13/09/2022, 11:03
Arriba, en la aldaba de la muralla de Uzushiogakure, otros tantos jōnin también lo habían visto. En la quietud de las Planicies del Silencio, una extraña y desconocida figura envuelta en una capa gris se acercaba, con las manos alzadas. No había rastro identificativo alguno. No parecía un shinobi, a juzgar por la falta de bandana shinobi. Tampoco parecía un comerciante, pues no llevaba consigo ningún carro con el que pudiera transportar su mercancía. ¿Entonces qué era? Dada la situación en la que se encontraban, con una guerra disputándose al este del continente, era difícil que se tratara de un civil normal y corriente.
Abajo, en el puesto de vigilancia, sus compañeros ya se habían puesto en guardia. Y ellos no iban a ser menos.
—Prepárate para establecer la conexión —le susurró a su compañera, mientras sacaba un arco y lo tensaba, apuntando con una flecha al desconocido.
Las instrucciones habían sido dadas. No hacía falta que añadiera nada más. Mientras tanto, la otra kunoichi, de cabellos cortos y rubios y unos curiosos ojos de color turquesa sin pupila, se había apartado del borde de la muralla y sus manos estaban entrelazadas en el sello del carnero.
Abajo, en el puesto de vigilancia, sus compañeros ya se habían puesto en guardia. Y ellos no iban a ser menos.
—Prepárate para establecer la conexión —le susurró a su compañera, mientras sacaba un arco y lo tensaba, apuntando con una flecha al desconocido.
Las instrucciones habían sido dadas. No hacía falta que añadiera nada más. Mientras tanto, la otra kunoichi, de cabellos cortos y rubios y unos curiosos ojos de color turquesa sin pupila, se había apartado del borde de la muralla y sus manos estaban entrelazadas en el sello del carnero.