28/03/2017, 18:10
La arena de juego se convirtió de repente en un auténtico caos. Destellos, estruendos, nubes de humo y técnicas volaban de un lado para otro. Akame, con su Sharingan activado, trató de capear el temporal lo mejor que pudo mientras se mantenía siempre agarrado a la cadena, como un marinero al mástil de su barco en plena tormenta. Cuando vio cómo Riko se acercaba, haciendo sellos, el Uchiha se puso en pie y flexionó las rodillas, preparado para lo peor.
Sus ojos leyeron la técnica y el Uchiha corrió hacia delante, pero aun así no fue capaz de evitarla. Una sustancia viscosa y azulada se expandió por el suelo, pegando sus pies y la cadena. Por suerte, el segmento de cadena que Akame tenía agarrado —más adelantado— había quedado libre.
El gennin observó la situación. Nabi estaba malherido, Riko corría para volver a su puesto, y Eri parecía ser la única con verdaderas intenciones de ganar. «Pobre Eri-san, ha tenido mala suerte con los equipos...», pensó el Uchiha mientras valoraba que, además, parte del tramo de cadena que correspondía a su equipo estaba adherido al suelo gracias a aquella sustancia pegajosa. Tenían todo de cara.
Aun con los pies atrapados, Akame disponía de ambas manos libres. Y las usó. Las usó sin dudar, para tirar de aquel trozo de hierro con cuanta fuerza fuese capaz de reunir. Ya casi tenían la victoria a su alcance.