Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—. Y luego tú me lanzaste senbons eléctricos, ¡también a la jodida cara mientras estaba inmovilizado! Tenía que defenderme de alguna manera, o me hubieseis dejado irreconocible. Hana, tú me comprendes, ¿verdad?
Datsue buscó la complicidad de la rubia, y a Datsue simplemente no se le podía negar nada, tenía ese aura que te obligaba a irte un poco a su lado de la discusión antes de darte cuenta.
— Supongo que si no te quedaba otra...
Seguía sin saber qué demonios era el Susano'o pero seguro que era peligroso como ello solo si Eri parecía tan reacia.
—. Pues nosotros no deberíamos darte miedo, Hana. Después de todo, somos compañeros de Villa. ¡Compatriotas! Jamás te haríamos daño.
—¡Exacto! No tienes por qué tenernos miedo, yo es que, bueno, soy algo cagona, ¿sabéis? Y nerviosa, así que antes del Torneo diré cosas parecidas por los nervios...
— A ver, si no me da miedo que me hagáis daño, bueno, Eri-sensei un poco. Pero no es eso. Es que si pasa algo en un combate mio, igual me hago un corte feo, pero si un combate vuestro sale mal, igual salis sin piernas, sin cabeza o sin ojos. O muere la mitad de la audiencia. A eso sí que le tengo miedo. Conteneos pero sin que os maten, ese es un buen plan.
Era un plan de mierda, pero ella, que era una genin sin mucho que ocultar ni contener, pues le parecía la mar de sencillo. Para los Jounin igual la linea entre contención y prevención de muerte era tan delgada como un fideo o la empatia de un amenio, pero para Hana era francamente fácil.
1/04/2020, 20:30 (Última modificación: 1/04/2020, 20:31 por Uchiha Datsue.)
«Ah, ya».
—Bueno, eso siempre. En este tipo de combates uno intenta medirse. A no ser que seas gilipollas, claro. Pero vamos, no seré yo quien intente rajarle el cuello a nadie. Está claro que a veces uno se emociona y ocurren accidentes, pero… no es lo habitual. Mira, una vez, en un combate contra Daruu, hace un tiempo, se nos descontroló tanto que me mató. Pero son casos muy aislados.
No, no soltó una carcajada a continuación. Y no, su voz no sonaba sarcástica. Ni irónica. Estaba hablando muy seriamente. Más que nunca.
Se encogió de hombros.
—Y bueno, aquí sigo, ¿no? Así que no te preocupes, Hana. A mí y a Eri no nos pasará nada.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Eri le dedicó una mirada poco amigable a su pupila al alegar que le daba miedo que ella le hiciera daño. ¿Acaso esa era la impresión que causaba en la genin? ¿Se habría pasado con ella en las pasadas veces que se habían encontrado? Volvió a fruncir los labios, quizá su actitud no era muy atrayente.
— Pero si un combate vuestro sale mal, igual salís sin piernas, sin cabeza o sin ojos. O muere la mitad de la audiencia. A eso sí que le tengo miedo. Conteneos pero sin que os maten, ese es un buen plan.
Era cierto que ellos tenían más experiencia y, por tanto, tenían más bazas, bazas más letales en combate. Pero Datsue siempre tenía algo que decir, algo que tranquilizaría a todo el mundo, algo como...
—Mira, una vez, en un combate contra Daruu, hace un tiempo, se nos descontroló tanto que me mató. Pero son casos muy aislados.
—¿Que qué? ¡¿Que QUÉ?! —repitió, mirando a Datsue con los ojos bien abiertos, acercándose a él rápidamente—. Espera, ¡¿Qué?!
Seguía sin creerse esas palabras.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Hana arrastró su culo pesado unos cuantos centímetros en la dirección opuesta a Eri, viendo como se acercaba a un Datsue que intentaba estar más serio que un ANBU para darle credibilidad a su discurso, lo cual no ayudaba a calmar a la pelirroja.
— Por eso Eri-sensei me da miedo. — murmuró a Datsue tan bajo como pudo.
Solo pudo esperar con nerviosismo a que Datsue contestase y que su respuesta no hiciese que Eri lo tirase del puente. Lo cual era poco probable, a decir verdad. Para ser un Jounin, Datsue tenía la cabeza bastante en las nubes.
Datsue asintió enérgicamente con cada qué pronunciado por Eri.
—Eso creo, vaya. Me apuñaló con una katana. La punta entró por el abdomen y salió por la espalda. Me desmayé y todo —aseguró—. Pero bueno, ya me conoces. Hace falta algo más que un corte mal dado para rematarme.
La de mentiras que el Uchiha había contado. La de falsas aventuras que se había inventado. Proezas inverosímiles, epopeyas imposibles. Quien le iba a decir que, por una vez, la cruda verdad sería más difícil de creer que todas ellas juntas. Porque sí, Uchiha Datsue había muerto luchando contra Daruu en el Puente Tenchi.
Y sin embargo allí estaba. Respirando. Sin siquiera cicatrices.
Se llevó una mano a la boca y, inclinándose ligeramente hacia la izquierda, murmuró muy bajo a Hana:
—Te comprendo perfectamente.
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1/04/2020, 22:37 (Última modificación: 1/04/2020, 22:38 por Uzumaki Eri.)
Tan pancho como estaba allí, Datsue afirmó que Daruu le había matado. Una katana en el abdomen que lo atravesó de un lado a otro, desde el pecho a la espalda, y él tan tranquilo, contándolo cual anécdota que se cuenta a los nietos al cobijo del porche de una casa de madera en pleno día primaveral.
«Un corte mal dado es lo que te voy a dar a ti...»
Sin tapujos, mientras Datsue y Hana se murmuraban cosas que a ella ni la iban ni la venían, se acercó al chico y levantó su camiseta sin permiso. Para su sorpresa, no había cicatriz.
—¿Cómo? —preguntó, incrédula.
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Datsue bajó la vista y vio lo que Eri veía. No se extrañó de su incredulidad, pues le habría pasado a cualquiera.
—Pues con mucho entrenamiento y dieta estricta. —Y es que, donde ambos acostumbraban a ver un abdomen plano y unos pechos ligeramente pronunciados, ahora tenían ante ellos esa tableta de portada de revista y unos pectorales bien marcados. No había sido fácil, y la estética era lo de menos, pero, oh, bien que disfrutaba viéndolos. Y parecía que Eri también, o ya hubiese bajado la camiseta—. Bueno, bueno. Ya sé que la vista os resulta agradable, pero… suficiente por hoy —cortó por lo sano, retrocediendo un paso y bajando la camiseta.
Luego, no pudo evitar reírse. Porque en el fondo sabía que la kunoichi no se refería a su físico, sino a esa cicatriz que no estaba. Pero Datsue ya había hablado de más y no quería revelar la que posiblemente era su mejor técnica. Ni siquiera a ellas, compatriotas y amigas.
—Oh, Eri. ¿Sabes qué deberíamos hacer con Hana? —preguntó, dándose un golpe con la base del puño en la palma de la mano—. ¡Enseñarle el as bajo la manga de todo uzujin! ¡Darle la carta ganadora que le permitirá arrasar en el torneo! Sí, eso deberíamos hacer. —Conocía a Eri, y sabía que iba a insistir sobre su muerte. Pero esperaba que, cual mago desviando la atención hacia otro lado, el truco de cambiar de tema surgiese efecto—. Deberíamos…
Sus ojos, vibrantes, se desviaron hacia Hana y se posaron en aquellos orbes anaranjados con tal magnetismo que la kunoichi lo sintió en su piel. Lo sintió, sí, porque Datsue dejó que la fuerza de su chakra saliese a relucir en su máximo esplendor. Un viejo truco que había aprendido de Hanabi, aunque ni de lejos le salía tan bien como a él.
Entonces soltó la bomba.
—… enseñarle el Rasengan.
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Los Jounins actuaban sin esperar intervención alguna de Hana, la cual había quedado relegada a simple espectadora cuando en un impulso que la chica no acabó de entender su sensei le levantó la camiseta sin previo aviso a Datsue, dejando al aire sus marcados abdominales.
Como no podía ser de otra forma, la genin apartó la mirada avergonzada, al contrario de Eri que se quedó embelesada sin apartar sus ojos del pecho del jinchuriki ni un milisegundo desde que se expuso. Hasta que Datsue cortó por lo sano tras explicar como había llegado a tener aquel cuerpo esculpido por los dioses.
Hana negó con la cabeza rápidamente. Por suerte, el mismo Datsue sacó el tema que le sacaría de la cabeza su torso desnudo.
—Oh, Eri. ¿Sabes qué deberíamos hacer con Hana?
La rubia alzó la cabeza como un cachorro al escuchar su nombre, al principio algo asustada, igual había algún tipo de ritual de iniciación que incluía tirarla al lago, otra vez.
— ¡Enseñarle el as bajo la manga de todo uzujin! ¡Darle la carta ganadora que le permitirá arrasar en el torneo! Sí, eso deberíamos hacer.
Ahora sí, miraba a Eri y después al jinchuriki, esperando una explicación, una reacción algo. Su pelo iba de un lado a otro, al girarse de uno a otro. Sus ojos brillaban con expectación, Datsue era capaz de aguantarse qué era lo que le iban a enseñar hasta año nuevo con tal de crear expectativa. Y encima eso era el triple o el cuadruple de eficaz en Hana, que incapaz de aguantarse más, preguntó.
— ¿El qué? ¿¡El qué!? — preguntó tras esperar apenas dos segundos.
—… enseñarle el Rasengan.
Hana se había echado tan hacia delante de la expectación que el pelo casi tocaba el suelo del puente ya, en cuanto escuchó las palabras prometedoras y melosas de Datsue se giró a su sensei. Porque era obvio que el jinchuriki podía decir misa que la última palabra la tenía Eri siempre. La rubia ya tenía una sonrisa de oreja a oreja, olvidandose momentaneamente de su corazón roto, fruto del carisma abismal de Datsue.
2/04/2020, 13:25 (Última modificación: 2/04/2020, 13:27 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
«Dieta estricta te voy a dar yo...»
Sentía que comenzaba a repetirse en su mente, pero aquel chico, sin duda, la sacaba de sus casillas muy fácilmente. Era cierto que estaba algo tonificado, pero de ahí a hablar de ser una pieza escultural escapada de museo. ¿Cómo, que no lo había dicho? Bueno, pues lo daba a entender.
—Eres de lo que no hay, Datsue —gruñó alejándose de él con un leve rubor en sus mejillas, no muy contenta con su respuesta—. ¡Ya tendremos tú y yo una conversación sobre eso!
Y no, no se refería a sus músculos.
Pero el Uchiha tenía otros planes, junto a una bomba de humo para ese tema, y ella escuchó lo que quería decir. ¿Enseñarle el as bajo la manga de todo uzujin?
— ¿El qué? ¿¡El qué!?
No se referirá a...
—… enseñarle el Rasengan.
Sin duda, aquella técnica era el as de Uzushiogakurre, no lo negaría, además; a Hana le venía bien aprender algo que fuese tan poderoso como aquello. Sin embargo, temía que la chica o bien no aprendiera del todo bien la técnica hasta meses después por el entrenamiento, o lo llevase a cabo en algún momento en el que no era bien recibido. Sabía que era demasiado dura con ella, pero no podía permitirse que su pupila cometiera los mismos fallos que...
Bueno, ¿y qué? Ella parecía feliz, después de todo.
—Bien, hagámoslo —asintió, y luego se giró a Datsue—. A mí Hanabi-sama me enseñó con pelotas, ¿acaso tienes otra idea?
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Datsue negó con la cabeza ante la pregunta de Eri.
—No, ninguna otra idea —respondió—. El uso de pelotas es todo un clásico. —Y los clásicos lo eran por algo.
»Pero no aquí, estamos muy a la vista. —No podían arriesgarse a que algún kusajin o amejin les viese enseñar una de las mejores técnicas secretas que poseía su villa, guardada con celo por tantísimos años—. Nos vemos en Nantōnoya, ¿en una hora? Yo iré a por los globos.
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—Bien, hagámoslo. A mí Hanabi-sama me enseñó con pelotas, ¿acaso tienes otra idea?
—No, ninguna otra idea. El uso de pelotas es todo un clásico.
Hana miraba de un lado a otro como si fuese un partido de tenis. ¿Iba a aprender el Rasengan? Iba a aprender el Rasengan. La legendaria técnica inventada por el primer Uzukage. Aunque había oído que el entrenamiento para aprenderla llevaba meses y no le daría tiempo a usarlo en el torneo, pero ¡era la técnica legendaria del primer Uzukage!
— Nos vemos en Nantōnoya, ¿en una hora? Yo iré a por los globos.
Asintió con fuerza y varias veces, por suerte, ya estaba seca casi del todo. En el casi residía el problema.
— Me voy a cambiar y nos vemos en la sala común, en una hora. — Hana, olvidando su cansancio, salió corriendo en dirección a Nantonoya.
Una vez llegase a su habitación, se cambiaría de ropa, secándose lo que necesitase secarse y tendiendo lo que necesitase ser tendido. No sabía qué clase de entrenamiento era el que iba a recibir, así que decidió ir a lo sencillo, el sujetador deportivo, una camiseta negra de manga corta holgada, los leggings negros tambien y su falda color coral, además de las sandalias shinobi.
Como aún no había pasado la hora, empezó a hacerse una trenza corta, porque el pelo no le daba para más, sentada en uno de los sillones. Estaba tan nerviosa que tuvo que empezar la trenza un total de seis veces antes de hacerla bien, después empezó a darle golpecitos y a ver como rebotaba de un lado para otro. ¿Dónde se habían metido Eri y Datsue?
—Nos vemos en Nantōnoya, ¿en una hora? Yo iré a por los globos.
Eri asintió a la par que Hana, quien se encontraba más energética que antes «o que nunca» pensó al verla seguir asintiendo mientras ella ya había terminado. Tendría realmente ganas de aprender esa técnica, y no podía culparla, pues ella, cuando lo descubrió, no pudo evitar sentir como su corazón bombeaba a mayor velocidad.
En una hora, los tres en Nantōnoya, fácil, así que Hana y Datsue se marcharon para hacer sus respectivas cosas antes de la hora de quedada y ella... Ella suspiró y dio un pequeño trote hasta la residencia donde se hospedaban. Quería trabajar en su resistencia, pero no quería quedarse atrás con su agilidad tampoco.
Una vez allí, subió para asearse y bajó para encontrarse con Hana ya preparada.
—Qué, Hana, ¿preparada? —preguntó pasándola un brazo por sus hombros.
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Datsue llegó con un ligero retraso —como solía ser habitual en él—, pero con todo el material necesario para el entrenamiento a mano. O bueno, más precisamente, sellado en un pergamino pequeño.
Encontró a ambas kunoichis en la sala común de la residencia, y apenas se detuvo.
—Vamos, compañeras, no hay tiempo que perder —les animó.
Si le seguían, el Uhciha atravesaría la sala común para acceder a uno de tantos de los dojos interiores que allí había construidos, perfectos para practicar en secreto una técnica como aquella. Completamente vacío, el Uchiha caminó hasta el centro y extendió el pergamino, liberando una buena cantidad de globos ya hinchados con agua.
—¿Haces los honores con la teoría, Eri?
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Hana dio un bote al notar el brazo de Eri sobre sus hombros, ni la había oído llegar.
— ¡Sí! — dijo un par de tonos por encima de lo esperado. — Bueno, quiero decir, espero estar a la altura. He oido que se tarda meses en aprenderla, incluso que hay gente que es incapaz debido a su complejidad. No quiero decepcionaros, pero...
No quería decirlo, pero igual ella no estaba a la altura. Si era una técnica que mucha gente no podía aprender, ella podía entrar dentro de "mucha gente" perfectamente. No tardó en aparecer Datsue, cortando la conversación para tirar al meollo de cabeza. Hana salió detrás del jinchuriki como una flecha, solo tenía que esforzarse al máximo y seguro que lo conseguía.
Llegaron a uno de los dojos interiores, completamente vacío, y Datsue sacó un pergamino y liberó de su sello un montón de globos que por su comportamiento físico se podía suponer que llevaban liquido en su interior. Hana esperaba, confiaba, en que ese liquido fuese agua.
—¿Haces los honores con la teoría, Eri?
La rubia se giró lentamente hasta mirar a su sensei, más nerviosa que un conejo con sobredosis de estimulantes.
3/04/2020, 17:20 (Última modificación: 3/04/2020, 17:44 por Himura Hana. Editado 3 veces en total.)
Eri se cruzó de brazos ante la respuesta de Hana, estaba siendo pesimista y lo sabía, pero tampoco quería decirle nada que no fuera del todo cierto, y todavía no sabía si tenía o no el nivel necesario para aprender dicha técnica.
Pero Datsue llegó y las instó para que le siguieran, atravesando la sala donde se encontraban para llegar a un dojo interior del que disponían allí en Nantoonoya. Estaba vacío, por lo que estaba a su total disposición.
—¿Haces los honores con la teoría, Eri?
—Bien... Para no malgastar un globo, te explico más o menos cómo va mientras hago una demostración —comenzó ella, juntando sus dos manos por delante de su pecho—. El Rasengan es una técnica compleja y algo difícil de dominar, al menos al principio. Así que —extendió su palma de la mano y, encima de ella, comenzó a acumularse un chakra de color anaranjado que comenzaba a girar violentamente—, lo que tienes que hacer es concentrarte en concentrar —valga la redundancia— chakra en la palma de tu mano, girándolo hasta formar una esfera visible que contiene todo ese chakra en la palma de tu mano. —Miró a Datsue y se encogió de hombros—. Y ya, ¡sabes que no soy buena con las explicaciones!
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