23/02/2017, 21:59
Lo primero que sorprendió al joven Uchiha fue ver como, henchido de orgullo, Senju Nabi se enrollaba un tramo de la cadena alrededor del brazo. Akame no pudo evitar arquear una ceja, confuso. «¿Pero qué hace este chico? ¿No es consciente de que...?»
No lo era. La realidad se ocupó de responder esa pregunta con extrema rapidez y eficacia. Apenas el robusto chuunin que oficiaba de juez dió la orden de empezar la prueba, los seis ninjas tiraron con fuerza de la cadena sin mostrar siquiera un ápice de compasión por su camarada Nabi, que justo un instante después soltó un alarido de dolor cuando aquellos férreos anillos se retorcieron y estrujaron su brazo. Incapaz de soportarlo, el muchacho cayó de rodillas mientras se liberaba el brazo herido.
«¡Ahora!»
Akame no perdió ni un instante en flexionar las rodillas y tirar con todas sus fuerzas. En aquel momento eran tres contra dos; muy fuertes tenían que ser Riko y Eri para no perder una considerable ventaja.
Sea como fuere, mientras tiraba con todas sus fuerzas, el Uchiha vio como Nabi se llevaba una mano al portaobjetos. Por puro instinto sus ojos se volvieron de color rojo sangre, y el Sharingan le reveló con algo más de precisión los movimientos que aquel muchaho ejecutó. Akame siguió con la mirada aquellas esferas que su compañero shinobi había arrojado hacia ellos, hasta que se dio cuenta de lo que eran.
—¡Al suelo! ¡No soltéis! —gritó con voz imperiosa, mientras cerraba los ojos.
Había reconocido al menos una Hikaridama. No sabía qué clase de artimaña había usado Nabi, pero estaba seguro de que no podía ser dañina; de lo contrario, serían descalificados. Así que, simple y llanamente, siguió aferrando la cadena con ambas manos mientras se arrojaba al suelo, cerrando los ojos. Fuera lo que fuese aquello —aparte de una bomba de luz—, a los otros les costaría más tirar de la cadena si Akame y sus compañeros se dejaban caer sobre ella, actuando de pesos muertos.
No lo era. La realidad se ocupó de responder esa pregunta con extrema rapidez y eficacia. Apenas el robusto chuunin que oficiaba de juez dió la orden de empezar la prueba, los seis ninjas tiraron con fuerza de la cadena sin mostrar siquiera un ápice de compasión por su camarada Nabi, que justo un instante después soltó un alarido de dolor cuando aquellos férreos anillos se retorcieron y estrujaron su brazo. Incapaz de soportarlo, el muchacho cayó de rodillas mientras se liberaba el brazo herido.
«¡Ahora!»
Akame no perdió ni un instante en flexionar las rodillas y tirar con todas sus fuerzas. En aquel momento eran tres contra dos; muy fuertes tenían que ser Riko y Eri para no perder una considerable ventaja.
Sea como fuere, mientras tiraba con todas sus fuerzas, el Uchiha vio como Nabi se llevaba una mano al portaobjetos. Por puro instinto sus ojos se volvieron de color rojo sangre, y el Sharingan le reveló con algo más de precisión los movimientos que aquel muchaho ejecutó. Akame siguió con la mirada aquellas esferas que su compañero shinobi había arrojado hacia ellos, hasta que se dio cuenta de lo que eran.
—¡Al suelo! ¡No soltéis! —gritó con voz imperiosa, mientras cerraba los ojos.
Había reconocido al menos una Hikaridama. No sabía qué clase de artimaña había usado Nabi, pero estaba seguro de que no podía ser dañina; de lo contrario, serían descalificados. Así que, simple y llanamente, siguió aferrando la cadena con ambas manos mientras se arrojaba al suelo, cerrando los ojos. Fuera lo que fuese aquello —aparte de una bomba de luz—, a los otros les costaría más tirar de la cadena si Akame y sus compañeros se dejaban caer sobre ella, actuando de pesos muertos.