28/02/2023, 02:31
Te mataré, Uchiha Datsue. Te mataré, acabaré con todo lo que amas.
La voz de Kurama reverberó en su cabeza cuando oyó su nombre de los labios de Hanabi. Se le nubló la vista, pero esta vez no por las consecuencias del abuso del Mangekyō. Apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas hasta hacerse sangre, y estranguló el sollozo que afloraba en su garganta con todo el peso de la rabia y el odio que hervía por sus venas. Su Sharingan, el reflejo del alma de un Uchiha, brilló con una intensidad desbordante, como las llamas incontrolables de un incendio. Sus pupilas apuñalaron a Raito , exigiendo más respuestas. El Jōnin se forzó a hablar, en un intento de dar un informe de manera impersonal.
—Llegó en forma de clon. Debió sellar algo en uno de los guardias que le recibió, una técnica explosiva de gran calibre. Cometí el error de dejarle pasar y… —Apretó la mandíbula, incapaz de continuar.
El Uzukage asintió, sombrío. Podía imaginarse el resto. Incapaz de permanecer quieto por más tiempo, formó un sello, creando cuatro Kage Bunshins. Hubiese podido hacer más de no ser porque no contaba con el chakra de Shukaku. Cuatro Datsues salieron corriendo al centro de la explosión, con el objetivo de ayudar a quienes pudiesen. Un quinto —el único que permaneció junto a las puertas—, posó sus ojos negros en Raito.
—Hay algo más —dijo el Jōnin, anticipándose—. El cuerpo que está empleando Kurama es… Uzumaki Shiomaru.
Datsue parpadeó varias veces, tratando de comprender lo que acababa de escuchar. Negó con la cabeza y miró a Hanabi, en busca de alguien más cuerdo con el que hablar.
—Eso es imposible —replicó, contundente. Y esperó a que Hanabi le diese la razón.
Culebra y Akame se encontraron en la calle, en medio del caos. La evacuación aún se estaba ejecutando cuando la explosión había tenido lugar. Los civiles huían despavoridos hacia el puerto, con la incertidumbre y el miedo asolando sus corazones. ¿Había acabado ya el atentado, o era la primera de varias explosiones? ¿Estarían sus familiares y amigos a salvo?
Siguiendo el humo y los chillidos, ambos llegaron al centro de la Villa. Allí donde debía estar el edificio Uzukage, tan solo quedaban escombros y ruinas. El puente había sido derruido, así como todos los edificios a su alrededor en un radio de medio kilómetro. Los heridos y los muertos se contaban a miles. La explosión había sido letal y rápida para muchos, pero otros tantos no habían tenido tanta suerte: la muerte les llegaría de manera más lenta y dolorosa. Encontraron una pareja de ancianos que trataba de reanimar a su nieto. Encontraron a una niña que no paraba de sacudir el cuerpo sin vida de un hombre mientras gritaba:
—¡Papá! ¡Papá, despierta!
Oyeron a alguien pidiendo auxilio: tenía las piernas aplastadas bajo un trozo de arco torii. Un hombre chillaba, tirado en el suelo mientras se abrazaba las piernas, encharcado en una sangre que no era la suya. Una mujer gritaba de dolor. Un bebé lloraba en algún lugar. Todo era caos. Todo era llanto. Todo era dolor.
Olía a quemado. Olía a muerte. Pero bajo la fragancia de Izanami, Akame pudo detectar un aroma familiar. Por el rabillo del ojo captó un cabello blanco sobre el suelo. Pertenecía al cuerpo de una muchacha que respiraba con dificultad. Yacía entre los escombros, y clavado en su abdomen, como si fuese algún tipo de trofeo que alguien hubiese conquistado, se incrustaba un bambú que tenía el símbolo de un remolino dibujado en su otro extremo. Probablemente, los restos de la puerta del despacho del Uzukage, que había salido volando por la explosión con tan mala suerte de penetrar el cuerpo de la joven con la letalidad de una katana.
Esa mujer era Yume.
Y sangraba a río suelto.
La voz de Kurama reverberó en su cabeza cuando oyó su nombre de los labios de Hanabi. Se le nubló la vista, pero esta vez no por las consecuencias del abuso del Mangekyō. Apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas hasta hacerse sangre, y estranguló el sollozo que afloraba en su garganta con todo el peso de la rabia y el odio que hervía por sus venas. Su Sharingan, el reflejo del alma de un Uchiha, brilló con una intensidad desbordante, como las llamas incontrolables de un incendio. Sus pupilas apuñalaron a Raito , exigiendo más respuestas. El Jōnin se forzó a hablar, en un intento de dar un informe de manera impersonal.
—Llegó en forma de clon. Debió sellar algo en uno de los guardias que le recibió, una técnica explosiva de gran calibre. Cometí el error de dejarle pasar y… —Apretó la mandíbula, incapaz de continuar.
El Uzukage asintió, sombrío. Podía imaginarse el resto. Incapaz de permanecer quieto por más tiempo, formó un sello, creando cuatro Kage Bunshins. Hubiese podido hacer más de no ser porque no contaba con el chakra de Shukaku. Cuatro Datsues salieron corriendo al centro de la explosión, con el objetivo de ayudar a quienes pudiesen. Un quinto —el único que permaneció junto a las puertas—, posó sus ojos negros en Raito.
—Hay algo más —dijo el Jōnin, anticipándose—. El cuerpo que está empleando Kurama es… Uzumaki Shiomaru.
Datsue parpadeó varias veces, tratando de comprender lo que acababa de escuchar. Negó con la cabeza y miró a Hanabi, en busca de alguien más cuerdo con el que hablar.
—Eso es imposible —replicó, contundente. Y esperó a que Hanabi le diese la razón.
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Culebra y Akame se encontraron en la calle, en medio del caos. La evacuación aún se estaba ejecutando cuando la explosión había tenido lugar. Los civiles huían despavoridos hacia el puerto, con la incertidumbre y el miedo asolando sus corazones. ¿Había acabado ya el atentado, o era la primera de varias explosiones? ¿Estarían sus familiares y amigos a salvo?
Siguiendo el humo y los chillidos, ambos llegaron al centro de la Villa. Allí donde debía estar el edificio Uzukage, tan solo quedaban escombros y ruinas. El puente había sido derruido, así como todos los edificios a su alrededor en un radio de medio kilómetro. Los heridos y los muertos se contaban a miles. La explosión había sido letal y rápida para muchos, pero otros tantos no habían tenido tanta suerte: la muerte les llegaría de manera más lenta y dolorosa. Encontraron una pareja de ancianos que trataba de reanimar a su nieto. Encontraron a una niña que no paraba de sacudir el cuerpo sin vida de un hombre mientras gritaba:
—¡Papá! ¡Papá, despierta!
Oyeron a alguien pidiendo auxilio: tenía las piernas aplastadas bajo un trozo de arco torii. Un hombre chillaba, tirado en el suelo mientras se abrazaba las piernas, encharcado en una sangre que no era la suya. Una mujer gritaba de dolor. Un bebé lloraba en algún lugar. Todo era caos. Todo era llanto. Todo era dolor.
Olía a quemado. Olía a muerte. Pero bajo la fragancia de Izanami, Akame pudo detectar un aroma familiar. Por el rabillo del ojo captó un cabello blanco sobre el suelo. Pertenecía al cuerpo de una muchacha que respiraba con dificultad. Yacía entre los escombros, y clavado en su abdomen, como si fuese algún tipo de trofeo que alguien hubiese conquistado, se incrustaba un bambú que tenía el símbolo de un remolino dibujado en su otro extremo. Probablemente, los restos de la puerta del despacho del Uzukage, que había salido volando por la explosión con tan mala suerte de penetrar el cuerpo de la joven con la letalidad de una katana.
Esa mujer era Yume.
Y sangraba a río suelto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado