Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La Arashikage no pudo sentir más que satisfacción cuando Kintsugi declaró que levantaría el veto que había puesto sobre los Jinchūriki. Al menos sobre los que tenían Uzushiogakure y Amegakure, quienes eran realmente quienes le importaban a Shanise.
Bueno, realmente solo le importaba que levantase el veto sobre una, pero el resto era un buen extra.
«Ojalá pudieras haber venido para escucharlo, Ayame». Pensó para sí, pero la pobre chica no estaba en condiciones.
— Los ninja de Kusagakure no Sato también podrán entrar libremente a Arashi no Kuni, sin avisos, vigilancia o limitaciones. —Declaró Shanise, justo después de Datsue, quien se le adelantó—. Es lo justo.
Mostró entonces la mejor de sus sonrisas. No es que le tuviera ningún aprecio especial a Kintsugi ni a ningún ninja de Kusagakure, pero prefería mucho más tener aliados que enemigos. Estar en tensión era agotador y le distraía del hijo de puta al que realmente le quería cortar la cabeza.
El Uzukage tomó entonces la palabra, decidiendo directamente hablar sobre la estrategia que tomarían en la guerra, una en la que debían de tomar definitivamente la ofensiva en lugar de permitir que fuese Kurama quien siguiese llevando la batuta. En eso, al menos, estaba de acuerdo con el Uchiha.
Datsue propuso entonces empezar la reconquista por el País del Rayo, donde quería enviar grupos de espías para saber exactamente a lo que se enfrentaban, antes de enviar un único ataque por tierra y mar a la vez.
Respecto al País de la tierra, el joven Uzukage propuso rescatar y apoyar a Ivvatsumi para que se haga con el poder, mientras enviaban ninjas para que asesinasen a quienquiera que estuviese gobernando por el momento.
— Vaya, has hecho los deberes. —No quería mostrarse demasiado sorprendida, porque ya sería ofensivo, pero realmente no se esperaba eso de él—. Mis ninjas se pueden encargar de Ivvatsumi. Ya había pensado en montar un campamento en la Ciudad Fantasma para enviar exploradores al Norte. Es un punto estratégico importante y nuestros ninja conocen la zona mucho mejor que nadie. Tendríamos la ventaja si nos atacan. —Explicó, pero joder, no podía continuar sin darle el mérito a quien se lo merecía—. De hecho, fue él quien tuvo la idea de hacerse con la Ciudad Fantasma. —Acabó por decir, mientras apuntaba casualmente a Daruu con el pulgar.
— Si nos hacemos con la zona, además, tendríamos un sitio al que retirarnos si la cosa sale mal en el País de la Tierra.
—En realidad, no es el único, pero me guardaré el resto por el bien común —añadió Uchiha Datsue, con un suspiro, y Kintsugi le dirigió una mirada interrogante por detrás de su impenetrable antifaz de mariposa. No incidió en el tema, sin embargo. Si el Uzukage tenía algo que decir, lo acabaría diciendo. Estaba segura de ello—. Desde hoy, entonces, Uzushiogakure no Sato dejará de cuestionar a los ninjas de Kusagakure que entren en la Espiral, de vigilarlos y de poner una fecha límite a su estancia. Podrán entrar tan libremente como los amejines.
—Los ninja de Kusagakure no Sato también podrán entrar libremente a Arashi no Kuni, sin avisos, vigilancia o limitaciones —declaró a su vez Shanise, justo después de su igual del Remolino—. Es lo justo.
Aburame Kintsugi les dedicó a su vez una inclinación de cabeza, a modo de agradecimiento. Aquel punto parecía quedar salvado, y con muchos menos problemas de los que se podrían haber previsto. Era un buen avance que traía buenas noticias para las tres partes y para su futura convivencia.
El Uzukage volvió a tomar la palabra entonces, declarando que debían abandonar cualquier posición defensiva y pasar a la ofensiva para iniciar el plan de reconquista. Comenzó con el país del Rayo, donde sugería enviar un equipo de espías para evaluar qué zonas estaban controladas por Kurama, sus números y sus defensas. Del mismo modo, sugería redoblar la guardia en la frontera creando campamentos en los Arrozales del Silencio, la frontera directa con el País del Rayo. Una vez controlada la situación, sugería enviar un regimiento por tierra, cruzando los Arrozales del Silencio y llegando hasta la Villa de las Aguas Termales, y otro por mar, desde el puerto de Uzushiogakure hasta las Costas de las Islas Rompientes.
—Podemos ayudar con los Arrozales del Silencio —habló Kintsugi—. Después de todo es territorio del País del Bosque, y nuestra aldea es la que se encuentra más cerca. Desplegaremos campamentos allí y mantendremos la comunicación con Amegakure y Uzushiogakure, por lo que pudiera pasar.
Al respecto de eso, Datsue entonces comunicó la existencia de cierto Fūinjutsu de comunicación a distancia.
—Eso... resultaría de gran utilidad —Kintsugi había alzado ambas cejas, genuinamente sorprendida ante la ocurrencia de una técnica así.
Si no lo había entendido mal, algo así, sumado al teléfono de Amegakure, que ya conectaba a las tres aldeas, les permitiría estar en contacto todo el tiempo, sin importar la distancia que los separara. Entre campamentos, destacamentos y regimientos, esa comunicación podría suponer una invaluable fuente de información como lo que podría marcar la diferencia entre la victoria y la derrota en aquella gran hazaña.
Con respecto al País de la Tierra, Uchiha Datsue apostaba por colocar fuerzas en los puentes de la frontera. Entre ellos, el Puente Tenchi. También formuló su voluntad de enviar tropas de Uzushiogakure para reforzar las de Kusagakure.
—Si así lo deseáis, agradecemos toda ayuda posible —Asintió Kintsugi. Ciertamente, y con el secuestro de dos de sus mejores shinobi, Kusagakure no se encontraba en uno de sus mejores momentos. No podía permitirse el lujo de rechazar cualquier tipo de ayuda.
El Uzukage entonces les informó sobre Kurawa Ivvatsumi, la que una vez había sido legítima heredera al puesto de Daimyō y que posteriormente había sido exiliada por el que ahora era su difunto padre. Parecía que Kurawa se había estado preparando para derrocar a su tío, y Datsue apostaba por apoyarla abiertamente.
—Es curioso que posea una información tan... rigurosa sobre el País de la Tierra. Sobre todo estando tan lejos de Uzushiogakure... y más aún cuando esa información es sobre unos miembros tan importantes, como son la mismísima realeza —Comentó Kitnsugi, dedicándole una penetrante mirada. Sin embargo, terminó por sacudir la cabeza—. ¿De verdad podemos permitirnos dispersar tanto nuestras fuerzas?
—Mis ninjas se pueden encargar de Ivvatsumi —intervino Shanise—. Ya había pensado en montar un campamento en la Ciudad Fantasma para enviar exploradores al Norte. Es un punto estratégico importante y nuestros ninja conocen la zona mucho mejor que nadie. Tendríamos la ventaja si nos atacan. De hecho, fue él quien tuvo la idea de hacerse con la Ciudad Fantasma —añadió, señalando a su acompañante. Y Kintsugi le dirigió una mirada cargada de curiosidad. Amedama Daruu, si no recordaba mal. Le había visto combatir en el Torneo de los Dojos y sabía de sobra que era un ninja más que capaz. Pero... ¿hasta dónde llegaba su capacidad para contar con la confianza plena de la mismísima Arashikage?—. Si nos hacemos con la zona, además, tendríamos un sitio al que retirarnos si la cosa sale mal en el País de la Tierra.
—Es curioso que posea una información tan... rigurosa sobre el País de la Tierra. Sobre todo estando tan lejos de Uzushiogakure... y más aún cuando esa información es sobre unos miembros tan importantes, como son la mismísima realeza.
Datsue mantuvo la mirada a Kintsugi, intentando no expresar emoción alguna. La Morikage era una mujer inteligente y avispada, eso tenía que concedérselo. Y, por un momento, Datsue se vio en aprietos por no apartar la mirada. Ella había empleado la palabra curioso, pero seguro que por dentro pensaba más bien en algo como: sospechoso. ¡Y lo era, claro que lo era! ¡Por eso se había puesto tan nervioso!
En su misión, el Uchiha había ayudado a una Señora del Hierro a forjar armamento para Ivvatsumi. Es decir, había colaborado con la planificación de un golpe de estado. Cabe decir que engañado, no fue hasta el final de esta que descubrió el pastel. Aún así, había ayudado a escapar a la Señora del Hierro y sus dos hijas. Qué coño, ¡hasta se había liado con una de ellas y la había llevado a vivir a Uzushiogakure no Sato!
Gracias a los Dioses, Kintsugi no quiso ahondar en el tema. Shanise tomó la palabra cuando la Morikage mostró su preocupación por dispersar las fuerzas, asegurando que daría apoyo en la Ciudad Fantasma. Datsue miró a Daruu brevemente, quien había sugerido aquel plan. Desde luego, ahora que se fijaba, era un punto estratégico. No le extrañaba que alguien como él lo hubiese visto al instante. Ah, había tantas cosas de las que quería hablar con él, y con Ayame…
«Pero tengo que centrarme en esto primero».
—Veo que a los tres nos gusta el plan general, entonces —dijo, mientras golpeaba distraídamente con los dedos la superficie del mapa. Sin apartar la mirada de Kintsugi, Datsue añadió:—. Dime, Hayato, ¿crees en la democracia?
Dejó que el chico se expresase, con la mirada todavía fija en la Morikage, no de manera amenazante, ni siquiera retadora. Tan solo curiosa. Cuando el chico terminó, él dio su opinión:
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos —Joder, con solo conocer los otros dos candidatos que se habían presentado te dabas cuenta que estaba lejos de serlo—, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco.
¿Y a dónde quería llegar Uchiha Datsue con esto? Bueno, a un punto que también traía meditado de casa, que él tenía muy claro, aunque quizá ahora no fuese el más evidente.
—Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia? Porque, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
»Enviar a tropas aquí y allá está muy bien, pero… Pero si se desata una batalla campal, necesitamos a alguien que las lidere. A todas. A los kusajines, a los amejines, a los uzujines. Necesitamos a un… Mariscal —Kurama tenía sus Generales, ellos tendrían sus Mariscales—. Alguien que diga cuando retirarse, cuando avanzar, cuando rodear… De lo contrario, si los líderes de nuestras respectivas tropas se ponen a debatir en plena batalla sobre lo que hacer, mientras el ejército enemigo se mueve y actúa al son de una sola voz… Bueno, creo que definitivamente será la guerra más corta de la historia.
»Ahora bien —su mirada ahora ya se había desplazado hacia Shanise y Daruu, intercambiándola brevemente con el resto—, no creo que debamos quedarnos ahí. Nos enfrentamos a la mayor amenaza de nuestra generación, quizá de la historia, ¿de verdad vamos a reunirnos cada vez que Kurama haga algo que nos obligue a cambiar el plan? ¿A debatir durante horas sobre un movimiento que necesita de una decisión en minutos? ¿A discutir sobre algo a lo que no lleguemos a un consenso, creando fricción entre nosotros? —Volvió a mirar a Kintsugi, esta vez con mayor intensidad—. ¿Sabéis a qué me recuerda eso? A un Consejo.
Oh, sí, Shanise había dicho la verdad de su vida: Datsue había hecho los deberes. Era increíble la cantidad de información a la que uno tenía acceso cuando se hacía Kage. Las cosas que descubría uno. Antiguos pactos, viejas ayudas… Datsue se había pegado noches en vela leyendo toda aquella información clasificada. Y vaya si había valido la pena.
—Cuando comenté la idea que os voy a proponer a ciertas personas de mi confianza, no todas estuvieron de acuerdo. Yo mismo tengo mis reparos. Bueno, de hecho, odio tener que hacerlo. Una de vosotras trató de ensartarme una katana en el pecho y la otra amenazó mi vida si erraba el paso, y aún así…
»Y, aún así, una persona me dijo una vez, cuando acepté este sombrero, que cada vez que diese un paso, me asegurase de tener las manos de los antiguos Uzukages soportándome la espalda. Desde el primero al último. Hacia el mañana, sin olvidar el ayer. —Shiona, Hanabi, todos ellos, siempre habían tratado de tejer lazos entre las villas, de tender puentes. Si quería honrarles, Datsue debía abandonar el orgullo que le atenazaba la lengua y el miedo que le estrangulaba el cuello y, simplemente, fundirse en sus espíritus—. Kintsugi, Shanise, ¡propongo elegir, aquí y ahora…! —Dio tal palmada sobre la mesa que la hizo temblar—, ¡a un líder entre nosotros! ¡A un Kage de Kages! ¡A un Gran Mariscal! Temporal, sí, y únicamente para enfrentarse a Kurama. A alguien que tome las decisiones cuando no haya tiempo a debatir. A alguien que decida cuando la decisión sea imposible. A un Kage que no solo vele por su villa, sino por todas. ¡Por todo Ōnindo! ¡A alguien que nos conduzca hacia la victoria!
»¿¡Tenéis miedo a mi propuesta!? —golpeó con la base del puño la mesa—. ¡YO TAMBIÉN! ¿¡Tenéis reticencias!? —golpeó una segunda vez, más fuerte. La mesa se partió en dos—. ¡YO MÁS!
»Pero, ¡mirad eso! —dijo, señalando con un dedo el mapa. Las figuras de plomo que Shanise y Daruu habían utilizado para representar ejércitos y campamentos habían volado por los aires; los dibujos sobre el mapa desaparecidos bajo las esquirlas de madera de la mesa rota. Datsue pensó que era una bella metáfora—. Todo el mundo tiene un plan hasta que le parten en dos de un puñetazo.
«Creo que ya has dejado tu punto claro, Datsue…»
«Sí, yo también lo pienso», pensó, cruzándose de brazos, súbitamente conforme consigo mismo a la par que nervioso porque quizá… ¿Quizá con la emoción se había pasado en las maneras? «¡Hostia! ¡Qué he roto la mesa! ¿Qué cojones...? ¿Cuándo...?»
«¡JAAAJIAJIAJIAJIÁ! ¿Estás enajenado, o qué? ¡Pues claro que la has roto tú! Aunque no sé exactamente en qué momento de tu discurso. ¡Estaba demasiado ocupado descojonándome!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Datsue era un Kage, en todos los sentidos. Estrategia, poder —esto lo sabía Daruu muy bien— y presencia. Representaba los tres pilares de lo que debía ser un Kage, pero le faltaba la experiencia para llamarse a sí mismo Mariscal. La conversación hasta ahora había ido muy bien, y él estaba conforme, mucho, pues Shanise le había reconocido públicamente. Pero estaba tomando un matiz peligroso. El orgullo es muy difícil de superar, y en aquella mesa habían tres Kage con muchas mochilas a las espaldas. El que había sugerido la idea era el más joven, y las otras dos las más experimentadas. Pero la experiencia le hace a uno conservador.
Daruu había oído hablar de la República de la Espiral. Un concepto revolucionario. Y una manera de darle en todos los dientes a Uchiha Zaide, teniendo en cuenta que la lideraba un hombre con la iniciativa suficiente como para hacer propios sus ideales. Iniciativa, sí. Y respeto por todo Oonindo.
Aunque fuese irreverente, y antes que nadie más pudiese decir nada que encendiese una chispa inapagable de cruces de insultos y argumentos de quién debía ser el Mariscal, Daruu alzó la voz y se levantó.
—Sarutobi Hanabi —dijo—. Tiene vínculos con Uzushiogakure. Pero tiene un historial suficientemente confiable. Siempre ha tratado de tender puentes, aunque no lo haya conseguido. Luchó cara a cara con un General. Frustró una vez un golpe de estado con un ejercicio de inteligencia maestro, y otra vez la imposición de una tirania en la Capital, tengo entendido —aunque algunas voces clamaban sospechas sobre esto último—. Siento haberme adelantado. Pero como General debía intervenir. Y si me lo permiten, a la fin de la discusión sobre este asunto tengo algo que decir sobre las operaciones militares.
Daruu volvió a tomar asiento y desvió la mirada, incómodo.
Una vez trazada la alianza, los kages comenzaron a elaborar movimientos sobre el mapa que tenían extendido sobre la mesa. La verdad, Hayato no entendía demasiado sobre el tema, no conocía gran parte de los sitios de los que hablaban. Aunque algunos sí que los conocía, como la mencionada ciudad fantasma. Incluso cuando la estrategia de esas grandes mentes iban haciendo mella en los metales que se arrojaban sobre los cimientos de la sociedad que conocían, algún que otro comentario algo pesimista surgía. A éste ritmo, la verdad es que ser positivo era toda una oda. Y sin embargo, hasta Datsue parecía remar en la misma dirección que el resto, como si todo comenzase a engranar bien en esa máquina.
Pero no duró demasiado.
El Uchiha hizo un inciso, una pregunta directa a él que por un momento le dejó helado. Un cubo de agua fría le hubiese sentado mejor que esa pregunta, eso casi seguro. La democracia... esa supuesta razón por la que Hanabi les había abandonado. ¿De verdad creía que el chico confiaba en ella, en esa palabra tan cruda y frívola?.
—Sinceramente, no me gusta. La democracia es la elección del grupo en sí. Y aunque gran parte de las veces el conjunto acierta, a veces el conjunto se puede precipitar al vacío por miedo, o por una mala decisión grupal.
Y para su sorpresa, aunque opinaba al contrario que su jefe directo —o eso parecía—, poco a poco Datsue fue dejando ver su planteamiento. Como una buena fábula, o una tesis bien redactada, el Uzukage poco a poco fue revelando el verdadero motivo de su pregunta. No dudó de lanzar la pregunta a otros, y desvelar la solución que porponía: un Mariscal. En cierta manera, razón no le faltaba, puesto que tener a tropas de distintas banderas manipuladas por distintos líderes iba a ser más problemático que beneficioso.
Datsue poco a poco fue tejiendo una realidad más clara que un vaso de agua. Y declaró que hoy mismo, y en esa misma reunión, debían proponer a un Mariscal para ésta guerra que se les venía encima. Inquirió que tenían miedo a su propuesta, y golpeó la mesa. Admitió tener él mismo miedo de su propuesta. Y al golpear por segunda vez la mesa, ésta quebró por la mitad. Y culminó sus palabras señalando que todo el mundo tiene un plan, hasta que lo parten en dos de un puñetazo.
Una metáfora que no necesitaba explicación.
El primero en contestar fue el de orbes blancos, el que al parecer tuvo la idea de defender la ciudad fantasma y utilizarla como punto estratégico. Hayato no entendió muy bien la posición del shinobi, pero entre sus palabras pareció autoproclamarse general. Hayato de nuevo permaneció en silencio, como debía ser.
Ranko pudo mucha atención a Shanise, luego a Kintsugi. Como acompañante de la Morikage, era su deber estar a su lado. Moría por hacer algo más, dar su punto de vista, expresar alguna estrategia, sugerir algún avance, pero no tenía nada. Aunque tuviese voz, no tendría nada que decir.
Pero se dijo que estaba bien. Su voz no era necesaria, sólo sus patadas.
Datsue capturó su atención de una manera extraña. Con democracia. Ranko recordó a la guerrilla, y el desastre que hizo en Kusagakure. Y tragó saliva.
"Oh." pensó con sencillez, abriendo los ojos por completo. Un dirigente mayor, un Mariscal. No pudo evitar pensar que era una palabra que sonaba graciosa. Cuanto más hablaba el Uzukage, más emocionado se veía, hasta el punto en que rompió la mesa. Ranko se levantó, más que nada como reacción, con una media sonrisa en su rostro al ver los ánimos u la fuerza de Datsue. "Claro, era de esperarse de un Kage tuviese tal fuerza. ¿Sería muy maleducado pedirle un combate amistoso?"
Daruu sugirió a Sarutobi Hanabi, el anterior Uzukage. Ranko sugeriría, obviamente, a Kintsugi. Pero no tenía muchas opciones en mente. Además, ¿Tenía el poder de emitir un voto? Mientras se sentaba, su mirada se desvió hacia la Morikage. ¿A quién sugeriría ella?
¿Que qué pensaba de la democracia? Shanise frunció el ceño. No tenía ni idea de a dónde intentaba llegar con eso, pero aún así lo escuchó el tiempo suficiente para darse cuenta de que tenía razón. Necesitaban a alguien que adoptase el papel Gran Mariscal y tomase las decisiones importantes en medio del campo de batalla.
Y el único Kage presenta capacitado para eso definitivamente era...
—Sarutobi Hanabi.
La rapidez con la que su general se levantó y propuso al anterior Uzukage como Gran Mariscal sorprendió a Shanise casi tanto como cuando Datsue le partió la puta mesa.
— Sarutobi Hanabi ¿eh? Suena bien. Me gusta. —Dijo, aunque solo había considerado la propuesta porque Yui lo solía respetar y porque fue Daruu quien lo propuso.
Se acomodó en su silla y miró a Datsue y a Kintsugi. Estaba segura de que al primero le gustaría la idea, pero quizás la Morikage tuviese algo que decir al respecto.
—Veo que a los tres nos gusta el plan general, entonces —comentó Datsue tras las respuestas de sus iguales, golpeando distraídamente el mapa con los dedos—. Dime, Hayato, ¿crees en la democracia?
La pregunta había ido dirigida a su subalterno, pero el Uchiha había clavado los ojos en Kintsugi al pronunciar aquella provocadora pregunta. Y el rostro de la Morikage se ensombreció visiblemente al escucharlo.
«¿Qué pretendes ahora, Uzukage?» Pensaba, agachando ligeramente la barbilla sin apartar los ojos del muchacho.
—Sinceramente, no me gusta. La democracia es la elección del grupo en sí. Y aunque gran parte de las veces el conjunto acierta, a veces el conjunto se puede precipitar al vacío por miedo, o por una mala decisión grupal.
Tal y como había hablado Hayato, no había sido diferente en Kusagakure. La democracia no había sido otra cosa que un veneno, una ponzoña propia del pasado que había hundido a su aldea en la miseria y la hambruna tiempo atrás. Sólo la acción de las otras dos aldeas apoyando a Moyashi Kenzou consiguió liberarlos de aquel yugo y comenzar una época de bonanza. Que Uchiha Datsue se atreviera a sacar aquella palabra de nuevo a la luz, sólo podía considerarse un acto de provocación en toda regla.
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco. Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia?
—NO. —Kintsugi apenas le dejó terminar la pregunta. Fue una respuesta monosílaba y tajante, seca y afilada como un arbusto espinoso en mitad del desierto. No perdió los estribos, sin embargo. Tenía el suficiente autocontrol sobre sus emociones para evitarlo. pero su respuesta fue clara.
¿De verdad le acababa de hacer esa pregunta a ella?
—Porque —continuó Datsue, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
Con un entusiasmado golpe en la mesa, Datsue expresó la necesidad de crear una figura líder entre todos los ejércitos y entre las tres aldeas. Un líder entre líderes que tomara las decisiones en los momentos más cruentos y urgentes de la guerra. Un mariscal, en toda regla. Y no se quedaba ahí. Otro golpe exaltado sirvió para que la mesa se quebrara en dos, sobresaltándolos a todos menos al entuasiasmado Uzukage. Porque ahora Datsue proponía elegir a un Kage entre los Kage. Aburame Kintsugi miró a su alrededor, más pesimista que su contraparte de Uzushiogakure. ¿De verdad iban a ponerse de acuerdo para elegir a uno de los tres como Mariscal? Los tres, con sus más y sus menos (y sobre todo con sus menos), habían tenido roces. Alcanzar un acuerdo unánime para votar a uno de los tres como Mariscal casi parecía algo más propio de una utopía que de la realidad.
—Sarutobi Hanabi —volvió a intervenir el acompañante de Shanise, Hyūga Daruu—. Tiene vínculos con Uzushiogakure. Pero tiene un historial suficientemente confiable. Siempre ha tratado de tender puentes, aunque no lo haya conseguido. Luchó cara a cara con un General. Frustró una vez un golpe de estado con un ejercicio de inteligencia maestro, y otra vez la imposición de una tiranía en la Capital, tengo entendido. Siento haberme adelantado. Pero como General debía intervenir. Y si me lo permiten, a la fin de la discusión sobre este asunto tengo algo que decir sobre las operaciones militares.
—Sarutobi Hanabi... —meditaba Kintsugi, con una mano apoyada en el mentón—. No estoy en contra de la propuesta, aunque quizás debería ser alguien ajeno a las tres aldeas para ser más neutral... Tanto Hayato como Daruu han expresado sus opiniones al respecto, ¿tú qué piensas, Ranko?[/sub]
—[sub=mediumorchid]Además, según tengo entendido, es el nuevo Presidente de esa República vuestra, en el País del Remolino, ¿no es así? ¿Va a poder ocuparse de ambos puestos?
—¿Uh? —Kintsugi pidiéndole su opinión le tomó con la guardia más baja que una emboscada.
Una vez más, se sintió fuera de lugar. Pensó que debía de haber estudiado libros de historia, o reportes, o cosas así, si iba a ir a una reunión de tal calibre. Pero no, la coneja sólo estaba contenta de ir al lado de la mariposa. No obstante, sería grosero no contestar.
—Me... Me disculpo por mi falta de saber político, mi Señora. Creo que me abstendré de votar directamente. Aunque... Sarutobi Hanabi-san suena a una buena propuesta.
Sabía cómo disculparse gracias a las reuniones formales de su padre. Deseaba haber puesto más atención.
Datsue se quedó sin aliento cuando Daruu tomó la palabra y de sus labios salió el nombre mágico. «Pon cara de póquer, pon cara de póquer, pon cara de… ¡Se te está yendo la puta comisura de los labios! ¡Parad! ¡Quietos! ¡ES UNA ORDEN HE DICHO! ¡PROHIBIDO SONREÍR! ¡BAJO PENA DE MUERTE!».
Fue un ejercicio de contención y autocontrol inaudito. Peor que tener una porción de pizza recién hecha y no comértela. Peor que ver que a alguien se le caía un billete de cincuenta ryōs y no guardártelo disimuladamente en el bolsillo. Sí, sí, ¡peor incluso que eso! Pero más o menos lo contuvo. Dioses, aquello era mejor de lo que se hubiese imaginado.
Por supuesto, Hanabi era el hombre ideal. Reunía todos los atributos que se necesitaban: era un shinobi experimentado en mil misiones; contaba con la experiencia de dirigir una Villa; y tenía un historial de optar siempre por la vía diplomática —había demostrado temple cientos de veces: en el examen Chūnin, en las reuniones de Kages…—. Claro que Datsue había visto difícil proponer elegir a un líder entre ellos y luego poner el nombre de Hanabi encima de la mesa. Era un movimiento demasiado… intrépido.
Por eso, el Uchiha había ido con otro nombre en mente. No el suyo propio, claro. Aquello aún hubiese sido mayor locura. Además, ni se sentía preparado, ni quería tener tal responsabilidad. Pero por el momento se lo guardaría como el plan B. Ahora que Daruu había dado el volantazo, se agarraría a su propuesta con uñas y dientes.
Shanise fue la siguiente en hablar… ¡y le sonaba bien lo que escuchaba! Datsue tuvo que apretar los dientes para no soltar un grito de euforia. «¡Pues claro que te suena bien! ¡Escupiste en la cara a Hanabi en el Chūnin y aún así mostró templanza! ¡Sabes que es la mejor opción! ¡JIA JIA JIA!»
«Deja de imitar mi risa. Último aviso»
Entonces llegó el hueso duro de roer. A Kintsugi no le desagradaba la idea de elegir un líder, un Mariscal entre ellos. No descartaba la opción de Hanabi, pero prefería alguien más neutral. Al Uchiha se le vino un nombre a la cabeza que cumpliese con aquel factor, pero no sería él quien lo mencionase. Menos después de que la propia Ranko dijese que le gustaba la idea de que Hanabi ocupase el puesto.
«Cinco contra uno. Tranquilo, Datsue, ¡tranquilo! No es momento de sacar la verborrea. Es momento de hablar lo mínimo posible y dejar que el agua siga su curso».
—Estoy convencido de que podría compaginar ambos puestos —dijo, a la pregunta de Kintsugi—. Tiene personas en las que poder confiar la dirección del país mientras se encarga de lo más importante de todo. Al fin y al cabo, con Kurama, no importarán los presidentes, ni los señores feudales. Con Kurama vencedor, todo eso se irá a la mierda.
«Eso es, ahora te quedas calladito. ¿Querías agregar algo más, eh? Elogiar a Hanabi. Enumerar sus múltiples virtudes. ¡Pues no! ¡Que aún lo vas a estropear!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Y pese a que al inicio no lo había entendido bien, no lo había entendido bien desde mucho antes. Desde antes de llegar a ésta reunión, desde antes de viajar a éste país, desde antes de que Datsue hubiese sido nombrado Uzukage... ¡DIABLOS! Había estado ciego mucho tiempo, pensando que Hanabi había dejado de lado a todos con tal de gobernar un país, de dedicarse a la maldita política. Si tiempo atrás le hubiesen avisado de que todo había sido una jugada maestra en un puto tablero de ajedrez gigante, se hubiese reído de quien se lo hubiese dicho.
«Ese maldito... ¿Acaso lo tenía todo planeado desde el inicio? ¿Datsue ha jugado en ésta partida sabiendo desde el inicio ese movimiento magistral? ¡Por la Diosa Fortuna! ¡No sé si odiarlo o rezarle a ese hijoputa!»
Hanabi había sido mencionado, y ya no solo una, ni dos, ni tres veces, si no que llegó a estar en cuatro votos a favor. Eso sí, la tiparraca mariposas no dudó en oponerse, y aunque no lo hizo de manera demasiado tajante, inquiría una elección más neutral. Incluso su ayudante, o mano derecha, le había dado el voto a Hanabi. Ante la pregunta de la mujer, Datsue contestó que incluso siendo presidente de la república seguro podía dejar las cosas atadas en lo que el mundo entero enfrentaba a la amenaza de mayor calibre: Kurama.
Hayato no pudo si no admirar los vuelcos, los vaivenes que daba la reunión. Era asombroso, y sintiéndolo mucho, se sentía totalmente desubicado. No encajaba realmente en ésta reunión, no era más que un cero a la izquierda. Aunque por otro lado, quizás ésto era otro movimiento de ajedrez, buscando que el chico tomase de éstas reuniones y situaciones experiencia.
—¿Uh? —Ranko se mostró sorprendida ante la súbita interpelación de Kintsugi. A la Morikage no le extrañó, conocía el carácter tímido de su subalterna, como también conocía su fortaleza interior. Era una de las razones por las que deseaba conocer su opinión, como si de un examen se tratase—. Me... Me disculpo por mi falta de saber político, mi Señora. Creo que me abstendré de votar directamente. Aunque... Sarutobi Hanabi-san suena a una buena propuesta.
Respuesta errónea. Kintsugi torció los labios, visiblemente insatisfecha.
—Estoy convencido de que podría compaginar ambos puestos —respondió el Uzukage, a la pregunta de Kintsugi—. Tiene personas en las que poder confiar la dirección del país mientras se encarga de lo más importante de todo. Al fin y al cabo, con Kurama, no importarán los presidentes, ni los señores feudales. Con Kurama vencedor, todo eso se irá a la mierda.
Aburame Kintsugi suspiró, encogiéndose de hombros.
—A decir verdad, y aunque sigo opinando que alguien neutral entre las tres aldeas sería opción más acertada, no tengo ningún nombre en mente —admitió, aunque eso suponía rendirse a la democracia de las otras dos aldeas.
Finalmente, Kintsugi pareció aceptar la propuesta de colocar a Sarutobi Hanabi como Gran Mariscal, pero no sin antes expresar que preferiría que fuese alguien ajeno a las tres aldeas.
Realmente Shanise también hubiese preferido lo mismo, pero ella tampoco tenía a nadie más en mente más allá de sí misma, pero sabía que jamás llegarían a un acuerdo si se acababa proponiendo a sí misma.
— Pues parece que hemos llegado a un acuerdo. —Declaró Shanise, antes de mirar al Uzukage—. ¿Contactarás tú con él?
A Datsue le había caído la lotería. Todos parecían aceptar a Hanabi. Algunos por convicción, otros porque no les quedaba más remedio. Le pareció increíble que nadie soltase, siquiera como posibilidad, el nombre del Juuchin. Desde luego, aquel era un candidato más neutral, por más que manejase el País del Fuego. No obstante, y quizá por mero prejuicio, Datsue no veía cualificado a un samurái para llevar un ejército ninja.
No, Hanabi era la mejor opción. Sin lugar a dudas.
Datsue asintió a la pregunta de Shanise.
—Yamiria me queda casi de camino a Uzu. Pararé en la capital a mi vuelta para decírselo personalmente. Y… gracias por la confianza depositada en él —dijo, mirando a Daruu, luego a Shanise y finalmente a Kintsugi. Por más que fuese a regañadientes, le honraba que no se hubiese negado en redondo desde el primer momento. Eso, tenía que concedérselo—. Sé que no debe ser fácil. Por mi parte no lo sería. Solo puedo decir que estoy convencido de que no os arrepentiréis de haber tomado esta decisión.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Y finalmente, la única persona que se oponía a que Hanabi actuase como Mariscal, cedió a la presión del resto. Eso, o que tal y como escupía a regañadientes: no tenía en mente a un mejor candidato neutral. La Arashikage apresuró a preguntar a Datsue si éste podía avisar a Hanabi del recién inventado rango que se le había otorgado, y el Uzukage contestó que así sería. Pillaba de camino, y sería el mejor portador de esa noticia posible. Así mismo, el Uchiha reiteró que ésta difícil decisión era de agradecer, y que no se arrepentirían de ella.
«Pues sí que le ha salido bien la jugada al puto Hanabi... y por otro lado, a todos. Sinceramente, unirnos como un solo ente para enfrentar a Kurama es la única opción de darle batalla. Si hubiésemos permanecido con disputas entre nosotros, nos habría arrasado villa a villa.»
La alianza estaba hecha, y tenía un nuevo líder. Ahora solo quedaba ver si el Uchiha guardaba algo más bajo esa manga, o quizás algún otro de los presentes, puesto que todos allí ostentaban cargos y privilegios fuera de lo común. Menos Hayato, el pobre Senju no era más que un inocente genin visualizando una importante reunión, un mero testigo.