20/03/2023, 22:15
Datsue sacudió la cabeza, incapaz de digerir lo que Raito le acababa de contar, lo que Hanabi le acababa de confirmar. Shiomaru, el primer Uzukage, el héroe de Ōnindo y creador de la espada legendaria del Remolino, ¿era el jinchūriki de Kurama? O había intentado serlo, fracasando en el proceso.
No sabía qué pensar. No veía razón alguna para que Kurama fingiese ser alguien que no era. Pero, ¿cómo era posible? ¿Y cómo es que su cuerpo había sobrevivido tantos años? Sabía que los Uzumaki eran longevos, pero, ¿más de doscientos años? Eso tenía que ser un maldito récord, aunque quién sabía cuánto hubiese vivido Shiona de no haber sido asesinada.
Los gritos y las llamas de Uzu le rompieron la cadena de pensamientos. El instinto le gritaba que saliese corriendo a ayudar a la gente, pero su cerebro tuvo que obligarle a recordar que ya había enviado cuatro Datsues en su auxilio. Analizar la situación y descubrir qué había pasado era también su máxima responsabilidad para actuar en consecuencia.
—Tendría que haber llegado antes. Tendría que…
¿No haberse marchado? De no haber estado él en el desembarco, cuando los ninjas de Kurama les tendieron la emboscada en la Villa de las Aguas Termales, ¿hubiese sido la misión exitosa? ¿Habrían podido contra el General? ¿Cuántas muertes había evitado? Pero, al mismo tiempo, había condenado muchas otras vidas. Vidas civiles. Niños. Ancianos. Quizá su Sharingan no hubiese visto la argucia de Kurama, quizá no hubiese podido evitarla. Pero había sido su promesa. Había jurado ser el escudo de la Aldea. Cuando la mayor amenaza de Ōnindo había aparecido a sus puertas, sin embargo, él no estaba allí.
No lo estaba.
—Encontramos a Akame en el camino de vuelta —dijo, tratando de controlar su frustración—. Vi la oportunidad de recortar días de viaje y la tomé. —Había pensado que así llegaría a tiempo. ¡Si tan solo se hubiesen dado un poco más de prisa!—. Hicimos un trato. A cambio de traerme, le dejaría ver por última vez a su ex, y después…
»Dictaré sentencia.
Los ojos se le habían humedecido. Pero no derramó lágrima alguna.
Siete consiguió su objetivo, rescatando al hombre atrapado en el arco torii. O, al menos, posponiendo su muerte. La sangre que emanaba de sus piernas no tenía buena pinta. Si no recibía atención médica pronto, las puertas de Izanami se abrirían para él. ¿Qué haría Siete? ¿Buscaría el llanto del bebé? ¿Buscar ayuda médica? Su intento de encontrar colaboración en el hombre que lloraba desconsolado, por desgracia, no pareció surgir efecto.
No sabía qué pensar. No veía razón alguna para que Kurama fingiese ser alguien que no era. Pero, ¿cómo era posible? ¿Y cómo es que su cuerpo había sobrevivido tantos años? Sabía que los Uzumaki eran longevos, pero, ¿más de doscientos años? Eso tenía que ser un maldito récord, aunque quién sabía cuánto hubiese vivido Shiona de no haber sido asesinada.
Los gritos y las llamas de Uzu le rompieron la cadena de pensamientos. El instinto le gritaba que saliese corriendo a ayudar a la gente, pero su cerebro tuvo que obligarle a recordar que ya había enviado cuatro Datsues en su auxilio. Analizar la situación y descubrir qué había pasado era también su máxima responsabilidad para actuar en consecuencia.
—Tendría que haber llegado antes. Tendría que…
¿No haberse marchado? De no haber estado él en el desembarco, cuando los ninjas de Kurama les tendieron la emboscada en la Villa de las Aguas Termales, ¿hubiese sido la misión exitosa? ¿Habrían podido contra el General? ¿Cuántas muertes había evitado? Pero, al mismo tiempo, había condenado muchas otras vidas. Vidas civiles. Niños. Ancianos. Quizá su Sharingan no hubiese visto la argucia de Kurama, quizá no hubiese podido evitarla. Pero había sido su promesa. Había jurado ser el escudo de la Aldea. Cuando la mayor amenaza de Ōnindo había aparecido a sus puertas, sin embargo, él no estaba allí.
No lo estaba.
—Encontramos a Akame en el camino de vuelta —dijo, tratando de controlar su frustración—. Vi la oportunidad de recortar días de viaje y la tomé. —Había pensado que así llegaría a tiempo. ¡Si tan solo se hubiesen dado un poco más de prisa!—. Hicimos un trato. A cambio de traerme, le dejaría ver por última vez a su ex, y después…
»Dictaré sentencia.
Los ojos se le habían humedecido. Pero no derramó lágrima alguna.
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Siete consiguió su objetivo, rescatando al hombre atrapado en el arco torii. O, al menos, posponiendo su muerte. La sangre que emanaba de sus piernas no tenía buena pinta. Si no recibía atención médica pronto, las puertas de Izanami se abrirían para él. ¿Qué haría Siete? ¿Buscaría el llanto del bebé? ¿Buscar ayuda médica? Su intento de encontrar colaboración en el hombre que lloraba desconsolado, por desgracia, no pareció surgir efecto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado