18/05/2016, 22:32
Se enjugo las lágrimas con el antebrazo y se recostó de espaldas contra la pared, mientras las frías agujas provenientes del cielo caían sobre su rostro y le empapaban el cabello. No entendía por qué seguía allí. No entendía por qué dudaba.
¿Acaso lo mejor no era avisar a los guardias? ¿Qué conseguiría volviendo en ayuda de Kazuma? Era una locura, una tontería por la que no tendría ni que perder el tiempo preguntándoselo. En cambio, permanecía allí, replanteándoselo.
Cerró los ojos y vio la mirada de aquel niño, del niño que creía que los ninjas eran unos héroes, rota por la decepción y el desengaño. El rostro se desdibujó durante un instante, como un reflejo en la superficie de un lago agitado, y las líneas que formaron la nueva cara se hicieron más afiladas y pronunciadas. Era su rostro. El rostro que tenía a la edad del chiquillo, cuando él también descubrió que el honor y la gloria eran una mentira con la que la gente se engañaba para sentirse mejor.
¿Por qué, entonces, sentía tantas ganas de demostrarle que se equivocaba con él? ¿Por qué sentía tantas ganas de demostrarles a todos que se habían equivocado prejuzgándole? ¿Por qué, sí, después de todo, él ya había aceptado su condición hacía tanto tiempo?
¿O era que acaso, en alguna parte de su ser, el niño que solía jugar con los muñecos de Kenzou y Yubiwa seguía vivo dentro de él? Negándose a morir. Rebelándose contra su cinismo y creyendo todavía en los cuentos de hadas. ¿Acaso, después de todo, seguía siendo un ingenuo?
Una voz extrañamente familiar reverberó por un instante en el interior de su mente:
«¿Qué te tengo dicho, Datsue? Tienes que dejar el corazón en casa cada vez que sales… ¿Por qué sigues sin hacerme caso?»
Era la misma voz que le había hablado cuando sufrió de una sobredosis de omoide. Abrió los ojos y sacudió la cabeza, quitándose aquellas imaginaciones de su mente. Lo había decidido. Ahora lo tenía claro. Y, tras dar un paso…
—¡Uchiha Datsue! —Datsue se sobresaltó del susto. Era Kazuma, que estaba siendo transportado en camilla por unos samuráis—. ¡Aun sigo vivo, desgraciado, así que ni se te ocurra olvidarte de la apuesta!
Datsue suspiró de alivio, y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Aquel cabrón seguía vivo.
—¡Ja! ¡Eso ni dudarlo, mi buen amigo! ¡Menos mal que avisé a la guardia, eh! —le gritó, aunque enseguida percibió que el joven se mareaba y volvía a caer en la camilla—. Bueno, no te preocupes… ¡Tu descansa! —gritó de nuevo—. ¡Ya me devolverás el favor por haberte salvado la vida!
Y, sintiéndose mucho mejor, caminó de vuelta hacia el hotel. Ni siquiera tuvo que cambiar de dirección...
¿Acaso lo mejor no era avisar a los guardias? ¿Qué conseguiría volviendo en ayuda de Kazuma? Era una locura, una tontería por la que no tendría ni que perder el tiempo preguntándoselo. En cambio, permanecía allí, replanteándoselo.
Cerró los ojos y vio la mirada de aquel niño, del niño que creía que los ninjas eran unos héroes, rota por la decepción y el desengaño. El rostro se desdibujó durante un instante, como un reflejo en la superficie de un lago agitado, y las líneas que formaron la nueva cara se hicieron más afiladas y pronunciadas. Era su rostro. El rostro que tenía a la edad del chiquillo, cuando él también descubrió que el honor y la gloria eran una mentira con la que la gente se engañaba para sentirse mejor.
¿Por qué, entonces, sentía tantas ganas de demostrarle que se equivocaba con él? ¿Por qué sentía tantas ganas de demostrarles a todos que se habían equivocado prejuzgándole? ¿Por qué, sí, después de todo, él ya había aceptado su condición hacía tanto tiempo?
¿O era que acaso, en alguna parte de su ser, el niño que solía jugar con los muñecos de Kenzou y Yubiwa seguía vivo dentro de él? Negándose a morir. Rebelándose contra su cinismo y creyendo todavía en los cuentos de hadas. ¿Acaso, después de todo, seguía siendo un ingenuo?
Una voz extrañamente familiar reverberó por un instante en el interior de su mente:
«¿Qué te tengo dicho, Datsue? Tienes que dejar el corazón en casa cada vez que sales… ¿Por qué sigues sin hacerme caso?»
Era la misma voz que le había hablado cuando sufrió de una sobredosis de omoide. Abrió los ojos y sacudió la cabeza, quitándose aquellas imaginaciones de su mente. Lo había decidido. Ahora lo tenía claro. Y, tras dar un paso…
—¡Uchiha Datsue! —Datsue se sobresaltó del susto. Era Kazuma, que estaba siendo transportado en camilla por unos samuráis—. ¡Aun sigo vivo, desgraciado, así que ni se te ocurra olvidarte de la apuesta!
Datsue suspiró de alivio, y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Aquel cabrón seguía vivo.
—¡Ja! ¡Eso ni dudarlo, mi buen amigo! ¡Menos mal que avisé a la guardia, eh! —le gritó, aunque enseguida percibió que el joven se mareaba y volvía a caer en la camilla—. Bueno, no te preocupes… ¡Tu descansa! —gritó de nuevo—. ¡Ya me devolverás el favor por haberte salvado la vida!
Y, sintiéndose mucho mejor, caminó de vuelta hacia el hotel. Ni siquiera tuvo que cambiar de dirección...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado