26/01/2023, 21:18
Entonces, lo comprendió.
Su huida a la Villa cuando no era más que un niño. Su puñalada a Akame con la revista El Corazón Uzureño. La traición a Daruu y Ayame en el Torneo de los Dojos cuando ya habían arreglado las cosas. Las palabras toscas e hirientes hacia Nabi. Había hecho cosas que ni siquiera él mismo había comprendido en el momento. Siempre que empezaba a fortalecer un lazo con alguien, lo sacudía con fuerza como si quisiese desenlazarlo. O ponerlo a prueba.
Antes de ser engañado, engañaba.
Antes de ser mentido, mentía.
Seguramente llevase rumiándolo inconscientemente por bastante tiempo. El porqué había actuado como había actuado años atrás. Todo había empezado la noche en que había despertado el Sharingan. La noche en que descubrió a su madre ser infiel a su padre. La noche en que vio el carmesí reflejado en su mirada y se dio cuenta que, en realidad, su padre no era su padre. Posiblemente ni su madre tampoco. Si las personas que más adoraba y confiaba en aquel mundo le engañaban con algo así, ¿qué no sería del resto?
Pero con el tiempo, las murallas que se había ido montando a su alrededor fueron cayendo. Ya no era el Intrépido. Ya no era el Matakages. Tan solo Datsue, Uchiha Datsue. Un uzujin más, con la responsabilidad de la Villa sobre sus hombros. Con amigos. Con gente a la que quería. Y cuando vio a Uzushiogakure arder, lo comprendió.
Amar dolía demasiado.
Con la confianza llegaba la decepción.
Akame desapareció en una espiral de chakra carmesí y no tuvo tiempo siquiera a reaccionar. Pero aquello le despertó lo suficiente como para clavar su mirada en Raito, primero, que miraba con expresión pálida una figura que ya no estaba; y en Hanabi, el segundo, que se encontraba de rodillas y los nudillos ensangrentados.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, con voz débil y a punto de quebrársele.
Su rostro se endureció en un arranque de ira. Quería arrancarles la cabeza a ambos. Era un sentimiento injusto, lo sabía. No tenían la culpa de nada, lo entendía. Y aún así lo sintió. A pesar de que él fuese el máximo responsable. Claro que lo que sentía hacia sí mismo era aún peor. No quería arrancarse la cabeza, sino…
…el corazón. Porque le oprimía tanto que se estaba asfixiando.
—¡¿Qué ha pasado?!
Akame apareció en el apartamento de Yume en un parpadeo. En su habitación. Tenía las paredes pintadas —incluso la puerta—, y daba la impresión de estar en el interior del mar, rodeado de algas y flores marinas. La cama estaba hecha, y Akame supo que aquella seguía siendo su habitación porque… bueno, olía a ella.
Un bonito atrapasueños colgaba de la pared sobre la cabecera de la cama, y había un par de fotografías enmarcadas sobre la mesita de noche. Akame ya no aparecía en ellas.
De pronto, escuchó un pitido agudo, procedente del exterior. Si salía, entraría en el salón, donde un plato de curry a medio comer reposaba sobre una mesita, todavía humeante. Había un tenedor tirado en el suelo y la puerta que daba al exterior se encontraba abierta.
Su huida a la Villa cuando no era más que un niño. Su puñalada a Akame con la revista El Corazón Uzureño. La traición a Daruu y Ayame en el Torneo de los Dojos cuando ya habían arreglado las cosas. Las palabras toscas e hirientes hacia Nabi. Había hecho cosas que ni siquiera él mismo había comprendido en el momento. Siempre que empezaba a fortalecer un lazo con alguien, lo sacudía con fuerza como si quisiese desenlazarlo. O ponerlo a prueba.
Antes de ser engañado, engañaba.
Antes de ser mentido, mentía.
Seguramente llevase rumiándolo inconscientemente por bastante tiempo. El porqué había actuado como había actuado años atrás. Todo había empezado la noche en que había despertado el Sharingan. La noche en que descubrió a su madre ser infiel a su padre. La noche en que vio el carmesí reflejado en su mirada y se dio cuenta que, en realidad, su padre no era su padre. Posiblemente ni su madre tampoco. Si las personas que más adoraba y confiaba en aquel mundo le engañaban con algo así, ¿qué no sería del resto?
Pero con el tiempo, las murallas que se había ido montando a su alrededor fueron cayendo. Ya no era el Intrépido. Ya no era el Matakages. Tan solo Datsue, Uchiha Datsue. Un uzujin más, con la responsabilidad de la Villa sobre sus hombros. Con amigos. Con gente a la que quería. Y cuando vio a Uzushiogakure arder, lo comprendió.
Amar dolía demasiado.
Con la confianza llegaba la decepción.
Akame desapareció en una espiral de chakra carmesí y no tuvo tiempo siquiera a reaccionar. Pero aquello le despertó lo suficiente como para clavar su mirada en Raito, primero, que miraba con expresión pálida una figura que ya no estaba; y en Hanabi, el segundo, que se encontraba de rodillas y los nudillos ensangrentados.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, con voz débil y a punto de quebrársele.
Su rostro se endureció en un arranque de ira. Quería arrancarles la cabeza a ambos. Era un sentimiento injusto, lo sabía. No tenían la culpa de nada, lo entendía. Y aún así lo sintió. A pesar de que él fuese el máximo responsable. Claro que lo que sentía hacia sí mismo era aún peor. No quería arrancarse la cabeza, sino…
…el corazón. Porque le oprimía tanto que se estaba asfixiando.
—¡¿Qué ha pasado?!
• • •
Akame apareció en el apartamento de Yume en un parpadeo. En su habitación. Tenía las paredes pintadas —incluso la puerta—, y daba la impresión de estar en el interior del mar, rodeado de algas y flores marinas. La cama estaba hecha, y Akame supo que aquella seguía siendo su habitación porque… bueno, olía a ella.
Un bonito atrapasueños colgaba de la pared sobre la cabecera de la cama, y había un par de fotografías enmarcadas sobre la mesita de noche. Akame ya no aparecía en ellas.
De pronto, escuchó un pitido agudo, procedente del exterior. Si salía, entraría en el salón, donde un plato de curry a medio comer reposaba sobre una mesita, todavía humeante. Había un tenedor tirado en el suelo y la puerta que daba al exterior se encontraba abierta.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado