— Espera un momento, ¿entonces hace unos días, cuando estuve en Shinogi-To por aquel asesinato, era a ti a quien te incriminaban? ¿¡Y por qué perseguiste al hombre de hoy!?

— ¿Qué? No, no, claro que no. Ni yo ni mi padre hemos estado en el País de la Tormenta. Entonces, ¿es verdad que hay un montón de Vigilantes? Pensaba que estaba exagerando. — estaba tan nerviosa que intentó aclararlo pero solo se fue más por las ramas.

Seguía sin poder mirar a Ren a la cara, si la miraba y veía su enfado seguramente se echase a llorar directamente. Podía matar a cientos, pero no podía enfrentarse al enfado de su novia.

— Era un maleante, robaba a turistas y poco más, era solo para distraer a los que persiguen al Vigilante... — dijo en voz baja.

Parpadeó un par de veces, sintiendose extrañamente aliviada por el incidente en el País de la Tormenta, pero Hana habló de más, y eso hizo que Ren frunciera ligeramente el ceño.

— ¿Como que "es verdad que hay más Vigilantes"? — respondió arqueando una ceja, y cruzando una de sus piernas a la vez que hacía lo mismo con sus brazos. — Has dicho que te ha mandado tu padre a hacer eso, ¿no? ¿Qué es lo que te ha pedido? ¿Cuál es el objetivo de ir por ahí con esas pintas?

Ren no tenía un cabreo de campeonato encima, pero sí que estaba algo molesta porque no entendía bien la situación en la que Hana estaba.

— ¿Como que "es verdad que hay más Vigilantes"? Has dicho que te ha mandado tu padre a hacer eso, ¿no? ¿Qué es lo que te ha pedido? ¿Cuál es el objetivo de ir por ahí con esas pintas?

Hana le enseñó las palmas de las manos a Ren en señal de que se detuviese, mientras conseguia recomponerse del tono autoritario de la amejin. Siempre que se ponía así le daba miedito a la pobre uzujin.

— Con todo esto de la guerra, están apareciendo más bandidos y gente mala por las aldeas y ciudades. Como los ninjas están liados con eso, no hay tanta presencia y se están aprovechando. Y gente retirada o que sabe un poco de combate se está disfrazando y saliendo a poner orden. Mi padre lo ha estado haciendo y le están buscando así que me pidió que apareciese por aquí para que le pierdan la pista.

Soltó Hana del tirón sin apartar las manitas ni subir la mirada en ningún momento.

Eso quería decir que quien se encontró por allí podía haber sido tanto su padre como cualquier otro de esos posibles Vigilantes. Ren posó la cabeza sobre una de sus manos sin terminar de perder el gesto, mirando al suelo. Estaba algo aliviada, pero por algún motivo seguía sintiéndose algo alterada.

— Ya veo... Se aprovechan de la confusión y que están más ocupados preparándose para la guerra... Y creando una especie de figura autoritaria que les da caza, no solo te libras de ellos, sino que lo conviertes en una posible amenaza para aquellos que pueden llegar a delinquir, disuadiéndolos de la idea... — Entonces, la miró, sin perder a posición, entre los dedos de la mano en la que estaba apoyada. — Supongo que entonces puede que aprovechen el mismo hecho de la guerra para saquear y demás al concentrarse las fuerzas en un solo punto. E igualmente, cuando finalice, habrá un periodo en el que seguirán activos por la confusión y el daño militar que habrá supuesto el conflicto.

— Ya veo... Se aprovechan de la confusión y que están más ocupados preparándose para la guerra... Y creando una especie de figura autoritaria que les da caza, no solo te libras de ellos, sino que lo conviertes en una posible amenaza para aquellos que pueden llegar a delinquir, disuadiéndolos de la idea... Supongo que entonces puede que aprovechen el mismo hecho de la guerra para saquear y demás al concentrarse las fuerzas en un solo punto. E igualmente, cuando finalice, habrá un periodo en el que seguirán activos por la confusión y el daño militar que habrá supuesto el conflicto.

Lo último que esperaba Hana era que Ren se pusiese a analizar toda la situación geopolitica del altercado del que hablaban. La última vez que había descubierto algo que Hana no había tenido la oportunidad de contarle acabaron peleando en mitad de un estadio a grito pelado. Casi parecía que Ren hubiese madurado o que estuviese guardandoselo para no hacerle daño.

Hana asintió a lo que dijo.

— Creo que es más que esa gente quiere defenderse pero sin desvelar su identidad para que no ataquen a sus familias. No sé cómo ha llegado a extenderse tanto el disfraz ese en cuestión ni quien lo empezó. — se quedaría callada unos segundos, levantando la mirada brevemente para mirar a los ojos a Ren. — Entonces... ¿no estás enfadada?

— Entonces... ¿No estás enfadada?

— ¿Qué? ¿Por qué iba a estarlo? — respondió extrañada, apartando la mano de su cara.

Después, suspiró levemente y se tumbó sobre la cama, con las piernas flexionadas al final de esta sin haberse movido. Tomó una bocanada de aire profunda y después la exhalo nuevamente de forma prolongada. Estaba tan convencida de que la iba a dejar, que procesó todo lo que le había dicho de forma bastante tranquila. Posó una mano sobre su frente, apartándose algo el pelo y la dejó ahí.

— Tan solo ten cuidado, ¿vale?

No podía decirle que dejara de hacer eso, cuando tenía más que presente el hecho de que Hana era más fuerte que ella. Había pasado ya tal vez más de medio año desde el incidente de los dojos, pero Ren se había pasado todo ese tiempo de brazos cruzados y sin hacer nada. Aunque Hana hubiera hecho lo mismo, seguiría siendo más fuerte que ella al no haber podido aprovechar eso. Y además, parecía que Hana había recuperado algo de contacto con su padre, aunque tal vez seguía siendo bastante violento para ambos.

— ¿Qué? ¿Por qué iba a estarlo? —

— Bueno, ya sabes, me perseguiste y me intentaste atrapar y conseguí alcanzar a mi objetivo y escaparme sin que descubrieses quien era. Pensé que estarías enfadada, jeje. — se rascó la nuca, sonriendo como una boba que no sabía lo que decía.

La poca existencia de enfado de Ren hizo que se relajase y hablase puede que más de la cuenta, pero estaba tan contenta de que no estuviese enfadada que había soltado sus pensamientos sin darse cuenta de que a lo mejor eso podía enfadarla.

— Tan solo ten cuidado, ¿vale?

— Estoy bien, estaré bien. Ya has visto que puedo apañarmelas.

Dobló el brazo para enseñar musculo, que tal vez fuese lo único que no tenía, con una sonrisa. Ahora que se había quitado el peso de encima, estaba mucho más contenta y relajada.

— Estoy bien, estaré bien. Ya has visto que puedo apanármelas.

Ren no pudo ver la gracieta que Hana hizo con el brazo, solo se quedó tumbada mirando al techo con un semblante algo más serio. Bajo su mojada cabeza todavía estaba la toalla que, por suerte para ellas, evitaría humedecer la cama de cualquiera de las dos que durmiera ahí. Suspiró, y poso las manos sobre su propio estómago sin perder la mirada sobre la madera.

— No lo dudo, Hana — solo habían combatido entre ellas una vez y Hana le había ganado sin mucho problema. Por ello no dudaba de sus capacidades. — Tan solo... No puedo evitar sentirme preocupada porque te pase algo, ¿o no te pasaría a ti lo mismo conmigo si hiciera algo así?

Sus ojos azulados brillaban con la luz de la habitación, no como en otras ocasiones cuando tenía aquel semblante algo tristón.

— No lo dudo, Hana. Tan solo... No puedo evitar sentirme preocupada porque te pase algo, ¿o no te pasaría a ti lo mismo conmigo si hiciera algo así?

Hana se sentó de nuevo en la cama, viendo que Ren estaba más preocupada de lo que pensaba. Siempre había considerado que su preocupación por Ren era normal, porque ella era la fuerte de la relación. Había ganado el combate del torneo, había seguido entrenando, en cambio Ren estaba ahora en fase de recuperación. ¡Claro que se preocupaba! Pero ella tenía motivos para hacerlo.

— Yo ya me preocupo por ti, incluso cuando solo estas haciendo de ninja. Perdí a mis padres hace poco y ahora perderte a ti me destrozaría, sin embargo, somos kunoichis, hay peligro allá donde vamos. Sé que tú no correrías peligros innecesarios. Y eso es todo lo que necesito. Supongo que simplemente ignoro que pueda pasarte algo, porque si pensase en ello me deprimiría tanto que tendría que secuestrarte y llevarte conmigo a todas partes.

Rió un poco mientras buscaba las manos de Ren con las suyas, agarrandola con cariño. No sabía si todo aquello tendría algún efecto en Ren, pero era mejor que no decir nada.

No pudo evitar reír ligeramente ante la última suposición de Hana. Ella también estaba buscando la mano de su pareja, y entrelazó los dedos con gentileza cuando estos se encontraron, dejando escapar una bocanada de aire.

— Te entiendo mejor de lo que crees... — Respondió de forma relajada y ligeramente débill. — Pero eso será si no te acabo secuestrando yo a ti antes. Podríamos ir al Norte, me gusta la nieve y el frío. Además, querías ver pingüinos, ¿no? Podrías tener una granja de ellos

Si allí había esos animales o no, realmente lo desconocía.

Hana rió de nuevo ante la proposición de Ren. Aquello era completamente imposible. No solo porque el territorio era de Kurama sino porque no puedes tener una granja de pingüinos. O tal vez nadie había sido lo suficiente valiente para hacer una granja en pleno glaciar. De todas formas, el espiritu de aventura de Hana no era tanto, en cambio su espiritu de asentarse tranquilamente crecía por días.

— No puedes hacer una granja de pingüinos, pero podrías venirte tú al País del Fuego y hacer una granja normal. Yo me encargo de los animalitos y tú puedes plantar ajos, cebollas, patatas y todo lo que sea plantable.

Esa era la parte que no le convencía de la granja, las plantas, pero los animales los cogería sin miedo. Podría criar conejos y pollitos y tener algunas vacas para sacar leche, sería genial.

Ren rió nuevamente, saboreando aquel momento. No quería que aquella paz y felicidad que sentía acabara nunca; aquella cálida sensación que inundaba todo su cuerpo era demasiado agradable. Se deslizó lentamente, incorporándose muy poco, tan solo para pasar una pierna por encima de Hana después de que lo hiciera su brazo, para finalmente sentarse encima de ella. Aquello seguramente la pondría nerviosa, pero no era el objetivo de la morena, tan solo quería grabar aquella imagen en su mente a fuego.

Después de varios segundos, que tal vez se le hubieran hecho incómodos a la rubia, Ren descendió sobre ella sin soltarla de la mano con la que entrelazaban sus dedos, de la misma forma que ahora lo estaba su otra mano. Tan solo la besó con dulzura, pero lo haría de forma prolongada antes de separar sus labios. Las pupilas de sus ojos estaban completamente dilatadas, hasta el punto de que la propia luz artificial de la habitación le molestaba un poco, aunque fuera tan débil. Entonces, se le escaparía un bostezo.

— Creo que mejor nos vamos yendo a dormir, ya es bastante tarde — dijo con una débil sonrisa, antes de taparse la boca al sentir en su mandíbula como otro bostezo venía en camino.

Hana quedó completamente absorta en Ren, en sus ojos, en como se reía y en como se movía a su alrededor. Hacía siempre los movimientos más complicados solo para estar cerca de ella. Ahora se había sentado en su regazo moviendo su pierna por encima suya y después pasando ella, en vez de simplemente levantarse y sentarse.

Se quedaron mirandose unos segundos hasta que ella se acercó para besarla y Hana la imitó, encontrandose a medio camino. Ahora que había aclarado todo, podía gastar todo su espacio mental en su novia y en lo calido que se sentía todo a su alrededor. Ren bostezó y se lo contagió a la rubia, que bostezó también.

Asintió ante la proposición de Ren y ambas se tumbaron. Hana se quedaría dormida casi al instante de lo relajada que estaba. Ren puede que tardase algo más, pero también acabaría durmiendose placidamente.

A la mañana siguiente, no se despertó con un leve cosquilleo del pelo de su novia ni con la luz matutina que entraba por la ventana. Fue algo mucho más contundente. Una piedra rompería la ventana de su habitación, envuelta en un trozo de papel que parecía tener algo escrito.

"Si quieres volver a ver a tu amiga, ven a las afueras, por la entrada este, hay una casa en ruinas. Desarmada o la mataremos."

No había rastro de Hana, pero sí estaban su Kodachi y su portaobjetos justo a los pies de la cama.

Un sonoro ruido interrumpió el sueño de la amejín a primera hora de la mañana. Aquello la hizo arrugar un poco la frente, y después buscar el origen de esto. Había una piedra, y varios cristales por el suelo. ¿Sería un par de mocosos o gamberros? A lo mejor había elegido un mal barrio. Sin embargo, algo en la piedra llamó su atención, una pequeña nota. Tras tomarla y leerla, algo atolondrada por el sueño, sintió como las sabanas caían por uno de sus hombros sobre la nada. Se giró casi de inmediato, para no ver nada más allá del surco que tal vez había hecho el cuerpo de Hana al dormir o al ser llevada.

A medio camino, su portaobjetos y la kodachi que solía utilizar.

Aquello no podía ser real, ¿verdad? Tan solo era una pesadilla, una... Pero su corazón impulso al resto de su cuerpo. Se levantó rápidamente, recogiendo las pertenencias de Hana y agrupándolas en un lado. Bajó las escaleras de forma apresurada, haciendo un acelerado y fuerte ruido con sus piernas conforme se acercaba hasta la recepción. Se la veía visiblemente agitada, y en cuanto alguien de los que le habían atendido ayer la viera, está solo le diría que iba a estar al menos un día más.

Tras ello corrió al lugar indicado, sin cerrar el haori negro que llevaba. No detuvo la carrera por muy agotada que estuviera, ni por mucho que le faltara el aire, por lo que cuando alcanzó aquel sitio, seguramente estaba empapada en sudor, casi sin aliento y la ropa mal colocada. Su espada era visible en el lateral de su cintura, ni siquiera había pensado en que tenía que dejarla allí.

Ren miraría entonces a los lados, inquieta e intentando buscar alguna señal. Como le pasara algo a Hana, lo más mínimo, le cortaría la cabeza al bastardo que hizo aquello.

Cuando llegó a los suburbios podría ver flechas en el suelo hechas con el mismo tono de rojo que el mensaje. Rojo sangre. Si las seguía, llegaría hasta las afueras, ligeramente alejado de toda civilización pero aún en un pequeño camino transitable. Allí vería una pequeña ruina de una casa con una puerta improvisada que tenía pintada una flecha apuntando hacia abajo en ese mismo tono rojizo.

Justo al lado de la puerta había un hombre, bastante enclenque y escualido, con una espada en la cintura. Parecía haberla reconocido porque le sonrió con prepotencia. Estaba esperando que la kunoichi se acercase para mofarse.