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Koori se llevó el dedo pulgar a la boca y lo mordió, y Daruu se preguntó por un momento qué demonios estaba haciendo. No tardaría en comprobarlo instantes después, cuando el albino posó la mano en el suelo y un estallido de humo reveló una magnífica ave blanca de bastante embergadura. Se sorprendió cuando lo vio a hablar —a pesar de que ya estaba informado de que, en efecto, podían hacerlo—, pero escuchó con atención. Parecía ser que sería un esfuerzo para el pobre animal, pero que podría con ambos. Koori indicó con un gesto que Kaido y Mogura tomaran posiciones en sus respectivas aves ficticias, y Daruu le siguió y subió con toda la delicadeza del mundo en el lomo de Yukyou.
—¿Todos listos?
—¿Cómo podría estar listo para todo esto...? —contestó Daruu, pero lo suficientemente bajo como para que sólo Koori pudiera oírle—. Pero no tenemos alternativa. Vamos.
Zetsuo advirtió que seguir las huellas con su águila sería inútil. Kiroe torció el gesto, interrogante, pero no tardaría en averiguar por qué lo decía. No muy lejos de allí, las huellas se metían dentro del agua. Kiroe se agachó mientras Zetsuo formulaba un sello y hacía sus propias averiguaciones. Observó el vaivén de las olas y la dirección de las huellas...
—Hubo una lucha, a un kilómetro de aquí aproximadamente —Kiroe se sorprendió de la curiosa habilidad de Zetsuo y le dirigió un instante de su atención—. Tráelo, Kowashi.
—¿Qué ha encontrado tu invocación? —inquirió—. Oye, Zetsuo. Estas huellas... En otra ocasión te diría que se dieron cuenta de que estaban dejando un rastro, y simplemente comenzaron a caminar sobre el agua para no marcar más huellas en la arena —explicó—. Pero está claro que el rumbo era norte, así que no habría servido de mucho que a estas alturas hubiesen empezado a intentar despistarnos. Sabríamos que se dirigirían a Coladragón. Lo más preocupante es eso, y la dirección de las huellas. Mira. —Señaló a las más cercanas a las olas, ya casi borradas por el romper del agua—. Perpendiculares a la costa. Si hubieran seguido hacia el norte, hubieran dado un salto, o serían en diagonal.
»Suena descabellado, pero... ¿se han ido en dirección oeste? ¿A pie? O... ¿al fondo del mar?
Se agarró la frente y pellizcó entre ceja y ceja, consciente de que tal vez estaba yendo demasiado lejos con una deducción que a todas luces parecía una locura.
¿Locura o lucidez? La frontera no siempre está clara.
Nivel: 15
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—Será mejor que te guardes los motes para otro momento, Kaido. Han secuestrado a Ayame, tenemos que irnos
Diría Daruu antes de girarse y volverse por donde habían venido.
«¿Secuestrado a Ayame...?»
No pudo evitar llevar su mirada entonces hasta su superior a cargo, de la misma manera en que haría Kaido.
—Necesitamos que te prepares y vengas con nosotros, Umikiba-kun
Las palabras del jōnin sería difíciles de cuestionar, ni siquiera el atrevido muchacho azul dejaría escapar alguna idiotez de sus labios y tan pronto como la orden llegó a él, se limitó a cumplirla.
Ayame desapareció ayer por la mañana. Lo último que sabemos de ella es que se dirigió a las Playas de Amenokami, así que ese será nuestro primer destino para buscar cualquier pista y reunirnos con Aotsuki Zetsuo y Amedama Kiroe, ambos Jōnin.
«Ya ha pasado un día desde que desapareció. Las Playas de Amenokami no están muy lejos pero no podremos llegar antes de que termine el día.»
Entonces escuchó mencionar a Aotsuki Zetsuo, más conocido como el Director del Hospital de Amegakure, aunque probablemente solo entre los que estaban metidos en el tema. Desde luego que el nombre de Amedama Kiroe le sonaba, la madre del propio Amedama Daruu y la proveedora del mejor pastel de fresa en toda la aldea.
Las palabras de Kaido volverían a centrar al joven médico, lo cierto era que se habían desplegado tres jōnin, un chuunin y dos genin para buscar a la joven Ayame. Parecía ser que la Arashikage no estaba dispuesta a escatimar en recursos cuando de su jinchuuriki se trataba.
El trío avanzaría entonces hasta donde se encontraba Daruu, allí tambien habría dos pedazos de pájaro, pero no eran aves comunes y corrientes, eran de...
¿...caramelo?
Curiosamente no parecían verse afectados por la lluvia.
—Koori-sensei ¿Cabemos los dos en uno de tus búhos?
«Sensei.»
Había un vinculo entre el joven Daruu y Aotsuki Kōri. Probablemente todos los que habían sido involucrados hasta el momento en la misión serían cercanos de una manera u otra a Ayame.
»Así me concentraré en mantener el jutsu y volarán más rápidos con ellos encima.
—Sólo hay una forma de saberlo.
Y sin intención alguna de perder tiempo, el habilidoso shinobi haría gala del alcance de sus poderes realizando un Kuchiyose no jutsu.
«Debe existir un método más apropiado que morderse el dedo...»
No pudo evitar pensar el joven médico en un punto. De todas formas, Kōri completaría su técnica y una nube de humo se manifestaría en el lugar, del interior de esta aparecería un gran búho
—Yukyō, sé que es un esfuerzo para ti, ¿pero te ves capaz de llevarnos a Daruu-kun y a mí hasta la playa de Amenokami sobre tu lomo?
—Las playas no quedan lejos, uuh uuh. Pero no podré volar tan rápido con el peso de ambos, uuh uuh.
No podía evitar sentir curiosidad por aquella enorme criatura, solo los shinobi y kunoichi con más rango lograban acceder a un contrato con alguna invocación. ¿O quizás era al revés? Quizás solo los shinobi y kunoichi que lograron conseguir un contraro lograban conseguir un rango alto.
Manase Mogura se dirigió al pájaro de caramelo del color que le correspondía y sin pensarlo demasiado se montó en él.
¡No pierdas la concentración o Umikiba-san y yo moriremos...! ¡Haz tu mejor esfuerzo, Daruu-san...!
Sintió la necesidad de advertirle a su viejo amigo lo que podría llegar a pasar en caso de que su mente no estuviese en armonía con la tarea que estaba a punto de realizar, pero trató de no sonar demasiado duro echando mano a ese tono jocoso que a veces usaba.
Nivel: 32
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Los cuatro shinobi subieron a sus respectivos pájaros. Yukyō extendió sus magníficas alas bañadas de nieve, las agitó en el aire levantando una potente onda de viento que sacudió los cabellos y las ropas de todos los presentes y, después de un breve momento avanzó y sus garras abandonaron el suelo. A este le siguieron los dos pájaros de caramelo, con Mogura y Kaido sobre sus lomos. Se alzaron en altura, y los suelos de Amegakure pronto quedaron muy muy abajo.
Tal y como había afirmado el búho, y aunque ponía todo su esfuerzo en ello, no conseguía alcanzar su velocidad de crucero máxima. Nunca había sido tan rápido como las águilas u otras familias de aves rapaces, pues la especialidad de los búhos era el sigilo y los ataques sorpresivos, pero entre las constantes ráfagas de viento provocadas por la tormenta, la lluvia, y el peso adicional; tendrían que conformarse con ir aún más lento.
Sin embargo, cualquier cosa sería más rápida que ir a pie.
Kōri alzó la mirada hacia el cielo. La espesa capa de nubes le impedía discernir la posición del sol, pero teniendo en cuenta la hora a la que habían iniciado aquella aventura y el tiempo que le había llevado reunir a los tres genin, calculaba que llegarían a las playas de Amenokami sobre el mediodía.
«Más de un día en manos de los Kajitsu... Esto no es bueno.» Meditó, sombrío.
—Yukyō colócate un momento en línea entre las otras aves —le pidió al búho, y este se puso enseguida en posición. Kōri miró a Mogura y a Kaido respectivamente. Daruu ya conocía los detalles, pero lo mejor sería ponerles al orden del día con todo lo que sabían hasta el momento—. Creemos que han sido los Kajitsu Hōzuki. No sé si habréis oído hablar de ellos, pero son un grupo de supremacistas del clan que han estado persiguiendo a Ayame desde que era pequeña —se interrumpió un momento y se relamió los labios resecos por las ráfagas de aire mientras medía sus palabras. Por el rabillo del ojo, vigilaba las expresiones faciales de los genin—. No soportan la idea de que haya una Hōzuki que no esté con familiares de su mismo... clan. Por eso se empeñaron en arrancarla de nuestro lado, ya que no sabían que no podríamos desarrollar todo su potencial como Hōzuki.
—¿Qué ha encontrado tu invocación? —inquirió Kiroe.
Pero el médico no respondió enseguida. En su lugar, había vuelto a abrir los ojos, con la mirada fija en algún punto del horizonte en la playa, y sus iris dorados tardaron unos segundos en retornar a su habitual aguamarina.
—Oye, Zetsuo. Estas huellas... En otra ocasión te diría que se dieron cuenta de que estaban dejando un rastro, y simplemente comenzaron a caminar sobre el agua para no marcar más huellas en la arena —añadió la pastelera, y Zetsuo volvió a dedicarle toda su atención—. Pero está claro que el rumbo era norte, así que no habría servido de mucho que a estas alturas hubiesen empezado a intentar despistarnos. Sabríamos que se dirigirían a Coladragón. Lo más preocupante es eso, y la dirección de las huellas. Mira —señalaba las más cercanas a las olas, ya casi borradas por el romper del agua—. Perpendiculares a la costa. Si hubieran seguido hacia el norte, hubieran dado un salto, o serían en diagonal. Suena descabellado, pero... ¿se han ido en dirección oeste? ¿A pie? O... ¿al fondo del mar?
Zetsuo se llevó una mano al mentón.
—Según la última información de Yui-sama, los Kajitsu debían de estar en algún lugar al norte de Amegakure. Sopesaron la idea de que estuvieran en Coladragón o en Yukio, pero... —murmuraba, mientras seguía las huellas hasta el límite donde rompían las olas. El agua apenas le rozó las botas y él torció el gesto con el ceño fruncido—. En otra ocasión te habría llamado loca por esa suposición pero son Hōzuki, ellos no se ahogan. ¡Mierda! —maldijo, apretando los puños junto a los costados.
Si de verdad se habían ido bajo el agua, eso sólo dificultaba las cosas. Tanto a nivel de rastreo como de seguimiento.
—¿Llevas contigo algún respirador, Kiroe?
Un agudo chillido hendió el aire. El águila regresaba a toda velocidad, batiendo las alas en contra del viento. Entre sus garras, algo ondeaba al aire. Descendió con una grácil maniobra y Zetsuo alzó el antebrazo. El ave dejó una larga tira de tela de color azul sobre su mano libre antes de posarse sobre su antebrazo.
—No había nada más allí, señor. Las huellas regresaban hacia Amegakure, ¡eeek!
El hombre asintió, inusualmente sombrío, y el águila desapareció tras una última nube de humo. Zetsuo dejó caer el brazo, pero su mano aún aferraba con fuerza lo que le había traído el águila. Y cuando se atrevió a abrir la mano, contuvo la respiración. Ya sabía lo que iba a ver, pero ese sentimiento no lo hizo más llevadero: Una placa metálica con el símbolo de Amegakure grabado sobre ella y clavada sobre una tela de color azul...
Empapada en sangre que se escurría entre sus dedos.
Nivel: 34
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El búho nival tomó un pequeño impulso y enseguida montó el vuelo. No tardó en ser evidente que, a pesar de la fuerza de Yukyou, no estaban viajando a toda velocidad. Daruu se sintió culpable. No pudo evitar pensar que si no hubiera ido con Koori, él ya estaría a mitad de camino, gracias a que el animal surcaría el cielo más rápido. Bajó la mirada, arrepentido, pero inmediatamente sintió la necesidad de levantarla: Amegakure se veía muy pequeñita, allí abajo. Y él se sintió de pronto falto del equilibrio que en realidad sí tenía por culpa del vértigo. Tragó saliva.
Al cabo de un rato, Koori ordenó al búho ponerse en línea con los otros dos pájaros. El Hielo se dirigió a los compañeros genin de Daruu y les explicó lo que había pasado, sorteando hábilmente el tener que revelar que el motivo principal por el cual los Kajitsu Hoozuki habían raptado a Ayame es porque ésta era la jinchuuriki del Gobi. Mogura ya lo sabía, según Ayame le había contado, pero Kaido no. Y de todas formas, pensó Daruu, Koori probablemente estuviera acostumbrado a hablar de aquella manera, en clave y ocultando información. De otro modo, en cualquier momento se le podría escapar que su hermana era la guardiana de la Bestia con Colas.
Daruu suspiró y miró al horizonte, muy al fondo, donde se vislumbraba el azul del mar.
«Espero que estés bien, Ayame...»
Zetsuo afirmó que según la información que les había dado Yui, los Kajitsu se ocultaban en algún lugar al norte de Amegakure. La hipótesis de Coladragón podría ser acertada. Sin embargo, también accedió a que como se trataba de unos Hoozuki, no podían ahogarse en el agua, de modo que la intuición de Kiroe podría no ser obra de la locura.
Acto seguido, le preguntó a la mujer si tenía algún respirador encima.
—¿Qué clase de ninja de Amegakure no Sato sería si no? —respondió la kunoichi, llevándose la mano al portaobjetos. Sacó un respirador y se lo empezó a colocar con cuidado—. No obstante, los Hoozuki son muy peligrosos debajo del agua. Debemos tener cuidado...
La interrumpió el chillido del águila de Zetsuo, que volvió de su búsqueda y depositó una bandana de Amegakure sobre la mano del hombre. Ensangrentada.
—Será mejor que lo hagamos cuanto antes. —Kiroe, seria, se adelantó y metió dos pies en el agua hasta que le cubrió por los tobillos—. Vamos, Zetsuo. Ponte a mi lado. Aprisa.
Esperó a que el hombre obedeciera sus indicaciones y formuló una larga retahila de sellos. Sendas prisiones de agua les envolvieron a ambos, pero en lugar de apresarlos, se movieron hacia delante a gran velocidad, como una lancha motora, y se hundieron en el mar. Encerrados en las esferas, podían ver mejor los alrededores, y reaccionar más rápido si algo... les atacaba.
«Puedes controlar la esfera tocando las paredes.» —Kiroe transmitió un mensaje mediante la lengua de signos.
Nivel: 28
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Con un simple aleteo, la imponente ave rapaz movió todo el aire a su alrededor y lo obligó, técnicamente, a arremolinarse por debajo de sus blanquecinas plumas invernales. Una fuerte ráfaga envolvió a todos los presentes y más pronto que tarde, Yukyō se alzó por sobre los cielos. Y así lo hicieron también las dos aves de caramelo.
En cuestión de minutos, el grupo improvisado para la misión "Salvando a la Kunoichi Ayame" ya se encontraba zurcando los lúgubres cielos de Amegakure, dejando atrás, a paso acelerado; lo que desde abajo suponían ser una de las ciudade más avanzadas y estructurales de todo Oonindo, pero que desde ahí arriba; parecían sólo pequeños trozos de juguete. Diminutos a la vista, para como lucían en tierra firme.
Entonces, el silencio. Un silencio sólo interrumpido por las gotas de lluvia golpéandoles el cuerpo, y alguna centella ocasional divisándose en el horizonte. Hasta que, como buen líder, Koori se acercó hasta los linderos de Kaido y Mogura, para ahondar más en la información que tenía acerca de Ayame, y de sus opresores.
Creemos que han sido los Kajitsu Hōzuki. No sé si habréis oído hablar de ellos, pero son un grupo de supremacistas del clan que han estado persiguiendo a Ayame desde que era pequeña —en cuanto escuchó aquello, el gyojin sintió como si Ame no Kami presionara los cielos por sobre su espalda, y un deje de incertidumbre le gobernó la cabeza. Trató de esconder la mirada, pero de pronto se supo incapaz de rehuir de los gélidos orbes de Koori que le observaban con inclemencia. Entonces, creyó más conveniente plantar cara a lo revelado como bien pudiera, o de lo contrario; podría parecer sospechoso. Después de todo, él también era un... —. No soportan la idea de que haya una Hōzuki que no esté con familiares de su mismo... clan. Por eso se empeñaron en arrancarla de nuestro lado, ya que no sabían que no podríamos desarrollar todo su potencial como Hōzuki.
—Y por esa razón, les ha parecido buena idea traer a un ninja que ¡casualmente! también es un miembro del clan Hōzuki, ¿no? Vamos, dejémonos de patrañas. ¿Por qué estoy aquí? ¿acaso soy sospechoso, o quizás creéis que sé algo de estos Kajitsu? porque no, no sé una puta mierda. Tampoco sabía que Ayame era uno de los nuestros sino hasta la final del torneo, si eso les sirve de algo.
Al final de su pequeño discurso, el gyojin no pudo sino sentirse ligeramente identificado con Ayame. Porque, aunque quizás no era la misma situación —realmente no entendía el hecho de que estos Kajitsu Hōzuki llegaran a tal punto de secuestrar a alguien sólo por no subordinarse a sus enseñanzas— sí que compartían directrices similares. Dos reductos diferentes de un mismo clan, quizás no relacionados entre sí, pero que a fin de cuentas buscaban controlar a sus jóvenes promesas. Con Kaido lo habían logrado, a tal punto de convencerlo de que ser el arma para sus fines era la mejor opción. Con Ayame, no obstante, no habría podido ser tan fácil.
Ella tenía a tanta gente para defenderla. Su padre, Daruu, Koori. Incluso la mismísima Yui, quien no había escatimado en su respuesta para armar a un equipo efectivo, que pudiera ser capaz de encontrarla.
Pero con él, nadie se había atrevido a mover un sólo dedo. Quizás porque nadie sabía de su situación, o porque quizás no necesitaba que le ayudasen. Se sentía parte de ellos, de los Hōzuki, a pesar de que no fuese sino un as bajo la manga para sus objetivos. Pero eso le bastó, y le seguía bastando.
A fin de cuentas, era la única familia que tenía. O, bueno... lo más cercano a una.
Nivel: 15
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No pasó mucho tiempo desde que había despegado para que la gran urbe con super tecnología fuese quedando reducida a un puñado de torrecitas. Bajo un lluvioso cielo gris la parvada avanzaba en dirección a su destino. Los pajaros de caramelo y el gran búho no llevaban una velocidad precisamente digna de una criatura de tal tamaño, pero posiblemente se debería a la carga que llevaban sobre su lomo.
Haciendo gala de sus dotes de vuelo, las aves maniobraron para dejar al búho entre los pájaros. Aotsuki Kōri tomaría la palabra entonces.
Creemos que han sido los Kajitsu Hōzuki. No sé si habréis oído hablar de ellos, pero son un grupo de supremacistas del clan que han estado persiguiendo a Ayame desde que era pequeña.
Los Kajitsu Hōzuki, había tenido oportunidad de cruzarse con uno hacía no mucho, puntualmente cuando Hōzuki Marun intentó secuestrar a Ayame y de paso envenenó a la consejera de la propia Arashikage. Según las sospechas, la joven jinchuuriki había sido raptada por aquel grupo nuevamente.
No soportan la idea de que haya una Hōzuki que no esté con familiares de su mismo... clan. Por eso se empeñaron en arrancarla de nuestro lado, ya que no sabían que no podríamos desarrollar todo su potencial como Hōzuki.
Aquella explicación parecía un poco vaga, pero Manase Mogura tenía la información que el shinobi guardaba.
«No es solo por eso...»
Aotsuki Ayame era algo más que una simple Hōzuki, era la hija del Director del Hospital de Amegakure y además era hermana de un ninja de alto rango, pero lo que realmente les importaría sería lo que la chica tenía dentro suyo.
—Y por esa razón, les ha parecido buena idea traer a un ninja que ¡casualmente! también es un miembro del clan Hōzuki, ¿no? Vamos, dejémonos de patrañas. ¿Por qué estoy aquí? ¿acaso soy sospechoso, o quizás creéis que sé algo de estos Kajitsu? porque no, no sé una puta mierda. Tampoco sabía que Ayame era uno de los nuestros sino hasta la final del torneo, si eso les sirve de algo.
Nuevamente, Umikiba Kaido actuaba como Umikiba Kaido. Por fuera Mogura trataba de mantener su serio semblante pero por dentro sentía muchas ganas de hacer un comentario que hiciera pensar al azulado muchacho de que a lo mejor todo fuese una tapadera para meterlo preso o algo por el estilo.
«¡Supongo que no es lugar para esas bromas...!»
Cerró los ojos un par de segundos para concluir ese pensamiento.
No hay necesidad de alterarse, Umikiba-san.
Recordaría el joven médico al kajitsu Hōzuki.
Dudo que haya sospechas sobre que seas un Kajitsu Hōzuki.
Nivel: 32
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14/10/2017, 20:34
(Última modificación: 14/10/2017, 20:56 por Aotsuki Ayame.)
Algo hizo que Kōri detuviera su mirada especialmente en Kaido. El genin había agachado la mirada ante las revelaciones del jonin y entonces, como el estallido de un tsunami contra la tierra firme, reaccionó de la manera que menos había esperado:
—Y por esa razón, les ha parecido buena idea traer a un ninja que ¡casualmente! también es un miembro del clan Hōzuki, ¿no? Vamos, dejémonos de patrañas —exclamó, extrañamente irritado—. ¿Por qué estoy aquí? ¿acaso soy sospechoso, o quizás creéis que sé algo de estos Kajitsu? porque no, no sé una puta mierda. Tampoco sabía que Ayame era uno de los nuestros sino hasta la final del torneo, si eso les sirve de algo.
Si Kōri no conociera ya el expediente del chico, sin duda aquellas palabras habrían despertado todas sus alarmas. Tal había sido su exaltación que no hablaba precisamente como una persona inocente. Sino como un asesino al que han pillado con las manos en la masa.
—No hay necesidad de alterarse, Umikiba-san —intervino Mogura, mediando como el chunin que era—. Dudo que haya sospechas sobre que seas un Kajitsu Hōzuki.
Pero Kōri había entrecerrado ligeramente sus ojos de escarcha.
—Sí, Umikiba-kun. Si Yui-sama te ha escogido casualmente a ti es porque, casualmente, eres un Hōzuki —comentó, aunque su voz seguía siendo tan impersonal y átona como siempre. Y, antes de que el Tiburón pudiera replicar al respecto, añadió—. Pero no porque sospechemos que seas uno de ellos. Más bien al contrario, como Hōzuki conoces mucho mejor a nuestros objetivos que cualquiera de nosotros.
Calló apenas un instante, pero cuando volvió a hablar, su voz era tan gélida como una ventisca de las cordilleras de las Tierras Nevadas del Norte en pleno invierno.
—Créeme cuando te digo que si tuviéramos la más mínima sospecha de ti, sólo me bastaría darle una orden a Daruu-kun para que tu vida terminara aquí y ahora.
—¿Qué clase de ninja de Amegakure no Sato sería si no? —respondió Kiroe, llevándose la mano al portaobjetos. Sacó un respirador y se lo empezó a colocar con cuidado—. No obstante, los Hoozuki son muy peligrosos debajo del agua. Debemos tener cuidado... Será mejor que lo hagamos cuanto antes. Vamos, Zetsuo. Ponte a mi lado. Aprisa.
Pero Zetsuo se adelantó y tomó el brazo de la kunoichi antes de que terminara de ponerse el respirador sobre el rostro.
—Espera un momento, Kiroe —le dijo, con voz grave, y sus ojos ensombrecidos se clavaron en los suyos—. ¡Joder, yo soy el primero que está deseando tirarse al agua de cabeza y sacar a esos cabrones del pelo si hace falta! Pero tenemos que esperar a Kōri. Le dije que le esperaría aquí, y siempre será mejor contar con una mano más.
Se apartó de ella, y sus ojos rastrearon el horizonte contrario al mar. Si no calculaba mal, debían de estar cerca del mediodía.
Y a cada minuto que pasaba, mayor era la angustia que le atenazaba el pecho.
«No te preocupes, Shiruka. La rescataré y estará sana y salva. Tal y como te prometí.»
Cuando había despertado, no sabía dónde se encontraba. El suelo estaba duro y áspero por debajo de ella, probablemente de madera. En algún lugar detrás de ella, sentía el estruendo del agua cayendo desde una gran altura. Sentía frío, pero algo caliente se deslizaba por su sien derecha. Asqueada, se dio cuenta de que era sangre.
«Un Hōzuki no debe sangrar...» Pensó.
Y al recordar todo lo que había pasado, abrió los ojos de golpe. Se encontró a sí misma en un lugar sumido en una suave penumbra apenas rota por algunas lámparas de aceite colgadas de las paredes de roca y cuya luz trémula se reflejaba en el agua que encharcaba toda la estancia.
Lo peor de todo eran los barrotes de metal que la rodeaban. Se levantó a trompicones, y no pudo contener un gemido de dolor cuando sintió una punzada en el lado derecho de la cabeza. Pero, por encima de ese dolor, había un sentimiento más. Un sentimiento extraño y que no terminaba de identificar. Un sentimiento... como el de haber perdido algo sin saber bien el qué...
Ignorándolo, se acercó a los barrotes, y cuando fue a alzar uno de sus brazos se dio con un obstáculo: sus muñecas estaban unidas por lo que parecían ser unas esposas.
Tampoco le importó. Qué importaban los grilletes o los barrotes cuando ella era el agua y podía atravesarlos sin siquiera esforzarse.
—¿Qué...? —murmuró, con voz ronca, cuando se dio cuenta de que los grilletes y los barrotes sí importaban.
Porque no era capaz de licuar su cuerpo.
—Mi pobre y pequeña Ayame... No sabes lo que me apena verte en este estado...
Nivel: 34
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Kaido respondió con una osadía que le hizo morderse el labio. ¿Por qué, de pronto, le daba tanta rabia que alguien contestase así a un superior? Daruu antes no era así, pero sin embargo, ahora... Ahora... ¿Estaría empezando a asimilar las enseñanzas de Koori y Zetsuo?
Entonces el pez la cagó.
—Sí, Umikiba-kun. Si Yui-sama te ha escogido casualmente a ti es porque, casualmente, eres un Hōzuki —comentó, aunque su voz seguía siendo tan impersonal y átona como siempre. Y, antes de que el Tiburón pudiera replicar al respecto, añadió—. Pero no porque sospechemos que seas uno de ellos. Más bien al contrario, como Hōzuki conoces mucho mejor a nuestros objetivos que cualquiera de nosotros.
Y entonces, Daruu y Koori hablaron a la vez, pronunciando una canción mortal:
—Créeme cuando te digo que si tuviéramos la más mínima sospecha de ti, sólo me bastaría darle una orden a Daruu-kun para que tu vida terminara aquí y ahora.
—Si sospechase de ti, hace tiempo que estarías muerto.
Daruu había girado la mirada, y observaba a Kaido con el Byakugan activo. El tiburón había conocido a Daruu hacía un tiempo, y habían compartido una pequeña aventura. Por eso tuvo la certeza de que aquellos cuchillos que se clavaban en sus pupilas no pertenecían a aquél muchacho, sino a alguien mucho, mucho más siniestro.
Bajó la mirada, consciente de que se había dejado llevar, y susurró:
—Koori-sensei. ¿Cómo consigues... aislarte tanto de todo? Te envidio.
Kiroe notó como Zetsuo la agarraba del brazo y se tensó un momento, a punto de perder los nervios. Clavó la mirada en el jounin unos segundos, hasta que terminó de hablar y un poco más. Finalmente, se rindió, se sacudió para librarse y volvió a guardarse el respirador. Abatida, se sentó en la arena, justo donde empezaba la tierra mojada, lamida por el oleaje.
—Tienes razón —suspiró—. Pero a cadaa segundo que pasa... Nada, déjalo.
»Tu familia... Sois lo único que me queda. Casi me alegro de que los niños estén juntos. Me siento muy sola, Zetsuo. Mi marido, un traidor... Mis hermanos, todos muertos. Sólo me quedáis vosotros.
»Casi siento a Ayame como hija mía.
Nivel: 28
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15/10/2017, 00:44
(Última modificación: 15/10/2017, 00:53 por Umikiba Kaido.)
Así pues, por parte de Mogura, Kaido recibió una respuesta típica de su vieja alma conciliadora. Él, según sus palabras, dudaba que el gyojin fuera parte de los secuestradores. Y estaba en lo cierto, desde luego.
Koori, sin embargo, y a pesar de que pensaba exactamente igual que el chunin; tendría otras formas de hacérselo saber al tiburón. Entonces, mientras éste abría la boca, Kaido entendió que había sido un momento poco oportuno de hacerse el valiente. No, poco oportuno era decir poco. Técnicamente, su vida estaba en manos de Daruu, quien casi al unísono que el hielo, soltó también una amenaza velada; con aquellos ojos blanquecinos atravesándole el alma tal y como hacía con todo a su alrededor. Y es que sii de algo pudo darse cuenta el tiburón, fue de que esa vez, Amedama Daruu no lucía igual que aquel amigable pelopincho quien no reparó en prepararle una riquísima pizza al abominable Yeti de las cordilleras, sino como un joven notoriamente afectado por la situación que les acaecía a ellos cuatro.
De forma mucho más personal que a cualquier otro...
¿Pero por qué?
—Créeme cuando te digo que si tuviéramos la más mínima sospecha de ti, sólo me bastaría darle una orden a Daruu-kun para que tu vida terminara aquí y ahora.
—Si sospechase de ti, hace tiempo que estarías muerto.
Kaido no pudo hacer más que cerrar los ojos por un momento y sobarse la cien. Luego, volteó a ver a Mogura como si esperase que éste le fuera a amenazar también con curarle hasta la muerte. Ya dos lo habían hecho sin ningún reparo, ¿así que por qué no él también?
—Miren, podéis amenazarme todo lo que quieran, pero eso no cambia el hecho de que sigo siendo un jodido Hoozuki. Así que, no me culpen, ¡eh! por querer cerciorarme de que no estoy aquí por las malditas razones equivocadas. Viendo que estamos en sintonía respecto a ese asunto —«o bueno, no estoy tan seguro»—; ya puedo estar más tranquilo.
Luego volvió a ver a Daruu, quien yacía con la cabeza gacha. Finalmente, buscó al hielo con la mirada.
—Koori-san ¿a dónde se cree que pueden estar llevando a Ayame? y... ¿qué es lo que esperan lograr con secuestrarla? además, claro; de que la ira de Yui-sama les persiga por toda una eternidad, por supuesto.
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—Sí, Umikiba-kun. Si Yui-sama te ha escogido casualmente a ti es porque, casualmente, eres un Hōzuki. Pero no porque sospechemos que seas uno de ellos. Más bien al contrario, como Hōzuki conoces mucho mejor a nuestros objetivos que cualquiera de nosotros.
Diría Aotsuki Kōri tras las palabras del chuunin, señalando que la causa de que Kaido fuese seleccionado del resto para aquella misión de búsqueda, y posiblemente rescate, no era otra que el joven en cuestión era un Hōzuki.
—Créeme cuando te digo que si tuviéramos la más mínima sospecha de ti, sólo me bastaría darle una orden a Daruu-kun para que tu vida terminara aquí y ahora.
—Si sospechase de ti, hace tiempo que estarías muerto.
Prácticamente al mismo tiempo, sensei y alumno dejaron en claro que no tendrían mucha consideración con cualquiera que fuese sospechoso de ser un Kajitsu.
«Parece que hay mucha energía en ambos.»
No pudo evitar pensar en ese momento el joven médico. Al hacer contacto visual con el Hōzuki, el joven no pudo evitar encogerse de hombros. No había nada que comentar realmente, Mogura sentía que podía poner algunas fichas sobre aquel joven, no parecía tener lo necesario para ser un traidor.
—Miren, podéis amenazarme todo lo que quieran, pero eso no cambia el hecho de que sigo siendo un jodido Hoozuki. Así que, no me culpen, ¡eh! por querer cerciorarme de que no estoy aquí por las malditas razones equivocadas. Viendo que estamos en sintonía respecto a ese asunto, ya puedo estar más tranquilo.
A pesar de las amenazas y la contundencia de las palabras del líder del grupo y uno de los subordinados de este, la lengua afilada de Umikiba Kaido seguía moldeando palabras de la misma forma en la que normalmente lo hacía.
—Koori-san ¿a dónde se cree que pueden estar llevando a Ayame? y... ¿qué es lo que esperan lograr con secuestrarla? además, claro; de que la ira de Yui-sama les persiga por toda una eternidad, por supuesto.
Aquella era, sin embargo, una pregunta bastante interesante. Se suponía que el grupo se dirigía a las Playas de Amenokami, pero probablemente el destino les llevaría en alguna otra dirección. Mogura tenía una respuesta para aquella segunda pregunta que habría formulado Kaido, pero no le habían preguntado a él.
«Supongo que la versión oficial de esto queda en manos de Aotsuki-san.»
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—Si sospechase de ti, hace tiempo que estarías muerto —entonó Daruu, al mismo tiempo que el jonin.
Kōri entrecerró los ojos ligeramente y observó a Daruu con cuidado. Estaba frente a él, de espaldas, por lo que no podía estudiar su gesto al detalle, pero desde su posición sí que era capaz de ver que el Byakugan en uno de los ojos del genin y que prácticamente taladraba con la mirada a su compañero. Aquello no le gustaba ni un pelo. Y, como si le hubiese leído el pensamiento, Daruu agachó la cabeza.
—Miren, podéis amenazarme todo lo que quieran, pero eso no cambia el hecho de que sigo siendo un jodido Hōzuki —insistió Kaido—. Así que, no me culpen, ¡eh! por querer cerciorarme de que no estoy aquí por las malditas razones equivocadas. Viendo que estamos en sintonía respecto a ese asunto ya puedo estar más tranquilo.
—Kōri-sensei. ¿Cómo consigues... aislarte tanto de todo? Te envidio.
Kōri se mantuvo unos pocos segundos en silencio, pensativo.
—Escondiendo los sentimientos bajo una coraza de hielo y no dejándome llevar por ellos. Es lo que debe hacer cualquier shinobi que se precie, y una de las razones por las que Manase-kun fue ascendido recientemente a chunin —respondió al fin, directo como solía ser él—. En estos momentos no hay tiempo para las desconfianzas ni las amenazas. Estamos en una misión de rescate, y el trabajo en equipo es crucial. Si me dejara arrastrar por mis sentimientos, el pensar continuamente que es mi propia hermana la que está en peligro me volvería loco. Y, con toda probabilidad, me llevaría a cometer un error garrafal que sólo pagaría ella. Por eso debo seguir manteniendo la cabeza fría. Y vosotros deberíais hacer lo mismo.
—Kōri-san ¿a dónde se cree que pueden estar llevando a Ayame? —volvió a intervenir el Hōzuki—. Y... ¿qué es lo que esperan lograr con secuestrarla? Además, claro; de que la ira de Yui-sama les persiga por toda una eternidad, por supuesto.
Kōri le dirigió una larga mirada, penetrante e inescrutable.
—Arashikage-sama sospecha que los Kajitsu Hōzuki podrían estar al norte de Amegakure. Quizás en Coladragón o Yukio. Pero como Ayame desapareció en las Playas de Amenokami, lo mejor será que vayamos a ver si encontramos cualquier tipo de rastro que nos dé alguna pista más sobre su paradero —respondió, antes de devolver la mirada al frente. El mar comenzaba a asomarse en la lejanía, estaban cerca—. Sobre lo que pretenden, sólo ellos lo saben. Retenerla consigo, probablemente.
Y no añadió nada más a la última pregunta del Tiburón, porque aunque era cierto que él tenía más información al respecto, también tenía la orden sobre sus hombros de mantenerlo bajo estricto secreto.
En aquella ocasión fue Kiroe la que se crispó. Zetsuo mantuvo la mirada fija sobre la mujer todo el tiempo, consciente de la tensión de todos sus músculos, hasta que al final la pastelera se apartó con una sacudida y volvió a guardarse el respirador. Se sentó en la arena, justo en el límite marcado por el oleaje como si de un terrible monstruo con las fauces abiertas se tratara.
—Tienes razón —suspiró ella—. Pero a cada segundo que pasa... Nada, déjalo.
Zetsuo inclinó la cabeza en silencio. Lo entendía, ¡pues claro que lo entendía! ¡Él era su padre y maldecía con todas sus fuerzas cada minuto que pasaba!
—Tu familia... Sois lo único que me queda —continuó—. Casi me alegro de que los niños estén juntos. Me siento muy sola, Zetsuo. Mi marido, un traidor... Mis hermanos, todos muertos. Sólo me quedáis vosotros. Casi siento a Ayame como hija mía.
Zetsuo dudó unos instantes, con sus ojos de águila clavados en Kiroe. Pero al final apoyó una mano sobre su hombro y le dio un pequeño estrujón.
—Eso sólo hace aún más raro el que estén juntos. Malditos críos... —se atrevió a ironizar. Pero la gravedad del asunto seguía ensombreciendo sus iris de color turquesa. Dejó escapar un profundo suspiro y el orgulloso águila agachó la cabeza con dolor—. Kiroe, sabes que siempre intento mantenerme fuerte. Por Ayame y por Kōri. Pero después de lo de Shiruka... no puedo permitirme perder a nadie más. Ayúdame a mantenerme fuerte. No dejes que la ira me ciegue en ningún momento, o eso podría significar que perdiéramos a Ayame para siempre...
»Por favor.
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16/10/2017, 11:50
(Última modificación: 16/10/2017, 11:51 por Amedama Daruu.)
Kōri contestó a su pregunta, pero la respuesta no le tranquilizaba en absoluto. Por mucho que afirmase que había que esconder los sentimientos y no dejarse llevar por ellos, que es lo que debía hacer cualquier shinobi que se preciara, Daruu no veía manera de poner en la práctica esa filosofía, por muy correcta y lógica que le pareciese. Kōri, estoicamente, era el único capaz de hacerlo. Incluso llegó a dudar que Mogura, en caso de tener a alguien muy cercano a él en peligro, pudiera mantener la compostura como el chūnin que era.
«Además, yo no tengo corazas de hielo. Son mis manos y mis ojos contra el mundo», ironizó internamente.
Zetsuo apoyó la mano sobre el hombro de Kiroe y le dio un pequeño estrujón.
—Eso sólo hace aún más raro el que estén juntos. Malditos críos...
Kiroe dejó escapar una risilla.
—En el fondo, siempre he querido que acabasen juntos. Al principio, intentaba apagar ese deseo. Pero luego se hizo evidente que... —Suspiró—. Que es la mejor opción. Mejor con alguien de tu familia que con nadie más. No he salido muy bien parada de mis relaciones, así que le deseo a mi hijo lo mejor. Y Ayame es noble, y carece de malintencionalidad en todo lo que hace. Prefiero tenerla a ella que a una cualquiera.
—Kiroe, sabes que siempre intento mantenerme fuerte. Por Ayame y por Kōri. Pero después de lo de Shiruka... no puedo permitirme perder a nadie más. Ayúdame a mantenerme fuerte. No dejes que la ira me ciegue en ningún momento, o eso podría significar que perdiéramos a Ayame para siempre...
»Por favor.
Kiroe giró el rostro y miró a Zetsuo durante unos instantes que parecieron horas.
—Tendremos que ayudarnos mutuamente. Ya has visto lo que he estado a punto de hacer. Y tú siempre has sido el que tiene la sangre más fría de los dos.
»Quizás, Kōri podría ayudarnos con eso —se atrevió a bromear.
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El jōnin observaría al subordinado un momento, un extendido momento.
—Arashikage-sama sospecha que los Kajitsu Hōzuki podrían estar al norte de Amegakure. Quizás en Coladragón o Yukio. Pero como Ayame desapareció en las Playas de Amenokami, lo mejor será que vayamos a ver si encontramos cualquier tipo de rastro que nos dé alguna pista más sobre su paradero.
Serían las palabras que escaparían de sus labios. La líder de Amegakure, y probablemente su grupo cercano, tenía una teoría sobre la posible ubicación del grupo de rebeldes, pero la desaparición de Ayame atentaba un poco contra dicha teoría. Después de todo, las Playas quedaban al Oeste y los Kajitsu se suponía que estaban en el Norte.
Sobre lo que pretenden, sólo ellos lo saben. Retenerla consigo, probablemente.
Al escuchar las palabras que Kōri agregaría, el joven médico de Amegakure no pudo evitar ladear ligeramente la cabeza de un lado a otro. Aotsuki Ayame sería, sin duda alguna, un valioso rehén para los Kajitsu Hōzuki, los situaría en una posición ventajosa para demandar casi cualquier cosa.
Mogura echó un ojo al paisaje, ya no faltaba mucho para que llegaran a destino. No había hablado mucho en el viaje realmente y tampoco es como si hubiese sentido la necesidad de hacerlo, en su cabeza había algunos pensamientos que debía dejar en claro antes de pisar la Playa.
«Los Kajitsu Hōzuki son peligrosos.»
Hōzuki Marun no había probado lo contrario cuando lo conocieron, llegó a echar mano a diferentes herramientas para intentar cumplir su objetivo. Y por un momento le molestó la idea de no saber que estaba sucediendo, a donde estaban yendo realmente y que tenían que esperar.
«Es muy pronto para cruzarnos de nuevo.»
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16/10/2017, 17:27
(Última modificación: 16/10/2017, 17:43 por Umikiba Kaido.)
—Arashikage-sama sospecha que los Kajitsu Hōzuki podrían estar al norte de Amegakure. Quizás en Coladragón o Yukio. Pero como Ayame desapareció en las Playas de Amenokami, lo mejor será que vayamos a ver si encontramos cualquier tipo de rastro que nos dé alguna pista más sobre su paradero —Kaido asintió con parsimonia mientras el Hielo iba revelándole las posibles locaciones. Pero, claro, resultaba más sensato peinar primero el área de la playa, si es que ese había sido la última locación en la que Ayame se podría haber encontrado antes de caer en las garras del clan—. Sobre lo que pretenden, sólo ellos lo saben. Retenerla consigo, probablemente.
—Bueno, seguro que podremos preguntárselos ya más a gustito una vez les capturemos, ¿no?
Pero ya esa era otra historia. No quería ser pesimista, pero que le sacasen un día de ventaja no eran buenas noticias para nadie. Y Oonindo era grande, si los Kajitsu lograban alcanzar un punto de no retorno entre ellos y el equipo de búsqueda y rescate, encontrar a Aotsuki Ayame sería, bueno...
Una tarea complicada, por no decir imposible.
«¿Qué pensará el Concilio de toda ésta mierda? ¿será que ellos habrán autorizado que me fuera asignada esta misión? porque puede que como un reducto Hoozuki ajeno a los Kajitsu, no nos convenga ni un pelo la publicidad que éstos extremistas le están dando a nuestro clan. Quizás, sólo quizás... nos suponga un gran beneficio que los Kajitsu sean erradicados.
Me pregunto... ¿es ésta una prueba? tal vez estoy aquí por eso, para representar a los míos. Y ganarnos el beneplácito de Yui-sama, ayudándola con esos cabrones»
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17/10/2017, 10:48
(Última modificación: 17/10/2017, 10:58 por Aotsuki Ayame.)
Kiroe se giró hacia él, mirándole con sus curiosos ojos de color violeta durante un largo rato.
—Tendremos que ayudarnos mutuamente. Ya has visto lo que he estado a punto de hacer. Y tú siempre has sido el que tiene la sangre más fría de los dos. Quizás, Kōri podría ayudarnos con eso —se atrevió a bromear, y Zetsuo entrecerró ligeramente los ojos y apartó la mano de su hombro.
—Ese chico... Fui yo quien le educó para que fuera así, quien le enseñó a apartar los sentimientos de su mente para que no se volviera débil. Pero desde el principio parecía tener una especie de facilidad para ello. No sé si serán los genes Yuki o qué, pero toda la frialdad que le falta a Ayame la tiene él. A ella... es imposible pedirle algo así. Es demasiado emotiva.
Zetsuo se giró sobre sus talones y clavó la mirada en el cielo. Tuvo que entrecerrar los ojos para asegurarse, y entonces frunció el ceño al darse cuenta de que no estaba erróneo. Una sombra blanca se acercaba a ellos en la lejanía. Yukyō, sin ninguna duda. Conocía al búho que su hijo utilizaba, así que aquello no le resultaría extraño...
Si no fuera porque le acompañaban otras dos siluetas de diferente color.
—Kiroe —llamó a la pastelera, para captar su atención.
Fueron las aves de colores las que aterrizaron primero, con dos chicos sobre sus lomos. Yukyō se retrasó un poco más, procurando estabilizarse para terminar posándose con suavidad sobre la arena y agachando el cuerpo para que sus dos ocupantes pudieran bajar. El pobre ave resollaba de esfuerzo. Kōri bajó detrás de Daruu y le dedicó al búho unas breves palabras de agradecimiento y una caricia en el pico. Después, Yukyō se desvaneció tras una última cortina de humo.
Pero Zetsuo contemplaba la escena con el ceño fruncido. Paseó su mirada por los dos chicos que montaban las aves de caramelo y se detuvo finalmente en Daruu durante varios segundos. Desde luego, no esperaba la presencia de tanta gente.
—¿Qué significa esto Kōri?
Kōri se irguió en toda su estatura y se adelantó varios pasos para ponerse al frente e inclinar la cabeza en señal de respeto.
—Arashikage-sama ordenó su presencia como refuerzo, padre —respondió, y entonces señaló al chico de su derecha, un muchacho alto en estatura, recto y en apariencia bastante formal—. Él es Manase Mogura, shinobi médico recientemente ascendido a chunin y con el que Ayame estuvo de misión recientemente por aquello de la Ciudad Fantasma —Kōri señaló entonces a su izquierda, hacia un chico del que más resaltaba su extraña piel de color azulado y su apariencia fuerte y al mismo tiempo altiva—. Él es Umikiba Kaido, un miembro del clan Hōzuki.
La mirada de Zetsuo se endureció sobre el Tiburón y los músculos de sus hombros se tensaron momentáneamente. No le hacía gracia. No le hacía ninguna gracia tener a un Hōzuki entre ellos. Se obligó a respirar hondo, sin embargo. Como buen estratega que era, comprendía la importancia de tener a uno de ellos entre sus filas. Y lo más importante, eran órdenes de Yui.
—¿Habéis encontrado algo, padre?
En aquella ocasión fue Zetsuo el que dio varios pasos al frente y puso en las manos de Kōri la bandana que habían encontrado en la arena. El Hielo no pudo contener una mueca de sorpresa cuando la sangre manchó sus manos.
—¿Es... de Ayame?
—Creemos que sí. Kowashi la encontró al inicio de la pista, desde ahí surgen varias pisadas que terminan convirtiéndose en las de una sola persona. Debieron de llevársela inconsciente a cuestas.
—¿Hacia dónde?
Zetsuo se dio media vuelta y su mano señaló directamente hacia las olas del mar.
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