23/06/2020, 20:16
(Última modificación: 23/06/2020, 20:19 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Cuando Datsue oyó la explosión dio tal salto en la cama que se dio de bruces contra el techo y luego, en la caída, se precipitó sobre el borde del colchón y terminó derrumbándose con el cuello doblado, la nuca en el suelo, la espalda al aire y las piernas en la cama, dibujando una especie de “C” con el cuerpo.
—Pero, qué cojones… —farfulló, todavía intentando salir del estado de sueño.
El alma filtró la rabia que sentía al cuerpo, inyectando en la sangre de ese fuego incandescente que terminó por espabilarle. Entonces sintió el rostro dolorido, y el fuego se convirtió en incendio. ¿Qué cojones había sido eso? «¡Algún imbécil jugando con un sello explosivo donde no debe, seguro!» ¿Reiji? ¿Hana? No importaba quien fuese, iba a bajar ahí y darle una buena hostia.
Oyó una voz. ¿Hana, quizá, anunciando que había llamas? Luego otra. Esta vez estaba seguro de que era Eri, también gritando que había fuego. «Joder, la que habéis liado, cabrones».
Impulsó las piernas hacia abajo para terminar de tumbarse y luego se levantó. Tras dudar unos instantes, tomó un pergamino del chaleco que tenía colgado en el armario y fue a abrirlo a la ventana —que no tuvo que abrir porque ya estaba rota—, apuntando al cielo. Una gigantesca bola de fuego salió disparada de ella y se perdió en las nubes.
Menos mal que se había acordado que casi siempre contaba con una técnica ígnea en los pergaminos, o el desastre hubiese sido mayor. Luego, buscó en el escritorio pluma y tinta. Le fue fácil encontrarla: solía usarla para escribir nuevas anotaciones en su diario.
Finalmente, y como el tiempo apremiaba, salió de la habitación y bajó por las escaleras sin siquiera vestirse. Iba con lo puesto: un pijama de manga corta, blanco y con el símbolo de Uzu en rojo; un gorro con orejas y ojos de un tanuki animado; y sandalias. Tuvo que llevarse el cuello del pijama a la nariz para tratar de filtrar el humo.
—¡El fuego dejádmelo a mí! —exclamó, al oír a un chico pidiendo un suitonero. Era Takumi, que junto a Eri y Hana cargaban con… ¿Reiji? «Hostia puta, es más grave de lo que pensaba»—. ¡Vamos! ¡Salid cagando leches!
Ya habría tiempo para venganzas. En aquel momento, tenía que ocuparse de lo más acuciante. Formó un sello y un Kage Bunshin se creó a su lado. Sin siquiera tener que pedírselo, el clon volvió a subir por las escaleras, entrando habitación a habitación —tumbando las puertas de estar cerradas con llave a base de fuerza bruta— para comprobar que no quedaba nadie en el edificio. En principio, todos los participantes estaban fuera, pero uno nunca podía fiarse de que alguien no se hubiese traído al rollete de verano.
Mientras tanto, Datsue se había dirigido a la puerta de salida. Agradeciendo mentalmente a sus compañeros de haber avisado de que había fuego, sacó el pergamino y pluma que había tomado en la habitación y se dedicó a trazar complicadas fórmulas de sellado. Una vez terminado, realizó cuatro simples sellos y observó el resultado.
—¡Fūka Hōin!
—Pero, qué cojones… —farfulló, todavía intentando salir del estado de sueño.
El alma filtró la rabia que sentía al cuerpo, inyectando en la sangre de ese fuego incandescente que terminó por espabilarle. Entonces sintió el rostro dolorido, y el fuego se convirtió en incendio. ¿Qué cojones había sido eso? «¡Algún imbécil jugando con un sello explosivo donde no debe, seguro!» ¿Reiji? ¿Hana? No importaba quien fuese, iba a bajar ahí y darle una buena hostia.
Oyó una voz. ¿Hana, quizá, anunciando que había llamas? Luego otra. Esta vez estaba seguro de que era Eri, también gritando que había fuego. «Joder, la que habéis liado, cabrones».
Impulsó las piernas hacia abajo para terminar de tumbarse y luego se levantó. Tras dudar unos instantes, tomó un pergamino del chaleco que tenía colgado en el armario y fue a abrirlo a la ventana —que no tuvo que abrir porque ya estaba rota—, apuntando al cielo. Una gigantesca bola de fuego salió disparada de ella y se perdió en las nubes.
Menos mal que se había acordado que casi siempre contaba con una técnica ígnea en los pergaminos, o el desastre hubiese sido mayor. Luego, buscó en el escritorio pluma y tinta. Le fue fácil encontrarla: solía usarla para escribir nuevas anotaciones en su diario.
Finalmente, y como el tiempo apremiaba, salió de la habitación y bajó por las escaleras sin siquiera vestirse. Iba con lo puesto: un pijama de manga corta, blanco y con el símbolo de Uzu en rojo; un gorro con orejas y ojos de un tanuki animado; y sandalias. Tuvo que llevarse el cuello del pijama a la nariz para tratar de filtrar el humo.
—¡El fuego dejádmelo a mí! —exclamó, al oír a un chico pidiendo un suitonero. Era Takumi, que junto a Eri y Hana cargaban con… ¿Reiji? «Hostia puta, es más grave de lo que pensaba»—. ¡Vamos! ¡Salid cagando leches!
Ya habría tiempo para venganzas. En aquel momento, tenía que ocuparse de lo más acuciante. Formó un sello y un Kage Bunshin se creó a su lado. Sin siquiera tener que pedírselo, el clon volvió a subir por las escaleras, entrando habitación a habitación —tumbando las puertas de estar cerradas con llave a base de fuerza bruta— para comprobar que no quedaba nadie en el edificio. En principio, todos los participantes estaban fuera, pero uno nunca podía fiarse de que alguien no se hubiese traído al rollete de verano.
Mientras tanto, Datsue se había dirigido a la puerta de salida. Agradeciendo mentalmente a sus compañeros de haber avisado de que había fuego, sacó el pergamino y pluma que había tomado en la habitación y se dedicó a trazar complicadas fórmulas de sellado. Una vez terminado, realizó cuatro simples sellos y observó el resultado.
—¡Fūka Hōin!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado