6/04/2016, 21:42
Clones, torres, gemas; una infinidad de desvariados que estaban volviendo loco al tiburón, quien además se vio obligado a observar toda la escena con una ceja enarcada y una cara de pocos amigos que sólo ponía cuando estaba verdaderamente frustrado por la situación. Ya había perdido el interés hacía tiempo, desde que tuvo que preocuparse más por mantener su cabeza sobre los hombros que encontrar la gema que tan súbito como una centella, se había convertido en una cuestión sin importancia.
Y porqué, entonces; ¿había sentido la imperiosa necesidad durante un tiempo de encontrar la otra mitad de la gema en su posesión?...
Una interrogante que tendría que llevar a la cama sin respuesta, porque no pensaba siquiera en indagar en ello. Sólo quería irse de allí y volver a su tierra húmeda antes de que más locuras sucedieran.
Kaido dio un vistazo nuevamente a las personas adyacentes a su posición, pero entendiendo que él era el menos adecuado de todo el grupo —no sólo por ser de una aldea diferente sino por su apariencia y demás—, decidió no mediar palabra y dar la vuelta hacia una dirección oportunamente diferente a la que los miembros del Remolino fueran a tomar. Eran muchos, y él solo tenía al calvo, que por cierto; no había conocido hasta ese momento.
Así de intrascendente era el monje.
Si nada le detenía, Kaido se perdería en la maleza, la incesante búsqueda de un camino abierto donde pudiera ubicarse apropiadamente a fin de encontrar la ruta correcta para volver a las tierras de la Tormenta.
Y porqué, entonces; ¿había sentido la imperiosa necesidad durante un tiempo de encontrar la otra mitad de la gema en su posesión?...
Una interrogante que tendría que llevar a la cama sin respuesta, porque no pensaba siquiera en indagar en ello. Sólo quería irse de allí y volver a su tierra húmeda antes de que más locuras sucedieran.
Kaido dio un vistazo nuevamente a las personas adyacentes a su posición, pero entendiendo que él era el menos adecuado de todo el grupo —no sólo por ser de una aldea diferente sino por su apariencia y demás—, decidió no mediar palabra y dar la vuelta hacia una dirección oportunamente diferente a la que los miembros del Remolino fueran a tomar. Eran muchos, y él solo tenía al calvo, que por cierto; no había conocido hasta ese momento.
Así de intrascendente era el monje.
Si nada le detenía, Kaido se perdería en la maleza, la incesante búsqueda de un camino abierto donde pudiera ubicarse apropiadamente a fin de encontrar la ruta correcta para volver a las tierras de la Tormenta.