Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Hana recuperó la compostura rápidamente, acercandose a Ranko cuando dijeron que era la más herida. Con ayuda de la pelirroja, empezó a quitarle las vendas para ver bien sus heridas y poder limpiarlas. La rubia se quedó de nuevo algo chocada por las heridas de Ranko.
— Está bien, te las limpiaremos y... — y no tenía ni idea de qué pasaría después. ¿Podría salvarla? ¿Podría siquiera ella salir de ahí?
Mientras Hana le sacaba todas las vendas sucias, la pelirroja iba limpiando las heridas con un trapo que llevaban en el barreño. Pronto, el agua cogería todos los malos colores que se pueden tener. Rojo de la sangre, marrón del barro...
— Tendrás que darte la vuelta para curarte el otro lado.
El guardia las vigilaba sin demasiadas ganas pero con menos confianza. Tanto Hana como la otra chica estaban pendientes de él, esperando que en algún momento se relajase y se alejase o algo.
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El Shukaku decidió echarse una siesta mientras lo buscaban. Al ver que no eran capaces de discernirlo a ojo, decidieron que lo mejor sería separarse.
— Dispersaos y buscad bien, puede ser del tamaño de una rata pero tener el poder de un dios. — ordenó el hombre mientras hacía un ademán para que se separasen.
Cada uno tiró para un lado, separandose lentamente y sin perder apice de atención. Era cuestión de tiempo que diesen con él. Por suerte, el Jounin no fue el que más se acercó, se fue en perpendicular a él. El que se estaba acercando directo era el peliverde. Tenía meros segundos antes de ser descubierto irremediablemente.
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Hayato podría comprobar que efectivamente la puerta estaba cerrada. Y podría esparcir sus viscosos fluidos por todo el suelo sin problema y transformarse tras soltar todo el mismo. Poco después escucharía el discurso terminar, había sido más una advertencia que un discurso. Seguramente buscaban que se encontrasen a los dobles, por desgracia, no habían tenido esa suerte.
Pronto, los pasos empezarían a inundar su espectro sonoro. Y tras unos segundos, se abriría la puerta del camarote.
— ... entre nosotros. Me parece lo más estúpido del mundooooooooooo, qué cojones. — dijo el primero de los ninjas en entrar, manchandose el pie en aquella extraña sustancia.
— ¿Qué demonios es esto? ¿Aceite? ¡Hay un montón!
— ¡Debe ser cosa de los infiltrados! ¡Ves a avisar, corre! — le dijo de inmediato mientras se quitaba la sandalia con la que había pisado esa basura.
El otro se daría media vuelta y desaparecería por el pasillo en dirección a las escaleras.
Shukaku frunció el ceño al ver que uno de los ninjas empezaba a dirigirse hacia su posición. «¡PUTO CUERPO DE MIERDA! ¡QUIERES RECUPERAR CHAKRA, JODER! ¡LENTO DE LOS COJONES!» Ah, ¡cómo lo odiaba! Estaba tan frustrado con el poco aguante que tenía aquel trozo de carne que tuvo que contenerse por no lanzar una bijūdama a lo primero que se le pusiese por delante. «Total, ¡ni siquiera iría medio cargada!»
Tirado en el suelo, formó un único sello, y su cuerpo se hundió lentamente en la tierra hasta desaparecer por completo, sin dejar marcas por ello. Los humanos la llamaban la técnica del escondite del topo, aunque en aquella ocasión, lo que escondía era al más grande de los bijūs, y estaba furioso.
Probablemente, lo más sensato sería esperar durante varios minutos a que se cansasen de buscarle y recuperar algo de energía mientras tanto. Pero Shukaku no estaba para semejantes mamarrachadas. Había visualizado al jefe antes de desaparecer, y ahora podía sentirlo gracias a la medición de fuerzas magnéticas. Se centró en él y en los de su alrededor. Necesitaba encontrar un momento en el que el Jōnin estuviese lo suficiente alejado de los Chūnins como para atacar. Con suerte, sin ser visto.
Así que aguardó, paciente como un león agazapado tras las hierbas al ver una cebra, esperando su momento.
¤ Doton: Moguragakure no Jutsu ¤ Elemento Tierra: Técnica del Escondite del Topo - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos:Doton 30 - Gastos: 26 CK (divide regeneración del chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Permite el escondite y la total movilidad bajo tierra en un amplio radio - Sellos: Perro - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: El usuario puede moverse en un rango de 10 metros a la redonda.
Esta técnica convierte el suelo en arena muy fina canalizando chakra a través de ella, permitiendo al usuario introducirse como un topo en el subsuelo, y moverse a través de él.
El usuario puede saber exactamente donde se encuentra, él y sus adversarios, a pesar de encontrarse bajo tierra, mediante la medición de fuerzas magnéticas. También puede sentir lo que está sucediendo en la superficie y usar esa información para salir por sorpresa de la tierra (aunque no a una velocidad muy elevada) y atacar a sus oponentes. El usuario puede excavar de forma profunda para esconderse de sus enemigos o evitar ataques y dar la sensación de que ha escapado del campo de batalla. Después de excavar o de surgir de la superficie, la tierra vuelve a su estado original, por lo que esta treta no deja rastros de las acciones del ejecutor. Utilizar esta técnica es como bucear bajo tierra, por tanto se aplican las reglas sobre ahogamientos del atributo Aguante. Si el usuario queda inconsciente durante el uso de la técnica, la tierra lo expulsará poco a poco hasta arrojarlo fuera.
Mientras se encuentre bajo tierra, el usuario no puede realizar secuencias de sellos, por lo que no podrá recurrir a técnicas que dependan de estos.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Poco tiempo transcurrio desde que Siete preparó su estratagema hasta que abrieron de nuevo la puerta del camarote. Para cuando entraron en el sollado, hablando de sus cosas, ambos quedaron perplejos ante el panorama. El primero alertó de que algo no andaba bien, y era más que obvio a simple vista. Poco después, inquirió a su compañero que buscase ayuda, pues eso había sido cosa de los infiltrados seguro. No se equivocaban. El segundo salió corriendo del lugar, en lo que el primero se quitaba la sandalia, pues la había manchado de ese liquido color azabache.
Entre tanto, Hayato permaneció quieto como un cadáver, y callado como esa mujer que alquila su cuerpo a desconocidos en algunas esquinas. Esperaba paciente, cual zorro atisba un gallinero desde la seguridad de la distancia.
Hana siguió quitandole vendas mientras la otra chica se encargaba de limpiarle las heridas a Ranko, apenas reaccionaba y parecía que ni podía moverse. Cuando le habían dicho que iba a curar a los prisioneros esperaba poder soltarlos de alguna forma y que ellos se encargasen. Ahora estaba claro que eso no iba a suceder.
¿Tenía plan B?
— ¡Eh! Traete a esas aquí, hay que limpiar un camarote.
— ¿Qué? Ruhara me ha dicho que las pusiese a curar a los prisioneros.
— Ya, pero alguien ha vertido... algo en un camarote y Ruhara no quiere que se acerque nadie que no sean ellas.
El hombre suspiró y se acarició el puente de la nariz, agotado. Ahora tendría que llevarlas arriba y después volver a bajar ahí para que siguiesen con las curas. Ambas chicas se habían apresurado en acabar la cura de Ranko mientras los hombres hablaban, para no dejarla a medias.
— Está bien, está bien. Vamos, ya habéis oido.
Una vez habían acabado de curar a Ranko, ambas empezaron a recoger las cosas para salir de la celda por ahora.
— Volveremos. — les prometió Hana en un murmullo antes de salir de la celda.
Y todos se fueron y los prisioneros volvieron a quedarse solos con sus pensamientos. Las chicas subieron de nuevo, una con las vendas sucias y otra con el barreño con agua sucia. Con un guardia delante y otro detrás, acabaron por llegar al camarote en cuestión, que estaba convenientemente cerca de la salida.
Hana se asomó para ver un liquido raro empapando todo el suelo del lugar. ¿Qué demonios era eso? Desprendía un olor extraño.
— ¿Qué ha pasado?
— Ni idea, solo hemos vuelto y nos lo hemos encontrado así.
Mientras Hana miraba el techo para ver si estaba goteando o algo. Si no sabían de donde había salido, tenía que ser cosa de Hayato, ¿no? Pero no veía qué iba a aportar ese liquido a... nada. Cuando se volteó pudo ver a su compañera pelirroja recibiendo indicaciones sobre donde estaban los utensilios de limpieza y de donde podían sacar agua. Así que Hana se unió a la charla mientras pensaba qué hacer ahora.
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De repente, el más poderoso de los ninjas que estaban con el Shukaku guardó su arma.
— Se ha ido, chicos. Volvamos al barco y debemos partir de inmediato, antes de que vuelva.
O el ninja de Kurama era especialmente bueno en el arte del engaño, o entre que él se había alejado y el Shukaku se había hundido había salido de su rango de percepción. Fuese cual fuese el caso, todos se replegaron rápidamente mientras comentaban qué clase de criatura podía haber sido.
Toshio se había quedado quieto, esperando sentado por su turno mientras miraba como trataban a Ranko. La chica parecía estar muy herida, incluso más que él. Apenas se movía o reaccionaba.
«Tiene que estar destrozada...» Pensó, con tristeza. «Era muy cercana a Lyndis».
Pero antes de que llegase su turno, otra persona apareció para ordenar que se llevasen a las enfermeras. Aparentemente alguien había vertido algo en un camarote y las necesitaban. Por órdenes de Ruhara, solo ellas podían acercarse, probablemente porque no quería arriesgarse a que fuese algo peligroso. Una de las chicas, antes de salir, les prometió que volverían.
— Ten cuidado. —Le susurró, algo preocupado.
Poco tiempo después, volvieron a estar completamente solos en la celda. Toshio procuró no moverse demasiado, seguía teniendo un agujero en el pecho al fin y al cabo.
El tiempo pasaba, y el silencio fue reinando poco a poco. El Senju tenía los nervios a flor de piel, pues para él estaba solo ante el peligro. Ya habían capturado a Hana, y se encontraba en medio de un jaleo de mil demonios. Estaba encerrado, transformado en un maldito barril, en una habitación que en cualquier momento podía salir prendida en fuego. Literalmente, estaba jugando al escondite con el enemigo, esperando al lado de una bomba. El único consuelo que le quedaba era el de que podía volverse inmune a ese fuego provocado, si es que llegaban al caso. Pero en realidad, no era algo que conviniese, pues terminaría prendiendo el barco, y todo lo que había en él...
Por más vueltas que le daba, no encontraba una salida. El mundo se le venía encima. Menos mal que había logrado eso por lo que tanto tiempo había peleado: Liberar a su madre. Aunque, para ello Datsue debía cumplir su palabra. Pero bueno, no parecía que ese Uchiha fuese de los que no cumplen con lo que dice. Así que Siete podía tener cierta tranquilidad para afrontar lo que se le venía encima.
De pronto, una voz que le sonaba demasiado sacó a Hayato de sus pensares. Sin duda alguna se trataba de Hana, que acompañada de al menos un par de personas había terminado entrando en el habitáculo. O al menos se había asomado al mismo, pues preguntaba qué había pasado en ese camarote. Otra persona contestó que cuando habían vuelto, lo encontraron así. Dentro de lo malo, al menos Hana estaba allí, y si ganaban algo de tiempo podrían informar a Datsue. Esa era la misión después de todo. Pero... si ahora mismo atacaban a los guardias, no tardarían en ir todos a por ellos. Quizás debía esperar un poco más, un momento más oportuno.
Lo que no entendía aún es porqué la habían dejado viva después de colarse en el campamento. ¿Acaso Hana había traicionado a Uzu? ¿O simplemente se había entregado de buenas y había hecho un trato para que no la matasen?.
El ardor de la limpieza le ayudó a permanecer consciente, y sintió un creciente alivio cuando terminaron.
— Volveremos.
El corazón de Ranko comenzó a latir con un gramo más de fuerza, y sus ojos se abrieron un poco más. Le vio alejarse, aunque Ranko creyó que el brillo rubio de su melena permanecía incluso después de haberse cerrado las puertas.
"¿Por qué te aferras? Ranko, no puedes salir. No te ahogues en esa gota de esperanza."
Aunque la kusajin seguía muy adolorida, el no tener tierra ni sangre seca (al menos no tanta) le daba más chance de respirar. Tenía razón, su mente. Aquella Ranko pesimista estaba en lo cierto, ya no quedaba nada qué hacer. Pero...
—Gracias, Toshio —dijo Ranko con voz débil. —. Podrías haber dicho... que tú eras el más herido... Gracias —Suspiró profundamente. Notó algo ligero. Un poco, un poquísimo de dolor menos que antes. ¿Qué había sido? ¿Tener heridas relativamente limpias? ¿Ver a Hana? No lo sabía con certeza —. A cambio te sacaré de aquí en mis brazos.
Gracias a la medición de fuerzas magnéticas que le otorgaba el Moguragakure no Jutsu, Shukaku supo que las moscas se replegaban. ¿Volverían al barco para zarpar? El jefe parecía ansioso de ello cuando le había sentido.
Con cuidado de no volver a ser descubierto —en esta ocasión se mantendría a algo más de veinte metros de distancia—, Shukaku volvió a emerger de la tierra. Se notaba muy escaso de chakra —empezaba a pensar que había sido un error gastar tanto minutos atrás—, pero ya no quedaba margen de maniobra: tendría que tirar con lo que tenía.
Agazapado y corriendo a cuatro patas, Shukaku siguió al grupo en silencio.
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Las chicas que entraron no sé distrajeron con otra cosa que no fuera Ranko. Incluso, hubo algún que otro intercambio de palabras entre una de estas y la kusajin. Realmente, poco le importaba lo que tenían que decirse entre ellas. Más bien le interesó cuando una persona interrumpió nuevamente para llevárselas, sin llegar a curar a Toshio. Había pasado algo fuera de lo común, algo que no estaba bajo el control de los de Kurama.
La amejin dejó de golpear el suelo al escuchar las palabras que intercambiaban dos de sus compañeros de celda. Palabras que parecían cargar una esperanza. La esperanza de escapar, incluso con el pelirrojo en brazos.
Jun sentía que Ranko todavía tenía esa voluntad de seguir adelante, incluso luego de vivir todo lo peor que alguien puede vivir. La entendía, parecía que hasta hace no mucho tenía ese sentimiento de "épica" y "protagonismo" dónde pensaba que podía salvarse de todo y derrotar a cualquier enemigo si se lo proponía. Pero después de todo el desastre, empezó a dudar.
No fue el hecho en sí la que la hicieron entrar en esta duda, sino las horas y horas de pensamiento que tuvo. Se dió cuenta que la vida era más lógica, más fría y más ácida.
Resopló, molesta, y fue caminando hacia la entrada de la celda.
— Primero veamos si podemos salir de esta. — Soltó cuando pasó por al lado de ambos. —En este estado, ninguno puede huir muy lejos.
Sé lamentaba eternamente por no hacerle caso a Nao cuando pudo. Era él el que estaba poniendo la realidad en la mesa y Jun la que estaba intentando empoderarse de una especie de épica que, dese ahora, iba a empezar a desaparecer poco a poco en su vida.
Una vez en la entrada, si ningún guardia la veía, intentaría mover un poco la puerta. No para salir, sino para ver si era posible abrirla sin más.
Tras recibir instrucciones precisas de cómo proceder en la limpieza del liquido negruzco, Hana y su nueva mejor amiga se pusieron manos a la obra. Mientras tanto, la kunoichi seguía atenta a cualquier hombre al que pudiese vislumbrar. Si eso era obra de Hayato, ¿dónde estaba? ¿Había sido una distracción y ya estaba fuera? ¿Estaría todavía transformado? El único plan que le quedaba era esperarse al momento de zarpar y simplemente saltar por la borda. No darían media vuelta a buscarla, ¿no?
Parecía que la busqueda de sospechosos había ralentizado el proceso de zarpaje, aún así, Hana fregaba con esmero.
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Jun se acercó a la puerta de la celda, tanteando en la oscuridad. Estaban solos en la oscuridad, como antes, si era su nueva normalidad o si les pondrían un guardia cuando todo estuviese calmado no lo sabía.
En cuanto comprobase, notaría que la puerta estaba bien cerrada y no había forma siquiera de alcanzar la cerradura desde su lado. La pared donde estaba la puerta de la celda tenía un buen marco solido de la misma madera, sin los huecos que tenían el resto de las paredes para que no pudiesen sacar los brazos.
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Shukaku no tendría problema en seguir sigilosamente a los últimos ninjas de Kurama que se dirigían al barco. Por su camino podría ver rastros de que habían montado un campamento, marcas en el suelo y restos de hogueras, pero ni una tienda montada. Ya lo habían recogido todo y ahora estaban pendientes de subir al barco y zarpar.
No andaban especialmente rápido, pues estaban bastante atentos a sus alrededores. Tal vez a la espera de ver algún indicio de la criatura que habían sentido antes o de algún fugitivo intentando escapar a última hora. Fuese como fuese, tarde o temprano llegarían a la costa y todos podrían ver el barco y la pequeña rampa que conducía desde tierra hasta él.
Si hubiese tenido las fuerzas para hacerlo, Toshio se habría reído un poco por el comentario de Ranko.
— Era lo lógico. —Respondió, quitándole importancia—. Si tú estás en buen estado nos podrás proteger mucho mejor de lo que yo podría.
Toshio sabía que no era la clase de héroe que simplemente se sacrifica por desconocidos sin pensar en su propia salud física o, al menos, ya no lo era. Sabía que sus probabilidades de salir de aquella situación con vida dependían de su propia toma de decisiones y de que Ranko pudiese pelear si la cosa se llegase a poner fea. Que él pudiese andar sin que le doliese el pecho era algo secundario, por mal que estuviese.
Además, la pobre chica estaba destrozada después de lo que le había sucedido a Lyndis. Esperaba que los cuidados pudiesen aliviar su dolor, aunque fuese un poco.
— Pero ahora no te puedes retractar. Tendrás que llevarme en brazos. —Le terminó por decir, con una sonrisa.
Jun se levantó para comprobar si la puerta estaba abierta. No lo estaba y, la verdad, no creía que él mismo hubiese intentado salir por ella en caso de que hubiese estado abierta. Era demasiado arriesgado y no podría llegar muy lejos en su estado. Ni siquiera podría mantener un Henge durante mucho tiempo.
— No creo que vaya a ser tan fácil. —Estiró la mano, intentando crear lava en su palma, sin éxito—. Tampoco puedo utilizar el chakra para abrirla. Mejor dejarlo y que no nos pillen haciendo ninguna tontería.
Quiso sonreír por la respuesta de Toshio, pero sus labios simplemente no respondieron. Sí, tendría que llevarlo a cuestas ahora. Jun intentó abrir la puerta, pero como era de esperarse estaba cerrada.
—Descansemos todo lo posible, entonces —Ranko seguía con su tono serio, aunque ahora cada palabra parecía tener un gramo más de espíritu que antes —. Si no... Si no podemos abrirla ahora, lo intentaremos cuando nos hayamos recuperado un poco. Esperaremos... El momento adecuado.
Sentada con la espalda contra la pared, cerró los ojos y respiró profundamente. Ahora quería dormir. Ahora le importaba dormir.
Se preguntó si había sido la curación la que había aclarado su mente un poco. No, o al menos no tanto. Claro que era más agradable no sentir tanto dolor, y era más cómodo no tener las heridas cubiertas de lodo. Pero Ranko estaba segura de que había sido algo más. Alguien más.
Sí. Estaba segura de tres verdades más del mundo. No cosas que ella quería, sino cosas que tenían que ser, porque sí. Uno, Ruhara y Marrow deben morir. Dos, sus compañeros deben de escapar. Tres, Ranko debe agradecer a Himura Hana. Sí, eso era el destino.
Como era de esperarse, la puerta estaba completamente cerrada. Ni siquiera sentía poder llegar a la cerradura, se notaba que no había muchas opciones para alcanzarla desde dentro.
—Lo sé, tranquilo. — Parezco bastante tonta, parece.
Si es que estaba abierta, tampoco iba a salir caminando por ahí como sí nada. Solo fue a comprobar, pensaba que algo estaba pasando en la tripulación como para que se vayan todos tan de golpe de allí. No era una sorpresa que la organización del otro ejército no estaba en su auge, había muchos inconvenientes después de la victoria.
Quiso soltar una broma en el momento, era idóneo para hacerlo. Pero parecía que ni siquiera tenía ganas de hacerlo. En cambio, suspiró apesadumbrada y giró hacia donde estaban los demás.
—Ya me estoy hartando de este lugar.
Había ignorado tanto a sus compañeros durante esos últimos momentos que se había olvidado del preso misterioso: el "traidor". No lo había escuchado hablar y, después de verle encadenado junto a ellos, no le había dirigido nunca más la mirada.
—Pues, intentemos descansar, si. Hay que estar al cien para... bueno, para lo que pase.
Entre la oscuridad, intentó ubicar con la mirada al otro prisionero, viendo si podía verle un poco mejor la cara. Quería llamarle la atención mientras se dirigía a uno de los futones. «Si le llamaron traidor, quizá sabe algo de este barco o de esta gente. O no sé, no hay mucho que hacer.» Quería poder hablar un poco con él, podía a llegar tener algún tipo de información que ellos desconocían.
Varias ideas fueron cruzando la mente de Shukaku al ver el barco. Parecía evidente que allí se encontraba reunido gran parte del ejército de Kurama que se había enfrentado a la Alianza en los Arrozales del Silencio. Matarlos a todos con una gran explosión era, sin duda, de lo más tentador. Aunque a ver quién aguantaba a Datsue después si por el camino se llevaba a algún uzujin. ¿Estarían allí Hana y Hayato? ¿Habría algún prisionero de la Alianza?
Chasqueó la lengua, contrariado y agazapado. Quería destruirlos. Quería ver arder aquel amasijo de madera y velas hasta que solo quedasen cenizas. Pero su chakra todavía no estaba recuperado del todo. ¿Sería capaz de hacerlo con aquella energía, siquiera?
Colarse en el barco no era una opción. Quizá consiguiese hacerlo sin ser visto, pero visto lo que había pasado, sabía que acabarían por sentirle. No, entonces…
…tan solo quedaba una opción. Se fijó con más detenimiento en el barco. ¿Funcionaba a vela? ¿O usaba motor? Necesitaba examinarlo con cuidado desde la distancia antes de dar su próximo paso.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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La habitación donde estaba Hayato sería limpiada en profundidad, con varios viajes para echar ese extraño liquido fuera del barco y rellenar con agua. Después las chicas se marcharon sin dar ninguna aclaración de a donde o a qué.
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Los prisioneros no tendrían más visitas por ahora y el cuarto en discordía se encontraba tumbado en su futón mirando al exterior en silencio. O dormido. Era dificil de decir en plena oscuridad.
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El Shukaku podría ver varias velas en varios mastiles del barco. Parecía que su principal modo de propulsión era a vela, pero también tenía varios huecos en los laterales para remos. Igual incluso tenía algún tipo de mecanismo para moverse sin acción humana. Las brujulas apuntaban al barco, eso estaba claro.
Agudizando la vista, podría ver a una chica rubia andando por cubierta, pero le sería imposible verle la cara y no parecía llevar la indumentaria de Hana ni de lejos.