage, acompañado de un chico de cabellos blancos.
Mientras el Hyūga apenas pudo contener la sorpresa de ver a su amigo allí en lugar de a Hanabi, Shanise se levantaba con tranquilidad mientras pensaba que, quizás, tendría que haberle avisado.
— Shanise. Lamento vuestra pérdida. —Acabó dicéndole el Uchiha, luego de abrazar a Daruu.
— Gracias, Datsue. —Respondió, sincera, inclinando levemente la cabeza—. Felicidades por el ascenso.
Los nudillos de la segunda invitada llamaron entonces a la puerta tres veces antes de pasar. Esta vez se trataba de Aburame Kintsugi, quien iba acompañada de Sagisō Ranko, una de las finalistas en el último Torneo de los Dojos.
Shanise se mostró cauta en cuanto entraron a la habitación. Atenta, pero no tensa. No confiaba del todo en Kintsugi por todo lo que había hecho. Ni siquiera confiaba del todo en Datsue, pero en los tiempos que corrían no podía decidir depender de ellos porque confiase en ellos, sino porque no tenían otra opción.
— Creo que no hemos tenido el... placer de hablar en persona. Enhorabuena por su ascenso, Rokudaime.
La falta de sinceridad en las felicitaciones de Kintsugi era más que evidente en lo forzadas que sonaban sus palabras. En cambio, cuando se dirigió a la Hōzuki...
— Lamento profundamente su pérdida. —Hablaba con la más absoluta sinceridad.
Esta vez, la Arashikage tardó unos segundos en responder.
— Gracias... —Respondió, también con sinceridad—. Tomen asiento. —Les invitó, entonces—. Tenemos muchos temas que tratar.
Datsue se llevó la mano al pecho, en señal de agradecimiento por las felicitaciones de Shanise. No las había esperado de ella, pero no le sonaron forzadas.
—¿Eh…? —dijo, confuso, Datsue, sin terminar de entender a lo que se refería con: Hanabi también. Quizá si hubiese contado con un par de segundos más hubiese encajado las piezas, pero no los tuvo, porque alguien acababa de entrar por la puerta. Y ese alguien requería su máxima atención.
Su cerebro se volvió una vorágine de pensamientos inconexos, y, por un momento, se arrepintió de haber aceptado el sombrero. Se arrepintió, porque ahora tenía la lengua y las manos atadas. No se conocían de absolutamente nada, no sabía cómo se comportaba con los suyos. Era algo mutuo, pero aún así, ella le había prohibido la entrada al País del Bosque —la Ribera del Norte incluida, su pueblo natal—, tratándole como un criminal. Como un asesino.
Quiso soltarle un par de cosas, pero sentía el peso del sombrero sobre sus hombros. Seré vuestro escudo, les habías dicho a sus ninjas. Si no podía contenerse por una simple animadversión personal, poco le iba a durar la promesa.
—Gracias, Morikage —correspondió, a la felicitación por su ascenso—. No sabe la ilusión que me hace escuchar esas palabras de su boca. —Bueno, quizá no pudiese soltarle lo que pensaba, pero un poco de ironía no hacía daño a nadie, ¿no?
Sus ojos se desviaron brevemente hacia la kunoichi que le acompañaba: era alta y fuerte. Le sonaba del infame torneo del Valle de los Dojos. La charla, mientras tanto, se desvió hacia Shanise, quien finalmente les invitó a tomar asiento. La mesa era circular, y tras meditarlo por un instante Datsue tomó el lado derecho de Shanise, dejando un asiento vacío en medio con la esperanza de que Daruu se sentase allí para tenerlo al lado.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Ranko se presentó con su habitual educación, y Kintsugi asintió para sí misma, satisfecha. Sólo entonces se permitió lanzar una mirada más observadora al resto de presentes. Conocía a Hōzuki Shanise, después de todo había intercambiado diálogo con ella en varias reuniones anteriores; pero aunque conocía a su acompañante por su excepcional desempeño en el último Torneo de los Dojos, tampoco había tenido el placer de hablar con él, y no estaba muy segura de qué podía esperar de Hyūga Daruu. Por parte de Uzushiogakure, el nombramiento como nuevo Uzukage de alguien que había debidotoda su fama a lo problemático de su comportamiento había supuesto una sorpresa para todos. Aunque tampoco podía decir que al chico le faltara poder. Tan problemático como poderoso, una combinación de lo más peculiar. Pero Kintsugi no conocía, ni siquiera de vista, al muchacho que le acompañaba: desgarbado, de cabellos plateados, mirada apagada... No parecía especialmente entusiasmado por acudir a aquella reunión.
—Tomen asiento —les indicó Shanise, señalando la gran mesa redonda—. Tenemos muchos temas que tratar.
—Ya os digo que sí —confirmó Kintsugi, con un pesado suspiro.
El nuevo Uzukage se adelantó y se sentó a la derecha de Shanise. Había una silla libre entre Datsue y Shanise, pero Kintsugi prefirió tomar asiento a la izquierda de la Arashikage. Se encontraban en una reunión, y prefería tener a sus contrapartes del Remolino y de la Tormenta cara a cara.
—Dado que estamos en Amegakure, creo que es justo que tome usted la palabra, Arashikage-dono —le cedió el turno, con una leve inclinación de cabeza.
No supo si fue su impresión solamente, pero algo le decía que los ánimos habían cambiado sólo de entrar ellas dos.
"Supongo que es de esperarse. Kusagakure ha estado así de apartada desde... Desde hace tiempo." se dijo, aunque no estaba segura de ello. Le alegró que al menos el Uzukage se alegraba por las felicitaciones de Kintsugi.
La Arashikage les invitó a tomar asiento. Ranko asintió y siguió a su Señora hasta su lugar, y se colocó detrás de ella. Después de todo, era una reunión de Kages, se dijo Ranko, ella no tendría por qué estar al mismo nivel que la Morikage. A menos que los dirigentes le indicaran lo contrario, Ranko permanecería de pie, vigilante.
La de la trenza, aunque halagada, se preguntó por qué estaba ella allí. Ella era un bastón, un garrote. Puedes usarlo para apoyarte y para aporrear, pero no para pintar un paisaje en un lienzo. ¿Qué perspectiva podría aportar por encima de los líderes de cada aldea?
"No, Ranko. Es como dice madre. Aléjate y analiza al enemigo. Tal vez puedas aprender mucho sobre cómo se arma una estrategia, cómo se teje un plan. Eso te hace falta."
Kintsugi instó a Shanise a comenzar, y Ranko prestó atención.
8/02/2022, 14:28 (Última modificación: 8/02/2022, 14:29 por Amedama Daruu.)
Daruu sólo tomó asiento cuando lo hicieron los Tres Grandes —dioses, qué mal le venían a los egos de Datsue y de Shukaku poseer tal título oficialmente—, y cuando tomó asiento, lo hizo en el único lugar posible: al lado del nuevo Uzukage. Mientras todos retiraban las sillas y Kintsugi hacía una apreciación, Daruu, discretamente, le susurró a su amigo:
—Demos una vuelta después. Sin tu... acompañante —Daruu no le conocía. No parecía ser muy fuerte, pero se dijo que no debía juzgar por las apariencias. Quizá fuese un jōnin de confianza de Datsue. Quizás guardaba más bajo la manga. Nuevamente, no se atrevió a activar el Byakugan en presencia de todos ellos para comprobarlo.
En cuanto a Sagiso...
—Sagiso-san. Si vienes con la delegación de Morikage-dono, la silla está preparada para ti —se atrevió a decir, observándola con una curiosa sonrisa. La joven, más o menos de su edad, actuaba más como una rígida estatua que como un ser humano—. Al fin y al cabo... rechazar lo que a uno se le ofrece es de peor educación que osar acompañar a sus superiores.
Le dedicó una de sus mejores sonrisas amejin, tal y como lo hubiese hecho Amekoro Yui, y sin embargo no se atrevió a romper por mucho más tiempo el protocolo. Se recostó en la silla, se cruzó de brazos y cedió el silencio a Shanise.
Entrelazando las manos nuevamente bajo su barbilla, la Arashikage también le dedicó una sonrisa a Ranko, antes de llevar su mirada momentáneamente a la silla que había quedado libre, como si le dijera "ya lo has escuchado" a la chica.
— Gracias, Kintsugi. —Dijo, y se aclaró la garganta—. Yukio ha caído y en estos momentos, seguramente, todo el Norte del País de la Tormenta ya ha sido ocupado por su ejército.
Miro a Kintsugi, entonces, quien ya estuvo a punto de tener una situación parecido en su propia aldea, donde un general de Kurama conspiró con unos traidores en Kusagakure para intentar dar un golpe de estado.
Volvió a bajar la mirada al mapa momentáneamente, antes de volver a mirar al resto de kage.
— Esto ha llegado demasiado lejos. —Declaró—. Mis ninja están listos para ir a la guerra, pero, antes de hablar de los detalles, necesito saber si puedo confiar en Kusagakure y Uzushiogakure para esto.
Datsue esbozó una media sonrisa y asintió: era algo que ya tenía en mente, aunque esperaba que Daruu sí tuviese cierta acompañante. El comentario, sin embargo, le hizo desviar la mirada hacia Senju Hayato. Seguía a su lado, pero de pie. Le bastó un gesto con la mirada hacia la silla que tenía a su derecha para que el uzujin tomase asiento.
Acomodados todos, Shanise fue directa al grano: Yukio había caído, y probablemente todo el norte del País de la Tormenta estaba siendo ocupado por el ejército de Kurama. El Uchiha intentaba aparentar calma, demostrar que tenía todo bajo control. Pero lo cierto era que, como primerizo, y dada la delicada situación, llevaba los nervios por dentro.
La primera cuestión, sin embargo, era fácil de responder. La tenía clara desde antes de salir de la villa.
—La Alianza Tormenta-Espiral fue forjada por otros Kages —empezó, en alusión a Yui y Hanabi—. Pero, por supuesto, Uzushiogakure mantendrá la promesa de Hanabi. Yo mantendré su promesa —dijo, reafirmándose, para luego añadir:—. Tuve claro que no había otra opción que la guerra desde que recibí tu llamada. Estaremos ahí. En primera fila.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Sagiso Ranko, al contrario que el resto de acompañantes de las otras dos Sombras, se quedó de pie tras Kintsugi. Ella no objetó nada al contrario; después de todo, respetaba el orden de protocolo y la jerarquía. Ella misma, en un pasado que en aquellos instantes se le antojaba muy lejano, había acompañado al anterior Morikage, Moyashi Kenzou, en muchas de sus reuniones y, tal y como hacía Ranko ahora, había velado por su seguridad posicionándose a su espalda. Por eso no le hizo ninguna gracia cuando el acompañante de la Arashikage osó tomar la palabra para dar instrucciones a su propia subordinada.
—Sagiso-san. Si vienes con la delegación de Morikage-dono, la silla está preparada para ti —dijo el Hyūga con una afilada sonrisa, que distaba de resultar afable—. Al fin y al cabo... rechazar lo que a uno se le ofrece es de peor educación que osar acompañar a sus superiores.
Aburame Kintsugi torció el gesto.
—Agradecemos vuestra hospitalidad —respondió la Morikage, tanteando las palabras con suma lentitud, midiéndolas cuidadosamente—. Pero agradecería que os abstuviérais de dar instrucciones a mis shinobi, por favor.
Pese a todo, le hizo un gesto a Ranko para que se sentara junto a ella en la mesa. Poco después tomaría la palabra la Arashikage, dando por iniciada la esperada reunión:
—Yukio ha caído y en estos momentos, seguramente, todo el Norte del País de la Tormenta ya ha sido ocupado por su ejército.
—Intuyo que estás hablando del Nueve Colas —dijo Kintsugi, sombría, cuando Shanise la miró directamente.
—Esto ha llegado demasiado lejos —agregó ella, devolviendo la mirada a un mapa que tenía extendido sobre la mesa y en el que se representaba la totalidad de la geografía de Ōnindo—. Mis ninja están listos para ir a la guerra, pero, antes de hablar de los detalles, necesito saber si puedo confiar en Kusagakure y Uzushiogakure para esto.
El primero en tomar la palabra fue el nuevo Uzukage:
—La Alianza Tormenta-Espiral fue forjada por otros Kages —empezó, en alusión a Yui y Hanabi—. Pero, por supuesto, Uzushiogakure mantendrá la promesa de Hanabi. Yo mantendré su promesa. Tuve claro que no había otra opción que la guerra desde que recibí tu llamada. Estaremos ahí. En primera fila.
Kintsugi los miró con intensidad.
—Sabéis bien que podéis contar con la ayuda de Kusagakure en relación a cualquier asunto que tenga que ver con los Bijū —argumentó, más seria que de costumbre—. El Nueve Colas se ha convertido en una amenaza global para todo Ōnindo, y no pensamos quedarnos de brazos cruzados mientras Uzushiogakure y Amegakure se enfrentan a él. Por supuesto —asintió—, podéis contar con nosotros.