Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Su maestro, y muchos otros, le habían alentado a viajar y ver mundo… Pero él quería tomárselo con calma, pues había tanto que ver y hacer que resultaba difícil decidir. Sin embargo, había eventos tan interesantes que era menester colocarlos de primeros en su larga listas de cosas por experimentar.
«Huele a brasas», pensó mientras llegaba a la ciudad de los herreros.
A través de sus cada vez mayores contactos, se había enterado de que en aquella ciudad de artesanos se llevaría a cabo un evento sin igual, el Tetsu no Chōsen: herreros de toda la región se reunían para participar en una serie de pruebas que les llevaba hasta el límite de sus habilidades. Esto se hacía con cierta frecuencia e informalidad, pero resultaba que en esta ocasión había unos mecenas comerciantes muy acaudalados y organizados; por lo se daban las circunstancias para que, por primera vez, la competencia fuese algo sistemático y oficial, que también atrajese a participantes de cada rincón de Oonindo.
Kazuma consideraba aquello un evento digno de ser presenciado; pero verlo solo no le era suficiente: desde que había caído bajo la tutela de Juro y se había empapado de sus enseñanzas, había adquirido una mayor habilidad para hacer amigos y relacionarse con la gente; pero también sentía una mayor necesidad de compañía en ciertas ocasiones que creía necesarias compartir con alguien más.
Aquello resultaba malo si no tenía a nadie que le acompañase, como en aquella ocasión; por lo que decidió que aquel que fomento su desarrollo social se hiciese responsable y le acompañase. Por supuesto, tendría que esperar un poco: fue recién cuando estaba a mitad de camino que se le ocurrió invitar a Juro con una carta que recurría a su amabilidad para que no pudiese negarse a ir.
«Aunque… No creí que hubiese tanta gente», pensó mientras veía las calles repletas y recordaba no haberle indicado a su sensei un punto de encuentro.
Juro caminaba. Perdido. Muy perdido. Le molestaban muchas cosas de aquella situación. La primera, haber tenido que pedir permiso para salir fuera de los límites de la villa y el país. Luego, el tener que haber sido escoltado la mayor parte del camino hasta el lugar (por seguridad). Finalmente, que su alumno no solo hubiera partido sin él, sino que le hubiera reclamado después de partir.
« Ese cabeza hueca a veces no piensa » — Si hubieran ido los dos juntos, se habría ahorrado una gran cantidad de tramites. Y además, otro factor clave: no se perdería.
El maldito niño no le había puesto ni un solo punto de encuentro. ¿Qué se creía? ¿Qué iba a haber poca gente?
— Juro que cuando encuentre, le daré una buena reprimenda — murmuró, echo una furia.
El marionetista había estado antes en los Herreros. Era un lugar maravilloso para él: la cuna de las armas ninja. Un lugar lleno de magia y fantasía dónde se creaba su mayor afición. También era conocedor del Tetsu no Chōsen, pero nunca había tenido la oportunidad de ir. Debía de admitir que tras leer la carta de su alumno, le habían entrado ganas de verlo. ¿Cómo no? Ese año, la competición iba a tener más adeptos que nunca, y eso era algo que el chico no podía perderse.
Sin embargo, las formas y la invitación podrían haberse pulido un poco más ,sobretodo conociendo lo meticuloso que era su alumno. ¿Acaso su influencia estaba haciendo que cambiara?
Como no tenía ninguna idea de qué hacer, decidió seguir caminando. Tras preguntar a un par de personas, intentó enterarse de dónde era exactamente el lugar dónde se llevaría a cabo aquel gran competición. Después, se encaminaría hacia ahí. Probablemente, su alumno se encontraría en los alrededores, y sería más fácil de encontrar.
El Tetsu no Chōsen, una especie de concurso en el que se ponía a prueba a los herreros de todos los rincones de Oonindo para descubrir cuál era el mejor. Uchiha Datsue no supo si podría acudir a tan célebre evento hasta pocos días antes, cuando terminó una misión no muy lejos de allí, en el Bosque de la Hoja.
«Terminada con éxito, por supuesto.»
Así que, de paso que volvía a la Villa, Datsue optó por hacer una paradita en los Herreros y participar. ¿Por el premio? No, no. Nada de eso. Por la memoria de Soroku, su mentor en aquel arte. Y también de Nahana Tākoizu, su maestra. Una descendiente de los Señores del Hierro y la máxima exponente en su oficio en el País de la Tierra. Hasta que decidió aceptar el encargo de Kurawa Ivvatsumi, claro, hermana y enemiga del Señor Feudal. Aquello le había conducido a su perdición, a ser exiliada de su propio país y tener que huir con lo puesto. ¿Y a Datsue? A que el mismísimo Señor Feudal ofreciese una recompensa por su cabeza, aunque dicha cabeza tuviese el nombre equivocado.
Así que sí, lo hacía en su honor. Una forma de honrar lo que ellos hicieron por él. Lo que le enseñaron. Y… «Vale, sí. También por la pasta». ¡Pero es que ofrecían muchísimo! ¿Cómo resistir la tentación? Era imposible… Imposible.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Había demasiadas personas como para buscar utilizando solo sus ojos. Llamarle a gritos tampoco era una opción: no solo le agitaría más de lo necesario, sino que su voz juvenil poco podría imponerse ante el fervor del evento. Recordó que había una especie de estación de carretas en los que quienes recién llegaban eran recibidos por un muro de personas sosteniendo blancos papeles con nombres escritos.
«¿Y eso para qué?», se preguntó a sí mismo, para luego acercarse a una anciana y expresar dicha pregunta.
—Habiendo tanta gente, es difícil encontrar a quienes esperan. Por eso es costumbre el alzar sobre los brazos un cartel con el nombre de quien estas esperando —le contesto, con la afabilidad de una abuelita.
Aquello le pareció ingenioso y fascinante.
De una caja de manzanas tomo un cuadro de cartón blanco tan grande como su cuerpo, y al no tener un pincel, recurrió a uno de los muchos trozos de carbón verdoso que había desperdigados por el suelo. En una letra impecable escribió el nombre de la persona que debía de encontrarle; pero como no sabía en donde podría estar, decidió caminar por la calle principal llevando en alto aquel exagerado y vistoso cartel que rezaba:
Eikyuu Juro
Él se mantenía mirando de un lado a otro con expectación, mientras la gente le miraba, reprochando de cuanto loco se instalaba en la ciudad con motivo de la gran competición.
***
Por otra parte, el evento estaba muy bien organizado; pero la gente seguía siendo aficionada a las habladurías y había muchos rumores contradictorios. Según los lineamientos oficiales, varios de los premios incluían contratos cuantiosos para montar y dirigir herrerías con máquinas modernas; pero según los rumores de taberna, había herrerías y grupos que apuntaban a los talentos inesperados: les ofrecían un patrocinio con el compromiso de que se destacasen en los juegos, de manera que se ganaran un buen contrato. De dicho contrato se beneficiaría (a veces con un porcentaje de usura) el primer patrocinador. Por tanto, el que tan “ganador” se saliera de la competencia no solo dependía de la habilidad pura, sino que también de la astucia para hacer los negocios más convenientes en el momento justo.
Juro suspiraba y suspiraba. Tanta gente, tan poco espacio, tanta presión... era horrible. Si bien le encantaban los eventos, detestaba las multitudes. ¡Y no podía evitarlo!
« Creo que estoy llegando » — "Creo", porque realmente, no tenía ni idea.
A pesar de haber preguntado, las calles eran largas y extensas, y el chico no era precisamente alto. Sin una buena referencia y con un constante movimiento de personas, el lugar era más que incómodo para él. No sabía a qué referirse. Le faltaba un punto de apoyo para poder encontrar el maldito sitio.
Y entonces apareció, como por arte de magia.
Eikyuu Juro
Lo vio desde la distancia. Un enorme cartel que rezaba su nombre. Juro sintió una fuerte corazonada. Sí, desde luego, era poco probable que fuera destinado para otra persona que no fuese él. Allí, en la calle principal, como si de un milagro se tratara, pudo encontrar a la persona que estaba buscando.
Ahí, bajo el cartel, estaba su alumno.
— Hola, Kazuma-kun — Trató de recuperar un rostro sereno, a pesar del intenso sufrimiento por el que había pasado hacía poco tiempo —. Aplaudo lo del cartel, ha sido una idea ingeniosa. Aunque no habrías tenido que recurrir a esos extremos si hubieras avisado con un poco más de...antelación.
» Agradezco tu invitación. La verdad es que yo también estaba deseoso de ver este espectáculo.
Al contrario que los dos kusajines protagonistas de esta historia, Uchiha Datsue se encontraba lejos, rodeado por otra multitud. Más pequeña que la de ellos, pero igual de entusiasmada, sino más. Era la multitud de los participantes. La de los que esperaban, impacientes, a que el concurso diese comienzo para mostrar sus artes.
«Ah, esto a Soroku le hubiese encantado», pensó con pesar.
¿Qué tal se desenvolvería en el concurso? Había estado un mes infiltrado como aprendiz de herrero junto a Nahana. Un mes donde había trabajado a diario, de mañana, tarde y noche en el hierro. Pero ya habían pasado meses desde aquello, y los callos habían desaparecido de sus manos. ¿Se habría ido también su habilidad?
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—Hola, Kazuma-kun —Trató de recuperar un rostro sereno, a pesar del intenso sufrimiento por el que había pasado hacía poco tiempo —. Aplaudo lo del cartel, ha sido una idea ingeniosa. Aunque no habrías tenido que recurrir a esos extremos si hubieras avisado con un poco más de...antelación.
—Lo lamento —dijo, con una serenidad que hacía difícil saber si realmente se sentía así—. No esperaba que esto fuera así y tuve que improvisar… Además, invitarle fue algo que se ocurrió cuando estaba a mitad de viaje; que fue cuando pensé que sería aburrido verlo solo.
—Agradezco tu invitación. La verdad es que yo también estaba deseoso de ver este espectáculo.
—Pues llego justo a tiempo, en la plaza central están a punto de hacer la presentación y dar inicio al evento.
Si Juro le seguía, puede ser que tuvieran un poco de suerte y consiguieran un puesto en la improvisadas y abarrotadas tribunas. Los espectadores rodeaban la totalidad de la plaza, y en el centro permanecían solo los competidores, que a primera vista parecían superar la centena. Sin embargo, luego del sonar de campana, todos serian participes de la misma emoción.
—¿Qué le parece, Juro-sensei? —preguntaría mientras hablaba el anunciador.
***
La esencia misma de la competencia rodeaba a Datsue: multitud de hombre dedicados a la artesanía, maestros de mil técnicas distintas y representantes de cada rincón de Oonindo. Los había desde jóvenes que necesitarían de un banquillo para poder usar el yunque, hasta ancianos que difícilmente podrían alzar los martillos sin agotarse. También estaban los lobos solitarios que iban para ponerse a prueba, aquellos que buscaban el honor y la gloria para sus familias o talleres y quienes se organizaban para hacerse con algún contrato o negocio.
En la abarrotada plaza principal había un entarimado, donde residían los que serían los jueces del gran evento. Eran ocho los grandes personajes, seleccionados con sumo cuidado según las categorías a evaluar y las distintas ramas que se conectaban con la herrería.
Se descubrió una enorme campana de hierro forjado y se le hizo tañer hasta que el sitio quedo en completo silencio.
—¡Bienvenidos, participantes! —grito con voz clamorosa y apasionada el anunciador—. Todos sabemos porque estamos aquí: ¡Esta es la más grande y gloriosa edición del Tetsu no Chōsen!
»En esta ocasión participarán en una serie de eventos que pondrán a prueba sus habilidades, llevándoles hasta el límite, en cuerpo, mente y espíritu. En esta ocasión el premio no solo será el honor y el mérito, sino que nuestros amables mecenas se aseguraran de recompensar generosamente su esfuerzo y resultado. Las pruebas serán ocho, en donde cada una tendrá una ronda preliminar en donde separaremos el óxido del mineral. Son libres de participar en cuantas categorías quieran, siempre y cuando no agarren más de lo que puedan martillar.
La gente comenzó a murmurar, emocionada y expectante.
—Y como ocho son las pruebas, ocho serán los jueces —dijo señalando el estrado, para que se levantasen los mentados y comenzar a presentarlos de a uno:
¤ Mizuki Azuma: representante de Aceros Mizuki, la más grande siderúrgica del país del bosque.
¤ Demura Nayano: famosa comerciante, dueña de varios yacimientos en esta región y que importa mineral hacia todo el continente.
¤ Awara Kisaburo: maestro herrero del país de la tierra y ocho veces consecutivas ganador del evento.
¤ Takagaki Mirai: maestra herrera del país del viento, famosísima por el desarrollo de técnicas y herramientas de última tecnología.
¤ Kadomura Kichio: Investigador metalúrgico, decano de la academia de estudios metalúrgicos del país de la tormenta.
¤ Ebie Toshiyo: Arqueóloga metalúrgica y autoridad máxima en cuanto a historia de la herrería.
¤ Hiruma Sanemi: Hombre de arte y cultura, subastador, comerciante, coleccionista y experto en artesanías.
¤ Morihara Moari: Ninja de elite nativo de Uzushio, retirado luego de ganar infinidad de torneos y duelos, experto incomparable en el manejo de armas. Tiene varios dojos bajo su dirección y se dedica a encontrar y poner a prueba armas legendarias.
—Este honorable jurado se ha encargado de diseñar las pruebas, y serán quienes en la última ronda del evento escojan a los ocho mejores participantes para competir por el gran premio misterioso… —dijo, dejando que la intriga y la curiosidad mordiera a la gente.
Juro hizo un simple gesto de mano, indicando que realmente no estaba molesto. Ahora que le había encontrado, poco importaba el enfado o las rabietas infantiles. Estaban juntos a tiempo para ver el evento, y eso era lo importante.
—Pues llego justo a tiempo, en la plaza central están a punto de hacer la presentación y dar inicio al evento.
— Te sigo — afirmó Juro, mientras asentía. Por dentro, sintió una gran emoción.
La tribuna estaba abarrotada, pero consiguieron dos asientos para reposar y poder ver el espectáculo de una forma cómoda. Aquello sí que había sido un milagro. Al otro lado, se encontraba la multitud de participantes del evento. Juro trató de verlos bien, pero por su altura, la multitud y la lejanía, no fue capaz. También pudo ver la tribuna, dónde se encontraban los jueces, y por último, al anunciador. Este comenzó a relatar el evento, que no solo contaría con múltiples pruebas sino que estaría evaluado bajo la atenta mirada de ocho especialistas en su campo y autoridades
Casi no pudo escuchar a su alumno, al lado, que le preguntaba sobre su opinión. Juro esbozó una sonrisa.
— Es emocionante. La multitud, las personas, las pruebas... Casi me recuerda al examen Chunin, ¿sabes? — murmuró, con cierta nostalgía —. Me pregunto qué clase de cosas les harán hacer.
«Ah, esto a Reiji le hubiese encantado». ¡Quizá hasta estaba allí, perdido entre la multitud de rostros de participantes! No se imaginaba que el espadachín se perdiese algo así, salvo por causa mayor. Lástima que no estuviesen unidos por su sello de comunicación.
—Muy bien, muy bien —repetía, impaciente, mientras escuchaba las instrucciones del evento. Tomó nota mental de uno de los jueces: Morihara Moari. Era de Uzu. Quizá algún día le viniese bien saber aquel nombre.
»¡Menos cháchara y más martillo! —exclamó, impaciente, al final del discurso del hombre. Impaciente y risueño, sí. Porque, por mucho que hubiese odiado levantarse cada día a las seis de la madrugada para golpear el yunque, ahora, estaba deseando reencontrarse con él.
Quizá porque, de alguna manera, conectarse con el yunque era reconectarse con Soroku.
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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El ruido ensordecedor era demasiado como para que Kazuma escuchase a su maestro, pero su rostro lucía un buen grado de emoción y un poco de nostalgia; pero aquello estaba bien.
El anunciador levanto la mano y señalo a hacia una estructura que yacía al otro extremo de la plaza y que habían alzado hace poco. Se trataba de un edificio con forma de caja y completamente blindado en placas de hierro negro.
—Ese tan solo es el cofre que encierra el verdadero tesoro —respondió a la perplejidad de algunos—. Hace algunas semanas cayo en el país del viento un meteorito que dejo en el desierto un cráter del tamaño de esta ciudad. Los restos de dicho objeto están hechos de un metal desconocido con propiedades extrañas, siendo que es tan sólido y arisco que no ha sido posible cortarlo y extraer una muestra para estudiarlo, ni siquiera con la ayuda de ninjas. Esta curiosidad celestial estaba bajo el cuidado de su descubridora, la maestra Takagaki Mirai; quien amablemente la ha cedido para que fuera el gran premio de esta competición, pese a que comercialmente se le considera in-va-lu-a-ble.
La sola mención de la última palabra enervo el ánimo de los presentes. ¿Cómo podría diferenciarse un herrero de todos cuantos le precedieron y vendrán? Pues ganando y poseyendo un fragmento metálico del cielo, acaso un trofeo de los dioses. De igual forma, logrando que se doblegara a su voluntad creadora y dándole una forma jamás antes vista y que jamás podría ser igualada. Incluso para aquellos que no creían en dios alguno y para quienes no les interesaba la posteridad, la sola idea de que fuese invaluable era sumamente persuasiva.
—Y aún hay más que saber, pero no han venido aquí a escucharme hablar, han venido a escuchar el ruido del metal contra el metal; no han venido aquí a verme, han venido a ver como arden las fraguas y vuelan la chispa… ¡Encienda el fuego y preparen los martillos, porque la competencia ha iniciado oficialmente!
Y con aquello se daba por iniciada la competencia, solo sería cuestión de acercarse a alguno de los muchos puestos de información para enterarse de en donde y a qué hora sería la primera prueba. Esta se desarrollaría en la gran herrería del norte, a primeras horas de la noche. Hasta ese momento no les habían indicado reglas en particular, pero de todas formas la herrería es no la clase de oficio en donde se pudieran valer de trampas.
¿Qué les esperaba en la primera prueba y quien sería el evaluador? Pregunta razonable para los aficionados, pregunta sin importancia para quienes se encaminaban hacia la victoria sin importar que o quien se pusiese en su camino.
***
Kazuma ya tenía compradas las entradas para todos los eventos, alegría que rebasaba ligeramente el dolor de pagar por ellas. Por suerte la posada le había salido buena y barata, gracias a la recomendación de un conocido. Mientras esperaba la hora de fuego, se entretenía hablando con Juro.
—Sensei, no entiendo, ¿Por qué es valiosa una roca que nadie puede usar?
La euforia, la gente, el ánimo... todo era tan parecido que Juro se sintió en aquellas gradas, tiempo atrás, cuando le tocó participar como aspirante. Tantas cosas habían pasado desde entonces, que le daba hasta lastima. Pero no era momento de ponerse triste. El presentador comenzó a hablar del gran premio que el torneo tendría: un trozo de roca (presuntamente, caída desde el cielo. Juro tuvo sus dudas) la cuál no solamente era única en el mundo, sino que nadie había descubierto como trabajar con ella aún y se considera completamente invaluable para su venta.
« No le veo sentido. Si es algo tan importante, no deberían ofrecerlo a las bravas. Podría tener propiedades inimaginables » — Claro que había otra opción: que fuera un truco, y que el metal fuera una mentira. Pero siendo herreros, personas preparadas y expertas en el trabajo de todo tipo de material, Juro dudo que no pudieran conocerlo en ese caso.
El interés del marionetista se duplicó tras este descubrimiento.
La ronda de presentación terminó. Ya solo quedaba que comenzara la primera prueba. Afortunadamente, la experiencia le precedía: Juro ya tenía compradas las entradas antes de haber llegado hasta ahí, por lo que solo quedaba pasar el rato y esperar, en compañía de su alumno.
—Sensei, no entiendo, ¿Por qué es valiosa una roca que nadie puede usar?
— Puede que sea dificil de ver a simple vista. Pero lo importante no es el concepto de la roca, sino su valor. Su capacidad — explicó Juro —. Es como si te pregunto, ¿De qué sirve un genin para la aldea? Ahora mismo, no es un activo real en caso de batalla, pero con un tiempo y entrenamiento adecuado, lo será. Algo similar pasa con la roca.
» Aunque ahora mismo nadie sepa hacerlo, es posible que esconda alguna capacidad que pueda ser increiblemete útil. Tiene potencial. Aunque no fuera así, es solo hecho de ser algo desconocido e intratable ya le da un valor en sí misma. Supongo que la incetidumbre de su existencia es lo que la premia tanto.
¿Un metal proveniente del mismísimo cielo? Sin duda, un regalo de los dioses. Para él, ¿quizá? Demasiado pronto para descubrirlo. Por el momento, mejor concentrarse en la primera prueba. Hacía unos meses que no forjaba ningún arma, y sabía que los primeros martillazos le costarían. Tenía que mentalizarse. Visualizar la prueba.
Por ello, emprendió rumbo directamente a su posada. Era la escogida siempre que iba allí, salvo la última vez, que había optado, por Hanabi, por una con alguna que otra prestación mejor. ¿El único problema? Que era más cara. Tampoco demasiado, pero lo suficiente.
Ah, pero aquella tenía un precio justo. Porque no decirlo: barata incluso para lo que ofrecía. Pidió un café con leche y subió hasta la habitación, donde aguardó hasta casi la hora de la primera prueba.
Solo entonces, emprendió camino hacia el norte. Hacia su primera piedra en el camino.
Bueno chicos, creo que es mejor que me salten turno hasta que empiece la primera prueba. Os dejo charlar tranquilos.
¡Ya habrá tiempo para juntarse los 3!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Las calles bullían con la actividad de los turistas y los vendedores, que parecían estar atentos cuanto entretenimiento o negocio pudiese conseguir antes de la hora de la primera prueba. El único lugar que parecía estar quieto y despejado era la “caja negra”, que era como los más habían bautizado el edificio en donde se supone que yacía el premio misterioso.
—Mire eso, sensei —dijo Kazuma mientras señalaba a un artista de plaza que hacia un magistral espectáculo con títeres; y estos parecían representar a un grupo de herreros trabajando afanosamente—. Hasta parece que las herramientas que manejan los títeres son de verdad… Increíble, esos martillos se ven pesados.
Esta bien, en unos dos turnos (mientras preparo algo) sera el llamado a escena.
Kazuma y Juro se dedicaron a pasar el tiempo, con tranquilidad. Para su horror, el marionetista comprobó que todo lugar al que fueran estaba completamente abarrotado, exceptuando el misterioso edificio donde guardaban aquella caja.
—Mire eso, sensei Hasta parece que las herramientas que manejan los títeres son de verdad… Increíble, esos martillos se ven pesados.
Juro echó un vistazo. Un artista en la plaza parecía hacer alguna clase de espectáculo con títeres. Eran herreros, que trabajaban el metal. Juro pudo ver perfectamente los hilos blancos operar sobre los muñecos. Sintió una punzada de nostalgia, de repente. Era curioso, pero nunca le había gustado aquella forma de maneajr los títeres, con un eslabón de madera como punto de apoyo para los hilos. Cuando realizaba su técnica, se sentía unido a su marionera. Era... parte de él. Con esa birria de hilos, lo único que conseguía era una sensación tan antinatural que le repugnaba un poco.
Dudaba que los martillos fueran de verdad. Los hilos no podrían soportar un peso tan grande. Quizá fueran hechos de manera más liviana, o de otro material que se asemejara al metal.
— No lo creo, pero desde luego, lo aparentan. Es el objetivo de todo titiritero — le dijo, para luego confesarle, en voz más baja —. Yo podría hacer marionetas que trabajaran el hierro de verdad, por supuesto. Algún día te lo enseñaré.
Se le ocurrían miles de idas al respecto. ¿Adaptar los brazos de su marioneta para incorporar un arma? ¿Diseñar un martillo acoplado? ¿Quizá uno pegado al antebrazo , o incluso en la pierna de la marioneta? Todo era posible. Eso era su parte favorita del marionetismo.
—No lo creo, pero desde luego, lo aparentan. Es el objetivo de todo titiritero —le dijo, para luego confesarle, en voz más baja—. Yo podría hacer marionetas que trabajaran el hierro de verdad, por supuesto. Algún día te lo enseñaré.
—Eso suena interesante, espero verlo —dijo emocionado.
Siendo que hablaban de marionetas, hizo un poco de memoria sobre la vez que había visto una en acción.
—Sensei, ¿Cómo mueves tus marionetas? —pregunto curioso—. No les he visto hilos ni un mando como el que usa aquel artista, pero tampoco parecen ser autonomas.