Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Las dudas de Hana eran perfectamente entendibles. Además, se encontraba en medio de un torneo y “perder el tiempo” con una técnica que no iba a dominar para los combates era, cuanto menos, contraproducente. El tema era que el Uchiha sí pensaba que podía lograrlo a tiempo.
Eri, en su misma línea, trató de darle ánimos pero sin pintarle el mundo de color de rosa. Porque no, el Rasengan no era un jutsu que se aprendiese de la noche para la mañana.
—Escúchame, Hana. No hubiese propuesto enseñarte el Rasengan si no creyese que podrías lograr dominarlo para el torneo —dijo, serio—. No para el primer combate, pero sí para la segunda ronda, o al menos para la final. Porque tú llegarás a la final. Lo sé —aseguró, no con ímpetu o con ferocidad, sino con la certeza de quien dice que el sol saldrá por el este como cada mañana.
»Y, créeme, merecerá la pena. Porque no hay mejor jutsu que el Rasengan.
Sin necesidad de sellos, tan potente como cualquier otro jutsu y con la posibilidad de estamparla cuerpo a cuerpo. ¿Qué más se podía pedir?
—Mira, es cierto que nosotros tardamos en dominarla aún con experiencia. Pero también teníamos más cosas que hacer por el día, ¿sabes? Misiones, verse con los amigos, el día a día… Tú tienes dos semanas en las que puedes dedicarte al cien por cien al Rasengan. Luego el combate, y entonces otra semana limpia más. Y lo mejor de todo, Hana —dijo, guardándose la guinda para el final—, es que sí. Quizá Eri tuvo a Hanabi. Yo a Raito-sensei. Pero tú, tú amiga…
»Tú vas a tener a Los Intrépidos de tu lado. ¿Y eso? Eso no lo puede decir nadie más que tú.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Eri le dio ánimos como una persona normal hubiese hecho y Datsue lo hizo como lo hacia él, con un discurso motivacional que ni un entrenador de cualquier gimnasio del mundo, ningún politico podría igualar la labia y la diplomacia que salia de la boca del Uchiha cada vez que lo intentaba.
La confianza de su sensei y el subidon habitual de las palabras del jinchuriki fueron suficiente para que Hana se confiase. ¡Claro que podía! Sin embargo hubo algo al final del discurso de Datsue que la perturbó.
»Tú vas a tener a Los Intrépidos de tu lado. ¿Y eso? Eso no lo puede decir nadie más que tú.
— ¿Y esos quienes son? — no fue hasta poco después de haberlo dicho que se dio cuenta de que se refería a él y Eri-sensei, por un momento pensó que eran algún tipo de equipo especialista.
Hasta que se dio cuenta de que el equipo especialista era la pareja que tenía delante, pero ya había metido la pata, mejor dejar que se hundiese antes que corregir. Sabía que Datsue se pondría a contar de forma grandilocuente de donde venían los intrépidos.
Sus ánimos no parecían mellar en ella tanto como las palabras que le dedicaba el Uchiha allí delante. Ella reconocía que su voz tenía un efecto que nadie había podido crear en su pecho, por eso esperaba que lograra llegar hasta el corazón de Hana y poder hacerla ver que por poco que vea la luz al final del túnel, pronto saldrá de él.
—Tú vas a tener a Los Intrépidos de tu lado. ¿Y eso? Eso no lo puede decir nadie más que tú.
Eri sonrió al escuchar a su mejor amigo todavía referirse a ellos mismos como Los Intrépidos, con la marcha de Nabi pensó que poco a poco su pequeño mote se apagaría y solo quedaría Datsue, el intrépido cuando lo coronaran Uzukage, pero no, él seguía llamándolos así, y aquello hacía que su pecho se inflara con orgullo.
Esperaba siempre poder caminar a su lado.
— ¿Y esos quienes son?
Y... Ahí iba Hana.
Desde detrás de Datsue levantó un dedo y señaló primero al chico y luego a ella, mirándola con los ojos casi cerrados. ¡Cuánto le costaba entender las cosas! Habría que entrenar también ese aspecto.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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¿Cómo no sabía quiénes eran Los Intrépidos? ¿Cómo es que ni había oído hablar de ellos? Era foránea, ¿o es que simplemente se había dado un golpe en la cabeza y no recordaba nada? Datsue dio un paso hacia atrás y rodeó a Eri con un brazo por los hombros. Pegó la mejilla de ella a la suya y, con la mano libre, dibujó un círculo imaginario que rodeaba la cara de ambos.
—Nosotros, Hana. Por el amor de Susano’o, ¡nosotros! —soltó a Eri y suspiró, como el padre que ha explicado quinientas mil veces cómo se multiplica un número a su hijo y este sigue sin pillarlo—. Está feo que yo lo diga, pero es el nombre de un equipo legendario, Hana. Juntos, jamás fallaron una misión. ¡Nunca! Por desgracia perdimos a uno de sus integrantes. Inuzuka Nabi. No es que la palmase —dijo, por si acaso—, solo que ahora se dedica a hacer otras cosas. Pero, ¡eh! ¡Tienes a dos de los tres intrépidos! ¡Eso ya es mucho decir!
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Eri fue sutil y concisa, hizo un par de señales que Hana entendió a la perfección, Datsue fue más bruto y vasto, cogió a la pelirroja y pegó su mejilla a ella, dibujando un circulo en el aire alrededor de sus caras. Y arremetió dialecticamente.
—Nosotros, Hana. Por el amor de Susano’o, ¡nosotros!. Está feo que yo lo diga, pero es el nombre de un equipo legendario, Hana. Juntos, jamás fallaron una misión. ¡Nunca! Por desgracia perdimos a uno de sus integrantes. Inuzuka Nabi. No es que la palmase, solo que ahora se dedica a hacer otras cosas. Pero, ¡eh! ¡Tienes a dos de los tres intrépidos! ¡Eso ya es mucho decir!
Hana se cruzó de brazos, a la defensiva.
— ¡Yo qué sé! No soy adivina, siempre habláis de los intrépidos y nunca decís quienes eran. Con tanta expectativa esperaba que fuese algún tipo de grupo especial, no vosotros. — ella misma se detuvo, mirando a los jounin con aprensión — Q-quiero decir, que a vosotros se os ve de normal, no sois como ANBUs o algo así, los Intrepidos sonaba a grupo especializado que solo aparece para misiones... intrépidas.
Aún tenía una imaginación bastante infantil, se imaginaba capas, mascaras y una entrada dinamica para empezar el conflicto. Así eran los Intrépidos en su mente, Eri y Datsue, por muy jounin que fuesen, eran legales, no llevaban mascaras, no llevaban capa y no eludian a la justicia de ninguna forma. Joder, si ellos eran la justicia. No daban el perfil de Intrépidos, justicieros enmascarados.
Datsue rodeó a Eri con uno de sus brazos, pegando su mejilla con la de la Uzumaki mientras se señalaba tanto a él como a la que tenía presa. Eri levantó ambas manos en señal de rendición, sin saber muy bien qué hacer. Y justo cuando terminó el círculo, habló, y le explicó a una no enterada Hana de Los Intrépidos, aquellos que jamás fallaron una misión.
Claro, juntos no habían hecho ni una. Pero eso era una historia aparte.
Hana, por su parte, se puso a la defensiva, alegando que Los Intrépidos eran gente normal y no personajes inventados de cómics que resaltaban por sus apariencias pintorescas o por sus máscaras de anbu.
—Hombre, destacar es para llamar la atención, y nosotros somos shinobi, así que lo mejor es no llamar la atención —explicó con la mayor lógica que podía—. Y nuestras misiones han sido muy intrépidas, sí, y nuestras fiestas ni te cuento...
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—Sí, sí, así es. Tal y como dice Eri. Nosotros no somos gente que vaya por ahí llamando la atención ni echándonos flores. Somos humildes, trabajadores, e intentamos pasar lo más desapercibidos posible.
«Salvo cuando… Y aquella vez cuando… Bueno, y estuvo esa otra en la que… Bah, cosas que Hana no necesita saber».
—Bueno, bueno. Nuestras fiestas fueron de escándalo. ¡Vaya que si lo fueron!
En aquello coincidía todavía más con Eri. Estaba aquella fiesta que habían montado en la mansión de Noemi, en la que Nabi había meado y cagado todo el comedor. Y estaba aquella otra que él mismo había montado, en el jardín de su casa, en el que a todos les entró diarrea y vómitos por culpa de la carne que había comprado.
De escándalo, sin duda. Aunque quizá no en el sentido que Hana pensaba.
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—Hombre, destacar es para llamar la atención, y nosotros somos shinobi, así que lo mejor es no llamar la atención. Y nuestras misiones han sido muy intrépidas, sí, y nuestras fiestas ni te cuento...
—Sí, sí, así es. Tal y como dice Eri. Nosotros no somos gente que vaya por ahí llamando la atención ni echándonos flores. Somos humildes, trabajadores, e intentamos pasar lo más desapercibidos posible.Bueno, bueno. Nuestras fiestas fueron de escándalo. ¡Vaya que si lo fueron!
A veces creía que de su boca salían sonidos incomprensibles por otros seres humanos, tanto Eri como Datsue se habían inventado que ella había dicho algo de destacar. ¡Pero si ella se refería justamente a lo opuesto!
— Datsue-san, Eri-sensei, si yo a lo que me refería es a que pensaba que los Intrepidos era un grupo aún más oculto, de los que si le dices algo a un ninja de otra villa te ejecutan por traición, ese tipo de grupo. ¿Cuando he dicho yo algo de destacar? Además, Datsue-san, te conocen en todo Onindo ya, ¿qué tiene eso de desapercibido?
No era una chica que soliese discutir, pero aquello había pasado de castaño oscuro. Como si la Uzumaki más poderosa de la villa y el jinchuriki más poderoso de Onindo fuesen a pasar desapercibidos. Si prácticamente eran personas públicas, tan o más conocidas que el mismísimo Hanabi. Eri-sensei era la que pasaba más desapercibida, pero a la que buscas un poco es la salvadora de la villa, la protectora de jinchurikis, la domadora de bijuus y la heredera de los Uzumaki. Como para pasar desapercibida si hacía equipo con Datsue, el destroza kages, el guardian de Uzushiogakure y el hermano del desierto huérfano.
— ¿A qué os referis con fiestas intrepidas? Una fiesta no puede ser intrepida. — tenía más curiosidad que otra cosa, sabía de sobra como eran las fiestas que montaba la juventud, mucha intoxicación y poca diversión, pero a saber como eran las de los Intrepidos.
No podía negar que era cierto. Ella podía pasar más desapercibida por ser una Uzumaki en una villa llena de integrantes de ese clan, pero... ¿Datsue? Era un jinchūriki, eso para empezar, y no uno más, era el que había quedado tras la marcha de su hermano, el que se había enfrentado a todo Ōnindo y había sobrevivido, ahora incluso siendo el sucesor del Uzukage.
Él no pasaba desapercibido.
Y algo en su pecho la decía que no quería dejar de formar parte de su vida, aunque poco a poco pareciera que se distanciaba más de ella. Levantó la mirada y buscó su rostro. Años habían pasado desde que se habían conocido, había cambiado, se había hecho fuerte, pero seguía ahí, con sus ánimos por las nubes y ganas de mejorar día a día.
— ¿A qué os referis con fiestas intrepidas? Una fiesta no puede ser intrepida.
—Todas las fiestas que hemos hecho han salido mal, por excrementos voladores o comida en mal estado, haciendo que esas fiestas fuesen un desastre —admitió Eri—. Aunque nos lo pasábamos bien, a nuestra manera.
Solo recordar como Datsue tomaba la caca de Stuffy para devolvérsela a Nabi le entraba la risa.
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—Bueno, sí, me conoce todo el mundo —tuvo que reconocer—. Pero conocen más mi nombre que mi rostro. Si me presento como Rōn Conkola, por ejemplo, la mayoría de ciudadanos de por ahí se lo tragará. —Esbozó una sonrisa por su propio chiste interno. No esperaba que Eri y Hana lo pillasen. Luego, intercambió una mirada con Eri, que le miraba con… ¿nostalgia? Pero no pudo pensar más en ello, pues Hana preguntó por el motivo de llamar a aquellas fiestas intrépidas.
Fue Eri quien contestó, y el Uchiha prefirió no ahondar más en el tema. Menos cuando vio a Eri aguantarse la risa. Seguro que se estaba acordando de alguna mierda voladora de Stuffy. Qué asco. Qué bochornoso todo aquello. Pero, por una parte, lo echaba de menos. Supuso que de alguna manera sí se lo habían pasado bien, después de todo.
—En fin, ¡basta de cháchara! ¡A seguir entrenando, leñe! —exclamó a Hana. Así no iba a aprender el Rasengan en la vida—. Por cierto, Eri, ¿tienes pensado sellarte alguna técnica para el torneo? Yo creo que voy a llevarme algún jutsu bien potente sellado en un pergamino, ¿eh? Y quizá un segundo en la palma de la mano o algo así, por si las moscas. ¡Hay que aprovechar tantas horas de estudio en fūinjutsu!
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—Todas las fiestas que hemos hecho han salido mal, por excrementos voladores o comida en mal estado, haciendo que esas fiestas fuesen un desastre. Aunque nos lo pasábamos bien, a nuestra manera.
La confusión de Hana hubiera tocado techo si se hubiese cuantificado en techos a tocar. ¿Cómo tenía que interpretar la confesión de su sensei? En todas sus fiestas había excrementos volado y comida en mal estado pero se lo pasaban bien. Es que no podía pensar en nada que no fuese "¿Qué?". Dos de los jounin más respetados de la villa haciendo peleas de heces y de comida cuando se juntan a celebrar algo era sencillamente increíble, y no en el buen sentido de la palabra.
La rubia hizo una mueca de asco para pasar después a intentar olvidar todo lo escuchado e imaginado en los últimos minutos.
—Bueno, sí, me conoce todo el mundo. Pero conocen más mi nombre que mi rostro. Si me presento como Rōn Conkola, por ejemplo, la mayoría de ciudadanos de por ahí se lo tragará.
— No me preocupan los ciudadanos, sino otros ninjas. ¿Hay algún ninja o señor feudal que no te haya visto?
Además de que ahora hasta el tato sabía que era el jinchuriki de Uzushiogakure, nunca había visto un secreto peor guardado que el de los bijuus.
—En fin, ¡basta de cháchara! ¡A seguir entrenando, leñe!Por cierto, Eri, ¿tienes pensado sellarte alguna técnica para el torneo? Yo creo que voy a llevarme algún jutsu bien potente sellado en un pergamino, ¿eh? Y quizá un segundo en la palma de la mano o algo así, por si las moscas. ¡Hay que aprovechar tantas horas de estudio en fūinjutsu!
— ¿¡Cómo que os vais a sellar técnicas!? — "Eso no puede ser legal" — ¡Eso no puede ser legal! ¿Cómo lo hacéis? ¿Qué os vais a sellar? — Datsue era un demonio con piel de humano, le dice que entrene y le suelta esa bomba.
A Eri no le importaba que la gente conociera a Datsue, lo que más miedo le daba en ese instante era la Morikage y Dragón Rojo, sobre todo. Se había propuesto defenderlos y ponerse delante de los peligros que acechasen a sus amigos, así que los señores feudales no le resultaban tan peligrosos como bandidos o renegados...
«Juro...»
—Por cierto, Eri, ¿tienes pensado sellarte alguna técnica para el torneo? Yo creo que voy a llevarme algún jutsu bien potente sellado en un pergamino, ¿eh? Y quizá un segundo en la palma de la mano o algo así, por si las moscas. ¡Hay que aprovechar tantas horas de estudio en fūinjutsu!
—¡Oh! Oh... — «Al final va a parecer que eres una negada en tu especialidad, tonta» —. Estaba tan preocupada que se me había olvidado, ja, ja...
Se rascó la nuca.
—Y se me ha olvidado comprar pergaminos para el viaje...
— ¿¡Cómo que os vais a sellar técnicas!? ¡Eso no puede ser legal! ¿Cómo lo hacéis? ¿Qué os vais a sellar?
—No te preocupes, Hana —dijo la chica con tranquilidad—. Es que todavía no hemos llegado a eso, pero pronto te enseñaré a sellar cosas dentro de pergaminos.
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— No me preocupan los ciudadanos, sino otros ninjas. ¿Hay algún ninja o señor feudal que no te haya visto?
—Sí. El del Agua —respondió, esbozando una media sonrisa. Aquel tipo no había acudido al anterior torneo de los Dojos, y tampoco al presente. De todas formas, entendía el punto de Hana, y en verdad tenía razón. Datsue, para bien o para mal, siempre había dado la nota allí adonde había ido.
Tras cambiar de tema, el Uchiha se sorprendió al escuchar que Eri no se había traído ningún pergamino con ella. ¡Con lo útiles que podían ser!
—¡Hostia tía! ¡Pues busca a ver si hay alguna tienda por aquí! O que te traiga tu familia uno cuando vengan a verte combatir, ¿sabes? Porque joder, en eliminatorias como esta pueden venir de lujo.
Hacía bien Hana en emocionarse, porque había buenos motivos para ello.
—Ya verás, Hana. Cuando Eri te enseñe la técnica será lo más útil que tendrás en tu repertorio. Pero bueno, paso a paso. Jutsu a jutsu.
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—No te preocupes, Hana. Es que todavía no hemos llegado a eso, pero pronto te enseñaré a sellar cosas dentro de pergaminos.
—Ya verás, Hana. Cuando Eri te enseñe la técnica será lo más útil que tendrás en tu repertorio. Pero bueno, paso a paso. Jutsu a jutsu.
Vaya par de... Hana no quería ni pensar en la palabra que mejor les cualificaba. Eri primero le dice que se centre en el Doton, después Datsue le saca el Rasengan y le dice que lo entrene noche y dia y ahora entre los dos se sacan el sellar técnicas como si fuese lo más normal del mundo. ¡Y cuando pregunta le dicen que paso a paso! La cabeza de la genin estaba a punto de implosionar.
— Pero... ¡Pero! — pero no sabía muy bien qué decir.
¿Quejarse? ¿Para qué? ¿Preguntar qué más le ocultaban? ¿Para qué? Solo iba a conseguir hundirse más en la espiral de locura que era saber todo el repertorio de técnicas increibles que ocultaban Eri y Datsue, ya no quería saber nada.
— Olvidadlo, olvidadlo todo. Me vuelvo a mis globos. — con el ceño fruncido se volvió a por un globo de agua, ignorando a los jounin.
"Girar, girar, girar" era lo único que pensaba Hana mientras entrenaba su control del chakra.
A veces, Eri se sentía como si ser la tutora de alguien fuera algo que no iba con ella. ¿Cómo se iba a sentir si su alumna solo refunfuñaba a cada cosa que decía sobre su entrenamiento? Recordaba las veces que ella intentaba aprender algo de su hermano, ¿acaso era igual?
— Olvidadlo, olvidadlo todo. Me vuelvo a mis globos.
Suspiró, cansada, y luego se giró a Datsue.
—Yo voy a ver si encuentro alguna tienda para comprar pergaminos, nos veremos luego —informó al Uchiha, luego miró a su alumna—. Suerte con los globos, Hana.
Se selló su Naginata de nuevo en la palma de su mano y, con una leve inclinación de cabeza, se marchó del pequeño dojo de su residencia con la cabeza perdida en sus pensamientos.
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