19/01/2016, 23:14
Kunie no había visto nada más extraño en toda su vida. Y eso, viniendo de una chica que había crecido en las calles de Shinogi-to, no era decir poco. Las brillantes gemas levitando por el lugar, los siniestros personajes que habían venido a reclamarlas y el cuerpo de Datsue, destrozado, sobre el suelo cubierto de polvo y olvido. Las paredes del templo en las que reverberaban los gritos de varias personas. Demasiadas quizás. Como ella, otros shinobi habían llegado hasta allí. Demasiada coincidencia.... Oculta tras una de las columnas que vadeaban la entrada al antaño sagrado lugar, había visto, boquiabierta, lo acontecido. Había llegado hasta allí siguiendo al Uchiha, pero no podía imaginarse qué motivo tendrían todos los demás.
Contuvo el impulso de correr en auxilio del gennin de Taki, que yacía sin consciencia, cuando vio que otra chica se arrodillaba junto a él y empleaba una luminosa técnica. ¿Ninjutsu médico, tal vez? Esperaba que así fuese. Datsue era un chico demasiado divertido como para morir de una forma tan penosa. De repente, alguien gritó. Kunie trató de seguir con la mirada la dirección en la que apuntaba el chico. Una silueta se alejaba, veloz, de tejado en tejado. No iba a ser ella quien se dejara los pulmones corriendo detrás de un shinobi tan poderoso como para ignorar a todos los demás y simplemente hacer lo que había venido a hacer. Porque esa era la cuestión. Tal vez otros chicos, al igual que ella, tuvieran razones vagas para estar allí. Pero los misteriosos agresores parecían saber muy bien lo que buscaban.
De repente notó que alguien se acercaba. Un chico algo menor que ella, de estatura y complexión bien conseguidas. El detalle más significativo era, sin embargo, que aquel tipo parecía sacado de un relato fantástico. Su piel era azul como la de los peces, y a Kunie le pareció distinguir que estaba compuesta de finas escamas. Teniendo en cuenta lo que acababa de pasar, la kunoichi estaba curada de espanto, pero aun así no pudo evitar dirigirse al bizarro ser.
- Y yo que creía que lo había visto todo. - su voz era monocorde, como si estuviese pensando en voz alta.- ¿Sabes qué está pasando aquí, Same-san?
Contuvo el impulso de correr en auxilio del gennin de Taki, que yacía sin consciencia, cuando vio que otra chica se arrodillaba junto a él y empleaba una luminosa técnica. ¿Ninjutsu médico, tal vez? Esperaba que así fuese. Datsue era un chico demasiado divertido como para morir de una forma tan penosa. De repente, alguien gritó. Kunie trató de seguir con la mirada la dirección en la que apuntaba el chico. Una silueta se alejaba, veloz, de tejado en tejado. No iba a ser ella quien se dejara los pulmones corriendo detrás de un shinobi tan poderoso como para ignorar a todos los demás y simplemente hacer lo que había venido a hacer. Porque esa era la cuestión. Tal vez otros chicos, al igual que ella, tuvieran razones vagas para estar allí. Pero los misteriosos agresores parecían saber muy bien lo que buscaban.
De repente notó que alguien se acercaba. Un chico algo menor que ella, de estatura y complexión bien conseguidas. El detalle más significativo era, sin embargo, que aquel tipo parecía sacado de un relato fantástico. Su piel era azul como la de los peces, y a Kunie le pareció distinguir que estaba compuesta de finas escamas. Teniendo en cuenta lo que acababa de pasar, la kunoichi estaba curada de espanto, pero aun así no pudo evitar dirigirse al bizarro ser.
- Y yo que creía que lo había visto todo. - su voz era monocorde, como si estuviese pensando en voz alta.- ¿Sabes qué está pasando aquí, Same-san?