La voz del Akimichi todavía seguía sonando en su cabeza durante todo el recorrido hasta la mencionada Academia. El estomágo le temblaba como nunca y caminó todo la mirada hacia abajo absorto en sus pensamientos. Poca atención le dio al grupo que le acompañaba incluso al entrar al aula y sentarse en su pupitre.
Estuvo en silencio reemplazando la voz de Katsudon por el hombre que les presentaba el primer examen. Se grabó sus palabras en la memoria, y al escuchar su nombre dio un paso al frente y finalmente pudo encontrarse sentado frente a una hoja en blanco. Respiraba profundo, agitando las manos, mirando por primera vez alrededor y viendo caras conocidas. Pero no era momento de holas y saludos.
«Vamos, dale, sin nervios, que esta es la parte fácil. Es escribir, hablar, responder unas preguntas.... no nos van a salir con ningún cálculo matemático ni nada..... vamos, dale»
Ordenó prolijamente las hojas sobre su escritorio, tras juguetear un poco por los nervios pero sin ver la parte escrita, y pasó a entretener sus manos con uno de los lápices. Finalmente, la voz del hombre retumbó en sus oídos y el reloj de su cabeza comenzó a sonar.
Dio vuelta la hoja y, como solía hacer, leyó todas las consignas antes de empezar. Dos eran decisión en misión, una decisión personal, otra un código que pasó de largo sin apenas mirarlo, y una última que parecía sencillo. Las miró nuevamente, pensó una rápida respuesta de una oración con cada una para asegurarse que podía con ellas y luego miró las letras desordenadas. Las miró un rato, y sin saber a qué referían tomó un largo respiro agarró fuerte el lápiz y empezó a escribir.
«Primero lo primero, allá vamos»
Otro suspiro largo más. El motor ya había arrancado, las palabras ya habían salido, los nervios iniciales ante lo desconocido habían amainado. Estaba conforme con su respuesta y eso le daba más calma incluso para darse el lujo de sonreír. Levantó la cabeza, vio a los demás metidos en sus escrituras y volvió a la carga leyendo nuevamente la segunda pregunta.
Una menos y la tercera, que parecía ser la más simple seguía. Apenas la había leído ya tenía una respuesta para dar. Parando solo un segundo para re-leer la tercer pregunta el calvo no paro con el ritmo de su escritura y continuó.
Listo, y allá va otra más. Ya tenía más del a mitad, ahora estaba confiado. Se sentía seguro de sus respuestas y las ideas fluían por su cabeza sin permitirle quedarse en blanco. Con una sonrisa nuevamente miraría al grupo y otra vez agacharía la cabeza y se metería en las preguntas. Tocaba la difícil, la que no tenía respuesta clara.
Desde el primer momento, dado la naturaleza de su profesión y de su examen, pudo intuir que se trataba de algún tipo de código. La forma del párrafo junto a palabras sueltas como lo eran la D y la F apoyaban su pensamiento, y fueron justamente esas dos letras en el texto las que lo llevaron a su primer suposición.
Tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir igualdades de letras mientras que sus manos contaban. La distancia que tenían la D y la F con vocales, las únicas que podían estar solas, era su camino. Largo rato de aquella hora estuvo contando con los dedos y escribiendo lista tras lista de igualdades del abecedario pero finalmente encontró aquella traducción que tenía sentido.
Una sonrisa brilló en su rostro y lo primero que hizo fue mirar a sus compañeros como si lo hubiesen resuelto todos al mismo tiempo, dándose cuenta de lo que estaba escrito. No tardó en responder.
Tras la respuesta vio el 5 remarcado en la hoja, contó una vez con los dedos, y tiró la espalda en el respaldo del asiento. No podía creer que tenía enfrente suyo la mitad de la respuestas y no la había visto, pero ya había perdido suficiente tiempo y tenía que terminar antes de que termine la hora.
Volvió a tomar el lápiz, volvió a leer la última pregunta, y empezó a escribir.
Leyó por última vez las cinco respuestas, y se mantuvo conforme con el resultado. Junto las hojas, con su debido nombre representativo, se levantó... o estuvo a punto. No le gustaba entregar primero, y no lo iba a hacer por primera vez. Allí se quedaría hasta que esa bendita hora terminase y pudiese levantarse, dejar la hoja, e irse para olvidarse al instante las respuestas que había dado y empezar a mentalizarse en la siguiente prueba.
Estuvo en silencio reemplazando la voz de Katsudon por el hombre que les presentaba el primer examen. Se grabó sus palabras en la memoria, y al escuchar su nombre dio un paso al frente y finalmente pudo encontrarse sentado frente a una hoja en blanco. Respiraba profundo, agitando las manos, mirando por primera vez alrededor y viendo caras conocidas. Pero no era momento de holas y saludos.
«Vamos, dale, sin nervios, que esta es la parte fácil. Es escribir, hablar, responder unas preguntas.... no nos van a salir con ningún cálculo matemático ni nada..... vamos, dale»
Ordenó prolijamente las hojas sobre su escritorio, tras juguetear un poco por los nervios pero sin ver la parte escrita, y pasó a entretener sus manos con uno de los lápices. Finalmente, la voz del hombre retumbó en sus oídos y el reloj de su cabeza comenzó a sonar.
Dio vuelta la hoja y, como solía hacer, leyó todas las consignas antes de empezar. Dos eran decisión en misión, una decisión personal, otra un código que pasó de largo sin apenas mirarlo, y una última que parecía sencillo. Las miró nuevamente, pensó una rápida respuesta de una oración con cada una para asegurarse que podía con ellas y luego miró las letras desordenadas. Las miró un rato, y sin saber a qué referían tomó un largo respiro agarró fuerte el lápiz y empezó a escribir.
«Primero lo primero, allá vamos»
Otro suspiro largo más. El motor ya había arrancado, las palabras ya habían salido, los nervios iniciales ante lo desconocido habían amainado. Estaba conforme con su respuesta y eso le daba más calma incluso para darse el lujo de sonreír. Levantó la cabeza, vio a los demás metidos en sus escrituras y volvió a la carga leyendo nuevamente la segunda pregunta.
Una menos y la tercera, que parecía ser la más simple seguía. Apenas la había leído ya tenía una respuesta para dar. Parando solo un segundo para re-leer la tercer pregunta el calvo no paro con el ritmo de su escritura y continuó.
Listo, y allá va otra más. Ya tenía más del a mitad, ahora estaba confiado. Se sentía seguro de sus respuestas y las ideas fluían por su cabeza sin permitirle quedarse en blanco. Con una sonrisa nuevamente miraría al grupo y otra vez agacharía la cabeza y se metería en las preguntas. Tocaba la difícil, la que no tenía respuesta clara.
Desde el primer momento, dado la naturaleza de su profesión y de su examen, pudo intuir que se trataba de algún tipo de código. La forma del párrafo junto a palabras sueltas como lo eran la D y la F apoyaban su pensamiento, y fueron justamente esas dos letras en el texto las que lo llevaron a su primer suposición.
Tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir igualdades de letras mientras que sus manos contaban. La distancia que tenían la D y la F con vocales, las únicas que podían estar solas, era su camino. Largo rato de aquella hora estuvo contando con los dedos y escribiendo lista tras lista de igualdades del abecedario pero finalmente encontró aquella traducción que tenía sentido.
Una sonrisa brilló en su rostro y lo primero que hizo fue mirar a sus compañeros como si lo hubiesen resuelto todos al mismo tiempo, dándose cuenta de lo que estaba escrito. No tardó en responder.
Tras la respuesta vio el 5 remarcado en la hoja, contó una vez con los dedos, y tiró la espalda en el respaldo del asiento. No podía creer que tenía enfrente suyo la mitad de la respuestas y no la había visto, pero ya había perdido suficiente tiempo y tenía que terminar antes de que termine la hora.
Volvió a tomar el lápiz, volvió a leer la última pregunta, y empezó a escribir.
Leyó por última vez las cinco respuestas, y se mantuvo conforme con el resultado. Junto las hojas, con su debido nombre representativo, se levantó... o estuvo a punto. No le gustaba entregar primero, y no lo iba a hacer por primera vez. Allí se quedaría hasta que esa bendita hora terminase y pudiese levantarse, dejar la hoja, e irse para olvidarse al instante las respuestas que había dado y empezar a mentalizarse en la siguiente prueba.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘