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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Robado del tan preciado oxígeno, el Hōzuki ensanchó aún más su afilada sonrisa cuando Mogura no pudo hacer otra cosa que revolverse sobre sí mismo y taparse la boca y la nariz con una mano para evitar que se le colara el agua. Con su otra mano, el genin consiguió coger el respirador a tiempo de que terminara hundiéndose en las profundidades del mar y perdiéndose para siempre. Pero aquel sería un acto inútil: Inundado de agua como estaba, sería imposible volver a ponérselo para respirar a través de él.

El Hōzuki tensó todos los músculos del cuerpo, preparándose posiblemente para un nuevo ataque. Sin embargo, un sonoro chapoteo a sus espaldas le alertó. Se dio la vuelta a tiempo de ver al Tiburón propulsándose hacia él como un torpedo, con un kunai por delante. Sin embargo, no pudo moverse a tiempo de evitarlo. Sus facciones se contrajeron en una leve mueca de dolor cuando el filo metálico rasgó su hombro y lo deshizo, fusionándole con el agua que les rodeaba y que, de repente, parecía haberse enfriado aún más.

Súbitamente, alguien pasó el brazo en torno al abdomen de Mogura y lo impulsó rápidamente hacia arriba, hasta que sus cabezas rompieron las olas de la superficie.

—¡Joder, maldita sea! —gruñó un airado Zetsuo, su voz convertida en un encerrado eco detrás del respirador—. Esto no lo esperábamos... esos imbéciles han debido vernos desde el acantilado.

Esa era la única explicación al hecho de que Daruu no hubiera podido localizar ningún enemigo en el agua antes. Conscientes de que iban a ir a buscar a Ayame más pronto que tarde, los Kajitsu Hōzuki debían de haber apostado uno o varios de sus miembros en lo alto del acantilado para vigilar los alrededores.

—Colócate de nuevo el respirador, chico. Hay que volver a sumergirse —le ordenó, y sin esperarle siquiera, él mismo arqueó el cuerpo y se zambulló.

Y mientras Zetsuo rescataba a Mogura, Kōri había aparecido entonces detrás del Hōzuki con el brazo extendido hacia delante, pero sus dedos no llegaron a rozar siquiera su cuerpo antes de que este se disolviera del todo en agua...

Se había escapado.
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#47
Kaido voló entre las aguas como un delfín, con su puñal por delante. Nadó, y nadó, a tal punto de pillar casi por sorpresa al enemigo, quien sólo se percató a tiempo como para recibir el desliz de aquel filoso kunai, y hacer uso de la técnica insignia del clan. Aquel brazo herido se disolvió apenas el tiburón dio su primera mordida, que embocó a tal velocidad que estuvo obligado a seguir de largo.

Para cuando logró frenarse y voltear el cogote, Aotsuki Zetsuo ya se había tomado la molestia de subir con Mogura a la superficie. Kori, por el contrario; habría tomado rápida acción en contra del Hozuki, quien no aguardó a perderse entre las aguas para no convertirse en, probablemente, un centenar de copos de hielo.

«Maldita sea, tenemos que movernos rápido. Quién sabe cuántos más de estos tipos hay por aquí camuflados esperando para cargarse al grupo de a uno en uno»

Entonces, buscó llamar la atención Kori. Comenzó a mover sus brazos, señalándose a sí mismo y luego, a uno de ellos. ¿Y qué era lo que intentaba comunicarle? pues, más o menos, que quizás si él les iba llevando a cuestas uno por uno llegarían todos más rápido.
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#48
Mogura regresó su mirada al enemigo que tenía delante suyo en el momento en que aseguró el respirador con su mano. El sujeto en cuestión se estaba preparando para atacar de manera apropiada, se tomó la libertad de demorarse unos segundos en vista de que el joven médico estaba totalmente expuesto. Pero sería esa ciega confianza la que le evitaría concretar su plan. Umikiba Kaido habría llegado hasta él, cortando su brazo con una kunai.

De repente, algo le tomó por el pecho.

«¡No! ¡Mald-»

Contrario a lo que podría haber pensado en el momento, no había sido un enemigo quien le habría tomado también como objetivo.

—¡Joder, maldita sea!

La voz del Director se escuchaba a través de su propio respirador, lo había subido a la superficie. Sabiendo que no fue un enemigo quien lo estaba sacando del escenario, Mogura no pudo evitar tomarse la libertad de cambiar el aire mientras jadeaba.

Esto no lo esperábamos... esos imbéciles han debido vernos desde el acantilado.

El jōnin tomaría la palabra una vez más juntando sus ideas en una oración. El joven médico no pudo evitar observarle mientras hablaba, alertado por la idea de que no hubiese uno solo de esos imbeciles allá abajo.

—Colócate de nuevo el respirador, chico. Hay que volver a sumergirse

Y tan rápido como dio la orden, se sumergió en el agua.

«Entendido.»

Sin perder tiempo alguno, se colocó la mascarilla nuevamente.

«No nos encontramos con la posibilidad de que lleguen a haber enemigos en estas aguas.»

Miró una vez más el gris cielo y entonces se sumergió tan rápido como sus habilidades se lo permitieron.

«Es una certeza.»

Y había que actuar de la manera correspondiente. De una manera u otra, había que llegar hasta el interior de aquella cueva, la entrada de la base claramente representaba un escenario a favor de los Kajitsu.
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#49
No pudo ver bien lo que estaba sucediendo, pero distinguió la sombra de Kaido acercarse al dúo de ninjas y atacar a uno de ellos. Distinguió también al Hōzuki desaparecer en la nada, y se mordió el labio inferior, nervioso. Se había escapado. Entretanto, Mogura, acompañado de Zetsuo, se había dirigido hacia la superficie. Si los dos médicos estaban juntos, entonces, pensó Daruu, no correrían peligro alguno. Pero ahora habían asuntos más urgentes.

Si les habían atacado, eso significaba que había alguien vigilándolos. Que podía volver a suceder. No había lugar a dudas: Daruu debía de activar su Byakugan y...

Hubo un pinchazo de dolor cerca de los ojos, y su Byakugan no fue activado.

Cerró los párpados y se acuclilló en su burbuja segura, tapándose la cara con las manos. Era un inútil. Estaba siendo un inútil. Se había esforzado por ser útil y sólo había conseguido... ¡ser más inútil! Por culpa de haber forzado la vista, ahora se veía obligado a descansar. Por verse obligado a descansar, no podía ayudar.

Y por no poder ayudar, quizás la misión fracasaría. Y Ayame... Y sus compañeros...
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#50
Kōri percibió por el rabillo del ojo los movimientos de Kaido. Se giró hacia él, y entonces el Tiburón se señaló a sí mismo y después a uno de ellos. El jonin no pudo menos que ladear la cabeza, entrecerrando ligeramente los ojos. Los gestos no eran claros, y no conseguía comprenderle.

Afortunadamente, Zetsuo llegó en ese preciso momento, seguido de cerca por Mogura. El jonin tampoco había entendido sus gestos, pero le bastó con clavar sus ojos aguamarina en los de él para comprender qué era lo que les estaba intentando decir. Negó con la cabeza, y lanzó el puño hacia delante con suavidad, como si le estuviera asestando un puñetazo al agua. Después juntó los dedos índice de ambas manos y, por último, cerró el puño derecho y dirigió el pulgar hacia abajo.

Kaido: Destreza 45, Inteligencia 40, Percepción 30 -> No llega a seguir los signos a tiempo para entenderlos pero sería capaz de responder
Mogura: Destreza 20, Inteligencia 40, Percepción 40 -> Es capaz de entender los signos pero no de responder
Daruu: Destreza 40, Inteligencia 40, Percepción 40 -> Es capaz de entender los signos y responder

Kōri asintió junto a él. Pero, desafortunadamente, ni Kaido ni Mogura llegaban a dominar la lengua de signos, y mientras uno no era capaz de seguir las señas a tiempo de entenderlas, el otro no sabía cómo responder. Sólo Daruu era capaz de hacer ambas cosas:

"No. Peligroso. Descendamos juntos."

Zetsuo giró sobre sí mismo para dirigirse hacia Daruu, para indicarle que vigilara con sus ojos los alrededores por si se acercaban más Hōzuki, pero no pudo más que entrecerrar los ojos con el ceño fruncido cuando le vio allí, acuclillado en su burbuja de protección y tapándose el rostro con ambas manos. Su cuerpo temblaba, y al médico no le hacía falta meterse en su mente para saber lo que estaba pasando por su cerebro. No estaba en condiciones de usar el Byakugan, pero no era eso lo que le irritaba tanto. Una nube de burbujas surgió de su respirador ante una maldición silenciosa, y Zetsuo pataleó con rabia para acercarse a la posición del Hyūga. Y, sin ningún tipo de delicadeza, asestó un fuerte golpe en la pared de la burbuja con el canto de su puño cerrado que hizo que el sonido se propagara como un cañonazo. Sabía que la prisión de agua lo resistiría, tan sólo pretendía llamar la atención del chico. Y cuando el chico levantara la mirada, se encontraría con el furibundo gesto del médico, que con gestos vehementes le instaba a levantarse y a prestar atención.

Aquel era el peor momento para mostrar debilidad.

Se volvió de nuevo hacia todos, y volvió a dirigir el puño hacia delante para después mostrar el dedo pulgar hacia abajo antes de arquear el cuerpo y seguir con la inmersión.

"Cuidado. Descendamos."

Y Kōri asintió y siguió la estela de su padre.

No contaban con el Byakugan de momento, por lo que tendrían que confiar en su buena suerte y no bajar la guardia en ningún momento.

Así pues, siguieron avanzando y descendiendo con sumo cuidado. Tanto Zetsuo como Kōri intentaban en todo momento mantenerse cerca del resto del grupo. Aunque de esa manera eran más visibles, la protección del grupo siempre resultaba más efectiva. Varios pares de ojos siempre verían más que uno solo, y de esa manera reducían las posibilidades de que uno de los miembros del equipo fuera atacado. Afortunadamente, si es que podían llamar a aquello buena suerte, ningún Hōzuki volvió a atacarlos, y de esa manera pronto llegaron al pie del acantilado. Tuvieron que detenerse momentáneamente, pero enseguida los tres adultos repararon en la pequeña oquedad a la que se había referido Daruu en la playa. Era un agujero excavado en la roca, de apenas un metro de diámetro que quedaba sumergido en la más absoluta oscuridad.

Zetsuo se volvió, con cierta preocupación, hacia los Amedama. Ambos se sostenían de pie sobre sus burbujas, por lo que era evidente que aquellas esferas no cabrían a través de una oquedad tan angosta como aquella.
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#51
Daruu, sumido en su burbuja de oscuridad mental, maldecía el momento en el que se había excedido utilizando sus habilidades. Desesperado, se arañó la cabeza con fuerza, hasta el punto de sentir la cálida humedad de su propia sangre. Apretaba los dientes, y dolía, pero no era nada comparado con la sensación de que, tal vez, ya no pudiera volver a ver a Ayame. Ese sentimiento le oprimía el pecho y le aplastaba más que la presión de las aguas si su burbuja se rompiese más abajo, en el lecho marino.

Pero de pronto, sintió una sacudida. Sus oídos también la sintieron. Tal vez demasiado. Cayó de culo y se tapó las orejas. Levantó la mirada. Vió a Zetsuo, que le apremiaba a que se levantase. Daruu lo observó unos instantes, suplicantes, y de pronto, leyó a través. Leyó a través de sus ojos por primera vez, y no lo contrario. Vio a un hombre asustado, pero que no perdía la firmeza. Vio el miedo y vio la ira. Vio el dolor y la desesperación. Pero también el hierro.

El Hierro. Kōri había erigido un muro de Hielo. El de Zetsuo era de Hierro. Cuando estaba frío, era impenetrable, fuerte. Pero si se calentaba, se fundía y cambiaba de forma. Le pasaba cuando se enfadaba, cuando perdía los estribos. Esa era su debilidad. Y aún así era fuerte.

Daruu asintió y cerró los ojos. Se levantó, sin abrirlos, y se acuclilló formulando el sello del Tigre, simplemente como pose de meditación. Respiró hondo.

Las burbujas se acercaron poco a poco a la formación rocosa, por delante del resto del grupo. Pronto se hizo evidente que el tamaño de la técnica les impediría atravesar el hueco en la pared, pero si salían de la prisión quizás se quedarían sin aire intentando subir a la superficie en el otro lado.

Daruu le hizo un gesto a su madre. La mujer negó con la cabeza, pero el muchacho se levantó e insistió con vehemencia.

Él no era como Zetsuo. No podía ser el Hierro. Tampoco podía ser como Kōri. Para él era fácil. Era el frío en sí mismo. Pero Daruu no podía endurecerse, enfriarse. Él se sentía a gusto cerca del Agua, pero el Agua puede atravesarse con facilidad.

Daruu lo había comprendido.

Asimiló todo el miedo, dejó que el terror le invadiese al tiempo que la técnica de Kiroe se desvanecía. El Agua podía atravesarse con facilidad... a no ser que la corriente arrollase en tu dirección. El chico sintió la mezcla de emociones, sintió la adrenalina, convirtió el miedo en ira, y la aprovechó como un combustible.

Utilizaría su Agua como un río embravecido y tomaría la iniciativa, pasaría de estar estancado a moverse rápido y constantemente como una catarata.

Se impulsó hacia adelante, agarrando a su madre por la cintura, y se sumergió de lleno en el agujero. Disparó una ráfaga de chakra por la planta de los pies y avanzó por el túnel como un torpedo, y cuando dio el giro hacia arriba volvió a emitir una nueva ráfaga, para subir y subir y subir...

Y, finalmente, volvió a estallarla para salir a donde quiera que saliera, y soltó a Kiroe.
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#52
Zetsuo alcanzó a su hijo y al azulado genin, con una rápida sucesión de gestos pareció contestar a algo que habrían dicho, o mejor dicho gesticulado, anteriormente.

Lo que siguió a eso fue lo que se podría llegar a considerar un emotivo momento de alumno y maestro. Daruu estaba prácticamente ajeno a la situación, casi totalmente bloqueado e imposibilitado de accionar. Fue entonces que el Director se acercó hasta la burbuja en la que se encerraba.

El hombre más tarde se giraría de nuevo hacía el grupo y con unos gestos más de sus manos preparó su cuerpo y siguió el descenso.

"Cuidado. Descendamos."

Kōri no tendría reclamo alguno y seguiría el camino marcado por su padre. De igual manera, Mogura continuaría siguiendo el camino marcado por el más joven de los jōnin.

El joven médico de Amegakure no podía evitar desviar su mirada un par de grados del curso, realmente no deseaba perder su respirador a manos del enemigo una vez más.

«Hemos llegado.»

Pensó mientras un montón de burbujas escapaban de su respirador ahogando un profundo suspiro. Habría sido un momento ciertamente tenso para él seguir aquel recorrido, no podía permitir que el enemigo le sorprendiera nuevamente y le arrebatara su respirador una vez más.

«¿Quién será entonces el primero?»

Y casi al momento en que su pregunta llegó a formularse en su mente, la burbuja de los Amedama se abrió camino hasta llegar frente al agujero. Los ojos del médico se posaron sobre el joven Amedama, no había que ser ningún genio para darse cuenta de que la burbuja no iba a caber en aquel hueco. Pero al parecer Daruu lo tenía mas que claro a eso.

Casi al momento en que la burbuja se deshizo, un avivado genin pasaría al frente tomando a la mujer por la cintura y arremetiendo velozmente contra el ingreso de la cueva.

No había que perder tiempo alguno, cada segundo era valioso. Con esa idea en la mente Mogura nadó tan rápido como pudo detrás de aquellos dos, pero no tuvo chance alguna de equipararles en velocidad. De igual manera, las burbujas que dejaría detrás su viejo compañero de academia le servirían de guía.

«Demasiado rápido.»

No podía esperarse menos de un shinobi de Amegakure, después de todo.
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#53
Ante sus extraños movimientos de manos, Koori no pudo sino ladear la cabeza, como un perro que aún no entiende del todo bien las órdenes de su amo. No porque no fuese lo suficientemente inteligente como para comprender el lenguaje de signos, sino que era Kaido el que probablemente no supiera como comunicar sus ideas a través de los signos correctos. Sin embargo, la apropiada aparición de Zetsuo y su capacidad de entender lo que Kaido intentaba comunicarles —a través de un método que sólo él y unos pocos privilegiados conocían— terminó por zanjar el asunto, con una severa negación suya. No, probablemente no fuese buena idea tomar rumbos separados, no estando tan cerca de la guarida y existiendo la posibilidad de que más Hōzuki enemigos se encontrasen merodeando a sus alrededores.

El médico, no obstante, tenía mayores problemas que atender. Volvió a garabatear palabras con las manos y luego se dirigió hacia la burbuja que envolvía a Daruu, y a su madre. La golpeteó tratando de llamar la atención del derruido Hyūga y le levantó la moral con una simple mirada.

Concluida la terapia familiar, tanto Zetsuo como Kori empezaron a avanzar. Kaido, sin entender aún sus intenciones, no le quedó de otra que seguirles. De confiar, aún y cuando era la primera vez que se embarcaba en una misión con ellos, y probablemente; también la última.

Entonces, liderados por el renuente padre de Ayame, el grupo comenzó a avanzar a través del oscuro umbral de agua que se ceñía frente a ellos. Avanzando compactos, unidos como un numeroso cardumen, viéndose claramente en desventaja ante un depredador mucho más rápido y hábil que ellos dentro de las profundidades del océano. No obstante, Kaido tenía la ligera certeza de que los Kajitsu no volverían a usar la misma estratagema, o bien sus perseguidores podrían pensar que ellos eran los que se encontraban contra la espada y la pared. ¿Por qué habrían de transmitir aquello, si aún estaban en su territorio?

Probablemente, aún guardaban más sorpresas para sus invitados. O eso es lo que habría diseñado Kaido, de tener que lidiar con un puñado de huéspedes indeseados.

Poco después, ya el equipo se encontraba frente al agujero excavado. La burbuja protectora de los Amedama se rompió, y fue Daruu el primero que nadó al interior del mismo. Luego Mogura, siguiendo las estelas de burbujas de aire dejadas por Daruu, y a continuación el propio gyojin, quien no habría tenido problemas de llegar hasta la superficie, si es que en efecto, había una.
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#54
Nada podría haber preparado a Zetsuo y a Kōri para lo que pasó a continuación. El médico había esperado cualquier cosa, incluso que Kaido se hubiese ofrecido a impulsar a Daruu y a Kiroe a través de la cueva habría sido mucho mejor que la idea que cruzó la cabeza del muchacho.

Las burbujas de ambos se deshicieron ante la vehemencia del chico. El agua les envolvió en su asfixiante abrazo y entonces agarró a su madre por la cintura.

«¡No...!» Zetsuo alargó el brazo, dispuesto a retener al genin, pero no consiguió llegar a tiempo.

Una ráfaga de chakra a través de la planta de los pies, y Daruu y Kiroe se adentraron en la cueva como un cohete propulsado. La oscuridad no tardó en engullirles.

El brazo de Zetsuo tembló un momento en el agua, entonces cerró los dedos en un apretado puño y lo sacudió con fuerza hacia abajo al tiempo que una nueva bocanada de burbujas surgía del respirador en una nueva maldición silenciosa. ¡¿Pero en qué demonios estaba pensando aquel imbécil?! ¡Tenían que continuar juntos! ¡¡Ni siquiera sabían si aquella cueva tenía alguna salida al exterior o si se seguiría sumergiendo hasta el lecho marino!!

No podían perder el tiempo, o aquellos dos podrían terminar ahogados de no tener suerte. Así, Zetsuo hizo un último gesto hacia el interior de la cueva y, tanto él como su hijo, patalearon con todas sus fuerzas para adentrarse en la oscuridad.

Kaido lideraba la marcha, pero ya llevaban bastante tiempo bajo el agua y el cansancio comenzaba a hacer mella. Pese a no poseer el cuerpo de un pez, Zetsuo no tardó en ponerse a su par de él y Kōri los adelantó momentáneamente por escasos segundos. Más atrás iba Mogura, algo más retrasado e igual de cansado.

Y aquella fue su perdición.

Kaido: Agilidad 30
+30
, Aguante 20
+10

Mogura: Agilidad 40, Aguante 30

Dos brazos le envolvieron, uno a la altura del estómago y otro le arrancó de nuevo el respirador y le tapó la boca y la nariz. Antes de que pudiera hacer nada, se vio arrastrado de nuevo hacia el exterior de la cueva y ningún miembro del grupo, sumergido en una oscuridad total y concentrados en alcanzar a Daruu y Kiroe, se daría cuenta de lo que le había ocurrido al otro médico del equipo.

Mogura sentía el agua correr alrededor de su cuerpo, totalmente inmovilizado. La asfixia hizo arder sus pulmones. Y la luz se difuminó hasta verse ahogada por la oscuridad...



. . .



Entre propulsiones y algún que otro golpe contra las rocas que conformaban aquel estrecho túnel, Daruu y Kiroe avanzaron a toda velocidad. Tal y como había visto Daruu antes de sumergirse, ambos se hundieron durante unos pocos metros antes de que la cueva girara sobre sí misma y comenzara a ascender. Seguían subiendo, aunque la oscuridad era tan densa como el mismo agua que los rodeaba, por lo que sólo podían confiar en que seguían la dirección correcta.

Pero llegaba la asfixia. La necesidad de tomar aire era cada vez más urgente y los músculos comenzaban a entumecerse a causa del frío. Irónicamente, los pulmones les ardían...

Y entonces vieron una luz al final del túnel.

Con un último esfuerzo, Daruu y Kiroe rompieron la superficie del agua. Pudieron volver a respirar.

Aunque por poco tiempo.

Dos burbujas de agua les envolvieron; pero, al contrario de las que había utilizado Kiroe, aquellas no estaban huecas sino que constituían unas verdaderas prisiones de agua. Y sus creadores, idénticos entre sí, les sonreían con mandíbulas armadas con dientes como cuchillas, incluso más afilados que los que solían exhibir los Hōzuki. Detrás de ellos, a varios metros, el tercer trillizo había colocado las manos sobre sus caderas.

—¡Vaya! ¿Pero qué tenemos aquí? ¡Dos ratas se han colado en nuestra humilde morada! —exclamó, con voz estridente. Se trataba de un hombre bastante corpulento en cuanto a musculatura se refería, de cabellos verdosos y ojos dorados. Vestía ropas extrañas, sin duda recias y fuertes, y parecían estar constituidas por escamas igual de resistentes—. Bueno... lo siento mucho por nuestros invitados, pero a las ratas hay que exterminarlas antes de que se conviertan en plaga. Y la mejor forma de eliminar a las ratas es...

Su sonrisa se ensanchó aún más y, en un gesto cómplice, giró momentáneamente la cabeza. Al fondo de la caverna en la que habían emergido, en tierra firme, una muchacha inconfundible, de cabellos oscuros y la bandana de Amegakure sobre la frente, observaba con gesto sombrío y los brazos cruzados la escena.




Mogura no postea hasta nuevo aviso.
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#55
Rompieron la barrera de la superficie y salieron al fin del agua, sólo para llegar a tomar el aire justo. De nuevo, el agua les rodeó y de agua se hartaron: encerrados esta vez en sendas prisiones de agua de verdad que pretendían asfixiarles. Y sin embargo, escucharon con total claridad la voz de uno de esos hijos de puta.

Pero los ojos, y la atención de Daruu, no estaban en él, sino en la muchacha del fondo.

Con la ayuda de su Kekkei Genkai, expulsó chakra de todos sus poros para librarse de la prisión de agua y caer de nuevo en la superficie. Se giró rápidamente, activando su Byakugan, y golpeó con su Juuken la parte de la esfera que aprisionaba a su madre que tenía la menor concentración de chakra, para partirla. Luego, saltó a uno de los lados del agujero por el que habían entrado, para dar espacio a los demás.

«Porque espero que vengan pronto los demás.»

Oteó la escena con su Byakugan.
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#56
El gyojin en su elemento parecía estar debatiéndose más de lo que debería. Podía gozar de una velocidad excelsa e incluso hallarse bajo el agua sin necesidad de un respirador, pero lo cierto era que su cuerpo y sus capacidades físicas no podían contrastar el hecho de que las profundidades del mar no era precisamente un hábitat sencilla. Por lo contrario, la presión y el frío comenzaban a hacerle mella en un renacuajo con delirios de grandeza de gran tiburón.

Maldijo, una y otra vez, mientras trataba de alcanzar a Daruu. No veía superficie, y por un momento temió lo peor. Por ellos, desde luego.

Hasta que, finalmente dieron con la zanja.

La tenue luz les abrazó, y los Amedama tomaron salida. No obstante, el agua no les dejaría tan fácilmente, y apenas asomaron sus cuerpos, sendas esferas de la misma constitución les abrazaron en súbito aunque esta vez sin un espacio para respirar. Kaido pudo ver la lucha desde abajo, hasta que aquella burbuja recibió el impacto de quién sabe qué, pero que la hizo romperse. Luego, un manotazo, y Kiroe también se liberó.

Entonces, fue cuando Kaido aprovechó a salir del fondo. Y pudo comprobar al menos quiénes habían sido los autores de aquella vulgar treta.

Eran tres, con rasgos definitorios de su clan. Tres jodidos Hozuki, frente a frente, interponiéndose entre ellos y ...

«Ayame...»

Kaido no tuvo más remedio que la de respirar tan hondo como le fue posible, mientras sus manos se deslizaban ansiosas alrededor del mango de su kodachi. Con sus ojos aguamarina atravesando a sus primos lejanos, debatiéndose internamente acerca del cómo iba a encarar aquello.

¿Eran esos Hozuki merecedores del beneficio de la duda, o del beneficio de su espada?
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#57
La burbuja que encerraba a Daruu estalló violentamente. El clon que la sostenía cruzó ambos brazos frente al rostro, esperando un ataque, pero el muchacho en su lugar giró sobre sí mismo y con un golpe de su mano hizo estallar también la prisión de Kiroe, que calló al agua de nuevo. Sin embargo, apenas hubo liberado a su madre y antes de que pudiera retirarse con éxito, sintió un fuerte impacto que le cortó la respiración momentáneamente, le empapó de los pies a la cabeza, y le impulsó hacia atrás varios metros, hasta que su cuerpo chocó brutalmente contra la pared de roca de la cueva.

El Hōzuki, aún con el sello del tigre formulado, ensanchó aún más su sonrisa de cocodrilo, satisfecho. Y entonces volvió su mirada dorada hacia Kiroe.


¤ Suiton: Teppōdama
¤ Elemento Agua: Esfera Bala
- Tipo: Ofensivo
- Rango: C
- Requisitos: Suiton 30
- Gastos: 36 CK
- Daños: 60 PV
- Efectos adicionales: (Suiton 80) El usuario puede reducir un nivel la velocidad de la bala para lanzarla en una parábola
- Sellos: Tigre
- Velocidad: Muy rápida
- Alcance y dimensiones: La bola de agua mide 1 metro de diámetro, y alcanza los 15 metros antes de estallar si no impacta contra algo
El usuario acumula chakra y lo convierte en agua, escupiéndolo en forma de bolas de agua muy condensada. Se dice que la velocidad de esta técnica hace que el impacto de la esfera acuática sea similar al de una bala de cañón. Es posible disparar varias seguidas, si el usuario decide gastar más chakra, aunque tiene que esperar unos segundos entre un lanzamiento y otro.

Sin embargo, si de algo se había dado cuenta Daruu era de dos cosas: La primera, que los que los habían atrapado eran réplicas acuáticas del Hōzuki que aguardaba algo más atrás. Y segundo...

Que el chakra de Ayame era de un color amarillo intenso.

Fue entonces cuando llegaron los refuerzos. Kōri fue el primero en emerger, seguido justo después de Kaido y Zetsuo. Los tres actuando de barrera protectora entre Daruu y los Hōzuki.

—¿Puedes levantarte, Daruu-kun? —le preguntó Kōri, que había vuelto el rostro lo justo para poder mirarle de reojo.

Mientras tanto, Zetsuo no apartaba la mirada de Ayame. Tenía los puños cerrados a ambos lados de su cuerpo y el ceño profundamente fruncido. Prácticamente destilaba ira por cada poro de su ser.

—¿Te crees que somos imbéciles? ¡SEAS QUIEN SEAS DEJA DE HACER EL GILIPOLLAS DE UNA VEZ! —bramó, y su voz reverberó en cada una de las rocas que les rodeaban.

Ayame pegó un brinco y se llevó una mano al pecho, profundamente asustada.

—¿Q... qué...? —balbuceó, temblorosa.

El peliverde, que había aprovechado toda la confusión para inmovilizar a Kiroe contra el suelo y colocar un kunai en su garganta con gesto amenazador, dejó soltar una risilla.

—Si ya lo decía yo... hay que eliminar a las ratas antes de que llamen a sus amigas —se pasó una lengua afilada por los dientes—. ¡No hagáis ninguna tontería o será la mamá ratita quien pague las consecuencias!
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#58
Rozó con la punta de los dedos la prisión de agua que envolvía a su madre, liberándola con éxito por los pelos, pero cuando apenas había apoyado un pie de nuevo sobre el agua de abajo, sintió un cañonazo en el costado que le cortó la respiración y le hizo despegar hacia la pared del fondo. Su otro costado chocó contra la dura roca, y Daruu cayó al suelo magullado y resollando con dificultad. Al menos había liberado a su madre, que era mucho más capaz que él de luchar y... había ganado tiempo para que...

...pero su madre estaba inmovilizada. A Daruu se le cayó el alma a los pies.

Kōri y Zetsuo emergieron del túnel acuático y formaron frente a él. Kōri preguntó si Daruu podía levantarse.

—Un... momento... —Daruu apoyó los brazos contra el suelo, y, con dificultad, se impulsó para levantarse. Entonces se dio cuenta de...

Casi al mismo tiempo de que Zetsuo bramara, a él le invadió también un sentimiento de ira terrible. Pero no podía hacer nada, porque si hacía algo, su madre... su madre...

—Hablas mucho para tener una lengua tan deforme, idiota engreído. ¡Jijí! —Kiroe movió con fuerza un brazo para apoyarlo en el cuerpo del Hōzuki, en cualquier parte de su cuerpo, o al menos dirigir la mano hacia él. Entonces, hizo un sello con la otra mano, sencillo, rápido, y el brazo se elongó como si fuera de goma, hecho de caramelo verde. Chocaría contra el enemigo y lo agarraría, apartándolo de ella con fuerza y estallando varios metros después.

Kiroe rodó y se colocó frente a los demás. Miró a su hijo.

—Preocúpate por ti. Tu madre sabe cuidarse por sí misma.

Daruu asintió, con el cejo fruncido, y avanzó un paso, echando mano a su portaobjetos, de donde lanzó tres senbon...

...a Ayame.

—¡Las únicas ratas aquí sois vosotros!
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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#59
Al pisar tierra, la confusión tendría que embargarlos a todos, dado el tumulto del momento. Daruu intentó levantarse tras la pregunta de Kori, y Zetsuo bramó fuertemente, víctima de una ira descarriada, al verse sabedor de una verdad que tanto para él como para Daruu, probablemente, fuera absoluta. Que aquella pequeña e indefensa niña de apariencia frágil y desganada no era realmente quien aparentaba ser.

A Kaido, sin embargo, le tomó tiempo entenderlo. Y no podría decir haber estado del todo seguro de ello ni aunque se lo gritasen en la cara.

—¿Q... qué...? —sollozó Ayame, y el escualo no pudo evitar tener que buscar respuestas en alguno de los presentes. Primero volteó a ver a Zetsuo, luego a Daruu. Pero Daruu yacía viendo hacia su madre, quien entre tumultuosos intercambios se había visto víctima de uno de los enemigos. Éste amenazaba su garganta con un kunai.

—Si ya lo decía yo... hay que eliminar a las ratas antes de que llamen a sus amigas —se pasó una lengua afilada por los dientes—. ¡No hagáis ninguna tontería o será la mamá ratita quien pague las consecuencias!

La mano del gyojin apretó fuertemente la espada sin poder hacer nada. Apretó los dientes, y miró fijamente a Kiroe, quien pronto le demostraría a su captor que a pesar de ser una madre dedicada a los menesteres de su hogar y de su repostería, ajena a los vestigios de una carrera militar desde hacía un buen tiempo ya; igual aún sabía cómo defenderse apropiadamente. Tan apropiadamente que se sacó a aquel peliverde de encima como si se tratase de un mosquito, elongando su brazo de forma antinatural después de haber ejecutado un sello unimanual.

El gyojin paseó la mirada a lo largo de la travesía del peliverde, culminando allá a donde el brazo de caramelo terminó explotando súbitamente.

Luego, tres senbon viajaron desde las manos de Daruu. Hacia Ayame.

Más entre tanto, se podía decir que tanto Kaido como Mogura eran las únicas dos personas que quizás podían sentirse ligeramente ajenos a la situación, no dejándose llevar tanto por las emociones. Porque, a diferencia de los demás, ninguno de los dos tenía ese lazo intrínseco con Ayame como lo podían tener Zetsuo y el resto. No, el deber de ellos era mantener la cabeza fría y tratar de no dejarse llevar, quizás esa era una de las tareas más importantes que tenían en sus manos.

Entonces, Kaido le buscó con la mirada. Tenía que cerciorarse de que el bueno de Mogura no sucumbiera al momento.

Pero, por más que buscaba, por más que oteaba la cueva...

—¿En dónde coño está Mogura?
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#60
Pero lejos de sentirse amenazada, la madre de Daruu parecía confiada. Peligrosamente confiada.

—Hablas mucho para tener una lengua tan deforme, idiota engreído. ¡Jijí!

Kiroe estampó la mano contra el abdomen del Hōzuki y este gimió con sorpresa cuando la extremidad de la mujer se transformó en una masa líquida de color verdosa pero de consistencia más bien consistente que lo agarró y, como si fuera de goma, lo lanzó hacia arriba, apartándole de ella. El kunai rasgó ligeramente el cuello de la mujer, arañando su piel pero sin llegar a causar ninguna herida de gravedad. Y, cuando el Hōzuki chocó contra el techo de la cueva, su cuerpo estalló súbitamente en agua que cayó de nuevo al suelo.

Mientras tanto, Daruu se había repuesto del golpe sufrido y había lanzado tres senbon directamente hacia la posición de Ayame, que exhaló un gemido de sorpresa y se apartó hacia un lado para esquivarlos... Para encontrarse con la figura de Aotsuki Zetsuo, que se había aparecido justo a su espalda con ojos enardecidos y el brazo derecho contraído. De un simple revés, el hombre golpeó a su propia hija en el abdomen. Ayame se dobló sobre sí misma de forma casi antinatural, y entonces su cuerpo se deshizo también en agua que rebotó contra el suelo y terminó formando un charco varios metros más allá.

—¿En dónde coño está Mogura? —exclamó Kaido entonces, y tanto Zetsuo como Kōri se volvieron hacia él antes de otear a su alrededor.

—No está... —susurró el Hielo.

—¡Joder! ¡Venía con nosotros por el túnel! —Zetsuo se volvió de nuevo hacia los dos enemigos, que ya habían recuperado sus formas corporales con sendos gestos de dolor—. ¿Qué cojones habéis hecho con el chico?

El de cabellos verdes alzó ambas manos con las palmas vueltas hacia arriba se encogió de hombros con una sonrisa cruel y afilada.

—¿Y a nosotros qué nos cuentas? Nosotros hemos estado aquí todo el tiempo. ¿Verdad, Ayame-chan?

La muchacha, sumamente entristecida, tenía los ojos inundados de lágrimas.

—D... Daruu-kun... ¿Por qu...?

—¡TE HE DICHO QUE DEJES DE HACER EL GILIPOLLAS! —bramó Zetsuo, y cuando agitó el brazo en el aire, el aire pareció vibrar a su alrededor—. ¡ES MÁS QUE EVIDENTE QUE NO ERES AYAME!

—¿Qu...?

Tan calmado como siempre, Kōri alzó un brazo. De su mano colgaba la bandana que habían encontrado en la playa.

—¡Hemos venido siguiendo el rastro de esta bandana, idiota! ¡Ayame no la tiene con ella ahora!

La muchacha pareció petrificarse durante unos instantes. Unos breves segundos de silencio que sólo se vieron interrumpidos por la risilla del Hōzuki de cabellos verdes. Y de repente, Ayame rompió a reír con una carcajada estruendosa.

—Oh... Parece que te han pillado, Mohōshō —dijo el hombre.

Y Ayame se encogió de hombros.

—Ay... Qué se le va a hacer..., Waniguchi

No sólo su voz había ido cambiando de la infantil y suave voz de Ayame a una más adulta y grave, sino que, según iba hablando, su cuerpo se había ido transformando paulatinamente. No había sido como la transformación típica de la técnica de transformación que todos conocían, en su lugar, su propio cuerpo había ido mutando poco a poco, estirándose para ganar una mayor altura, estilizándose hasta formar el de una mujer adulta, cambiando su ropa hasta convertirla en un conjunto amarillo con estampado de lunares azules y... añadiendo dos pares de brazos extra.

Con una nueva carcajada, la mujer desenvainó seis espadas.



. . .



Cuando Mogura despertó, ya no estaba debajo del agua. Seguía empapado de los pies a la cabeza, y no había rastro del respirador que le había prestado Amedama Kiroe, pero al menos ya no corría el riesgo de ahogarse.

Sin embargo, se encontraba en un lugar desconocido, tendido sobre un suelo completamente liso y rodeado por cuatro paredes, todos ellos constituidos por roca y piedra. Era una especie de sala cuadrada, de unos cuatro o cinco metros cada lado, y aunque no se podía ver del todo bien, el ambiente estaba iluminado por una tenue luz ambiental.

No había nada más en el lugar. Ni salida. Ni nadie a quien pudiera pedir ayuda.

Estaba completamente solo.




Mogura entra otra vez Sonrisa Nuevamente, os recuerdo que no importa el orden de posteo siempre y cuando mantengamos las 72 horas de margen.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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