2/02/2023, 14:11
Una ondulación en el aire le sobresaltó. Hacía mucho tiempo que no la sentía, y de hecho creía que jamás volvería a hacerlo, pero allí estaba. Y Sarutobi Hanabi no la había olvidado. Con lágrimas de rabia aún en sus ojos, se volvió a tiempo de verlos allí plantados: Dos Uchiha, que se habían graduado como genin hacía relativamente poco y que según los reportes deberían encontrarse luchando en el País del Rayo y no frente a las puertas de Uzushiogakure; Uchiha Datsue, el shinobi que actualmente portaba el sombrero de Uzukage; y el inconfundible causante de aquella ondulación en el aire y que ahora contemplaba la destrucción del que una vez había sido su hogar con estupefacción. El exiliado Uchiha Akame.
Poco faltó para que la mandíbula se le cayera al suelo de la impresión. Pero ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que el exiliado volviera a desaparecer. Hanabi se levantó a trompicones, acercándose a Datsue con fuertes pisotones.
—[sub=mediumturquoise]¿Qué ha pasado?[/color] —preguntó, con voz débil.
—¡¿Qué significa esto, Datsue?! ¡¿Por qué has traído a un exiliado a...?!
—¡¿Qué ha pasado?! —Repitió, su rostro endurecido por la crudeza de la ira.
Hanabi se detuvo en seco, con el ceño fruncido y los puños apretados a sendos costados. Echó la cabeza hacia atrás y sus ojos viajaron hacia la destrucción, los escombros caídos y las nubes de humo y fuego que aún quedaban. En sus oídos aún resonaban los chillidos de terror de su gente y si se paraba a pensar en la cantidad de gente que debía haber perdido la vida... Sacudió la cabeza, recuperando la compostura.
—Kurama. Eso ha pasado.
Poco faltó para que la mandíbula se le cayera al suelo de la impresión. Pero ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que el exiliado volviera a desaparecer. Hanabi se levantó a trompicones, acercándose a Datsue con fuertes pisotones.
—[sub=mediumturquoise]¿Qué ha pasado?[/color] —preguntó, con voz débil.
—¡¿Qué significa esto, Datsue?! ¡¿Por qué has traído a un exiliado a...?!
—¡¿Qué ha pasado?! —Repitió, su rostro endurecido por la crudeza de la ira.
Hanabi se detuvo en seco, con el ceño fruncido y los puños apretados a sendos costados. Echó la cabeza hacia atrás y sus ojos viajaron hacia la destrucción, los escombros caídos y las nubes de humo y fuego que aún quedaban. En sus oídos aún resonaban los chillidos de terror de su gente y si se paraba a pensar en la cantidad de gente que debía haber perdido la vida... Sacudió la cabeza, recuperando la compostura.
—Kurama. Eso ha pasado.