2/11/2022, 17:50
Uchiha Raito permanecía de pie sin moverse. Estaba tenso, tan tenso que creyó que sus propios músculos terminarían por partirle algún hueso. Siempre había sido alguien que se le daba bien mantener la calma, incluso en situaciones críticas. Pero nunca había vivido una situación así, donde la vida de tantas personas, ¡de una Villa entera!, dependiese de las decisiones y acciones que sucediesen delante de sus ojos.
Sus ojos. Su Sharingan lo vio. Una sonrisa cruel dibujada en Kurama cuando vio al Chūnin adentrarse en la Villa. Luego, su cara. Aquella jodida cara era…
—No… no puede ser —balbuceó, incrédulo.
Pero no se trataba de ningún Henge, eso bien lo sabían sus ojos. ¡Era Shiomaru en persona! ¡El bastardo de Kurama lo estaba usando de recipiente! Pero, ¿cómo era posible? ¿Cómo narices había pasado? «No, ¡céntrate en lo importante! ¿En serio ha venido solo a hablar? La amenaza a Datsue no sonaba solo a eso».
La sonrisa. El cuerpo del más grande de los fūinjutseros. De manera inconsciente, su mente fue conectando hilos. Por alguna razón, un recuerdo le vino a la mente. Una historia que Datsue le había narrado, no hacía tanto. Al parecer, Daruu le había contado a Datsue que, en la época donde se llevaban a matar, había planeado cubrir a Aiko de sellos explosivos por si al Uchiha se le ocurría pasarse por la Villa a rescatarla. La trampa perfecta.
Una terrible idea le vino a la mente.
—Eh, tú —dijo, llamando la atención del otro guarda, el que le había llamado por teléfono—. Ya me quedó yo vigilando, resguárdate en la seguridad de la Villa.
El guarda se quedó mirándolo, como si tuviese que procesar aquellas palabras. No es que tuviese que procesarlas, es que había sido introducido en un Genjutsu en el momento en que le había mirado a los ojos.
En la ilusión, todo era un mar negro.
—¿Hubo contacto entre Kurama y el Chūnin?
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué está…?
—¡Responde, hostia! ¡¿Tocó Kurama físicamente al guarda que estaba contigo?!
—Ehm… Sí. Le agarró por el cuello. ¿Por qué...?
—¡¿Hizo un sello antes de eso?!
—No que yo viese. ¡Raito-dono, ¿qué está ocurriendo?!
Pero antes de responderle, Raito rompió la ilusión.
—Vamos, coño. Te he dado una orden. Largo de aquí. —Miró al Inuzuka—. Eh, lo mismo va por ti.
Y, en cuanto Inuzuka Nabi le mirase a los ojos, el mundo a su alrededor se volvería enteramente negro. Tan solo estaban ellos dos.
Dentro del Genjutsu, Raito fue al grano.
—¡Estás en una ilusión, no preguntes! ¡Sal cagando hostias a por el Chūnin que salió hace diez segundos! ¡Me lo traes de vuelta! ¡Le dices que es una orden de Hanabi! ¡Creo que Kurama le ha sellado algo, así que me importa un bledo que te supere en rango! ¡ME LO TRAES AUNQUE TENGAS QUE HACERLO TIRANDO DE SUS PUTAS VÍSCERAS!
»¡Ahora disimula frente a Kurama, mejor que no lo intuya!
Raito, como si hubiese perdido la paciencia, tomó a Nabi por el hombro junto al otro Genin que se había personado allí, dándoles un empujón hacia las puertas.
—Vamos, coño. Largo de aquí —y les propinó dos sonoras collejas, una a cada uno.
Quizá no estaba en lo cierto. Después de todo, había visto sellar técnicas en otros a Datsue y siempre venía precedido de un sello de Palmada. Pero estaba hablando de Kurama en el cuerpo de Shiomaru. Si alguien era capaz de romper las reglas del fūinjutsu, era esa combinación.
«Vamos, pasa de mí, Kurama. No me he olido nada. No soy un rey, solo un puto peón. Una oveja en un mundo de titanes. Mira qué estúpido soy». Y, como si quisiese demostrárselo, se llevó un cigarro a la boca y llenó sus pulmones de un humo que bien sabía le estaba matando lentamente.
Sus ojos. Su Sharingan lo vio. Una sonrisa cruel dibujada en Kurama cuando vio al Chūnin adentrarse en la Villa. Luego, su cara. Aquella jodida cara era…
—No… no puede ser —balbuceó, incrédulo.
Pero no se trataba de ningún Henge, eso bien lo sabían sus ojos. ¡Era Shiomaru en persona! ¡El bastardo de Kurama lo estaba usando de recipiente! Pero, ¿cómo era posible? ¿Cómo narices había pasado? «No, ¡céntrate en lo importante! ¿En serio ha venido solo a hablar? La amenaza a Datsue no sonaba solo a eso».
La sonrisa. El cuerpo del más grande de los fūinjutseros. De manera inconsciente, su mente fue conectando hilos. Por alguna razón, un recuerdo le vino a la mente. Una historia que Datsue le había narrado, no hacía tanto. Al parecer, Daruu le había contado a Datsue que, en la época donde se llevaban a matar, había planeado cubrir a Aiko de sellos explosivos por si al Uchiha se le ocurría pasarse por la Villa a rescatarla. La trampa perfecta.
Una terrible idea le vino a la mente.
—Eh, tú —dijo, llamando la atención del otro guarda, el que le había llamado por teléfono—. Ya me quedó yo vigilando, resguárdate en la seguridad de la Villa.
El guarda se quedó mirándolo, como si tuviese que procesar aquellas palabras. No es que tuviese que procesarlas, es que había sido introducido en un Genjutsu en el momento en que le había mirado a los ojos.
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En la ilusión, todo era un mar negro.
—¿Hubo contacto entre Kurama y el Chūnin?
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué está…?
—¡Responde, hostia! ¡¿Tocó Kurama físicamente al guarda que estaba contigo?!
—Ehm… Sí. Le agarró por el cuello. ¿Por qué...?
—¡¿Hizo un sello antes de eso?!
—No que yo viese. ¡Raito-dono, ¿qué está ocurriendo?!
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Pero antes de responderle, Raito rompió la ilusión.
—Vamos, coño. Te he dado una orden. Largo de aquí. —Miró al Inuzuka—. Eh, lo mismo va por ti.
Y, en cuanto Inuzuka Nabi le mirase a los ojos, el mundo a su alrededor se volvería enteramente negro. Tan solo estaban ellos dos.
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Dentro del Genjutsu, Raito fue al grano.
—¡Estás en una ilusión, no preguntes! ¡Sal cagando hostias a por el Chūnin que salió hace diez segundos! ¡Me lo traes de vuelta! ¡Le dices que es una orden de Hanabi! ¡Creo que Kurama le ha sellado algo, así que me importa un bledo que te supere en rango! ¡ME LO TRAES AUNQUE TENGAS QUE HACERLO TIRANDO DE SUS PUTAS VÍSCERAS!
»¡Ahora disimula frente a Kurama, mejor que no lo intuya!
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Raito, como si hubiese perdido la paciencia, tomó a Nabi por el hombro junto al otro Genin que se había personado allí, dándoles un empujón hacia las puertas.
—Vamos, coño. Largo de aquí —y les propinó dos sonoras collejas, una a cada uno.
Quizá no estaba en lo cierto. Después de todo, había visto sellar técnicas en otros a Datsue y siempre venía precedido de un sello de Palmada. Pero estaba hablando de Kurama en el cuerpo de Shiomaru. Si alguien era capaz de romper las reglas del fūinjutsu, era esa combinación.
«Vamos, pasa de mí, Kurama. No me he olido nada. No soy un rey, solo un puto peón. Una oveja en un mundo de titanes. Mira qué estúpido soy». Y, como si quisiese demostrárselo, se llevó un cigarro a la boca y llenó sus pulmones de un humo que bien sabía le estaba matando lentamente.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado