25/06/2020, 23:28
La primera voz que escuche, fue la Hana. A lo lejos. O eso parecía, por qué senti que alguien intentaba levantarme, pero realmente no tenia fuerzas para poner de mi parte. Solo quedaba Ira, y eso solo servía pará mantenerme consciente.
Abrí los ojos muy despacio, y con mucho dolor. Sentía como si la cara se estuviera derritiendo, y la luz de las llamad me hacia daño. Enseguida apareció otra voz, esta vez mas cercana. Eri. Y dijo algo de un hospital. Seria lo lógico, por que yo me sentía hecho mierda. Sin embargo...
—No... —Podia hablar a duras penas, ni siquiera sabia si mi voz se escucharia. Palabras sueltas, pero una frase compelta... —Hos...pital...no... —Los médicos fliparian cuando vieran que las heridas se curaban solas. Estaría poniendo en riesgo a Gyūki. —Sabr... Que... Te...go... Bijuu...
Cada palabra era una agonía. Era como una aguja que se clavaba en mi cara y hacia que el dolor fuese más fuerte. Pero tenia que evitar que se supiera lo de Gyūki, curarse solo no era normal. Lo investigarían, y quizás dieran con la respuesta correcta, y pondría en peligro a un amigo. Era mejor no pisar el hospital.
Llegó más gente, y poco a poco las voces eran mas claras. Takumi, crei reconocer. Me estaban cargando y preguntaban que había pasado. La respuesta era clara: Yo era un imbécil al que la ira lo había cegado, y había abierto la carta de un enemigo sin ningún cuidado.
—Sa...mu..rai
»Han... Sido...
De pronto recordé algo. No hacía tanto que había tenido una conversación con Hana en el hospital sobre ellos, diciendo que podían estar entre los samuráis del valle. Joder, tenia pinta de que había acertado de lleno.
—Ha...na...
»Ren...pe...li...gro
Es cierto que me caía mal esa chica, pero tampoco era cosa de dejar morir a alguien de la alianza ¿No? Y a esa chica le gustaban demasiado los samuráis, no había visto su odio, no había sentido esa mirada. Si se juntaba con ellos, podría estar en peligro. Siendo sincero, lo hacía mas bien por Hana, me caía bien, y ella la veía como una hermana, seria un palo que la perdiese de esa forma.
Escuche a Datsue gritar algo del fuego, y enseguida, el calor desapareció. No todo, por que las quemaduras de mi cuerpo ardían como el infierno, pero el ambiente parecía haber mejorado.
Aparecieron dos nuevas voces. En realidad no era capaz de ver lo suficientemente bien como para distinguir algo en sus figuras, excepto que por el tono de voz, parecían un hombre y una mujer. También querían respuestas, y también yo era el único que sabia lo sucedido.
¿Me habrían escuchado suficientemente bien mis compañeros, o tenia que repetirlo? Por que cada palabra el dolor era peor... ¿Me estarían mirando todos esperando una respuesta?
Utilizé toda la ira y la rabia para darles las respuesta que querían. Tres palabras. Con eso, al menos Datsue, debería ser capaz de saber quien era el enemigo, y por que iban a por mí.
—Samuráis del hierro.
Me costó decirlo, pero me daba igual. Mi odio a hacía ese hijo del hierro era mucho más fuerte que el dolor que sentía al pronunciar esas palabras. Y no estaba seguro, pero quizás se había notado en mi tono de voz la rabia que sentía.
Abrí los ojos muy despacio, y con mucho dolor. Sentía como si la cara se estuviera derritiendo, y la luz de las llamad me hacia daño. Enseguida apareció otra voz, esta vez mas cercana. Eri. Y dijo algo de un hospital. Seria lo lógico, por que yo me sentía hecho mierda. Sin embargo...
—No... —Podia hablar a duras penas, ni siquiera sabia si mi voz se escucharia. Palabras sueltas, pero una frase compelta... —Hos...pital...no... —Los médicos fliparian cuando vieran que las heridas se curaban solas. Estaría poniendo en riesgo a Gyūki. —Sabr... Que... Te...go... Bijuu...
Cada palabra era una agonía. Era como una aguja que se clavaba en mi cara y hacia que el dolor fuese más fuerte. Pero tenia que evitar que se supiera lo de Gyūki, curarse solo no era normal. Lo investigarían, y quizás dieran con la respuesta correcta, y pondría en peligro a un amigo. Era mejor no pisar el hospital.
Llegó más gente, y poco a poco las voces eran mas claras. Takumi, crei reconocer. Me estaban cargando y preguntaban que había pasado. La respuesta era clara: Yo era un imbécil al que la ira lo había cegado, y había abierto la carta de un enemigo sin ningún cuidado.
—Sa...mu..rai
»Han... Sido...
De pronto recordé algo. No hacía tanto que había tenido una conversación con Hana en el hospital sobre ellos, diciendo que podían estar entre los samuráis del valle. Joder, tenia pinta de que había acertado de lleno.
—Ha...na...
»Ren...pe...li...gro
Es cierto que me caía mal esa chica, pero tampoco era cosa de dejar morir a alguien de la alianza ¿No? Y a esa chica le gustaban demasiado los samuráis, no había visto su odio, no había sentido esa mirada. Si se juntaba con ellos, podría estar en peligro. Siendo sincero, lo hacía mas bien por Hana, me caía bien, y ella la veía como una hermana, seria un palo que la perdiese de esa forma.
Escuche a Datsue gritar algo del fuego, y enseguida, el calor desapareció. No todo, por que las quemaduras de mi cuerpo ardían como el infierno, pero el ambiente parecía haber mejorado.
Aparecieron dos nuevas voces. En realidad no era capaz de ver lo suficientemente bien como para distinguir algo en sus figuras, excepto que por el tono de voz, parecían un hombre y una mujer. También querían respuestas, y también yo era el único que sabia lo sucedido.
¿Me habrían escuchado suficientemente bien mis compañeros, o tenia que repetirlo? Por que cada palabra el dolor era peor... ¿Me estarían mirando todos esperando una respuesta?
Utilizé toda la ira y la rabia para darles las respuesta que querían. Tres palabras. Con eso, al menos Datsue, debería ser capaz de saber quien era el enemigo, y por que iban a por mí.
—Samuráis del hierro.
Me costó decirlo, pero me daba igual. Mi odio a hacía ese hijo del hierro era mucho más fuerte que el dolor que sentía al pronunciar esas palabras. Y no estaba seguro, pero quizás se había notado en mi tono de voz la rabia que sentía.