17/03/2017, 06:22
Pocas personas hubiesen imaginado que los Juegos de Uzushiogakure no Sato iban a empezar con tanta fuerza y emoción. Incluso entre los más optimistas, ver como al primer segundo del Juego un concursante casi se partía el brazo era demasiado bonito para ser verdad.
Pero sí, aquello estaba sucediendo, y era tan solo el principio. Nabi chilló de dolor, provocando en ambas kunoichis la confusión e incertidumbre, la suficiente duda como para que dejasen de tirar en tan crítico momento. Los varones, sin embargo, en lugar de apiadarse de su compañero o contrincante, tiraron todavía con más ahínco y mala saña, como si el grito de desesperación, lejos de despertar su lado más compasivo, hubiese sacado a relucir su lado más oscuro, como un tiburón al oler la sangre.
En tan lucha desigual, la cadena resbaló por las manos de Riko, que por un momento era el único tirando de su equipo, abrasando sus palmas y haciendo que él mismo exclamase un aullido de dolor. Quizá aquello fue el sonido de alarma que activó a Eri, consternada y confusa hasta el momento, al igual que Noemi, provocando que ambas tirasen para su respectivo lado.
Los pies de Eri y Riko derraparon hacia adelante, sin ser capaces de contener la inexorable fuerza de los contrarios, que se aprovechaban de ser uno más. Para el Equipo Rojo, era como tratar de detener con una cuerda a un toro en celo. ¿imposible? Nada lo era para un ninja de Uzushiogakure no Sato. Pero decididamente no era algo que se pudiese contener por mucho tiempo…
El eslabón rojo estaba peligrosamente cerca del límite que Sobokuna había marcado. La ventaja que habían perdido por culpa de la estrepitosa argucia planteada por Nabi parecía ya insalvable, pero entonces, cuando todo parecía perdido, fue el propio Nabi quien se sacó un conejo de la chistera. Un conejo en forma de tres bolas de papel, cada una con su función particular que volaron en dirección al equipo contrario, dibujando una parábola en el aire que acabaría por caer al lado de Akame, cuyo Sharingan predijo instantes antes que aquello no podía traer nada bueno.
—¡Al suelo! ¡No soltéis! —ordenó Akame, tirándose él mismo al suelo. El mejor líder no era aquel que mandaba a sus hombres lanzarse de cabeza sobre el enemigo, sino el que, tras hacerlo, encabezaba él mismo la embestida. Sin embargo, estaba a punto de descubrir que en aquella ocasión se había lanzado contra el enemigo… solo. Al menos, a Kotetsu aquella demostración de liderazgo no le bastó para convencerle, quien parecía tener sus propios planes. Previamente, había desenvainado su katana y ahora trataba de sacarle provecho a su manera. ¿Su objetivo? Atravesar un eslabón con la punta de la hoja y clavarla hasta el fondo…
Pero más le valía seguir practicando. La hoja apenas había atravesado unos pocos centímetros cuando un estruendo que amenazó con partir Oonindo en dos le interrumpió, tirándole al suelo y obligándole a llevarse las manos a los oídos, cegado y con los pulmones inundados por un humo gris. Noemi y Akame tampoco pudieron seguir tirando, llevándose ambos las manos a los oídos, pero al menos éste último logró tirarse encima de la cadena para dificultar el contraataque de los contrarios, que en aquellos momentos se reducía a una Eri estoica y tenaz que tiraba con una sola mano de la cadena, mientras que con la otra taponaba un oído y el hombro opuesto hacía la misma función con el otro.
Riko, por su parte, consideró que aquello de la fuerza bruta no iba con él. No, él estaba hecho de otra pasta. Ya momentos antes, cuando Nabi había tirado las tres bombas, el Senju había lanzado un escupitajo en forma de agua viscosa al extremo de su cadena. Había errado el tiro, eso sí. La mano que había usado, todavía escocida por la fricción producida por la cadena, había tardado más de la cuenta en formular los sellos, y cuando estaba lanzando el chorro de agua el estallido de la bomba sonora le sorprendió, haciendo que cambiase lo justo de dirección para no dar en el blanco.
Pero téngase una cosa clara de Senju Riko: es un chico con las ideas claras. Había traicionado a una generación entera de shinobis recién graduados sin temblarle el pulso y a pecho descubierto, sin temer a las consecuencias. Cosas mucho peores tendrían que sucederle para hacerle cambiar de idea.
Por eso, tras recuperarse como buenamente pudo del efecto de la bomba sonora, avanzó unos pasos hacia el Equipo Amarillo y…
Eri seguía tirando y tirando. Al principio, sintió como algo se lo impedía. Como si de pronto hubiesen clavado la cadena en el suelo. Pero ella era fuego y pasión. ¿Su mayor debilidad? Considerarse débil. Pero aquello era a la vez su mayor fortaleza: le hacía esforzarse más que el resto, y estaba descubriendo que, en aquel equipo que le había tocado, ella era sin duda la que más méritos estaba haciendo. Por eso, quizá ni tan siquiera le sorprendió cuando notó que la cadena se aflojaba, doblegándose a su fuerza. La katana de Kotetsu, mal clavada en la tierra, acababa de caer en el suelo, y ahora tan solo el peso muerto de Akame impedía que la cadena se deslizase con soltura. Un peso que Eri bien podía sobrellevar.
Cada vez la cadena se deslizaba más y más. Estaba recuperando el terreno perdido. Si seguía así, las cosas podían pintar muy bien para ella. Lo notaba. Lo saboreaba. Entonces Riko pasó a su lado como una centella.
—¡Aguantad! ¡Tengo una idea!
... y Riko repitió técnica contra el Equipo Amarillo. Al contrario de lo que hubiese podido pensar, la bomba de humo ya se había disipado en buena parte, y tanto Noemi, Akame como Kotetsu pudieron ver como un chorro viscoso se abalanzaba sobre ellos…
El plan, sin embargo, parecía haber funcionado a las mil maravillas…
Aunque no para Eri, quien notó como de pronto la cadena se volvía a negar a seguir avanzando. No, no era por culpa de ninguno de sus oponentes, recién recuperados de la bomba sonora. Era más bien por culpa de un líquido viscoso que parecía haber atrapado a parte del Equipo Amarillo —o quizá al equipo al completo—, pero también, como consecuencia, a la parte de la cadena sobre la que Akame se había tirado encima, a ras del suelo.
Riko volvió a su posición entre vítores y aplausos por parte de un pequeño grupo de kunoichis preadolescentes, y el eslabón rojo, que había estado muy cerca del límite, ahora se encontraba a casi dos metros y medio.
Dos metros y medio que separaban al Equipo Amarillo de la victoria...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado