8/04/2023, 00:47
En aquel tranquilo día, el boxeador kusajin se encontraba dando clases de Taijutsu tal y como había prometido. No era la primera vez que enseñaba, pero sí que era la primera vez que enseñaba en serio a una clase entera de futuros ninja. Al principio era extraño, no sabía ni como presentarse, pero al poco tiempo demostró que era algo que se le daba sorprendentemente bien.
— Y ahora, si en lugar de liberar nuestro chakra en un puñetazo, lo mantenemos concentrado en el brazo... —Explicaba en un entrenamiento al aire libre, mientras mostraba una de sus técnicas.
Demasiado lejos de la explosión como para saber siquiera lo que había pasado, toda la clase se sorprendió al presenciar la enorme explosión que había ocurrido. Algún chico gritó, pero no tuvieron tiempo de entrar en pánico antes de que una enorme roca se abalanzase encima de uno de los alumnos. Por suerte, Daigo estaba lo suficientemente cerca como para destrozarla de un puñetazo cargado de chakra. Estaban a salvo.
— ¡Id a casa y poned a salvo a quien podáis por el camino! —Les instruyó. Al fin y al cabo solo eran niños. Estudiantes. No era su momento de meterse en esa clase de problemas.
Utilizando sus cadenas para balancearse y moverse por árboles y los edificios que todavía seguían en pie, Daigo salió de la escena tan rápido como pudo.
Mientras el titiritero ayudaba al hombre a salir del arco y consideraba sus opciones, escucharía una voz gritándole no demasiado lejos.
— ¡No te lo pienses! ¡Debes llevarlo al hospital! —Se trataba de Tsukiyama Daigo, que estaba buscando desesperado de dónde provenía el llanto del bebé.
Su voz también se podía escuchar en más de un lugar. Habían hasta otros tres como él, clones todos, ayudando a quien podían a toda prisa. Ninguno de ellos se había parado a ver caras ni a preguntar nombres. No se habían percatado de la presencia de Akame, ni de Hanabi, ni del Uzukage. Solo estaban centrados en salvar tantas vidas como pudiesen, asegurándoles a todos que iban a estar bien mientras ellos mismos se esforzaban en mantener la calma.
— Y ahora, si en lugar de liberar nuestro chakra en un puñetazo, lo mantenemos concentrado en el brazo... —Explicaba en un entrenamiento al aire libre, mientras mostraba una de sus técnicas.
¡¡BAAAAAUUUUM!!
Demasiado lejos de la explosión como para saber siquiera lo que había pasado, toda la clase se sorprendió al presenciar la enorme explosión que había ocurrido. Algún chico gritó, pero no tuvieron tiempo de entrar en pánico antes de que una enorme roca se abalanzase encima de uno de los alumnos. Por suerte, Daigo estaba lo suficientemente cerca como para destrozarla de un puñetazo cargado de chakra. Estaban a salvo.
— ¡Id a casa y poned a salvo a quien podáis por el camino! —Les instruyó. Al fin y al cabo solo eran niños. Estudiantes. No era su momento de meterse en esa clase de problemas.
Utilizando sus cadenas para balancearse y moverse por árboles y los edificios que todavía seguían en pie, Daigo salió de la escena tan rápido como pudo.
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Mientras el titiritero ayudaba al hombre a salir del arco y consideraba sus opciones, escucharía una voz gritándole no demasiado lejos.
— ¡No te lo pienses! ¡Debes llevarlo al hospital! —Se trataba de Tsukiyama Daigo, que estaba buscando desesperado de dónde provenía el llanto del bebé.
Su voz también se podía escuchar en más de un lugar. Habían hasta otros tres como él, clones todos, ayudando a quien podían a toda prisa. Ninguno de ellos se había parado a ver caras ni a preguntar nombres. No se habían percatado de la presencia de Akame, ni de Hanabi, ni del Uzukage. Solo estaban centrados en salvar tantas vidas como pudiesen, asegurándoles a todos que iban a estar bien mientras ellos mismos se esforzaban en mantener la calma.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.