1/04/2016, 11:16
Quizás si la mente de la kunoichi hubiese estado más preparada para aquel escenario no hubiese pensado de verdad que nada más llegar al lugar sagrado donde nadie resultaba herido terminaría aquel fatídico día y podría irse a casa, siendo claros, no era la única que quería irse de allí antes de que cantase un gallo, se sentía demasiado cansada tanto física como mentalmente.
Pero claro, debería haberse mentalizado para lo siguiente.
El humo que se había creado alrededor de todos los shinobi allí presentes - demasiados por conocer y tan poco tiempo... - había hecho estragos, ya que una vez se disipó, todo cambió, y una docena de alguien que parecía ser el hermano mayor de Nabi les rodeaba. Movió la cabeza hacia un lado, sin acabar de creer que esto era verdad o no, demasiado irreal, demasiado confuso.
¿Es que no podía tener un año de paz y tranquilidad para salvar gatos y limpiar graffitis? ¡No, claro, ella tenía que estar involucrada en sucesos extraños con gemas extractoras de chakra y clones de un hermano desconocido de Nabi que no conocía! Ah, claro, y cúpulas que se derrumbaban porque ella rompía el suelo, pero eso era lo de menos. ''No quiero saber nada más de gemas en lo que me queda de vida...''
Ensimismada en su negación del mundo y los sucesos que su vida llevaba a cabo sin que ella lo permitiese, todo lo ocurrido acerca de las esferas sucedió, y el extraño ser rubio desapareció con algo dorado entre las manos, pero ya ni eso podía confundirla más, ¿qué más podría pasar con aquel extraño ser? ¿Qué les mandara matarse entre todos? ¿Qué volviese para que todos donásemos el chakra a una ONG? ¿Que se uniesen a una organización de gente ultrapoderosa para recolectar bijuus y dominar el mundo?
Un escalofrío hizo que se abrazase a sí misma al pensar en todo aquello, y observó como no le daba igual, estaba, metafóricamente, cagada de miedo. Empezó a hipar cuando su mejor amigo de la infancia se acercó y pronunció las palabras que para Eri resultaron de lo más reconfortantes dentro de todo su cúmulo de desagradables sensaciones.
Vamonos a casa.
Asintió sin intercambiar ninguna palabra, y, temblorosa, se acercó al rubio y le tomó la mano, como cuando eran críos y Eri se orinaba encima por las noches cuando tenía una pesadilla y el Uchiha le acompañaba al baño. Sí, un recuerdo digno de hacer mención.
Miró de reojo a todos sus compañeros de villa, luego a los demás shinobis restantes, uno que había chillado sin creerse nada de lo que pasaba, pobre, le haría tap, tap en la cabeza si ella no fuese un caos dentro de sí misma en aquellos momentos. Negó con la cabeza y la dejó gacha, mirando los trocitos de cúpula esparcidos por todo el suelo.
Suspiró y echó a andar, ya era hora de volver a casa.
Pero claro, debería haberse mentalizado para lo siguiente.
El humo que se había creado alrededor de todos los shinobi allí presentes - demasiados por conocer y tan poco tiempo... - había hecho estragos, ya que una vez se disipó, todo cambió, y una docena de alguien que parecía ser el hermano mayor de Nabi les rodeaba. Movió la cabeza hacia un lado, sin acabar de creer que esto era verdad o no, demasiado irreal, demasiado confuso.
¿Es que no podía tener un año de paz y tranquilidad para salvar gatos y limpiar graffitis? ¡No, claro, ella tenía que estar involucrada en sucesos extraños con gemas extractoras de chakra y clones de un hermano desconocido de Nabi que no conocía! Ah, claro, y cúpulas que se derrumbaban porque ella rompía el suelo, pero eso era lo de menos. ''No quiero saber nada más de gemas en lo que me queda de vida...''
Ensimismada en su negación del mundo y los sucesos que su vida llevaba a cabo sin que ella lo permitiese, todo lo ocurrido acerca de las esferas sucedió, y el extraño ser rubio desapareció con algo dorado entre las manos, pero ya ni eso podía confundirla más, ¿qué más podría pasar con aquel extraño ser? ¿Qué les mandara matarse entre todos? ¿Qué volviese para que todos donásemos el chakra a una ONG? ¿Que se uniesen a una organización de gente ultrapoderosa para recolectar bijuus y dominar el mundo?
Un escalofrío hizo que se abrazase a sí misma al pensar en todo aquello, y observó como no le daba igual, estaba, metafóricamente, cagada de miedo. Empezó a hipar cuando su mejor amigo de la infancia se acercó y pronunció las palabras que para Eri resultaron de lo más reconfortantes dentro de todo su cúmulo de desagradables sensaciones.
Vamonos a casa.
Asintió sin intercambiar ninguna palabra, y, temblorosa, se acercó al rubio y le tomó la mano, como cuando eran críos y Eri se orinaba encima por las noches cuando tenía una pesadilla y el Uchiha le acompañaba al baño. Sí, un recuerdo digno de hacer mención.
Miró de reojo a todos sus compañeros de villa, luego a los demás shinobis restantes, uno que había chillado sin creerse nada de lo que pasaba, pobre, le haría tap, tap en la cabeza si ella no fuese un caos dentro de sí misma en aquellos momentos. Negó con la cabeza y la dejó gacha, mirando los trocitos de cúpula esparcidos por todo el suelo.
Suspiró y echó a andar, ya era hora de volver a casa.