Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
27/10/2022, 22:25 (Última modificación: 27/10/2022, 22:25 por Senju Hayato.)
Proseguían el camino, sin demorar un segundo. El tiempo es oro, y quien lo desperdicia no es más que un necio. Pero en cierto momento, la chica antepuso la mano a Siete, deteniendo su avance. Alertó de que había escuchado algo, y sugirió que se apartasen del camino y se echasen en el suelo. Lo primero era lo primero, no llamar la atención de nadie ni de nada. No sabía exactamente qué había escuchado, así que le hizo caso y corrió junto a ella fuera del camino, donde terminaron recostados sobre el suelo.
«¡La leche! ¡Vaya oído tiene!.»
Quedó boca abajo, mirando el horizonte. Quería saber exactamente de qué se trataba, pero sin embargo la oscuridad de la noche no acompañaba. Eso si, para lo bueno y para lo malo, por el momento también sería más difícil detectar al par de genin. Apenas transcurridos unos minutos, el chico pudo identificar unos sonidos que claramente destacaban en el silencio de la noche. Se trataba de un par de hombres, o chicos, que parecían discutir sobre una búsqueda. Uno parecía empeñado en continuar buscando una pulsera de plata, mientras que el otro sugería que debían irse si querían seguir con vida. Eso podía significar un par de cosas, que bien tenían un jefe bastante hijo de mala madre, o que bien tenían por ese campamento a un hijo de mala madre general. Fuese como fuese, eran malas noticias.
Pero oye, no todo eran malas noticias. Habían desvelado que tenían un campamento a cinco kilómetros en esa dirección, o al menos a esa distancia. Además, habían revelado que habían hecho prisioneros, lo cuál era otra noticia que no sabía muy bien catalogar como buena o mala. Los prisioneros a saber en qué condiciones estaban, y lo más importante, a saber si no habían cedido a unirse...
Los que habían peleado hasta el final, estaban regando los arrozales a pocos kilómetros de allí. Si habían terminado como rehenes, algún motivo habría.
Hayato miró a su compañera, e hizo un gesto de permanecer allí recostados, señalando el suelo y alzando levemente la mano contraria para señalar "pararse". No se le daban demasiado bien los signos, y ni por asomo sabía hablar el lenguaje de signos, pero ahora mismo hablar no parecía una buena idea. Tras esas primeras señales, movió sendas manos en circulos enfrentados, tratando de decir luego. Justo tras esa señal, señaló hacia donde escuchaba las voces, e imitó a dos personas con sendas manos, una tras de la otra.
Hayato empezó a hacer señales como un mono en busca de platanos. Al principio creía entenderle, pero eso desapareció rápido cuando empezó a hacer cosas raras. Sin embargo, asintió como si sí lo hubiese entendido. No tenía demasiado tiempo para ponerse a descifrar esas cosas cuando los hombres se acercaban cada vez más.
— No querrás hacer todo el camino en serio, ¿verdad?
— Joder, literalmente no hemos andado ni cinco minutos.
— ¡Pero si está amaneciendo ya! — señaló al horizonte, al lado contrario a donde estaban ellos, el cielo empezaba a aclararse. — ¡Yo me vuelvo! No hay pulsera que valga enfadar a Ruhara.
— ¡Va! ¡Dos minutos más! — intentó negociar desesperado mientras miraba al suelo, pero su compañero ya se había dado media vuelta. — Joder. ¡Espera!
Se volvió apresurado tras su compañero. Hana soltó un suspiro en cuanto se empezaron a marchar pero no dijo nada hasta que ni les oía en la lejanía. Permanecería quieta, observando como el Sol asomaba por el horizonte y los hombres desaparecían por el costado.
— Vale, necesitamos un plan. Están cerca y no podemos simplemente asomarnos y preguntarles qué van a hacer. — se levantó de golpe, sin tener en cuenta que estaba embarrada de estar tumbada, miraba a un lado y a otro intentando pensar algo pero no le venía nada y eso solo la ponía más nerviosa. — Em... deberiamos...
Nada. No tenía nada. Ese breve atisbo de posibilidad de que los pillasen la había sacado por completo de su aparente calma. Estaban en peligro, solo por estar ahí cualquiera podría pillarles en cualquier momento, ¿qué haría entonces? ¿Qué podía hacer ahora? No lo sabía.
El dúo enemigo parecía seguir discutiendo sobre si quedarse y seguir buscando la pulsera de plata que habían perdido, o si debían irse para no enfadar a ese tal Ruhara. Aunque si bien discernían en opiniones, uno de ellos parecía tener bien claro que estaba amaneciendo, y que si no estaban de regreso pronto, lo lamentarían. El que quería seguir buscando suplicó por unos minutos más de tiempo, pues esa pulsera parecía ser muy importante para él. Sin embargo, el otro soldado tenía bien claras sus prioridades, y la pulsera no era una de ellas. El par de shinobis retrocedieron, siguiendo sus propios pasos de vuelta.
Tan pronto como se fueron, o al menos se alejaron un poco, Hana inquirió que debían trazar un plan. Incluso se levantó del suelo, algo confiada de que no pudiesen verla desde donde ya se encontraban los enemigos. Estaba embarrada hasta la coronilla, lo cuál hizo al Senju comprender que él también lo iba a estar. No había caído previamente en eso, pero realmente, a éstas alturas... como que no importaba demasiado.
Habían cosas más importantes, y tal y como esos soldados habían hecho ante ellos, debían centrarse.
Siete se levantó también, intentando ser no demasiado ruidoso. Se pasó la mano por el mentón, meciéndola de lado a lado de éste en lo que miraba al horizonte, concretamente hacia donde los shinobis del copo se habían ido. —No podemos preguntarles qué van a hacer, pero podemos seguirlos cautelosamente, tratando de ser lo que somos: Shinobis. Hana, creo que lo que debemos hacer es seguirlos, y averiguar dónde están y qué hacen. No me gustaría morir, ni exponerme de manera estúpida, pero tan solo tenemos que hacer una cosa... informar. No somos más que un par de genins, no podemos hacerles frente. Pero la información es de vital importancia.
Escuchó atentamente a Hayato. Sí, podían seguirles, claro. Miró alrededor. Estaban en unos campos de arroz. Era tan llano, que habían podido las figuras de esos hombres con facilidad a una distancia donde puede que no reconociesen qué o quien eran, pero para saber que eran algo. Intentar ocultarse en un sitio tan llano iba a ser minimo arriesgado.
— Está bien. Iremos tras ellos, pero ten cuidado, hay pocos sitios para esconderse aquí. Si encontramos un buen sitio para vigilar en la lejanía, sino rodearemos tan lejos como sea posible para ver si sale o entra alguien.
Sin duda, los soldados de Kurama estarían tan tensos como ellos. Ver una figura en el horizonte les pondría en alerta de inmediato y en su caso no se tirarían al suelo como había hecho ella. Si Hayato no ponía ninguna pega, ella misma empezaría a avanzar, más lenta que antes, por el borde del camino.
30/10/2022, 21:03 (Última modificación: 30/10/2022, 21:04 por Senju Hayato. Editado 1 vez en total.)
La chica contestó que irían tras de ellos. Pero reveló un detalle que realmente era importante, allí no tenían muchos sitios donde esconderse. Era un dato que no se podía negar, después de todo estaban en mitad de un arrozal. A lo mucho había algún arbusto por el camino, alguna carreta abandonada, o una caseta de herramientas. Sin duda alguna, era uno de los peores sitios a darse para tener que seguir a otra persona.
Pero eran ninjas.
—Si, es cierto que no es el mejor de los lugares para espiar a nadie, pero... —Realizó los sellos manuales del perro, jabalí y por último carnero. —Podemos usar ésto, ¿no?.
De repente, tras desaparecer una leve cortina de humo en la posición de Siete, quien había allí no era el Senju. En lugar del shinobi, había un perro callejero, de raza dudosa y pelaje marrón. Tenía las orejas caídas, numerosas marcas de heridas, y casi parecía sacado de algún basurero. Quizás lo más correcto para lo que buscaban: Pasar desapercibidos.
—Será mejor a seguirlos de normal. No sospecharán tanto si ven una silueta de animal, a si ven una humana.
Eso si, no podían perder la concentración, pues todo el mundo sabía lo que pasaría.
Cuando la primera luz del alba tiñó el cielo de un azul oscuro, pero el sol todavía no se vislumbraba en el horizonte, Shukaku divisó la estación de tren. No había llegado a tiro fijo, pese a que sus ojos estaban acostumbrados a la noche, no tenía tan interiorizado los arrozales del silencio. Por extraño que sonase a un humano, de hecho, se orientaba mejor entre las dunas, donde no existían referencias visuales más allá de la arena, que entre tanto arrozal. No fue hasta que se topó con las vías del ferrocarril, viajando cada vez más al norte, que pudo ir a su máxima velocidad sin preocuparse por posibles desviaciones.
—¡ESCONDEOS, ESCONDEOS! ¡QUE VIENE EL COCO! —rugió en la entrada, desternillándose de la risa. A aquellas horas de la madrugada apenas había algún que otro oficinista, guardia de seguridad y personal de limpieza. Todos ellos adultos, gente seria que, por alguna extraña razón, decidieron, todos ellos, jugar a aquel juego infantil—. ¡JAAAJIAJIAJIÁ! ¡ESO ES! ¡CORRED! ¡¡COOOORRRREEEEDDD!!
«¡Shukaku, por tu PADRE, ¡no es momento para esto!»
—¡Oh, vamos! ¡Desde que te has vuelto Kage eres un soso! Ah, está bien, está bien. ¡PESADO! Ya te cedo control, joder. ¡Suerte con el aterrizaje, chicas!
Al menos aquella vez les avisó un segundo antes de desaparecer en un sonoro: ¡pluff!
—Lo siento —Datsue, vuelta a la normalidad, les quiso pedir perdón por muchas más cosas. La caída era el menor de sus pecados hacia ellas. Un surco de sangre todavía cruzaba sus mejillas, seca, pero había recobrado la capacidad de volver a abrir los ojos y parecía medianamente recuperado. Magullado, estresado y al borde del colapso emocional, pero recuperado.
Quiso decir algo más, pero el reloj jugaba en su contra. Formó un sello y un clon se formó a su lado. Era Shukaku. La apariencia era la de Datsue, sí, pero la conciencia suya, así como sus ojos dorados y su sonrisa sádica.
—Sorpréndeme.
—Quiero que vayas a por Hana y Hayato.
—He dicho que me sorprendas, Datsue. No que me cuentes lo que ya intuía. Sorpréndeme con el motivo para que me pierda la fiesta contra el zorro de mi hermano por ir a por ellos.
—Porque… Porque no te he pedido un puto favor en mi vida. Ahora te pido este. Y porque sabes que de aquí a Uzu hay un día de trayecto. ¡Te da tiempo de sobra!
Por supuesto, Datsue no podía dejar solos a Hana y Hayato. ¿Qué clase de Uzukage sería de hacerlo? Estaban todavía muy verdes, y la misión que les había pedido era de rango B para arriba. ¿Y si les descubrían? ¿Y si les capturaban, o algo peor? El único motivo por el que no había enviado a un clon suyo, era porque en aquel momento no se veía con fuerzas para mantenerlo. Además, tenía la mente demasiado distraída con la amenaza de Kurama. Hubiese sido un clon errático, ciego. Pero Shukaku no tendría ese problema. Ahora que ya les había llevado a la estación, su mayor aporte era con la misión de rastreo.
O eso se seguía repitiendo.
—Y yo que pensaba que les habías colocado el Sello de Rastreo a ambos para que les capturasen y poder seguir al ejército sin que se enterasen. ¡El cebo perfecto! Por un momento me hiciste sentir orgulloso. Bah —dijo, viendo la cara que puso Datsue—. Que sí, que sí. Que iré. Tú móntate en ese jodido tren y llega a tiempo.
Datsue asintió, y colocó un Sello-Brújula en el dorso de la mano de Shukaku. La aguja giró hasta apuntar la dirección de Hana. Shukaku bufó, claramente incordiado por tener que patearse los arrozales de nuevo, y esta vez en un cuerpo humano.
—Ah, las cosas que un Padre hace por su Hijo —dijo, antes de desaparecer tras un sello del Carnero.
Acción Oculta revelada (post #19): Colocar dos Sellos de Rastreo en los hombros (parte trasera) de Hayato y Hana.
¤ Tsuiseki Fūin ¤ Sello de Rastreo - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos:Fūinjutsu 40 - Gastos: 30 CK (sello de rastreo), 15 CK (sello-brújula; impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:
Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentran en la misma cuadrícula del mapa
(Fūinjutsu 50) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en una adyacente
(Fūinjutsu 60) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en dos adyacentes
(Fūinjutsu 70) Un sello de rastreo es reconocido por la brújula sólo si se encuentra en la misma cuadrícula del mapa o en tres adyacentes
- Carga: 3 - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Al tocar con la palma de la mano a una persona, animal u objeto, Datsue es capaz de implantar en él un sello especial, llamado sello de rastreo, que permanecerá activo durante (Poder/10) estaciones. Este sello permanecerá invisible ante su víctima, a no ser que la brújula esté buscando su posición, momento en el que cobrará color sobre la superficie en la que se implantó, tomando la forma del Kanji del Norte (北), de unos cuatro centímetros de ancho.
Y es que este sello no tiene ningún tipo de utilidad sin el segundo tipo de sello: el sello-brújula. Datsue es capaz de implantar un sello en su propio cuerpo, en el de otro o en un objeto, con forma de brújula, cuya aguja apuntará siempre hacia un sello de rastreo. El Uchiha tiene que decidir hacia qué sello de rastreo apuntará en el momento de implantar la brújula, pudiendo elegir entre los (Inteligencia/15) últimos sellos de rastreo implantados. Sin embargo, este sello requiere de emisión constante de chakra y de una gran concentración, imposibilitándole realizar otras técnicas mientras tanto (cualquier golpe recibido rompería su concentración, deshaciendo el sello).
Se ha de remarcar que esta técnica no dispone de una clave para nada complicada. Los sellos podrán ser rotos por cualquier practicante de fūinjutsu con suficiente maestría (40, 50, 60 ó 70).
Tengo que hablar con Hana primero, pero quizá sea conveniente dividirnos en dos tramas si vamos a rolear por más de tres o cuatro rondas. Más que nada porque la acción va a ser en y sobre cosas muy distintas, cada grupo a su bola, y puede ser un poco jaleo todo
¤ Bijū Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de la Bestia con Colas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos:Ninjutsu 70, Amistad con el Bijū - Gastos: 50 CK (impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Sello de clonación especial - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Técnica inspirada en el Kage Bunshin no Jutsu; sin embargo, al contrario que en esta, el usuario no divide su chakra para crear los clones, sino que tira del chakra de su Bijū y lo proyecta al exterior. De esta manera crea una réplica real del shinobi que lo usa, pero con los rasgos del Bijū en cuestión (en el caso de Datsue, el pelo del color de la arena, ojeras pronunciadas, esclerótida negra y unos ojos dorados con un rombo estrellado como pupila con cuatro marcas redondas formando un cuadrado alrededor) y su personalidad, por lo que podrán ser diferenciados sin ningún tipo de problema ni necesidad de Dōjutsu. Además tiene total libertad de movimiento con respecto a su creador.
Al realizar esta técnica, el usuario deja de tener acceso al chakra del Bijū, pues es este quien lo adquiere como reserva de energía (100 CK), y a las habilidades innatas que le otorga. Además, el clon del Bijū será capaz de realizar tanto las técnicas del usuario como las técnicas que tiene como Bijū, pero no podrá acceder a las diferentes formas de Jinchūriki (capas de chakra y demás). Sin embargo, esta técnica no replica las armas y herramientas del usuario, por lo que deberá pasárselas en caso de que necesitara utilizarlas. Al ser una réplica real y no ilusoria, también puede sangrar, aunque se dispersará ante tres golpes físicos o un ataque lo suficientemente fuerte (30 PV), o si el usuario original de la técnica sufre un daño único de más de 50 PV.
En el momento del desvanecimiento de la réplica, el Bijū volverá al interior del cuerpo del Jinchūriki en el que se encuentra sellado, y con él el chakra restante que le quedara en ese momento.
Alterador (Chibi Bijū Bunshin no Jutsu - Técnica del Clon de la Pequeña Bestia con Colas): Con esta variación de la técnica, la réplica del Bijū no adquiere la forma humana del usuario en cuestión, sino que toma la forma original del Bijū pero en una versión mucho más disminuida de tamaño. En el caso de Shukaku, pasaría a tener como máximo el tamaño de un tanuki adulto, perdiendo la capacidad para realizar las técnicas del usuario, limitándose a las suyas propias como Bijū. El uso de esta alteración de la técnica se ve limitado a uno por día.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Lo que ocurriría a continuación fue aún más caótico, si cabía, que lo que habían vivido hasta el momento. El Shukaku le asestó a Hana un tremendo golpetazo después de que la kunoichi no fuese capaz de reprimir sus impulsos más primitivos y terminara vomitando sobre la panza del bijū. Suzaku, temblando de los pies a la cabeza y muda del terror, fue testigo de cómo la joven quedaba inconsciente en el suelo entre todos aquellos cadáveres. Una parte de ella deseaba correr hacia ella, comprobar su estado, hacer algo por ayudarla a recuperarse... pero sus piernas se lo impedían como si algo las hubiese petrificado en el sitio. Afortunadamente, Hayato sí lo hizo. Y no sólo eso, también se ofreció voluntario a acatar los deseos del Uzukage de ir a comprobar hacia dónde se dirigía el ejército de Kurama y comprobar de paso si había supervivientes.
«Qué valiente...» Le admiró, al mismo tiempo que se odiaba a sí misma por no haber sido ella quien hubiese dado aquel paso adelante.
De un momento a otro, el Shukaku desapareció tan rápido como había aparecido. Pillada por la sorpresa de sentir súbitamente el vacío bajo sus pies, Suzaku chilló. Poco podía hacer para detener aquella terrible caída, por lo que se agarró con todas sus fuerzas a su hermana y... cayeron como pudieron.
Los siguientes minutos fueron una tensa conversación entre el Uzukage y Hana y Hayato mientras Suzaku y Umi se recuperaban de las contusiones. Y sólo después de que Datsue les diese las instrucciones necesarias para cumplir su misión, se volvió hacia ellas. Ante los estupefactos ojos de la Uchiha, el brazo del Uzukage se transformó en el gigantesco brazo del Shukaku, que las tomó con toda la delicadeza que fue capaz. Y, apenas unos minutos después, estaban ambas montadas sobre el mismísimo Shukaku de nuevo, que atravesaba los arrozales a una velocidad punta como si del mismo ferrocarril se tratara. Durante unos instantes, Shuzaku se preguntó si irían de aquella manera, y a aquella velocidad, hasta Uzushiogakure. Pero parecía que las intenciones eran seguir el mismo plan: pasaron las horas hasta que el alba comenzó a clarear por el este. El sol aún no había hecho acto de presencia pero los colores del cielo ya presagiaban el comienzo de un nuevo día cuando divisaron a lo lejos la estación de ferrocarril. Shukaku parecía feliz, aullando a los cuatro vientos para asustar a cualquier pobre desgraciado que se encontrara por la zona y que no tardaron en esconderse más de lo que lo haría un ratón al ver a un gato.
De nuevo se produciría otro aterrizaje forzoso cuando el Shukaku volviera a desaparecer de golpe y sin aviso. Y de nuevo la Uchiha volvería a pegarse un nuevo culetazo contra el suelo.
—Lo siento —expresó el Uzukage.
—No... se preocupe, Uzukage-sama —respondió Suzaku, levantándose y frotándose el trasero con gesto dolorido—. Creo que comienzo a acostumbrarme...
Era innegable que si seguía dándose aquellos golpes llegaría un momento en que dejaría de sentirlos. Y su culo también.
Entonces sucedió algo inaudito. Datsue formó un clon junto a él, pero aquel clon tenía los ojos dorados y una sonrisa que le ponía los pelos de punta a Suzaku. Era una sonrisa que comenzaba a antojársele familiar... hasta que escuchó su voz. ¡Aquel clon era el mismísimo Shukaku! ¿Pero cómo? ¿Y por qué tenía la apariencia del Uzukage? Pese a la curiosidad que sentía, Suzaku no se sintió con el derecho de interrumpir la conversación de ambos. Y, de un momento a otro, desapareció para ir a buscar a Hana y a Hayato.
—Ese... ¿Ese era Shukaku? —la pregunta escapó de sus labios en cuanto el supuesto bijū se hubo marchado.
A la pregunta de Suzaku, Datsue asintió en silencio. Tenía dos arrugas verticales en la frente, los labios caídos, la mirada perdida.
—Vamos —dijo, con voz apagada, obligándose a moverse. A no frenarse ahora.
Los tres pudieron entrar en la estación de tren. A aquellas horas de la mañana, no había mucha gente. Y la poca que había huía despavorida por el grito y la visión de Shukaku. Estaban jodidos, pero Datsue tenía la suficiente experiencia y habilidad como para manejar un ferrocarril (Inteligencia y Destreza > 60). No necesitaba a ningún maquinista. Robaría un tren si hacía falta y se plantaría él solo en la estación más cercana a Uzu.
Aunque, antes…
—Suzaku, Umi. Hoy habéis luchado valientemente —dijo, dándose la vuelta—. No os debería haber pedido tanto. No… Ni tan siquiera Uzu debería haberos pedido tanto.
»Habéis hecho más que suficiente. No voy a pediros también que vengáis a enfrentaros al mayor peligro de Ōnindo. No cuando tú no crees en Uzu, Umi. No cuando tú, Suzaku… —negó con la cabeza, interrumpiéndose—. Escuchad, esperad aquí y pillad el primer tren a Yamiria. Esperad a tener noticias de lo que ha pasado y después… Hablad —dijo, y sus ojos se clavaron en los de Umi—. Hablad, y si después de eso no queréis volver a Uzu… Tenéis mi bendición. Nadie irá a buscaros. Nadie os llamará a la puerta. Os debo eso. Al menos, os debo eso.
Con la garganta hecha un nudo, dio media vuelta para partir. Para partir a una casa cuyos muros no sabía si seguirían en pie cuando llegase. Para regresar a una familia que no sabía si seguiría viva cuando los alcanzase.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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9/11/2022, 12:13 (Última modificación: 9/11/2022, 12:14 por Uchiha Akame.)
En algún lugar de la Costa de las Olas Rompientes...
Apoyada en el borde de un risco, una figura solitaria fumaba lentas pitadas al cigarrillo que sostenía con la mano derecha. La punta incandescente del tabaco se iluminaba tímidamente con cada aspiración, como un pequeño faro en la oscuridad de la madrugada. El rumor de las olas al romper contra el acantilado, varias decenas de metros más abajo, era cuanto rompía la tranquilidad del silencio de madrugada. Nadie más había allí, sólo aquella persona que, solitaria, se recortaba contra un cielo en el que ya, tímidamente, parecía querer asomar la mañana. El extraño miró al horizonte, tras el que ya se podía intuir el tenue resplandor del alba, y luego a su cigarrillo; del que quedaba menos de la mitad. Largó un último suspiro de resignación. Ni siquiera para eso había calculado bien.
Aun con el tabaco a medias entre los dedos, que poco a poco se iba consumiendo incluso sin él fumarlo, el muchacho avanzó un paso. La brisa fría del mar meció sus cabellos negros y prolijos, e hizo ondear la capa de viaje, amarronada por el polvo del camino, que le cubría los hombros. Se llevó el cigarro a los labios, aspiró, y mientras mantenía el humo en su pecho, miró por primera vez hacia abajo — más allá del precipio. El abismo que eran los más de cuarenta metros de caída que había desde el borde del risco hasta las afiladas rocas que sobresalían del mar, le devolvió la mirada. Mantuvieron un tenso duelo durante unos segundos, hasta que finalmente él tuvo que apartarla.
«¿De verdad estoy preparado?»
Sus ojos negros alzaron la vista para mirar más allá del mar, a una lejana lengua de tierra que desde allí parecía más bien un pequeño islote; la península de Yamiria. Allí se encontraba la capital del País de los Remolinos, y más allá estaba...
Sacudió la cabeza con resignación. Fumó una última calada, que consumió el cuarto de cigarrillo que quedaba hasta casi el filtro. Expulsó el humo casi con rabia, y tiró la colilla por el precipicio. La observó caer durante unos segundos, hasta que el viento del mar la extravió con su errático soplar y se perdió de la vista del muchacho. Él avanzó otro paso. Inclinó la cabeza para volver a mirar abajo, pero entonces...
Giró la cabeza. Esta vez no hacia el Sur, sino en dirección contraria. Un enorme haz anaranjado surcó los cielos, procedente de la Villa de las Aguas Termales, para pasar sobre su cabeza y cruzar el mar en dirección a aquella lejana península. ¿O tal vez más allá? El muchacho miró a un lado y otro, entre sorprendido y confuso. Entonces contempló cómo una figura gigantesca, un guerrero alado de color turquesa, se alzaba sobre los cielos como momentos antes lo había hecho aquel color de luz naranja. No pudo no reconocerlo al instante; el corazón se le paró en el pecho. Aquella mole agitó sus alas y emprendió el vuelo hacia el Oeste, huyendo del alba que ya comenzaba a despuntar al otro lado del mar.
—
Pero antes de que Uchiha Datsue pudiera darse media vuelta para encarar a su manifiesto destino, bien como salvador o como mártir de Uzushiogakure, una voz femenina sorprendería a los tres ninjas.
—Sssssaludossss... Uzugake-ssssama.
La estación había quedado razonablemente vacía, pues sus ocupantes —probablemente con buen juicio— habían huído despavoridos ante la visión de aquel monstruo que amenzaba con sembrar el caos y la destrucción; aunque no fuese aquella su verdadera intención. Los tres ninjas de Uzushiogakure habían quedado solos allí, y aunque el paisaje del andén desierto no tenía por qué resultar extraño a tan tempranas horas de la mañana, la figura solitaria que había aparecido tras ellos sí que podía intuirse, como mínimo, atípica. Una mujer que aparentaba unos treinta y pocos años, de piel muy pálida y cabellos negros como la noche, que sin embargo dejaban entrever un reflejo índigo al ser iluminados por las farolas de la estación, había doblado la esquina del andén para aparecer tras los muchachos. Vestía con un kimono tradicional decorado con motivos florales de colores blancos, lilas y azules. Sus ojos eran dorados como el Sol, y sus pupilas eran rasgadas como las de los reptiles.
—¿Va usssted a alguna parte? ¿Volviendo a cassssa... quizásssss? —entonces pareció reparar en algo, y con una pronunciada reverencia, añadió—. Mi nombre esss... Aodaisssshō... Para ssservirle.
Hablaba arrastrando las eses en un silbido que se antojaba extraño, como si no fuera posible que una garganta humana emitiese semejante sonido.
Datsue dio un respingo, sobresaltado por una figura que no había oído venir. Su capa de Uzukage ondeó al voltearse, de color carmesí. No era su color original, claro, pero el blanco había quedado cubierto por la sangre de sus enemigos. Sus brazos, su pecho, todo en él estaba manchado de sangre.
Tan solo las líneas rojas y secas que bajaban desde sus ojos le pertenecían a él. El precio del poder.
— Sí... A casa, y llego tarde —dijo, aturdido por el mar de dudas que le atormentaban desde la amenaza de Kurama. En cualquier otro momento, se hubiese extrañado por aquellos ojos dorados, en las líneas negras que eran sus párpados. En cualquier otro momento, hubiese sospechado de aquella voz seseante e inhumana. Pero no en aquel. En aquel, solo quería saber una jodida cosa:—. ¿Sabes dónde está el tren que lleva a Uzu?
Le preguntó atropelladamente, mientras buscaba los carteles de la estación con sus propios ojos. No quería confundirse con la jodida vía y que de pronto se encontrase a medio camino de Tane-Shigai.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
9/11/2022, 20:04 (Última modificación: 9/11/2022, 20:06 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Shukaku era un sádico. Toda la vida, en Uzushiogakure, se había considerado a los bijūs como unos monstruos. Las nuevas ideologías estaban intentando cambiar eso —sobretodo porque entre sus hermanos Kurama contaba con enemigos de su talla, como el toro-pulpo que Uzushiogakure tenía durmiendo en el fondo del mar, cerca de sus costas—. Pero Umi no tuvo ninguna duda de que, al menos, aquél hijo de puta era la definición perfecta de monstruo. Se cuidó bien de guardarse el vómito para sí misma tratando de ignorar el olor y mirar siempre al horizonte.
Hayato se ofreció, con bastante entereza, para perseguir a los ejércitos de Kurama y tratar de dar con ellos, y comprobar si había o no supervivientes.
De pronto, Shukaku desapareció. Pese a la advertencia de Datsue, ambas hermanas cayeron al suelo.
—Suzaku... ¿e... estás bien? —dijo Umi. Pero apenas hubo pronunciado la pregunta, uno de los brazos de Datsue, convertido en arena, las alzó en el aire—. ¿¡Eh!? ¡Espe...!
¡¡¡PLUUFFF!!!
Shukaku había vuelto, y ellas estaban en su mano. Para ser un ser tan cruel, las dejó con una terrorífica delicadeza encima del hombro. Y luego... luego tuvieron que agarrarse.
Umi quería gritar. Quería llorar. Todo aquello les venía muy grande.
Literalmente.
· · ·
—¡Suerte con el aterrizaje, chicas!
Umi estaba completamente abstraída. Shukaku la despertó de la inopia, y de nuevo las dos hermanas cayeron y chocaron contra el suelo. Umi chasqueó la lengua contra el paladar con fastidio y se levantó con lentitud.
—Lo siento —Datsue lucía un aspecto terriblemente funerario. Sus ojos estaban sangrando. Umi sabía por qué. Su padre se lo había contado: el terrible secreto del Mangekyō Sharingan. Nacido de la desgracia, se alimenta de la vista de una, y la acaba volviendo ciega. Su padre había perdido parte. Decía que unas gafas no ayudarían.
Pero Umi estaba viendo por primera vez unos ojos que sangraban. Uchiha Datsue estaba consumiéndose por dentro. Sacrificándose... por ellos.
—No... lo siento yo... —musitó Umi, la cabeza gacha. Tan sólo Suzaku fue capaz de oírla.
El arrepentimiento se fue con una nueva sorpresa. Datsue había creado lo que a todas luces era un clon de sombras, pero ligeramente... distinto... como si...
—Ese... ¿Ese era Shukaku? —preguntó Suzaku.
—Creo... creo que sí —contestó Umi. Sintió un alivio momentáneo. La presencia de aquella... curiosa personalidad, podía poner nervioso a cualquiera.
Bajo el mando de Datsue, entraron en la estación, que estaba desierta. «Y de los que hay, no me fío. Yo habría salido corriendo.»
Se detuvo cuando el Uzukage se dio la vuelta. Umi apartó la mirada, incómoda.
—Suzaku, Umi. Hoy habéis luchado valientemente —dijo, dándose la vuelta—. No os debería haber pedido tanto. No… Ni tan siquiera Uzu debería haberos pedido tanto.
»Habéis hecho más que suficiente. No voy a pediros también que vengáis a enfrentaros al mayor peligro de Ōnindo. No cuando tú no crees en Uzu, Umi. No cuando tú, Suzaku… —negó con la cabeza, interrumpiéndose—. Escuchad, esperad aquí y pillad el primer tren a Yamiria. Esperad a tener noticias de lo que ha pasado y después… Hablad —dijo, y sus ojos se clavaron en los de Umi—. Hablad, y si después de eso no queréis volver a Uzu… Tenéis mi bendición. Nadie irá a buscaros. Nadie os llamará a la puerta. Os debo eso. Al menos, os debo eso.
Umi tardó unos segundos en responder. Su corazón latía acelerado, y su espíritu chillaba, de dolor y de no tener espacio para más dudas.
—Uchiha Datsue... —comenzó. Las palabras eran un doloroso nudo en su garganta—. ...eres el mejor líder que Uzushiogakure ha conocido en toda su historia. Quizás el único bueno...
»Quizás el único...
»...quizás lo único que hacía falta para que me preocupase de algo esa puta aldea. —Y allí mismo, Umi se echó a llorar en brazos de su hermana menor. Se mantuvo firme. Quería evitar que Suzaku fuese con él. Porque sabía lo mucho que le admiraba.
Pero aún así, no se sentía preparada para enfrentarse de nuevo a los horrores. Si sus subordinados eran fuertes, ¿qué serían ellas para aquél maldito zorro?
No. Tan sólo serían un estorbo.
Fueron sobresaltados por una extraña y siseante voz femenina. Umi casi dio un brinco. Se limpió las lágrimas, e instintivamente se puso en guardia y retrocedió a espaldas de Datsue. No, no se fiaba de los pocos que habían quedado en aquella estación. Pero aquella presencia que ahora en solitario les acompañaba era especialmente inquietante.
—Uzukage-sama. —Quizás se sorprenderían porque Umi utilizase aquella expresión—. ¿Podría ser... un General de Kurama? Ten cuidado.
Datsue asintió en silencio como respuesta, y a Suzaku le recorrió un escalofrío de los pies a la cabeza. No había conocido al Shukaku en persona, al menos hasta el momento, pero todo lo que había escuchado sobre él le había eliminado de raíz cualquier mínima curiosidad que hubiese podido sentir por él.
—Vamos —dijo el Uzukage, con la voz apagada. No había que ser un lince para darse cuenta de que se estaba forzando hasta límites insospechados, de que estaba dando todo de sí para llegar a tiempo a la aldea y salvarla de la amenaza de Kurama. Y eso por no hablar por las líneas de sangre reseca que resbalaban por sus mejillas desde sus ojos...
Cuando entraron en la estación de tren, se vieron ante el vacío. Era muy temprano para que hubiera demasiadas personas pululando por allí, pero, sin lugar a dudas, las pocas que debían haber quedado debían haber salido despavoridas ante la aparición del Shukaku. Pero el Uzukage no parecía estar preocupado, por lo que Suzaku le siguió de cerca.
—Suzaku, Umi —dijo, dándose la vuelta hacia ellas de repente—. Hoy habéis luchado valientemente.
—Es... nuestro deber como kunoichi, Uzukage-sama —respondió Suzaku, inclinando la cabeza, aceptando el cumplido.
—No os debería haber pedido tanto. No… Ni tan siquiera Uzu debería haberos pedido tanto. Habéis hecho más que suficiente. No voy a pediros también que vengáis a enfrentaros al mayor peligro de Ōnindo.
Aquellas palabras cayeron sobre la pelirrosa como un jarro de agua fría.
«Q... ¿Qué está diciendo...?» Quiso preguntar, pero las palabras murieron en su garganta.
—No cuando tú no crees en Uzu, Umi. No cuando tú, Suzaku… —continuó, pero en el último momento pareció pensárselo mejor y terminó negando con la cabeza, interrumpiéndose—. Escuchad, esperad aquí y pillad el primer tren a Yamiria. Esperad a tener noticias de lo que ha pasado y después… Hablad —dijo, con los ojos clavados en su hermana mayor—. Hablad, y si después de eso no queréis volver a Uzu… Tenéis mi bendición. Nadie irá a buscaros. Nadie os llamará a la puerta. Os debo eso. Al menos, os debo eso.
Con aquellas últimas palabras, Uchiha Datsue se dio la vuelta, dispuesto a marchar él solo. Pero Suzaku, con el corazón en un puño se adelantó.
—P... ¿Pero qué está diciendo, Uzukage-sama? —dijo, angustiada—. ¿Nos está diciendo que nos vayamos? ¿Pero cómo le vamos a dejar ir solo contra ese monstruo? Yo.... sé que mi poder no es nada comparado con el suyo... ni siquiera con el de mi hermana, pero...
—Uchiha Datsue... —habló Umi de golpe, después de un largo silencio. Y de verdad parecía costarle hablar como nunca antes le había pasado—. ...eres el mejor líder que Uzushiogakure ha conocido en toda su historia. Quizás el único bueno... Quizás el único...quizás lo único que hacía falta para que me preocupase de algo esa puta aldea.
Aquello sí que fue una auténtica sorpresa para Suzaku. Ella la había escuchado despotricar, una y otra vez, de Uzushiogakure. La había oído insultar de puertas para adentro a los Uzukage. En especial a Uchiha Datsue. Desde luego, no esperaba aquel repentino cambio. Y mucho menos se esperaba que Umi se abalanzara sobre sus brazos, rompiendo a llorar amargamente. Suzaku se quedó paralizada, sin saber muy bien qué decir o hacer. Pero antes de que pudiera siquiera poner sus ideas en orden, una escalofriante voz siseante la sobresaltó:
—Sssssaludossss... Uzugake-ssssama. —Pese a aquel extraño siseo que le ponía los pelos de punta, parecía que se trataba de una mujer normal y corriente, de mediana edad, tez muy pálida y cabellos tan negros como la noche. Algo más inquietantes eran sus pupilas, rasgadas como los de un reptil—. ¿Va usssted a alguna parte? ¿Volviendo a cassssa... quizásssss? Mi nombre esss... Aodaisssshō... Para ssservirle —agregó, con una pronunciada reverencia.
—Sí... A casa, y llego tarde —replicó el Uzukage—. ¿Sabes dónde está el tren que lleva a Uzu?
—Uzukage-sama. ¿Podría ser... un General de Kurama? Ten cuidado. —agregó Umi.
Y Suzaku puso todos sus músculos en tensión al escucharla. Si de verdad aquella mujer era otro General de Kurama, tendrían que volver a luchar. Y aunque no podía negar que estaba aterrorizada, aunque sus manos temblaban violentamente con el simple gesto de empuñar un kunai de nuevo, sabía que no podía faltar a sus palabras tan pronto. Si había que luchar, lucharía.
La mujer siseó, divertida, ante la reacción de los ninjas. La imagen del Uzukage era suficientemente cruenta como para espantar a cualquier persona; pero aún así, ella no le quitaba ojo. Las dos chicas que le acompañaban —tiernas todavía, dedujo Aōdaisho— se pusieron en guardia, sospechando de una emboscada por parte de Kurama. Nada más lejos de la realidad. Sin mudar su expresión sibilina, como de quien se siente a gusto sabiendo algo que los demás ignoran, la mujer se arrebujó en su kimono, cruzándose de brazos.
—Mucho me temo, Uzukage-ssssama... —siseó Aōdaisho, mientras sus ojos dorados y reptilianos danzaban entre las figuras de los tres ninjas que tenía delante— que la ruta ferroviaria hacia Uzu ha ssssufrido un pequeño... Percance.
Datsue podría ver en su rostro que no mentía —algo habría ocurrido con el ferrorcarril. O con las vías. Pero claro, como si de la Divina Providencia se tratase, allí estaba ella para ofrecerles una alternativa con la que poder llegar a su querida Villa.
—Ssssin embargo, humildemente puedo ofrecerossss una sssssolución... Un modo de viajar rápidamente hacia Uzusssshiogakure... Y ssssocorrer a los vuesssstrossss...
La figura esbelta y pálida de aquella mujer se ladeó ligeramente, extendiendo el brazo derecho, como quien invita a los presentes a acompañarla. ¿A dónde? Sólo si aceptaban lo sabrían.
La valentía y la pureza de Suzaku le conmovió; el cambio de corazón de Umi le dieron ganas de llorar. Le hizo sentir feliz y culpable al mismo tiempo. ¿Él, el mejor Kage que había tenido Uzu? ¿Tan bueno era engañando a la gente que hasta Umi se creía eso? Les había prometido a todos que él sería su escudo a cambio de que luchasen por él. Les había prometido a todos que ni la más grande de las Bijūdamas penetraría las murallas del Remolino mientras la sangre siguiese recorriendo sus venas. Y ahora, cuando Kurama estaba a punto de alcanzar la villa, él se encontraba a cientos de kilómetros de distancia.
Umi le advirtió, sabiamente, que tuviese cuidado con Aōdaisho. Desde luego, había muchas cosas en ella que le hacían saltar las alarmas. Ya no por su apariencia. Ya no por no haber salido corriendo como el resto de civiles. Ni siquiera en su forma de hablar. Se trataba del don de la oportunidad. ¿Qué posibilidades había de que cuando todas las rutas rápidas a Uzu se esfumaban en tu cara, alguien apareciese con una solución milagrosa? «Así empezaban todas mis estafas», recordó, de una época en la que ni siquiera era ninja. Y él, desesperado como estaba, era el perfecto primo. Aunque lo que allí estaba en juego era mucho más grande que un par de billetes de cincuenta ryō.
El Sharingan iluminó sus ojos por segunda vez aquel día. El dolor le arrugó el rostro, y tuvo que apretar los dientes para evitar dar mayores muestras de flaqueza. El Dōjutsu de su clan le reveló que, si en efecto se trataba de una General de Kurama, esta tenía un chakra de lo más anodino. Tampoco era un Henge no Jutsu. Y, lo que era más sorprendente si cabe: cuando hablaba, no había indicios de que estuviese mintiendo.
¤ San Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Tres Aspas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos:Uchiha 60 - Gastos: 18 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:
Percepción +20
Destreza +20 en movimientos de taijutsu básico y armas
Los iris del usuario se vuelven de color carmesí, y alrededor de sus pupilas surgen tres aspas negras que giran hasta formar un trío en una circunferencia imaginaria. Este estado del Sharingan se considera el más avanzado en su forma básica.
El Sharingan le da color al chakra, y permite distinguir su composición elemental. El usuario puede ver el flujo del chakra de otros seres vivos como un manto, con suficiente precisión para detectar si tiene mucho o poco chakra (CK actual) o si ese chakra es débil o poderoso (mide aproximadamente el Poder), pero no con la suficiente para detectar movimientos de chakra dentro de un oponente si no hay una técnica activa. El Sharingan puede ver el chakra de las técnicas activas: las que afecten al interior de un ser vivo o las que ya se encuentren en el exterior de un oponente, pero no antes de que se hayan formado. Puede detectar si alguien está siendo afectado por una técnica ilusoria.
La percepción visual del usuario goza de un gran estímulo, volviéndose muy sensible al movimiento. El Uchiha puede leer labios con extrema facilidad o imitar movimientos tan sutiles como los de la escritura, escribiendo lo mismo que alguien a quien está observando. En combate, el clan utiliza esta destreza para seguir con claridad los movimientos físicos (y no de técnicas, importante) de un oponente y de sus extremidades en el Taijutsu, y para leer con claridad los sellos manuales que realiza. Si y sólo si el usuario conoce la técnica que va a utilizar, puede anticipar una respuesta (hay muchas técnicas con secuencias de sellos similares o iguales. En este caso, el Uchiha no tiene manera de saber qué va a hacer el oponente). El Tres Aspas hace que el Uchiha pueda predecir dónde va a encajar un golpe de Taijutsu mediante la lectura de las tensiones en los músculos del cuerpo del oponente, dotándole de cierta capacidad predictiva. Cabe destacar que aunque el usuario sea capaz de percibir un movimiento, necesita las capacidades físicas y de reacción para poder responder ante él.
La habilidad para leer los movimientos del Sharingan le otorga al usuario la capacidad de copiar los sellos de una técnica de Ninjutsu o de Genjutsu (o los movimientos de una técnica de Taijutsu) que no dependa de una facultad personal para ejecutarla al mismo tiempo que el oponente o registrarla en su repertorio (hasta un máximo de tres técnicas). Se pueden imitar evolutivas, pero no registrarlas. Para copiar una técnica se debe de tener su requisito convertido a la facultad Uchiha.
El Sharingan le permite al usuario distinguir técnicas como los clones simples (no los generados por la técnica Kage Bunshin no Jutsu) de un usuario real, y ver a través de la técnica Henge no Jutsu.
El Sharingan de Tres Aspas es capaz de penetrar y romper los Genjutsus sensoriales visuales, y de ver a través de las imágenes creadas por los Genjutsus ambientales.
(Nota: las bonificaciones a los atributos SON la mejora que otorga el doujutsu, de modo que alguien con mayor Destreza que la Percepción del usuario hará que sus movimientos de taijutsu o armas no puedan ser seguidos por el Sharingan, y alguien con mayor Agilidad que la Percepción del usuario no podrá ser seguido con la mirada cuando se desplace).
Alterador (El Reflejo del Alma): Debido a la visión otorgada por el Sharingan, Datsue puede percibir los detalles más sutiles del lenguaje corporal de las personas, e incluso la más leve contracción muscular (incluida la pupila). Gracias a esto, ha desarrollado la habilidad de deducir con elevado grado de precisión cuando una persona le está mintiendo.
Para que dicha habilidad surja efecto, Datsue deberá tener mayor Percepción que el Carisma de su objetivo. Cuanta mayor sea la diferencia, más fácil le resultará discernir entre la verdad y la mentira.
—Te seguimos —se forzó a decir. Seguía sin confiar en ella. ¿Cómo iba a hacerlo? Sus ojos le decían una cosa, pero la lógica otra. Pero, en aquellos momentos, le era más fácil asumir que iba a caer en una emboscada a que no iba a llegar a tiempo a casa—. Aōdashi —añadió, y el timbre de su voz sonó tan afilado como el de una guillotina al caer— , solo para que lo sepas: hoy no es un buen día para joderme.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El Uzukage no respondió de forma directa a las pesquisas de su hermana. Tampoco lo hizo la desconocida, que, en su lugar... ¿siseó? De alguna manera, parecía estar divirtiéndose ante la reacción de los tres shinobi.
«No me gusta.» Decidió Suzaku, con un escalofrío, cuando los ambarinos ojos de la mujer se detuvieron por primera vez en ella. No sabía qué era, pero había algo en ella que no le gustaba. Era como un instinto innato. O podía ser que aquella reacción estuviera condicionada por todo lo que acababan de pasar. Pero el caso era que aquella tal Aodaishō no le daba ninguna buena sensación.
—Mucho me temo, Uzukage-ssssama... —dijo, con aquel molesto y extraño siseo entre dientes— que la ruta ferroviaria hacia Uzu ha ssssufrido un pequeño... Percance.
Suzaku funció el ceño al escucharla. ¿Que la ruta ferroviaria había sufrido un percance? ¿A qué se refería? No recordaba que nadie les hubiera informado de algo así... Insegura, miró de soslayo al Uzukage. En sus ojos volvía a brillar el Sharingan, pero su gesto estaba contraído en una mueca de dolor. Seguía sobrepasando sus límites...
—Ssssin embargo, humildemente puedo ofrecerossss una sssssolución... Un modo de viajar rápidamente hacia Uzusssshiogakure... Y ssssocorrer a los vuesssstrossss...
—Te seguimos —respondió el Uzukage, para estupefacción de Suzaku. ¿De verdad iba a confiar en aquella mujer? ¿Así, sin más?—. Aōdashi, solo para que lo sepas: hoy no es un buen día para joderme.
Culminó, con una amenaza velada que pondría los pelos de punta a cualquiera. Suzaku, antes de que Datsue arrancara a caminar, se adelantó:
—Uzukage-sama —le llamó, en un susurro. Intentaba que sólo él, y no Aodaishō, la escuchara—, no querría contradecir sus decisiones pero... ¿de verdad va a seguirla? ¿Y si ha sido ella quien ha hecho algo a las vías del tren? ¿Y si nos está conduciendo a una trampa?
Una pregunta, ¿es Aōdashio? ¿Aōdashi? ¿Aodashiō? No es importante, pero lo he visto escrito de las tres formas en apenas dos rondas y ya me he hecho un lío xDU