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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
-¡Yotita!-

-¡Yota!-

Aquellas dos simples palabras fueron una sensación de alivio tremenda para el nivel de estrés que estaba soportando. Eran muy familiares. Demasiado como para que pudiera confundirlas, pese a la confusión que me había provocado aquel maldito caos. Me di la vuelta ipsofacto y ahí estaban ellas, magulladas y con algún que otro corte producto del golpe que les había producido el impacto del peñasco y el consecuente vuelo.

-¡Mamá! ¡Setsuna-sensei!-

Quise correr hacía ellas pero algo me lo impidió.

Fui golpeado, mi hombro fue rajado y noté un fuerte tirón en mi coleta. Para cuando quise girarme para ver qué pasaba ya estaba suspendido en el aire en dirección al centro de la arena.


-¡NOOOOOOOOOO!-

Fui lo único que llegué a percibir para darme cuenta de que estaba envuelto en una situación de extremo peligro. Trataba de revolverme, liberarme de las ataduras de aquella zarpa marron tan gruesa pero era en vano. Instantes después vi la muerte delante de mis narices, mirandola sin aparente miedo — aunque todo era pura fachada — y la desafiaba mirándole a los ojos.

-¡Que me sueltes maldito monstruo!-

Sí, me soltó. Pero no en el lugar donde una cabría esperar, o mejor dicho desear. Lo hizo en el interior de sus fauces. Me acababa de convertir en su puto tentempié.

En un acto reflejo saqué el kunai de mi portaobjetos y antes de descender pro su garganta trate de clavarlo donde pude con el claro objetivo de no viajar hasta una muerte segura.

*Lo logré*

Y lo había hecho en un primer momento pero el filo de aquel arma era demasiado pequeña como para que sirviese de buen anclaje y finalmente descendí irremediablemente. Cada vez era más oscuro y al final me llevé el inevitable golpe.

Alguna que otra vuelta de campana, hice un poco la croqueta y luego a la cabeza, golpeando previamente a la placa metálica de la bandana que tenía colocada en la frente.

En un primer instante estaba algo aturdido por el propio golpe. Además, trataba de asimilar lo que acababa de ocurrir, ¿De verdad iba a morir tan joven?

*Joder, joder, joder...*

Entre bufidos, saliendome el corazón por la boca y los pulmones prácticamente hiperventilando me incorporé. Algún que otro quejido se escapó también y para más inri no veía más allá de unos pocos metros, puede que incluso menos. Además esa sensación... ¿Qué diantres era aquello? ¿Estaba flotando?




-ME CAGO EN MI PUTA VIDA-



Sabía que tratar de calmarme iba a ser prácticamente inútil y no podía quitarme de la cabeza aquella imagen, mirándole a los ojos a aquella bestia de los infiernos y después como me comió.

Debía estar muerto ya. Y lo peor de todo, había fracasado. Había decepcionado a la Kuromibojin. Así que aquello era justamente lo que me merecía.
[Imagen: K1lxG4r.png]

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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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#32
Si hubiese tenido la cabeza alzada, habría podido ver que Shiona se giraba hacia ella con lentitud. Si hubiese tenido sus ojos clavados en la líder de Uzushiogakure, podría haber sentido la relampagueante ira que destellaba en sus curiosos ojos purpúreos. Sin embargo, no era así, y, antes de que pudiera siquiera de terminar su ruego, la orden de la Uzukage laceró sus oídos como un auténtico latigazo.

—Largáos de aquí, genin, no lo repetiré una vez más. ¡¡LARGO!!

Ayame se encogió sobre sí misma, arrancada del escaso coraje que había conseguido reunir. A su espalda, Datsue se reincorporó y no tardó en intentar salir por patas. Sin embargo...

—¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, CHICO DE TAKI!! Te tenía más respeto, jinchuuriki de Ame.


«Deja de llamarme así... Soy Ayame...» Se mordió el labio inferior, profundamente herida en su orgullo. Sentía ganas de replicar, sentía ganas de seguir luchando, sentía ganas de luchar por el derecho de Datsue por seguir siendo un niño normal y corriente y no el Jinchūriki de Takigakure, como ella lo era de Amegakure. Pero acababa de reparar en que no era más que una hormiga tratando de resistirse al designio de los shinobis más poderosos de todo Onindo. Y, mientras tanto, el Ichibi seguía sembrando el caos entre las gradas y el público.

¿Qué podía hacer alguien como ella? ¿Qué era lo que debía hacer?

—¡Cuidado!

Algo la empujó bruscamente hacia un lado, y Ayame gimió dolorida cuando su cuerpo dio con la arena. Aturdida como estaba, le costó algunos segundos comprender que el Kawakage acababa de salvarles a todos de resultar aplastados por la garra del monstruo. A todos, menos a un chico de cabellos rubios que ahora se debatía por liberarse.

«Vamos a morir todos... Va a pasar lo mismo que en Kusagakure...»

Algo pareció estallar en el interior de Eri, y la onda de choque repelió a todos los que se encontraban allí presentes. Sin embargo, Ayame seguía de pie, con sus cabellos y sus ropajes ondeando al son del viento repentinamente levantado. Por su mente pasaban los rostros de sus seres más queridos: su padre, su hermano, su tío... Daruu... Aquella extraña energía la inundó con violencia, estalló en su pecho y se liberó como una auténtica onda que se extendió por todo su cuerpo y le puso la carne de gallina. Como aquella vez en la mansión abandonada, volvía a sentirse poderosa, llena de un poder inexplicable. Capaz de realizar cualquier cosa.

Y, sin embargo, no había sido la única que había experimentado aquella sensación. A pocos metros de ella, el cuerpo de Eri se había recubierto de una capa de energía que bullía desde cada poro de su piel y su gesto inocente se había transformado en una mueca salvaje y feral. Sus párpados inferiores se habían inyectado en sangre y sus ojos estaban fijos y llenos de temor en el muchacho que el tanuki había conseguido atrapar.

«No puede ser... ¿Ella también es...?»

Eri le devolvió la mirada, y vio en sus facciones la misma sorpresa que la inundaba a ella. La chiquilla de Uzushiogakure se miró las manos. Ayame hizo lo mismo, y aún así se sorprendió al verse las suyas propias envueltas por aquella energía. No comprendía qué era lo que estaba pasando, pero antes de que pudiera pensar al respecto, Eri se lanzó a la carga.

Y Ayame la siguió.

En cuestión de segundos, ambas llegaron hasta el cuerpo del bijuu. Eri se impulsó y saltó hacia la garra del Ichibi, mientras que Ayame se limitó a ascender hasta una posición cercana a su abdomen y retrajo su puño derecho. Con su técnica de la hidratación activada y la potencia que le proporcionaba aquella extraña circunstancia, bombeó el agua directa hacia los músculos de su brazo.

—¡SUÉLTALE! —bramó, en el momento en el que su brazo impactó como un martillo hidráulico contra el vientre del Ichibi.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#33
Su cabeza no paraba de dar vueltas, realmente se había dado un golpe bastante fuerte en la cabeza al caer desde las gradas, pero al menos podía caminar, y aquello era todo lo que necesitaba para poder ayudar en quel momento a las dos personas que más quería y que realmente necesitaban su ayuda, sus padres.

No pararon de caminar, quizás a un ritmo lento, puesto que su padre era de una tamaño bastante mayor al suyo y al de su madre, por lo que cargaban con él con bastante dificultad. El ambiente, además, no ayudaba para nada. Un fuerte olor a hierro inundaba aquel angosto pasillo, proveniente de la sangre que habían derramado la incontable cantidad de cuerpos que allí yacían, unos desmembrados, otros atravesados y otros, simplemente aplastados por enormes pedazos de aquel estadio que se había derrumbado tras la aparición de una enorme criatura. Apenas había podido verla, pero sabía que era enorme, de eso no cabía ninguna duda.

Desde el pasillo en el que se encontraba, podía escuchar todo el alboroto que había montado fuera, probablemente tratando de aplacar la furia de aquel monstruo, aunque había una cosa que lo calmaba, los tres kages estaban allí, seguro que ellos podrían hacerse cargo de eso.

''Pero... ¿Y si no?''

Riko trataba de forjar un plan para poder sacar a su familia de allí, su deber, como buen shinobi era el de ayudar a los demás, pero.. ¿cómo iba a hacerlo un simple niño en una situación como aquella? Si se acercaba al bicho moriría, y si trataba de llegar a la zona de las gradas había un alto porcentaje de acabar muerto también. ¿Qué debía hacer?

''Espera... ¿Eso es la salida?''

Una luz comenzaba a iluminar levemente el pasillo, dejando entrever los alrededores del estadio. Si, lo habían conseguido, podría poner a salvo a su familia, pero...

''¿Qué? Hay un tipo allí, ¿por qué no entra y ayuda a sacar a los heridos?''

Riko y su familia se acercaron un poco más, hasta que pudieron ver con claridad al extraño hombre que se encontraba rebuscando algo en un cuerpo que, desde la distancia a la que se encontraba Riko, parecía inerte.

El cuerpo... Es... Un ANBU de la Villa... — Dijo su padre, que había podido diferenciar el cuerpo desde una distancia mayor que Riko.

El joven rastas miró a su padre, incrédulo. ¿Qué estaba haciendo un encapuchado rebuscando en el cuerpo sin vida de un ANBU de Uzushiogakure? Tenía que hacer algo, ¿pero qué?

Vale, no creo que salir los tres sea la mejor idea... — Comenzó Riko mirando a sus padres, que asintieron dándole la razón. — Está bien... Yo salgo, quedaos vosotros aquí, y no dejéis que os vea, ¿entendido?

Su madre iba a rechistar, pero Riko no la dio tiempo, pues soltó el cuerpo de su padre, dejándola sola al cargo, y echó a andar en dirección hacia el extraño encapuchado, rezando y deseando porque aquello no fuera más que un malentendido, aunque no era tan optimista. En apenas varios segundos se plantó en las afueras del estadio, a una distancia prudencial del extraño.

¿Qu-Qué estás haciendo? ¿Has matado tú a ese hombre? — Era una pregunta estúpida, claramente no le iba a contestar con la verdad, y si lo hacía, Riko tendría un grave problema, si había matado a un ANBU, no quería ni imaginar lo que podría hacerle a un pobre genin.
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~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»
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#34
Se habia plantado en el sitio más peligroso del lugar, unicamente desbancado por el lugar en el que se encontraba Yota, y le habia tendido la mano a la peliazul para salir de alli cuanto antes. Y desde ese lugar esperó la respuesta de la kunoichi, esta parecia confusa, tras unos segundos reaccionó, se giró hacia donde se encontraban los kages y pronunció las únicas palabras que habian llegado al cerebro del rubio.

¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!

¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!

¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!

Le acababa de ignorar completamente, ni una mirada, ni una palabra, nada. Habia preferido preocuparse por aquel tal Datsue que irse con él. No habia una sola forma en el inmenso universo en el que vivian de describir lo que sintió Nabi en ese preciso instante. De repente, él ya no era necesario en ese mundo. Aunque ¿acaso no se lo merecia? ¿no se encontraba ante la recogida de lo que habia sembrado desde que piso aquella villa años ha?

Sus ojos se tornaron negros, como siempre habian sido, como siempre debieron haber sido. Antes de poder decidir nada, los gritos de su propia kage captaron la atención del enorme mapache mutante lleno de chakra que estaba propagando la destrucción por el lugar. Una de sus garras se dirigió a la zona en la que se encontraban, por suerte, el kage de la cascada logró poner a salvo a todos, excepto al shinobi más ignorado de lugar. Una lagrima rodó por su mejilla, y dejó de ser él. Porque él dejó de ser necesario.

El salvaje bijuu agarró al rubio con su zarpa y lo alzó en alto. Por suerte, el bicho no tenia intención de aplastarlo, porque sino ya seria una sopa de sesos e intestinos, tenia unos breves instantes entre que lo mirara y se lo comiera o lo tirara o hiciera lo que fuera a hacer con él, en el 99% de las opciones acababa muerto. Y allí, apretujado por una extremidad de un mapache gigante y muchisimo más poderoso que cualquiera de los ninja que habia conocido, tuvo la certeza de que su vida llegaba a su fin.

Nada que se pudiera comparar a nada que hubiera vivido hasta el momento, la otra vez era un humano, un igual, a pesar de que se sintiera incapaz, era consciente de que el único impedimento era psicologico. Ese pequeño bache mental que te dice que matar humanos está mal.

Esta vez, la diferencia era abismal e innegable. ¿Qué iba a hacer contra un ser de leyendas y mitos? Solo sujetandolo ya le dificultaba la respiración, era totalmente incapaz de mover sus manos para alcanzar sus armas o hacer sellos.

Pasa algo interesante cuando aceptas el hecho inevitable de que vas a morir, cambias el objetivo de la supervivencia por el de no morir en vano. Hacer algo digno, por lo que ser recordado al morir, partir un bijuu en dos seria un hecho más que remarcable, aunque dejes tu vida en ello. Nabi no aspiraba a tanto, si lograba detenerlo unos segundos con su único jutsu que no necesitaba sellos.

El sharingan era un jutsu extraño, el chakra canalizaba la sangre a los ojos, o la sangre canalizaba el chakra y se activaba. Ya habia intentado forzarlo otras veces, pero ni su chakra ni su sangre parecian preparados para dar ese paso y cuando empezaba a dolerle paraba. Esta vez no pararia.

A duras penas consiguió levantar el dedo indice y corazón de una mano, con ese simple sello intentó mover cada apice de energia de su cuerpo hacia sus ojos. Normalmente, el sharingan solo cambia de color el iris, que se tiñe de rojo con pequeñas comas orbitando alrededor de la pupila. Sin embargo, la enorme presión ejercida por todo su chakra sobre ellos hizo que las venas oculares empezaran a crecer y a enrojecer aún más sus ojos. Si hubiera tenido las manos libres se los hubiera arrancado, pues le ardian como si detras del globo ocular hubiera acero al rojo vivo. Decenas de lineas rojas recorrian su esclerótica hasta llegar al circulo carmesí donde por un instante, las dos comas se juntaron hacia un lado dejando sitio para la aparición de una tercera, pero era demasiado tarde. Una de las venas reventó y la sangre empañó por completo uno de sus ojos. Del dolor y el esfuerzo, además del fuerte agarre del bijuu, el rubio vació su estomago en la mano del bicho.

Rendido, echó la cabeza hacia atras, a punto de perder la consciencia. Con la cara llena de sangre y la boca con sabor a huevo revenido, Uchiha Nabi se rindió. Al bijuu, a su vida, a Hozuki Namiron. Ese maldito Hozuki rubio habia ganado sin hacer nada. El único ojo que podia abrir lo tenia clavado en el cielo, no veia ninguna masacre ni tragedia. Veia las nubes, moviendose con su lentitud habitual. Y eso fue lo último que vio, unas apacibles masas gaseosas a una distancia gigantesca de él, moviendose mucho más rapido de lo que él pensaba.

A partir de aqui, Nabi está inconsciente y esto no tiene absolutamente ninguna relevancia para la trama bijuual. Lo pongo porque sí tiene que ver con mi pj, pero aparte porque se me ha ido la olla.
Sin embargo, su cerebro seguia teniendo energia de sobra que queria malgastar. Nabi se encontraba en una oscuridad intangible y eterna. Bajo la mirada a sus manos, las cuales sentia libres, para su asombro, pero no vió nada. No habia ningún tipo de fuente de luz en todo su alrededor. Empezó a girar sobre sí mismo para asegurarse, aunque era raro porque nada cambiaba en su campo de visión. Tenia los ojos abiertos y parecian estar bien, no sentia ni rastro del dolor que sentia hace unos segundos, porque... habian sido unos segundos ¿no? Se llevó la mano a la cara para asegurarse que nada le impedia la visión y no tenia absolutamente nada obstruyendole.

Qué patetico

Una voz proviniente de su espalda le hizo pegar un buen salto, su figura habia perdido toda la seriedad e inamovilidad que tuvo en su momento, ahora estaba realmente con los sentimientos a flor de piel. No tenia ni idea de qué estaba pasando, ni siquiera pensaba nada porque no sabia qué pensar. Se giró lentamente como quien escucha pasos a su espalda en su casa del lago a medianoche. Y allí estaba, un extraño rubio de ojos marrones apoyado en un extraño baston de madera que no habia visto en su vida. Lo veia gracias a que parecia brillar con luz propia, sin necesidad de una fuente de luz, él transmitia su imagen directamente a los ojos de Nabi de alguna manera.

No le digas esas cosas, le estas asustando.

La imagen de una joven pelirrosa se encendió al lado del rubio, por cada lado de su rostro caian un par de mechones de pelo rojo carmesí, le sonreia calidamente y sus ojos verdes le miraban a los suyos, negros carbón. El shinobi, confuso, volvió a mirarse las manos, se frotó los ojos, pues seguia sin verse, pero ellos le veian y él los veia a ellos.

Seras gilipollas, claro que no puedes verte, te falta tu luz.

Otro rubio apareció al otro lado del primero, tenia extraños simbolos dibujados por la mitad derecha de su rostro, y sus ojos eran de un azul electrico muy penetrante.

Estoy flipando, en colores, nunca mejor dicho. Tengo que salir de aqui, el bijuu, Eri...

Las imagenes de lo sucedido acudieron a su mente, pero lo que detuvo su hilo de pensamiento fue una calidez humeda en su pie derecho, bajo la mirada para ver a un bicho peludo de un color carmesí increible para un perro. El can acabó su faena e hizo el gesto de tirar arena con las patas traseras sobre el pie derecho en el que acababa de satisfacer sus necesidades urinarias.

Me acaba de mear un perro en mi propia alucinación, el colmo de lo patetico.

¡Skuarry! Eso no se hace.

Un ladrido fue su única respuesta antes de acercarse a la muchacha, quien lo levantaria y se lo colocaria en la capucha de su camiseta. La imagen de la única femina del lugar se desvaneció tras intensificarse durante un instante, como un flash.

Tu luz, Uchiha Nabi-san.

Tiene que haber algo más allá de tu sangre que te separe del resto de la gente. Algo único. Si no tienes nada que te separe de cualquier otro Uchiha, eres un desperdicio y no deberias existir.

Alzó el brazo en alto, en el cual se podian apreciar los mismos dibujos que le atravesaban medio rostro, estos se tornaron amarillos y varios rayos atravesaron su brazo. De nuevo, tras un flash, su imagen se desvaneció ante los incredulos ojos del Uchiha.

Eres un caracaca, caracaca, caracaca

No estaba entendiendo nada, ¿quienes eran esas personas? ¿Eran Hozuki Namiron riendose de él? Porque tanto rubio era sospechoso.

Lo mejor sera andar hasta encontrar la salida de este sitio.

Sin embargo, se habia olvidado que aún quedaba uno de aquellos extraños entes. En cuanto abrió los ojos se lo encontró enfrente suyo, estaba claro que estaba decepcionado con él. Tenia en su rostro la misma expresión que puso él con aquel shinobi borracho de Takigakure.

Ya tenia claro que no me iba a encontrar con ningún genio, porque, bueno, ya has visto a estos dos, más cortitos que el preservativo de un gnomo. Pero has superado mis expectativas, ni siquiera te has dado cuenta de que te has visto el pie.

Volvió a dirigir su mirada al pie, y lo pudo ver, igual que veia a esos chicos, como si su mismo pie y el pis de perro que lo cubria mandara la luz directa a sus ojos. Sin embargo, no veia nada más allá de su tobillo.

Entonces, ¿es la orina de perro lo que os hace brillar así?

El otro muchacho se llevo la zurda a la cara a toda prisa, haciendo resonar el sonido de su mano y su cara encontrandose por todo el lugar. Inspiró y exhaló aire profundamente, varias veces.

No, en el momento en que el perro te orinó estabas pensando algo. Ese algo es tu luz. Es lo que te hace capaz de ser diferente, es lo que te diferencia de los malos. Tu y yo y todos los shinobis, somos asesinos, Nabi. ¿Qué es lo que nos diferencia de los malos? ¿Qué hace que no uses tus habilidades para tus propios intereses? ¿Qué es lo que te hace querer ser bueno? Nadie es altruista, Nabi.

Estaba pensando en el bijuu, ¿el bijuu es mi razón para ser bueno?

Me cago en todas las piedras del mundo. ¡LA CHICA, JODER!

¿Eri? Eri me odia

¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!

¿Y eso te va a parar? Uy, te odia. Quedate aqui y lloraremos nuestras muertes juntos. Deja que un estupido shinobi de Takigakure se lleve a la chica. Total, hasta uno de esos es mejor que un Uchiha ciego. Perdón, un Uchiha ciego, cobarde y, no sé, cualquier otro improperio que se te ocurra.

¿Pero de qué coño me estas hablando? ¡Me ha matado un bijuu!

Solo estas inconsciente, te estoy diciendo que tienes que cambiar. Si mueres, pues mueres. Pero no puedes vivir como un muerto. "Hay que estar serio hasta el dia de la muerte" "Viva la rectitud". Espabila, hombre, tienes traumas, como todo el mundo, el chico que estaba a mi lado hace un instante fue torturado y ahora porta consigo la peor maldición del mundo, y miralo, más feliz que una perdiz. La chica ha vivido toda su vida mejor de lo que ha querido, y ahí estaba, tan contenta. Yo nunca fui aceptado por mi familia y perdí al único miembro de la misma que lo hizo, y no voy llorando por las esquinas. Y tú tienes algo que ninguno de nosotros tuvimos y lo estás desperdiciando.

Mira este sitio, es deprimente. Esto es tu mundo interior, cualquier otra persona lo tendria teñido de colores alegres, lleno de todas las personas que le rodean. Tú lo tienes más negro que el sobado de un grillo. Eres un Uchiha, tras tu condena a ver sangre dia sí dia tambien, tienes en tus venas la capacidad de amar a una persona más de lo que jamás nadie podra. Todo ese odio que destilas no es más que odio hacia ti mismo, porque estas dejando escapar a esa persona. Hoy lo has sentido, al ver a aquel bijuu, al ver todo el caos solo has pensado en una cosa. Y no ha sido "Joder, voy a morir, mejor me reviento los ojos a ver que pasa".

Todo lo negro que ves, son tus recuerdos. Los has ocultado por temor a tus traumas, por temor a la sangre derramada, por temor a que de verdad seas un asesino. Liberate de toda esa mierda. Aqui y ahora, jurame que lucharas toda tu vida para pasar un dia más al lado de Mizumi Eri.


Los ojos invisibles de Nabi se llenaron de lagrimas, pero ninguna parecia dispuesta a ser la primera en salir. La ignoración de Eri le habia roto el corazón, el bijuu le habia roto los huesos y aquel extraño muchacho le habia roto el espiritu. No quedaba nada de él y, sin embargo, se sentia capaz de reinventarse. Pero...

¡PERO YA ES TARDE!

Antes de contestarle, alzo el baston y le propinó tal bastonazo en la cabeza que Nabi cayó al suelo al instante.

¡QUE ME LO JURES, ME CAGO EN TU ESTAMPA!

¡Que sí, joder, que te lo juro!

Finalmente, por arte de bastonazo, las lagrimas abandonaron el nido, pero la fabrica seguia en marcha y rapidamente un montón más se sumaron a la causa que defendian. Cada una de ellas, una vez tocaba el suelo abria un boquete de luz extremadamente brillante para quien llevaba años sumido en la oscuridad. Tras aquella luz, un niño rubio y una niña peliazul jugaban sin tantas paranoias ni tantos bijuus. Y así, un shinobi imbecil y reconcomido por sus demonios despareció para siempre, para dar a luz, algo más. O para morirse, a ver el master qué tal.
Nabi
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#35
El joven de Uzushiogakure hacía lo posible para mantenerse unido al suelo con su chakra, pero la situación no era tan simple como para que aquello bastará. Las personas se movían casi al unísono, con una fuerza y una brutalidad que solo podían ser proporcionadas por el más primitivo de los miedos… El miedo a morir.

Parecía que todo había ocurrido en un instante; Primeramente estaba disfrutando de un combate que en cierto punto llegó a ser hasta hilarante, pero de pronto el mundo se había convertido en una vorágine de puñetazo, codazos y rodillazos que parecían tener como objetivo su cuerpo.

«Esto es malo… Tengo que salir de aquí.» Era su única opción, pero no sería fácil.

Su conciencia comenzaba a tambalearse y en cierto punto sus rodillas cedieron y se encontró cayendo al suelo. De pronto sintió como si un río de piedras se estuviera llevando su cuerpo, casi como si quiera despedazarlo, tal como un deslave hace con los pobres árboles que se cruzan en su camino. Mientras trataba de girarse, un chico saltó por encima de él con la suficiente fuerza como para romperle la nariz. Podía sentir la sangre fluyendo hacia su pecho, por sobre sus ropas, y como su cuerpo era zarandeado de un sitio a otro, como caía sobre una persona y como era levantado para ser arrojado de nuevo. Ya no podía percibir a Juro, pero no era descabellado pensar que había tenido la misma suerte que él.

«No puedo permitirme morir aquí…» Hizo acopio de todas sus fuerzas y se levantó.

Si no podía ir en sentido contrario a la marea humana, tendría que ir junto con ella e ir abandonandola de a poco. Le costaba respirar e incluso estar de pie, pero la fuerza del tumulto era tanta que encontró bastante fácil el solo dejarse llevar.

No supo decir de donde salió, pero un sujeto de enorme dimensiones, con una barriga digna de un jabalí gigante, corrió hacia donde este se encontraba, arrojando a un lado a todas las personas. El joven de ojos grises corrió con la misma suerte que los que estaban a su lado y fue expulsado de aquel río con un fuerte panzazo.

Por fin pudo tomar un poco de aire, sus pulmones y corazón trabajaban a toda prisa. No podía sentir la nariz, pero definitivamente sentía las náuseas y mareos típicos de una lesión como la que tenía. Miro hacia la multitud en busca de su compañero «espero que haya logrado salir a tiempo», pero no logro divisarlo. Lo que sí pudo ver una ligera brecha y algo que llamó su atención de manera inesperada.

En los restos de un asiento había una pequeña niña que se mantenía temblorosa mientras hacía un esfuerzo sobrehumano para esquivar las pisadas. Sin embargo, era evidente que el soporte del puesto estaba por ceder, para dejarla sumergida en una maraña de pies furiosos.

El joven de cabellos blancos no sabría decir porqué, pero cuando vio como la única protección que la mantenía viva se desmoronaba, su cuerpo comenzó a moverse por sí solo. Se zambulló de nuevo en aquella tempestad de miedo y como si su cuerpo fuera una férrea cúpula que protege de las inclemencias del clima, se posiciono sobre aquella criatura, que, aceptando su propia muerte, se había vuelto un ovillo.

«¿Por qué siempre termina haciendo estas cosas, Amo?» Su cuerpo recibió un nuevo aluvión de golpes y de pronto sus sentidos comenzaron desaparecer.

Era como si se hubiera abstraído por completo de aquella situación; No podía escuchar los gritos ni el arrullar de cientos de pisadas. Ni siquiera podía sentir los muchos golpes que estaba recibiendo, ni el cansancio de sus extremidades. Inclusive su vista estaba tornando daltónica y borrosa, como si estuviese en una especie de sueño.

Lo único que impedía que su espalda terminará rota era el que su espada estaba cruzada sobre ella y se llevaba la peor parte de la estampida. Pero aquello poco le preocupaba, lo único que tenía su atención era aquella chiquilla que yacía oculta bajo su cuerpo.

«Una costilla, una vértebra, el cráneo…» Bohimei se mantenía nombrando cada una de las lesiones de su señor.

Kazuma podía oírla, pero aunque era lo único que lograba escuchar, se mantenía indiferente a aquellas palabras. Su cabello se había soltado, y ahora junto con cálidas gotas de sangre se mantenía cayendo por sobre aquella chica. De pronto esta abrió los ojos y, junto con expresión desoladora, fue como si preguntar “¿voy a morir?”

El joven espadachín sintió un poco la necesidad de ser sincero y decirle que no lo sabía, pero sus labios eran incapaces formular palabras… Lo único que pudo hacer en ese momento fue esbozar una ligera y confortable sonrisa. Para su sorpresa, la jovencita, aun con lagrimas en los ojos, le devolvió una trémula y triste sonrisa. «Si mueres, al menos no lo harás sola, pequeña.»

«Una rótula, la cervical, la clavícula...» Y su voz se iba haciendo cada vez más sombría.
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#36
Mantener el equilibrio cada vez se le hacía más y más complicado. Pronto, la muchedumbre había comenzado a guiar sus pasos. Estaba siendo arrastrado hacia su izquierda, y ni si quiera recordaba haber dado un paso a favor de esa dirección.

Un fuerte golpe le mareó. Trató de aferrarse a la camiseta de alguien que tenía delante, un hombre alto de espalda ancha. Sin embargo, ni si quiera eso fue suficiente. Su mano cayó, llevándose con ella un trozo de la camiseta azulada de aquel hombre, y Juro cayó sin remedio.

"¡No!"

La cabeza le daba vueltas. Ni si quiera pudo darse cuenta de que el que se encontraba debajo suyo, era su propio compañero. Él tampoco pareció darse cuenta.

Pronto, sintió una fuerte opresión. Más personas cayeron encima. Estaba dentro de aquella avalancha de gente, y si seguía así, acabaría sepultado entre la multitud. Aplastado por los civiles a los que se supone que tenía que proteger. Era como mínimo, irónico.

"Tengo que salir de aquí. Tengo que salir de aquí"

Pataleó al igual que los que tenía encima, trató de empujarles con toda la fuerza que poseían sus endebles brazos. Entonces se llevó otro golpe, en el pecho, que le dejó sin respiración. Sintió una profunda rabia hacia si mismo. ¡Era un ninja! ¡No podía tener una muerte tan estúpida!

Luego, la rabia paso a volverse desesperación otra vez.

Ausentemente, pensó en que si podía mover las piernas, significaba que no estaban rotas aun. La gente aun no era un gran peso tan grande. Pero si lo suficiente para atraparle.

"Lo siento mucho señor, pero yo tengo que escapar. No voy a morir aquí... Mi hermana esta en alguna parte, esperándome..."

Con toda la rapidez que pudo, y quizá con las pocas fuerzas que tenía, realizó dos simples sellos. Si ellos querían huir y levantarse, Juro les pensaba ayudar.

Una corriente de viento surgiría de la propia mano de Juro, que se situaba sobre la carga que tenía encima. La corriente, por supuesto, no era dañina. Era la única técnica que podía utilizar sin dejarle un cargo de conciencia. Una simple corriente de viento, lo suficientemente fuerte como para apartar a los que tenía encima, y quizá empujar a la gente que se encontraba más cerca. Sin embargo, debido al rango y a la dirección - lo había hecho justamente para apartarles, no con otro objetivo - no esperó lograr mucho con la gente.

Pensó en imponer orden, como el ninja que era. Pero los recuerdos de los pisotones y los golpes afloraron en él. No, él no podía calmar una muchedumbre asustada. El miedo era la peor arma de todas.

Así que, sin poder vislumbrar nada más que así mismo y a la gente, escapó. El corazón le latía a toda velocidad, como un recordatorio de lo que podría haberle sucedido. No pudo localizar a Kazuma entre la multitud.

Aprovechando el momento en que estaba libre, no se lo pensó dos veces. Con el tiempo que había ganado, se apartó de la muchedumbre y saltó, buscando encontrar una zona segura donde poder caer, lejos del tumulto.


¤ Fūton: Shirudoea—Atsu
¤ Elemento Viento: Pared de Aire a Presión
- Tipo: Defensivo/Apoyo
- Rango: C
- Requisitos: Fūton 20
- Gastos:
  • 12 CK
  • 24 CK (Futon 40)
- Daños:
- Efectos adicionales:
  • Puede devolver armas pequeñas, como kunais o shurikens contra su portador, que avanzan durante 10 metros.
  • (Futon 40) La tecnica puede devolver armas grandes, como fuma shurikens, que avanzan durante 8 metros.

  • (Futon 60) Con un dominio mayor, el usuario puede dividir el chorro de aire (Mirar descripción)
- Sellos: Rata → Carnero
- Velocidad: Muy rápida
- Alcance y dimensiones:
  • La técnica avanza cuatro metros al dispararse desde la mano del usuario, midiendo un diámetro de dos metros.

  • (Futon 60) Al dividir el chorro en diferentes direcciones, ambas avanzan dos metros, con un diametro de uno.

Tras realizar los sellos, el usuario extiende una de sus manos, generalmente la derecha, donde acumula chakra, y de esta surge un chorro de aire a presión, que forma un vendaval en una unica direccion. Este se alza en frente del usuario, arremolinándose con tal fuerza que actúa como un improvisado escudo. Este escudo es capaz de desviar y de devolver proyectiles (siempre que el proyectil lo permita) contra su portador. Ademas, es capaz de empujar y de desestabilizar al oponente si se introduce en el rango de la tecnica, impidiendo su ataque,pero sin ocasionarle daños. Esta defensa improvisada tiene una duración momentanea, diseñada para realizarla en el momento, y en ningun caso es util contra ninjutsu.

(Futon 60) Por su gran versatilidad, el usuario puede lanzar un chorro a presion por cada mano, en diferentes direcciones. Estos chorros tienen unas dimensiones y menores que el original.

Hablo / Pienso

Avatar hecho por la increible Eri-sama.

...

Sellos implantados: Hermandad intrepida
  • Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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#37
El acomodador seguía inconsciente pese a que Noemi ya prácticamente le había sacado de peligro, todo gracias a una delicada fémina que decidió sería buena idea aparecerse frente a las dos de Taki con un hermoso puñetazo en la cara de un civil. En otras palabras, Yui solo les terminó dando más trabajo cuando el tipo seguramente se podría haber escapado por sus propios medios. ~Hay que ver el genio de algunos kages… ~Se cuestionaba la rubia sin dejar de marchar con el hombre inconsciente a cuestas.

Lo peor del caso es que la gente en si no le estaba ayudando en nada, no dejaban de golpearla y empujarla y en varias ocasiones la hicieron perder el equilibrio y otras tantas terminó por caerse, sin mencionar las veces que el hombre se le caía y la gente sencillamente le pasaba por encima suponiendo que se trataba de un cadáver así que no sorprendería que para cuando la kunoichi saliera de escena lo hiciera con un empleado muerto.

Las oleadas de civiles que intentaban salvarse habían cesado toda actividad, por lo visto se habían logrado marchar todos o por lo menos los que tomaron aquella vía junto a ella, lo malo era que luego de sacar a ese hombre tendría por fuerzas mayores que regresar a verificar que todos los demás civiles hayan logrado ponerse a salvo o en el peor de los casos llevarse a Ritsuko o algún otro compañero de villa con alguna que otra herida.

Luego de buen rato marchando completamente sola y magullada llegó a una zona del edificio donde seguramente el acomodador no correría ningún peligro a no ser que al tanuki gigante se le ocurra destruir absolutamente todo pero en dicho caso Noemi probablemente moriría en el proceso.

—Ahora a buscar al resto… —Se dijo a si misma mientras se encaminaba una vez más al lugar donde hizo aparición el bijuu, con un poco de suerte el bichejo ese habría desaparecido o algo y la rubia de Taki no tendría que volver a verle.

~Ya no está, ya no está. ~Repetía una y otra vez en su mente mientras corría por los pasillos de vuelta a la arena.
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#38
Efectivamente, una de las cuchillas interceptó el puñal del niño que atacó a Ritsuko, pero este lo asió con tanta fuerza, con tanta rabia, que no cayó al suelo. Quien sí cayó al suelo fue el niño, que al fin y al cabo era un niño. Ritsuko había conseguido hacerle un corte con la otra cuchilla en el pecho, superficial pero sin duda alguna doloroso. El infante cayó al suelo y se tapó el pecho con los brazos, todavía sin soltar el puñal. Sollozando... Llorando...

—¡Te he dicho que no lo mates! ¡Soy tu madre! ¡Deberías hacerme caso!

Ahí es cuando la locura de Ritsuko empezó a incrementar. Ya estaba nerviosa de por sí, con todo lo que estaba pasando... ¡un monstruo enorme lo había destruído todo! El corazón le latía a mil por hora, la visión estaba borrosa, y pronto las voces de su madre le impidieron escuchar lo que sucedía a su alrededor.

—¡Eres una inconsciente, Ritsuko! ¡Has matado a un niño, miralo, miralo, está muerto!

El niño seguía llorando y temblaba ligeramente, pero Ritsuko no tenía la suficiente fuerza de voluntad como para resistirse a las mentiras de su propio cerebro.

—¡¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!! —chilló el niño, que con energía renovada se había levantado de nuevo. Y hundió el puñal bien adentro del vientre de Ritsuko, que empezó a sangrar mientras se ahogaba con las reprimendas de su madre inexistente.

Justo cuando Noemi volvía de evacuar al acomodador y pasaba entre un cúmulo de gente.


···


Tatsuya y Anzu se habían escondido, cada uno a su manera, pero aquellos hombres estaban alerta y eran mucho más expertos que ellos. Otearon la habitación de los baños durante un rato, y uno de ellos, el que había llamado la atención a su compañero, comenzaba a acercarse a una piedra que se le antojó sospechosa.

—¡Tío! ¡Que no va a haber nadie cagando con la que se ha liado, coño! ¡Siempre actúas como un paranoico!

El hombre que se acercaba a Anzu chasqueó la lengua y se dio la vuelta hacia su compañero, pateando el suelo con fuerza a cada paso que daba de vuelta al pasillo.

—¡Actúo como tiene que actuar alguien con tanta responsabilidad a nuestras espaldas! Eres la vergüenza del cuerpo de inteligencia, Tamae.

Dio un tendido suspiro y ambos prosiguieron el paso. Sus voces se apagaban a medida que se alejaban de los baños.

Sólo Anzu, que tenía un buen oído, pudo escucharlos hasta que giraron la esquina:

—Como sea, esto cambia radicalmente la situación ¿no? Ahora no tienen uno, tienen dos. Capturar a uno de ellos iba a ser complicado, pero ahora tendremos que hacerlo a la vez o en un lapso de tiempo muy corto.

—Vaya, de modo que al final no ganaste el puesto en la casa de subastas.

—¡Oye!

—Tienes razón, tienes razón... Si actuásemos en una aldea primero, la otra tomaría medidas preventivas y ya no podríamos echarle el guante al otro después.

—¿Y los samuráis? Ellos todavía tienen al nueve colas.

—No tardará en estar en nuestras manos.


···


Karamaru y Kaido bajaron a interesarse por el pobre Daruu, que se había quedado enmudecido por el dolor.


···


Mitsuki puso la mano en el hombro de la mujer que sollozaba y le sugirió llevarla a un lugar seguro.

Al contrario de lo que en otro universo hubiere sucedido, la mujer no contestó. Se limitó a seguir llorando desconsoladamente.

—¡Ayuda a mis hijos!— gritó desesperadamente mientras la agarraba por el kimono —¡Por favor! ¡Ayuda a mis hijos!— suplicó una vez más. Sí, eso es lo que podría haber pasado. Pero no pasó. ¿Quién ha dicho que eso tuviera que pasar?

—¡Mis hijos, mis hijos!— la mujer soltó a la peliblanca para comenzar a arrastrarse hasta los cuerpos de los niños, Mitsuki la agarró con fuerza para evitar que se alejase y la abrazó, dejando la cabeza de la pobre madre justo debajo de su barbilla —¡Son mi vida... por favor!—. Tal vez luego se sucedieran esos acontecimientos. Pero no lo hicieron.

—¡No por favor, no!— la mujer se zarandeaba con una fuerza impropia de una personas que acababa de perder esa cantidad de sangre, pero Mitsuki se mantenía firme mientras avanzaba esquivando rocas y cuerpos.

Podríamos imaginar muchas cosas.

Pero la mujer sólo seguía llorando.

Mitsuki estaba conmovida por la escena. No soportaba ver sufrir a los demás. Por eso, no tardó en ponerse a llorar desconsoladamente, como si la pérdida de aquellos hijos hubiera sido suya. Cayó de rodillas, derrotada.

¿Qué haces? ¡Tenemos que sacarla de aquí! Bah, quita.

El ANBU apartó a Mitsuki de un empujón, que cayó al suelo totalmente derrumbada por la pena. Agarró a la mujer a hombros y se la llevó corriendo. La mujer gritó, y gritó, y aumentó el volumen de sus gritos, casi desgarrándose la garganta, contemplando a sus hijos muertos.

Mitsuki, en medio de todo aquello, sufrió un importante ataque de ansiedad y se hizo un ovillo.

No me manipuléis NPC que me pongo asesino.

Mitsuki tendrá el defecto Pesadillas durante tres años on-rol.


···


Pero algo llamó la atención de Katomi y Mogura de camino al grupo que Katomi había señalado. Llegaron a una sección de la grada donde habían un par de cadáveres: niños decapitados, una visión horrible. Y otra kunoichi, de cabello blanco, tirada en el suelo, sujetándose la cabeza, llorando desconsoladamente y temblando violentamente.

Mitsuki.


···


El extraño que Riko había encontrado ni siquiera respondió a la pregunta, ni siquiera levantó la mirada. Se teleportó —o a ojos de Riko, eso fue lo que pasaría— frente a él y le propinó un fuerte golpe en el estómago, luego un gancho en la cara. Tumbado en el suelo, el encapuchado se abalanzó sobre él desenfundando una katana, que no dudó en clavar en su garganta.

Era más rápido y más fuerte que él. No debió siquiera formular aquella pregunta, quizás.

Riko gorgojeó y tosió sangre antes de perder el conocimiento y morir.


···


Kazuma no pudo evitar ser pisoteado también mientras trataba de levantarse. En otro universo, un hombretón habría apartado a la gente, en otro universo, habría también una niña. Pero en aquél universo el hombretón había chocado contra Juro y lo había arrojado encima de él, y la gente detrás de él, como ya había dicho, estaba asfixiándolos con todo su peso.

Afortunadamente, Juro utilizó una corriente de aire que mandó volando entre gritos a los demás y consiguió, de paso, liberarles de toda esa zona de atasco.

No fue bonito. Alguna persona se rompió la cabeza contra algún escalón. Pero la vida, a veces, valía más que el deber.

Además, quién sabe si no hubieran muerto todos ahogados y aplastados entre ellos.

Juro se apartó de Kazuma, que estaba inconsciente a esas alturas. Le sangraba mucho la nariz.

No os inventéis lo que masterizo, por favor...

Kazuma no postea en la siguiente ronda.


···


En la arena, reinaba el caos. Shiona se levantó, fuera de sí, y empezó a chillar:

—¡¡No, no, no, no, no!!

El Shukaku había agarrado a uno de sus genin, y se lo había tragado sin que ella pudiera hacer nada.

—Escucha, Datsue. Esto es muy importante: deberás tomar una responsabilidad enorme, pero es necesario que guardemos a los b... ¡¡ME CAGO EN DIOS, ESTOS ZAPATOS ERAN NUEVOS!!

El líder de Takigakure se apartó de un saltito y le dio una bofetada a su genin.

—¡Joder, tú faltaste al honor de la aldea intentando amañar aquél combate, y ahora lo vas a arreglar convirtiéndote en nuestro preciado jinchuuriki! Quieras o no.

Observó a las dos portadoras de la capa de bijuu y se acarició la barbilla.

—Además, Datsue, en serio —dijo, esta vez en voz más baja—. Analiza la situación. ¿Por qué Uzushio también tiene ese poder? Esto me huele a chamusquina. He confiado en ellas hasta ahora, pero algo me dice que las lideresitas nos ocultan algo.


···

Ayame y Eri se movieron como una centella gracias a la fuerza revitalizadora que parecía nutrirles. Cada una fue hacia un lado, y tal vez ese fue su error. La muchacha de Ame golpeó con fiereza el vientre del Shukaku, quien apenas se resintió un segundo y comenzó a... ¿reírse?

Aquella carcajada infernal fue el anuncio de algo más terrible: la otra garra del bijuu se aferró al cuerpecito de Ayame y comenzó a apretarla, y a apretarla, y a apretarla... Y de pronto se sintió pesada. No podía transformarse en agua. Era como si su cuerpo estuviera... ¿lleno de arena?

Eri escalaba por la otra garra de la bestia buscando acercarse a Nabi, pero de entre los dedos del mapache pronto crecieron sendos montones de arena, que eran como otras dos manos, y así, sin mover un solo músculo, el bijuu tenía cuatro rehenes. Tres fuera de él, y uno más en su estómago.

Hasta que...


···


El destello del acero endió el aire cuando Uchiha Migime descendió sobre el bijuu, la manos sujetando la espada con la que parecía ir a cometer, a ojos de cualquier persona cuerda, una locura.

Pero Migime levantó la mirada hacia el filo de su espada y el acero se volvió rojo como la sangre, y brilló más que cualquier luz, y creció un aura de energía en longitud hasta medir metros, y metros...

—¡¡Fuujin: Bunkatsuken!!

Cayó frente al bijuu y movió los brazos para cortar desde su frente hasta sus pies, seccionándolo por la mitad. La bestia abrió las garras y gritó de dolor. La arena cayó, Eri y Ayame cayeron, y Nabi también cayó al suelo. Yota salió despedido desde el estómago del bijuu y cayó también.

Pero la bestia no estaba muerta, era evidente que una sola persona no podía derrotar a un bijuu. Los pedazos estaban conectados por arena, y no tardarían en volver a reunirse. Eran como dos mitades atraídas por un imán que estaba en el centro.

—¡Ahora, ahora!

Shiona, con la boca abierta, pareció reaccionar e hizo una seña a Yubiwa, quien cogió a Datsue del brazo y lo arrastró con una facilidad sorprendente.

Los kages se acercaron, y Shiona realizó una rápida serie de sellos. De su espalda surgieron hasta dos decenas de cadenas que arrojó a la bestia y se clavaron a mitades entre los dos pedazos, intentando que no se juntaran. La Uzukage volvió hacer una serie de sellos, y un círculo con extraños caracteres se dibujó en el suelo, debajo de ella. Una fina línea creció hasta tocar los pies del Shukaku, desde ese mismo sello, y un aura pálida de color azul envolvió al mapache.

—Yubiwa... Tu chico.

—Por las buenas... ¿O por las malas? —Yubiwa observó a Datsue, y clavó sus extraños ojos con forma anular sobre los de su pupilo.
[Imagen: MsR3sea.png]

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#39
La huérfana escalaba la garra que mantenía preso a un inconsciente Nabi, pero sin quererlo ni desearlo, el Tanuki creó montones de arena por entre los dedos de su garra, como otras dos extremidades superiores, agarrándola para impedir que siguiera desplazándose por su cuerpo a libre voluntad. ¿Habría, también, capturado a Ayame? No lo sabía, no sabía nada, solo era una niña que intentaba hacerse la heroína con esa fuerza revitalizadora desconocida.

Pero, era eso, solo una niña.

Y ahora su esperanza de salvar al chico que más quería se veía reducido a arena fina, como la que estaba atrapándola, ahogándola... Y lo único que pasaba por su mente en aquellos instantes eran los momentos de su niñez junto al Uchiha que estaba tan cerca y tan lejos a la vez.

Hasta que un destello grisáceo descendió sobre el bijuu, tan rápido que Eri ni se dio cuenta de lo que ocurría. Escuchó un grito, ¿una técnica, quizás? Pero ese grito hizo que la kunoichi del remolino cayese al suelo, llenando sus pulmones del aire que se encontraba a su alrededor, cogiéndose el pecho para que su corazón no saliese de él. Tenía miedo, mucho miedo, su cuerpo entero se sentía aterrado, temblaba, y ya ni sabía si la fuerza que le había hecho tirarse al suicidio seguía dentro de ella o le había abandonado cuál perro pulgoso.

''Nabi... ¡¿Y Nabi?!'' Su cabeza pareció reaccionar mucho antes que su cuerpo, haciendo a éste último saltar y ponerse de pie para buscar con la mirada el cuerpo del rubio, encontrándolo a poca distancia de su propia posición. Sin fijarse si el mapache arremetía contra ellos, si los Kages estaban lidiando contra él, o si Datsue estaba siendo usado como contenedor para el bijuu.

Ya solo le importaba Nabi.

Y eso le hacía sentir como una egoísta.

Pero una egoísta preocupada por uno de sus pocos seres queridos.

Corrió lo más rápido que pudo al cuerpo de Nabi, tirado en el suelo.

Nabi... Nabi, por favor... — Zarandeó el cuerpo del chico. Las lágrimas acudieron a sus orbes verdosos cuando observó que no estaba consciente, ¿seguiría vivo? No... No podía pensar que había muerto, porque no había muerto... ¿Verdad? Sus manos temblorosas viajaron hasta su tronco, girando su cuerpo y se dio cuenta de que sus ojos, cerrados, estaban manchados de sangre, y un olor a putrefacción se apoderó de sus fosas nasales, así, intentando evitar respirar por la nariz, llevó su oído al pecho del rubio, comprobando que el joven todavía respiraba, y eso llenó de alivio el corazón de la huérfana, mezclándolo con el terror que sentía, dejándola con un sentimiento agridulce en él. Eri frunció el ceño, ¿qué le había hecho el Ichibi? ¿Era tan poco el precio de una vida humana?

Echó una rápida ojeada a su alrededor: Shiona estaba ocupada encadenando a la bestia, Yubiwa agarraba a Datsue, una silueta más se alzaba junto a ellos, un pelirrojo había caído del interior del mapache... ¿O aquello era fruto de su imaginación? Pero no lograba divisar a Ayame... Y ella, ella estaba ahí parada, aterrada, junto al cuerpo inerte del Uchiha.

Ya era momento para dejar a los expertos actuar, y que ella se apartase del escenario.

tomó su cabeza con delicadeza, y gracias a la ayuda de su kit médico limpió la sangre que había salido por los ojos del muchacho, sin saber qué le había ocurrido. Con manos temblorosas terminó por vendarle los ojos, para evitar más daños. Con dificultad se echó el cuerpo del chico a la espalda, intentando no respirar el olor que éste desprendía, porque hacía que la pequeña se marease con facilidad, y con pasos rápidos y torpes intentó alejarse del lugar. ¡La prioridad ahora era que Uchiha Nabi volviese a estar bien, que abriese los ojos y la reprendiera por hacer algo indebido! ¡Lo que fuera! Solo... Quería volver a escuchar su grave voz... Una vez más...
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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#40
Como caídos del cielo, dos compatriotas de su aldea bajaron en su búsqueda. A uno de ellos lo conocía de sobra: el mordaz Kaido, que había gritado ya desde las alturas. Poco le faltó para contestarle un "hijo de puta, no me puedo mover". El otro era... era...

Era calvo. Los destellos de la luz del Sol brillaban sobre su cuerpo cabelludo como briznas de esperanza. Era como una manifestación divina...

¿Había muerto? ¿Era eso?

Daruu, que estaba delirando por la locura de la situación y el dolor infernal que sentía en su pierna, abrió los ojos entre sollozos, y dijo:

—¿Eres un buda? ¿Estoy muerto?
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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#41
Le había golpeado con todas sus fuerzas. Unas fuerzas incluso revitalizadas con la borboteante energía que la llenaba. Pero aunque el impacto retumbó en cada fibra de su ser, el cuerpo del titánico monstruo apenas flaqueó un instante...

Y entonces una estridente carcajada, que parecía salida de sus más terroríficas pesadillas, resonó en sus oídos y le puso la carne de gallina.

«¡Oh, no!» No pudo hacer nada por evitar lo que ocurrió a continuación. La zarpa libre del tanuki se cerró en torno a su cuerpo y sus dedos comenzaron a constreñirla en un abrazo mortal.

Iba a asfixiarla, como ya lo intentaron hacer los matones de las apuestas.

—No... puedes... retener... al... ag...

Pero ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Y cuando intentó utilizar su técnica estrella para transformar su cuerpo en agua y escurrirse de entre los dedos de la bestia, comprobó horrorizada que algo no marchaba bien. Algo extraño se colaba dentro de ella, la arañaba, se mezclaba con su agua y la hacía sentirse terriblemente pesada. Sólo al cabo de varios segundos, cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que la garra del monstruo que la apresaba parecía estar formada por... ¿arena?

—Ma... ¡Ah! —quiso maldecir, pero su maldición se convirtió en un gañido de dolor cuando la presión aumentó aún más. No tenía manera de escapar, el bijū seguía riéndose de aquella manera tan escalofriante, y cuando Ayame miró a su alrededor pudo comprobar que Eri se encontraba en una situación similar a la suya, atrapada entre brazos de arena que habían surgido de su mismo brazo.

Ya no sólo tenía a aquel chico de Uzushiogakure. Las tenía a ellas dos.

Todo parecía perdido para todos. Sólo era cuestión de tiempo que el bijū decidiera dar por terminado aquel juego y destruyera todo el estadio con su arrasador poder. Y en el momento en el que la abandonó toda esperanza, un destello carmesí la cegó momentáneamente.

—¡¡Fuujin: Bunkatsuken!!

Aquella voz precedió a un frenético revuelo. El tanuki aulló en un alarido de sufrimiento que por poco le rompió los tímpanos a Ayame. La presión en torno a su cuerpo desapareció de repente, y la gravedad tiró de ella para salvarla de su prisión hasta estamparla contra el suelo. Su cuerpo, licuado a medias y contaminado por aquella endemoniada arena, produjo una débil salpicadura en el momento del impacto. Con un gemido ahogado, Ayame recuperó su forma corpórea y entreabrió los ojos. A pocos metros de su posición, Eri, el chico rubio de Uzushiogakure y otro de cabellos rojos que no tardó en reconocer yacían de cualquier manera en el suelo como ella. La única que se encontraba de pie era una mujer de largos cabellos y uno de sus ojos ocultos tras una maraña de vendas que sostenía una espada que refulgía como una estrella roja.

¿Había sido ella su salvadora? Le sonaba haberla visto en alguna parte pero no lograba recordar dónde ni cuándo...

Frente a ellos, el bijū se revolvía descontrolado y malherido. De alguna manera, la mujer parecía haber sido capaz de seccionar su cuerpo en dos con aquella extraña espada, pero la arena luchaba por volverse a unir de nuevo en una.

—¡Ahora, ahora!

La Uzukage apareció repentinamente frente a ellos y, tras entrelazar las manos en una secuencia de sellos, de su misma espalda surgieron varias decenas de cadenas que se anclaron entre los restos del cuerpo del tanuki.

—No... por favor... —suplicó una debilitada Ayame, que había apoyado la mano sobre la arena y luchaba por ponerse de nuevo en pie.

Bajo los pies de la líder del Remolino había aparecido un círculo de luz surcado por caracteres que no supo descifrar, pero de él surgió una fina línea que se extendió hasta tocar los pies del bijū y un aura pálida envolvió a la bestia. Ayame jadeó, angustiada, con una angustiosa sensación de familiaridad recorriendo su cuerpo en forma de escalofrío.

—Yubiwa... Tu chico —ordenó, y el Kawakage se volvió hacia su subordinado.

—No lo hagáis...

—Por las buenas... ¿O por las malas?

El terror y la rabia la inundaron. Las lagrimas rodaban desesperadas por sus mejillas, pero no duraban más que unos pocos segundos antes de evaporarse y perderse. La capa de chakra borboteaba a su alrededor como una olla a presión a punto de estallar y su corazón latía alocado en sus sienes. Tenía que hacer algo. Tenía que impedir como fuera que convirtieran a Datsue en alguien como ella misma.

No podían existir más monstruos.

Y se olvidó de que era una simple hormiga al designio de otros señores mucho más poderosos que ella. Sentía ganas de defender, de proteger e iba a morderles por conseguirlo.

Clavó las manos sobre la tierra y chilló. Chilló con toda su desesperanza y su desesperación. Nunca había chillado de aquella manera, y su voz se amplificó y potenció con su propio chakra y la energía salvaje que la recorría...

¤ Koedō: Ningyo no Umeki
¤ Camino de la voz: Lamento de la Sirena
- Tipo: Apoyo
- Rango: D
- Requisitos: Ninjutsu 15
- Gastos: 15 CK
- Daños: -
- Efectos adicionales: Expulsa y aturde a un enemigo
- Sellos: Dragón
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones:
  • El efecto de la voz abarca un área de cuatro metros de longitud y tres de ancho en forma de cono desde la posición del usuario.
  • El afectado por la técnica podrá salir despedido hasta cinco metros en la dirección contraria.
La primera y más básica de las técnicas de voz desarrollada por Ayame.

Acumulando el chakra en sus cuerdas vocales, la kunoichi es capaz de pegar un chillido brutalmente potenciado con esta energía. La onda sonora se convierte en una onda de choque y al impactar contra un objetivo no sólo es capaz de repelerlo y expulsarlo hacia atrás; sino que además, la potencia del sonido afecta a la estructura de su oído interno, aturdiéndole y desorientándole durante unos instantes.

Esta técnica es un arma de doble filo, sin embargo. El alarido potenciado con chakra es tan fuerte que también afecta a las cuerdas vocales de Ayame, por lo que es incapaz de volver a usar esta técnica durante los próximos tres turnos. Del mismo modo, usos repetidos de esta harían que el enemigo se acostumbrara al sonido; y, aunque se verían repelidos de la misma manera, el aturdimiento cada vez sería menor.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#42
Quizás todo aquello no hubiera sido más que una de las bromas más pesadas del destino. ¿Qué era lo que lo había empujado a salir en busca de aquel hombre? Un hombre que había sido capaz de tumbar a un ANBU de su Villa, y aún así, el joven rastafari se había acercado a él, quizás guiado por la inocencia y por la desesperación que sentía en aquellos momentos, pero, estaba claro que todo aquello al hombre le daba igual.

Sin mediar si quiera palabra, sin si quiera mirarle a la cara, aquel extraño hombre desapareció un instante a sus ojos, y cuando quiso volver a verlo, se encontraba justo frente a él, y tal y como apareció, le propinó una serie de golpes.

El primero en el estómago, que le dejó sin aire en el mismo instante del impacto, el segundo, en la cara, que le lanzó hacia atrás haciéndole caer y perder de vista al encapuchado. Por último, el hombre apareció de nuevo en el campo visual de Riko, que pudo ver como echaba mano a una katana, desenfundándola y...

De repente todo estaba borroso, no era capaz de ver nada claro, la luz se iba apagando poco a poco, como si alguien estuviera jugueteando con el regulador de luz. Riko echó un vistazo a su alrededor, viendo nada mas que manchas borrosas; verdes, de los árboles; azul, del cielo... Una lágrima se deslizó por su mejilla, mezclándose con el inmenso charco de sangre que se había formado bajo su cabeza al caer al suelo.

El joven moribundo fue capaz de escuchar el grito desgarrador de una madre que acaba de presenciar la muerte de su hijo, y, de repente, el silencio, no había nada más, ni luces al final del túnel ni nada por el estilo. Su vida había acabado, cuando ni si quiera había comenzado a vivir, con toda la vida por delante, y por ser demasiado inocente quizás, todo se había acabado allí.

RIP Riko, minuto de silencio.
[Imagen: tumblr_n4fzpkaZST1rmi71zo1_500.gif]
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»
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#43
Juro pudo respirar en cuanto se liberó del peso. Respiró profundamente y rellenó sus pulmones de aire, como si no lo hubiese podido hacer desde hace años. De ahora en adelante iba a apreciar mucho el respirar...

"Ya esta, ya esta. No te pares"

Se levantó, pesadamente. Sus piernas poco a poco volvían a responderle. El corazón aun le latía fuertemente contra el pecho. Entonces se dio cuenta de que no había sido el primer piso en aquella torre humana. Había alguién que había estado debajo de él todo el tiempo.

Kazuma.

Pudo reconocerlo, aun no estaba ciego. De su nariz manaba sangre, y estaba inconsciente. Juro se asustó mucho al verle en ese estado. Si él había estado a punto de palmarla...

Aprovechando que no parecía haber riesgo de otro atasco, trató de levantar a Kazuma. Suspiró aliviado, cuando comprobó que ciertamente, estaba solo inconsciente.

—Eres mucho más resistente que yo, no debería preocuparme — murmuró, aunque sabía que no habría respuesta.

Aunque carecía de la fuerza para levantarle, pasó su brazo por su hombro y trató de que apoyase su peso en él. No era muy efectivo, pero era la única forma.

Aunque no podía ver mucho por la situación, pudo escuchar sonidos. El lamento de la gente, los gritos, los llantos... y algo más extraño, que no supo identificar. Todo el conjunto le puso los pelos de punta. Miró a los lados, pero no reconoció a nadie.

— Katsue, Nabi, Eri... espero que esteis todos bien — murmuró, lanzando una pequeña plegaria al aire.

Pensó en sus compañeros de villa. En su hermana. Pensó incluso en la gente que conocía de lejos. Aquella chica pelirroja que conoció en Taki, que llevaba una mascara de calavera. Ayame, su rival en el torneo. Esperó de corazón que estuviesen a salvo, lejos de esta situación horrible.

No perdió el tiempo. Arrastró a Kazuma y comenzó a caminar hacia una zona segura. No iba a meterse en mitad de otra estampida. Solo buscó con la mirada una zona de evacuación. No podía hacer mucho en esta situación. La prioridad era poner a Kazuma a salvo. Ya habría tiempo de buscar a los demás.
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...

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#44
Datsue recibió la bofetada como un jarro de agua fría en pleno sueño, que le despertó, le espabiló y le dejó con la mejilla ardiendo. Eso, y una ligera contractura en el cuello. Menudo bruto estaba hecho Yubiwa.

—¡Joder, tú faltaste al honor de la aldea intentando amañar aquél combate, y ahora lo vas a arreglar convirtiéndote en nuestro preciado jinchuuriki! Quieras o no.

Algo en su mente hizo clic. Era el sonido de un rompecabezas al encajar. Las súplicas de Ayame; los chillidos de Eri pronunciando su nombre; la negación de los Kages a su huida... ahora lo entendía todo. Y, sin embargo, no sabía qué pensar al respecto. Era como si estuviese contemplando una obra de teatro, sentado en una cómoda butaca y a salvo de lo que sucedía en el escenario pese a que algún personaje se empeñase en dirigirse a él.

Pero era ninguna obra de teatro, y el dolor que sentía en su mejilla colorada así se lo recordaba.

Se limpió un hilillo de baba que le caía por la comisura de los labios fruto del vómito y trató de levantarse. Le ardía la boca del estómago y las rodillas le temblaban, pero logró erguirse. Yubiwa se le acercó y bajó la voz:

—Además, Datsue, en serio. Analiza la situación. ¿Por qué Uzushio también tiene ese poder? Esto me huele a chamusquina. He confiado en ellas hasta ahora, pero algo me dice que las lideresitas nos ocultan algo.

No podía estar más de acuerdo. Él mismo había planteado aquellas mismas dudas a Kazuma, días atrás, respecto a la líder de Amegakure. Pero en aquel instante no podía importarle menos todo aquel asunto. ¿Qué eran unas traidoras? Y a él qué le importaba. Estaba a un paso de convertirse en jinchuuriki. A un paso de albergar un jodido monstruo en su interior. Y no quería. ¿Quién en su sano juicio iba a quererlo?

De pronto, todo se precipitó. Alguien acababa de partir por la mitad al Shukaku, en un movimiento espectacular que sin duda sería el culmen de la epopeya que se narraría sobre aquel día. Acto seguido, la Uzukage apremió a Yubiwa y arrojó unas cadenas que surgieron de su propio cuerpo para atrapar al Shukaku, que milagrosamente —o fatídicamente, más bien— se recomponía. Yubiwa no tardó ni un segundo en obedecerla, arrastrando a Datsue junto a él.

Y entonces, por el camino, la vio.

Vio a alguien que se preocupaba por él. Que lloraba por él. Que luchaba por él. Allí, entre el caos, la muerte, y la destrucción, alguien volvía a insistir por su salvación. No era su amada Noemi, ni su socia Anzu, ni la rocambolesca Ritsuko, y ni mucho menos el honorable Tatsuya. No. Era Ayame, la kunoichi a la que peor había tratado en su corta existencia. A la que había engañado, manipulado, utilizado y humillado.

Aquello le resultó tan conmovedor que, si hubiese tenido corazón, ahora estaría roto. Pero la voz de Yubiwa le devolvió a la realidad:

—Por las buenas... ¿O por las malas?

No supo por qué, pero Datsue esbozó una sonrisa. Era una sonrisa triste, eclipsada por sus ojos, brillantes y húmedos. ¿Qué podía hacer? ¿Revelarse contra el Kage de su propia Villa? ¿Revelarse contra el ninja más habilidoso de todo Ōnindo?

A veces cometía estupideces, pero no era estúpido.

Por las… —Y Ayame respondió por él.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#45
Tras sus palabras, todas las figuras se desvanecieron y lo que habia empezado a iluminarse se tiñó de un color más que familiar para quien ha vivido para siempre como su sangre le dicataba, como un Uchiha. El color de la sangre. De su posición aparecieron varias lineas que se movieron sinuosas por toda la estancia y, al unisono, empezaron a latir.

De repente, sintió toda la fuerza de la gravedad en sus carnes. Estoy cayendo al infierno, pensó. Cuan grata fue su sorpresa cuando sintió el duro pero no tan caliente como deberia suelo golpear su cuerpo, que se desparramó sobre él como un titere viejo y destrozado por el tiempo. Apenas sentia dolor, de hecho, apenas sentia nada. Mantener su debil e inconstante respiración era el único esfuerzo que podia permitirse, el resto parecia una montaña mucho más alta de lo que su conciencia iba a aguantar.

Dejó de sentir el duro suelo, dejó de sentir el turbulento viento, se hundió en su inconsciencia de nuevo. Tal vez, para no volver, ya se vera el master qué tal.
Nabi
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