10/11/2022, 01:49
(Última modificación: 10/11/2022, 01:49 por Senju Hayato.)
Culebra miraba desde la distancia. No demasiada distancia, a decir verdad, pero lo suficiente como para que Kurama viese como se orinaba en lo alto si se adentraba en la villa. Su preocupación era tanta, y se sentía tan impotente ante esa amenaza, que no se atrevía a dar un paso más. Aunque tampoco podía permitirse el lujo de retroceder. Era como si estuviese en lo alto de un monte, rodeado de caca. Si daba un paso, fuese cual fuese la dirección, acabaría de mierda hasta las cejas. Y no, no era precisamente agradable esa sensación.
De pronto, sin saber siquiera a qué venía ese alarmante grito, el antiguo Uzukage dio una orden clara y concisa: Disparad. Al parecer, la charla no iba a durar mucho más. Todo parecía sentenciado. Como en una elaborada jugada de shogi, Kurama parecía haber hecho algo, y la reacción de Hanabi había sido la más crítica. Un silbido característico rompió lo que pareció un breve silencio, pero lo que vino a continuación...
¿Qué puta clase de flecha hacía eso?.
Por un instante ese fue el pensamiento del chico. Sin saber cómo, había tropezado y se encontraba como si hubiese caído de bruces al suelo. No entendía nada, y todo pareció haberse quedado en silencio. Parecía que algo o alguien se había guardado el sonido de absolutamente todo en el bolsillo, y se lo hubiese llevado. De pronto, todo el sonido volvió, salvo que era un poco extraño. Era como si un pitido incesante y ensordecedor quisiera ahogar los gritos de pánico y dolor. Los llantos, la agonía, y la desesperación de una inmensa multitud.
¿Desde cuando toda esa gente había estado allá afuera?.
Apenas el joven trató de levantarse, la cabeza le dio un vuelco, como un extraño mareo. Forzó la vista al frente, y al fondo pudo ver a Hanabi golpeando con una inmunda rabia el suelo. Miró atrás, y entonces lo comprendió...
—¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
Su voz se inundó en lágrimas. Fueron lágrimas de rabia e impotencia. Tenía la sensación de que el mundo se venía abajo, y había empezado por la villa, por su hogar. El chico sintió por un momento que le costaba respirar, que apenas podía conseguir esa tarea tan sencilla. En ese instante escuchó la también ahogada voz del Uchiha, que ordenaba salvar cuantas vidas pudiesen.
Quizás a Culebra le costó como varios minutos en reaccionar. Sin saber qué decir, o por donde empezar, avanzó a toda velocidad hacia el epicentro de la explosión. La sangre, los cuerpos, y las vísceras de los afectados por esa bomba casi le hacen vomitar. Se debatía seriamente entre vomitar, y parar para tomar aire, pues le costaba hasta respirar. Por mucho que se hubiese entrenado para vivir situaciones extremas, jamás se habría imaginado algo así.
En realidad, no tardó demasiado en vomitar. Aunque incluso así, siguió avanzando hasta su objetivo, donde trataría de ayudar a quienes fuese posible.
De pronto, sin saber siquiera a qué venía ese alarmante grito, el antiguo Uzukage dio una orden clara y concisa: Disparad. Al parecer, la charla no iba a durar mucho más. Todo parecía sentenciado. Como en una elaborada jugada de shogi, Kurama parecía haber hecho algo, y la reacción de Hanabi había sido la más crítica. Un silbido característico rompió lo que pareció un breve silencio, pero lo que vino a continuación...
¡¡BAAAAAUUUUM!!
¿Qué puta clase de flecha hacía eso?.
Por un instante ese fue el pensamiento del chico. Sin saber cómo, había tropezado y se encontraba como si hubiese caído de bruces al suelo. No entendía nada, y todo pareció haberse quedado en silencio. Parecía que algo o alguien se había guardado el sonido de absolutamente todo en el bolsillo, y se lo hubiese llevado. De pronto, todo el sonido volvió, salvo que era un poco extraño. Era como si un pitido incesante y ensordecedor quisiera ahogar los gritos de pánico y dolor. Los llantos, la agonía, y la desesperación de una inmensa multitud.
¿Desde cuando toda esa gente había estado allá afuera?.
Apenas el joven trató de levantarse, la cabeza le dio un vuelco, como un extraño mareo. Forzó la vista al frente, y al fondo pudo ver a Hanabi golpeando con una inmunda rabia el suelo. Miró atrás, y entonces lo comprendió...
—¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
Su voz se inundó en lágrimas. Fueron lágrimas de rabia e impotencia. Tenía la sensación de que el mundo se venía abajo, y había empezado por la villa, por su hogar. El chico sintió por un momento que le costaba respirar, que apenas podía conseguir esa tarea tan sencilla. En ese instante escuchó la también ahogada voz del Uchiha, que ordenaba salvar cuantas vidas pudiesen.
Quizás a Culebra le costó como varios minutos en reaccionar. Sin saber qué decir, o por donde empezar, avanzó a toda velocidad hacia el epicentro de la explosión. La sangre, los cuerpos, y las vísceras de los afectados por esa bomba casi le hacen vomitar. Se debatía seriamente entre vomitar, y parar para tomar aire, pues le costaba hasta respirar. Por mucho que se hubiese entrenado para vivir situaciones extremas, jamás se habría imaginado algo así.
En realidad, no tardó demasiado en vomitar. Aunque incluso así, siguió avanzando hasta su objetivo, donde trataría de ayudar a quienes fuese posible.