21/02/2017, 17:20
Cuando Okura pronunció aquel ya que inundó, quizá, todo el Jardín de los Cerezos, Eri ya se encontraba tirando cual posesa de aquella cadena para que los tres integrantes del otro equipo acabasen en su terreno, intentando hacer gala de una superfuerza casi inexistente pero que a su vez existía más que la de otros integrantes, cosa que ella no sabía.
Pero la suerte no estaba de su parte, y el Senju que se posicionaba frente a ella en el tira y afloja decidió hacer algo que le iba a pasar factura.
— ¡Ay, uy, ayayayay!
«¿Qué pasa?»
Por un momento la joven dejó de tirar con todas sus fuerzas haciendo que sus venas se relajasen y dejasen de marcarse en su sonrosada piel; para remediar aquel grito de dolor de su compañero, sin embargo, antes de poder mencionar si quiera su nombre, él ya tenía algo en mente.
Algo que ella no había previsto.
— ¡Tirad!
Para su suerte, con el esfuerzo que suponía tirar de aquella cadena la joven mantenía los ojos semicerrados, desviando toda su atención a la única acción que era tirar y tirar, tal y como había ordenado el Senju; así que la bomba lumínica no terminó por hacerle mucho efecto, aunque, por otro lado, la bomba sonora sí que le pasó factura. Lanzó un gemido ahogado cuando notó como el sonido penetraba sus oídos, y dejó de tirar con su mano derecha para llevársela al oído, mientras que el izquierdo acababa tapado contra su hombro.
Pero la suerte no estaba de su parte, y el Senju que se posicionaba frente a ella en el tira y afloja decidió hacer algo que le iba a pasar factura.
— ¡Ay, uy, ayayayay!
«¿Qué pasa?»
Por un momento la joven dejó de tirar con todas sus fuerzas haciendo que sus venas se relajasen y dejasen de marcarse en su sonrosada piel; para remediar aquel grito de dolor de su compañero, sin embargo, antes de poder mencionar si quiera su nombre, él ya tenía algo en mente.
Algo que ella no había previsto.
— ¡Tirad!
Para su suerte, con el esfuerzo que suponía tirar de aquella cadena la joven mantenía los ojos semicerrados, desviando toda su atención a la única acción que era tirar y tirar, tal y como había ordenado el Senju; así que la bomba lumínica no terminó por hacerle mucho efecto, aunque, por otro lado, la bomba sonora sí que le pasó factura. Lanzó un gemido ahogado cuando notó como el sonido penetraba sus oídos, y dejó de tirar con su mano derecha para llevársela al oído, mientras que el izquierdo acababa tapado contra su hombro.