8/07/2018, 08:31
Umikiba Kaido se pavoneó durante todo el camino con la seguridad de un vencedor. Barbilla en alto, espalda recta y esa sonrisa suya brillando a sinietra, que contrastaba con los rostros menos agraciados de otros tantos participantes. Él, por su parte, trató de explayar esa confianza suya tal y como solía hacerlo siempre, aunque por dentro podía estar muriéndose de los nervios. Por suerte Daruu era una de los pocos que podía ver a través de aquel muro contentivo, y aquel pelopincho ahora mismo era la menor de sus preocupaciones. Lo único que pasaba por su cabeza en ese instante era el de aprobar, aprobar y aprobar.
El grupo de aspirantes se detuvo finalmente frente a la imponente Academia de las Olas, y el guía serpenteó en el interior de la misma para toparse con un hombre frente a una de las aulas. El Examinador, cuyo nombre nunca salió a flote, no tardó en escupir los puntos más importantes a tener en cuenta para el debido proceder del examen. Entonces relató una a una cada situación en las que incurriendo, significaba un fallo directo y rotundo de la prueba. Algunas más obvias que otras, desde luego, aunque al tiburón la única que realmente le preocupó fue aquello de no poder ir a mear. Pedirle a un Hozuki que contenga su vejiga era como obligar a Mogura a que llamase a sus compañeros por su nombre de pila, es decir, algo totalmente antinatural.
... Pero se podía estar tranquilo, pues había soltado el chorro a calzón tendido antes de dejar los alojamientos. Después de todo, Kaido era un escualo precavido.
Finalmente, concluyó con que el examen duraría una hora. Luego un puff, lista en mano, y empezó a llamarlos uno a uno. Y uno a uno les fue viendo entrar, hasta que le tocó a él.
Un paso cínico le permitió entrar al aula. Sendos pupitres adornaban su interior, uno que yacía gratamente iluminado por el resplandor proveniente de los amplios ventanales. Sobre las mesas se encontraban las hojas en blanco y también las que contenían los enunciados dejándose querer en secreto, boca abajo. Kaido fue a parar en su asiento asignado y una vez su culo tocó la madera, su sonrisa desapareció. Ingresó en modo "concéntrate y deja de hacer el gilipollas un rato" y tiró la mirada fija a la puerta del aula. Casi que no parpadeó hasta que el chunin volvió a entrar.
—Podéis comenzar.
Y vaya que sí empezó. Su hoja se volteó más rápido que un relámpago y su mano izquierda hizo el ademán de escribir respuestas que aún ni había formulado. Ansioso, comenzó a leer la primera pregunta y trató de ponerse en el papel de un chuunin contrastado que realmente pudiera tener una opinión en un asunto político tan importante y delicado como aquel que se enunciaba. Trastabilló durante un par de minutos, dubitativo.
«Joder, ¿y utilizar el poder cómo, y por qué? ¿Poner en riesgo a la aldea según quién? creo que ahí está el quid de la cuestión. Voy a tirar de esa premisa a ver qué es lo que me queda»
Y su zurda escribió:
La punta del lapiz se tensó en ese último punto. Repasó sus líneas con recelo, pero se sintió satisfecho. Sólo entonces pegó un salto hasta la pregunta número dos.
No pudo evitar reírse ante la idea de una sublevación, teniendo en cuenta que su reacción no sería sino la de meterle una hostia al chaval que no le iban a quedar ganas de volver a vestir la bandana de Amegakure no satou. Lamentablemente, no era la clase de respuesta que se podía plasmar en un examen sin perder descaradamente esos dos puntos, así que intentó responderlo de una forma más sutil, si es que la había.
Asintió más satisfecho aún. Hasta ahora iba bien. Continuó.
«Y una mierda que me voy a llevar a un civil. ¡Cometí el error de llevarme al jodido cocainómano de Kano y al pelele de Reon y buah, pues mira como me fue!» —se increpó, testarudo. Y es que quizás en las preguntas anteriores podía basar su respuesta en situaciones tentativas, pero en ésta en particular, había podido vivir una situación similar durante una de sus misiones.
Su instinto le pedía a gritos que cogiera su propia experiencia para justificar una respuesta, y así terminó haciéndolo.
Alzó el pescuezo sólo un poco para aliviar la tensión de su cuello y trató de estimar cuánto tiempo llevaba escribiendo porquerías en sus hojas. Le calculó unos treinta minutos, así que tendría que apurarse.
Pero en cuanto quiso conversar consigo mismo acerca de la pregunta y de cómo abordarla, su mente se quedó en blanco cuando leyó la cuarta pregunta. O bueno, cuando lo intentó, porque no eran más que letras al azar sin ningún tipo de coherencia.
«...
...
Y su puta madre»
Saltó directo a la quinta, y última.
Fue entonces cuando realmente sintió la presión. ¿Qué era ser un Ninja? ¿querían una respuesta de libro donde se definiera la profesión, o algo más espiritual que destacara los aspectos más crudos y reales de una palabra detrás de la que que se escuda tanta gente desde hacía siglos?
Se quedó pensándolo durante un tiempo. Puso el lápiz sobre el papel e intentó escribir, pero tuvo que pensárselo otra vez.
Y así durante un par de minutos más, hasta que ...
Una lagrimilla le corrió grácil por una de sus mejillas, figurativamente.
«Técnico y emotivo en partes iguales. Eres la polla, Kaido»
Ahora se encontraba en la jodida recta final. Le quedaba una única pregunta para responder, y la más peliaguda de todas. Y es que ahora que releía aquel texto gigante, seguía sin encontrarle sentido al asunto. Porque a ver, era evidente que se trataba de un mensaje codificado pero el quid estaba en conseguir la puta clave. ¿Pero cómo?
El cinco. Claro. Un único número entre todo letras, y además, marcado en rojo. Bien que un ninja por lo general siempre tenía que tener en cuenta que algo que salte tanto a lo evidente puede ser también una distracción del objetivo real, pero en ese caso puntual no lo creía de esa manera. Así que hizo énfasis en el número y trató de encontrarle sentido a todo. Entonces empezó a contar de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Letra por letra. Nada.
O no, aguarda. Sí, Algo.
¡Eureka!
Suspiró aliviado. Aunque luego recordó que tenía que poner su nombre en los papeles que iba a entregar. Luego aguardó paciente al momento de concluir la prueba, entregar, y salir cagando leches de ahí.
Ahora sí necesitaba mear.
El grupo de aspirantes se detuvo finalmente frente a la imponente Academia de las Olas, y el guía serpenteó en el interior de la misma para toparse con un hombre frente a una de las aulas. El Examinador, cuyo nombre nunca salió a flote, no tardó en escupir los puntos más importantes a tener en cuenta para el debido proceder del examen. Entonces relató una a una cada situación en las que incurriendo, significaba un fallo directo y rotundo de la prueba. Algunas más obvias que otras, desde luego, aunque al tiburón la única que realmente le preocupó fue aquello de no poder ir a mear. Pedirle a un Hozuki que contenga su vejiga era como obligar a Mogura a que llamase a sus compañeros por su nombre de pila, es decir, algo totalmente antinatural.
... Pero se podía estar tranquilo, pues había soltado el chorro a calzón tendido antes de dejar los alojamientos. Después de todo, Kaido era un escualo precavido.
Finalmente, concluyó con que el examen duraría una hora. Luego un puff, lista en mano, y empezó a llamarlos uno a uno. Y uno a uno les fue viendo entrar, hasta que le tocó a él.
Un paso cínico le permitió entrar al aula. Sendos pupitres adornaban su interior, uno que yacía gratamente iluminado por el resplandor proveniente de los amplios ventanales. Sobre las mesas se encontraban las hojas en blanco y también las que contenían los enunciados dejándose querer en secreto, boca abajo. Kaido fue a parar en su asiento asignado y una vez su culo tocó la madera, su sonrisa desapareció. Ingresó en modo "concéntrate y deja de hacer el gilipollas un rato" y tiró la mirada fija a la puerta del aula. Casi que no parpadeó hasta que el chunin volvió a entrar.
—Podéis comenzar.
Y vaya que sí empezó. Su hoja se volteó más rápido que un relámpago y su mano izquierda hizo el ademán de escribir respuestas que aún ni había formulado. Ansioso, comenzó a leer la primera pregunta y trató de ponerse en el papel de un chuunin contrastado que realmente pudiera tener una opinión en un asunto político tan importante y delicado como aquel que se enunciaba. Trastabilló durante un par de minutos, dubitativo.
«Joder, ¿y utilizar el poder cómo, y por qué? ¿Poner en riesgo a la aldea según quién? creo que ahí está el quid de la cuestión. Voy a tirar de esa premisa a ver qué es lo que me queda»
Y su zurda escribió:
La punta del lapiz se tensó en ese último punto. Repasó sus líneas con recelo, pero se sintió satisfecho. Sólo entonces pegó un salto hasta la pregunta número dos.
No pudo evitar reírse ante la idea de una sublevación, teniendo en cuenta que su reacción no sería sino la de meterle una hostia al chaval que no le iban a quedar ganas de volver a vestir la bandana de Amegakure no satou. Lamentablemente, no era la clase de respuesta que se podía plasmar en un examen sin perder descaradamente esos dos puntos, así que intentó responderlo de una forma más sutil, si es que la había.
Asintió más satisfecho aún. Hasta ahora iba bien. Continuó.
«Y una mierda que me voy a llevar a un civil. ¡Cometí el error de llevarme al jodido cocainómano de Kano y al pelele de Reon y buah, pues mira como me fue!» —se increpó, testarudo. Y es que quizás en las preguntas anteriores podía basar su respuesta en situaciones tentativas, pero en ésta en particular, había podido vivir una situación similar durante una de sus misiones.
Su instinto le pedía a gritos que cogiera su propia experiencia para justificar una respuesta, y así terminó haciéndolo.
Alzó el pescuezo sólo un poco para aliviar la tensión de su cuello y trató de estimar cuánto tiempo llevaba escribiendo porquerías en sus hojas. Le calculó unos treinta minutos, así que tendría que apurarse.
Pero en cuanto quiso conversar consigo mismo acerca de la pregunta y de cómo abordarla, su mente se quedó en blanco cuando leyó la cuarta pregunta. O bueno, cuando lo intentó, porque no eran más que letras al azar sin ningún tipo de coherencia.
«...
...
Y su puta madre»
Saltó directo a la quinta, y última.
Fue entonces cuando realmente sintió la presión. ¿Qué era ser un Ninja? ¿querían una respuesta de libro donde se definiera la profesión, o algo más espiritual que destacara los aspectos más crudos y reales de una palabra detrás de la que que se escuda tanta gente desde hacía siglos?
Se quedó pensándolo durante un tiempo. Puso el lápiz sobre el papel e intentó escribir, pero tuvo que pensárselo otra vez.
Y así durante un par de minutos más, hasta que ...
Una lagrimilla le corrió grácil por una de sus mejillas, figurativamente.
«Técnico y emotivo en partes iguales. Eres la polla, Kaido»
Ahora se encontraba en la jodida recta final. Le quedaba una única pregunta para responder, y la más peliaguda de todas. Y es que ahora que releía aquel texto gigante, seguía sin encontrarle sentido al asunto. Porque a ver, era evidente que se trataba de un mensaje codificado pero el quid estaba en conseguir la puta clave. ¿Pero cómo?
El cinco. Claro. Un único número entre todo letras, y además, marcado en rojo. Bien que un ninja por lo general siempre tenía que tener en cuenta que algo que salte tanto a lo evidente puede ser también una distracción del objetivo real, pero en ese caso puntual no lo creía de esa manera. Así que hizo énfasis en el número y trató de encontrarle sentido a todo. Entonces empezó a contar de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Letra por letra. Nada.
O no, aguarda. Sí, Algo.
¡Eureka!
Suspiró aliviado. Aunque luego recordó que tenía que poner su nombre en los papeles que iba a entregar. Luego aguardó paciente al momento de concluir la prueba, entregar, y salir cagando leches de ahí.
Ahora sí necesitaba mear.