1/07/2018, 17:27
Daruu caminaba junto al resto de participantes del examen con el corazón latiéndole con fuerza y a toda velocidad. Lo hacía por varios motivos: por el evidente nerviosismo y la anticipación ante las preguntas del examen escrito, por estar en una villa que no era la suya, y por la creciente y cálida rabia que le subía por el pecho como una comida indigesta cada vez que miraba a Uchiha Datsue.
Por suerte, también había caras conocidas. De su aldea, tanto a Ayame como Kaido, con quienes había pasado el tiempo en el barco y ahora intercambiaba miradas nerviosas. También estaban Keisuke y Karamaru, dos compañeros con los que había mantenido entrenamientos y aventuras. Entre los ninjas de las otras aldeas, además del Uchiha mencionado, estaba Eri, la muchacha con la que coincidió en la capital del País del Remolino. Y también había algo más.
Una ausencia.
¿Qué significaba que Uchiha Akame no estuviese entre los participantes? ¿No se había presentado? Nada propio de él. Lo más probable es que ya hubiera ascendido, como Mogura en Amegakure, por otros méritos.
Apretó los puños aún más.
La voz del examinador le sobresaltó. Su mente había puesto el piloto automático y ya estaban en la puerta del aula del examen. Se obligó a respirar hondo y concentrarse por unas horas en la prueba, sólo en la prueba. Su madre, que se había tenido que quedar en Amegakure por razones obvias, confiaba en él. Su sensei confiaba en él. Y él debía, al fin y al cabo, honrar a su villa.
Para eso estaba allí. ¿No...?
Tras un discurso larguísimo que incluía la amenaza de un suspenso cada varios segundos, el examinador, un hombre manco con aspecto severo, una calva sin salir del armario pero que daba esperanzas de brillar más que la de Karamaru y que vestía con el chaleco de chūnin que les prometían si aprobaban aquella serie de retos, se puso a nombrarlos uno a uno.
Daruu entró dentro de la habitación y la recorrió rápidamente con la vista. Se sentó en el pupitre correspondiente y evitó siquiera mirar a la hoja de papel de enunciados dada la vuelta, no fuera a ser que el simple hecho de mirarla fuera a acarrearle ya un suspenso. En lugar de eso, dirigió la vista a las ventanas: un bonito y asfixiante día de verano les alumbraba con un optimismo nada desagradecido. «Venga, Daruu. Tú puedes. Es sólo un examen escrito. Está chupado.»
Cuando todos estuvieron sentados, aquél hombre todavía esperó un poco más. «¿Esto qué, cabrón, para crear más suspense aún, no?»
—Podéis comenzar. —como una respuesta a sus maldiciones, el chūnin dio el pistoletazo de salida a la prueba. Casi una decena de papeles se dieron la vuelta al mismo tiempo y los participantes cambiaron de estado mental.
Llegó la hora de contestar.
Y sus ojos sobrevolaron el enunciado de la primera cuestión. A medida que recorrían las letras, sus ojos se iban abriendo más y más.
«¿Que el kage de mi aldea está a punto de qué? Madre mía. Estos de Uzushiogakure se creen que todos somos como ellos. No puedo imaginarme a Yui-sama haciendo algo así. Aunque... Vale, sí, es muy temperamental, podría pasar, ¿y qué se supone que debería hacer yo entonces?»
Entrecerró los párpados y pensó un momento. Se imaginó, pequeño e indefenso, delante de una Yui más grande que él, fulminándole con esos dientes serrados...
Hasta ahora, esa era la imagen que se había formado de ella. De labios de Ayame, por supuesto.
Suspiró y cogió el lápiz. Escribió:
Asintió al aire, satisfecho con la respuesta a la primera pregunta. Se mordió el labio inferior antes de pasar a la segunda, no obstante, ¿de verdad estaba bien? Estaba comenzando a asumir que todas las preguntas serían igual de ambiguas. Más que una pregunta había parecido a una trampa.
Bajó a la segunda.
«Menos mal, una pregunta más norm...»
Efectivamente, era una pregunta normal. Al principio. Parecía una situación normal de misión, pero pronto hubo un giro argumental. ¿Una insubordinación?
Daruu suspiró, se lo pensó unos largos, largos minutos, y finalmente contestó:
Observó su respuesta con bastante confianza en lo que había escrito. Sí, había sido una buena solución. No había dejado flancos libres. «¿Y que otra cosa podría hacer si no? ¿Atar al genin a un palo? Seguro que eso le hace tener más confianza en mi. Seguro que eso haría que cumpliéramos mejor la misión.»
Sus ojos se posaron sobre la tercera pregunta.
«Esta tiene trampa. Porque perfectamente el tipo este puede conducirnos a una trampa. No se detalla el tipo de misión, pero entonces, ¿por qué se menciona que tiene nociones de combate? Eso significa que también podría atacar a mi equipo, ¿no? Mmh...»
Escribió:
Torció el gesto y observó sus escuetas frases con desconfianza. Era la respuesta que consideraba la más adecuada, pero aún así parecía tan... corta. Al final, sacudió la cabeza y se obligó a continuar. De nada servía centrarse en un posible error si perdía todos los puntos en las siguientes pre...
«¿PERO QUÉ PUTA MIERDA ES ESTA? ¿¡QUIÉN HA SIDO LA MENTE PERTURBADA Y MALIGNA QUE HA CREADO ESTA PREGUNTA!? ¿¡EN QUÉ ESTABAN PENSANDO!? ¡¿ES UNA BROMA!? ¿¡UN FALLO DE IMPRENTA, QUIZÁS!?»
Abrió mucho los ojos y recorrió con ellos la pregunta. Empezó a ponerse nervioso. Se rascó la cabeza. Se agarró la nuca con ambas manos y agachó la cabeza, clavando la frente en la madera de la mesa.
«Debe de ser una especie de código, ¿pero cómo coño piensan que descifremos esto sin una clave? Joder, dos puntos que se me van a la mierda, hala, ahora sólo tengo ocho posibles para sacar un cinco, y la anterior pregunta es muy corta, y la primera no la tenía tan clara, y...»
Acababa de abrir los ojos. Y justo enfrente de su ojo derecho había algo, un detalle...
«¿Por qué este cinco está en otro color?»
Inmediatamente se reincorporó y empezó a machacarse la cabeza. Cinco, cinco, cinco. ¿Cinco qué?
Estuvo un rato así, controlando el tiempo de vez en cuando porque después venía otra pregunta. Y cuando finalmente descubrió el truco, casi no pudo aguantarse la risa. Pero lo hizo. Se aguantó una risa maníaca y gutural. Porque si no, probablemente aquél hombre manco con cara de pocos amigos le suspendería sin miramientos.
«En serio, ¿quién es el puto enfermo que ha diseñado esta pregunta? No puede haber alguien tan malvado en Oonindo, joder. Joder, qué puto cabronazo que eres, joder...»
Su mente trabajó a toda velocidad, y usando la hoja de papel auxiliar comenzó a descifrar el código. A medida que lo hacía, más y más ganas le entraban de reír.
Y finalmente, escribió, letra a letra, despacio:
Asintió con suficiencia y le dio una vueltecita al lápiz con la mano. Luego, pasó a la última pregunta.
Y sus ojos se abrieron como platos.
«¿Y ya está? ¿Que qué es un ninja? Pero qué obvio...»
Daruu posó el lápiz en el papel y...
...y dudó.
«Un momento, es demasiado simple. ¿Qué es un ninja? No preguntas eso en la última pregunta de un examen para convertirte en chuunin. Pero si no puedes contestar con una simple definición, con qué contestas? ¿Qué...?»
Tras un rato dándole vueltas en la mente, Daruu cerró los ojos, dejó escapar el aire y escribió:
Suspiró tendidamente y dejó el lápiz suavemente sobre el escritorio. Dedicó un tiempo a cerrar los ojos y tranquilizarse. Ya está, ya estaba hecho. Sólo tenía que esperar a que acabase el tiempo y entregar su examen. Luego, todo habría acabado, y la suerte estaría echada.
Abrió los ojos y se puso a repasar las preguntas cuidadosamente. A repensarlas. A comprobar que había puesto apellido y nombre en la hoja. Porque nunca se sabe. A perder el tiempo antes de que tuviera que darle la vuelta a la hoja y dársela al examinador.
Al término, lo haría y saldría de la habitación, sintiéndose un poco más cerca —o quizás más lejos— de convertirse en un auténtico chuunin.
Por suerte, también había caras conocidas. De su aldea, tanto a Ayame como Kaido, con quienes había pasado el tiempo en el barco y ahora intercambiaba miradas nerviosas. También estaban Keisuke y Karamaru, dos compañeros con los que había mantenido entrenamientos y aventuras. Entre los ninjas de las otras aldeas, además del Uchiha mencionado, estaba Eri, la muchacha con la que coincidió en la capital del País del Remolino. Y también había algo más.
Una ausencia.
¿Qué significaba que Uchiha Akame no estuviese entre los participantes? ¿No se había presentado? Nada propio de él. Lo más probable es que ya hubiera ascendido, como Mogura en Amegakure, por otros méritos.
Apretó los puños aún más.
La voz del examinador le sobresaltó. Su mente había puesto el piloto automático y ya estaban en la puerta del aula del examen. Se obligó a respirar hondo y concentrarse por unas horas en la prueba, sólo en la prueba. Su madre, que se había tenido que quedar en Amegakure por razones obvias, confiaba en él. Su sensei confiaba en él. Y él debía, al fin y al cabo, honrar a su villa.
Para eso estaba allí. ¿No...?
Tras un discurso larguísimo que incluía la amenaza de un suspenso cada varios segundos, el examinador, un hombre manco con aspecto severo, una calva sin salir del armario pero que daba esperanzas de brillar más que la de Karamaru y que vestía con el chaleco de chūnin que les prometían si aprobaban aquella serie de retos, se puso a nombrarlos uno a uno.
Daruu entró dentro de la habitación y la recorrió rápidamente con la vista. Se sentó en el pupitre correspondiente y evitó siquiera mirar a la hoja de papel de enunciados dada la vuelta, no fuera a ser que el simple hecho de mirarla fuera a acarrearle ya un suspenso. En lugar de eso, dirigió la vista a las ventanas: un bonito y asfixiante día de verano les alumbraba con un optimismo nada desagradecido. «Venga, Daruu. Tú puedes. Es sólo un examen escrito. Está chupado.»
Cuando todos estuvieron sentados, aquél hombre todavía esperó un poco más. «¿Esto qué, cabrón, para crear más suspense aún, no?»
—Podéis comenzar. —como una respuesta a sus maldiciones, el chūnin dio el pistoletazo de salida a la prueba. Casi una decena de papeles se dieron la vuelta al mismo tiempo y los participantes cambiaron de estado mental.
Llegó la hora de contestar.
Y sus ojos sobrevolaron el enunciado de la primera cuestión. A medida que recorrían las letras, sus ojos se iban abriendo más y más.
«¿Que el kage de mi aldea está a punto de qué? Madre mía. Estos de Uzushiogakure se creen que todos somos como ellos. No puedo imaginarme a Yui-sama haciendo algo así. Aunque... Vale, sí, es muy temperamental, podría pasar, ¿y qué se supone que debería hacer yo entonces?»
Entrecerró los párpados y pensó un momento. Se imaginó, pequeño e indefenso, delante de una Yui más grande que él, fulminándole con esos dientes serrados...
Hasta ahora, esa era la imagen que se había formado de ella. De labios de Ayame, por supuesto.
Suspiró y cogió el lápiz. Escribió:
El comportamiento adecuado de un chuunin es el de la obediencia a su líder. No está en mi mano cuestionar las acciones de mi Kage, puesto que debo confiar en su juicio para dirigir la aldea. No obstante si llegase a tener muchas dudas podría llegar a consultarlo con un jounin, generales de rango alto con potestad para aconsejar a nuestro líder o, en conjunto y si realmente llegase a ser necesario, cuestionarlo. ¿Pero yo, con rango chuunin? No me corresponde cuestionar directamente ninguna decisión de mi mandatario sin consultarlo con un superior primero.
Asintió al aire, satisfecho con la respuesta a la primera pregunta. Se mordió el labio inferior antes de pasar a la segunda, no obstante, ¿de verdad estaba bien? Estaba comenzando a asumir que todas las preguntas serían igual de ambiguas. Más que una pregunta había parecido a una trampa.
Bajó a la segunda.
«Menos mal, una pregunta más norm...»
Efectivamente, era una pregunta normal. Al principio. Parecía una situación normal de misión, pero pronto hubo un giro argumental. ¿Una insubordinación?
Daruu suspiró, se lo pensó unos largos, largos minutos, y finalmente contestó:
Cuestionaría dicha afirmación. Es decir, ¿en qué se basa para decirme que no soy capaz de liderar al equipo? Llevábamos un día de viaje y no habíamos siquiera llegado al lugar de la misión? ¿Qué en mi actitud o en mi proceder le hace pensar que no soy capaz de liderar el equipo? No le preguntaría sólo a él, sino a sus compañeros, tirándoles de la lengua por si alguno de ellos cede y hace que el insubordinado tome conciencia de la situación. En caso de que el asunto se vaya de las manos, ofrecería al genin liderar la marcha hasta Yachi y tomar las primeras decisiones, diciéndole que demuestre que él puede ser mejor líder que yo, pero que como su superior estaré atento de lo que hace y cómo le hace y juzgaré y actuaré en consecuencia. Asímismo le diría que no me lo demostrase a mi únicamente sino a sus compañeros, que también le juzgarían. Finalmente le diría que si estaba seguro de querer tomar la responsabilidad ante el Kage si algo salía mal. Si con esto no le he convencido le dejaría proceder e intentaría ganarme su confianza, siempre y cuando no cometan alguna locura. En el mejor de los casos sería una tutela buena para su formación, y en el peor de ellos tomaría las riendas si algo saliera mal.
Observó su respuesta con bastante confianza en lo que había escrito. Sí, había sido una buena solución. No había dejado flancos libres. «¿Y que otra cosa podría hacer si no? ¿Atar al genin a un palo? Seguro que eso le hace tener más confianza en mi. Seguro que eso haría que cumpliéramos mejor la misión.»
Sus ojos se posaron sobre la tercera pregunta.
«Esta tiene trampa. Porque perfectamente el tipo este puede conducirnos a una trampa. No se detalla el tipo de misión, pero entonces, ¿por qué se menciona que tiene nociones de combate? Eso significa que también podría atacar a mi equipo, ¿no? Mmh...»
Escribió:
Sí, pero le haría liderar la marcha y estaría atento a todos sus movimientos y al entorno. Prepararía un plan de contingencia por si nos estuviera conduciendo a una trampa, dependiendo de la naturaleza de la misión.
Torció el gesto y observó sus escuetas frases con desconfianza. Era la respuesta que consideraba la más adecuada, pero aún así parecía tan... corta. Al final, sacudió la cabeza y se obligó a continuar. De nada servía centrarse en un posible error si perdía todos los puntos en las siguientes pre...
«¿PERO QUÉ PUTA MIERDA ES ESTA? ¿¡QUIÉN HA SIDO LA MENTE PERTURBADA Y MALIGNA QUE HA CREADO ESTA PREGUNTA!? ¿¡EN QUÉ ESTABAN PENSANDO!? ¡¿ES UNA BROMA!? ¿¡UN FALLO DE IMPRENTA, QUIZÁS!?»
Abrió mucho los ojos y recorrió con ellos la pregunta. Empezó a ponerse nervioso. Se rascó la cabeza. Se agarró la nuca con ambas manos y agachó la cabeza, clavando la frente en la madera de la mesa.
«Debe de ser una especie de código, ¿pero cómo coño piensan que descifremos esto sin una clave? Joder, dos puntos que se me van a la mierda, hala, ahora sólo tengo ocho posibles para sacar un cinco, y la anterior pregunta es muy corta, y la primera no la tenía tan clara, y...»
Acababa de abrir los ojos. Y justo enfrente de su ojo derecho había algo, un detalle...
«¿Por qué este cinco está en otro color?»
Inmediatamente se reincorporó y empezó a machacarse la cabeza. Cinco, cinco, cinco. ¿Cinco qué?
Estuvo un rato así, controlando el tiempo de vez en cuando porque después venía otra pregunta. Y cuando finalmente descubrió el truco, casi no pudo aguantarse la risa. Pero lo hizo. Se aguantó una risa maníaca y gutural. Porque si no, probablemente aquél hombre manco con cara de pocos amigos le suspendería sin miramientos.
«En serio, ¿quién es el puto enfermo que ha diseñado esta pregunta? No puede haber alguien tan malvado en Oonindo, joder. Joder, qué puto cabronazo que eres, joder...»
Su mente trabajó a toda velocidad, y usando la hoja de papel auxiliar comenzó a descifrar el código. A medida que lo hacía, más y más ganas le entraban de reír.
Y finalmente, escribió, letra a letra, despacio:
FRJIFRF IFWZZ
Asintió con suficiencia y le dio una vueltecita al lápiz con la mano. Luego, pasó a la última pregunta.
Y sus ojos se abrieron como platos.
«¿Y ya está? ¿Que qué es un ninja? Pero qué obvio...»
Daruu posó el lápiz en el papel y...
...y dudó.
«Un momento, es demasiado simple. ¿Qué es un ninja? No preguntas eso en la última pregunta de un examen para convertirte en chuunin. Pero si no puedes contestar con una simple definición, con qué contestas? ¿Qué...?»
Tras un rato dándole vueltas en la mente, Daruu cerró los ojos, dejó escapar el aire y escribió:
Un ninja forma parte del ejército de su villa, y en el conjunto grande de las cosas, del ejército de su país. Está a las órdenes de sus superiores, en última instancia de su Kage. No... en ultimísima instancia, de la propia aldea.
Un ninja es aquél que defiende a los suyos y trabaja para protegerlos y cuidarlos. Para garantizar la prosperidad y el bienestar de todos en la aldea. Y lo hace cumpliendo el propósito que le deba ser designado o que, en caso de no tratarse de una orden, considere necesario.
Un ninja sirve para proteger a los seres queridos y para que los civiles puedan vivir en paz. No concibo otro propósito que ese para los ninjas. Proteger, de una manera u otra, haciendo el trabajo que sólo puede hacer un ninja, que a veces, por supuesto, no es nada agradable.
Definitivamente un ninja trabaja siempre por el bien de su aldea.
Un ninja es aquél que defiende a los suyos y trabaja para protegerlos y cuidarlos. Para garantizar la prosperidad y el bienestar de todos en la aldea. Y lo hace cumpliendo el propósito que le deba ser designado o que, en caso de no tratarse de una orden, considere necesario.
Un ninja sirve para proteger a los seres queridos y para que los civiles puedan vivir en paz. No concibo otro propósito que ese para los ninjas. Proteger, de una manera u otra, haciendo el trabajo que sólo puede hacer un ninja, que a veces, por supuesto, no es nada agradable.
Definitivamente un ninja trabaja siempre por el bien de su aldea.
Suspiró tendidamente y dejó el lápiz suavemente sobre el escritorio. Dedicó un tiempo a cerrar los ojos y tranquilizarse. Ya está, ya estaba hecho. Sólo tenía que esperar a que acabase el tiempo y entregar su examen. Luego, todo habría acabado, y la suerte estaría echada.
Abrió los ojos y se puso a repasar las preguntas cuidadosamente. A repensarlas. A comprobar que había puesto apellido y nombre en la hoja. Porque nunca se sabe. A perder el tiempo antes de que tuviera que darle la vuelta a la hoja y dársela al examinador.
Al término, lo haría y saldría de la habitación, sintiéndose un poco más cerca —o quizás más lejos— de convertirse en un auténtico chuunin.