25/02/2016, 02:21
Todo se resumía a aquello; terror y locura en la oscuridad casi total de aquella cúpula abandonada por los dioses. Algunos se vieron tan mentalmente sobrecargados que cayeron inconscientes en una especie de falsa muerte. Otro estaban siendo movidos por emociones y pensamientos antinaturales que les obligaban a revelar su faceta más oscura… Porque su comportamiento no era una ilusión, sino más bien la parte más cruel y egoísta de ellos mismos.
—Esa gema es mía —su hablar transmitía todo una gama de emociones negativa; Ira, miedo, duda… Pero por sobre todas una se hacía notar. El deseo de obtener algo “valioso” sin importar los medios—. Así que por favor, dámela. Dánosla. No tiene que pasar nada peor...
Durante un corto periodo de tiempo, un instante cargado de adrenalina fría, se pudo percibir cierta calma y algunos que otros ruidos que parecían provenir de ninguna parte. Las pisadas de alguien corriendo, una chica sollozando y una par de personas hablando. Kazuma podía percibir con claridad el cuerpo del desconocido que tenía enfrente y la contrastante figura de su compañero a unos metros de él.
Por momentos no era una persona pensante, sino más bien un animal impulsado por los instintos posesivos y materialistas que afloraban en su ser. Podía sentir el suelo duro y húmedo, podía escuchar la leve lluvia que caía hacia dentro, podía oler las telas y cabellos mojados, podía ver ligeramente en las siluetas oscuras en la penumbra, podía saborear las heladas y saladas gotas de sudor que caían hacia su labios… Y casi… Casi podía percibir el filo de su espada fundiéndose con el cuello de alguien a quien no conocía y a quien estaba dispuesto a degollar.
—Siento informaros que vuestras armas son del todo inútiles ante mí. Es obvio que no tenéis lo que hay que tener para poseer mis esferas.
Sus palabras fueron acompañadas por un silencio casi absoluto. Lo primero en romperlo fue el sonido de las manos de Kazuma aferrando con fuerza el mango de Bohimei y lo que lo destruyó por completo fue el crujir y rechinar de un suelo que comenzaba a resquebrajarse. El temblor fue violento y por un segundo parecía que todo fuese a colapsar. El terreno comenzó a abrirse en distintos lugares, haciendo que la gente tropezara por doquier.
Puede que en algún lugar de Ōnindo hubiera un tirano enloquecido cuya fe rezara que la mejor solución ante la duda era decapitar a quien pareciera sospechoso. Dicho ser y el de ojos grises tendrían mucho en común, al menos durante aquel instante de caos. Temiendo que el shinobi con olor a pescado fresco fuera el causante de aquella conmoción, decidió cortar las dudas o mejor dicho cortar el cuello de quien le causaba dudas. Utilizo todo el chakra que pudo para mantener su pies firme en el suelo y no caer, pero su oponente no tuvo tanta suerte cuando su cabeza cercenada golpeó el suelo, provocando un ligero sonido de chapoteo.
—Tsk, tsk… —Las cosas no habían salido como quería, pero poco importaba aquello.
Poco importaba aquella repentina cantidad de líquido que salpicó encima de él y que seguramente era sangre, poco importaba que encontrarán un cuerpo finamente decapitado cuando todo acabara, poco importaba que la cabeza de aquel chico se hubiera ido por una grieta y jamás fuera vista de nuevo… Nada importaba más que obtener la gema que tanto ansiaba.
—¡Vamos, debe estar por aquí! —El pánico se apodero de el cuándo de un momento a otro perdió el cuerpo de quien acababa de perder la cabeza— ¡Vamos, no pudo haber desaparecido! —Pero parecía que si fue así, pues no encontraba el supuesto cadáver que acababa de crear.
Se arrodillo en el suelo y comenzó a tantear en busca de su preciada y mortal joya de la discordia… Solo los dioses sabrían si podría dar con ella en aquel charco sobre el que se había quedado.
—Esa gema es mía —su hablar transmitía todo una gama de emociones negativa; Ira, miedo, duda… Pero por sobre todas una se hacía notar. El deseo de obtener algo “valioso” sin importar los medios—. Así que por favor, dámela. Dánosla. No tiene que pasar nada peor...
Durante un corto periodo de tiempo, un instante cargado de adrenalina fría, se pudo percibir cierta calma y algunos que otros ruidos que parecían provenir de ninguna parte. Las pisadas de alguien corriendo, una chica sollozando y una par de personas hablando. Kazuma podía percibir con claridad el cuerpo del desconocido que tenía enfrente y la contrastante figura de su compañero a unos metros de él.
Por momentos no era una persona pensante, sino más bien un animal impulsado por los instintos posesivos y materialistas que afloraban en su ser. Podía sentir el suelo duro y húmedo, podía escuchar la leve lluvia que caía hacia dentro, podía oler las telas y cabellos mojados, podía ver ligeramente en las siluetas oscuras en la penumbra, podía saborear las heladas y saladas gotas de sudor que caían hacia su labios… Y casi… Casi podía percibir el filo de su espada fundiéndose con el cuello de alguien a quien no conocía y a quien estaba dispuesto a degollar.
—Siento informaros que vuestras armas son del todo inútiles ante mí. Es obvio que no tenéis lo que hay que tener para poseer mis esferas.
Sus palabras fueron acompañadas por un silencio casi absoluto. Lo primero en romperlo fue el sonido de las manos de Kazuma aferrando con fuerza el mango de Bohimei y lo que lo destruyó por completo fue el crujir y rechinar de un suelo que comenzaba a resquebrajarse. El temblor fue violento y por un segundo parecía que todo fuese a colapsar. El terreno comenzó a abrirse en distintos lugares, haciendo que la gente tropezara por doquier.
Puede que en algún lugar de Ōnindo hubiera un tirano enloquecido cuya fe rezara que la mejor solución ante la duda era decapitar a quien pareciera sospechoso. Dicho ser y el de ojos grises tendrían mucho en común, al menos durante aquel instante de caos. Temiendo que el shinobi con olor a pescado fresco fuera el causante de aquella conmoción, decidió cortar las dudas o mejor dicho cortar el cuello de quien le causaba dudas. Utilizo todo el chakra que pudo para mantener su pies firme en el suelo y no caer, pero su oponente no tuvo tanta suerte cuando su cabeza cercenada golpeó el suelo, provocando un ligero sonido de chapoteo.
—Tsk, tsk… —Las cosas no habían salido como quería, pero poco importaba aquello.
Poco importaba aquella repentina cantidad de líquido que salpicó encima de él y que seguramente era sangre, poco importaba que encontrarán un cuerpo finamente decapitado cuando todo acabara, poco importaba que la cabeza de aquel chico se hubiera ido por una grieta y jamás fuera vista de nuevo… Nada importaba más que obtener la gema que tanto ansiaba.
—¡Vamos, debe estar por aquí! —El pánico se apodero de el cuándo de un momento a otro perdió el cuerpo de quien acababa de perder la cabeza— ¡Vamos, no pudo haber desaparecido! —Pero parecía que si fue así, pues no encontraba el supuesto cadáver que acababa de crear.
Se arrodillo en el suelo y comenzó a tantear en busca de su preciada y mortal joya de la discordia… Solo los dioses sabrían si podría dar con ella en aquel charco sobre el que se había quedado.