Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Un samurái enfundado en una armadura brillante, sentado mientras tomaba un café. Manchas borrosas más allá, al final del largo pasillo.
—¿¡Qué haces!? ¿¡Quién eres!? —exclamó el guardia del Valle, derramándose el café por encima.
Ryūnosuke quiso responderle. Quiso decirle que acababa de abrir las puertas del Yomi. Que él, al contrario que Izanagi, no era celoso con quien entraba o dejaba de hacerlo. Que no iba a impedirle cruzar el umbral. Ahora bien, como hombre de cultura, debía saber algo. Algo que todo el mundo daba por hecho: solo hay una manera de cruzar las puertas.
Pero si Ryū siempre había sido parco en palabras, Ryūnosuke pecaba de impaciencia.
—Largo.
El samurái no le hizo caso. Debió ver algo que no le gustó al otro lado, porque reaccionó violentamente. Desenvainó una larga katana y le lanzó un tajo directo al cuello.
—Hmm.
¿Le había dado? El rostro desencajado por la sorpresa del samurái le indicaban que no, pero luego siguió con la vista la hoja de la katana y se dio cuenta de que sí. Oh, sí, el acero había impactado de lleno en sus escamas. Un acero tan afilado que parecía recién sacado de la forja. De manufactura impecable. Sin una sola mella. Sin una sola mancha. Tan impoluta como su armadura. Sin abolladuras. Sin siquiera arañazos.
Le dio asco. Aquel tipo le estaba diciendo a gritos que no había tenido un combate de verdad en años —seguramente en su puta vida—, y el primer contrincante que elegía era él: el Heraldo del Dragón. El asco le produjo acidez en el estómago, y esa acidez derivó en una chispa. Fue solo un instante, el tiempo que le llevó en agarrar el casco del samurái con una mano…
Fuerza102
- (Fuerza 100) Es capaz de mandar volando a los adversarios con golpes simples, y de levantarlos con una sola mano para arrojarlos contra objetos o las paredes por un daño de 40 PV + (Fuerza/10).
…y estamparle la jodida cabeza contra la pared. Una vez. Dos. Tres. ¡Pam, pam, pam! Como un pájaro carpintero. Cuando terminó el trabajo, la cabeza de aquel hombre era un amasijo de acero y huesos rotos. Al soltarle, fue resbalándose por la pared, dejando un rastro carmesí. Le propinó una patada que le catapultó al césped del estadio.
Solo hay una manera de cruzar las puertas.
Hana, Ren. Estáis a 20 metros de Ryūnosuke. Ren no ha podido ver nada, pero Hana distinguió como una mole de dos metros echaba fuera a un samurái y luego cerraba las puertas.
Etsu, Ranko. El grito que oís es el del samurái. Si salís de la enfermería, hay un pasillo pequeño que se cruza con el pasillo de Ryūnosuke (el cruce está a 10 metros de su posición).
El pasillo mide 6 metros de ancho y 5 de alto. Recordad que huir es una opción.
Un cuerno le hizo abrir los ojos. El retumbar del estadio le hizo incorporarse, con mucho dolor. Un grito le hizo ponerse de pie.
"¿Qué…? ¿Qué fue…?"
No estaba durmiendo, pero eso era lo que había buscado. Había caído ante Reiji, y sentía una gran pena por ello, pero en ese momento aquel breve sentimiento de inferioridad se hizo a un lado.
Miró en derredor, intentando asimilar lo que veía. ¡Etsu estaba allí! Y Akane también. Estaban siendo tratados por enfermeras. Algo le decía que no era el lugar para estar, y una voz le llamaba. Tenía que salir, ya.
—E-Etsu-san… ¿Escuchaste? —lo llamaría, mientras tomaba su equipo y se lo ajustaba, caminando a prisas, pero sin tomar vuelo. Metió su protector, la sola placa, bajo el guardabrazo derecho, tal como en el combate. Si alguna enfermera le intentaba, detener, Ranko se disculparía, pero insistiría en avanzar.
"Mi familia sigue allí arriba. ¿Qué está pasando?"
Querría que el (o los) Inuzuka le acompañara, pero no lo esperaría. Saldría al pasillo, a paso tembloroso, pero a prisas, aguantando el dolor. Ya no sangraba, pero sí tenía altas molestias en el vientre. Llegó a un cruce y miró a ambos lados. En una dirección vio a un par de chicas, una rubia y una morena, y mucho más allá, una ¿Persona? enorme, bloqueando algo de luz. Supuso que eso era el estadio.
Inclinó la cabeza a un lado, sin comprender. Siguió andando, pero a paso cauteloso, en dirección a las chicas. Le pareció reconocer tal melena rubia, una que había conocido en un bosque.
Sonriente, así estaba Hana al ver a Ren vivita y coleando. La creía suficientemente estúpida para no rendirse hasta caer inconsciente o muerta esta vez con tal de demostrar algo. Sin embargo, algo iba mal, había mucho barullo. Pero claro, con Datsue en el ring, cualquier cantidad de ruido era poco.
Hasta que las puertas que daban al ring se abrieron de par en par y no salió Datsue, ni ningún participante. Apareció un hombre grande, muy grande. El samurai guardian parecía incluso más impactado que Hana de ver a ese extraño se levantó directo a atacarle. En ese punto, Hana ya estaba en tensión.
¿Qué estaba pasando? Ren la miraba con desconcierto, pues ella estaba de espaldas. Los dos enfermeros que antes llevaban la camilla de Ren estaban agazapados, aterrorizados mientras observaban la misma escena que Hana. La rubia había apoyado las manos en la camilla, incapaz de apartar la mirada.
La espada del samurai dio de lleno. Y nada. Nada de nada. El intruso agarró la cabeza del samurai con una mano, sin esfuerzo alguno, y lo estampó contra la pared.
Se le escapó todo el aire de los pulmones al ver como lo estampaba una, y otra, y otra vez para finalmente tirarlo fuera y cerrar las puertas. Hana apartó la mirada de inmediato, dirigiendola a Ren. Estaba herida, tenía la pierna vendada y los enfermeros. Debía, tenía, moverse.
¡Necesitaba reaccionar! Las piernas le temblaban, los brazos le temblaban, tenía miedo. ¿Quien era ese hombre? ¿Qué estaba pasando? ¿Era un sirviente de Kurama? ¿Habían llegado a entrar en el Valle? El hueco que había dejado aquel mastodonte estaba manchado de carmesí, de sangre, muchisima sangre.
Esa bestia acababa de reventarle el craneo a un samurai con sus propias manos, parandose una katana sin pararla siquiera. ¿Y si iba a por ellas? No tendría ni media oportunidad. Era suficientemente inteligente para saber que no sería capaz ni de retrasar a aquel hombre. La aplastaría.
— R-R-R-R-R-R-Ren... Hay-hay-hay que-que huir. — miró a Ren directamente a los ojos, completamente aterrorizada.
Entonces recordó que su hermana estaba en una camilla y sin esperar a su respuesta, empezó a llevarsela en dirección contraria a donde estaba el intruso. Miró a los enfermeros y les señaló que las siguiesen, lejos del peligro.
—¿Ha… Hana-san?. S-soy Sagisō Ranko, ¿Recuerdas? ¿Q-qué fue eso?
Cuando se giró para empujar la camilla se encontró de frente con Ranko.
— Ranko-san, vu-vuelve adentro. Rápido. — intentó no levantar demasiado la voz pero sonar tan urgente como fuese posible.
Maniobraría la camilla para meterla por la puerta abierta en cuanto Ranko se apartase.
27/06/2020, 21:40 (Última modificación: 1/07/2020, 08:32 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Por suerte sus heridas no fueron más allá de unas atenciones rápidas y un buen antidoto, pero el cansancio del combate seguía vigente en cada fibra de su cuerpo. El ruido inundaba los pasillos, seguramente dos colosos de la primera división se estaban debatiendo en un intenso duelo en aquellos momentos.
Pero ninguno de aquellos sería el que aparecería ante ellos.
Antes de darse cuenta, Hana estaba a su lado y sonreía a aliviada al verla, algo le cosquilleaba en el estómago al verla tan preocupada.
— Te amo — pero sus palabras quedaron sepultadas y nadie pudo escucharlas; un fuerte sonido el cual no tenía que envidiar al estruendo exterior, sono bastante cercano.
Pero Ren no pudo ser capaz se ver lo que ocurría frente a sus ojos, todavía estaba algo ida por su combate y salvo encontrarse un poco en la camilla no pudo hacer nada más.
—¿Q-Que ocurre? ¿H-Hana? — los ojos de su hermana estaban inundados del terror, un terror que solo con su mirada fue capaz de transmitirle.
A su alrededor, la camilla giró sin poder hacer mucho más; si aquella cosa les entorpecia el movimiento tanto a los médicos como a los ninjas, se levantaría para caminar aturdida siguiendo sin rechistar en ningún momento.
Las calles de Kusagakure lucían tan brillantes como siempre. Las luces de los candelabros a la luz de la luna casi eclipsaban el eterno firmamento, donde tímidas estrellas se peleaban con centenares de cometas que huían de su hogar. El Inuzuka dio un paso, buscando cualquier rastro de humanidad por esos lares, pero todo andaba en silencio y con lúgubre manto. Era contradictorio, pues en esas calles solía ser común las risas y las charlas amenas, casi parecía una ciudad fantasma.
«¿Qué está... qué pasa aquí?»
Miró a su lado, y curiosamente su hermano no estaba a su vera. Algo realmente raro pasaba, pues pocas veces dejaba atrás al can. No entendía el porqué, pero su cuerpo le pedía a gritos que avanzase. Al final del camino que pisaba, una figura realmente extraña apareció de la nada. Sus orejas eran realmente abrumadoras, algo inhumano. Sus piernas largas y flexionadas hacían que la persona se viese flexio-compuesta sobre sí misma. La figura lo miraba, y con un nuevo paso por parte del rastas, el rostro de esa figura se hizo más conocido.
«R-ran... ¿RANKO?»
¿Qué clase de brujería era esa? Su compañera de aldea se había convertido en una especie de semi-humano, con rasgos que claramente la acercaban más a un conejo que a una persona. No pudo evitar retroceder un paso, y con ello la figura de Ranko se hizo más tenue.
—¡J-joder! —ya no sabía si retroceder o avanzar.
La Ranko-nejo alzó la mano, llamándolo en un alarido extraño, casi como si imitase las palabras de una persona cualquiera.
—E-Etsu-san… ¿Escuchaste?
Sonaba tan real... tan real... que...
¡PLASH!
La realidad le bañó, cual cubo de agua fría.
Etsu despertó para escuchar ruidos de lo más extraños, entre ellos un cuerno de guerra. En cualquier otra situación, lo normal habría sido que un sudor bien frío recorriese el cuerpo del chico de arriba a abajo, y su corazón se acelerase hasta casi desprenderse de su pecho.
Pero no fue el caso, su caso no sería para nada lo habitual.
Su corazón bombeaba mucho más lento de lo habitual, se encontraba tan sedado que ni caso a lo peligroso que pudiese sonar todo. Si que terminó por reincorporarse un poco, para ver como Ranko-nejo brincaba hacia la puerta de la sala. Numerosas camillas camillas decoraban su nueva habitación, y todo estaba repleto de maquinas y colores pastel. Una enorme madriguera en el fondo de la sala, y una nube que vomitaba arcoiris sobre un perro salchicha. Si bien no estaba en el cielo, poco le faltaba.
Se llevó las manos al rostro, intentando rasgar esa realidad tan difusa... se frotó varias veces los ojos, e intentó volver a mirar hacia sus lados. Ahora, pudo ver que algunas cosas habían cambiado, pero no demasiado. Así pues, intentó bajarse de la cama. Lanzó primero su pierna derecha hacia el suelo, y tras ello lo intentó con la izquierda. Pero algo no fue tal y como esperaba, su pierna izquierda estaba rígida como una barra de metal.
—¿Qu-e... coño?
Para cuando miró a su pierna, tenía una serpiente multicolor tragándose desde su pié hasta casi el final de su fémur.
¿Y ahora qué?
Ahora un pájaro carpintero parecía querer hacer su nido en algún lado.
¿Y ahora qué?
Etsu se llevó las manos hacia la cara, y rió como condenado, volviendo a recostarse sobre la cama...
Observó a los individuos del fondo. Mosquitos. Parecía que ni siquiera se acercarían a molestar. Tomó un poco de la sangre pegada en la pared y dejó una marca en la puerta doble que daba acceso al ring. Así la gente podría leer, entre líneas, el mensaje.
Solo había una manera de cruzar las puertas.
Luego se dio cuenta que los mosquitos seguían junto al cruce de pasillos. Empezó a caminar hacia ellos con la calma de un tsunami que sabe que, más pronto o más tarde, acabará besando la orilla…
… y todo lo que hay más allá.
- PV:
30/30
–
- PVRyū no Yoroi:
50/50
–
- CK:
138/156
–
+1
–
- [CKSennin Mōdo]:
156/156
–
1 AO
–
Fuerza112 · Resistencia92 · Aguante60* · Agilidad60 · Destreza82 Poder112 · Inteligencia 60 · Carisma 60 · Voluntad 80 · Percepción50
*Aguante tiene una penalización del 30% debido al defecto de tener un solo pulmón.
—Técnicas: El Ryū no Yoroi podéis encontrarlo en su perfil, Senjutsu 70
Carisma 60 (+20 por Poder 100 de Ryuunosuke ) > Voluntad 40 de Ranko. Intimidación abrumadora.
Aquel hombre era más que imponente. Y el cadáver con armadura que tenía a sus pies lo pintaba peor. Y la marca que hizo con sangre en la puerta incluso peor. Ranko tragó saliva y tembló. Tardó un instante en escuchar lo que Hana decía, y sus instrucciones de largarse de allí. Etsu se había quedado atrás, y la rubia parecía llevar a alguien en camilla. ¿Qué podía hacer? ¿Tumbar aquella bestia de una patada? No. No podía hacerlo.
Ranko asintió.
Tenían que irse, tenían que retroceder. Dio un paso hacia atrás al ver que aquella mole se les acercaba con calma, como un árbol que cae sobre un animalejo incauto. Caería sobre ellas y les aplastaría. Y no podrían hacer nada. Ranko sudaba.
—Atrás.
Se hizo lo suficientemente a un lado para dejar pasar a Hana y a la camilla, y luego dio otro paso más hacia atrás.
”No. No puedes huir. ¡Hakuto tiene que ser valiente! ¡Tiene que ser una heroína, una guerrera legendaria! ¡Hay gente allá afuera que podría estar en peligro! ¡Allá afuera, tras esa puerta! ¡Hay gente que podría necesitar tu ayuda!”
Volteó a ver a Hana por un momento. La Kusajin estaba al borde de las lágrimas, pero sus ojos, vidriosos, estaban decididos.
”No sé. Pero hay gente aquí que sé que la necesita.”
—Hana-san, no hacia dentro. Hay que salir —Hizo un gesto con la cabeza en dirección contraria al hombre. Si él venía de la plataforma, la dirección opuesta les sacaría del Estadio. Rogaba por que la conmoción estuviese en el interior. Rogaba por que Yondaime Morikage hiciese lo posible por proteger a los Kusajin de arriba, en las gradas —. ¡Sácala! Yo debo sacar a alguien también. Intentaré retrasarlo. ¡Corre!
Se giró hacia el hombre y, con manos temblorosas, hizo algunos sellos. Pateó el suelo.
—La precaución primero.
”Doton: Doryūheki”
Un muro de cuatro metros de ancho surgiría velozmente del suelo y se incrustaría en el techo. Luego, la Kusajin lo repitiría, creando un segundo muro, acoplado detrás, de manera que entre ambos cubriesen el ancho del pasillo. Aquel hombre podría ver la cresta del clan Sagisō grabada en la primera pared: una orquídea garza blanca rodeada de un círculo. ¿Detendría a ese hombre? Muy posiblemente no. Muy posiblemente le haría dar un paso o dos más y ya, ninguna molestia. Pero serían uno o dos pasos más de tiempo para retirarse.
Apenas se alzaran los muros, Ranko regresaría al cruce y, cuidando de no agarrar a Hana con la ruptura de su técnica, flexionaría las piernas y daría un fortísimo salto, agrietando el suelo y llegando a la enfermería.
—¡Etsu-san! ¡Akane-san! ¡Hay que irnos YA! —gritaría al llegar, con un evidente tono alterado de emergencia. En retrospectiva, le parecía que nunca había hablado con tanta claridad sin tartamudear. Esperaba que Hana le hubiese hecho caso y se hubiese largado de allí con su amiga. Y esperaba también que los Inuzuka estuviesen en condición de retirarse.
El cuerpo le dolía y la cabeza le daba vueltas, y apenas y podía concentrarse. No podía desperdiciar más tiempo.
¤ Hitai-ate [Protección 7PV)] (debajo del guardabrazos derecho)
¤ Portaobjetos básico[Capacidad 7/10](ajustado sobre su cinto, a su izquierda), dentro el cual:
Shuriken x 3 [Corte superficial 8PV, Corte/impacto 12PV]
Kemuridama [Consumible, 6m de humo por 2 turnos]
Hilo shinobi [Consumible, 10/10m]
C-Ranku no Kibaku Fuda [Consumible, 30PV, 1.5m radio]
¤ Wakizashi (a la espalda, a la altura de la cadera, empuñadura hacia la derecha) [Mango/vaina 12PV, Corte superficial 18PV, Corte 22PV, Penetración 30PV]
En cuanto Ranko la dejó pasar, pasó. Había conseguido hacer esa maniobra con la camilla de puro milagro, una vez dentro la soltó y se dio cuenta de por qué, le temblaban las manos. Le temblaban mucho, apenas se sentía capaz de realizar un sello.
Estaba mirando al suelo cuando Ranko habló. Ren también había dicho algo mientras la movía. Ay, dios, Ren... Dio la vuelta a la camilla para ver a su hermana.
— ¿C-cómo e-es-stás? — al parecer le temblaba la voz también y un par de lágrimas se les escaparon de los ojos.
¿Por qué era así? No era el momento de ponerse así, ¿por qué sentía que iba a morir o a perder a alguien querido aquel día? ¿Por qué tenía un nudo en el estomago que le impedía hacer otra cosa que no fuese llorar?
—Hana-san, no hacia dentro. Hay que salir. ¡Sácala! Yo debo sacar a alguien también. Intentaré retrasarlo. ¡Corre!
Hana miró a Ranko, ¿salir? ¿Y si había más fuera? Era una locura. Sin embargo, confiaba más en la kusajin que en sí misma, así que asintió y volvió a mirar a Ren. Se secó las lágrimas en la camiseta y decidió decidirse, aunque las lágrimas seguían cayendo y sus manos temblando, pero eso no la iba a parar.
— ¿P-puedes andar, Ren-n-neechan? — le ofreció sus manos para ayudarla a bajar de la camilla.
No se veía capaz de ir empujando eso sin acabar matando a su hermana por cualquier error que cometiese y la camilla saliese volando, sería mejor que fuese andando. En cualquier caso, si no podía iría con la camilla igual, sino, con un brazo de Ren por encima de los hombros, ambas saldrían de nuevo al pasillo en dirección contraria al extraño.
— ¿P-puedes andar, Ren-n-neechan? — con su ayuda, bajo sin mucho problema de la camilla y tras dar unos pasos cogida de su mano, asintió con preocupación en el rostro.
Aquella asistencia de primeros auxilios que recibió, parecía ser más que suficiente para recuperar la habilidad de caminar. Se sentía todavía algo atolondrada, pero es que la situación por la que estaban pasando solo lo acentuaba; en el exterior se podían seguir escuchando fuertes ruidos, algunos incluso parecían ser provocados por algún tipo de instrumento musical.
Hana temblaba a su lado, apenas era capaz de sostener su mano inquieta así como sus ojos vidriosos que deseaban romper a llorar. La joven seguía sin comprender la situación pero tanto ella como la joven que había levantado dos imponentes muros, estaban realmente alteradas; seguir ordenes y acompañar era lo mejor que podría hacer.
— ¿Q-Que es lo que esta pasando? ¿P-Por qué aquella chica ha cerrado el pasillo? — preguntaba inquieta; el miedo de ambas comenzaba a hacer mella en ella, como si el aire lo hubiera propagado.
Como en un mal sueño, todo daba vueltas sin parar. El aire escaseaba, y tomar una simple bocanada fresca era casi tan difícil como hacer que un gato te haga caso. Casi parecía más fácil conseguir que un plátano ganase una carrera de frutas.
«¿Qué... está pasando?»
El Inuzuka, tras reír cual poseso comenzó a sentirse un poco más centrado, pero ese mismo hecho le hacía caer sobre una vorágine de sensaciones para nada agradables. De pronto, unos flashes de cómo había terminado su combate del torneo le hizo abrir los ojos cual búho tomando café.
Un golpe de realidad servido en plato hondo, que como todos saben siempre es el mejor plato; principalmente, porque es en el que más comida entra.
Se reincorporó rápidamente, y se llevó ambas manos súbitamente hacia la pierna, tocando una estructura que reconocía pero no recordaba. Un baño de escayola cubría casi el total de su tren inferior, al menos un 40%. Un sudor frío comenzó a caerle por todos y cada uno de los poros de su piel, ahora la graciosa serpiente se había transformado en algo que realmente le costaba digerir...
—M-mier...da...
Ranko entró en el habitáculo, realmente alterada. Sin venir a cuento, gritó como nuncaantes la había escuchado, inquiriendo que tanto él como su hermano debían salir de allí ya. Etsu ni había sido consciente hasta el momento de que Akane estaba allí, tuvo que buscarlo con la mirada rápidamente. Y efectivamente, allí estaba, en otra camilla. Sin embargo, el can aún no estaba consciente, estaba aún más sedado que el rastas, pues recién había salido de la cirugía.
El Inuzuka se miró de nuevo la pierna, luego miró a Akane, y por último a Ranko. Confundido, y con una mueca de dramática duda, no pudo evitar la pregunta —¿Q-qué... coño... pasa...?
Ryūnosuke vio el muro de tierra alzarse frente a él con indiferencia. Como ya habíamos dicho, él era un tsunami, y los tsunamis no se inquietan ante los muros de arena que juegan a hacer los críos en la orilla de la playa.
Ejecutó tres sellos y sopló la más tenue y frágil de las brisas que su único pulmón era capaz de concebir.
Doton: Doryūheki: 80 PV + 20 Poder = 100 PV vs Fūton: Toppa: 20 PV + 112 Poder = 132PV
El Fūton reventó el segundo de los muros, allí donde el primer muro no había llegado. Ryū, por supuesto, hubiese reventado las dos hojas de papel sin pensárselo, derrochando chakra. Pero él ya no era ese. Ryūnosuke había saboreado la derrota en su niñez. Había sentido la debilidad en su carne. Por eso también le gustaba ver la debilidad en los demás y aprovecharse de ella. Como por ejemplo el hecho de que aquella kunoichi no fuese capaz de crear un muro en condiciones que ocupase todo el pasillo.
Pasó por el hueco de metro y medio que había generado y contempló cómo dos kunoichis y un par de enfermeros huían hacia la puerta de salida. A la izquierda, otra kunoichi gritaba junto a la puerta de la enfermería, a diez metros de distancia. Lucía asustada, no parecía que fuesen a planear ningún contraataque. Mas, ¿acaso los mosquitos espantados no vuelven siempre aún cuando saben que de un manotazo puedes aplastarlos?
Existía la duda, y a Ryūnosuke no le gustaba la incertidumbre. Tiró una canica de papel al suelo y una cortina de humo cubrió todo el cruce. El miedo a no ver les mantendría entretenidos.
Mientras tanto, el Heraldo del Dragón se dirigió a los camerinos. Había al menos media docena de ellos, pero no se detuvo. Pasó entre ellos hasta alcanzar la pared contraria. Apoyó la espalda en ella y extrajo un pergamino pequeño del portaobjetos. Lo abrió, y sobre él apareció un arma con cierto parecido a Cometruenos. No era ella, claro, pues esta se encontraba en el fondo del mar. Simplemente se trataba de un Dai Tsuchi normal y corriente.
Lo iba a necesitar.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac...
- PV:
30/30
–
- PVRyū no Yoroi:
50/50
–
- CK:
140/156
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-12
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- [CKSennin Mōdo]:
156/156
– Nota: Me enteré recientemente que los clones no dividen regen. de CK, así que hice unos reajustes aquí, que me estaba sumando de menos.
1 AO mantenida
–
1 AO nueva
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Fuerza112 · Resistencia92 · Aguante60* · Agilidad60 · Destreza82 Poder112 · Inteligencia 60 · Carisma 60 · Voluntad 80 · Percepción50
*Aguante tiene una penalización del 30% debido al defecto de tener un solo pulmón.
Hubo dos estruendos que hicieron voltear a Ranko. El primero fue lejano, muy por encima de sus cabezas, como el trueno de un relámpago que, a pesar de que sabes que cayó a kilómetros de ti, sientes que estalló a tu lado. Ranko alzó la cabeza, bastante inquieta, sin saber qué había provocado tal explosión. Tal vez nunca se enteraría.
Entró a la habitación y fue hasta la cama de Etsu a toda prisa.
—No sé. El estadio parece estar bajo ataque —Miró al hermano canino, quien ni siquiera estaba consciente. Ya iría a con él, después de atender a Etsu. Mientras hablaba intentaría asistirle para que se levantara. Desafortunadamente, su pierna estaba enyesada. ¿Podría andar así? Le ayudaría, al menos, a sentarse al borde de la cama —. Y uno de los atacantes viene. V-viene y es… es demasiado fuerte. N-no puedo contra él. Ha-hay que salir. Levántate y yo llevaré a...
El segundo estruendo fue fácilmente reconocible. Era roca quebrándose y cayendo con violencia. La palidez en el rostro de Ranko era extraña en demasía, pues normalmente se vería sonrojado.
"El muro…" pensó, mientras dejaba sentado a Etsu y daba zancadas hasta la puerta.
Estaba allí, en el cruce. Aquella bestia había avanzado ya. ¿Habría servido de algo su Doryūheki en realidad? Supuso que no. Vio entonces cómo el hombre usaba una bomba de humo justo en el cruce de pasillos, la cual evitó que Ranko viera más.
"No."
Ranko dio un paso atrás y cerró la puerta. Era demasiado tarde. La única vía de escape había sido bloqueada por esa mole.
"S-se acabó… Si viene hacia acá, no creo que podamos hacer nada. Pero... si viene hacia acá… Hana-san tendrá oportunidad de escapar. Eso… eso es un pensamiento alentador."
—Ya viene. N-no sé quién es él, p-pero… Ya viene. E-Etsu-san…
Aquella comida donde se pelearon por invitar los alimentos de los demás, donde Kuumi prometió diseñar el uniforme del dojo del abuelo Inuzuka, donde habian hablado de Yota y de Kazuma, donde Daigo y Ranko se desafiaron en un futuro duelo, donde los cuatro se habían prometido luchar al máximo y darlo todo en el torneo… Aquella tarde temprana se sentía ahora tan lejana, tan surreal, como un sueño. ¿O era aquel día el sueño? ¿Se despertaría en su camilla, después de su combate contra Reiji?
—Etsu-san… —repitió, con lágrimas desesperadas en su rostro. Entonces se detuvo y pensó. Tenía miedo, pero allí, encerrada pero acompañada de sus camaradas, sintió que podía pensar mejor.
"Hay personas aquí que necesitan de mi ayuda. ¡Espabila, Ranko! ¡Calma! Respira ¿Qué puedes hacer?"
—No podré detenerlo —Miró al Inuzuka, si es que había logrado permanecer sentado —sola.
Un pequeño plan se maquinaba a toda velocidad en su cabeza. Pero aquel hombre… no sabía cómo procedería, ni qué tan arriesgado sería.
¤ Hitai-ate [Protección 7PV)] (debajo del guardabrazos derecho)
¤ Portaobjetos básico[Capacidad 7/10](ajustado sobre su cinto, a su izquierda), dentro el cual:
Shuriken x 3 [Corte superficial 8PV, Corte/impacto 12PV]
Kemuridama [Consumible, 6m de humo por 2 turnos]
Hilo shinobi [Consumible, 10/10m]
C-Ranku no Kibaku Fuda [Consumible, 30PV, 1.5m radio]
¤ Wakizashi (a la espalda, a la altura de la cadera, empuñadura hacia la derecha) [Mango/vaina 12PV, Corte superficial 18PV, Corte 22PV, Penetración 30PV]
— ¿Q-Que es lo que esta pasando? ¿P-Por qué aquella chica ha cerrado el pasillo?
Hana dedicó una mirada atrás, a una distancia de seis metros del cruce de pasillos y no había rastro de Ranko, se había vuelto a meter en la enfermería y ahora el misterioso hombre-bijuu estaba en la misma puerta. Tras reventar sin despeinarse el muro que había puesto Ranko.
— H-hay un hombre, Ren-neechan, é-él no es... no es normal, es una bestia. Y-Y Ranko-san está ahí dentro, no-no puedo irme. S-sal, Ren, busca ayuda fuera, por favor.
Se quedó ahí parada, con ambas manos agarrando las de su hermana. Las lágrimas empezaban a salir por su cuenta. Lo decía de verdad, quería entrar ahí y salvar a Ranko, o al menos facilitarle la huida, pero sus piernas no se movían, sus manos no soltaban las de la amejin.
— Ren...
El misterioso hombre había lanzado una bomba de humo en el medio del pasillo aumentando la incertidumbre de la kunoichi. Su mirada iba de Ren al humo una y otra vez, debía hacer algo.
5/07/2020, 10:31 (Última modificación: 5/07/2020, 12:25 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
— H-hay un hombre, Ren-neechan, é-él no es... no es normal, es una bestia. Y-Y Ranko-san está ahí dentro, no-no puedo irme. S-sal, Ren, busca ayuda fuera, por favor. Ren...
Mas ruido del exterior en forma de fuertes estruendos amenazaban con que a fuera tampoco estarían seguros. ¿Que era todo aquello? ¿Quien era ese hombre y que es lo que quería de ellos? ¿Que coño estaba pasando? Quería y necesitaba respuestas. ¿Ranko? Nunca antes había escuchado ese nombre, seguramente se tratase de la chica que momentos antes había alzado aquellos grandes muros; aunque solo hubieran servido para ganar unos escasos segundos contra aquel hombre, o bestia como definió Hana. ¿Pero y ahora qué? ¿Marcharse y dejarla a su suerte, frente a aquella mole imparable? ¿Abandonarla tanto a ella como a la otra chica, que entró a una de las enfermerías?
Carisma de Hana 60 vs Voluntad de Ren 30
Quería quedarse allí, no quería dejarla sola ni por un instante; solo era capaz de maldecirse una y otra vez por no ser más fuerte. ¿Pero que iba a aportar ella? ¿Uno o dos segundos más antes de que le aplastara la cabeza contra un muro?
— N-N-No hagas ninguna puta locura; b-buscaré ayuda — respondió entre lagrimas para darle un beso en los labios, mientras sus manos temblaban apoyadas los hombros de la uzujin; después la empujaría a un lado y sin que las lagrimas cesasen, formuló tan rápida y desesperadamente como pudo varios sellos. — ¡Katon: Haijingakure no Jutsu!
Aquella técnica no bastaría para cubrir la totalidad del pasillo, por lo que cuando fue a expulsarla en vez de apuntar hacia el final del pasillo, lo haría a la parte inferior de una de las paredes; girando entonces la nube de polvo sobre si misma, no sería igual de larga que de forma normal, pero con un poco de suerte acabaría taponando todo el pasillo.
Después, correría. Correría con las pocas fuerzas que le quedaban en sus dañadas piernas, sin cesar de llorar al lado contrario de por donde vino. Una de estas le flaquearía pero no llegaría a caer al suelo, gracias a que consiguió mantener el equilibrio; y no cesaría en su empeño hasta poder llegar al final.
«¡Necesito ayuda! ¡Quien sea! ¡Que alguien me ayude por favor!»
- PV:
25/165
–
- CK:
145/165
–
-20
–
-Daño provocado:
-Acciones ocultas.
-Aclaraciones: Estoy usando los stats tras haber subido de nivel, pero mantengo 25 PV ya que acabe con 20.
-Bandana ninja de Amegakure (Alrededor del cuello, protege de 7 PV])
-Wakizashi (Lateral izquierdo de su cintura; 12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
-Bokken (Lateral izquierdo de su cintura; 7 PV/golpe con mango, 15 PV/golpe)
La chica, que habitualmente lucía casi incapaz de hablar, en ésta ocasión parecía estar al borde del colapso. Sus ojos buscaban frenéticamente una y otra vez la puerta que recién había dejado atrás, y para cuando Etsu le preguntó la chica contestó lo que posiblemente pudiese ser la peor opción imaginable. El estadio estaba bajo un ataque. Etsu intentó reaccionar, en tanto como podía...
—¿C-cómo...?
De pronto, un estruendo llamó la atención de los dos genins. Un sonido como el de un golpe seco derribando una torre de ladrillos y arcilla. La compostura de la chica se torció aún más, y la de Etsu no hizo más que imitar a la de ésta. Quizás la seguía como el camarón que se deja arrastrar por la corriente. Pero eso sí, con una incómoda sonrisa que trataba de transmitir tranquilidad.
«Mierda... si que va mal ésto...»
La chica de pronto tomó aire, y se cargó de una valentía sin igual. Sentenció que no podría hacer nada ella, al menos no si lo hacía sola. Etsu miró su pierna, y miró a Akane. Sin duda, si ella pensaba que no podría con el oponente, la ayuda de un lisiado y un perro inconsciente no es que fuese a cambiar demasiado las tornas.
Etsu miró a su lado, y encontró que alguien ya previó que en algún momento el Inuzuka quisiese moverse —ya fuese para ir al baño o a cualquier otro sitio— dejando a la vera de su cama un par de muletas. Tras ello, el Inuzuka miró a Ranko. Las lágrimas casi se le saltaban de los ojos, pero no podía hacer otra cosa...
Los números son los números.
—Ranko... —inquirió su atención en lo que se reincorporaba a duras penas. —Por favor, llévate a Akane. Yo ganaré tiempo para vosotros. No... no hay más qué hablar. Por favor, salvaos vosotros...
Tomó las muletas, y con todo el esfuerzo del mundo, se sostuvo en pié con ayuda de las muletas. La escayola tocó el suelo, y se pudo sentir más frío que el abrazo de una ex-novia. Pero en esos momentos, su corazón latía tan rápido que eso ya ni era incómodo... La puerta se cubrió repentinamente con un torrente de humo extraño, incapacitando por completo la visión de qué había o dejaba de haber fuera.
La situación sin embargo no cambió en absoluto, Etsu se mantendría en pié a espera de ver qué terrible peligro les acechaba. Así le costase la vida, si al menos conseguía que Ranko y Akane se salvasen, habría merecido la pena.