Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
5/07/2021, 15:45 (Última modificación: 5/07/2021, 19:46 por Kuroyuki. Editado 2 veces en total.)
El ojo rojo de Kurama pareció brillar con más fuerza cuando vio a su Hermana cabalgando hacia él, como burlándose de que acabase de decir que no era tal. Pero Kuroyuki no se movió. Su mirada, impasible, seguía clavada en ellos. Su mano, deslizándose ya hacia adelante.
Cuando la de Yui se levantó y los demás se fueron con un destello... «¡Otra vez esa treta!» ...en los labios de Kuroyuki, sin embargo, se dibujó una sonrisa.
Yui se parecía a Kurama.
—Su pecado capital y el tuyo son el mismo: el orgullo. Y morirás por él.
«¡Eh!»
¡sssSSLISH!
Hubo un ruido, metálico, muy fuerte, como el de una espada saliendo de una vaina. Pero la vaina era el universo sin nacer, y el sonido fue el big bang. Luego, en el vacío, un silencio absoluto. Una línea roja, en vertical, recorriendo en cuestión de medio segundo el espacio quebrado entre Kuroyuki, Kōkuo, y Yui, que había saltado (200 PV). El corte atravesó los dai shuriken que Yui lanzó, y también a Kokuō, si no corregía su trayectoria. Pero lo cierto es que Kuroyuki, y Kurama, miraban más allá de Kokuō. La ignoraban. Sus ojos estaban fijos en la humana que había osado desafiar al legítimo Emperador.
El suelo y el techo se hundieron con forma de uve y la nieve comenzó a caer, sepultando el pasillo, desde un punto cercano a la espalda de Yui. Kuroyuki retrocedió con cautela, dando unos pasos increíblemente rápidos hacia atrás, perfectamente coordinados. Era casi como un baile (Agilidad 120), (Percepción 120), (Destreza 100).
Aclaraciones: Hagamos como que el combate empieza de cero para hacerlo más cinemáticos y no volvernos locos con los gastos ni los daños, si os parece bien. Yo no he contado los gastos de las bijūdamas de antes (no lo sabéis, pero tuvo que usar otra para escapar de la nieve) ni el daño por ser sepultada. Estáis en terreno enemigo, y me parece justo dar una oportunidad a la pelea, y más con unos personajes como los que tenemos. Las fichas están para gastarlas . Así que Yui gaste lo del turno inmediatamente anterior a este y ya está.
Para el uso con Hyōbuki no Jutsu:
- x10 Uchigatana
- x20 Shuriken
- x20 Senbon
- x5 Kunai
Portaobjetos, muslo derecho:
- x2 Kemuridama
- x2 Hikaridama
- x2 Antídoto
- x1 Juego de ganzúas
- x1 Esposas supresoras de chakra
- x1 Píldora estimuladora de sangre superior
- x1 Sello explosivo de rango A
¤ Bijūgatana
¤ Espada de Bestia con Cola - Tipo: Ofensivo (cortante) - Requisitos:Kenjutsu 80, Generosidad de Kurama - Gastos: 0.6*X CK por corte (divide regen. de chakra) - Daños: X PV por corte - Efectos adicionales: - - Carga: 2 (flujo) ó 1 por cada 20 PV de daño, mínimo 3 (cuando se lanza) - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
El corte lanzado abarca toda la distancia de ancho en el horizonte que el usuario es capaz de trazar en un arco
El corte lanzado alcanza una distancia de X/3 metros de recorrido hacia adelante.
Con una gran maestría con la espada, el usuario acumula la energía reservada para una bijūdama y la convierte en un flujo de chakra, recubriendo una espada o cualquier otro arma cuerpo a cuerpo. La hoja adquiere un tono incandescente, y es capaz de cortar a través de cualquier otro arma o defensa sin chakra como si se tratase de mantequilla. Cargando la energía en la hoja hasta el punto de sobrecargarla, el usuario puede proyectar un corte a largas distancias, cercenando el entorno en dos, o a sus adversarios, si tienen tanto PV o menos como el daño de la técnica. Con cada corte que haga daño, el usuario debe volver a pagar el coste de la técnica. Partir un arma en dos con un corte cuerpo a cuerpo reduce el daño de la técnica tanto como la mitad del daño más alto de dicho arma.
5/07/2021, 17:03 (Última modificación: 6/07/2021, 08:45 por Aotsuki Ayame. Editado 5 veces en total.)
Yui, Zetsuo y Kōri apoyaron con firmeza su mano en los hombros de Ayame, aferrándose a su único billete de salida de aquel infierno. Un destello rojizo inundó su campo de visión y, con un súbito sobresalto, saltaron en el espacio-tiempo.
BAM. PUM. PLAS.
Los shinobi aparecieron súbitamente en la habitación de Ayame, bajo el escritorio donde la kunoichi había transcrito su marca de sangre. Las cabezas se golpearon contra la madera, levantando quejidos de dolor y de incomodidad. Apretujados como estaban, debajo de aquel mueble tan enjuto, tuvieron que retorcerse y hacer verdaderos esfuerzos por salir de aquella lata de sardinas.
—¡Ugh! ¡Joder! ¿No tenías otro sitio donde poner la marca, niña? —refunfuñaba Zetsuo, frotándose la coronilla.
—No quería que se borrara por accidente —respondió ella, sin levantarse aún del sitio. Había cerrado los ojos, tratando de controlar los resueltos que hacían subir y bajar su pecho sin control. Nunca había gastado tanto chakra. Todo le daba vueltas...
Pero todo estaba bien. Porque habían vuelto a casa. El intenso frío de Yukio había desaparecido casi por completo y el ambiente, cargado de humedad, les recibía en su abrazo. Olía a hogar. ¿Pero por qué había tanta claridad?
—¿Dónde está Yui-sama?
Ayame abrió los ojos de golpe, como si la pregunta de su hermano le hubiese arrojado un cubo de agua helada por encima. Sólo entonces se dio cuenta de que el sol brillaba en el cielo de Amegakure como jamás había visto.
—Q... ¿Qué? —apenas un débil hilo de voz fue lo único que salió de su garganta.
Giró la cabeza rápidamente, y el movimiento le provocó un intenso mareo, pero en ese instante no le importó. Buscó bajo el escritorio, buscó por toda su habitación, pero fue en vano: Amekoro Yui no estaba allí con ellos.
—No... No puede ser...
—¡AYAME! ¿DÓNDE ESTÁ YUI-SAMA? —Zetsuo se había volcado hacia su hija y la zarandean por los hombros, pero ella se había quedado con la mirada perdida en el infinito y la piel más pálida que la de su hermano.
—E... Ella... Me había agarrado... No habría ejecutado la técnica si no... Si no...
—¿¡DÓNDE COJONES ESTÁ!?
La técnica de la Invocación Sanguínea no le había fallado jamás. No desde que la había dominado con ayuda de Daruu. Y entonces se dio cuenta de la terrible verdad: Amekoro Yui se había soltado en el último momento, antes de teletransportarse. Los ojos se le llenaron de lágrimas y todo se nubló a su alrededor. Ayame cayó de rodillas y se agarró con ambas manos la cabeza, hundiendo las uñas entre sus cabellos.
—¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!!!!
El alarido de dolor reverberó en su pecho, desgarró su garganta y perforó sus tímpanos. Y Ayame lloró. Lloró con todas sus fuerzas y toda su desesperación. Porque no había marca que la pudiera devolver a Yukio. Porque no había halcón lo suficientemente rápido como para acudir a su rescate. Porque no había manera alguna de que la réplica de Kokuō pudiera protegerla. Porque, aunque se diera el caso de que lo hiciera, tampoco había manera de que saliera de Yukio con vida. Porque ella había aceptado aquella misión junto a La Tormenta, junto a su anterior Arashikage, en calidad de su guardiana y su defensora y no había conseguido protegerla ni una sola vez.
Porque aquella era la segunda vez que mataba a Amekoro Yui.
. . .
Y, de repente, Amekoro Yui se plantó junto a Kokuō. El bijū se volvió hacia ella, incrédula de lo que estaban viendo sus ojos.
—¿Qué está haciendo? ¡Debería haberse marchado con la Señorita! —le cuestionó. Un acto que muy pocas personas se habían atrevido a hacer con la anterior Arashikage.
Pero no era momento para preguntas. Al mismo tiempo que Yui desplegaba un shuriken confeccionado únicamente por agua a partir de su antebrazo, Kuroyuki lanzó una estocada mortal contra ellas. La energía acumulada en el filo de la katana restalló como una bomba mortífera, arrasando todo a su paso. Incluido el dai shuriken en el que se había transformado el arma de La Tormenta tras ser arrojado. Kokuó se deslizó a un lado para evitarlo, dejando que el corte pasara junto a ella. Como réplica, no poseía ni la quinta parte de su poder real ni aguantaría mucho tiempo contra Kuroyuki, pero aprovechando que esta parecía haber volcado toda su atención en Yui, se lanzó hacia delante apoyándose en sus patas traseras para tomar mayor impulso y giró el cuerpo en el último momento para asestar un potente golpe con sus cinco colas.
«No puedo devolverla a Amegakure, y tampoco podré defenderla por mucho tiempo. Espero que sepa lo que está haciendo... Arashikage-sama.»
Daño sugerido: 40 PV (He tomado el daño de la Transformación Parcial, si os parece bien, porque me he dado cuenta de que no tengo NADA especificado de lo que puede hacer Kokuō ni de sus daños...)
Técnicas utilizadas: -
6/07/2021, 18:48 (Última modificación: 6/07/2021, 19:26 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
En el aire, en mitad del salto, a bocajarro. La línea roja atravesó su cuerpo y lo dividió por la mitad. Por un momento, hasta el mundo se partió en dos. El Suika hizo su función, claro. La tremenda ráfaga expulsó de su cuerpo un chorro de agua en vertical, que con semejante presión se convirtió inmediatamente en vapor que ascendió al techo. Cuando aterrizó en el suelo, de nuevo entera, sintió que se le habían vaciado los pulmones. «Es como el Chikara no Nagare, solo que aún más letal…»
Sintió que su cuerpo bullía de emoción, ira y determinación, todo ello al mismo tiempo. Emoción por tener un combate a la altura sin tener que preocuparse por nadie más. Ira por tener que seguir viendo la cara de aquella bastarda hija de puta y su zorro sifílico. Y determinación por cumplir con la Tormenta.
Ni siquiera escuchó del todo bien lo que le dijo Kokuō, ni la propia Kuroyuki. Estaba sumida en un trance, en el que solo podía ver una cosa: a sí misma, matándola. Y no podía esperar más para consumar su visión.
Kuroyuki retrocedía; Yui avanzaba. Kuroyuki mantenía la cautela; Yui se dejaba llevar por el frenesí de la tormenta. El orden natural de las cosas permanecía en su sitio, después de todo. Cuando Kokuō lanzó su ataque, Yui hizo lo propio. El agua de su antebrazo se convirtió en un dai shuriken que lanzó de inmediato, trazando un arco que rodeó a Kokuō hasta llegar al costado de Kuroyuki .
Yui resolló. Gotas de sudor perlaban su frente. ¿Repetía estrategia? Quizá. O quizá simplemente fuese una distracción.
¤ Ura Suika: Hagane Geijutsu ¤ Hidratación Inversa: Arte del Acero - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Hozuki 70 - Gastos: 0'6*Gasto superior del arma a crear o licuar - Daños: - - Efectos adicionales: Crea copias de cualquier arma del repertorio del juego o las destruye - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Amekoro Yui ha dominado la técnica estrella de su clan, y es capaz de aplicarla sobre otras moléculas ajenas a su cuerpo. Gracias a sus particularidades habilidades, puede transformar el agua de fuentes cercanas, o de su propio cuerpo si tiene activo el Suika no Jutsu, en copias perfectas de cualquier arma. También es capaz de convertir en agua cualquier arma que toque con las manos.
El corte de su bijūgatana hizo su efecto, tan solo no el que Kuroyuki esperaba. Apretó los dientes. «Claro. Hōzuki, cómo no. La plaga de Amegakure.»
«¡Mátalas! ¡Dispara! ¡MÁTALAS!»
«¡Cállese, joder! ¡Paciencia! ¡Se lo tengo dicho! ¡Son dos! ¿No ve que necesito refuerzos?»
«Un insecto y un clon de un insecto. Fácil.»
«No es tan simple. Sus ojos...»
«Lo veo. Tranquila. Hammer está en camino.»
Kuroyuki suspiró y se mantuvo impasible ante el avance de Kokuō. Sujetó su gélida katana con ambas manos, pero secretamente y en el último instante, formó el sello del Carnero en una de ellas. El bijū golpeó contra ella con fuerza, al mismo que un dai shuriken con el que apenas había contado besaba su lateral izquierdo. Pero daba igual. El reemplazo fue un éxito. Tras el estallido de una nube de humo, Kokuō quedó frente a un trozo de suelo proveniente de los escombros del túnel derruído más allá de Kuroyuki, en la bifurcación.
Y venía con sorpresa.
¡¡BAAUUUUMM!!
El sello de rango A (100 PV) dejaría la refriega en un uno contra uno. Pero no solo eso. La ya dañada estructura del techo creó otro nuevo tapón entre Kuroyuki y Yui. Y la Arashikage ahora estaba bloqueada en un pasillo que se derrumbaba por momentos tras de sí.
Kuroyuki, al lado de la abertura que había creado su bijūgatana anteriormente y con los escombros detrás, clavó su espada de hielo negro en el suelo, se limpió el sudor de la frente, y esperó.
«Derecha. Por la entrada oeste.»
...hablaba una voz, a otra persona, en otro lugar.
12/07/2021, 16:52 (Última modificación: 12/07/2021, 16:53 por Uchiha Datsue.)
Yui puso un brazo frente a su rostro, a modo de escudo frente a los restos de escombro y la brutal polvareda que el explosivo levantó. En un sonoro crash, el techo se vino abajo frente a ella, y no le hizo falta mirar para saber que Kokuō ya no estaba presente.
Mas no estaba sola.
El vapor que había generado su propio cuerpo con el Suika al recibir el tremendo corte de antes se había acumulado en la zona superior del pasillo, y poco a poco había ido tomando consistencia y forma. La forma de ella misma, más pequeña, no por ello menos letal. Un clon hecho puramente de vapor y recubierto de una fina capa de aceite. Así era el Jōki Bōi, la máxima expresión del clan Hōzuki.
El clon aterrizó en el suelo y de su antebrazo nació una cuchilla con forma de hacha con la que empezó a golpear frenéticamente la pared de escombros que separaban a verdugo y reo. Toc, toc, toc, como un pájaro carpintero.
Yui, mientras tanto, danzaba. Las columnas cedían bajo un peso que ya no podían soportar, las vigas colapsaban, los bloques de hormigón caían a puñados, y ella danzaba a su alrededor. Danzaba como un rayo encerrado en un frasquito de cristal. Un paso atrás, un paso al lado, tres pasos a la izquierda. Crash, crash, crash. Tres rocas más que no habían dado en el blanco.
Toc, toc, toc. A cada segundo que pasaba, a cada movimiento, la presión del vapor acumulado en el interior del clon se incrementaba. La capa de aceite se veía obligada a estirarse, el clon aumentaba en tamaño. Ahora era tan alto como la original, pero todavía más robusto. Su boca era el tajo de una herida abierta; sus ojos, dos puñaladas.
¡Toc, toc, toc! Aquello ya no era un pájaro carpintero, aquello era un gigante llamando a la puerta de tu casa.
¡TOC, TOC, TOC!
El sonido del hacha se volvió insoportable de oír. Era un ariete en tiempos de guerra; era un trueno en mar abierto; era Izanami abriendo las puertas del Yomi y gritando tu nombre.
—¿¡Estás rezando a tu Dios, Kuroyuki!? —rugió Yui, impaciente. La cólera y el frenesí reverberaba en su voz, y en su tono se apreciaba el ansia de una amante por ver a su querida tras años separados por la mar—. ¡¡NO TEMAS!! ¡¡PRONTO TU DIOS SE REUNIRÁ CONTIGO!! —soltó una carcajada, tan placentera de escuchar como el sonido de tus propios huesos partiéndose por la mitad—. ¡ALLÁ A DONDE PIENSO MANDARTE!
Todo fue demasiado repentino como para darle tiempo a asimilarlo.
Kokuō cargaba contra Kuroyuki y, con un brusco giro, lanzó sus colas como cinco látigos dispuestos a aplastarla. Consiguió acertarla, pero antes de que pudiera cantar victoria, la kunoichi estalló en una nube de humo y en su lugar apareció uno de los cientos de escombros que ahora poblaban aquel corredor. Y cuando sus ojos vieron una etiqueta pegada en él, supo que era el fin.
«Lo siento, Tormenta. Regrese pronto a casa...» Pensó, justo antes de que una violenta explosión la engullera y la lanzara lejos, muy lejos de allí.
. . .
En la habitación se había hecho el silencio y reinaba una lúgubre penumbra. Aún agazapada bajo el escritorio, Ayame se estremeció cuando sintió un súbito torrente de energía llenándola de nuevo. Kokuō había regresado a su cuerpo. Eso sólo podía significar una cosa, pero Ayame se negaba a encarar esa realidad.
«Se ha quedado combatiendo con Kuroyuki.» Le informó Kokuō, a pesar de todo. «No he conseguido quedarme más tiempo para cubrirla... Lo siento.»
Ayame no respondió. No comentó nada al respecto. Pero se abrazó con más fuerza las rodillas. Sus dedos estaban clavados alrededor de su bandana como kunoichi, con los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo sobre ella. Había dejado de llorar, pero la garra que atenazaba sus entrañas y el vacío que sentía en el pecho sólo aumentó aún más...
—¿¡Estás rezando a tu Dios, Kuroyuki!? —rugió Yui, impaciente. La cólera y el frenesí reverberaba en su voz, y en su tono se apreciaba el ansia de una amante por ver a su querida tras años separados por la mar—. ¡¡NO TEMAS!! ¡¡PRONTO TU DIOS SE REUNIRÁ CONTIGO!! —soltó una carcajada, tan placentera de escuchar como el sonido de tus propios huesos partiéndose por la mitad—. ¡ALLÁ A DONDE PIENSO MANDARTE!
«¡Voy a salir, voy a salir! ¡No puedo más!»
Kuroyuki se veía arrinconada. No eran las estrechas paredes del pasillo, ni el montón de escombros que tenía a la espalda. Podía salir perfectamente por el hueco a su derecha, que había abierto con su bijūgatana. Además, una bijūdama hacia adelante y se acabaría el problema. Pero es que no era el pasillo. El pasillo molestaba, pero el pasillo no le daba miedo.
¿La Tormenta? La Tormenta la aterrorizaba. Porque una puede enfrentarse a un ejército, pero no a un huracán. Ante un huracán, una pierde los nervios. Hasta el más fuerte de los refugios podía caer.
Por primera vez desde que ostentaba el cargo de General, Kuroyuki temió por su vida.
A una kunoichi le venía bien que de vez en cuando le recordasen que era... bueno, mortal. Pero cuando una lleva tiempo sin sentirse así, la certeza la golpea como una ola rompiente.
Kuroyuki extendió la mano hacia arriba y flexionó las rodillas. Comenzó a cargar una gran cantidad de energía en la palma de la mano.
Saltó.
¡¡FUASSHHHHHH!!
El láser fue lo suficientemente potente como para arrasar la capa de techo y de nieve que había sobre ella. Se abrió paso como una excavadora y aterrizó en el suelo del almacén que usaban como tapadera. Se oían gritos.
«No han terminado con la evacuación, Kuroyuki. ¡Deberías tener más cuidado! ¡Como hayas matado a alguien...!»
«LO SIENTO MUCHO, PERO AHORA NO PUEDO PENSAR EN ELLO.»
Miró hacia arriba. El agujero que la bijūdama láser había horadado también en el techo de chapa de la nave industrial le permitiría disponer de espacio suficiente para maniobrar. Allí no estaría atrapada entre cuatro muros y una...
¡TOC, TOC, CRASHHH!
Tragó saliva y saltó. Atravesó el agujero y se posó en el tejado. Retrocedió hasta el borde opuesto, y se quedó mirando el hueco deseando que Yui se muriese sola.
«¿Cuánto le falta a Hammer? ¡Se lo está tomando con calma!»
«Yo también odio eso de él. Pero cuando llegue, todo acabará. Eso sí, le mandé a abajo. Ahora me haces volverle a avisar de...»
«¡Es Hōzuki! ¡Absorberá todo el daño que pueda hacerle! Hammer es...»
«La arrollará. Pasará por encima suya como cincuenta elefantes a los mandos de un carro de combate. Caerá sobre ella como cincuenta catapultas.
Ni siquiera un Hōzuki detendrá el taijutsu de Hammer. O a su martillo. No tendrá suficiente chakra.»
Afortunadamente, no hacía falta que Kurama avisase a Hammer de la nueva localización de Kuroyuki. Era evidente. El láser había alertado a toda Yukio. Y con el martillo echado al hombro, Hammer comenzó a caminar, lento pero firme.
Respiró hondo y comenzó a concentrarse. Asió con fuerza su martillo.
Aquella sensación de impotencia era peor que estar encarcelada. Ayame había terminado por levantarse, y ahora daba vueltas a la habitación como un león enjaulado. No se atrevía a salir de su habitación, no tenía valor suficiente para volver a mirar a su familia a la cara después de lo que había hecho, pero no soportaba la idea de no hacer nada mientras Yui...
Mientras Amekoro Yui...
Mientras La Tormenta...
* Mérito Defensor activado *
Con un gemido cargado de angustia, Ayame volvió a enredar los dedos entre sus cabellos. Y no pudo aguantar por más tiempo. Aquella fue la única vez que echó de menos tener a mano una de esas condenadas pastillas regeneradoras de chakra. Con manos temblorosas, se llevó el pulgar a la boca y volvió a clavarse el colmillo para hacer brotar sangre con la que dibujaría el símbolo de la luna sobre la mesa de su escritorio. Después, de la forma más silenciosa que pudo, abrió lentamente la ventana y se aupó en el alféizar. El sol seguía brillando en lo alto, como si se estuviera burlando de su desgracia. Ayame tuvo que utilizar la caminata vertical para colgarse de la pared y volver a cerrar tras de sí, y después trepó hasta la azotea del edificio.
«Señorita, ¿qué está...?»
—No puedo quedarme de brazos cruzados —respondió en voz alta, como solía hacer. Sobre todo cuando estaba tan nerviosa como en aquellos momentos—. No puedo, Kokuō.
Sus manos se entrelazaron con toda la presteza que fue capaz de reunir, y entonces plantó la mano ensangrentada en el suelo. Un súbito estallido de humo se produjo bajo su cuerpo, la envolvió, y entonces un cuerpo enorme y emplumado la alzó en vuelo. Un esplendoroso halcón peregrino de unos seis metros de envergadura alar.
—¿Ayame? ¡Cuánto tiem...!
—¡No hay tiempo, Takeshi! —exclamó, entre resonados jadeos de agotamiento. No le importó: ya recuperaría fuerzas durante el viaje—. ¡Vuela! ¡Vuela lo más rápido que puedas al norte! ¡A Yukio!
«¿¡Qué está haciendo!? ¡¡Es una locura!!»
Lo sabía. Y también sabía que era un gesto inútil, que no llegaría a tiempo. Pero si había una mínima oportunidad, una mínima posibilidad de llegar a tiempo y traerla de vuelta... Ayame tenía que intentarlo. No podía abandonarla en aquellas tierras heladas perdidas de la mano de Amenokami.
Sólo así podría enmendar alguno de sus múltiples errores.
PV:
275/275
– CK:
9/355
–
Aclaración: Como Yui se soltó de mi brazo en este turno, en realidad me quedé con 89 CK. Teniendo el Bijū Bunshin activado, se me impedía la regeneración de CK, pero en el turno anterior se deshizo y volvió al cuerpo de Ayame sin realizar ninguna acción, así que tomo como que ha regenerado los 20 CK de ese turno.
Yui salió por el hueco que había creado Kuroyuki con la misma expresión que Izanami tendría si se le abrían de nuevo las puertas del Yomi. La cólera de sus ojos se posó en la kunoichi, una cólera que luchaba por salir de su cuerpo, como si tuviese vida propia. Como si fuese un bijū y su cuerpo una mera vasija que lo transportase. Debajo de los pies de ambas, se seguía oyendo el martilleo intenso de alguien golpeando un muro. A eso se le añadió una risa, aguda y teñida por la locura.
—Parece que alguien sigue llamándote. Sabes quién es, ¿verdad? —Se le dibujó un tajo en la cara. Algunos podrían decir que se parecía a una sonrisa—. Pensaba que la gente se agarra desesperada a su fe cuando todo a su alrededor se desmorona. Pero mírate. Cuando más lo necesitas, menos crees en tu Dios.
¡Pam! ¡Pam! ¡PAM!
Su clon seguía haciendo de las suyas ahí abajo. Podía utilizarle para luchar, cierto. Dudaba que Kuroyuki o Kurama supiesen cómo funcionaba aquel monstruo: después de todo, era una técnica que solo los Hōzukis más hábiles conseguían dominar. Pero no quería arriesgarlo a llevar un mal golpe. Le necesitaba. Necesitaba su explosión. También su chakra. Por ello, optó por ahorrar, y empezar a caminar, lentamente, paso a paso, hacia su presa.
«Ya casi eres mía. Solo un poco más, solo unos segundos más y...»
—Los bijū son seres superiores —dijo, atreviéndose a mirar a la Tormenta a los ojos una vez más ahora que no estaba allí abajo encerrada. Si Yui prestaba algo de atención, de hecho, vería su antigua ciudad: Yukio, llena de ninjas de Kurama agazapados detrás de las esquinas, acercándose a la escena pero sin atreverse a intervenir. También familias, antiguos súbditos, alejándose, siendo evacuados con cariño, con diligencia... por extraños—. Negar eso es cerrar los ojos ante una realidad evidente. Lo nuestro no tiene nada que ver con la religión, ni con la fe.
»La nuestra es una certeza que tu pueblo comparte. Que nuestro pueblo comparte —Señaló a un lado. A un grupo de niños y personas mayores que eran dirigidas hacia unos búnkeres a las afueras de Yukio—. Que hasta tú compartes, tengo entendido. Tormenta: el más fuerte tiene que ser el líder. —Kuroyuki juntó las manos en un sello, y
Agilidad 120 vs Percepción 70 Destreza 120 vs Percepción 70
Fue tan solo una sombra. Kuroyuki trazó como una sombra difusa, más rápido de lo que Yui creía que podía moverse, un arco que la dejó a unos cinco metros a su izquierda. Para cuando había recorrido la distancia, además, había terminado su serie de sellos. Kuroyuki movió las manos, estaba claro que iba a lanzar una técnica, pero entonces a la Tormenta se le vino encima un problema algo más... prioritario.
Como una montaña esgrimiendo un robusto martillo de acero de guerra, un hombre vestido igual que Kuroyuki, de piel oscura y de casi dos metros de altura, saltó por encima del tejado justo desde detrás de ella y cayó sobre la amejin anteponiéndose a su compañera, a punto de propinarle un golpe en el centro de la frente. No hizo ningún aspaviento ni ninguna declaración. No hubo grito de guerra, ni mirada cargada de ira, ni una mueca con dientes apretados.
Así es como Hammer actuaba normalmente, y así es como actuó en aquella ocasión.
Para el uso con Hyōbuki no Jutsu:
- x9 Uchigatana
- x20 Shuriken
- x20 Senbon
- x5 Kunai
Portaobjetos, muslo derecho:
- x2 Kemuridama
- x2 Hikaridama
- x2 Antídoto
- x1 Juego de ganzúas
- x1 Esposas supresoras de chakra
- x1 Píldora estimuladora de sangre superior
· · ·
Hacía algún tiempo, una muchacha se había descarriado y ahora volaba camino a Yukio con buen corazón, pero muy poca cabeza. Veía ya de lejos su aldea natal, a resguardo de la lluvia, y ahí, en las alturas, recordó de pronto que al comienzo de la aventura con Yui habían decidido utilizar el ferrocarril precisamente por el frío que hacía en invierno en el País de la Tormenta, y más aún en el gélido norte. Por eso supo que de seguir así, ella y Takeshi no llegarían a la ciudad. Morirían de hipotermia.
A no ser, claro, que quisieran parar a descansar al cobijo de un refugio en el bosque, hacer fuego... cosas que Ayame no podría permitirse si quería llegar a Yukio antes de que Yui...
Ya de por sí, el viaje les llevaría medio día, quizás un poco más. La noche caería antes. Y estarían perdidos.
¿Perdería Ayame su fe?
Resistencia 40 Aguante 40 Voluntad 40
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«Seres superiores mis ovarios». Sus ojos, no obstante, se desviaron hacia la ciudad. Su ciudad. Sus súbditos, sus camaradas, estaban allí. Le daban la espalda. A la Tormenta. Huían de ella como si fuese la enemiga y no su protectora. Sintió una puñalada en el pecho más grande que cuando Zaide le atinó con el Chidori Eiso.
Bastardos, todos ellos. Por dejarse seducir por la lengua sibilina de un zorro. Por darle la espalda a ella. Por darle la espalda su país. Traidores. Kuroyuki continuó hablando. Por una vez, estuvo de acuerdo en algo que dijo: el líder tiene que ser el más fuerte. Su hermano no lo había sido. Lo quería, lo había querido con toda su alma, pero había sido débil y algo pusilánime. Ahora, ¿quién había decidido que Kurama era más fuerte que ella?
No tuvo tiempo a preguntarlo. Kuroyuki era ágil, eso tenía que reconocerlo. Ágil como el demonio y tan rápida con los sellos que seguro que hasta un Uchiha le costaría seguirlos con sus ojos. Ella supo cómo responder. Había llegado el momento. Pero, de pronto, un tercero en discordia hizo acto en escena. Un hombre brutal, de esos que llegaban sin avisar arramblando con todo, quiso reventarle el cráneo con un martillo.
El martillo hendió un rastro de neblina que apareció en lugar de Yui. Su figura parpadeó en el borde del techo, al lado contrario de la abertura que había creado Kuroyuki, para luego parpadear por segunda vez en el suelo, a veinte metros de distancia, y una tercera otros veinte más adelante.
—Morid, hijos de puta.
La cabeza del clon surgió desde el agujero del techo. En él tenía dibujada una sonrisa sádica. No atacó. No avisó. Tan solo se suicidó.
¡¡¡¡¡BOOOOOOOOOOMMMMM!!!!!
Fue algo tan bestial que solo podía compararse al poder de una bijūdama. Una explosión que arrambló con todo a cincuenta metros a la redonda, y que dejó ensordecido los oídos de todos los presentes. Pero sobre el ensordecimiento, sobre los chillidos y la confusión, la voz de Yui se alzó.
—¿¡Y vosotros me traicionáis por eso!? —rugió, señalando la nave reducida a polvo sobre la que momentos antes se encontraba—. ¡¿Dónde está vuestro líder?! ¡Veo a sus ninjas, agazapados y demasiado asustados como para enfrentarse a mí! ¡Vi a sus Generales! ¡Os veo a vosotros! ¡Y aquí estoy yo! ¡SOLA! ¡SIN NADIE! ¿¡Y ni siquiera así Kurama se atreve a dar la cara!? ¡¿Ese es el líder que habéis escogido?! ¡¿Uno que se esconde continuamente tras cuerpo humanos!? ¿¡Uno que envía a sus Generales a luchar contra mí en vez de enfrentarse cara a cara conmigo!? ¿¡ESCOGÉIS A UN COBARDE POR ENCIMA DE MÍ!?
Qué vergüenza. ¡Qué bochorno!
- PV:
360/500
–
- CK:
44/270
–
-42
–
-100
–
- Daños: 150PV/explosión (50 metros de radio)
- Acciones ocultas:
-Técnicas: Shunshin no Jutsux3, explosión del Jōki Bōi
El cuerpo de Takeshi oscilaba con cierta brusquedad por debajo de ella, con cada batida de alas. Pero, en aquellos instantes, lo último que le importaba a Ayame era su comodidad. Se permitió el lujo de girar la cabeza una última vez hacia su espalda: los enormes rascacielos de Amegakure se hacían cada vez más pequeños en el horizonte. Y no pudo evitar pensar en su familia. Zetsuo y Kōri habían decidido dejarla a solas en su habitación, viendo el estado en el que se encontraba. ¿Cuánto tardarían en darse cuenta de su ausencia? ¿Qué harían cuando lo hicieran? Tragó saliva de solo pensarlo. Pero volvió a mirar hacia el frente. Hacia un destino ineludible.
Surcaban los cielos a toda velocidad, a toda la velocidad que Takeshi era capaz de alcanzar. Ayame le había pedido que utilizara uno de sus movimientos instantáneos para atravesar la entrada de Amegakure sin ser detectados, pero ahora se valían sólo de sus alas. Pero estaba claro que el destino no estaba por la labor de facilitarles la labor. Cada vez que se dirigían más hacia el norte, las nubes habían vuelto a ocultar el sol y ahora las rachas de viento helado les golpeaban sin piedad. Ayame jadeó, sintiendo el ardor en sus mejillas y sus manos enterradas en el plumaje del ave. Intentó inclinarse sobre el cuerpo de Takeshi, buscando algo de calor, pero era inútil. Calaba a través de ella y de sus ropas, y la atería con despiadada crueldad.
«...Muy bien, muy bien. Pero allí arriba hace mucho frío, y más conforme nos acerquemos al norte. Lo siento, pero no quiero congelarme los pezones. En Yukio hace tanto frío que podríamos rayar los cristales de las ventanas...»
La voz de Amekoro Yui resonó en su mente como el eco de un lejano recuerdo, inundándole los ojos de lágrimas. Pero las lágrimas se congelaban de forma casi instantánea, y la kunoichi tuvo que parpadear varias veces, dolorida por el tacto de las partículas de hielo en sus pestañas.
«Por favor, Amenokami... Nunca te he pedido nada... Pero... Permíteme llegar a Yukio... Tengo que salvarla. Tengo que salvar a tu hija. A tu Tormenta... Pero no puedo hacerlo sola.»
Amekoro Yui había sugerido ir en ferrocarril a Yukio precisamente por aquel frío, pero en aquellos instantes no era una opción volver a tomar el tren hacia el norte. Si la primera vez habían conseguido drogarla para hacerla dormir y secuestrar, a saber lo que harían si la encontraban allí por segunda vez. El ferrocarril no era una opción...
A menos que...
«El ferrocarril...»
—¡Takeshi! ¡Busca las vías del ferrocarril y acércame a ellas! ¡Tenemos que encontrar el tren y acercarnos lo máximo que podamos sin ser detectados!
26/07/2021, 17:24 (Última modificación: 27/07/2021, 18:23 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Claro que el martillo no llegó a hendir en Yui, ni siquiera en el espacio donde ella hubiere estado. Hammer desapareció tan pronto como había hecho acto de presencia, y es que la suya era tan solo una presencia metafórica. Una idea. La idea de un tal Hammer, que en realidad se dirigía hacia allí con bastante calma mientras reflexionaba sobre ciertos asuntos.
Kuroyuki había dejado caer una pequeña esfera al suelo y se había tapado la mano con la zurda, que empezaba a formular sellos. El fogonazo de luz que cegó a Yui le sirvió para cortar la distancia con ella. Aferró su cuello con la diestra, y apretó con fuerza para estrangularla, clavándole las largas uñas negras en la piel. Lo hizo sin mesura, asegurándose bien de que al menos le causaba cierta molestia...
...con suerte, la Hōzuki confiaría en sus artes de Hōzuki, claro. Y contra cualquier otra persona, eso hubiera sido un acierto rotundo. Pero no contra Kuroyuki, que en esos instantes terminaba su serie de sellos y aplicaba su mortal jutsu contra la Tormenta.
—¿Y en qué Dios crees tú, ramera? —sonrió Kuroyuki.
Porque tanto si había tocado piel como si había tocado agua, Yui no podría resistir a una congelación súbita. Quedaría bloqueada, rígida. Y Kuroyuki ganaría un tiempo más que necesario.
- PV:
270/270
–
- CK:
382/500
– (-18) (-100)
- CK Kurama:
0/200
–
1 AO revelada: Hammer era un Genjutsu provocado por la técnica Ippan no Genjutsu
¤ Hijutsu: Fukai Tōketsu ¤ Técnica Secreta: Congelación Profunda - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Yuki 70 - Gastos: 50 CK (multiplicable x2) - Daños: 10 PV por turno de la víctima hasta los 70 PV (ver descripción) - Efectos adicionales: Congela a un usuario hasta que la técnica ha causado su daño completo (ver descripción) - Sellos: Cinco sellos específicos de la técnica, con una mano - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Tras realizar los sellos de la técnica y entrar en contacto con el cuerpo del oponente, éste queda congelado por completo, totalmente rígido. Durante este estado será prácticamente invulnerable, pero el hielo le causará daños por abrasión cada turno. Si cuando la técnica acabe los PV del usuario han descendido por debajo de los 0 puntos, éste se rompe como si hubiera estado hecho de cristal.
Para el uso con Hyōbuki no Jutsu:
- x9 Uchigatana
- x20 Shuriken
- x20 Senbon
- x5 Kunai
Portaobjetos, muslo derecho:
- x2 Kemuridama
- x1 Hikaridama
- x2 Antídoto
- x1 Juego de ganzúas
- x1 Esposas supresoras de chakra
- x1 Píldora estimuladora de sangre superior
· · ·
Ayame descendió lentamente hacia las vías del ferrocarril. Allí estaba el tren, de nuevo de camino a Yukio: parecía que aquél era su día de suerte. Bueno, si una ponía en la balanza las cosas, quizás tendría una opinión distinta. Si ella o su halcón aterrizaban en el techo, quizás fuese ese el plan de la kunoichi, no tardarían en recibir compañía. Tres encapuchados con capas impermeables negras treparían desde la ventana con una pirueta, katanas en ristre.
Inmediatamente, uno de ellos se quitó la capa, y el viento se llevó la prenda. Le estorbaba. Le estorbaría para luchar.
Amatsu Yokuna clavó sus ojos claros en Ayame e inmediatamente, tras esbozar una mueca de sorpresa, extendió el brazo derecho impidiendo al shinobi de la derecha actuar. Él también se mostró sorprendido, y retrocedió.
—¿Seguro que es Aotsuki? Aotsuki Zetsuo dijo que...
—¿Ayame? ¿Cómo...? —Habría sonreído al ver a Takeshi. No en vano él mismo dejó que Ayame firmase en el pergamino de la familia. Pero la situación era terrible. Y confusa—. Tranquilos, chicos. Sólo ella podría invocar a ese animal.
Para quienes no estén familiarizados con él., Amatsu Yokuna es conocido como el Cazador entre los shinobi de Amegakure. Gracias a sus habilidades y a su actitud, se especializa en tareas de inteligencia, pero sobretodo en el rastreo de exiliados y otros criminales del Libro Bingo. Es ligeramente moreno y tiene el pelo alborotado, de color marrón claro. Desde detrás de las orejas, dos trenzas atadas con una pequeña goma cerca de la punta descienden y caen sobre sus hombros. Sus ojos son azules, claros, y tiene dos tatuajes bajo los párpados de color rojo.
Ayame conoció a Yokuna en una peligrosa misión en el Bosque de Azur. Y fue quien introdujo a la muchacha a su Pacto de Invocación con su familia de halcones.
El Cazador no solía rodearse de otros ninjas. Su presencia allí sin duda significaba algo. Y más después de haber escuchado el nombre de su padre.
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El fogonazo penetró sus pupilas con la delicadeza de una daga oxidada. Sus párpados se cerraron en un acto reflejo de protección, pero ya era demasiado tarde, el mundo a su alrededor se tiñó de tinieblas, y por lo que alcanzó a comprender, había sido engañada por un Genjutsu. Ah, nunca le habían gustado aquellas triquiñuelas.
Justo después sintió una mano aferrándose a su cuello, las uñas clavadas en su piel. Ayame le había contado del poder particular de aquella zorra. Sonrió. Más le hubiese valido tratar de estrangular la garganta de un volcán en erupción. Más le hubiese servido tratar de aferrar un relámpago en el aire. Una persona cuerda debe saber que si introduce la mano en la boca de un león, habrá consecuencias. Una persona sensata ha de imaginar que si mete la mano en la boca de un cocodrilo, habrá un precio a pagar. Por alguna extraña razón, Kuroyuki pensó que podía tocar las nubes de tormenta y salir impune.
«En ninguno», era la respuesta que quería darle a su pregunta. «Nunca fui fan de los Genjutsus.» De ningún tipo o forma. Pero no tuvo tiempo para decírselo.
Todo pasó en una milésima de segundo. Como esa luz en el cielo que se ve justo antes de retumbar el trueno. Alguien terminaba los sellos a una mano. Ella levantaba la suya. Un movimiento. Solo uno, de abajo arriba, como si hubiese desenvainado una katana y pretendiese lanzar un tajo en el mismo movimiento. Bueno, sin el como, porque fue tal cual. La mano de Yui empuñaba un ōkunai a mitad del recorrido, y el tajo fue tan brutal que cercenaría el brazo de su agresora, en algún punto intermedio entre la muñeca y el codo.
¿A tiempo para interrumpir la congelación? En aquel preciso instante, todavía no lo sabía. Pero lo que sí sabía era esto: cuando tocas a la Tormenta, debes estar dispuesta a pagar el precio.
- PV:
360/500
–
- CK:
176/270
–
-30
–
- Daños: Ōkunai: 50PV/Corte
- Notas: Regenero los 20CK del turno anterior.
-Técnicas:
¤ Ura Suika: Hagane Geijutsu ¤ Hidratación Inversa: Arte del Acero - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Hozuki 70 - Gastos: 0'6*Gasto superior del arma a crear o licuar - Daños: - - Efectos adicionales: Crea copias de cualquier arma del repertorio del juego o las destruye - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Amekoro Yui ha dominado la técnica estrella de su clan, y es capaz de aplicarla sobre otras moléculas ajenas a su cuerpo. Gracias a sus particularidades habilidades, puede transformar el agua de fuentes cercanas, o de su propio cuerpo si tiene activo el Suika no Jutsu, en copias perfectas de cualquier arma. También es capaz de convertir en agua cualquier arma que toque con las manos.
Takeshi aminoró la velocidad y comenzó a planear con suavidad. Los ojos del halcón y de Ayame buscaban con desesperación el rastro de las vías del ferrocarril, y no tardaron en encontrarlo.
—¡Allí! —exclamó Takeshi, señalando con su pico al frente.
Y la suerte parecía sonreírles por primera vez: el ferrocarril rugía sobre las vías, camino hacia el norte. Ayame no creía que algún día se fuera a alegrar tanto de verlo.
—¡Acércame! ¡Tengo que saltar sobre él! —le pidió al halcón.
—¿Estás segura? ¡Podrías hacerte daño!
—¡No hay otra manera! ¡No aguantaré el viaje hasta Yukio sobre tu lomo!
Takeshi no puso más objeciones y agitó con fuerza sus alas. Se colocó a la par del tren y, con sumo cuidado, trató de acercarse al máximo posible mientras mantenía la misma velocidad que el vehículo.
—¡No voy a poder acercarme más! ¡Ten cuidado!
Ayame asintió, apoyando sendas manos en el lomo de Takeshi y encogiendo las piernas para ponerse de cuclillas sobre él. Sólo tendría un intento. Tenía que medir con mucho cuidado la fuerza del salto y el momento de utilizar su chakra para pegarse al techo del ferrocarril como si de una salamanquesa se tratase. Pero no había otra manera, y Yui la necesitaba. Necesitaba que no la fastidiase también allí. Por eso, tras respirar hondo un par de veces, Ayame se lanzó del lomo de Takeshi, que se hizo a un lado y empezó a disminuir la velocidad de su vuelo, y aterrizó con pies y manos sobre la enorme máquina. Estuvo a punto de resbalarse, pero el chakra hizo su función de ventosa y la adhirió al metal. Ahora sólo tenía que...
—¡Cuidado! —la advirtió la voz de Takeshi a su espalda.
Y Ayame pegó un brinco cuando vio a tres figuras encapuchadas treparon al techo del ferrocarril desde las ventanas de los vagones que quedaban debajo.
«Maldita sea... ¿Ya me han descubierto?» Pensó, chasqueando la lengua con fastidio. Pero estaba preparada para luchar, la mirada de sus ojos así lo demostraba.
Uno de ellos se quitó la capa, que el viento recogió y se la llevó lejos de allí. Ayame tensó todos los músculos del cuerpo a verlo, preparándose para moverse. Pero entonces uno de sus compañeros extendió el brazo para retener al shinobi, que retrocedió con una mueca de sorpresa.
—¿Seguro que es Aotsuki? Aotsuki Zetsuo dijo que... —preguntó el que se había quitado la capa.
—¿Ayame? ¿Cómo...? Tranquilos, chicos. Sólo ella podría invocar a ese animal.
—Yo... ¿Yokuna-san? —preguntó Ayame, con los ojos abiertos como platos al reconocer al Cazador.
—¡Maldita sea, qué susto nos has pegado, viejo! —graznó Takeshi, que en aquellos instantes volaba sobre sus cabezas.
—Yokuna-san, ¿qué estás hac...? —Hacía eones que no le veía, concretamente, desde que le dejó firmar el pacto con la familia de halcones de Sora-su, tiempo atrás. Pero, en aquellos instantes de desesperación, su presencia era más que bien recibida. Por eso, interrumpió su pregunta sacudiendo la cabeza y se acercó a él entre largas zancadas—. ¡Yokuna-san, necesito tu ayuda! Tengo... ¡Tengo que ir a Yukio urgentemente! ¡Tengo que sacar a Yui-sama de allí, está en grave peligro!