«Ahí va, de nuevo...»

Datsue tenía ese don, esa característica tan suya de hablar sin parar y, aunque te estuviera vendiendo cualquier cosa sin importancia, al final acababas cediendo y llevándote dos toneladas, porque el Uchiha era así, capaz de moldear a las personas con sus palabras. Al principio intentó ignorarlo, pero debía reconocer que su voz penetraba por tus oídos y acariciaba tu cerebro hasta llegar al corazón y agitarlo con sus subidas y bajadas de tono.

Escalofríos le entraban a Eri de escucharla.

«Yo también debería entrenar...» Se recordó mentalmente, en vez de buscar sitios que visitar. Suspiró, al final tendría que hacerle caso si no quería perder en la misma primera ronda.

Y lo peor, lo peor, es que al final contestó a la pregunta que le había hecho su pupila. Hana, que parecía estar llenándose de determinación a cada palabra que Datsue le dedicaba, cambio su semblante decaído a uno decidido, por el entreno, claro.

—Es verdad, tienes razón, Datsue —confirmó ella tras la aportación de la rubia—. ¿Nos harías una demostración de entrenamiento? Así sabríamos cómo se hace bien.

«Bien, Hana, ¡bien! ¡Esa es la actitud!» Tanto ella como Reiji tenían que darlo todo para intentar proclamarse campeones de la Segunda División. Eri y él harían lo propio, aunque quizá guardándose algún as bajo la manga. La idea de que Kurama —no en persona, pero sí algún espía suyo— estuviese viendo los combates no le hacía ninguna gracia. Los Generales ya sabrían que manejaba el Doton con soltura, pero todavía podían llevarse un Chidori por sorpresa.

Eri, a su lado, pidió una demostración de entrenamiento.

—Hmm… Es que eso depende mucho de lo que quieras hacer —dijo, desviando la mirada hacia Hana. No le cabía duda que la petición iba más por Hana que por ella misma, pues no había forma de que la Uzumaki hubiese llegado al nivel que tenía sin saber entrenar bien—. Hay muchos tipos de entrenamientos, y ninguno es mejor que el otro, simplemente unos son más apropiados para los objetivos que tengamos. Yo, por ejemplo, trato de centrarme solo en una cualidad física que mejorar, y mantener el resto. Ya sabéis lo que dicen, el que mucho abarca poco aprieta, y tratar de ser más rápido al mismo tiempo que más fuerte y ganar en aguante físico es una quimera. Hay que darle caña a una cosa, y hacer lo mínimo en el resto para no perder. Eso hago yo, a las mañanas. Luego comer fuerte y sano, eso es muy importante —y algo que algunos se pasaban demasiado por alto. Si uno quería ser fuerte y duro como un roble no podía mantenerse a base de pizzas y hamburguesas—, y a la tarde practicar algo de ninjutsu, taijutsu, o lo que sea que quieras mejorar.

Eso era un día normal para Datsue. Pero ellos no estaban viviendo una semana normal, precisamente. Aquella era la previa al torneo. Debían exigirse más.

—Otra cosa que sería interesante, para las noches, es visualizar tu combate. Tener pensadas alguna que otra estrategia para distintas situaciones. E incluso, si puedes, analizar a tus oponentes previamente. —Claro que nadie sabía contra quién le tocaría hasta el mismo momento del combate—. ¿Sabemos algo del resto de participantes? Me contaron que para la Segunda División hay apuntados dos amejines. Esos son con los que tienes que tener cuidado. A los kusareños les ganas fácil. Tampoco te confíes, pero no deberías tener problema. Ya verás.

Hana se infló como una palomita de orgullo y satisfacción cuando Datsue relató con exactitud el mismo régimen de entrenamiento que estaba llevando ella a cabo. Claro que... fue Eri la que se lo propuso... ¡Aún así! Estaba contenta de coincidir con lo que decía el jounin y no estar perdiendo el tiempo como una novata y ahora teniendo que cambiar su horario. No, porque ella no era una novata, era una kunoichi avanzada con consejos de profesionales, todo por méritos propios.

— ¿Sabemos algo del resto de participantes? Me contaron que para la Segunda División hay apuntados dos amejines. Esos son con los que tienes que tener cuidado. A los kusareños les ganas fácil. Tampoco te confíes, pero no deberías tener problema. Ya verás.

Supo que estaba contra la espada y la pared, si contestaba, estaba jodida, si no contestaba, estaba jodida igual. La acabarían pillando tarde o temprano así que lo mejor era intentar bordear el lago de mierda con la mayor sutileza posible.

— Lo cierto es que casi no conozco a nadie de fuera de la villa. He conocido a algunos kusajins y amejins, pero no sé si estarán en el torneo. De la villa solo sé que Reiji-san usa katanas, muchas y muy grandes. No soy la mejor recogiendo información, la verdad. — había tenido un dolor momentáneo al pensar en Ren, que también usaba katanas.

Sintió un pinchazo en el corazón y tuvo que volver a recurrir a intentar desviar la conversación para distraerse ella y sus superiores.

— ¿Vosotros sabéis algo?

Seguramente el chico había captado su intención, y eso era explicarle a Hana cómo se podía hacer para entrenar bien tanto su cuerpo como su mente. Conocía a Datsue, y sabía que, aunque había tenido malos ratos a lo largo de su vida como shinobi, era uno de los más poderosos jounin de su generación, y eso no había sido gracias al poder divino o porque tuviera un bijuu en su interior, sino por su esfuerzo diario en el entrenamiento.

Y eso demostró en su charla: entrenamiento físico, comida sana y entrenamiento en facultades. Ella había estado entrenando ambas cosas por las mañanas, y por las tardes se dedicaba a repasar sus bazas, oportunidades y escribir lo que sabía de cada oponente suyo. Eso sí, no quería que nadie viera los dibujos que había hecho de cada participante... Eso sí que daba miedo.

—¿Sabemos algo del resto de participantes? Me contaron que para la Segunda División hay apuntados dos amejines. Esos son con los que tienes que tener cuidado. A los kusareños les ganas fácil. Tampoco te confíes, pero no deberías tener problema. Ya verás.

Debía admitir que poco sabía de los de la Segunda División, pues ella se había centrado en los de la Primera principalmente, y se sintió algo culpable por su pupila. «Si los estudiáramos juntas, quizá se sentiría más preparada.»

Hana no tardó en explicar lo poco que sabía de los contrincantes a los que podían enfrentarse. Eri conocía a Ranko, pero solo de una noche y tampoco tenía idea de en qué se especializaba. Ren y Daigo eran completos desconocidos, y los demás...

—De la primera división, sé que estamos nosotros —enumeró—. Y ya.

Simple y llano.

—De la segunda división, conozco a Reiji, diestro en combate con armas y... A Hana.

Luego miró a Datsue tras concluir su pequeño relato.

¿Qué no era la mejor recogiendo información?

—Al contrario, Hana. ¡Has hecho un análisis muy bueno con los pocos datos que disponías! Hasta te fijaste en el aspecto físico de varios para deducir sus puntos fuertes, ¡así me gusta! —la felicitó.

De hecho, al menos sobre la Segunda División, la kunoichi sabía más que él. Eri aportó también su granito de arena, esta vez con información que el Uchiha ya disponía. Optó por centrarse primero en ayudar a Hana, o se liaría con tanta información.

—De Reiji conozco alguna habilidad más suya… pero me la reservo. Es colega y compatriota, estaría feo ayudaros contra él —se excusó—. Por lo que veo, la mayoría de los posibles contrincantes de Hana se especializan en el combate cuerpo a cuerpo. Lo de usar katanas es un arma de doble filo. Cuerpo a cuerpo son letales, pero aléjate un par de metros y tírales un ninjutsu y, o tiran la katana, o se lo comen. Tú además usabas Doton, ¿verdad? ¿Conoces el Moguragakure no Jutsu? Porque creo que te vendría fenomenal. Dejas un clon detrás, te ocultas bajo tierra, y tus oponentes buscarán recortar distancia porque van al cuerpo a cuerpo. Y cuando piensen que te tienen, no será más que un Bunshin, y tú estarás ya detrás, ¡preparada para darles el golpe final! Simple, pero efectivo. Yo buscaría estrategias de ese estilo. E ideas para poner tierra de por medio si se te acercan mucho. Bombas de humo, de luz… Lo que sea para no abusar de los Kawarimis, que ya sabes que luego te quedas echando medio pulmón fuera.

Hana sopesó la poca tirando a ninguna información que le estaban dando sus veteranos. Eri solo conocía a gente de la Primera División, tal y como había supuesto la rubia, y Datsue conocía a Reiji, pero no le iba a dar información sobre un compatriota. Lo cierto es que perder contra Reiji no le parecía tan mal, al menos todo quedaba en casa. Esperaba que no fuese un combate unilateral y ya.

— Ya había pensado en hacer algo así, claro que Doton no es muy ofensivo que digamos, tengo solo una técnica ofensiva y en cuanto la haga dos veces sabrán como evitarla. Esperaba desgastarles primero un poco con algo de combate cuerpo a cuerpo y después usar el Doton para rematar. También sé algo de Taijutsu aunque no lo parezca. — no lo parecía porque por mucho que entrenase, su fuerza no parecía aumentar, sus brazos seguían siendo más bien blanditos, al igual que sus piernas.

No había mucho más que añadir, no tenía más bazas, Doton y Taijutsu, adornado con algo de su facultad propia y ya.

— No tengo un repertorio de técnicas demasiado amplio, así que habrá que ir a la vieja usanza si hace falta.

Eri se cruzó de brazos, escuchando atentamente lo que Datsue tenía que decir. Felicitó a Hana por haber sido tan observadora a lo que atinó a asentir. Comenzó a explicar poco a poco alguna que otra estrategia para la rubia, hablando del Doton, su elemento; y cómo podría llevar una estrategia entorno a una de sus técnicas para poder salir victoriosa.

Pero Hana no pudo evitar contestarle con una negativa, alegando que no tenía más que una técnica ofensiva de Doton y alguna que otra baza más para sorprender, pero ya. Ella se hubiera encontrado en el mismo palo si hubiese participado en el anterior torneo, pero ahora, con diversas habilidades y técnicas ya aprendidas, tendría que sopesar qué enseñar y qué no.

Y no hacer el ridículo.

— No tengo un repertorio de técnicas demasiado amplio, así que habrá que ir a la vieja usanza si hace falta.

—Tienes una buena cabeza, sé que sacarás estrategias para tu combate, y si no es antes, seguro que durante sabrás qué hacer.

¿Qué no tenía técnicas que lanzar? Bueno, eso se podía solucionar rápido. Un Katon sellado por aquí, un poderoso Raiton sellado por allá, y… «No, pero la descalificarían seguro. Sabrían que no fue ella quien se selló los ninjutsus y lo considerarían trampa, fijo». Muy a su pesar, descartó la idea.

—Bueno, sino recuerda que también ganas si los echas del ring. Creo que nadie usó esa táctica en el torneo pasado, pero siempre es una opción —quiso recordarle. Luego miró a Eri—. Roga es una víbora de cuidado. Si puede atacarte por la espalda, lo hará. Si puede usar las más sucias triquiñuelas contra ti, no dudes en que también lo hará. No le vi con el hacha, pero sí vi usarle el Chidori. Eso sí, le recuerdo lento de cojones. Con tu Yoroi deberías poder comértelo con patatas si te llegas a enfrentar a él. Dale una buena paliza de mi parte si así sucede —no pudo evitar añadir, con cierto resquemor.

»Respecto a Yota, yo no sé más que tú. Y de Daigo menos, más allá de que placó a Nabi en el Chūnin. Y a Ayame y Daruu los definiste muy bien. Con Daruu estás jodido a combate cercano y lejano, el cabrón es fuerte en todo. Y con Ayame si no sabes evitar sus Genjutsus estás en la mierda también. —Se mirase como se mirase, eran formidables oponentes. Casi sin puntos débiles, casi sin flaquezas. La clave para alcanzar la victoria estaba precisamente ahí: en el casi.

—Tienes una buena cabeza, sé que sacarás estrategias para tu combate, y si no es antes, seguro que durante sabrás qué hacer.

No podía acabar de entender cómo podía ser que Eri hubiese llegado a esa conclusión, ¿en qué momento había parecido ella siquiera una estratega? Los demás tenían planes, ella tenía impulsos. Y siempre que trazaba un plan acababa adaptándose una y otra vez hasta el punto que podía acabar haciendo lo contrario.

Ya empezaron a hablar de sus cosas de mayores, de sus contrincantes de mayores y del rival de Eri. Ella no tenía mucho más que añadir, a excepción de dar voz a miles de voces que no podrían pedirles a ellos directamente lo que Hana les iba a pedir, miles de personas, que temen por su vida.

— A ver, vosotros, los jounin, mejor conteneos. Especialmente, tú, Datsue y si veis a Ayame decírselo de mi parte. No destrocéis nada ni empecéis ninguna guerra, por favor. — Hana habló alcanzo las manos para enseñarles las palmas a Eri y Datsue, en señal de calma.

Estaba asustada, no lo iba a negar, y no de su combate, ni de cualquier contrincante que le pudiese tocar, sino de que Datsue diese un paso en falso y destrozase medio valle. O Eri diese dos pasos en falso y sellase a media audiencia. Y a saber que sería capaz de hacer Ayame con tres pasos en falso. ¿Hacer que lloviese para siempre ahí también? ¿Un boquete al centro de la Tierra? Mejor no pensarlo. Si el torneo dependiese de ella, dejaba todos los combates de Primera División de Taijusu solo.

Daruu le daba miedo, mucho miedo, y Ayame... Vamos, que estaba jodida por todas partes. «Aproveché para entrenar Genjutsu con mi madre, espero que me sirva de algo contra Ayame... Si no, al menos tengo el Kai.»

— A ver, vosotros, los jounin, mejor conteneos. Especialmente, tú, Datsue y si veis a Ayame decírselo de mi parte. No destrocéis nada ni empecéis ninguna guerra, por favor.

Hana hizo gala de su poco tacto para soltar las cosas, aunque fuese Datsue o el mismísimo Hanabi-sama en persona. Ella la miró con cierto recelo tras suspirar.

—No será necesario, Datsue y Ayame han logrado controlarse más desde ese examen, estoy segura de ello —explicó ella—. Deberías centrarte en tus oponentes y en tus estrategias, eso es a lo que has venido después de todo, yo... Yo no sé qué haré, la verdad, si os soy sincera, me dan miedo los contrincantes a los que me pueda enfrentar.

Datsue bufó.

—Oiga, oigan, ¿cómo que ya conseguí controlarme? —se quejó—. Os recuerdo, queridas compañeras, que yo no destrocé nada. Solo creé un gigantesco escudo para evitar que nada se rompiese, solo eso. —Y quizá había vacilado un poco. E instigado a la violencia extrema, también. Pero que no se dijese que él había roto una sola piedra del estadio, porque eso era faltar a la verdad—. Pero no te preocupes, Hana. Los combates se celebrarán con normalidad. Al menos por mi parte.

El Datsue liante y que no causaba más que problemas había quedado atrás. Hacía más de un año que no hacía una de las suyas, y tenía planeado que a ese año le siguiesen muchos más.

—Yo miedo no —dijo, tras Eri—. Pero sí respeto. Eso siempre.

—Oiga, oigan, ¿cómo que ya conseguí controlarme? —se quejó—. Os recuerdo, queridas compañeras, que yo no destrocé nada. Solo creé un gigantesco escudo para evitar que nada se rompiese, solo eso.

—¿Cómo que no destrozaste nada? ¡Te recuerdo que a nosotros, en un combate amistoso nos sacaste el Susano'o! —le espetó, señalándole al pecho.

Y luego bufó.

—Encima que confío en ti... No me aprecias lo suficiente. —Se cruzó de brazos y frunció los labios, claramente disgustada—. Y yo también los respeto, pero no dejan de darme miedo.

Eri aseguró que tanto Ayame como Datsue estaban ya entrenados en mantener sus genios a raya. Datsue saltó después con una respuesta mucho menos tranquilizadora y cuando Eri le contestó sin dejar siquiera intervenir a la rubia, pandio el cunico.

— Bueno, estoy más... ¿tranquila? — por la expresión nerviosa de la rubia, quedaría claro que ella misma dudaba de su tranquilidad.

Se aclaró la garganta intentando dejar atrás el tema de posibles guerras, que aunque en su momento era una posibilidad remota, ahora empezaba a ser una posibilidad seria. ¿Qué coño era un Susano'o? Luego le preguntaría a Eri, a solas. No, ¿qué estaba diciendo? ¡Había que evitar las charlas a solas con Eri! Por lo menos de momento.

— No te preocupes, Eri-sensei, a mi me dais miedo vosotros y no pasa nada. Supongo que algún día a alguien le daré miedo yo y cerraremos el ciclo.

—¿Cómo que no destrozaste nada? ¡Te recuerdo que a nosotros, en un combate amistoso nos sacaste el Susano'o!

—Bueno, estoy más... ¿tranquila? —continuó Hana, con expresión de cualquier tipo menos tranquila.

—A ver, a ver, lo del Susano’o tiene una explicación. Que sí, que lo saqué. En un combate amistoso, sí. Pero bueno, esa vez lo que pasó… Fue que… —Ahí Eri le había pillado, pero su mente se recompuso rápidamente—. ¡Fue que tuve que defenderme! ¡Que Nabi me quiso destrozar la cara! ¡Esta cara! —exclamó, señalándola, como si cada rostro tuviese un valor distinto y el suyo tuviese uno muy alto—. Y luego tú me lanzaste senbons eléctricos, ¡también a la jodida cara mientras estaba inmovilizado! Tenía que defenderme de alguna manera, o me hubieseis dejado irreconocible. Hana, tú me comprendes, ¿verdad?

A buen seguro Hana le entendía. Había cosas que no se podían permitir. Esa era una de ellas.

—Si yo también confío en ti, Eri. Tú sabes que sí, no digas eso –dijo, cuando Eri aseguró que no la apreciaba lo suficiente. Luego, desvió la mirada hacia Hana—. Pues nosotros no deberíamos darte miedo, Hana. Después de todo, somos compañeros de Villa. ¡Compatriotas! —levantó el pulgar y le guiñó un ojo—. Jamás te haríamos daño.

Datsue comenzó a excusarse: que si sacó el Susano'o porque no tenía elección, que si le iban a desgraciar su cara... ¡Como si viviera de su rostro! A ver, reconocía, a duras penas —o no tan duras— que era guapo, y que su cara era agraciada, pero de ahí a decir que sacaba su técnica última para defender su rostro, había un gran pase.

Y sí, lanzó los senbons, pero desde donde estaba ella no se veía nada.

—Hana, tú me comprendes, ¿verdad?

«No busques compinches, Datsue», le espetó en su mente.

— No te preocupes, Eri-sensei, a mi me dais miedo vosotros y no pasa nada. Supongo que algún día a alguien le daré miedo yo y cerraremos el ciclo.

No era miedo lo que tenía, en verdad, lo que más temor la generaba era el hecho de perder y no poder enseñar lo que podía dar por Uzushiogakure. ¿Y si Hanabi se decepcionaba con ella? ¿Y si no era digna de hacerse llamar jounin? Esas preguntas la atormentaban por dentro. No tenía miedo, tenía pánico de no dar la talla.

Datsue animó a Hana a no tener miedo de ellos, y ella negó para salir de su ensimismamiento.

—¡Exacto! No tienes por qué tenernos miedo, yo es que, bueno, soy algo cagona, ¿sabéis? Y nerviosa, así que antes del Torneo diré cosas parecidas por los nervios... —se excusó, rascándose la nuca.