Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
9/06/2020, 18:40 (Última modificación: 14/06/2020, 20:26 por Sasaki Reiji. Editado 1 vez en total.)
Té. Estaba preparando té de nuevo. Aún no nos habían dicho nada de volver a las aldeas, así qué... ¿Que quedaba ahora? Ni yo lo sabía, quizás una ceremonia de clausura con entrega de condecoración es o algo así. No tenia ni idea.
Por que si. Había ganado la final, y había pasado unos días en el hospital por el ultimo golpe se mi rival, que también debía estar ya recuperada o por lo menos, en mejor estado. Los médico que habían preparado eran bastante bueno por suerte, dado que al parecer, el chakra del bijuu no reparaba huesos rotos o dientes partidos. Sin embargo, el ninjutsu médico parecía tan mágico como el fuinjutsu. Y aunque aun tenia la mitad de la cara vendada para evitar rascarme las heridas, en un par de días volvería a estar como normalmente.
Terminé el té, azul esta vez, me había ganado poder disfrutar de aquel sabor tan maravilloso. Lo serví en una taza y me senté en la mesa de la sala de estar a esperar, dejando atrás una tetera todavía llena para el resto de participantes.
¿Aquello era real? Al parecer si, pero a ratos aún no me creía que hubiera pasado. Me hubiera gustado verme a mi mismo desde las gradas... O no, mejor no, seguro que las patadas en la cara hubiesen sido el doble de dolorosas si también hubiera podido ver mi propia cara. Mejor no.
Sólo quedaba esperar a ver que nos decian. Si hacían algo mas o nos teniamos que volver ya a casa. La verdad es que echaba de menos la forja, y quería poner en marcha El mil y un mares. Pero si había que salir una vez mas ante el público a decir unas palabras o a recibir una medalla o algo, pues se salía.
Bebí un sorbo de té cuando se había enfriado un poco. El sabor del té azul era... Simplemente perfecto.
10/06/2020, 18:19 (Última modificación: 10/06/2020, 18:20 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
De todas las personas que Reiji hubiera podido imaginar entrando en aquella sala de estar, probablemente aquellos dos hombres, altos, fornidos y con cara de pocos amigos, hubiesen sido los últimos en la lista. Con andares enérgicos, se plantaron frente al muchacho, quien tranquilamente disfrutaba de una taza de té. Se cruzaron de brazos y le miraron sin agachar la cabeza, con aquellos dos ojos enjutos y el ceño fruncido. Uno era rubio, y el otro moreno. Por lo demás, eran bastante parecidos. Sus mandíbulas se disputaban el título de Mandíbula Más Cuadrada de Oonindo.
—Eh, tú. Sasaki Reiji, ¿verdad? —dijo uno de ellos—. Tenemos un mensaje que darte...
Oh, no. Reiji había escuchado ese tono algunas veces. También habría leído situaciones parecidas, si era asiduo a las novelas. Aquellos dos mastuerzos se afanarían ahora a darle una paliza, una represalia, quizás, de algún tipo importante que había apostado por el competidor equivocado en el Torneo de los Dojos, y ahora lo quería pagar con él.
—Toma, chaval. —Sin embargo, el otro hombre le tendió un pequeño sobre de carta, y sin más, ambos se dieron la vuelta y entre risas se dirigieron a la salida—. Bua, dinero fácil, hermano. ¿Nos compramos una botellita de ese ron tan bueno que viste el otro día en...?
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Ah, ese té de buena mañana era el auténtico trofeo, el verdadero premio del ganador... Si tan solo hubiera podido disfrutarlo como se merecía.
Sin embargo, nada más terminar de saborear el primer sorbo, aparecieron por la puerta dos tipos enormes. Pero no grandes estilo Katsudon, no. Grandes estilo armario. Uno era rubio y el otro moreno, pero si hubieran tenido el mismo color de pelo, hubiera jurado que había venido con un clon. Encima, y para fastidiarme mas la hora del té, traían cara de pocos amigos.
Deje la taza de té sobre la mesa, pero no muy lejos, si habían venido a por Reiji, tendrían Reiji, y la taza podría servirme como estrategia para cegar a uno unos segundos si la situación lo requería. Les devolví la mirada mientras llevaba una mano al mango de la espada.
—Eh, tú. Sasaki Reiji, ¿verdad? —dijo uno de ellos—. Tenemos un mensaje que darte...
Dios mío. Los había mandado Kusagakure. Kintsugi, seguro. Con esa forma de hablar, ese tamaño. Querían vengarse por lo de Kazuma ¿Verdad? Y habían venido a apalizarme y dejarme igual o en peor estado.
O quizás era por las bandanas. Se había tomado demasiado mal que hubiese roto dos bandanas de Kusagakure, y como insulto que hiciese una nueva para Kazuma y me ofreciese a arreglar la de Ranko.
Ah, pero no iba a serles fácil, lucharía con todo y si hacia falta, llamaría a Datsue por el fuuinjutsu ese raro, que seguro que estaba en su habitación o entrenando por allí cerca el chidori.
—Toma, chaval.
¿Una carta?¿En serio?¿De veredad hacia falta enviar unos matones con cara de pocos amigos para una carta? Debía ser una broma de mal gusto de alguien.
—Bua, dinero fácil, hermano. ¿Nos compramos una botellita de ese ron tan bueno que viste el otro día en...?
Se estaban marchando tras entregarme la carta, pero parecía que el dinero llamaba su atención, era mi oportunidad.
—¡Oye!, ¿Quien os ha dado esto para mi? Os pagaré si me lo decís.
Con suerte, esa última parte les hacia responderme. Por que antes de abrir el sobre, era mejor asegurarse que no venía de parte de ningún enemigo, no fuera a ser que fuese una trampa.
¿Que aliado manda dos tipos así a enviar una carta? Solo uno muy graciosete o alguien que NO era amigo.
Sabia que el dinero fácil como aquel, les llamaría la atención, más, teniendo en cuenta que lo único que tenia que hacer era describir a la persona que les había dado el sabía y que sabía mi nombre.
—Cien ryos a cada uno de vosotros. — Doscientos ryos era bastante dinero, teniendo en cuenta lo que costaba un arma, pero si lo que querían era alcohol, con doscientos ryos tendrían para mucho. Sin embargo... —Si conoceis el nombre os doy cincuenta ryos más a cada uno.
Todo fuera por estar mas seguro de quien narices quería algo de mi. Quizás solo fuese una broma y estaba perdiendo trescientos ryos, o quizás fuera algo importante, y la inversión merecía la pena. Sobretodo, si la carta venia de un enemigo.
Los dos hombres se miraron. Y estallaron en una sonora carcajada. Uno de ellos se dio un golpe en la panza. En ese momento, a Reiji probablemente le recordaría a un buen amigo suyo.
—¡Cien ryos, dice! —se burló el moreno—. Trescientos para cada uno, compañero. Seguro que a los shinobi os sobra un poco de calderilla, ¿eh?
—Lo siento amigo, pero ese tipo no tenía cara de buenos amigos —confesó el otro—. No nos jugaremos el pellejo por menos.
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—¡Cien ryos, dice! Trescientos para cada uno, compañero. Seguro que a los shinobi os sobra un poco de calderilla, ¿eh?
Seiscientos ryos, pero si eso era poco menos de la mitad de los mares que tenia Oonindo. Si con mil ryos ya podías comprar un arma de buena calidad. ¿Pero cuánto alcohol necesitaban para estar satisfechos? Seiscientos Ryos era un riesgo demasiado caro para que luego la Carta tuviera remitente...
—Lo siento amigo, pero ese tipo no tenía cara de buenos amigos.No nos jugaremos el pellejo por menos.
¿Pero quien carajo les había dado la carta para que tuvieran miedo? Si esos tipos eran enormes, tenían mas músculos solo en un brazo que un kusajin en todo el cuerpo. Aún así, esa información no valía trescientos Ryos.
—Lo siento, pero no tengo tanto dinero encima.— En realidad, no tenia nada encima, estaba en mi habitación, por que no entrenaba con el dinero en el bolsillo. —Tuve que gastar mis ahorros en comprar materiales para arreglar la bandana de kusagakure que partí por la mitad. —No había sido tan caro, pero gratis no me había salido. Sobretodo, la parte en la que me dejaban un sitio para trabajar. —En fin, lo siento, supongo que pondrá algo en la carta.
Si no querían trescientos ryos por una simple descripción, pues peor para ellos. Por lo menos, se les había escapado que era un señor con cara de pocos amigos. Es decir: Era un hombre y no era amigo. Así que tendría que abrir el sobre con cuidado, no fuera a ser una trampa con fuuinjutsu mágico.
Pero los dos hombres se miraron, de repente con el rostro tan pálido como la cera.
—¿Ha dicho...? —dijo uno de ellos a duras penas.
—¿Él es...? —balbuceó el otro. Y ambos se abrazaron, temblando como dos porciones de gelatina de diferente sabor—. ¡Hermano! ¡Es él! ¡El Rompecráneos! ¿¡Qué hacemos!?
—¡Le decimos lo que quiere saber y nos vamos, idiota, eso es lo que hacemos!
Su hermano tragó saliva.
—¡E... era un tipo con cara de amargado, los ojos azules y el pelo gris. En mi opinión necesitaba un afeitado! ¡No sabemos más, te lo juro!
Ah... Eso... Pero, insistí en mis pensamientos. Eran dos, estaban mas cuadrados que un kusajin bien entrenado y eran dos veces yo en estatura. ¿Por que me tenían miedo? ¿Acaso sus músculos eran de mentira?
—Eso fue...
Quise interrumpir, pero...
—¡Le decimos lo que quiere saber y nos vamos, idiota, eso es lo que hacemos!
Pero resulta que la mala fama no me iba a venir tan mal. Quizás debería grabar lo de rompecraneos en el filo de alguna espada. Si servía para conseguir cosas así de sencillo...
—¡E... era un tipo con cara de amargado, los ojos azules y el pelo gris. En mi opinión necesitaba un afeitado! ¡No sabemos más, te lo juro!
—¡No nos hagas daño!
—Ese pedazo de hijo de p...
Ira. Una ira que creía desaparecía recorrió cada parte de mi cuerpo. Apreté el puño de mi mano libre con tanta fuerza, que me clavé las uñas hasta el punto de que me sangrase la palma de la mano. Esos dos no tenían la culpa, pero si la cara de enfado y el tono de voz que utilicé no era suficiente para que se marcharan asustados...
—Será mejor que os largeis de aquí en este mismo momento.
Por que tenia ganas de sacar todo el chakra de Gyūki en una gigantesca bola que destruyese todo a su paso. Por suerte para el mundo, no tenia un bijuu cabreado dentro de mí para que me descontrolase. Por que si no...
Si. Había creído, idiota de mí, que tras el viaje se vuelta y el tiempo que había pasado, todos esos sentimientos negativos que habían nacido en la prisión del hierro habían desaparecido. De hecho, seguramente, si yuuna apareciese en ese mismo instante por la puerta, seria capaz de relajar la expresión, pero eso no iba a pasar.
No. Esos sentimientos no se habían ido. Se habían escondido en los más profundo de mi corazón, y cuando aquellos tipos habían descrito al que les había dado la carta, y había recordado su rostro, entonces volvieron a salir a la luz.
Abrí el sobre apresuradamente. Si ese hijo de puta estaba suelto y estaba por allí, iba a encontrarlo y a partirle la cabeza. Y si, con él no sería sin querer, sería queriendo, y con toda la rabia contenida que tenía.
Los hermanos soltaron un gritito al unísono y retrocedieron, tropezándose con una de las sillas y cayendo torpemente al suelo. Se reincorporaron patizambos y salieron del recinto con apresurados jadeos.
Reiji abrió su carta apresuradamente. Y apresuradamente se dio cuenta de que había cometido un error.
Porque en la solapa de la carta había un sello explosivo que acababa de despe
Una gigantesca explosión quemó todo el cuerpo de un maltrecho Reiji, quien salió disparado chocando contra la pared y rompiendo el cristal de un cuadro de olas. El edificio entero tembló, los muebles salieron disparados en poco más que astillas carbonizadas. Los vidrios estallaron y de no ser por los pilares reforzados, la mitad de las habitaciones se habría hundido.
Cundió el caos. Pronto, todo Nantōnoya estaría en llamas.
Todo uzujin está invitado a la trama. Rolead que estabais en la habitación o entrenando en el exterior.
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Tarde. Demasiado tarde. Abrir la carta de un enemigo sin cuidado había sido un error. Pero claro, jamas hubiese pensado que un samurái utilizaba herramientas ninjas.
Y luego nada. Oscuridad y silencio. Lo último fue un golpe en la espalda contra algo de cristal, cuyos trozos se clavaron en mi piel. Mi ya dolorida cara por las patadas de Ranko, ahora ardía y quemaba, dolía como nada había dolido nunca. Y las quemaduras y heridas quizás desaparecerían con el tiempo por el chakra de Gyuki. Pero no el dolor.
Sólo había una cosa que me mantenía consciete en ese momento: La irá. Por que sabía quien había sido. Por que el rencor que sentía por ese desgraciado era mucho mayor que el dolor.
Y aún así, no veía nada, ni escuchaba nada. Estaba consciente y hacia calor, me dolía todo el cuerpo y especialmente la cara, el pitido en mis oídos era espantoso, y el cuerpo no me respondía, mis brazos no querían moverse, mis párpados no querían abrirse
Pero la Ira hacia que no cayera inconsciente pese a todo. Y si antes solo pensaba en eseñarle una lección a ese estúpido samurái, ahora solo tenía una cosa mente: Matarlo.
Desde que había descubierto que ya no había motivo real para entrenar más allá del entrenamiento habitual que hacia en la villa ya no madrugaba tanto. Todos estaban disfrutando de los últimos días en el Valle, no iba a ser la única tonta que fuese a primera hora a pegarse con los troncos del Bosque Sesgado o a correr alrededor del Lago Partido. Ella también quería dormir más.
Se levantó de golpe, casi la puso en pie el mismo temblor de la explosión. Eso... había sido una explosión.
— ¿Qué demonios? — murmuró para sí mientras se frotaba los ojos y salía al pasillo a ver qué pasaba.
Era totalmente imposible que hubiese habido una explosión en Nantonoya. Seguramente a algún iluminado se le hubiese ido el Ninjutsu en los campos de entrenamiento exteriores.
Sin embargo, solo poner un pie en el pasillo se dio cuenta de que no era así. La explosión había sido dentro de la residencia. El suelo estaba resquebrajado, al igual que las paredes y había una iluminación que no era natural, bueno, natural sí era, pero no de los rayos del sol. Ardía, Nantonoya ardía. ¿Qué demonios había pasado? Bajó las escaleras a toda prisa, pues parecía que era en la planta baja donde había sucedido la tragedia. Prácticamente tuvo que saltar los escalones, porque la mitad no parecían capaces de sostener ningún peso sin venirse abajo.
No había nadie más abajo, por lo menos a primera vista, ¿era la primera en bajar?
— ¡¿Chicos?! ¡¡Esto está en llamas!! — anunció desde abajo.
Al inspeccionar la zona con más detenimiento vio un cuerpo, irreconocible desde la distancia por las heridas de quemaduras que lo adornaban de una forma funesta. Hana, vistiendo su pijama de una camiseta de manga corta y pantalones cortos y unas zapatillas aterciopeladas por zapatos, se dirigió al cuerpo sorteando todo tipo de muebles destrozados y posibles fuegos. Una vez a una distancia razonable logró distinguir de quien se trataba.
— ¡Es Reiji-san! ¡¡Reiji está herido!! — lo anunciaba sin mirar ni esperar que nadie le contestase.
Parecía que aún estaba consciente, se agazapó a su lado, intentando ayudarle sin hacerle más daño, sabía que las quemaduras eran algo complicado, si tocaba donde no debía podía joderla aún más.
— ¿Reiji-san? ¿Me oyes? — había aguantado la presión por la adrenalina, probablemente, ahora el peso de la situación caía sobre ella más que nunca. — Intenta... intenta mover el brazo, pasalo por encima de mis hombros. Tenemos que salir de aquí.
No era el momento, pero los ojos se le inundaron al ver el estado de su compañero. Tanto si él la ayudaba como si no, intentaría pasar el brazo del muchacho por encima de sus hombros. Era evidente que o la ayudaba alguien o ella sola no podría con él, si Reiji tenía suficiente fuerza para andar, podrían salir de allí, a lo mejor, si no les caía el edificio encima.
Eri se levantó de golpe, con los ojos abiertos de par en par y el cabello alborotado. Se levantó de un salto sin pensar en coger sus pertenencias y salió por el pasillo apresurada para casi caer por los tablones levantados, dejando ver como las llamas, poco a poco, las consumían. ¿Qué había pasado? ¿Qué es lo que había cambiado de un día para otro? Quedaban tan solo días para volver, y ahora...
— ¡¿Chicos?! ¡¡Esto está en llamas!!
La voz de Hana la sacó de su ensimismamiento, avanzando de nuevo, descalza y en pijama; hacia el piso de abajo. Todas sus pertenencias estaban dentro de su habitación, y aunque pensó en ir a por ellas, decidió bajar junto a Hana para revisar el lugar, aunque...
—¡Datsue! ¡Reiji! ¡Takumi! —chilló, recordando quién estaba allí para poder localizarlos—. ¡Nantōnoya está en llamas!
— ¡Es Reiji-san! ¡¡Reiji está herido!!
Se mordió el labio inferior y, con toda la rapidez que pudo, bajó a socorrer a Hana, quien estaba cerca de un malherido Reiji. Estaba quemado por todas partes y, probablemente, inconsciente. «Desde aquí... Desde aquí seguramente pasó la explosión...» O al menos, desde Reiji.
—¡Hay que llevarlo al hospital, Hana! —indicó Eri, acercándose para socorrer al herido, mirando qué hacer y qué no para no hacerle más daño—. ¡Cógelo del otro lado!
Eri tosió mientras Hana pedía ayuda de los demás, ¿dónde estaban?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Takumi se había levantado pronto, como de costumbre, pues aunque el Torneo ya había finalizado no se podía dormir en los laureles. Estaba en uno de los dojos interiores de la residencia entrenando su control del Raiton, en el último combate le salvo la vida y le había quedado claro que era importante mejorar esos aspectos para no quedar vendido si su marioneta quedaba inutilizada. Tenía pensado ir ya a desayunar, posiblemente Reiji ya habría hecho el té, pero de pronto...
Había sido una explosión, pero se había oído muy de cerca, no tenía sentido alguno. Salió del complejo de entrenamiento para averiguar lo que había pasado y se encontró con una imagen dantesca. La sala de abajo estaba totalmente destrozada y carbonizada, los cristales habían reventado y todo ardía. El kazejin no entendía que podía haber pasado para llegar a esta situación.
—¡¿Chicos?! ¡¡Esto está en llamas!! —«Espera, ¿Hana?»
Intentó localizar a su compañera, pero el humo del incendio no le dejaba ver un burro a tres pasos. Colocó una de las mangas de su haori sobre su nariz y su boca para no respirar el humo.
—¡Datsue! ¡Reiji! ¡Takumi! ¡Nantōnoya está en llamas! —Al poco otra voz resonó en la sala, era Eri.
—¡Es Reiji-san! ¡¡Reiji está herido!! —«¿Cómo?»
Había que actuar rápido.
—¡Hana-san! ¡Eri-san! —Gritó mientras se acercaba hacia la dirección desde la que sonaba la voz de su compañera. —¿Qué ha pasado?
Cuando llegó a la altura de Hana vio a la Uzumaki junto a ella y al cuerpo semicalcinado de Reiji. «Vamos no me jodas...»
—¡Hay que llevarlo al hospital, Hana! ¡Cógelo del otro lado! —La pelirroja había llegando antes que él y estaba ayudando a Hana a sacar al espadachín de ahí.
—¡Chicas! Dejadme que os eche una mano. —Dijo mientras tocó con sumo cuidado con las yemas de sus dedos la nuca, los hombros y la espalda de Reiji. No tenía suficiente fuerza física, pero con sus hilos de chakra podía ayudar a aligerar la carga a las kunoichis. —Tenemos que sacarlo de aquí lo antes posible y ayudar a controlar el fuego si no queremos que haya más heridos. ¿Alguien tiene control de Suiton?
El marionetista estaba más nervioso que de costumbre, normalmente era muy calmado pero estas situaciones le superaban.
23/06/2020, 20:16 (Última modificación: 23/06/2020, 20:19 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Cuando Datsue oyó la explosión dio tal salto en la cama que se dio de bruces contra el techo y luego, en la caída, se precipitó sobre el borde del colchón y terminó derrumbándose con el cuello doblado, la nuca en el suelo, la espalda al aire y las piernas en la cama, dibujando una especie de “C” con el cuerpo.
—Pero, qué cojones… —farfulló, todavía intentando salir del estado de sueño.
El alma filtró la rabia que sentía al cuerpo, inyectando en la sangre de ese fuego incandescente que terminó por espabilarle. Entonces sintió el rostro dolorido, y el fuego se convirtió en incendio. ¿Qué cojones había sido eso? «¡Algún imbécil jugando con un sello explosivo donde no debe, seguro!» ¿Reiji? ¿Hana? No importaba quien fuese, iba a bajar ahí y darle una buena hostia.
Oyó una voz. ¿Hana, quizá, anunciando que había llamas? Luego otra. Esta vez estaba seguro de que era Eri, también gritando que había fuego. «Joder, la que habéis liado, cabrones».
Impulsó las piernas hacia abajo para terminar de tumbarse y luego se levantó. Tras dudar unos instantes, tomó un pergamino del chaleco que tenía colgado en el armario y fue a abrirlo a la ventana —que no tuvo que abrir porque ya estaba rota—, apuntando al cielo. Una gigantesca bola de fuego salió disparada de ella y se perdió en las nubes.
Menos mal que se había acordado que casi siempre contaba con una técnica ígnea en los pergaminos, o el desastre hubiese sido mayor. Luego, buscó en el escritorio pluma y tinta. Le fue fácil encontrarla: solía usarla para escribir nuevas anotaciones en su diario.
Finalmente, y como el tiempo apremiaba, salió de la habitación y bajó por las escaleras sin siquiera vestirse. Iba con lo puesto: un pijama de manga corta, blanco y con el símbolo de Uzu en rojo; un gorro con orejas y ojos de un tanuki animado; y sandalias. Tuvo que llevarse el cuello del pijama a la nariz para tratar de filtrar el humo.
—¡El fuego dejádmelo a mí! —exclamó, al oír a un chico pidiendo un suitonero. Era Takumi, que junto a Eri y Hana cargaban con… ¿Reiji? «Hostia puta, es más grave de lo que pensaba»—. ¡Vamos! ¡Salid cagando leches!
Ya habría tiempo para venganzas. En aquel momento, tenía que ocuparse de lo más acuciante. Formó un sello y un Kage Bunshin se creó a su lado. Sin siquiera tener que pedírselo, el clon volvió a subir por las escaleras, entrando habitación a habitación —tumbando las puertas de estar cerradas con llave a base de fuerza bruta— para comprobar que no quedaba nadie en el edificio. En principio, todos los participantes estaban fuera, pero uno nunca podía fiarse de que alguien no se hubiese traído al rollete de verano.
Mientras tanto, Datsue se había dirigido a la puerta de salida. Agradeciendo mentalmente a sus compañeros de haber avisado de que había fuego, sacó el pergamino y pluma que había tomado en la habitación y se dedicó a trazar complicadas fórmulas de sellado. Una vez terminado, realizó cuatro simples sellos y observó el resultado.