19/10/2022, 20:53
Habiendo vivido alguna que otra situación en que se jugaba la vida, jamás el shinobi había presenciado una manera más drástica de quitar el aliento a toda persona presente. De buenas a primeras, se plantó allí una persona, parcialmente oculta por unos regueros de vapor que parecían procedente del mismo suelo. El aire parecía haberse vuelto denso y pesado, o más bien cargado. Tanto había cambiado la situación con esa nueva presencia, que ni pudo atender a duras penas a lo que decía. Su cuerpo estaba sobrecogido por esa tan inmensa cantidad de chakra, de poder.
Lo único que Culebra pudo entender fue lo último. Esas últimas palabras no habían sido una amable petición, si no más bien una orden. A decir verdad, una bien clara y simple: Suéltale. No podía diferenciar muy bien a qué se refería, pero estaba claro que hablaba muy en serio. A Culebra jamás se le hubiese pasado por la cabeza siquiera el pensar en negarse a cumplir esa orden. Las piernas le temblaban...
Por un instante, pensó lo peor. Pensó que podía tratarse de un enemigo, y que era incapaz de mantenerse erguido ante su presencia tan intimidante, pero pudo discernir en él unos cuantos detalles que revelaban de quién se trataba. Largo, delgado, piel pálida, cabellera dorada, y esa presencia...
—¿E-ese no es... Hanabi? —Se dijo a sí mismo, en un muy leve susurro.
Lo único que Culebra pudo entender fue lo último. Esas últimas palabras no habían sido una amable petición, si no más bien una orden. A decir verdad, una bien clara y simple: Suéltale. No podía diferenciar muy bien a qué se refería, pero estaba claro que hablaba muy en serio. A Culebra jamás se le hubiese pasado por la cabeza siquiera el pensar en negarse a cumplir esa orden. Las piernas le temblaban...
Por un instante, pensó lo peor. Pensó que podía tratarse de un enemigo, y que era incapaz de mantenerse erguido ante su presencia tan intimidante, pero pudo discernir en él unos cuantos detalles que revelaban de quién se trataba. Largo, delgado, piel pálida, cabellera dorada, y esa presencia...
—¿E-ese no es... Hanabi? —Se dijo a sí mismo, en un muy leve susurro.